09-ago-2008

El nº 22 del Callejón del Oro en Praga

Nuestra intención era visitar Praga "pedaleándo" en bicicleta. Al final, sin embargo, la acabamos "pateando". Estamos en el mes de Julio del 2008, y, Ramón, José Antonio y Yo, hemos viajado desde Madrid hasta Praga siguiendo a uno de los hijos del primero, el cual, junto con otros dos amigos, están llevando a cabo el Mongolrally, hasta Ulan Bator. Toda una aventura que, a estas alturas, creo que ya habrán finalizado felizmente. Ellos son AulanVan3 y, desde aquí, en mi nombre, y, en el de los demás, les felicitamos.
En algún momento nuestra intención fue acompañarlos hasta Moscú. Sin embargo, disistimos hacerlo ya que no teníamos Visado. Por todo ello, nos reunímos con ellos en Praga, comimos juntos en un Restaurante , los despedimos y les deseamos suerte en su ruta a Mongolia. Nosotros nos quedamos 3 días en Praga. Nos hospedamos en el Hostal Papillón, que no está mal, pues se encuentra en el centro, aunque guarda aún reminiscencias de la época comunista, por lo que a los lugares comunes se refiere.
En uno de nuestros recorridos por la ciudad visitamos el lugar denominado como el Callejón del Oro. En este pintoresco lugar existen 16 pequeñas casas del siglo XVI. El sitio se llama así porque en ella vivían los artesanos y joyeros de la corte de Rodolfo II de Habsburgo. La leyenda, sin embargo, cuenta que el origen del nombre reside en que Rodolfo II quería tener al alcance de la mano a la crema y nata de la intelectualidad de la época, sobre todo a sus alquimistas, empeñados en descubrir la piedra filosofal y el elíxir de la vida, y lograr, así, la transmutación de los metales en oro. De esta forma, junto con los artesanos de su corte, allí fueron a parar los grandes astrólogos, astrónomos, físicos, matemáticos, médicos, alquimistas y joyeros de su corte. De estos últimos parece que es de donde se deriva el nombre de Callejón del Oro. El lugar alberga, en el de número 22, una de las casitas en donde vivió el escritor Franz Kafka con su hermana en los años 1916 y 1917. Kafka describió su casita como "tan pequeña, tan sucia, tan inhabitable, con todos los defectos posibles. Pero mi hermana insistió, y cuando marchó la gran familia que la habitaba, la hizo pintar, compró muebles de caña (no conozco sillones más cómodos), y la mantuvo como un secreto frente a la familia... De los vecinos sólo me separa una pared delgada, pero el vecino es bastante silencioso. Me subo la cena y suelo estar despierto hasta medianoche. Por otro lado, está la ventaja del camino a casa... durante el camino tomo aire que me refresca las ideas. Y la vida allí es algo tan especial, implica tener casa propia, cerrada al mundo, no la puerta del cuarto, no la de la vivienda, sino la de toda la casa; salir por la puerta directamente a la nieve de la silenciosa callejuela". (Fuente: Julián Varsavsky – Tras los pasos del señor K)
Hoy día, la mayoría de las casitas del Callejón del del Oro están convertidas en tiendas de souvenirs. Al final de la calle bajamos por unas escaleras y, cuando salimos nos tropezamos con la escultura de un hombre postrado que sostiene, sobre sus espaldas, una calavera.
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