Libro II del Ensayo sobre el entendimiento humano

Capítulo XIX
DE LOS MODOS DE PENSAMIENTO

1. La sensación, el recuerdo, la contemplación, etc. son modos de pensamiento
Cuando la mente se contempla a sí misma y a sus propias acciones, el pensamiento es lo primero que se origina. En ello, la mente observa una gran variedad de modificaciones, y de aquí recibe sus distintas ideas. De esta manera, la percepción o pensamiento que acompaña realmente a cualquier impresión del cuerpo, y que está anexada a dicha percepción, hecha por un objeto externo, como es distinta de todas las demás modificaciones del pensamiento, la mente tiene una idea distinta, que es la que llamamos sensación; ésta es, como si dijéramos, la recepción real de cualquier idea en el entendimiento por medio de los sentidos. La misma idea, cuando se produce sin que ocurra la operación de un objeto semejante sobre lo sensorial externo, produce la reminiscencia; si la mente busca esta idea, y la encuentra con dificultad, y tras un esfuerzo para hacerla presente, entonces provoca el recuerdo. Si la mente la tiene por algún tiempo y la considera detenidamente, nos hallamos ante la contemplación. Cuando las ideas flotan en nuestra mente, sin que exista reflexión ni consideración del entendimiento, nos hallamos ante lo que los Franceses llaman reverie nuestro idioma carece de un término adecuado para ello. Cuando se repara en las ideas que se ofrecen a sí mismas (pues, como ya indiqué en otro lugar, mientras que estamos despiertos siempre hay un encadenamiento de ideas, que se suceden en nuestra mente) y, cuando se registran en la memoria, por decirlo así, se trata de la atención; cuando la mente, con gran diligencia y por su propia voluntad, fija su mirada en una idea, la considera en todos los aspectos, y no se distrae por la llamada solícita de otras ideas, tenemos eso que llamamos la intención o estudio. Dormir, sin soñar, es un descanso de todo lo anterior; y el soñar consiste en tener algunas ideas (mientras los sentidos externos están paralizados, de tal manera que no reciben a los objetos externos con su habitual viveza), no sugeridas por los objetos externos, ni por ninguna ocasión conocida, y sin que hayan sido elegidas o determinadas por el entendimiento; en lo que se refiere a lo que denominamos el éxtasis, dejo a la consideración de los demás si no es un soñar con los ojos abiertos.
2.
Otros modos de pensamiento
He aquí algunos ejemplos de esos distintos modos de pensamiento que la mente puede observar en sí misma, y de donde puede obtener tan distintas ideas corno las que tiene de lo blanco y lo rojo, o de un cuadrado y un círculo. Y no pretendo enumerarlos todos, ni tratar exhaustivamente sobre este grupo de ideas que se obtienen de la reflexión, pues ello ocuparía un grueso volumen. Basta para mi propósito actual con haber mostrado aquí, por medio de unos cuantos ejemplos, de qué clase son estas ideas, y cómo las obtiene la mente; y especialmente porque tendré ocasión más adelante de tratar de una manera más detenida y extensa sobre el raciocinio, el juicio, la volición y el conocimiento, que son algunas de las operaciones más considerables de la mente, y que también son modos de pensar.
3. Distintos grados de atención en el pensamiento
Pero quizá no sea una digresión presuntuosa, ni algo apartado propósito, el que reflexionemos sobre los diferentes estados de la mente cuando piensa, los cuales son sugeridos por aquellos ejemplos de atención, reverie, sueño, etc., que he mencionado antes. Que un hombre despierto siempre tenga algunas ideas en su mente, es algo que nos sugiere nuestra propia experiencia, aunque la mente se ocupe de estas ideas con una atención diversa. Algunas veces, la mente se fija con tanta diligencia en la contemplación de determinados objetos que considera sus ideas en todos sus aspectos, establece sus relaciones y circunstancias y mira cada parte con tanto agrado y con tanta intención que impide la entrada de cualquier otro pensamiento, y no se da cuenta de las impresiones ordinarias hechas en nuestros sentidos que en otras situaciones provocarían percepciones muy sensibles; otras veces observa las ideas que se suceden en el entendimiento, sin dirigirlas ni marchar en pos de ninguna de ellas; y en otras ocasiones deja que pasen desapercibidas, como sombras que no dejan impresión alguna.
4.
De aquí se deduce que el pensar es, probablemente, la acción y no la esencia del alma
Pienso que todo el mundo ha experimentado en sí mismo esta diferencia de intención y remisión de la mente durante el pensamiento, con una gran variedad de grados que van desde el estudio diligente a una inactividad casi absoluta de la mente. Continúese un poco más en esta línea y nos encontraremos a la mente, cuando duerme, retirada, como si dijéramos, de los sentidos, y fuera del alcance de esos movimientos que se hacen sobre los órganos sensoriales, que en otras ocasiones producen ideas muy vividas y sensibles. No se necesita sino poner el ejemplo de aquellas personas que duermen durante una noche de tormenta sin inquietarse, sin oír los truenos, ni ver los rayos, ni sentir los estremecimientos de la casa, todo lo cual es bastante perceptible para quien está despierto. Pero en este retiro de la mente de los sentidos, a menudo retiene una manera más vaga e incoherente de pensamiento que es lo que llamamos soñar; y, por último, el dormir profundo cierra completamente la escena y termina con todas las apariencias. Pienso que casi todo el mundo puede encontrar en sí mismo una experiencia de esto, y su observación particular le conducirá sin ninguna dificultad hacia ello. Pero lo que yo quiero concluir de todo esto es que, desde el momento en que la mente puede emplear, en diferentes momentos, distintos grados de pensamiento, y de que en ocasiones, incluso en un hombre despierto, puede tener pensamientos tan oscuros que parece como si no tuviera ninguno en absoluto; y de que, en definitiva, en el oscuro retiro de un sueño profundo pierde de vista toda idea; puesto que, digo, todo esto es una cosa confirmada constantemente por la experiencia, pregunto si no es probable que el pensamiento sea la acción y no la esencia del alma, ya que las operaciones de los agentes pueden admitir fácilmente aumento y disminución, pero las esencias de las cosas no son susceptibles de tales variaciones.

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