LIBRO II DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO
Capítulo XX
DE LOS MODOS DE PLACER Y DE DOLOR
1. Placer y dolor son ideas simples
Entre las ideas simples que recibimos a partir. de la
sensación y de la reflexión, el dolor y el placer merecen una
consideración muy detallada. Porque así como en el cuerpo hay una sensación
casi en sí misma, o acompañada de dolor o placer, así también el pensamiento
o la percepción de la mente es simplemente de esta manera, o bien se ve
acompañada también del placer y del dolor, o de algún trastorno, o de
algún deleite, si así los queremos llamar. Estas, como las demás ideas
simples, no pueden ser descritas, ni definidos sus nombres; la manera de
conocerlas, al igual que las ideas simples de los sentidos, estriba solamente
en la experiencia. Pues definirlas por la presencia del bien o del mal no es
otra cosa que hacer que las conozcamos y reflexionemos sobre lo que sentimos
en nosotros mismos con ocasión de las distintas y variadas operaciones del bien
y del mal sobre nuestras mentes, según las distintas formas en que son
aplicadas o consideradas por nosotros.
2.
Qué son el bien y el mal
Las cosas son, por tanto, buenas o malas, solamente en
referencia al placer o al dolor. Eso que llamamos bueno es aquello que puede
provocar o aumentar el placer, o bien disminuir el dolor en nosotros; o,
también, lo que puede procurarnos o conservarnos la posesión de cualquier otro
bien, o evitarnos un mal. Y, por el contrario, llamamos mal a lo que puede
provocar o incrementar un dolor, o disminuir cualquier placer en nosotros; o
bien a lo que nos produce cualquier mal o nos priva de un bien. Debe entenderse que por placer y dolor me refiero tanto al cuerpo como a
la mente, según la distinción que comúnmente se establece, aunque en realidad
no se trate sino de diferentes estados de la mente, provocados unas veces por
desórdenes corporales, y otras por pensamientos de la mente.
3.Nuestras pasiones se mueven por el bien y el mal
El placer y el dolor, y lo que los ocasiona, es decir, el
bien y el mal, son los pilares sobre los que descansan nuestras pasiones. Y si
reflexionamos y observamos cómo operan en nosotros éstos, bajo distintas
consideraciones, como son las modificaciones o disposiciones que producen en
la mente, y qué sensaciones internas (si puedo llamarlas así) producen en
nosotros, podremos formarnos a partir de aquí ideas sobre nuestras pasiones.
4. El amor
De esta manera, quien quiera reflexionar sobre el pensamiento
que tiene del deleite que cualquier cosa presente o ausente puede producirle,
tendrá la idea que llamamos amor. Porque cuando un hombre declara en otoño
que ama las uvas, cuando las está comiendo, o cuando lo dice en la primavera
sin que éstas existan todavía, no hace sino afirmar que su sabor le encanta;
pero que se produzca una alteración en su salud o en su constitución que
destruya el deleite que ese sabor provocaba, y entonces no podrá afirmar más
tiempo que las ama.
5. El odio
Por el contrario, el pensamiento de dolor que puede
producirnos cualquier cosa presente o ausente, es lo que denominamos odio. Si yo intentara aquí
investigar
más allá de las meras ideas de nuestras pasiones, según la dependencia que
tienen con las diversas modificaciones del placer y del dolor, haría notar
que nuestro amor y nuestro odio hacia los seres inanimados e insensibles se
fundamentan comúnmente en el placer y el dolor que obtenemos de su
utilización, y de la aplicación, sea la que fuere, a nuestros sentidos, aunque
esta aplicación suponga su destrucción. Pero el odio o el amor a seres capaces
de la felicidad o la miseria es con frecuencia el malestar o el deleite que
encontramos en nosotros mismos, y que surgen de la consideración de su mismo
ser o de su felicidad. De esta manera, como el ser y el bienestar de los hijos
de un hombre o de los de sus amigos producen un deleite constante, se dice que
este hombre los ama. Pero aquí es suficiente con advertir que nuestras ideas de
amor y odio no son sino disposiciones de la mente en cuanto al placer y al
dolor en general, cualquiera que sea su origen.
6. El deseo
El malestar que un hombre encuentra en sí mismo con motivo
de la ausencia de cualquier cosa cuya presencia le hace gozar y le llevan la
idea de deleite, es lo que llamamos deseo; este deseo puede ser mayor o menor,
según el malestar sea más o menos vehemente. Por lo que, tal vez, no resulte
muy útil el señalar que el principal, si no el único acicate de la industria
y de la actividad de los hombres es este malestar. Porque cualquiera que sea
el bien que se ofrece, si su ausencia no provoca disgusto o dolor; si un
hombre se encuentra contento sin él, no existe deseo de ello, ni empeño por
conseguirlo; lo único que hay es una mera veleidad término que se emplea para
significar el grado más bajo de deseo, y que implica casi la ausencia total del
mismo, en el que la pena por la ausencia de la cosa es tan pequeña que no
consigue provocar en quien la experimenta más que un deseo muy ligero
para obtenerla, pero sin que provoque ninguna utilización vigorosa y efectiva
de los medios para obtenerlo. También cesa o disminuye. el deseo porque se
piensa en la imposibilidad de alcanzar el bien que nos proponemos, de la misma
manera que disminuye o se disipa el malestar por esa consideración. Esto podría hacernos reflexionar más detenidamente,
si se tratara del
momento adecuado.
7. La alegría
La alegría es un deleite de la mente provocado por la
consideración de la posesión de un bien actual o que se va a tener en un
futuro; y poseemos cualquier bien cuando se halla en nuestro poder, de tal
manera que podemos utilizarlo en el momento que deseamos. De esta manera, un
hombre hambriento se alegra, con la noticia de la próxima llegada de auxilios,
antes de experimentar el placer de su utilización. Y un padre, a quien el
bienestar de sus hijos proporciona deleite, siempre estará, mientras sus hijos
gocen de ese estado, en la posesión de ese bien, pues no necesitará sino
reflexionar sobre ello para experimentar ese placer.
8. La tristeza
La tristeza es un estado de malestar de la mente, provocado
por el pensamiento de un bien perdido que se pudo haber disfrutado durante más
tiempo, o bien por el sentimiento de un mal presente.
9. La esperanza
La esperanza es un placer de la mente que todo el mundo
encuentra en sí mismo, a partir del pensamiento de un gozo futuro probable de
una cosa que puede provocar un deleite.
10. El temor
El temor es un estado de malestar de la mente por el
pensamiento de un mal futuro que nos puede suceder.
11. La desesperación
La desesperación es el pensamiento de la imposibilidad de
obtener un bien, que obra de diferente manera en las mentes de los hombres,
pues unas veces produce malestar o dolor, y otras pereza e indolencia.
12. La cólera
La cólera es el malestar o descompostura de la
mente, que
cuando recibe una injuria abriga el propósito de vengarse.
13. La envidia
La envidia es un estado de malestar de la mente, provocado
por la consideración de un bien que deseamos y que pensamos que otro ha
obtenido habiéndole podido hacer nosotros antes.
14. Cuáles son las pasiones que todos los hombres tienen
Como estas dos últimas pasiones, la envidia y la cólera no
son simplemente causadas por el dolor y el placer en sí mismos, sino que
contienen algunas consideraciones mezcladas sobre nosotros mismos y los
demás, no se encuentran, por tanto, en todos los hombres, porque en una parte
de ellos no existe la valoración de sus méritos o el deseo de
venganza. Pero todas las demás, que realmente terminan en dolor y placer,
pienso que se encuentran en todos los hombres. Porque amamos, deseamos, nos
regocijamos y esperamos solamente respecto al placer; y odiamos, tememos y nos
afligimos sólo respecto al dolor. En definitiva, todas estas pasiones son provocadas por cosas,
únicamente
en cuanto aparecen como causas de placer y dolor, o en tanto en cuanto conllevan
alguna suerte de placer o dolor. Por ello, es por lo que extendemos
habitualmente nuestro odio al sujeto (al menos, si se trata de un agente
sensible o voluntario) que ha producido el dolor en nosotros, porque nos dejan
el temor de un dolor constante; pero no amamos de una manera tan constante lo
que nos ha producido un bien, pues el placer no opera en nosotros tan fuertemente como el dolor, y no estamos tan dispuestos a concebir la esperanza de que
este placer se produzca de nuevo. Pero esto sólo lo decimos de paso.
15. Qué son el placer y el dolor
Por placer y dolor, por deleite y malestar, quiero que se me
entienda siempre (como más arriba indiqué) que me refiero no sólo al placer
y al dolor corporales, sino a cualquier deleite o malestar sentidos por nosotros, bien procedan de cualquier sensación o reflexión agradables o
desagradables.
16. Desaparición o disminución de éstos
Debe tenerse en cuenta también que, en lo que se refiere a
las pasiones, la desaparición o disminución de un dolor se considera y opera
como un placer, y que la pérdida o disminución de un placer se tiene
por un dolor.
17. La vergüenza
Las pasiones tienen en su mayoría, y en casi todas las
personas, efectos sobre el cuerpo, en el que causan distintos cambios; cambios
que, como no siempre son sensibles, no forman necesariamente una parte de la
idea de cada pasión. Porque la vergüenza, que es un malestar de la mente
provocado por el pensamiento de haber hecho alguna cosa que es indecente,
o que lesiona la estimación que otros tienen de nosotros, no siempre va
acompañada del rubor.
18. Estos ejemplos muestran cómo las ideas de las
pasiones se
obtienen a partir de la sensación y a reflexión
No querría que se confundiera lo que hasta aquí he dicho
con un Tratado sobre las Pasiones; existen muchas más pasiones de las que
hasta aquí he citado, y aquellas a las que me he referido merecen, cada una,
una explicación más larga y detallada. Sólo he mencionado aquí aquellas
que, como otros tantos ejemplos de modos de dolor y placer experimentan nuestras mentes a partir de las distintas consideraciones del bien y del mal. Tal
vez pude utilizar otros modos de placer y dolor más simples que éstos, como,
por ejemplo, el dolor del hambre y de la sed, y el placer que resulta de la
comida y de la bebida; o bien el dolor de los dientes o bien el placer de la
música, la molestia de una disputa capciosa e ignorante, el placer de una
conversación racional con un amigo, o el estado adecuado para la búsqueda y
descubrimiento de la verdad. Pero como las pasiones son algo que nos conciernen en una medida tan grande, preferí tomarlas como ejemplos para mostrar que
las ideas que tenemos de ellas se derivan de la sensación y de la reflexión.