Capítulo X

ACERCA DE LA RETENTIVA

1. La contemplación
Denomino retentiva a la siguiente facultad de la mente, por la que avanza más hacia el conocimiento, es decir, a la conservación de aquellas ideas simples que ha recibido por medio de la sensación o de la reflexión. La primera de las dos maneras por las que esto se hace se llama contemplación, y consiste en conservar durante algún tiempo a la vista la idea que ha sido llevada a la mente.
2.
Memoria
La otra forma de retención supone la facultad de revivir de nuevo en nuestra mente aquellas ideas que, después de quedar impresas, han desaparecido o han sido, como quien dice, dejadas de lado y fuera de la vista. Esto es lo que hacemos cuando imaginamos el color o la luz, el amarillo o lo dulce, sin estar presente el objeto que provoca esas sensaciones. La memoria es, pues, como un almacén de nuestras ideas. Porque, dado que la mente humana no permite, por su estrechez, tener gran número de ideas bajo inspección y consideración a un tiempo, resultaba necesario que tuviera un lugar donde almacenar aquellas ideas que podría necesitar en cualquier momento. Mas como nuestras ideas no son sino percepciones efectivas en la mente, y en el momento en que no existe percepción de ellas dejan de ser algo, el almacenamiento de nuestras ideas en la memoria sólo significa lo siguiente: que la mente posee en muchos casos el poder de revivir percepciones que antes ha tenido, y además tiene una percepción adicional: el saber que las ha tenido antes. Y es en este sentido en el que se dice que nuestras ideas están en nuestra memoria, cuando realmente no están en parte alguna de manera efectiva, sino que la mente posee únicamente la capacidad de revivirlas cuando lo desea, y, como quien dice, de grabarlas de nuevo en ella misma, aunque algunas con más dificultad que otras, unas de manera muy nítida, otras de forma más opaca. Y es precisamente por la ayuda de esa facultad por lo que se puede afirmar que todas esas ideas están en nuestro entendimiento, pues, aunque no las contemplamos efectivamente, podemos representárnoslas de nuevo y hacerlas aparecer para que sean otra vez objetos de nuestros pensamientos, sin la presencia de esas cualidades sensibles que las imprimieron allí por vez primera.
3. La atención, la repetición, el placer y el dolor lijan las ideas
Para fijar cualquier idea en la memoria, son de gran utilidad la atención y la repetición; pero las que dejan de manera natural la impresión más profunda y duradera son las que conllevan placer o dolor. Como la finalidad principal de nuestros sentidos es informarnos sobre lo que daría o favorece al cuerpo, la naturaleza ha ordenado (como ya hemos demostrado) de manera sumamente sabia que el dolor acompañe a la recepción de determinadas ideas; y éste, al sustituir en los niños al raciocinio y a la consideración, y al actuar más rápidamente que ésta en los adultos, hace que tanto los jóvenes como los viejos procuren evitar los objetos dolorosos con la rapidez que es necesaria para su conservación, y que ambos registren en su memoria una advertencia para el futuro.
4.
Las ideas se desvanecen en la memoria
En lo que se refiere a los diferentes grados de duración con que las ideas están impresas en la memoria, podemos ver que algunas de ellas han sido producidas en el entendimiento por un objeto que ha afectado a los sentidos solamente una vez. Existen otras que han sido poco advertidas, aunque se hayan ofrecido más de una vez a los sentidos, bien porque la mente no estuviera atenta, como ocurre a los niños, bien porque estuviera ocupada en otra cosa, como les ocurre a los hombres cuando están pensando en otro objeto, por lo que estas ideas no dejan una huella muy profunda. Existen otras personas en quienes las ideas han sido grabadas de manera cuidadosa y por impresiones repetidas y que, sin embargo, tienen una memoria muy frágil, ya sea por un temperamento de su cuerpo o por cualquier otra causa. En todos los casos que hemos enumerado, las ideas se desvanecen muy pronto de la mente, y con frecuencia desaparecen por completo del entendimiento sin dejar más huella o señales de sí mismas que la sombra pasajera en un campo de trigo; y la mente está tan desprovista de ellas, como si jamás se hubieran hallado allí.
5
Causas del olvido
De esta manera, muchas de las ideas que se forman en la mente de los niños cuando éstos comienzan a tener sensaciones (algunas de cuyas ideas se produjeron, quizá, antes de haber nacido, como las que consisten en placer o dolor, y otras durante la infancia), si no se repiten a lo largo de sus vidas, se pierden completamente, sin que de ellas quede ni el menor rastro. Esto es algo que se puede observar en las personas que perdieron la vista por accidente siendo muy jóvenes, para las que, al no haber advertido bastante las ideas de los colores, y al dejar de repetirse, estas ideas han desaparecido de tal manera que después de unos años no tienen en sus mentes más noción ni recuerdo de los colores que los que son ciegos de nacimiento. Es verdad que la memoria de algunos hombres es persistente hasta límites milagrosos; pero, de cualquier forma, parece que existe un deterioro constante de todas nuestras ideas, incluso de aquellas que han sido impresas de manera más vigorosa en las mentes más retentivas; hasta tal punto, que si no se renuevan alguna vez mediante el ejercicio repetido de los sentidos o de la reflexión, la huella producida por los objetos que en un principio las ocasionaron se desvanece hasta no quedar nada de su imagen. De esta manera es como las ideas de nuestra juventud mueren, al igual que nuestros hijos, antes que nosotros; y en esto, nuestra mente se asemeja a aquellos sepulcros en los que podemos ver, según nos vamos acercando, que aunque el bronce y el mármol permanezcan, las inscripciones han sido borradas por el tiempo y las imágenes desgastadas. Pues también las imágenes grabadas en nuestra mente han sido dibujadas con colores que se desvanecen, y si no se repasan de vez en cuando, se enturbian y borran. Hasta qué grado depende todo esto de la constitución de nuestros cuerpos y de la formación de nuestros espíritus animales, y si es la constitución particular del cerebro lo que explica los motivos de que unas personas retengan los caracteres allí impresos como si lo hubieran sido en mármol, otras como si en piedra, y otras casi corno en arena, son cuestiones en las que no voy a entrar aquí, aunque parece probable que el temperamento del cuerpo influya algunas veces en la memoria; pues existen ocasiones en que vemos que una enfermedad quita todas las ideas de la mente, y en las que el fuego de la fiebre abrasa en pocos días, dejándolas reducidas a polvo y a confusión, todas aquellas imágenes que creíamos tan permanentemente grabadas, como si lo hubieran sido en mármol.
6.
Las ideas que se repiten constantemente es muy difícil que se pierdan
Con relación a las ideas mismas, resulta muy fácil advertir que aquellas que se refrescan con más frecuencia (entre las que están las que llegan a la mente por más de un camino) por el regreso repetido de los objetos o de las acciones producidas, son las que se fijan mejor en la memoria y las que permanecen en ella de un modo más estable y duradero; y, por tanto, se trata de aquellas que provienen de las cualidades originales de los cuerpos, es decir, solidez, extensión, forma, movimiento y reposo, y también de aquellas que afectan constantemente a nuestros cuerpos, como el calor y el frío, y lo mismo de las que son propiedad de toda clase de seres, como la existencia, duración o número, las cuales poseen casi todos los objetos que afectan a nuestros sentidos y todas las ideas que ocupan nuestra mente. Afirmo, pues, que estas y otras ideas semejantes casi nunca se pierden del todo, en tanto que la mente conserve todavía algunas ideas.
7.
Generalmente, la mente es activa cuando recuerda
En esta percepción secundaria, como también se puede llamar, o en este contemplar de nuevo las ideas que están alojadas en la memoria, la mente no es con frecuencia meramente pasiva, ya que la aparición de esas imágenes latentes muchas veces depende de la voluntad. Con frecuencia, la mente se ocupa en buscar una idea y, por así decirlo, vuelve la mirada del alma sobre ella; aunque también es verdad que a veces surgen en la mente por su propio acuerdo y se ofrecen a sí mismas al entendimiento; y con mucha frecuencia sucede que alguna inflamada y turbulenta pasión las despierta y saca de las oscuras mazmorras en que se hallaban, para conducirlas a la luz del día, ya que nuestras pasiones pueden traer a la memoria algunas ideas que de otra manera permanecerían tranquilas e inactivas. Además, se puede observar otro hecho con respecto a las ideas que están alojadas en la memoria Y que son revividas en ocasiones por la mente: que no solamente no son ideas nuevas, como indica el término revivir, sino que, además, la mente se da cuenta de que se trata de impresiones anteriores y renueva su trato con ellas por ser ideas de las que ya tenía un conocimiento. De esta manera, aunque las ideas que han sido impresas con anterioridad no estén a la vista de una manera constante, se conoce, sin embargo, por medio del recuerdo, que estaban ya impresas, es decir, que el entendimiento las había advertido anteriormente, y habían estado a la vista.
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Dos defectos de la memoria: el olvido y la lentitud
En cualquier criatura inteligente, la memoria sigue en importancia a la percepción. Es algo tan necesario que allí donde falta, el resto de nuestras facultades son en gran medida inútiles; y, si no fuera por el auxilio de nuestra memoria, no podríamos ir más allá de los objetos presentes en el raciocinio y en el conocimiento; pero la memoria puede tener dos defectos:
Primero, que haga que se pierda una idea completamente, con lo que se produce una perfecta ignorancia, pues, como no podemos conocer algo más allá de la idea que tengamos de ello, cuando la idea desaparece, nos encontramos en una ignorancia absoluta al respecto.
Segundo, que actúe con lentitud y no extraiga las ideas que tiene almacenadas con la suficiente rapidez que la mente requiera en una ocasión determinada. Cuando esta lentitud se da en un grado muy alto, la llamamos estupidez; y a la persona que, por tener este defecto en la memoria, le sucede que no tiene a mano las ideas allí conservadas para usarlas cuando la necesidad y la ocasión lo requieren, le es casi igual el no tenerlas, pues de muy poco le sirven. El hombre necio que deja pasar la oportunidad mientras busca en su mente las ideas que en un momento determinado pudieran servirle, no tiene unos conocimientos más eficaces que el que es totalmente ignorante. La finalidad principal de la memoria consiste, por tanto, en entregar a la mente aquellas ideas latentes que en un momento determinado necesite; y denominamos inventiva, fantasía y rapidez de espíritu a la capacidad de tener esas ideas a mano en toda ocasión.
9.
Un defecto que pertenece a la memoria del hombre
Quiero advertir que éstos son los defectos de la memoria de los hombres comparados los unos con los otros. Pero existe otro defecto en la memoria del hombre en general, comparado con otras criaturas inteligentes de orden superior, las cuales pueden exceder en esa facultad al hombre hasta tal punto, que les es dado el tener constantemente a la vista el sentido total de todas sus acciones previas, de tal manera que ninguna de las ideas que hayan tenido pueda escapar a su mirada. Puede ser suficiente, para convencernos de esta posibilidad, la omnisciencia de Dios, que sabe todas las cosas pasadas, presentes y futuras, y para el que siempre son visibles los pensamientos del corazón de todos los hombres. Y no admite duda alguna el que Dios pueda comunicar a esos gloriosos espíritus, que son sus servidores inmediatos, alguna de sus perfecciones, en la proporción que se le antoje y hasta el punto a que puedan llegar unas criaturas finitas. Se cuenta de ese prodigio del espíritu, que fue el señor Pascal, que nunca olvidó nada de cuanto había hecho, pensado o leído a lo largo de su edad racional, hasta que el desgaste de su salud no hubo deteriorado su memoria. Este privilegio es tan poco frecuente en la mayor parte de los hombres, que resultará increíble para quienes miden a los demás según su propio rasero, lo que resulta bastante frecuente. Pero si consideramos, de todos modos, ese caso excepcional (el de Pascal), tal vez nos sirva de ayuda para ampliar nuestros pensamientos sobre la mayor perfección existente a este respecto en los órdenes superiores de los espíritus. Porque, al fin y al cabo, la excelencia del señor Pascal estaba limitada por la estrechez a que se ve reducida la mente humana, es decir, el poder tener una gran variedad de ideas, pero sólo una detrás de otra y no conjuntamente; en tanto que los distintos órdenes angélicos probablemente tengan una visión más amplia, y algunos de ellos estén dotados de capacidades que les permitan retener en su totalidad y ver constantemente, y de un solo golpe, la totalidad de sus conocimientos previos. Es fácil de comprender la gran ventaja que supondría para el hombre que cultiva su espíritu el poder tener siempre presentes todos sus pensamientos pasados y todos sus raciocinios. De aquí podemos deducir que ésta es una de las formas por las que el conocimiento de los espíritus puros sobre- pasa muchísimo al nuestro.
10.
Los animales irracionales tienen memoria
Parece que, al igual que el hombre, otros animales poseen esta facultad de almacenar y retener las ideas que entran en la mente en grado considerable. No me cabe la menor duda de que los pájaros, para no recurrir a otros ejemplos, poseen percepción y retienen ideas en su memoria que usan como modelos, cuando aprenden algunas tonadillas poniendo un especial empeño en acertar en las notas musicales. Pues me resulta imposible pensar que se esforzarán por ajustar sus voces a notas (como claramente lo hacen) de las que no tuvieron ninguna idea. Porque, aunque yo admita que el sonido provoca mecánicamente cierto movimiento de los espíritus animales en el cerebro de esos pájaros cuando se está interpretando la melodía, y que ese movimiento pudiera prolongarse hasta los músculos de las alas, de manera tal que el pájaro se ahuyentara instintivamente por ciertos ruidos, ya que ello podría contribuir a su conservación; sin embargo, no se podrá aducir esto como razón para explicar por qué, al interpretar una melodía al pájaro, y menos aún cuando la música ha cesado, eso debería provocar mecánicamente un movimiento, en los órganos de la voz del pájaro, movimiento que lo lleva a imitar las notas de un sonido extraño, no siendo de ninguna utilidad para su conservación esta imitación. Y no puede presuponerse, y menos aún probarse, con algún motivo razonable, que los pájaros pudieran, careciendo de razón y de memoria, acercarse de manera lenta y gradual a una melodía que les fue interpretada ayer; ya que, si no conservaran ninguna idea de ella en la memoria, no estaría presente en parte alguna, y, por tanto, difícilmente pudiera ser para ellos un modelo a imitar, y al que acercarse por medio de ensayos repetidos. Porque no hay razón para que el sonido de una flauta les deje una huella en el cerebro, el cual no podrá producir unos sonidos similares en el primer momento, sino sólo después de ciertos ensayos posteriores que los pájaros se empeñan en hacer, una vez que han oído la flauta; y, por otra parte, es imposible imaginar por qué los sonidos que ellos mismos producen no habrían de dejar una huella, del mismo modo que aquellas huellas que deja el sonido de la flauta y que éstos imitan.

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