Por último, Aristóteles, se pregunta algo que ya había
planteado anteriormente: ¿necesitamos más los amigos en la
PROSPERIDAD o en el INFORTUNIO? Su respuesta:
Por utilidad la amistad parece ser mejor en los infortunios; sin embargo, es más
noble en la prosperidad. De todos modos, la presencia misma de los amigos debería
estar presente tanto en los casos de infortunio como de prosperidad.
En este sentido la amistad es algo mixto ya que ver a un
amigo nos resulta grato en los momentos de infortunio pero, al mismo tiempo, es
doloroso ver al amigo que se aflige y sufre, a veces con gran ansiedad, al ver
el infortunio de un amigo querido.
Según Aristóteles, los hombres de naturaleza fuerte
procuran evitar que sus amigos tomen parte en sus penas y, por ello, no admiten
compañeros de duelo para evitarles un mal trago. Por eso parece que deberíamos
invitar gustosamente a nuestros amigos a todos nuestras alegrías, pero rehuir
en lo posible invitarlos a participar de nuestros infortunios, porque los males
deben compartirse lo menos posible. Sin embargo, lo que suele suceder, en estos
casos de infortunio, es que el verdadero amigo suele acudir a acompañar al
amigo desafortunado aunque no haya sido invitado por éste. En este caso el
hombre fuerte nunca debería mostrarse displicente con el amigo que ha acudido a
acompañarle en sus momentos de dolor aunque no hubiera sido invitado.