Ya que todo el conocimiento que
tenemos es solamente de verdades particulares o generales, es evidente que
pese a todo lo que pueda hacerse para alcanzar aquéllas, éstas, que son
las que, con razón, más se desean, nunca podrán ser perfectamente
conocidas, y raramente podrán ser aprehendidas, si no es concibiéndolas
y expresándoles por medio de palabras. Por tanto, no queda fuera de
nuestras intenciones dentro del examen de nuestro conocimiento el que
investiguemos la verdad y la certidumbre de las proposiciones universales....Pero
para que en este, caso no nos encontremos perdidos por lo que constituye,
en cualquier ocasión, el peligro, me refiero a la dubitabilidad de los términos,
resulta necesario advertir que la certidumbre es doble: la certidumbre de
la verdad y la certidumbre del conocimiento. Hay certidumbre de verdad
cuando las palabras se unen en proposiciones de manera que expresen
exactamente el acuerdo o desacuerdo de las ideas que significan, tal y
como realmente es. La certidumbre del conocimiento estriba en percibir el
acuerdo o el desacuerdo de las ideas, según han sido expresadas en
cualquier proposición. Esto es lo que usualmente denominamos conocer, o
estar seguros de la verdad de cualquier proposición.
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Ahora bien, puesto que no podemos
estar seguros de la verdad de cualquier proposición general, en tanto que
no conozcamos los límites precisos y el alcance de las especies que
significan sus términos, es necesario que sepamos la esencia de cada
especie, que es lo que la constituye y la limita....Esto no es difícil de
hacer en todas las ideas simples y en los modos, pues como en estos casos
la esencia real y la nominal son las mismas, o, lo que viene a ser igual,
la idea abstracta significada por el término general es la única esencia
y límite que pueda tener o que puede suponerse a cada especie, no es
posible que exista duda sobre la extensión de la especie o sobre las
cosas que ese término comprende.... Pero en las sustancias, donde una
esencia real, distinta de la nominal, se supone que constituye, determina
y delimita a la especie, el alcance de la palabra general es muy incierto,
porque al no conocer esta esencia real no podemos saber qué es lo que no
es de esa especie y, en consecuencia, lo que se puede afirmar o no con
certidumbre de ella. Y de esta manera, cuando hablamos de un hombre, del
oro o de cualesquiera otra especie de sustancias naturales, como
supuestamente constituidas por una esencia real y precisa que la
naturaleza imparte de manera regular a cada individuo de esa, y por la
cual ese individuo pertenece a esa especie, no podemos estar seguros de la
verdad de esa afirmación o negación que hagamos sobre ella. Porque
hombre u oro, tomados en este sentido, y usados para especies de cosas,
constituidas por esencias reales, diferentes de la idea compleja que hay
en la mente del hablante, significan no sabemos qué cosa, y la extensión
de esas especies, a partir de unos límites semejantes, es tan desconocida
e indeterminada que resulta imposible afirmar con certidumbre que todos
los hombres son racionales, o que todo oro es amarillo. |
Cuando los nombres de las sustancias
intentan significar especies que están supuestamente constituidas por
esencias reales que no conocemos, entonces se muestran incapaces de llevar
la certidumbre a nuestro entendimiento. De esta manera no podemos tener
ninguna certidumbre sobre la verdad de las proposiciones generales
formuladas con semejantes términos..... Las
ideas complejas que nuestros nombres de las especies de las sustancias
propiamente significan son colecciones de aquellas cualidades que hemos
observado que coexisten en un substrato desconocido al que llamamos
sustancia. Pero qué otras cualidades coexisten necesariamente con tales
combinaciones es algo que no podremos saber con certeza, a menos que
podamos descubrir su dependencia natural, con respecto a la cual nuestras
posibilidades de penetración son muy escasas, por lo que toca a sus
cualidades primarias;, es decir: 1) Ignoramos la constitución real de las
sustancias de la que depende, particularmente, cada una de las cualidades
secundarias. 2. Y aunque nosotros la conociéramos, únicamente nos serviría
para un conocimiento experimental, y no para un conocimiento universal.....
«Que todo sea fijo» es una proposición de la que no podemos tener
certidumbre, aunque sea admitida de manera universal.... Como la fijeza,
por ejemplo, no tiene ninguna conexión necesaria, que nosotros podamos
descubrir, con el color, peso o cualquier otra idea simple de las que
componen nuestra idea compleja, o con todo el conjunto de ideas, resulta
imposible que podamos saber con certeza la verdad de la proposición antes
formulada, es decir, que todo oro es fijo.....Me sentiría muy satisfecho
de encontrar una afirmación general sobre cualquier cualidad del oro, de
la que se pudiera tener la seguridad de que es verdadera. Y no dudo que se
me formulará la siguiente pregunta. ¿acaso no es una proposición
universal la que establece que «todo oro es maleable»? A esto respondo
que es una proposición muy cierta, siempre y cuando la maleabilidad sea
una parte de la idea compleja que la palabra oro significa. Pero todo lo
que se afirma aquí acerca del oro no es nada más que ese conjunto de
sonidos significan una idea en la que está contenida la de la
maleabilidad; y ésta es una verdad y una certidumbre de la misma clase
que la que establece que un centauro es un cuadrúpedo. Pero si la
maleabilidad no forma parte de la esencia específica que significa la
palabra oro, resulta evidente que el que «todo oro es maleable» es una
proposición que no contiene certidumbre. |
En el caso de que nosotros tuviéramos
unas ideas tales de las sustancias corno para conocer qué constituciones
reales producen esas cualidades sensibles que encontramos en ellas, y de
qué manera esas cualidades emanan de ellas, podríamos, por las ideas
específicas de sus esencias reales en nuestras mentes, encontrar con
mayor certidumbre sus propiedades y descubrir qué cualidades tienen y cuáles
no tienen, que como lo hacemos por nuestros sentidos. Y de esta manera no
sería necesario, para conocer las propiedades del oro, que el oro
existiera y que realizáramos experimentos en él, al igual que no resulta
necesario, para conocer las propiedades de un triángulo, el que éste
exista en alguna materia, ya que la idea en nuestra mente bastaría en
ambos casos. Pero tan lejos estamos de poder penetrar en los secretos de
la naturaleza que apenas nos hemos aproximado nunca a la entrada que
conduce hacia ellos.
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Estamos, pues, totalmente perdidos
cuando pensamos que las cosas contienen en sí mismas las cualidades que
vemos en ellas; y en vano buscaremos en el cuerpo de una mosca o de un
elefante esa constitución de la que dependen aquellas cualidades y
potencias que observamos en ellos. Pues para entenderlos correctamente
quizá fuera preciso no sólo buscar más allá de esta tierra y esta atmósfera
nuestras, sino incluso más allá del sol o de la estrella más remota que
nuestros ojos hayan podido alcanzar. Porque nos resulta imposible
determinar hasta qué punto el ser y las operaciones de las sustancias
particulares de este mundo nuestro dependen de causas que están fuera de
nuestra vida..... Una cosa es cierta: las cosas, aunque parezcan muy
absolutas y enteras en sí mismas, no son sino fragmentos de otras partes
de la naturaleza, por las que advertimos la existencia de aquéllas. Sus
cualidades observables, sus acciones y potencias
dependen de algo que está fuera de ellas, y no conocemos ninguna parte
tan completa y perfecta de la naturaleza que no deba su ser y sus
excelencias a sus vecinos; y por ello no debemos confinar nuestros
pensamientos a lo superficial de cualquier cuerpo, sino que debemos mirar
mucho más allá para comprender perfectamente aquellas cualidades que están
en él..... Si esto es así, no
resulta extraño que nosotros tengamos unas ideas tan imperfectas de las
sustancias, y que nos sean desconocidas las esencias reales de las que
dependen sus propiedades y operaciones.... Esta consideración, por sí
sola, es suficiente para poner fin a todas nuestras esperanzas de tener
ideas de las esencias reales; en tanto carecemos de éstas, las esencias
nominales que usamos para sustituirlas no servirán sino para
proporcionarnos un conocimiento general muy pobre, o unas proposiciones
universales capaces de muy poca certidumbre. |
No debe sorprendernos, por tanto,
si la certidumbre se encuentra en muy pocas proposiciones generales que se
establecen sobre las sustancias: nuestro conocimiento sobre sus cualidades
y propiedades muy rara vez va más allá de lo que nuestros sentidos
pueden alcanzar a informarnos.... Porque todo conocimiento general radica
sólo en nuestros propios pensamientos, y únicamente consiste en la
contemplación de nuestras propias ideas abstractas. Dondequiera que
percibamos un acuerdo o desacuerdo entre ellas, tendremos un conocimiento
general; y colocando los nombres de esas ideas, de manera adecuada, dentro
de las proposiciones, podremos pronunciar con certidumbre verdades
generales. Pero... la certidumbre de las proposiciones universales sobre
las sustancias es muy estrecha y muy escasa.....Pues como desconocemos su
constitución real.... nosotros deberemos en estos casos, y en otros
semejantes, ceñirnos a la experimentación en los sujetos particulares,
por lo que deberemos contentarnos con la probabilidad; pero no tendremos
ninguna certidumbre general mientras nuestra idea específica
no contenga esa constitución real que es la raíz en la que se juntan
todas sus cualidades inseparables, y de donde manan.....Para
concluir, las proposiciones generales, sean de la clase que fueren, únicamente
son capaces de certidumbre cuando los términos empleados en ellas
significan ideas cuyo acuerdo o desacuerdo puede ser descubierto por
nosotros según esté expresado en la proposición. Y tendremos la
certidumbre de su verdad o falsedad cuando veamos que las ideas
significadas por esos términos están de acuerdo o desacuerdo, según se
afirman o se niegan las unas de las otras. De aquí podemos inferir que la
certidumbre general nunca se encuentra sino en nuestras ideas. Cuando
pretendemos alcanzarla en otra parte, en experimento u observaciones fuera
de nosotros, nuestro conocimiento no
va más allá de lo particular. Pues sólo la contemplación de nuestras
propias ideas abstractas puede proporcionarnos un conocimiento general.
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