Capítulo XV

IDEAS DE DURACION Y EXPANSION CONSIDERADAS JUNTAS

1. Ambas son capaces de más y de menos
Aunque en los capítulos anteriores nos hemos detenido bastante en consideraciones sobre el espacio y la duración, sin embargo, como son ideas de interés
general, que tienen en su naturaleza algo muy abstruso y peculiar, el compararlas con otras ideas quizá pueda resultar útil para su ilustración; y tal vez podamos tener una concepción más clara y distinta de ellas al examinarlas conjuntamente. Llamo expansión a la distancia o espacio, en su concepción simple y abstracta, para evitar la confusión, y para distinguirla de la extensión, la cual algunos utilizan para expresar esta distancia sólo en tanto que está en las partes sólidas de la materia de manera que incluye, o al menos introduce, la idea de cuerpo mientras que la idea de distancia pura no incluye una cosa semejante. También prefiero la palabra expansión a la de espacio, porque la palabra espacio a menudo se aplica a la distancia de partes fugaces y sucesivas, que nunca existen juntas, así como a aquellas que son permanentes. En ambas (es decir, expansión y duración) la mente tiene esta idea común de longitudes continuadas, capaces de cantidades mayores o menores. Porque un hombre tiene una idea tan clara de la diferencia de la longitud entre una hora y un día, como la que tiene de la diferencia que hay entre una pulgada y un pie.
2. La expansión no está limitada por la materia
Después que la mente ha obtenido la línea de la longitud de cualquier parte de expansión, sea de un palmo, de un paso o de la longitud que se prefiera, puede, como se ha dicho, repetir esa idea, y de esta manera, añadiéndola a la anterior, ampliar su idea de longitud, y hacerla igual a dos palmos o a dos pasos; y ello, cuantas veces quiera, hasta igualar la distancia de dos partes cualesquiera de la tierra entre sí, y hasta incrementar de esta manera esa distancia para llegar a la del sol o a la de la estrella más remota. Mediante una progresión semejante, cuyo punto de partida sea el lugar donde se encuentra, o cualquier otro sitio, la mente procede y pasa más allá de todas estas longitudes, sin que encuentre nada que detenga su avance, bien en los lugares en que existe un cuerpo, bien en los lugares donde no existe. Cierto es que podemos imaginar fácilmente en nuestros pensamientos el llegar al final de la extensión sólida: los extremos y los límites del solo cuerpo no nos dificultan excesivamente el llegar a ellos; pero una vez que la mente se encuentra allí, no halla nada que obstaculice su progreso en una expansión ilimitada, de la que no puede encontrar ni concebir ningún fin. Y no se diga que más allá de los límites del cuerpo no hay nada, a menos que se quiera confinar a Dios dentro de los límites de la materia. Salomón, cuyo entendimiento rebosaba sabiduría, parece haber tenido otro pensamiento cuando afirmaba: «Los cielos, y los cielos de los cielos, no se pueden contener». Y pienso que exagera demasiado la capacidad de su propio entendimiento, quien se persuade a sí mismo de que puede extender sus pensamientos más allá de donde Dios existe, o quien cree imaginar cualquier expansión donde El no está.
3.
No está limitada la duración por el movimiento
Justamente acontece lo mismo con la duración. Después que la mente ha obtenido la idea de cualquier longitud de duración, puede doblarla, multiplicarla y ampliarla, no sólo más allá de su propia existencia, sino por encima de la existencia de todos los seres corpóreos y de todas las medidas de tiempo tomadas de los grandes cuerpos que existen en el mundo y de sus movimientos. Sin embargo, cualquiera podrá admitir fácilmente que, aunque hacemos ilimitada la duración, puesto que w realidad lo es, no podemos, sin embargo, extenderla más allá de todo ser. Dios, como fácilmente se puede comprobar, llena la eternidad; y resulta difícil encontrar una razón por la que un hombre pudiera dudar de que él también llena la inmensidad. Su Ser infinito es ciertamente tan ilimitado en un sentido como en otro, y me parece que es concederle demasiado a la materia el afirmar que, cuando no hay cuerpo, no hay nada.
4.
Por qué los hombres admiten más fácilmente la duración infinita que la expansión infinita
Creo que de aquí podemos llegar a deducir la razón por la que todo el mundo habla familiarmente y sin la menor vacilación de la eternidad, dándola por supuesta, y no ponen ningún obstáculo en darle infinitud a la duración, pero que la mayor parte admiten y suponen con mayores dudas y reservas la infinitud del espacio. La razón de esto me parece que estriba en lo siguiente, como la duración y la extensión se usan como nombres de acepciones que pertenecen a otros seres, fácilmente concebimos la duración infinita en Dios, y no podemos evitar que ocurra de esta manera; pero como no le (a Dios) atribuimos ninguna extensión, sino sólo a la materia, que es finita, tendemos a dudar de la existencia de la expansión sin materia, de lo cual suponemos, por lo general, que sólo es un 1atributo. Y, por tanto, cuando los hombres piensan en el espacio, tienden a detenerse en los límites del cuerpo, como si también el espacio terminara ahí, sin extenderse más cuando estas ideas al ser tomadas en consideración les llevan más lejos, sin embargo, denominan. lo que está más allá de los límites del universo un espacio imaginario, como si no fuese nada porque no hay ningún cuerpo que exista en él. En tanto que la duración, que es anterior a todos los cuerpos, y al movimiento por los que se mide, nunca la denominan imaginaria, porque nunca se supone que carezca de alguna otra existencia real. Y si los nombres de las cosas pueden de alguna manera conducir nuestros pensamientos hacia las ideas originales de los hombres (como tiendo a pensar que efectivamente hacen), uno puede tener ocasión para pensar, a partir del nombre de duración, que se creyó que había alguna analogía entre la continuación de la existencia, dotada de una resistencia ante cualquier fuerza destructiva y la continuación de la solidez (la cual se tiende a confundir con la anterior, y que no resulta muy diferente dentro de sus diminutas partículas anatómicas de materia), lo cual dio ocasión a palabras tan cercanas como durate y durum esse. Y que durare se aplicó a la idea de la dureza, lo mismo que a la de existencia, lo vemos en Horacio, Epod. XVI: ferro duravit secula. Pero de cualquier forma que sea, resulta cierto que quien insista en sus propios pensamientos encontrará que éstos algunas veces ven más allá de la extensión del cuerpo, hacia la infinitud del espacio o expansión; cuya idea es distinta y separada del cuerpo, y de todas las otras cosas, lo cual puede resultar (para quienes lo deseen) tema de más profundas meditaciones.
5.
El tiempo es a la duración lo que el lugar a la expansión
El tiempo en general es a la duración lo mismo que el lugar a la expansión. Son una gran parte de esos ilimitados océanos en eternidad e inmensidad, que se distinguen del resto, como si fueran mediante linderos, y que de esta manera se usan para denotar la oposición de los seres finitos y reales, uno con respecto al otro, en esos infinitos océanos uniformes de duración y espacio. Estos, correctamente considerados, son solamente ideas de determinadas distancias a partir de ciertos puntos conocidos, fijados en las cosas sensibles que se pueden distinguir, y que se suponen guardan la misma distancia entre sí. A partir de tales puntos fijados en las cosas sensibles, computamos y medimos nuestras porciones de aquellas cantidades infinitas; las cuales, consideradas de esta manera, son lo que llamamos tiempo y lugar. Porque, como la duración y el espacio son en sí mismos uniformes e ilimitados, el orden y la posición de las cosas, sin tales puntos conocidos y establecidos, se perderán, y todas
las cosas estarían mezcladas con una confusión irremediable.
6. El tiempo y el lugar se toman por otras ideas que pueden ser establecidas por la existencia y el movimiento de los cuerpos
El tiempo y el lugar, considerados de esta manera por determinadas porciones distinguibles de esos abismos infinitos del espacio y de la duración, que están establecidas o que se supone que se distinguen del resto mediante marcas y límites conocidos, tiene cada uno una aceptación doble.
El tiempo, en primer lugar, se toma en general comúnmente por ese espacio de la duración infinita que se mide y que coexiste con la existencia y el movimiento de los grandes cuerpos que existen en el universo, en tanto en cuanto sabemos algo de ellos; y en este sentido, el tiempo empieza y termina con la estructura de este mundo sensible, como en las frases antes mencionadas- «antes de todos los tiempos», o «cuando el tiempo ya no sea más». De la misma manera, el lugar se toma algunas veces por esa porción de espacio infinita que es poseída y comprendida dentro del mundo material; y que se distingue por ello del resto de la expansión, aunque esto podría llamarse más propiamente extensión que lugar. Dentro de estos límites, y por las partes observables, se miden y determinan el tiempo particular o duración, y la particular extensión y lugar de todos los seres corpóreos.
7. Algunas veces se tienen por porciones de duración las designadas por medidas tomadas del volumen o del movimiento de los cuerpos
En segundo lugar, a veces se usa la palabra tiempo en un sentido más amplio y se aplica a partes de esa duración infinita, que no han sido realmente distinguidas y medidas por esta existencia real, y por los movimientos periódicos de los cuerpos, que
destinados desde el principio a ser las señales, a mar- car las estaciones, los días y los años, y que son nuestras medidas del tiempo. Pero dichas porciones de esa infinita duración uniforme, que nosotros suponemos igual en cualquier ocasión a ciertas longitudes de tiempo medido, y que por eso consideramos limitadas y determinadas, caen también bajo el sentido que damos a la palabra tiempo. Porque, si suponemos que la creación, o la caída de los ángeles, tuvieron lugar en los principios del período juliano, hablaríamos con suficiente propiedad y seríamos perfectamente comprendidos si dijéramos que desde la creación de los ángeles hasta la creación del mundo habían transcurrido siete mil seiscientos cuarenta años más. Por lo que marcaríamos el espacio de esa duración indistinguida, que suponemos y hemos admitido igual a siete mil seiscientos cuarenta giros anuales del sol, moviéndose a la misma velocidad que ahora lo hace. Y así también, a veces hablamos del lugar, de la distancia o del volumen con gran inanidad, más allá de los límites del mundo, cuando consideramos que ese espacio es igual o que es capaz de recibir un cuerpo de cualquier dimensión que se asigne, como un pie cúbico; o cuando suponemos un punto en él a una distancia cierta y determinada desde cualquier parte del universo.
8. Pertenecen a todos los seres finitos
Dónde y cuándo son preguntas que pertenecen a todas las existencias finitas de las que nosotros siempre damos una explicación a partir de alguna parte conocida de este mundo sensible, y de ciertas épocas marcadas para nosotros por los movimientos observables en este mundo. Sin tales partes o períodos, el orden de las cosas confundiría a nuestros entendimientos finitos, dentro de los océanos invariables e ilimitados de duración y expansión, que contienen en ellos mismos todos los seres finitos, y en una extensión total que pertenece sólo a la deidad. Y, por tanto, no nos debe extrañar que no podamos comprenderlos, y que a menudo nuestros pensamientos se encuentren perdidos cuando los consideramos, de un modo abstracto y en sí mismos, o en cualquier otra manera atri- buida al Ser primero e incomprensible. Pero cuando lo aplicamos a algún ser particular y finito, la extensión de un cuerpo es tanto de ese espacio infinito como del volumen que dicho cuerpo ocupa. Y el lugar es la posición de cualquier cuerpo cuando consideramos a éste a una cierta distancia de algún otro cuerpo. Y como la idea de la duración particular de cualquier cosa es una idea de esa porción de duración infinita que ocurre durante la existencia de esa cosa, así también el tiempo en el que la cosa existió es la idea de ese espacio de duración que transcurrió entre al período conocido y determinado de duración y el ser de esa cosa. Una muestra la distancia de los extremos del volumen o de la existencia de la misma cosa, por ejemplo, que es un pie cuadrado, o que ocurrió durante dos años; la otra muestra la distancia del lugar, o la existencia de otro punto determinado de espacio o de la duración; como que estaba en el centro de Lincolns Inn Fields, o en el primer grado de Taurus, y en el año de Nuestro Señor de mil seiscientos setenta y uno, o en el año mil del período juliano, Distancias todas que medimos por ideas preconcebidas de ciertas longitudes de espacio y duración, como son las pulgadas, las millas, los pies y los grados, y por espacios tales como minutos, días, años, etc.
9. Todas las partes de la extensión son extensión, y todas las partes de la duración son duración
Hay otra cosa en la que espacio y duración tienen gran conformidad, y es que, aunque justamente la computemos dentro de nuestras ideas simples, sin embargo, ninguna de las ideas distintas que tenemos acerca de uno y de otra son sin alguna manera de composición. Entra dentro de la misma naturaleza de ambos el constar de partes, pero corno sus partes son todas de la misma clase, y sin mezcla de ninguna otra idea, nada les impide el tener un lugar entre las ideas simples. Si la mente, como sucede con el número, pudiera llegar a una parte tan pequeña de extensión o duración que excluyera la divisibilidad, esa parte sería como si dijéramos, la unidad indivisible o la idea por cuya repetición se tendrían las ideas más amplias de extensión y duración. Pero, desde el momento en que la mente no es capaz de formarse una idea de ningún espacio sin partes, utiliza, a su vez, las medidas comunes que, por el uso familiar de cada país, se han impreso en la memoria (tales como pulgadas y pies, o codos y parasangas; y también, segundos, minutos, horas, días y años para la duración); la mente utiliza, digo, tales ideas como éstas, como si fueran ideas simples, y son las partes componentes de ideas más amplias, que la mente, cuando tiene ocasión, fabrica mediante la adición de longitudes conocidas con las que está familiarizada. En el otro sentido, la medida más pequeña que usualmente tenemos de ambas es vista como una unidad en número, cuando la mente la reduce, mediante división, a fracciones más pequeñas. Aun- que en ambos casos, es decir, en la adición y en la división, tanto el espacio como la duración, cuando la idea bajo consideración llega a ser muy grande o muy pequeña, su volumen preciso se hace muy oscuro y confuso; y es sino el número de sus repetidas adiciones o divisiones, lo único que permanece claro y distinto, como fácilmente aparecerá para aquel que deje que sus pensamientos se pierdan en la vasta división del espacio, o en la divisibilidad de la materia. Cada parte de la duración es también duración; y cada parte de la extensión es extensión, siendo ambas capaces de la adición o división in infinitum. Pero las porciones mínimas de ambas, de las que tengamos ideas claras y distintas, tal vez sean adecuadas para que las consideremos como las ideas simples de las que nuestros modos complejos del espacio, la extensión y la duración están hechas, y a las que pueden reducirse otra vez de manera distinta. Una parte tan pequeña en la duración se puede denominar un momento, y es el tiempo en que una idea está en nuestra mente, dentro del encadenamiento de su sucesión ordinaria. La otra, como carece de nombre propio, no sé si se me permitirá llamarla un punto sensible, significando con ello la menor partícula de materia o espacio que podemos discernir que ordinariamente es como un minuto, y para el ojo más agudo rara vez menos que treinta segundos de un círculo en el que el ojo es el centro.
10. Sus partes son inseparables
La expansión y la duración tienen, además de esto en común, el que, aunque una y otra consideremos que tienen partes, sin embargo, sus partes no son separables las unas de las otras, ni siquiera en el pensamiento; aunque las partes de los cuerpos de los que extraemos nuestras medidas de la una, y las partes del movimiento, o, mejor dicho, de la sucesión de ideas de nuestras mentes, de las que tomamos la medida de la otra, pueden ser interrumpidas y separadas; lo primero acontece con frecuencia con el descanso, y lo segundo en el sueño, que también llamamos descanso.
11. La duración es como una línea, y la expansión es como un sólido
Pero hay entre las dos estas diferencia manifiesta: que las ideas de longitud que tenemos de la expansión pueden girar en cualquier dirección y de esta manera hacer una forma, la anchura y el grosor; mientras que las de duración no son sino, como si dijéramos, la longitud de una línea recta, extensible in infimitum, y que no es capaz de multiplicidad, variación o forma; sino que es una medida común de toda existencia, cualquiera que ésta sea, en la que todas las cosas, en tanto existen, participan igualmente. Pues este momento presente es común a todas las cosas que están ahora en ser, y comprende igualmente esa parte de su existencia, como si todas fueran un solo ser únicamente; y podemos decir, con verdad, que todas existen en el mismo momento de tiempo, Si los ángeles y los espíritus tienen cualquier analogía con esto con respecto a la expansión, es algo que está más allá de mi capacidad de comprensión; y tal vez para nosotros, que tenemos entendimientos y comprensión adecuados para nuestra propia conservación, y para los fines de nuestro propio ser, pero no para la realidad y la extensión de todos los demás seres, nos es casi tan difícil el concebir cualquier existencia, o el tener una idea de un ser real cualquiera, que sea una perfecta negación de toda manera de expansión, como nos resulta el tener la idea de cualquier existencia real que sea una perfecta negación de toda manera de duración. Y, por ello, desconocemos qué tienen de común los espíritus con el espacio, o cómo se comunican con él. Todo lo que sabemos es que los cuerpos poseen, cada uno por separado, su propia porción de espacio, según la extensión de sus partes sólidas, de manera que excluyen a todos los otros cuerpos de tener parte de esa porción particular de espacio, mientras permanecen en ella.
12. La duración nunca tiene dos partes juntas; la expansión, sí
La duración, y el tiempo que es parte de ella, es la idea que tenemos de una distancia perecedera, de la cual no existen dos partes juntas, sino que cada una sigue a la otra en una sucesión. Y la expansión es la idea de una distancia permanente, cuyas partes existen todas juntas, y no son capaces de sucesión. Por tanto, aunque no podamos concebir ninguna duración sin sucesión, ni podamos juntar en nuestro pensamiento que cualquier ser exista ahora mañana, o que posea, al mismo tiempo, más que un momento presente de duración, sin embargo, podemos concebir la duración eterna del Todopoderoso completamente diferente de la del hombre, o de la de cualquier otro ser finito. Porque el hombre no comprende en su conocimiento o en su poder todas las cosas pasadas y futuras: sus pensamientos no se refieren sino al ayer, y desconoce lo que le traerá el mañana. Lo que ya ha pasado nunca podrá revivirlo, y lo que está por venir no puede hacerlo presente. Lo mismo que digo del hombre, lo puedo decir de todos los seres finitos, quienes, aunque puedan exceder mucho al hombre en conocimiento y poder, no son, sin embargo, más que míseras criaturas comparadas con el mismo Dios. Lo finito, o cualquier magnitud equivalente, no guarda ninguna proporción con lo infinito. Como la duración infinita de Dios, viene acompañada de un conocimiento infinito y de un poder infinito, puede ver todas las cosas pasadas y futuras, y no están más alejadas de su conocimiento, ni más remotas de su vista, que el presente: todas caen bajo su misma mirada, y no hay nada que El no pueda hacer que exista en el momento que lo desee. Porque, como la existencia de todas las cosas depende de sus deseos, todo existe en el momento en que cree conveniente que debe existir. Para concluir: la expansión y la duración se abrazan y se comprenden la una, a la otra, ya que cada parte del espacio está en cada parte de la duración, y cada parte de la duración está en cada parte de la expansión. Supongo que una combinación semejante de dos ideas distintas difícilmente se encontrará en toda esa variedad de ideas que concebimos o podemos concebir, y que puede ofrecer materia suficiente para especulaciones más profundas.

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