EL CREPÚSCULO DE LOS IDOLOS
(Introducción de Andrés Sánchez Pascual)
Génesis de Crepúsculo de los idolos
Tras la publicación de Más allá del bien y del mal en 1886, y mientras
corregía las pruebas de La genealogía de la moral, a finales del verano de
1887, Nietzsche tomó la decisión de «no imprimir ninguna cosa más durante una
serie de años». Pensaba dedicarse a elaborar su proyectada obra La voluntad de poder,
a dar, por fin, una exposición detallada de su filosofia. A Nietzsche le
quedaba, en aquel momento, poco más de un año de vida lúcida.
Sin embargo, pese a sus propósitos, en este último año Nietzsche dio a la
imprenta o dejó preparadas para su impresión nada menos que seis obras, a saber: El
caso Wagner, Crepúsculo de los Idolos, El Anticristo, Ecce homo, Ditirambos de Dioniso y
Nietzsche contra Wagner. El afán de publicar obras adquiere en los últimos meses de
lucidez de Nietzsche tal precipitación, tal urgencia, que el espectador atento queda
angustiado. ¿Qué había ocurrido en la vida y en el pensamiento de Nietzsche para que
apareciese ese giro tan radical? En el silencio que Nietzsche se habia autoimpuesto,
¿qué representan esos gritos que son los libros mencionados? Como veremos: la
autodestrucción de sus planes literarios. La decisión de Nietzsche de recluirse
dentro de sí parecia firme, y tras las experiencias sufridas en los últimos
tiempos, estaba bien fundada. Nietzsche lo explica del modo siguiente, en una carta
escrita a su amigo F. Oberbeck desde Sils-Maria el 30 de agosto de 1887:
Querido amigo: El resultado de la venta de Más allá es muy instructivo; esta vez se
ha hecho todo lo que un librero hábil y apreciado puede hacer en favor de un libro; han
sido enviados igualmente unos 60 ejemplares a revistas y redacciones. Sin embargo, el
cierre de cuentas ha sido lamentable; literalmente, 106 ejemplares vendidos; todos los
demás, devueltos. Apenas la quinta parte de las redacciones se ha dado por enterada del
envío; no faltan decididos signos de repulsa, asi como de rechazo radical de todo lo que
viene de mí. ¡Y ni siquiera una recensión que merezca ser tenida en cuenta! Por lo
demás, no digo esto disgustado: pues lo comprendo. Sin embargo, me ha parecido necesario
ayudar un poco por mi parte a ese Más allá: y así he aprovechado unas pocas buenas
semanas para precisar una vez más, en forma de tres tratados, el problema del mencionado
libro. Con ello creo haber llegado al final de mis esfuerzos para hacer «comprensible»
lo que he escrito hasta este momento: y ahora, durante una serie de años no imprimiré
ninguna cosa más, - tengo que recluirme absolutamente en mí mismo y aguardar hasta que
me sea lícito hacer caer el último fruto de mi árbol. Ninguna vivencia; nada venido de
fuera: ninguna cosa nueva- estos son ahora, por largo tiempo, mis únicos deseos...
El estado fisico de Nietzsche podría hacer dudar de la posibilidad de realizar
esa tarea. Pocos dias después de la carta mencionada, y antes de que Nietzsche
partiera para Venecia, recibe la visita de su viejo amigo Paul Deussen. Este ha
dejado de esa visita un documento vivísimo; por no haberse traducido nunca al castellano,
y porque nos ofrece un esplendido retrato del Nietzsche que se dispone a afrontar
el que será último año de su vida, helo aquí:
La cálida simpatía de que mi amìgo me había dado continuas pruebas, incluso
cuando nuestros caminos se distanciaron tanto, hizo que cada vez se hiciese más vivo en
mi el deseo de volver a ver por fin una vez cara a cara al hombre que, pese a hallarse
enfermo, mantenía una actividad incansable, progresando siempre. Y cuando en el otoño de
1887 emprendí con mi mujer un viaje por el Tirol, Suiza, Italia, Grecia y Turquía, el
hacer una visita al eremita de Sils-Maria fue para mí una cuestión íntima.
Impacientemente aguardaba él nuestra anunciada visita,dudaba de su realización y sólo
quedó tranquilo cuando nuestras maletas, enviadas delante, llegaron a sus manos como
prenda de garantía. En una hermosa mañana otoñal, procedentes de Chiavenna, subimos mi
mujer y yo por el puerto de Maloja, y pronto estuvo ante nosotros Sils-Maria, donde, con
el corazón palpitante, me lancé al encuentro del amigo y, profundamente conmovido, lo
abracé, tras catorce años de separación. ¡Pero qué cambios habían acontecido en él
durante ese tiempo! La actitud orgullosa, el paso elástico, la fluida palabra de otro
tiempo no existían ya. Parecia arrastrarse con dificultad e inclinándose un poco hacia
un lado; con bastante frecuencia su palabra se volvía torpe y se cortaba. Acaso no tenía
tampoco su buen día. «Querido amigo», dijo con melancolía, mientras señalaba hacia
algunas nubes que pasaban, «para poder concentrar mis pensamientos he de tener un cielo
azul por encima de mí». Luego nos llevó a sus lugares predilectos. Recuerdo
especialmente un paraje cubierto de hierba, situado junto a un abismo, encima de un arroyo
de montaña que pasaba rugiendo en lo hondo. «Aquí», dijo, «es donde más me gusta
estar tumbado y donde tengo mis mejores pensamientos». Nosotros nos habíamos albergado
en el modesto hotel Zur Alpenrose, en el que Nietzsche solía tomar su almuerzo,
consistente de ordinario en una sencilla chuleta o algo parecido. Allí nos retiramos por
una hora para descansar. Apenas había transcurrido ésta, nuestro amigo volvió a estar
junto a la puerta, se informó, con delicada preocupación, de si aún estábamos
cansados, pidió disculpas si es que había venido demasiado pronto, y otras cosas por el
estilo. Menciono esto porque tal preocupación y tal atención exageradas no habían
estado antes en correspondencia con el carácter de Nietzsche, y me parecieron
significativas de su estado en aquel momento. A la mañana siguiente me llevó a su
vivienda, o, como él decía, a su caverna. Era un cuarto sencillo, en una casa de
campesinos, a tres minutos de la carretera; Nietzsche lo había alquilado durante la
temporada por un franco diario. El mobiliario era de lo más sencillo que quepa imaginar.
A un lado estaban sus libros, casi todos ellos bien conocidos por mí desde antiguo, luego
venía una rústica mesa, sobre la que había una taza de cafe, cáscaras de huevo,
manuscritos, objetos de aseo, en abigarrada confusión, y a continuación aparecía un
sacabotas, con la bota puesta allí, hasta acabar en la cama, aún no arreglada. Todo ello
indicaba un servicio negligente, y un huésped sufrido, que pasaba por todo. Nos marchamos
por la tarde, y Nietzsche nos acompañó hasta la próxima aldea, una hora valle abajo.
Aquí habló una vez más de los sombríos presagios que, por desgracia, iban a cumplirse
tan pronto. Cuando nos despedimos tenia lágrimas en los ojos, cosa que yo no había
observado nunca antes en él. No volvría a verle en su sano juicio.
Nietzsche, sin embargo, no se arredra ante su decadencia
física. Tiene entonces cuarenta y tres años, y está dispuesto a completar la obra de su
vida. Parte para Venecia; va después a Niza, donde pasa todo el invierno; a principios de
abril de 1888 marcha a Turin; por fin, a comienzos de junio, sube, como todos los años, a
Sils-Maria. Las cartas de estos nueve meses repiten incansables lo mismo:
«trabajo mucho, aunque estoy melancólico...» (desde Niza, 20 de diciembre de 1887);
«por fin, no quiero silenciar que toda esta última temporada ha sido rica para mí en
intuiciones e iluminaciones síntéticas; que han vuelto a crecer mis ánimos para hacer
'lo increible' y para fotmular hasta sus últimas consecuencias la sensibilidad
filosófíca que me distingue...» (desde Niza, 6 de enero de 1888); «ausencia de salud,
de dinero, de fama, de amor, de protección-y, con todo, no convertirme en un trágico oso
gruñón: ésta es la paradoja de mi estado actual, su problema... Sólo ahora comprendo
la historia, nunca he tenido ojos más profundos que en los últimos meses...» (desde
Niza, 1 de febrero); "tengo lista la primera redacción de mi Ensayo de una
transvaloración: en conjunto, ha sido una tortura, además no he tenido todavía ánimos
para ello. Dentro de diez años lo haré mejor...» (desde Niza, 13 de febrero); «me he
jurado no tomar nada en serio durante cierto tiempo. No crea usted tampoco que yo haya
vuelto a hacer 'literatura': esa redacción [de la que habla en la carta anterior] era
para mí; a partir de ahora quiero hacer todos los inviernos una redacción de ese tjpo
para mí - la idea de publicidad' está realmente excluida...» (desde Níza, 26 de
febrero); «trabajo desde la manaña hasta la noche - un pequeño panfleto sobre música
ocupa mis dedos - ...» (desde Turín, 20 de abril); «trabajo constantemente, más que
durante todo el invierno en Niza...» (desde Turín, 1 de mayo); «querido amigo,
perdóneme esta carta tal vez demasiado jovial; pero después de haber estado dia tras dia
transvalorando valores' y haber tenido motivos para estar muy serio, hay una cierta
fatalidad e inevitabilidad de ser jovial. Más o menos como en un entierro...» (desde
Turín, 17 de mayo).
El resultado de estos meses de trabajo intenso son los espléndidos cuadernos de apuntes
que hoy llevan en Weimar las signaturas W II 1, W II 2, W 11 3, W I1 4, W II 5 y W II
6. Con todo este material y con otro procedente de años anteriores Nietzsche arriba
a Sils-Maria el 6 de junio de 1888. Va a afrontar la prueba decisiva de su carrera
literaria: la de saber si puede «dominar» la intensa cantidad de apuntes de que
dispone. Nietzsche mismo dirá más tarde que este verano contenía para él una gran
misión, completamente precisa y determinada. Por lo pronto, a poco de llegar a Sils-Maria
decide, el 26 de junio, publica El caso Wagner, escrito en Turín durante la
primavera. Envía el manuscrito a la imprenta, remite luego varias adiciones, pide otra
vez el manuscrito para recopilarlo en limpio, y sigue mandando nuevos añadidos, hasta el
24 de agosto. Pero todo esto no es más que una «distracción». El trabajo principal: la
elaboración de La voluntad de poder, sigue su curso. La lucha interna de
Nietzsche fue, sin duda, desesperada, aunque hacia fuera no se deja sentir. Tan sólo
alguna carta habla de dificultades, como la siguiente, escrita a su amiga Meta von
Salis, el 22 de agosto:
Estimada señorita: tenemos aquí un tiempo igual que el de la mañana en que usted se
marchó - por vez primera desde entonces: un chapoteo ruidoso. Por mi parte me distraigo
de la misma inteligente manera que me he distraido con tanta frecuencia este verano, en la
lucha con los «espíritus de la naturaleza» - conversando un poco con usted. A todo
esto, tengo delante de mí cierto libro. (Se trata de La genealogía de la moral;
Nietzsche pidió a Meta von Salis que le enviase el ejemplar que ella poseía, pues no
tenia ninguno a mano.) Nunca antes me he visto ataviado tan dignamente-casi como un
clásico». La primera ojea al mismo me ha proporcionado una sorpresa: he descubierto un
largo prólogo a Lo genealogía, cuya existencia había olvidado... En el fondo no tenía
en la memoria más que el título de los tres tratados: el resto, es decir, el contenido,
se me habia ido de la cabeza. Esto es consecuencia de una actividad mental extrema, que ha
llenado este invierno y esta primavera, y 'que, por asi decirlo, había levantado un muro
en medio. Ahora el libro vuelve revivir delante de mi- y, al mismo tiempo, el estado del
pasado verano, del cual surgió. Problemas extremadamente difíciles, para los cuales no
habia aún un lenguaje, una terminologia: pero en aquel tiempo tuve que encontrarme en un
estado de inspiración casi ininternunpida, de tal modo que este escrito transcurre como
le cosa mas natural del mundo. No se le nota ningún esfuerzo.-El estilo es vehemente y
excitante, y, con todo, copioso en finesses; y dúctil y lleno de colorido, una prosa como
yo no la había escrito en realidad hasta entonces. Ciertamente, el gran crítico
Spitteler dice que, desde que ha leído ese escrito mío, ha abandonado todas las
esperanzas en mi como escritor... En comparación con el último verano, el cual me
permitió semejante improvisación sobre unos temas horribles, este verano parece, en
verdad, haberse ido al agua». Esto me duele extraordinariamente: pues de la primavera,
que por vez pnmera marchó bien, yo traje aqui arriba más fuerza incluso que el año
pasado. También estaba todo preparado para una tarea grande y completnmente determinada.
El «panfleto» contra Wagner (- del cual, dicho sea entre nosotros, estoy orgulloso y
corresponde, en todo lo esencial, a Turln, y fue propiamente esa recreación autentica,
óptima, que uno podía permitirse en medio de cosas difíciles. Enne las peculiaridades
de este verano está el absurdo insomnio. También hoy, como ayer, como anteayer, he
estado reflexionando desde las dos de la madrugada... a las cuatro tomo cacao...
Nietzsche traza plano tras plano de su obra. Todos le resultan deficientes. Cuando en Crepúsculo
de los ídolos dice: «¿Puede un asno ser trágico? - ¿Sucumbir bajo un peso
que no se puede ni llevar ni arrojar?... El caso del filósofo», ¿no estaría
pensando en sí mismo? Por lo que puede saberse, la lucha debió de tener su punto
culminante el día 26 de agosto. Ese día trazó el último plano de La voluntad de
poder, que dice así:
Esbozo de
plan para:
La voluntad de poder
Ensayo
de una transvaloración de todos los valores
- Sils-Maria
último domingo del
mes de agosto de 1888
NOSOTROS LOS HIPERBOREOS. -Colocación de la primera piedra del problema
LIBRO PRIMERO: «Qué es la verdad?»
Capítulo primero. Psicologia del error.
Capítulo segundo. Valor de la verdad y del error.
Capítulo tercero. La voluntad de verdad (sólo justificada en el
valor que dice sí a la vida).
LIBRO SEGUNDO: Procedencia de los valores
Capítulo primero. Los metafísicos.
Capítulo segundo. Los homines religiosi.
Capitulo tercero. Los buenos y los mejoradores.
LIBRO TERCERO: Lucha de los valores
Capítulo primero. Pensamientos sobre el cristianismo.
Capírulo segrrndo. Sobre la fisiología del arte.
Capítulo tercero. Sobre la historia del nihilismo europeo.
PASATIEMPO PSICOLOGICO
LIBRO CUARTO: El gran mediodía.
Capítulo primero. El principio de la vida. «Jerarquia».
Capítulo segundo. Los dos caminos.
Capítulo tercero. El eterno retorno.
Después... aparece un cambio radical en los proyectos literarios de Nietzsche, hasta el
punto de que entender lo que ocurrió en estos últimos días de agosto de 1888 representa
el presupuesto necesario para entender rectamente el final de Nietzsche. Lo que ocurrió
tal vez pueda resumirse en estas pocas palabras: Nietsche renuncia a ser un
«intempestivo», es decir, renuncia a lo que hasta entonces había constituido la esencia
de su vida y de su obra. La «abstracción filosófica» de una obra
sabiamente compuesta, explanada con detalle, cimentada en argumentaciones, va ahora en
contra de sus deseos más íntimos. Nietzsche se niega a sí mismo, y
emprende una carrera desenfrenada hacia el «tiempo». Esa autonegación tan
violenta lo reduce al silencio.
EL CREPÚSCULO DE LOS IDOLOS
(Introducción de Andrés Sánchez Pascual)
De «Ociosidad de un psicólogo»
a «Crepúsculo de los idolos»
Nierzsche decide de pronto publicar un «compendio» de su filosofía, que será
precisamente Crepúsculo de los ídolos. Por el momento, la obra lleva un titulo
distinto: Ociosidad de un psicólogo. La tarea debió de resultarle penosa a
Nietzsche, más, por otro lado, no era difícil.
Destroza el material acumulado para su proyectada obra capital, arranca páginas de acá y
de allá, y en brevísimo tiempo envia el manuscrito al editor. En Ecce homo
dirá: «Este escrito... obra de tan pocos dias que vacilo en decir su número.»
Más tarde, piensa Nietzsche, publicará una «gran obra» en cuatro libros separados.
Ya no será La voluntad de poder, sino La Transvaloración de todos
los valores. Pronto tendrá listo también el «primer libro» de esa obra,
con el titulo de El Anticristo. Al final, El Anticristo no será el
«primer libro», sino la totalidad de la Transvaloración. Esta es la verdadera base que
permite calificar de «impostura» la afirmación según la cual Nietzsche dejó
un libro póstumo: La voluntad de poder, o incluso dos: el anterior, y una Transvaloración
de todos los valores. La carta en que anuncia su nueva obra al editor merece ser
reproducida. Está fechada en Sils-Maria, el 7 de septiembre de 1888, y dice asi:
Estimado señor editor: esta vez voy a darle una sorpresa. Sin duda pensará usted que
hemos acabado con las impresiones: pero he aquí que acaba de salir hacia usted el más
limpio de todos los manuscritos que yo le haya enviado nunca. Se trata de un escrito que,
en lo que respecta a su formato, debe ser en todo hermano gemelo de El caso Wagner. Su
título es: Ociosidad de un psicólogo. Me es necesario publicarlo ahora, porque
probablemente a finales del año próximo tendremos que preceder a imprimir mi obra
capital, la Transvaloración de los valores. Dado que ésta tiene un carácter muy
riguroso y serio, no puedo lanzar después de ella ninguna cosa jovial y amena. Por otro
lado, tiene que quedar un espacio de tiempo entre mi última publicación y aquella obra
seria.Tampoco me gustaría que siguiera inmediatamente a la petulante farce [farsa] contra
Wagner. Este escrito, cuya extensión no es considerable, acaso pueda producir « también
el efecto de abrir algo los oídos para oírme: de tal modo que aquella obra capital no
tropiece otra vez con el absurdo silencio con que tropezó mi Zaratustra. - Asi, pues,
igual en todo que el escrito contra Wagner: también idéntico número de ejemplares.
Yo dejo Sils el 15 de septiembre y vuelvo a Turín. Desde alli le comunicaré mi
dirección. Nada se opone a que comencemos en seguida con la impresión: y teniendo en
cuenta que para este invierno necesito un profundo recogimiento, me sería incluso muy
deseable que estos pocos pliegos quedasen listos lo más pronto posible.-No ha de tener
usted miedo de que le siga enviando manuscritos. Durante las últimas semanas me he
encontrado básicamente mejor que durante todo el verano.
Nietzsche tenía la buena costumbre de no mencionar a sus amigos la terminación
de sus obras hasta haberlas enviado al editor; éste solía ser, por tanto, el primero en
tener conocimiento de sus planes de publicación. Pero una yez enviado el manuscrito a la
imprenta, todos sus conocidos recibian noticia inmediata de la obra a punto de salir a
luz. En este caso concreto, el conocimiento de algunas de sus cartas
resulta impiescindible, pues en ellas nos ofrece Nietzsche una
autointerpretación
de su obra. Ellas serán sin duda la mejor «introducción» a
este escrito.
Asi, por eiemplo, el mismo día 7 de septiembre en que envía el libro al editor escribe a
su amiga Meta von Salis:
Querida amiga, durante este tiempo he trabajado mucho - hasta el punto de tener motivos
para retractarme del suspiro de mi última carta [la antes citada, del 22 de agosto]
que hablaba del «verano que se ha ido al agua». Incluso he logrado hacer algo más, algo
de que yo no me había creído capaz... La consecuencia, de todos modos, es que mi vida ha
caído en cierto desorden durante las últimas semanas. Varias veces me he levantado a las
dos de la madrugada «empujado por el espíritu», y he escrito lo que antes me había
pasado por la cabeza. Entonces oía cómo mi casero, el senor Durisch, abría
cautelosamente la puerta de la casa y se deslizaba fuera para ir a cazar gamuzas. ¡Quién
sabe, acaso yo también andaba a la caza de gamuzas!
Dos días mas tarde, el 9, le escribe a Carl Fuchs lo siguiente:
Querido amigo, no me iré tan pronto como creía hace dos dias; algunas cuestiones de
edición e impresión han de ser todavia aquí liquidadas. La fecha próxíma, bastante
probable, es el 16 de septiembre, - hoy mi «querida alma» se encuentra en una imprevista
situación de libertad- y usted se dará en seguida cuenta de ello. Las últimas semanas
he estado inspirado de la manera más extraña; de tal modo que algunas cosas de las que
yo no me había creído capaz, estuvieron listas una mañana, como de modo inconsciente.
Esto ha traído bastante desorden y excepción a mi modo de vivir: frecuentemente me
levantaba (o saltaba) de la cama a las dos de la madrugada para, «empujado por el
espiritu, garrapatear algo. Entonces oia abrirse la puerta de la casa: mi casero se
deslizaba fuera para ir a cazar gamuzas. ¿Quién de nosotros dos andaba más a la caza de
gamuzas? -Increíble, pero verdadero: esta mañana he enviado a la imprenta el manuscrito
más cuidado, más limpio y más elaborado que yo he mandado nunca- no querría hacer la
cuenta de en qué pocos días ha quedado concluido. El título es bastante amable,
Ociosidad de un psicólogo - el contenido, de lo peor y más radical, aunque oculto bajo
muchas finesses y atenuaciones. Es una completa introducción de conjunto a mi filosofía:
-después vendrá la Transvaloración de todos los valores (cuyo primer libro está casi
listo. Veremos hasta qué punto es hoy realmente posible la «libertad de pensamiento»:
tengo un oscuro barrunto de que, a consecuencia de esto, seré perseguido de firme.
Por fin, el 12 de septiembre, Nietzsche notifica a su «corrector de pruebas»
Peter Gast el nacimiento de su nueva obra:
Querido amigo... Todavía queda una curiosidad que anunciar. Hace pocos días he
vuelto a enviar al señor C. G. Naumann un manuscrito que lleva el título Ociosidad de un
psicólogo. Bajo ese titulo inocuo se oculta un resumen, esbozado de manera muy audaz y
muy precisa, de mis heterodoxias filosóficas esenciales: de tal modo que el escrito puede
servir como una especie de iniciación, como algo que abra el apetito para mi Transvaloración
de los valores (cuyo primer libro está ya casi completamente elaborado). Hay en él
muchas cosas sobre el momento presente, sobre pensadores, escritores, etc. El último
apartado se titula: «Incursiones de un intempestivo»; el primero, «Sentencias y
flechas». En conjunto, muy jovial, a pesar de que dicta condiciones muy severas (- me
parece, dicho entre nosotros, que hasta este año yo no he aprendido a escribir en alemán
- quiero decir, en francés -). Además de los nombrados, estos capítulos: «El problema
de Sócrates.» «La 'razón' en la filosofía.» «Cómo el mundo 'verdadero' acabó
convirtiéndose en unn fábula.» «La moral como contranaturaleza.» «Los cuatro grandes
errores.» «Los 'mejoradores' de la humanidad.» Son cuestiones realmente psicológicas,
y de las más desconocidas y sutiles (-a los alemanes se les dice más de una
verdad, en especial queda cimentada mi baja opinión sobre la espiritualidad del Reich
alemán).
Este escrito, que se presenta en todo como un hermano gemelo de El caso Wagner, bien que
aproximadamente el doble de extenso, tiene que salir lo más pronto posible: porque
necesito un tiempo intermedio hasta la publicación de la Transvaloración (-ésta, de una
seriedad rigurosa, y alejada cien millas de todas las tolerancias y amabilidades)...
Un día más tarde le escribe a G. Brandes, su descubridor en
Copenhague:
Querido amigo... dentro de un par de meses aparecerá algo filosófico: bajo el muy
benévolo título de Ociosidad de un psicólogo digo a todo el mundo finezas y groserias
-induida esa ingeniosa nación, los alemanes. Pero, en lo principal, todas estas cosas son
tan sólo recreaciones de mi asunto principal: que se llama Transvaloración de todos los
valores.-Europa tendrá necesidad de encontrar todavía una Siberia para enviar a ella al
autor de tal ensayo de valoración.
Al dia siguiente, el 14, le dice a su amigo Paul Deussen,
que, como hemos indicado, acababa de visitarle:
Querido amigo, no quisiera dejar Sils sin enviarte mis saludos en recuerdo de la
máxima sorpresa que este verano, rico en sorpresas, me ha traido... Ya está en manos de
mi editor otro manuscrito, que contiene una expresión muy rigurosa y sutil de toda mi
heterodoxia filosófica-oculta bajo mucha gracia y malignidad. Se llama: Ociosidad de un
psicólogo.-En último término, estos dos escritos [esto es, El caso Wagner y Ociosidad
de un psicólogo] no son más que simples recreaciones en medio de una tarea
desmesuradamente grave y decisiva, la cual, si es comprendida, escindirá la historia de
la humanidad en dos mitades. El sentido de la misma se dice en cinco palabras:
Transvaloración de todos los valores...
Y por esas mismas fechas escribe a su amigo Overbeck esta importante
carta:
Querido amigo... ¿me permites que cuente algo de mí? En lo principal siento
ahora más que nunca el gran sosiego y la gran certidumbre de hallarme en mi camino e
incluso en la proximidad de una gran meta. Para sorpresa mía tengo ya listo, en su forma
definitiva, el primer libro de la Transvaloración de todos los valores, hasta la mitad.
Su energía y transparencia son tales, que acaso no hayan sido alcanzadas nunca por
ningún filósofo. Paréceme como si yo hubiera aprendido de golpe a escribir. En lo que
se refiere al contenido, a la pasión del problema, esta obra escinde los milenios - el
primer libro se llama, quede dicho entre nosotros, El Anticristo, y juraría que todo lo
que hasta ahora se ha pensado y dicho para criticar al cristianismo es una fútil niñería,
en comparación con él. -Semejante empresa hace necesarias, incluso desde el punto de
vista de la higiene, pausas y distracciones profundas. Una de ellas te llegará dentro de
unos diez días: se Ilama El caso Wagner. Un problema para músicos. Es una declaración
de guerra sin cuartel -mi editor me anuncia que
desde hace un par de semanas (desde que apareció el primer anuncio en el
Buchhändler-Blatr) han llegado tantos encargos que se puede considerar agotada la
edición de mil ejemplares. [Escrito al margen: presuponiendo que los ejemplares pedidos
no echen luego a andar como los cangrejos: todos ellos están encargados
condicionalmente].- También un segundo manuscrito, completamente listo para la imprenta,
está ya en manos del señor G. G. Naumann. Sin embargo, vamos a esperar todavía un poco.
Se titula Ociosidad de un psicólogo, y me resulta muy querido, porque expresa de forma
muy breve (acaso también muy ingeniosa) mi hetetodoxia filosófica esencial. Por lo
demás, es muy «tempestivo»: digo mis «donaires» sobre un sinnúmero de pensadores y
artistas de la Europa de hoy -sin contar con que en él se dicen a la cara a los alemanes
las verdades más inexorables, en
lo referente al espíritu, al gusto y la profundidad... Para mi modo de vivir no tengo
ninguna otra crítica que la medida de mi fuerza de trabajo. El verano pasado escribí y dejé
listo para la imprenta los tres tratados de La genealogía en memos de un mes; en éste he
concluido en 20 días la mencionada «ociosidad psicológica»...
El amanuense de Nietzsche, Peter Gast, quedó sorprendido, claro está, por el anuncio
de la nueva obra, de la cual le llegaron al mismo tiempo las primeras pruebas. Peter Gast
se encontraba entonces en Pomerania, y desde alli escribió a Nietzsche, el 20 de
septiembre, la carta siguiente; ella dio lugar a que la Ociosidad de un
psicólogo se convirtiése en el Crepúsculo de los ídolos.
Estimado señor profesor, hasta esta manana no he recibido su amable carta, junto con
el pliego para corregir, enviado por Naumann, el cual, naturalmente, me ha causado un
asombro extraordinario, y sólo tengo unos momentos para escribir una carta de acompañamiento...
Cuando me imagino el efecto que puede producir sobre los otros hombres, el título
Ociosidad de un psicólogo me suena demasiado modesto: ha llevado usted su artilleria a
las montañas más altas, tiene usted canones como no los ha habido nunca, y no necesita
más que disparar a ciegas para producir pánico en los alrededores. El paso de un gigante
[eines Riesen Gang] ante el cual las montañas tiemblan en sus fundamentos, no es ya el
paso de un ocioso [Müssiggang]. En nuestro tiempo, además, la ociosidad viene de
ordinario después del trabajo, y la partícula Mü aparece también en Müdigkeit
[fatiga]. Ah, le ruego, si es que a un hombre inepto le es licito rogar: ¡un título más
brillante, más esplendoroso! - ¡Ojalá estuviera yo en condiciones de describirle la impresión
que todos sus pensamientos, en especial los de la última época, ejercen sobre mi!
Probablemente, y propiamente, debería sentirme humillado por ellos.- ¡y no lo estoy!...
Lleno de las impresiones más notables, más singulares, más inconcebibles, le saludo...
La respuesta de Nietzsche desde Turín el día 27 de septiembre fue la siguiente:
Querido amigo: hoy ha llegado aqui la corrección del pliego segundo enviado desde
Murchow el día 24, junto con el envío de Naumann del día 25 (el cuarto pliego)... La
cosa no durará mucho; serán probablemente 6 pliegos, o un poco más. No es necesaria una
última revisión; el manuscrito estaba mucho mejor preparado que el panfleto contra
Wagner.
En lo que se refiere al título, mis propias reservas se habían anticípado a su muy
humana objeción: finalmente encontré en las palabras del prólogo la fórmula que acaso
satisfaga también a la necesidad sentída por usted. Lo que escribe acerca de la
«artilleria pesada», tengo sencillamente que aceptarlo, hallándome como me hallo a
punto de terminar el primer libro de la Transvaloración. Realmente acaba con detonaciones
horribles: no creo que en toda la literatura se encuentre nada paralelo a este primer
libro en lo referente a sonoridad orquestal (incluidos los cañonazos). - El nuevo título
(que trae consigo modificaciones muy pequeñas en tres o cuatro pasajes) será:
Crepúsculo de los ídolos
o
Cómo se filosofa con el martillo
por
F. N.
El sentido de las palabras, que en último término es adivinable de por sí, es, como
queda dicho, el tema del breve prólogo. La primera carta sobre El caso ha sido de
Gersdorff. También escribe, acerca del duelo del león (ex ungue leonem): «Esa es la
música que a mí me gusta. ¿Dónde están los oidos para oírla, dónde los músicos
para tocarla?» -Una curiosidad que Gersdorff me comunica y que me ha edificado mucho:
Gersdorff ha sido testigo de una furiosa explosión de rabia de Wagner contra Bizet,
cuando Minnie Hauck estaba en Nápoles cantando Carmen. Sobre esta base de que Wagner
tomó partido también en esto, mi malicia en cierto lugar capital será advertida con
mucha mayor agudeza. Por lo demás, Gersdorff me pone en guardia con toda seriedad contra
las wagnerianas. También el nuevo titulo, Crepúsculo de los ídolos, será entendido
bajo esa luz, -por tanto, una malicia más contra Wagner...
Este pequeño manojo de cartas, en las que Nietzsche comenta e interpreta su
propio escrito, deja clara la importancia que su autor le concedia como «resumen
de sus heterodoxias filosóficas esenciales». Tres dias después de escrita
la última, el 30 de septiembre, Nietzsche concluye El Anticristo, y ese
mismo dia redacta el prólogo definitivo a Crepúsculo de los ídolos,
que el lector encontrará más adelante.. Las pruebas del último capítulo le fueron
enviadas a Nietzsche el día 24 de octubre. La corrección de pruebas termina a
principios de noviembre. Y el 25 de ese mismo mes Nietzsche tiene en su poder los primeros
ejemplares de la obra. Será el último de sus tres escritos que llegue a sus manos
mientras aún conserva lúcida la consciencia. El libro se puso a la venta en el mes de
enero de 1889, cuando la carrera de que este escrito constituye el primer paso: la carrera
que tensó el arco de su mente hasta hacerlo saltar, había concluido.
EL CREPÚSCULO DE LOS IDOLOS
(Introducción de Andrés Sánchez Pascual)
El contenido de esta obra
Ya el titulo del libro es, como el mismo Nietzsche le indica
a P. Gast en una de las cartas antes citadas, una ironia contra Wagner.
Esto resulta especialmente perceptible en alemán. La Götzendämtnerung nietzscheana
(contrapuesta a la wagneriana Götterdämmerung [crepúsculo de los dioses)
tuvo que producir un sonido chirriante en los oídos de los seguidores de Wagner. A
partir, pues, del mismo titulo, y trás la definición de ídolo, que aparece ya en el
prólogo, empieza la «gran declaración de guerra», como Nietzsche la denomina.
Un primer apartado nos ofrece cuarenta y cuatro breves
aforismos, que cuentan entre los más brillante e ingeniosos de toda la obra nietzsneana.
Nietzsche ejercita su arco y su puntería. Las «flechas» dan, una trás otra, en la
diana: la mujer, el Reich alemán, el filósofo, la moral, el arte, la ciencia: todos
quedan tocados. Esta primera parte culmina en el prodigioso aforismo que dice:
«Fórmula de mi felicidad: un sí, un no, una linea recta, una meta.»
El segundo apartado es una monografía acerca de Sócrates.
Nietzsche vuelve aqui a su primera época: «el problema Sócrates»,
tema central de