Capítulo XI

ACERCA DEL DISCERNIR Y DE OTRAS OPERACIONES DE LA MENTE

1. No existe conocimiento sin discernimiento
Otra de las facultades de la mente, que necesariamente tenemos que señalar, es la de discernir o distinguir entre las distintas ideas que hay en ella. No es suficiente con que la mente tenga una percepción confusa de algo general; pues si la mente no poseyera también una percepción diferenciada de los distintos objetos y de sus diversas cualidades, podrá llegar solamente a un conocimiento muy pequeño, aun cuando la acción de los cuerpos que nos afectan y rodean fuera tan fuerte como lo es ahora, y aun cuando la mente se ocupara en pensar de manera continua. La evidencia y la certidumbre de varias proposiciones dependen de esta facultad de diferenciar una cosa de otra, incluso de algunas proposiciones de orden muy general que se han considerado proposiciones innatas; porque los hombres, sin detenerse en la verdadera razón por la que esas razones reciben un asentimiento universal, han pensado que se trata de impresiones uniformes e innatas, cuando realmente depende de esta facultad de la mente de discernir con claridad, que le permite diferenciar cuándo dos ideas son las mismas o cuándo son diferentes. Después nos referiremos a este asunto de manera más detallada.
2. De la diferencia existente entre ingenio y juicio
No voy a examinar aquí hasta qué punto se debe la imperfección en diferenciar unas ideas de otras, bien al embotamiento o a defecto de los órganos sensoriales, bien a la falta de penetración, ejercicio o atención por parte del entendimiento, bien a la prisa y precipitación que existe en algunos entendimientos. Sea suficiente con señalar que se trata de una de las operaciones sobre las que la mente puede autoreflexionar. Y es tan importante para los demás conocimientos que tiene la mente, que en la misma medida en que esa facultad se halla embotada, o no sea capaz de distinguir unas ideas de otras, en esa misma medida nuestras nociones resultarán confusas, y nuestra razón y nuestro juicio estarán perdidos y perturbados. Si la vivacidad consiste en tener a nuestro alcance las ideas que están en la memoria, en tenerlas de manera clara, y en poder distinguir bien una cosa de otra cuando hay la menor diferencia, también consiste en gran medida en esa exactitud de juicio y en esa claridad de razonamiento que diferencia a algunos hombres para situarlos por encima de los otros. De esto se ha inferido, tal vez con bastante razón, que los hombres de mucho ingenio y memoria viva no son siempre los que poseen un juicio más claro, ni una razón más profunda. Porque el ingenio, de manera fundamental, estriba en reunir varias ideas, juntando rápidamente aquellas en las que se pueda, ver alguna semejanza o relación, de manera que se producen cuadros felices y visiones agradables a la imaginación; por el contrario, el juicio es totalmente opuesto, desde el momento en que actúa separando cuidadosamente aquellas ideas entre las que puede encontrar la menor diferencia, para, de este modo, evitar que por la semejanza se produzca engaño, ya que podría tomar una cosa por otra debido a su similitud. Esta manera de actuar resulta totalmente contraria a la metáfora y a la alusión, que resultan tan gratas a todos, por dirigirse a nuestra imaginación de manera tan viva; y porque, además, su belleza nos deslumbra y hace inútil cualquier esfuerzo del pensamiento por descubrir la verdad o razón que conllevan. La mente queda satisfecha con lo agradable del cuadro y lo llamativo de la imagen, sin ocuparse de penetrar más adelante; y supondría una especie de agravio examinar esta clase de pensamientos según las severas reglas de la verdad y del buen razonar; de donde se infiere que el ingenio consiste en algo que no corresponde a dichas reglas de manera exacta.
3.
Unicamente la claridad evita la confusión
Para poder distinguir bien nuestras ideas, tienen que ser claras y concretas; cuando son de esta manera, no se engendrará confusión ni error sobre ellas, aunque (como sucede a veces) los sentidos las transmitan de manera diferente en distintas ocasiones a partir de un mismo objeto, y de esa manera parezca que se contradicen. Porque aunque suceda que un hombre, a causa de la fiebre, perciba en el azúcar un sabor amargo mientras que en otras circunstancia cualquiera sentiría un sabor dulce, sin embargo, es tan clara y distinta en ese hombre la idea de lo amargo con respecto a la de lo dulce, como la de la hiel y la del azúcar. Y porque en ocasiones una misma clase de cuerpo provoque la idea de lo dulce o la de lo amargo, no se da una mayor confusión entre esas ideas que entre las de blanco y dulce, o blanco y redondo, por el hecho de ser producidas al tiempo y conjuntamente por un mismo trozo de azúcar. Y las ideas de naranja y azul que produce en la mente un mismo trozo de la infusión de lignum nephriticum, no son ideas menos distintas que las de esos mismos colores cuando son producidas por dos cuerpos muy diferentes.
4.
Comparar ideas
Otra operación que la mente hace sobre sus ideas es la de compararlas, unas con otras, con respecto a su alcance, a los grados, al tiempo, al lugar y a cualquier otra circunstancia; y de esta operación depende toda esa amplia serie de ideas que se engloban bajo la denominación de relación, de cuya gran extensión hablaré más adelante.
5. Los animales irracionales comparan las ideas de un modo imperfecto
No resulta fácil establecer hasta qué punto participan de esa facultad los animales irracionales; pero yo pienso que no la poseen en un grado alto, pues aunque es probable que tengan varias ideas bastante distintas, sin embargo, me parece que es exclusivo del entendimiento humano el ver y comparar las circunstancias en que se han producido dos ideas, cuando las ha distinguido como perfectamente diferentes y, en consecuencia, ha establecido que son dos ideas. Por ello, creo que los animales no comparan sus ideas en ciertas circunstancias sensibles que van ligadas a los mismos objetos. En cuanto a la otra potencia de comparar que se observa en los hombres, y que pertenece a las ideas generales, siendo solamente útil para los razonamientos abstractos, podemos pensar con toda certeza que los brutos carecen de ella.
6.
Composición de ideas
Otra facultad que podemos observar en la mente con respecto a sus ideas es la composición, por la que la mente reúne varias de las ideas simples que había reunido a través de la sensación y la reflexión, y las combina para formar ideas complejas. En esta misma operación de componer las ideas se puede incluir la de ampliación, pues aunque aquí la composición no es tan evidente como en los casos más complejos, se trata de todos modos de reunir ideas, aunque de una misma clase. De esta manera, tenemos la idea de una docena al sumar varias unidades, y juntando las ideas repetidas de varias pérticas, la de un estadio.
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. Los brutos hacen poca composición de ideas
Supongo que también a este respecto los animales irracionales se quedan cortos en comparación con el hombre; porque, si bien reciben y retienen juntas varias combinaciones de ideas simples, como, posiblemente, la forma, el olor y la voz de su amo, y constituyan la idea compleja que un perro tenga de éste, o sean, más bien, distintas señales por las que le conoce, sin embargo, yo no creo que los brutos compongan jamás estas ideas para formar ideas complejas . Y tal vez incluso cuando pensamos que tienen una idea compleja, sólo sea una idea simple que les orienta hacia el conocimiento de distintas cosas que distinguen por la vista con más dificultad de la que imaginamos. Porque me han informado fielmente de que una perra amamantará a pequeños zorros, jugará y se encariñará con ellos como si fueran sus propios cachorros, con tal de que se consiga que tomen su leche. Y aquellos animales que tienen una prole numerosa parecen no conocer el número exacto de sus hijos; pues aunque es cierto que les importa mucho que le quiten uno cuando lo ven o lo oyen, sin embargo, si les roban uno o dos cuando están ausentes, no los echan de menos, al parecer, ni advierten que su número ha disminuido.
8. Dar nombres
Cuando, a través de la repetición de las sensaciones, los niños han adquirido algunas ideas fijas en la memoria, empiezan a aprender el uso de los sonidos paulatinamente; y cuando han adquirido la habilidad de aplicar los órganos del habla para formar sonidos articulados empiezan a valerse de palabras para comunicar sus ideas a otros. Unas veces 'toman de los demás esos signos verbales, y otras los inventan por su cuenta, como puede observarse por los nuevos y extraños nombres que frecuentemente dan los niños a las cosas al empezar a hablar.
9.
La abstracción
Ahora bien, puesto que el uso de las palabras consiste en servir de señal exterior de nuestras ideas interiores, y como esas ideas se forman a partir de las cosas particulares, si cada idea particular que tomamos tuviese un nombre distinto, éstos serían infinitos. Para que esto no ocurra, la mente hace que las ideas particulares, que recibe de los objetos concretos, se conviertan en generales, lo que se logra considerándolas tal y como está en la mente esas apariencias, es decir, al margen de toda otra existencia y de todas las circunstancias de la existencia real, como el tiempo, el lugar o cualesquiera otras ideas concomitantes. A esta operación se la denomina abstracción, y por medio de ella las ideas tomadas de seres particulares se convierten en representativas de todas las de la misma especie; y los nombres de ellas se hacen generales y aplicables a todo lo existente que convenga a tales ideas abstractas. Estas apariencias desnudas y precisas de la mente las erige el entendimiento (con los nombres que comúnmente se les dan), sin tener en cuenta cómo, de dónde y con qué otras ideas fueron recibidas en la mente, como modelos para dividir en clases las existencias reales, según, se ajusten a esos paradigmas, y para denominarlas de acuerdo con ellos. De esta manera, cuando la mente advierte en el yeso o la nieve el mismo color que ayer percibiera en la leche, considera tan sólo esa apariencia, la convierte en representativa de todas las de su clase, y dándole el nombre de blancura, significa por ese conjunto de sonidos la misma cualidad en cualquier lugar que pueda imaginarse o encontrarse; y de esta manera es como se forman los universales, sean ideas, sean los términos que se emplean para expresarlas.
10.
Los brutos no abstraen
Si existe alguna duda sobre si los animales irracionales pueden, hasta cierto punto, componer y de esa manera ampliar sus ideas, en esto me parece que puedo ser tajante: carecen totalmente del poder de abstracción, y es la posesión de ideas generales lo que establece la diferencia completa entre el hombre y los brutos, excelencia que en modo alguno poseen las facultades de los animales. Pues es evidente que no se puede vislumbrar en ellos ninguna huella de que empleen signos generales para expresar ideas universales; por todo lo cual tenemos razones suficientes para imaginar que éstos no tienen la facultad de abstraer, o de formar ideas generales, ya que no utilizan palabras, ni ningunos otros signos generales.
11.
Los brutos no abstraen, sino que son meras máquinas
No puede reputarse a su carencia de órganos para emitir sonidos articulados el que ellos no utilicen o conozcan los términos generales, puesto que podemos encontrar que muchos de ellos pueden emitir tales sonidos y pronunciar palabras con suficiente claridad, pero nunca con una finalidad semejante. Y, desde otro punto de vista, los hombres que, por algún defecto en sus órganos, carecen de palabras, expresan, sin embargo, sus ideas universales por medio de signos que hacen las veces de los términos generales, lo cual es una facultad de la que podemos observar carecen las bestias. Por tanto, pienso que podemos suponer que es en esto en lo que las especies de los brutos se distinguen de la humana, y que ésta es la diferencia peculiar que las separa totalmente y que, en definitiva, crea una distancia tan insalvable. Porque si algunos de ellos tuvieran ideas y no fueran meras máquinas (como algunos pretenden), no podríamos negarles el que tengan algo de razón. Y me parece tan evidente que algunos de ellos en ciertas ocasiones razonan como si estuvieran dotados de sentidos; lo que ocurre es que sólo lo hacen en las ideas particulares tal y como las reciben de sus sentidos. En el mejor de los casos, están encerrados dentro de esos estrechos límites y no tienen (según pienso) la facultad de ampliarlos por ninguna clase de abstracción.
12.
Idiotas y locos
Hasta qué punto la idiotez se refiere a esta escasez o debilidad de alguna, o de todas las facultades referidas, no dudo que se podría descubrir por medio de una observación exacta de sus distintas formas de desvaríos. Porque quienes perciben muy dificultosamente, o no retengan las ideas que llegan a su mente sino de manera equivocada, quienes no puedan ponerlas rápidamente en práctica o componerlas, poca será la materia sobre la que piensen. Aquellos que no pueden distinguir, comparar y abstraer, difícilmente serán capaces de comprender y de utilizar el lenguaje, o de juzgar o razonar en un grado medianamente tolerable, sino que lo harán de una manera escasa e imperfecta sobre las cosas que tengan presentes y que resulten muy familiares para sus sentidos. Y además, si falta alguna de las facultades antes mencionadas, o si no están en orden, se producen forzosos defectos en los entendimientos y conocimientos de los hombres.
13. Diferencias entre los idiotas y los locos
En definitiva, el defecto de los imbéciles parece proceder de la carencia de rapidez, actividad y movimiento en las facultades intelectuales, por lo que están privados de razón; mientras los locos, por el contrario, parecen encontrarse en el extremo opuesto. Así pues, éstos no me parecen que hayan perdido la facultad de razonar, sino que habiendo unido algunas ideas de manera muy equivocada, las tienen por verdades, y se equivocan como los hombres que razonan correctamente a partir de principios erróneos. Porque habiendo convertido, por la fuerza de sus imaginaciones, sus fantasías en realidades, establecen deducciones correctas a partir de ellas. De esta manera encontrarás a un loco que se cree un rey que con una correcta indiferencia exige se le guarde un debido acatamiento, respeto y obediencia; otros que creen estar hechos de cristal, toman las precauciones necesarias para, preservar unos cuerpos tan frágiles. Por ello es por lo que suele suceder que un hombre muy prudente y de un entendimiento correcto en todas las demás cosas pueda ser en un asunto particular tan fanático como los que se encuentran en el manicómio, si por alguna impresión muy fuerte, o por haber dedicado durante mucho tiempo su fantasía a una clase de pensamientos, ideas incoherentes, se han unido tan poderosamente que continúan juntas. Pero hay diversos grados de locura, lo mismo que de estupidez, siendo la unión desordenada de ideas una mayor locura en unos que en otros. En resumen, creo que la diferencia entre los idiotas y los locos radica en lo siguiente: que los locos juntan ideas equivocadas, y de esta manera formulan proposiciones erróneas, aunque argumentan y razonan correctamente a partir de ellas; mientras que los idiotas formulan muy pocas proposiciones o ninguna, y razonan muy poco.
14. Método seguido en esta explicación de las facultades.
Estas son, según creo, las primeras facultades y operaciones de la mente que ésta utiliza en el entendimiento; y aunque las usa en todas sus ideas en general, sin embargo, los ejemplos que he dado hasta ahora han sido principalmente de ideas simples. Y si he unido la explicación de estas facultades de la mente a la de las ideas simples, antes de que llegue a decir algo sobre las ideas complejas, explicaré que ha sido por estas razones:
Primera, porque algunas de estas facultades, como en un principio se han ejercitado sobre ideas simples, pueden, mediante el método que es usual en la naturaleza, ser rastreadas y descubiertas por nosotros desde su nacimiento, hasta llegar a su progreso y desarrollo gradual.
Segunda, porque observando cómo operan las facultades de la mente sobre las ideas simples -las cuales están usualmente en la mente de la mayoría de los hombres de una manera mucho más clara, precisa y distinta que las complejas-, podemos examinar mejor aprender cómo la mente abstrae, denomina, compara y se ejercita en otras operaciones sobre esas ideas que son complejas, y en las cuales somos mucho más susceptibles de equivocarnos.
Tercera, porque estas operaciones de la mente sobre las ideas recibidas a partir de las sensaciones son en
sí mismas, cuando se reflexiona sobre ellas, otra serie de ideas derivada de esa otra fuente de nuestro conocimiento que yo denomino reflexión; y, por tanto, parece conveniente considerarlas en este lugar, después de las ideas simples de sensación. De la comparación, composición, abstracción, etc., no he hablado casi, ya que tendré ocasión de tratar estos aspectos de una manera más detenida en otros lugares.
15.
El verdadero comienzo del conocimiento humano
De esta manera he dado una breve, y según pienso verdadera, historia de los primeros orígenes del conocimiento humano, por la que podamos saber de dónde extrae la mente sus primeros objetos, y mediante qué pasos obtiene y almacena aquellas ideas con las que forma todo el conocimiento de que es capaz. Sobre esto debo apelar a la experiencia y a la observación para ver si estoy en lo cierto, pues la mejor manera de llegar a la verdad consiste en examinar las cosas tal y como son en realidad, y no concluir que son como nosotros nos las imaginamos, o como otros nos han enseñado a imaginarlas.
16.
Apelación a la experiencia
A decir verdad, ésta es la única vía que puede descubrir cómo las ideas de las cosas llegan al entendimiento. Si hay otros hombres con ideas innatas, o con principios infusos, tendrán razones para disfrutar de ellos; y si ellos están seguros de éstos, será imposible que otros le nieguen un privilegio que tienen sobre sus demás vecinos. Yo puedo hablar solamente de lo que encuentro en mí mismo y de lo que se conforma a esas nociones que, si examinamos el curso total de los hombres en sus distintas edades, países y educaciones, parecen depender de aquellos fundamentos que he establecido, y que coinciden con este método en todas sus partes y grados.
17. El cuarto oscuro
No pretendo enseñar, sino inquirir. Por tanto, no puedo sino confesar aquí, una vez más, que las sensaciones externas e internas son las únicas vías de paso del conocimiento al entendimiento que puedo encontrar. Hasta dónde puedo descubrir éstas son las únicas claraboyas por las que la luz se introduce en este cuarto oscuro. Porque pienso que el entendimiento no deja de parecerse a una institución totalmente desprovista de luz, que no tuviera sino una abertura muy pequeña para dejar que penetraran las apariencias visibles externas, o las ideas de las cosas; de tal manera que si las imágenes que penetran en este cuarto oscuro permanecieran allí, y se situaran de una manera tan ordenada como para ser halladas cuando lo requiriera la ocasión, este cuarto sería muy similar al entendimiento de un hombre, en lo que se refiere a todos los objetos de la vista, y a las ideas de ellos. 
Estas son mis conjeturas sobre los medios por los que el entendimiento llega a tener y a retener las ideas simples, sus modos y algunas otras operaciones de ellas.
Ahora voy a proceder a examinar algunas de estas ideas simples y sus modos con un poco más detenimiento.

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