LIBRO II DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO
HUMANO
IDEAS COMPLEJAS DE LOS MODOS SIMPLES, Y, PRIMERO, DE LOS MODOS SIMPLES DE LA IDEA DE ESPACIO
1. Modos simples de ideas simples
Aunque en la parte anterior he mencionado a menudo las
ideas simples, que son los verdaderos materiales de todo nuestro conocimiento,
sin embargo, como las consideré más bien según las vías por las que llegan
a la mente, que en cuanto distintas de las otras ideas más
complejas, quizá no sea inadecuado echarles de nuevo una ojeada bajo esta
consideración, y examinar estas modificaciones diferentes de la misma idea, la
cual o bien encuentra la mente en las cosas existentes, o bien es capaz de
producir en sí misma sin la ayuda de ningún objeto extrínseco, o de una
sujeción extraña.
Estas modificaciones de cualquier idea simple (que, como ya
se dijo, llamo modos simples) son ideas tan perfectamente diferentes y distintas
en la mente como lo son aquellas que muestran una gran distancia o contrariedad, Porque la idea de dos es tan distinta de la de uno, como lo es la
idea de azul de la de color, o como lo son una y otra de la idea de un número
cualquiera; y, sin embargo, aquélla no está formada sino a partir de la idea
simple de una unidad repetida; y las repeticiones de esta clase de ideas son las
que producen, al unirse, esos distintos modos simples de una docena, un
grosor, un millón.
2. Idea de Espacio
Voy a empezar con la idea simple de espacio. Ya he mostrado
antes, capítulo IV, que adquirimos la idea de espacio tanto por la vista, como
por el tacto; pienso que esto resulta tan evidente que sería tan absurdo
intentar probar que los hombres perciben la distancia que hay entre dos cuerpos
de distintos colores por medio de la vista, o entre las partes de un mismo
cuerpo, como sería absurdo probar que ven los mismos colores: no es menos
obvio que también pueden percibir en la oscuridad por medio de la sensación y
del tacto.
3. Espacio y extensión
Este espacio, considerado únicamente como la longitud entre dos cuerpos, sin
tener en cuenta en absoluto lo que existe entre ellos, es lo que se llama
distancia; si se la considera en longitud, anchura y profundidad, pienso que se
la puede llamar capacidad (el término extensión se aplica usualmente al
espacio considerado de cualquier forma).
4.
La inmensidad
Cada distancia diferente es una modificación diferente del
espacio; y cada idea de una distancia diferente o de un espacio es un modo
simple de esta idea. Los hombres, para su utilidad y por la costumbre que han
adquirido de medir, han fijado en sus mentes las ideas de ciertas longitudes
establecidas, tales como son una pulgada, un pie, una yarda, una braza, una
milla, el diámetro de la tierra, etc. Cuando alguna de tales medidas de
longitud establecidas o de estas medidas del espacio se hacen familiares a los
pensamientos de los hombres, éstos pueden repetirlas en sus mentes cuantas
veces lo deseen, sin que necesiten mezclar con ellas o unirlos la idea de cuerpo
ni ninguna otra; y de esta manera llegan a fraguar por ellos mismos las ideas de
longitud, de cuadrado, de pies cúbicos, de yardas o brazas, para poder
aplicarlas a los cuerpos del universo, o a lo que está más allá de los
límites de todos los cuerpos; Y de esta manera, mediante la adición de
estas ideas, la una a la otra, poder ampliar sus ideas de espacio cuanto lo
deseen. El poder de repetir o de duplicar cualquier idea de una distancia que
tenemos, y el de añadirla a la idea anterior tantas veces como lo deseamos,
sin que nunca podamos llegar a detenernos o a hacer una pausa, aunque las
ampliemos cuanto queramos, es lo que nos da la idea de inmensidad.
5. La forma
Existe otra modificación de esta idea que no es sino la relación que
tienen entre sí las partes de la determinación de la extensión o del espacio circunscrito. Esto
es lo que descubre el tacto en los cuerpos sensibles, cuyos extremos entran
dentro de nuestro alcance; y lo que el ojo puede observar de los
cuerpos y colores, cuyos límites entran en su radio visual; por lo que,
observando cómo terminan las extremidades, o por las líneas rectas que se
encuentran en ángulos discernibles, o por las líneas curvas en las que no se
puede percibir ningún ángulo, considerándolas en cuanto a las relaciones
que guardan las unas con las otras, en todas las partes de las extremidades de
un cuerpo o espacio, llegamos a tener esa idea que llamamos forma y que se
presenta ante la mente con una variedad infinita. Porque, además del amplio
número de formas diferentes que existen en realidad en las masas coherentes
de materia, la reserva que tiene la mente en su poder, solamente con variar la
idea de espacio, y fabricando mediante ello nuevas composiciones, mediante la
repetición de sus propias ideas y la unión tal y como le plazca, es totalmente
inagotable. Y de esta manera la mente puede multiplicar las formas in
infinitum.
6. Variedad ilimitada de las formas
Porque, como la mente tiene el poder de repetir la idea de
cualquier longitud extendida en una dirección recta, y de unirla a otra en la
misma dirección, lo cual significa doblar la longitud de esa línea recta; o
como tiene el poder de unirla a otra en la inclinación que le parezca más
oportuna, y conseguir de esta manera el tipo de ángulo que desee; como también
puede acortar cualquier línea que se imagine, restando la mitad de la otra, o
una cuarta parte, o el fragmento que desee, sin que nunca pueda llegar al fin
de semejantes divisiones, de la misma manera puede construir un ángulo de
cualquier división. De igual forma puede hacer también los lados de la
longitud que lo desee, uniéndolos a otras líneas de diferentes longitudes y
a otros ángulos diferentes, hasta que haya cerrado totalmente
cualquier espacio; por lo que resulta evidente que puede
multiplicar las formas in infinitum, tanto en su trazado como en su
capacidad; todo lo cual no son sino muy distintos modos simples del espacio.
Lo mismo que se puede hacer con las líneas rectas, se puede
realizar con las curvas y rectas juntas; y lo mismo que se puede hacer con las
líneas, se puede realizar con la superficie, por lo que podemos llegar a la
conclusión de la ilimitada variedad de formas que la mente tiene el poder de
fabricar, y, por tanto, de multiplicar los modos simples del espacio.
7. Otra idea que encaja aquí, y que pertenece a la misma familia de las
señaladas, es la que denominamos lugar
Al igual que en el espacio simple consideramos la relación
de distancia existente entre dos cuerpos o puntos cualesquiera, de la misma
manera en nuestra idea de lugar consideramos la relación de distancia existente entre una cosa y dos o más puntos que se
consideran tienen la misma
distancia entre sí y que igualmente se considera que están en reposo.
Porque, cuando comprobamos que algo está a la misma distancia hoy de la que
estaba ayer con respecto a otros dos o más puntos, y que no ha cambiado la
distancia existente entre ellos desde entonces, y cuando comparamos esta
distancia con esos puntos, entonces afirmamos que esa cosa ha conservado su
mismo lugar; pero si ha alterado de manera sensible su distancia con alguno de
esos puntos, afirmamos que ha cambiado de lugar; aunque, hablando vulgarmente, y
según la noción común de lugar, no siempre observamos exactamente la
distancia con respecto a esos puntos precisos, sino con respecto a porciones
más amplías que los objetos sensibles, con los que consideramos que la cosa
tiene una relación, y respecto a los cuales tenemos alguna razón para observar
su distancia.
8. El lugar relativo a los cuerpos particulares
De esta manera podemos decir que un conjunto de piezas de
ajedrez, cuando están en las casillas donde las dejamos, se encuentran todas en
el mismo lugar, o que permanecen inmóviles, aun cuando el tablero tal vez haya
sido llevado a otra habitación durante un descanso del juego; y esto es
porque comparamos las piezas solamente con las casillas del tablero, que
tienen la misma distancia entre sí. También decimos que el tablero permanece
en el mismo lugar si se encuentra en la misma parte del camarote, aunque quizá
el barco en donde se encuentra haya estado navegando mientras tanto, y
afirmamos que el barco está en el mismo lugar en tanto guarde la misma
distancia con la costa, aunque la tierra haya estado girando; de manera que,
tanto las piezas del ajedrez como el tablero y el barco han cambiado de lugar
con respecto a cuerpos remotos que mantienen la misma distancia entre sí.
Pero como la distancia de ciertas casillas del tablero es la que determina el
lugar de las piezas, y como la distancia de las partes fijas del camarote (con
respecto a las cuales establecimos la comparación) es la que determina el
lugar del tablero, y corno las partes fijas de la tierra son las que determinan
el lugar del barco, puede afirmarse que estas cosas están en el mismo lugar,
aunque la distancia respecto a otras cosas, que en este momento no se tienen en
cuenta, haya variado, y aunque resulte indudable que ellas también han cambiado de lugar en este sentido, y nosotros mismos no tendremos ningún
inconveniente en pensar que esto es así cuando tengamos ocasión de compararlas
con esas otras cosas.
9. Lugar relativo a un propósito actual
Pero como esta modificación de la distancia que denominamos lugar ha
sido realizada por los hombres para su utilización común, que consiste en ser
capaces de designar la posición particular de las cosas, cuando
tuvieron la necesidad y determinan este lugar mediante la referencia de aquellas
cosas adyacentes que mejor sirvieron para sus propósitos en esos momentos, sin
tener en cuenta otras cosas que servirían, en otros fines, mejor para
determinar el lugar de la misma cosa. De esta manera, como en el tablero de
ajedrez la utilidad de la designación del lugar de cada pieza viene
determinado por el sitio que debe ocupar, resultaría absurdo determinar este
lugar por cualquier otra cosa; pero cuando estas piezas de ajedrez están
metidas en una caja, si alguien pregunta dónde está el rey negro, lo más
apropiado será determinar el lugar por las partes de la habitación en la que
se encuentra, y no por las casillas del tablero, puesto que la utilidad para la
que se designa el lugar en que se encuentra ahora es diferente de cuando estaba,
durante la partida, en el tablero, y por ello su posición debe determinarse mediante otros cuerpos. Igualmente, si alguien pregunta en qué lugar se
encuentran los versos que narran la historia de Niso y Nurialo, resultaría muy
impropio determinar este lugar afirmando que están en tal o cual parte del
globo terráqueo, o en la biblioteca de Bodley, puesto que la correcta
designación del lugar consistiría en señalar el lugar en que se encuentran
dentro de la obra de Virgilio; y la contestación más adecuada sería que estos
versos están hacia la mitad del libro noveno de su Eneida y que han
estado allí siempre desde que Virgilio los escribió; lo que es cierto,
aunque el mismo libro haya cambiado de lugar en mil ocasiones, pues la utilidad
de la idea del lugar aquí consiste en conocer en qué parte del libro está esa
historia, de manera que, cuando lo necesitemos, sepamos dónde encontrarla
exactamente para poder recurrir a ella.
10. Lugar del Universo
Que nuestra idea de lugar no es sino una posición relativa a algo, como
ya he mencionado anteriormente, pienso que resulta evidente y que será fácilmente
admitido cuando consideremos que no podemos tener ninguna idea del lugar del
universo, aunque la podamos tener de todas sus partes; porque más allá de
éste no tenemos la idea de ningún ser fijo, distinto y particular, con
referencia al cual podamos imaginar que tiene cualquier relación de distancia;
sino que todo lo que está más allá es un solo espacio uniforme o una
expansión en la que la mente no encuentra ninguna variedad ni señales.
Porque afirmar que el mundo está en alguna parte no significa nada más que
decir que existe, pues aunque esta frase esté tomada en el sentido de lugar,
solamente significa existencia, y no localización; y cuando exista alguien que
pueda descubrir y representarse en su mente de manera clara y distinta el
lugar del universo, será capaz de decirnos si se mueve o si permanece en reposo
en el vacío indistinguible del espacio infinito; con todo, sin embargo, es
cierto que la palabra lugar tiene a veces un sentido más confuso, y significa
el espacio que cualquier cuerpo ocupa: así el universo estaría en un lugar.
Por tanto, la idea que tenemos de lugar la adquirimos por
los mismos medios que la idea de espacio (y ésta no es sino una consideración
más limitada de aquélla), es decir, por nuestra vista y tacto, por las cuales
recibimos en nuestra mente las ideas de extensión o de distancia.
11. La extensión y el cuerpo no son lo mismo
Hay algunos que quisieran convencernos de que el cuerpo y la
extensión son la misma cosa; y éstos, o cambian la significación de las
palabras, lo cual no me gustaría sospechar de ellos, pues se trata de personas
que han condenado con gran seguridad la filosofía de los demás porque estaba
basada en el sentido incierto o en una oscuridad engañosa de ciertos términos
dudosos o desprovistos de significado, o bien, si significan con los
términos cuerpo y extensión lo mismo
que otras personas, es decir, «cuerpos» algo que es sólido
y extenso, cuyas partes son separables y movibles de diferentes maneras; y
«extensión» solamente el espacio que está entre los extremos de estas partes
coherentes y sólidas, y que está ocupado por ellas, digo que en este caso
ellos confunden ideas muy diferentes entre sí. Pues apelo a los pensamientos de
cualquier hombre para saber si la idea de espacio no es tan distinta de la de
solidez como de la idea de un color escarlata. Es verdad que la solidez no puede
existir sin la extensión, lo mismo que no puede existir el color escarlata
sin la extensión, pero esto no obsta para que sean ideas completamente
distintas. Muchas ideas necesitan de otras para existir o para que se las conciba, y, sin embargo, son ideas muy diferentes. El
movimiento no puede existir
ni ser concebido sin el espacio; y, sin embargo, el movimiento no es el
espacio ni el espacio el movimiento; el espacio puede existir sin él, y son
ideas muy diferentes ,al igual que me parece que lo son las del
espacio y la solidez. La solidez es tan inseparable de la idea de
cuerpo, que de eso depende que ocupe un espacio, que esté en contacto con
otro cuerpo, que lo impulse, y que le comunique el movimiento a partir de este
impulso. Y si esta razón resulta válida para probar que el espíritu es
diferente al cuerpo, porque el pensamiento no incluye la idea de extensión,
la misma razón deberá resultar igualmente válida, me imagino, para probar
que el espacio no es cuerpo, porque no influye la idea de solidez en él; pues
espacio y solidez son ideas tan distintas como pensamiento y extensión, y tan
totalmente separables en la mente la una de la otra. Así pues resulta
evidente que cuerpo y extensión son dos ideas distintas, ya que:
12. Primero, la extensión no es la solidez
La extensión no incluye la solidez, ni la resistencia al movimiento de un cuerpo, como sucede con el
cuerpo mismo.
13. Segundo, las partes del espacio son inseparables real y mentalmente
En segundo lugar, las partes del espacio puro son
inseparables las unas de las otras, de manera que la continuidad no se puede
separar, ni real ni mentalmente. Porque me gustaría ver cómo alguien podía separar una parte de otra con la cual es contigua, incluso en su pensamiento.
Pienso que dividir y separar realmente es hacer dos superficies al separar
las partes que antes tenían una continuidad; y que dividir mentalmente
consiste en formarse en la mente dos superficies cuando antes había una
continuidad, y considerarlas distanciadas la una de la otra; y esto solamente
se puede hacer en las cosas que la mente considera susceptibles de separarse, y
de adquirir, mediante la separación, nuevas superficies diferenciadas que en
ese momento no tienen, pero que pueden llegar a tener. Pero ninguna de estas
maneras de separación, real o mental, me parece que resulta compatible con el
espacio puro.
Es cierto que un hombre puede considerar una porción tal de
espacio que responda a la medida de un pie o que sea mensurable con él sin
tener en cuenta lo demás; lo cual es realmente una consideración parcial,
pero no una separación o división mental, puesto que un hombre no puede
dividir mentalmente, sin considerar dos superficies separadas la una de la
otra, mejor de lo que podría dividir realmente sin hacer dos superficies
desunidas la una de la otra, ya que una consideración parcial no es una
separación. Un hombre puede considerar la luz del sol sin tener en cuenta el
calor, o la movilidad de un cuerpo sin hacer lo mismo con su extensión, y lo
puede hacer sin pensar en su separación. Lo uno no es sino una consideración
parcial que termina en una parte única, en tanto que lo otro es una
consideración de ambas partes como existiendo separadamente.
14. Las partes del espacio son inmóviles
En tercer lugar, las partes del espacio puro son
inmóviles, lo cual se deduce de su inseparabilidad, ya que el movimiento no es
sino el cambio de distancia entre dos cosas cualesquiera; pero esto no puede ser
entre las partes que sean inseparables, las cuales, por lo mismo, necesitan
estar en un perpetuo reposo la una entre las otras.
De esta manera la idea determinada del espacio simple se distingue llana y suficientemente de la de cuerpo, puesto que sus partes son
inseparables, inmóviles y sin resistencia al movimiento del cuerpo.
15.
La definición de extensión no lo explica
Si cualquier persona me preguntara qué es el espacio del
que hablo, le diría que se lo podría explicar cuando me dijera qué es la
extensión. Porque afirmar, como usualmente se hace, que la extensión es tener
artes extra partes» es lo mismo que decir que la extensión es la
extensión. Porque, ¿cuál es la información que se me da sobre la naturaleza
de la extensión, cuando se me dice que la extensión consiste en tener partes
que son extensas, exteriores a partes que son extensas, es decir, que la
extensión consiste en partes extensas? La misma información que yo daría a
quien me preguntara lo que es una fibra, si le respondiera que es una cosa
hecha de distintas fibras. ¿Comprendería ahora mejor esta persona lo que es
una fibra de lo que lo entendía antes? ¿O quizá no tendría razones más que
suficientes para pensar que yo intentaba más bien burlarme de él que
instruirlo seriamente?
16. La división de los seres en cuerpos y espíritus no prueba
que el espacio y el cuerpo sean lo mismo
Aquellos que afirman que el espacio y el cuerpo son la misma
cosa, plantean el siguiente dilema; o este espacio es algo o no es nada; si no es nada lo que hay entre
dos cuerpos, entonces éstos se tocarán necesariamente; y si se afirma que es
algo, ellos preguntan si es cuerpo o espíritu. A esto yo respondo con otra
pregunta: ¿quién les contó a éstos que no hay, o que no puede haber, sino
cuerpos sólidos, que no puedan pensar, y seres pensantes que no sean extensos?
Pues esto es todo lo que significan los términos cuerpo y espíritu.
17. La sustancia que no conocemos no es prueba contra el espacio sin
cuerpo
Si se me pregunta (como usualmente se hace) si este espacio
vacío de cuerpo es una sustancia o un accidente, responderé con presteza que
lo ignoro; y no me sentiré avergonzado de mi ignorancia en tanto que los que
esta pregunta me formulan no me aporten una idea clara y distinta de sustancia.
18. Diferentes significados de
sustancia
Intento con todas mis fuerzas librarme de estas falacias
con las que nos mostramos dispuestos a engañarnos al tomar las palabras en
lugar de las cosas. En nada auxilia a nuestra ignorancia fingir un conocimiento que no tenernos, haciendo solamente el ruido de emitir sonidos que no llevan
consigo significados claros y distintos. Los nombres hechos según el deseo de
cada uno no alteran la naturaleza de las cosas, ni nos hacen entenderlas, sino
en cuanto son signos de algo y expresan ideas determinadas. Y mucho me gustaría
que quienes tanto insisten en pronunciar las sílabas de la palabra sustancia
consideraran si al aplicarlas, como lo hacen, al infinito, al incomprensible
Dios, a los espíritus finitos y al cuerpo, lo hacen con un mismo sentido, y si
significan una misma idea cuando llaman sustancia a cada uno de esos tres seres
tan diferentes. Si es así, necesariamente se deberá deducir que Dios, los
espíritus y el cuerpo, al compartir la misma naturaleza común de sustancia, no difieren más que en
una modificación diferente de esa sustancia, lo mismo que un árbol y una
piedra que, siendo cuerpos en el mismo sentido, y teniendo en común la misma
naturaleza de cuerpo, difieren solamente en una mera modificación de esa
materia común, lo cual sería una doctrina bastante inaceptable. Y si afirman
que la aplican a Dios, a los espíritus finitos y a la materia con tres
significados diferentes, y que significa una idea cuando se dice que Dios es una
sustancia, otra cuando se llama sustancia al alma, y una tercera idea cuando
se aplica este término al cuerpo, si, por tanto, el nombre sustancia
significa tres ideas distintas y diferenciadas, deberían dar a conocer estas
tres ideas distintas, o al menos darles tres nombres diferentes, para evitar, en
una noción tan importante, la confusión y los errores que siguen
forzosamente del uso promiscuo de un término equívoco; término del que se
está tan lejos de sospechar que tenga tres significados diferentes que apenas
tiene, en el empleo ordinario, una significación clara y distinta. Y si, de
esta manera, aquellos pueden hacer tres ideas distintas de sustancia, ¿qué es
lo que impide que otra persona elabore una cuarta?
19. La sustancia y los accidentes son de poca utilidad en la
Filosofía
Aquellos que fueron los primeros en acuñar la noción de
accidente como una clase de seres reales que necesitaban algo a lo que ser
inherentes, se vieron obligados a encontrar la palabra sustancia para que les
sirviera de soporte. Si al pobre filósofo hindú (que imaginaba que también
necesita la tierra algo en lo que apoyarse) se le hubiera ocurrido pensar en la
palabra sustancia, no habría tenido necesidad de molestarse en encontrar un
elefante que sustentara la tierra, y una tortuga que sostuviera a este elefante,
ya que la palabra sustancia habría hecho ambas cosas sin ninguna dificultad.
Y cualquiera que le preguntara debería sentirse tan satisfecho con la respuesta
del filósofo hindú de que es la sustancia lo que sostiene la tierra
(aunque no sepa qué es la sustancia), como nosotros nos sentimos satisfechos de
las respuestas de los filósofos europeos y de su doctrina, cuando afirman que
la sustancia, aunque desconocen lo que es, es la que soporta los accidentes. De
esta manera, no tenemos ninguna idea de qué es la sustancia, y sólo tenemos
una idea confusa y oscura de lo que hace.
20. «Adherirse» y «sostener»
Aunque un hombre instruido pudiera hacerlo, ningún
americano inteligente y preocupado por investigar la naturaleza de las cosas se
sentiría satisfecho si, deseando conocer nuestra arquitectura, se le dijera
que una columna es algo sostenido por una basa, y que una basa es algo que
sostiene una columna. ¿No se sentiría más bien burlado que instruido por una
explicación semejante? Y alguien que no conociera los libros se sentiría
muy librescamente instruido sobre su naturaleza si se le dijera que todos los
libros de ciencia consisten en papel y letras, que las letras son cosas
adheridas al papel, y que el papel es una cosa que sostiene las letras:
notable manera ésta de explicar claramente las ideas de letras y papel. Pero
cuando las palabras latinas inherentia y substancia se tradujeran a las
equivalentes del inglés corriente, pasando a ser stícking y under-propping, se descubriría fácilmente la muchísima claridad que existe en la
doctrina de las sustancias y los accidentes, y se mostraría su utilidad para
resolver cuestiones filosóficas.
21. El vacío, más allá de los límites del cuerpo
Pero volvamos a nuestra idea de espacio. Si no se supone que el cuerpo es
infinito (lo cual creo que nadie supondrá), pregunto si un hombre que hubiera
sido situado por Dios en los extremos de los seres corporales
podría extender sus manos más allá de su cuerpo. En caso afirmativo, podría
poner su mano donde antes había espacio sin cuerpo, y si abriera sus dedos,
habría espacio sin cuerpo entre ellos. Si no podía extender su mano, ello
sería debido a algún impedimento externo (pues suponemos que está vivo,
con el mismo poder de mover las partes de su cuerpo que ahora tiene, lo que no
resulta imposible si Dios lo quiere de esa manera, o al menos no es imposible
para Dios el moverlo de esa manera), y entonces yo pregunto si aquello que le
impide extender su mano hacia afuera es sustancia o accidente, algo o nada. Y
cuando hayan resuelto esta cuestión serán capaces de resolver por sí mismos
qué cosa es eso que está, o que puede estar entre dos cuerpos, a distancia,
que no es cuerpo y que no tiene solidez. Entre tanto, el argumento de que cuando
nada lo impide (como más allá de los últimos límites de los cuerpos) un
cuerpo en movimiento puede continuar moviéndose, es tan bueno como el que
establece que, cuando no hay nada entre ellos, dos cuerpos deben tocarse
necesariamente. Porque el espacio puro entre ellos es suficiente para desechar
la necesidad de contacto mutuo; pero el mero espacio en el trayecto no es
suficiente para detener el movimiento. Lo cierto es que estos hombres tienen que
admitir que, o piensan que el cuerpo es infinito, aunque no gusten de
declararlo, o el espacio no es cuerpo. Pues me gustaría encontrarme con un
hombre reflexivo que pudiera, en sus pensamientos, ponerle más límites al
espacio que a la duración, o que, por medio del pensamiento, esperara llegar
al final del uno o de la otra. Y, por tanto, si su idea de eternidad es
infinita, lo será de la misma manera su idea de inmensidad, pues ambas son
igualmente finitas o infinitas.
22.
La potencia de aniquilación prueba el vacío
Más aún, quienes aseguran la imposibilidad de que exista el
espacio sin materia, no sólo hacen infinitos a
los cuerpos, sino que también niegan el poder de Dios de
aniquilar cualquier parte de materia. Supongo que no habrá nadie que negará
que Dios pueda poner fin a todo movimiento existente en la materia, y dejar a
todos los cuerpos del universo en una perfecta quietud y reposo, manteniéndolos
así cuanto le plazca. El que admita, entonces, que Dios puede, durante
semejante descanso general, aniquilar este libro o el cuerpo del que lo lee,
deberá necesariamente admitir la posibilidad del vacío. Porque resulta
evidente que el espacio que había estado ocupado por las partes de un cuerpo
aniquilado seguirá existiendo, y será un espacio sin cuerpo. Pues, como
los cuerpos circuncambiantes están en reposo perfecto, son como una pared de
adamante, y en ese estado constituyen una perfecta imposibilidad de que otro
cuerpo ocupe ese espacio. Y, además, el movimiento necesario de una partícula
de materia hacia el lugar que antes ocupaba otra partícula de materia, no
es sino la consecuencia de la suposición de la plenitud; y éste, por tanto,
necesitará alguna prueba mejor que la de un supuesto asunto de hecho que
nunca se podrá comprobar por la experimentación, pues nuestras propias ideas
claras y distintas nos satisfacen plenamente de que no existe ninguna
conexión necesaria entre el espacio y, la solidez, desde el momento en que
podemos concebir el uno sin la otra. Y quienes disputan a favor o en contra del
vacío confiesan con ello que tienen ideas distintas del vacío y de la
plenitud, es decir, que tienen una idea de la extensión vacía de solidez,
aunque nieguen su existencia; pues, si no, es que disputan sobre nada. Porque
aquellos que alteran el significado de las palabras hasta el punto de llamar a
la extensión cuerpo, y que, consecuentemente, hacen que toda la esencia del
cuerpo no sea nada, sino pura extensión, sin solidez, deben hablar absurdos
cuando se refieren al vacío, ya que resulta imposible que la extensión
exista sin la extensión. Porque el vacío, independientemente de que afirmemos o neguemos su existencia, significa espacio sin cuerpo, y su existencia
nadie la puede negar como posible, a no ser aquellos que quieran hacer infinita a la
materia, y quitar a Dios el poder de aniquilar cualquier partícula de ella.
23.
El movimiento prueba el vacío
Pero para no llegar tan lejos como los últimos límites
del cuerpo en el universo, y para no remitirnos a la omnipotencia de Dios para
encontrar el vacío, me parece que el movimiento de los cuerpos que caen bajo
nuestro campo visual y que están cerca de nosotros lo evidencia
suficientemente. Porque desearía que alguien intentara dividir un cuerpo
sólido, de las dimensiones que quisiera, de manera que hiciera posible que las
partes sólidas se movieran libremente arriba y abajo dentro de los límites de
esa superficie, sin que quedara en ella un espacio vacío tan grande como la
parte más íntima en que ha dividido dicho cuerpo sólido. Y si la parte más
pequeña de ese cuerpo que se ha dividido es tan grande como una semilla de
mostaza, un espacio vacío igual al volumen de una semilla de mostaza se
requerirá para permitir el libre movimiento de las partes del cuerpo dentro
de los límites de su superficie; y cuando las partículas de materia sean 100
millones más pequeñas que una semilla de mostaza, se necesitará también un
espacio vacío de materia sólida que sea tan grande como la cienmillonésima
parte de una semilla de mostaza; porque si esto se mantiene para uno, también
se deberá mantener para otro, y así sucesivamente. Y cuando se deje que este
espacio vacío sea tan pequeño como se quiera, se destruirá la hipótesis de
la plenitud. Porque si puede existir un espacio vacío de cuerpo igual a la
más diminuta partícula de materia separada existiendo ahora en la naturaleza,
será un espacio sin cuerpo; y habrá una diferencia tan grande entre espacio y
cuerpo como si fuera mega jastia, una distancia tan amplia como cualquier otra en la naturaleza. Y, por tanto, si no
suponemos que el
espacio vacío necesario para el movimiento es igual a la partícula más pequeña de la
materia
sólida dividida, sino a una décima o milésima parte de ella, la misma
consecuencia se seguirá siempre del espacio sin materia.
24.
Las ideas de espacio y cuerpo son distintas
Pero como la cuestión aquí estriba en saber si la idea de
espacio o de extensión es la misma que la idea de cuerpo, no es necesario
probar la existencia real del vacío, sino la de la idea del mismo; la cual es
una idea que los hombres evidentemente tienen, desde el momento en que inquieren
y disputan sobre si existe o no el vacío. Porque si ellos no tuvieran la idea
de espacio sin cuerpos, no podrían cuestionarse su existencia; y si su idea de
cuerpo no incluyera algo más que la meta idea de espacio, no podrían tener
ninguna duda sobre la plenitud del mundo, por lo que sería tan absurdo
preguntar si hay un espacio sin cuerpo, como si hay un espacio sin espacio, o
un cuerpo sin cuerpo, ya que no serían sino nombres diferentes de una misma
idea.
25. Que la extensión sea inseparable del cuerpo, no prueba que sea lo mismo que
él
Es verdad que la idea de extensión se une tan inseparablemente a todas las cualidades visibles, y más aún a las sensibles, que
no podemos ver ningún objeto exterior, o sentir muy pocos, sin tener también
las impresiones de extensión. Esta presteza de la extensión en la unión de
las ideas de una manera tan constante, pienso que ha sido la ocasión de que
algunos hayan hecho consistir la total esencia del cuerpo en la extensión; lo
cual no debe extrañarnos demasiado, porque algunos hombres se han llenado tanto
sus mentes, por medio de la vista y del tacto, con la idea de extensión (pues
estos sentidos son los más utilizados), y están,
como si dijéramos, tan poseídos de esa idea, que llegaron
a negar la existencia de todo lo que no tuviera extensión. No voy a argumentar
ahora en contra de unos hombres que toman la medida y la posibilidad de todos
los seres solamente de sus estrechas y groseras imaginaciones; pero como aquí
solamente me dirijo a aquellos que concluyen que la esencia del cuerpo es la
extensión, porque dicen que no pueden imaginar ninguna cualidad sensible de
ningún cuerpo sin la extensión, les pediré que consideren que, si hubieran
reflexionado sobre sus ideas de gustos y olores como lo han hecho sobre las de
vista y tacto, es decir, que si hubieran examinado sus ideas de hambre y sed, y
de algunas otras molestias, habrían encontrado que ellas no incluyen ninguna
idea de extensión, la cual no es sino una afección del cuerpo descubrible,
como todas las demás, por nuestros sentidos, que no poseen la suficiente
agudeza como para asomarse a las esencias puras de las cosas.
26. Esencias de las cosas
Si aquellas ideas que constantemente se unen a todas las
demás, deben establecerse como la esencia de aquellas cosas que constantemente
tienen esas ideas que están unidas a ellas, y que son inseparables de ellas,
entonces la unidad es, sin lugar a dudas, la esencia de todas las cosas.
Porque no hay ningún objeto de sensación o reflexión que no conlleve la idea
de unidad: pero la debilidad de esta clase de argumentos es algo que ya hemos
mostrado suficientemente.
27. Las ideas de espacio y solidez son distintas
Para concluir, y con independencia de lo que piensen los
hombres sobre la existencia del vacío, me parece evidente que tenemos una
idea tan clara del espacio distinta de la de solidez, como la idea que tenemos de solidez distinta de la de movimiento, o la de movimiento distinta de la
de espacio. No tenemos ningunas otras ideas que sean tan distintas, y podemos concebir
tan fácilmente el espacio sin solidez, como podemos concebir el cuerpo o el
espacio sin movimiento, aunque no sea cierto que ni el cuerpo ni el movimiento
puedan existir sin el espacio. Pero, bien se tome el espacio solamente como una
relación resultante de la existencia de otros seres que están a distancia, o
bien se quieran mantener las palabras del sapientísimo rey Salomón: «El cielo
y el cielo de los cielos no te pueden contener», o aquellas otras más
enfáticas del inspirado filósofo San Pablo: «en él vivimos, nos movemos y
tenemos nuestro ser», entendidas en un sentido literal, es algo que dejo a la
consideración de cada uno; para mí, la idea de espacio es como la he
referido, y distinta a la idea de cuerpo. Porque, ya consideremos en la misma
materia la distancia de sus partes sólidas coherentes, y que las llamemos
extensión, en relación con aquellas otras partes sólidas; o ya, considerando
esa distancia como algo que está entre las extremidades de un cuerpo, en sus
distintas dimensiones, la llamemos longitud, latitud y profundidad; o ya
considerando que está entre dos cuerpos, o entre seres positivos, sin ninguna
consideración sobre si hay o no materia entre ellos, la
llamemos distancia, cualquiera que sea el nombre que le otorguemos o la
consideración que se le dé, siempre será la misma idea simple y uniforme de
espacio, tomada de los objetos sobre los que nuestros sentidos se han ocupado;
de manera que, teniendo ideas determinadas en la mente, podemos revivirlas,
repetirlas y añadirles otras tantas veces como lo deseemos, y considerar el
espacio o la distancia imaginados de esta manera, bien como lleno de partes
sólidas, de forma tal que otro cuerpo no pueda llegar allí sin desplazar y
echar fuera al cuerpo que había antes, bien como vacío de solidez, de manera
que un cuerpo de dimensión igual a la de ese espacio vacío o puro pueda
ocuparlo, sin remover o echar fuera nada de lo que había antes. Pero, para
evitar malentendidos en los discursos sobre esta materia, sería de desear que
el nombre extensión se aplicara sólo a la materia o a la
distancia de los extremos de los cuerpos particulares. Y que el término de
expansión se aplicara sólo al espacio en general, con o sin materia sólida,
ocupándolo, de manera que se dijera que el espacio es expandido y que el cuerpo
es extenso. Pero en este terreno, cada uno tiene libertad; yo me limito a
proponer esta terminología para intentar una manera más clara y distinta de
hablar.
28. Los hombres difieren poco en las ideas claras y
simples
Imagino que el conocer con exactitud lo que
significan nuestras palabras podría en este asunto, como en muchos otros,
terminar rápidamente con la disputa. Porque me inclino a pensar que los
hombres, cuando las examinan, encuentran que todas sus ideas simples concuerdan
generalmente, aunque en las discusiones con los demás quizá confunden unas con
otras a causa de los distintos nombres que les dan. Creo que los hombres que
abstraen sus pensamientos, y que examinan detenidamente las ideas de sus mentes,
no pueden diferir mucho en sus pensamientos, aunque se confundan a causa de las
palabras, según las distintas maneras de hablar de las diversas sectas o
escuelas en que se han educado; sin embargo, entre hombres poco reflexivos, que
no examinan sus propias ideas de manera escrupulosa y con cuidado, y que nos las
desnudan de los signos que los hombres utilizan, sino que las confunden con
palabras, debe haber disputas sin fin, polémicas y jerigonza, especialmente si
éstos son hombres que sólo han extraído su sabiduría de los libros, devotos
de alguna secta, acostumbrados a su lenguaje y a expresarse a partir de lo que
han oído de los demás. Pero si negara a suceder que dos hombres reflexivos
tuvieran realmente ideas diferentes, no llego a ver cómo podrían argumentar o
discutir entre sí. No quiero que se confunda lo que aquí digo y se piense que
todas las imaginaciones que flotan en las mentes de los
hombres son esa clase de ideas de las que estoy hablando. No resulta fácil para
la mente despojarse de esas nociones confusas y de esos prejuicios de los que se
encuentra embebida por sus costumbres, por desidia o por las conversaciones
vulgares. Se requieren esfuerzo y constancia para examinar las ideas, hasta que
la mente pueda reducirlas a esas ideas simples, claras y distintas, de las que
están formadas; y también para ver cuáles, entre las ideas simples, tienen o
no una conexión necesaria y una dependencia mutua. Hasta que un hombre no
haga esto en las nociones primarias y originales de las cosas, seguirá
construyendo sobre principios confusos e inciertos, y a menudo caerá en los
extravíos.