Cuando
su padre y progenitor vio que el universo se movía y vivía como imagen
generada de los dioses eternos, se alegró y, feliz, tomó la decisión de
hacerlo todavía más semejante al modelo. Entonces, como éste es un ser
viviente eterno, intentó que este mundo lo fuera también en lo posible. Pero
dado que la naturaleza del mundo ideal es sempiterna y esta cualidad no se le
puede otorgar completamente a lo generado, procuró realizar una cierta imagen móvil
de la eternidad y, al ordenar el cielo, hizo de la eternidad que permanece
siempre en un punto una imagen eterna que marchaba según el número, eso que
llamamos tiempo. Antes de que se originara el mundo, no existían los días, las
noches, los meses ni los años. Por ello, planeó su generación al mismo tiempo
que la composición de aquél. Éstas son todas partes del tiempo y el «era» y
el «será» son formas devenidas del tiempo que de manera incorrecta aplicamos
irreflexivamente al ser eterno. Pues decimos que era, es y será, pero según el
razonamiento verdadero sólo le corresponde el «es», y el «era» y el «será»
conviene que sean predicados de la generación que procede en el tiempo --pues
ambos representan movimientos, pero lo que es siempre idéntico e inmutable no
ha de envejecer ni volverse más joven en el tiempo, ni corresponde que haya
sido generado, ni esté generado ahora, ni lo sea en el futuro, ni en absoluto
nada de cuanto la generación adhiere a los que se mueven en lo sensible, sino
que estas especies surgen cuando el tiempo imita la eternidad y gira según el número
--y, además, también lo siguiente: lo que ha devenido es devenido, lo que
deviene está deviniendo, lo que devendrá es lo que devendrá y el no ser es no
ser; nada de esto está expresado con propiedad. Pero ahora, quizá, no es el
momento oportuno para buscar exactitud.
Platón. Timeo