LIBRO II DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO

Capítulo XXXI
DE LAS IDEAS ADECUADAS E INADECUADAS

1. Las ideas adecuadas son aquellas que representan perfectamente sus arquetipos
De nuestras ideas, algunas son adecuadas y otras inadecuadas. Aquellas a las que llamo adecuadas son
las que representan perfectamente esos arquetipos de donde la mente supone que han sido tomadas; y son ideas con las que se propone la mente significar dichos arquetipos y a los que quedan referidas. Las ideas inadecuadas son aquellas que no son sino una representación parcial o incompleta de esos arquetipos a los que éstas se refieren. A partir de lo cual es evidente lo siguiente:
2. Las ideas simples son todas adecuadas

En primer lugar, que todas nuestras ideas simples son adecuadas. Porque, como no son sino efectos de ciertas potencias en las cosas, han sido adaptadas y ordenadas por Dios para producir en nosotros tales sensaciones, por lo que no pueden sino guardar correspondencia y ser adecuadas a esas potencias; y nosotros estamos seguros de que están de acuerdo con la realidad de las cosas. Porque si el azúcar produce en nosotros las ideas que denominamos blancura y dulzura, estamos seguros de que hay una potencia en el azúcar que produce en nuestra mente esas ideas, ya que de otra manera no habrían podido ser producidas por ella. De esta manera, cada sensación que responde a la potencia que actúa sobre cualquiera de nuestros sentidos produce una idea real ( y no una ficción de la mente, que carece de potencia para producir cualquier idea simple ) y no puede sino ser adecuada, ya que no es otra cosa que la respuesta a esa potencia, por lo que resulta que todas las ideas simples son adecuadas. Verdad es que pocas son las cosas, de las que producen en nosotros esas ideas simples, que designamos con nombres como si fueran únicamente las causas de esas ideas, sino como si esas ideas fuesen seres reales en las cosas. Porque aunque se diga que el fuego produce dolor al tocarlo, con lo que se significa la potencia de producir en nosotros la idea de dolor, sin embargo, también se dice que produce luz y calor, como si la luz y el calor estuvieran realmente en el fuego; por tanto, se dice que son cualidades que están o que provienen del fuego, que están más allá de la pura potencia de provocar en nosotros esas ideas. Pero como realmente no se trata sino de potencias que pueden suscitar en nosotros semejantes ideas, es en este sentido como se me debe entender cuando afirmo que las cualidades secundarias se encuentran en las cosas, o que sus ideas se encuentran en los objetos que las suscitan en nosotros. Semejante manera de hablar, aunque se acomoda a los usos vulgares, que no podemos hacernos comprender correctamente, realmente no significa otra cosa que esas potencias que están en las cosas y que provocan en nosotros determinadas sensaciones e ideas. Porque si no hubiera unos órganos que estuvieran adaptados para percibir las impresiones que el fuego provoca sobre la vista y el tacto, ni existiera tampoco una mente unida a estos órganos y adaptada para captar las ideas de luz y de calor mediante las impresiones del fuego del sol, no existiría otra luz ni otro calor en el mundo que el dolor al faltar unas criaturas sensibles que lo experimentaran, aunque el sol continuara en el mismo lugar en que se encuentra ahora y el Etna permaneciera más candente que nunca. La solidez, la extensión y la forma que es su fin, así como el movimiento y el reposo, de todo lo cual tenemos ideas, serían realmente en el mundo tal como son, con independencia de que existieran unos seres sensibles capaces de percibirlo y, por ello, creo que tenemos razón al mirar todas estas cosas como modificaciones reales de la materia y como las causas que provocan nuestras distintas sensaciones en nuestros cuerpos. Con todo, como esto es motivo de una investigación diferente, no seguiré más adelante, sino que me limitaré a mostrar qué ideas complejas son adecuadas y cuáles no lo son.
3. Los modos son todos adecuados
En segundo lugar, como nuestras ideas complejas de los modos son conjuntos de ideas simples y voluntarias
que la mente reúne, sin que las refiera a ningún arquetipo o modelo fijo, existente en otro lugar, son ideas y, por tanto, tienen que ser necesariamente adecuadas. Pues al no producirse como copias de algo que realmente existe, sino como arquetipos que forja la mente, y de los que se sirve para denominar las cosas y colocarlas en orden, no pueden carecer de nada, pues cada una consta de esa combinación de ideas y de esa perfección que la mente se propuso que tuvieran; de tal manera que la mente les otorga su asentimiento y no encuentra nada de lo que estas ideas carezcan. Así, cuando tengo la idea de una figura de tres lados que forman tres ángulos, tengo una idea completa que nada más necesita para ser perfecta. Y parece evidente que la mente se encuentra satisfecha con la perfección de esta idea, como se puede advertir de que no conciba el que un entendimiento cualquiera tenga o deje de tener una idea más compleja o perfecta de esa cosa que significa por medio de las palabras triángulo, suponiendo que exista, que la que ella misma posee a partir de esa idea compleja de tres lados y tres ángulos, en cuya idea se contiene todo lo que le es esencial o puede serio para ella, o todo lo que la puede complementar en cualquier lugar o en cualquier momento. Otra cosa ocurre con nuestras ideas de las sustancias, porque como intentan copiar las cosas tal y como realmente existen, y como intentan representar para nosotros su constitución, de la que dependen todas sus propiedades, llegamos a observar que nuestras ideas no alcanzan esa perfección a la que tendemos, pues nos damos cuenta de que aún les falta algo que desearíamos tuvieran, por lo que todas nos resultan ideas inadecuadas. Pero los modos mixtos y las relaciones, desde el momento en que son arquetipos sin modelos y, por tanto, no tienen que representar ninguna cosa que no sea ellos mismos, necesariamente tienen que ser adecuados, ya que lo son todo para sí mismos. Quien reunió por primera vez las ideas de un peligro que había observado o de la ausencia de alteración que debía provocar el miedo o de la sosegada consideración de lo que debe hacerse según los designios de la razón, y de su ejecución sin perturbarse o desanimarse ante el peligro; quien juntó esas ideas, digo, tenía en su mente esa idea compleja formada por una combinación semejante, y proponiéndose que no fuera ninguna otra cosa sino lo que realmente es, ni que contuviera ninguna otra idea simple a excepción de la que contiene, no pudo, al mismo tiempo, sino tener una idea adecuada. De manera que al depositar esto en su memoria y al darle el nombre de valor para significar con tal nombre esta idea a los demás y seguir denominando cualquier acción que estuviera de acuerdo con ella en el futuro, que utilizar este modelo para medir las demás acciones según se conformaran o no con él. Y una vez forjada y mantenida como patrón esta idea, tenía que ser necesariamente adecuada, pues no quedaba referida a otra cosa sino a sí misma, ni forjada de acuerdo con ningún otro molde que no fuera la impresión y el libre albedrío del que primero realizó esta combinación.
4. Los modos en referencia a los nombres establecidos pueden ser inadecuados
Además, si después viene otro hombre que aprenda del anterior a través de la conversación, el término valor, puede suceder perfectamente que se forje una idea a la que designe también mediante la palabra valor, pero que, sin embargo, difiera de la idea que el primer forjador expresó mediante dicha palabra y que tiene en la mente cuando la emplea. Y en este caso, además, si intenta que esa idea que tiene en la mente se conforme con la idea del otro, al igual que lo hace el nombre que emplea cuando habla, en cuanto al sonido, al emplearlo la persona del que lo aprendió, en ese caso su idea puede ser errónea e inadecuada, pues en este caso, al ser la idea de otro hombre el patrón de la que él tiene en la mente, de igual manera que la palabra o sonido empleado por el otro le sirve de modelo para hablar, su idea será defectuosa e inadecuada, en la medida en que se encuentra lejos del arquetipo o modelo a que se refiere, pues pretende expresaría y significaría por el término que para ella utiliza, término que quiere hacer pasar por signo de la idea de otro hombre (a la cual ese nombre fue, en su propio uso, anexado primariamente) y de la suya propia, como concordante con ella; pero si su propia idea no corresponde exactamente a ella, resultará defectuosa e inadecuada.
5.
Porque entonces pueden ser inadecuadas
Así pues, cuando estas ideas complejas de los modos son referidas por la mente a las ideas de algún otro ser inteligente, y cuando son expresadas mediante nombres que les aplicamos, entonces pueden ser muy deficientes, equívocas e inadecuadas, desde el momento en que se las intenta hacer corresponder entre sí; porque no estando de acuerdo con aquello que la mente intentó que fueran sus arquetipos y modelos solamente una idea de modo pudo ser, en este sentido, imperfecta o inadecuada. Y por esto, nuestras ideas de los modos mixtos son más susceptibles de ser defectuosas que cualesquiera otra; pero esto se refiere más a la propiedad de hablar que a un conocimiento correcto.
6.
Las ideas de las sustancias, en cuanto referidas a las sustancias reales, no son adecuadas
En tercer lugar, cuáles son las ideas que tenemos de las sustancias, es algo que ya indiqué más arriba. Ahora bien, esas ideas tienen en la mente una doble referencia: 1) Algunas veces se las refiere a alguna esencia real supuesta en cada especie de cosas. 2) Otras veces solamente se intenta que sean dibujos o representaciones existentes en la mente de algunas cosas que existen en la realidad en tanto en cuanto son ideas de aquellas cualidades que se pueden descubrir en dichas cosas. En uno y otro caso, estas copias de esos arquetipos resultan igualmente imperfectas e inadecuadas.
Primero, parece frecuente que los hombres hagan que los nombres de las sustancias signifiquen cosas, en tanto ellos imaginan que tienen ciertas esencias reales por las que son de esta especie o de aquélla; y como los nombres significan, a no ser las ideas que existen en la mente de los hombres, en consecuencia, tienen que hacer que sus ideas se refieran a semejantes esencias reales como a sus arquetipos. Que los hombres (en especial aquellos que han sido educados en los conocimientos que se enseñan en nuestra parte del mundo) supongan en efecto ciertas esencias específicas de sustancias, por las que todo individuo, cada uno según su especie respectiva, está hecho, y de las que participa, está tan lejos de necesitar una prueba que parecerá extraño el que alguien pretenda hacerlo. Y por ello, los hombres normalmente aplican los nombres específicos bajo los que ponen las sustancias particulares, a las cosas en cuanto se distinguen por determinadas y específicas esencias reales. ¿Existe algún hombre que no tenga a mal que se ponga en duda que se denomine a sí mismo hombre con algún otro significado que no sea el de que tiene la esencia real de un hombre? ¿Dónde está, si existe? Sin embargo, si se pregunta cuáles son esas esencias reales, es evidente que los hombres lo ignoran y que las desconocen. De lo que se deduce que las ideas que tienen en la, mente, al quedar referidas a esencias reales como
a arquetipos desconocidos, tan lejos tienen de estar de ser adecuadas, que no se supone ni siquiera que sean representaciones de esas esencias. Las ideas complejas que tenemos de las sustancias son, como ya he demostrado, ciertos conjuntos de ideas simples que se han observado, o que se ha supuesto que existen constantemente reunidas. Pero una idea compleja semejante no puede ser la esencia real de una sustancia cualquiera, pues entonces dependerían las propiedades que en ese cuerpo descubrimos de esa idea compleja, y se podrían deducir de ella, conociéndose la conexión necesaria entre ambas, del mismo modo en que todas las propiedades de un triángulo dependen, y se pueden deducir, hasta donde son deducibles, de la idea de tres líneas que encierran un espacio, pero resulta evidente que en nuestras ideas complejas de las sustancias no se contienen unas ideas semejantes de las que dependan todas las demás cualidades que se puedan hallar en esas sustancias. La idea común que tienen los hombres del hierro es la de un cuerpo de determinado color, peso y dureza, y una de sus propiedades es la de maleabilidad. Pero esta propiedad no tiene ninguna conexión necesaria con aquella idea compleja, ni con ninguna otra parte suya, por lo que no existe un motivo mayor para pensar que la maleabilidad depende de aquel color, aquel peso o aquella dureza, que el que existe para suponer que ese color o ese peso dependen de la maleabilidad de ese metal. Pero a pesar de que nada sabemos sobre estas esencias reales, no hay nada más común que el que los hombres atribuyan las distintas especies de cosas a unas esencias semejantes. De esta manera, la mayoría de los hombres tienen la osadía de suponer que este fragmento particular de materia que forma el anillo que tengo en mi dedo, tiene una esencia real por la que es oro y en virtud, de la que emanan las cualidades que en él hallo, es decir, su color, su peso, su dureza, su fusibilidad, su fijeza y el cambio de color que experimenta al someterse al contacto del azogue. Pero cuando busco e investigo esta esencia, de la que fluyen esas propiedades, me encuentro que no puedo descubriría. A lo más que puedo alcanzar es a imaginar que, como el anillo no es otra cosa que un cuerpo, su esencia real o su constitución interna, de la que esas cualidades dependen, no pueden ser sino la figura, el tamaño y la conexión de sus partes sólidas. Y como no poseo de ninguna de estas cosas una percepción distinta, no puedo poseer ninguna idea de la esencia, que es la causa por la que el anillo tiene una amarillez particular, un peso superior al de cualquier otra cosa que yo conozca con igual volumen, y una capacidad de cambiar de color al entrar en contacto con el azogue. Si alguien me dijera que la esencia real y la constitución interna de la que dependen esas propiedades no es ni la figura, ni el tamaño, ni la disposición o entramado de sus partes sólidas, sino algo que llamara su forma particular me encontraría todavía más lejos de tener una idea de su esencia real de lo que antes estaba. Porque, en general, poseo una idea de la figura, del tamaño y de la situación de las partes sólidas aunque carezcan de cualquier idea sobre la figura, el tamaño y el modo de reunir las partes, por lo que se producen las cualidades que arriba he mencionado, cualidades que encuentro en este fragmento de materia que tengo en el dedo, y que no hallo en ningún otro, por ejemplo, en esta pluma que me sirve para escribir. Pero cuando se me dice que su esencia es otra cosa, que no es la figura ni el tamaño, ni la posición de las partes sólidas de ese cuerpo, algo que se denomina forma sustancial, debo confesar que carezco de cualquier idea sobre este aspecto, a no ser del sonido forma, lo que está muy lejos de ser una idea acerca je la esencia real o de la constitución de algo. En la misma ignorancia en la que me encuentro sobre la esencia real de esa sustancia particular, la tengo sobre la esencia real de las demás sustancias naturales; de estas esencias, confieso, no tengo en absoluto ninguna idea distinta, y tiendo a suponer que los demás, cuando examinan su propio conocimiento, encontrarán en sí mismos que, en este punto, se encuentran sumidos en la misma ignorancia.
7. Porque los hombres desconocen las esencias reales de las sustancias
Ahora bien, cuando los hombres aplican a ese fragmento particular de materia que está en mi dedo un nombre general ya en uso y lo denominan oro, pregunto, ¿no le dan acaso comúnmente ese nombre, en tanto en cuanto pertenece a una especie particular de cuerpos que tienen una esencia real interna, o no se supone que se lo dan, de tal manera que esa sustancia en particular llegue a ser de esa especie, y al ser llamada por ese nombre, solamente porque tiene aquella esencia? Si, como es evidente que lo es, es así el nombre por el que se designan las cosas, en cuanto que tiene su esencia, debe ser referido en primer lugar a esa esencia, y, en consecuencia, la idea a la que ese nombre se da, también se debe referir a esa esencia, y debe intentar representarla. Pero como esta esencia es desconocida por los que emplean los nombres de esta manera, todas sus ideas de sustancia tendrán que ser inadecuadas en este sentido, pues no contienen en ellas esa esencia real que la mente intenta que contengan.
8. Las ideas de sustancias, cuando se tienen por colecciones de sus cualidades, son todas inadecuadas

En segundo lugar, están aquellos que, despreciando esa suposición inútil de unas esencias reales desconocidas para distinguir las sustancias, intentan representar las que existen en el mundo poniendo juntas las ideas de aquellas cualidades sensibles, que coexisten en esas sustancias. Verdad es que los que proceden de esta manera se aproximan bastante más a una semejanza de esas sustancias que quienes inventan unas esencias reales específicas inexistentes. Con todo, no es menos cierto que no alcanzan las ideas perfectamente adecuadas de las sustancias que pretenden representar de esta manera, copiándolas en sus mentes, y que estas copias no contienen, tampoco, todo lo que se encuentra en esos arquetipos, pues estas cualidades y las potencias de las sustancias de las cuales nos servimos para forjar sus ideas complejas, tan variadas, que para un hombre resulta imposible contenerlas en una sola idea compleja. Que nuestras ideas abstractas de las sustancias no contienen todas las ideas simples reunidas en las cosas mismas, es algo evidente a partir del hecho de que los hombres en muy pocas ocasiones incluyen en su idea compleja de cualquier sustancia todas las ideas simples que saben existen en ella. Porque al intentar hacer la significación de sus nombres específicos tan clara y tan poco embarazoso como pueden, forman la mayor parte de sus ideas específicas de las especies de sustancias solamente con unas cuantas de esas ideas simples que en ellas se encuentran. Pero como éstas no tienen ninguna procedencia original ni ningún motivo por el que se las pueda incluir o excluir, resulta evidente que nuestras ideas de las sustancias son, por una y otra razón, deficientes e inadecuadas. Todas las ideas simples con las que formamos nuestras ideas complejas de sustancia, a excepción de lo que se refiere a la forma y el volumen de ciertas sustancias, son potencias que, al ser relaciones con otras sustancias, no podemos nunca estar seguros de conocer la totalidad de las que existen en un cuerpo, hasta que no sepamos, mediante la experimentación, qué cambios puede provocar y cuáles puede recibir en y por otra sustancia en sus distintos modos de aplicación. Y como esto es imposible de experimentar, ni siquiera en un solo cuerpo, y mucho menos en todos, no podemos tener ideas adecuadas de ninguna sustancia, formadas por una colección de todas sus propiedades.
9. Sus potencias usualmente forman nuestras ideas complejas de las sustancias
El que se haya fijado en primer lugar en una parcela de esa sustancia que significamos por la palabra oro, no pudo, racionalmente, haber tomado el volumen y la forma que en dicha porción observó como dependientes de su esencia real o de su constitución interna. Por tanto, esto nunca entró en la idea que
se formó de esa especie de cuerpo, sino que tal vez su color particular y su peso fueron las primeras cosas que de este cuerpo abstrajo para formarse la idea compleja de esa especie. Y estas dos cosas no son sino potencias, la una que afecta a nuestra vista de tal manera que produce en nosotros la idea que llamamos amarillo, y la otra, que es capaz de hacer subir cualquier otro cuerpo de igual volumen, en una balanza cuyos platillos están colocados en equilibrio. Tal vez otro hombre añadió a estas ideas las de la fusibilidad y fijación, otras dos potencias pasivas que se refieren a las operaciones del fuego sobre el oro; y otro, las de la ductilidad y la solubilidad en agua regia, potencias ambas que se relacionan con las operaciones de otros cuerpos, en cuanto efectúan cambios en la forma exterior del oro, o lo separan en partes insensibles. Estas, o parte de éstas, reunidas, usualmente forman la idea compleja existente en la mente de los hombres de esa especie de cuerpo que llamamos oro.
10.
Las sustancias tienen innumerables esencias no contenidas en nuestras ideas complejas
Pero nadie que haya considerado las propiedades de los cuerpos en general, o esta clase en particular, puede dudar de que ése, que se llama oro, tiene otras infinitas propiedades no contenidas en esa idea compleja. Algunos que han examinado esta especie más detenidamente, creo que podrían enumerar diez veces más de propiedades en el oro, todas ellas tan inseparables de su constitución interna como lo son el color o el peso; y es probable que si alguno de ellos conociera todas las propiedades que diversos hombres saben que tiene, pondrían en la idea compleja del oro cien veces más ideas que las que hasta ahora pone cualquier hombre. Y, así y todo, todavía no sería ni la milésima parte de lo que se puede descubrir en este metal, porque los cambios que ese cuerpo puede sufrir y producir por la aplicación debida de otro, exceden con mucho no sólo a lo que conocemos, sino a todo lo que seamos capaces de imaginar. Todo esto nos puede parecer paradójico, si se considera lo alejados que todavía están los hombres de conocer todas las propiedades de esa figura, no muy compleja, que es el triángulo; aunque no es pequeño el número de las que ya han descubierto los matemáticos.
11.
Las ideas de las sustancias, como la colección de sus cualidades, son todas inadecuadas
Así pues, todas nuestras ideas complejas de las sustancias son imperfectas e inadecuadas, lo cual sucederá también en las figuras matemáticas si únicamente forjáramos nuestras ideas complejas sobre ellas, reuniendo sus propiedades en referencia a otras figuras. Cuán inciertas e imperfectas, en efecto, no serían nuestras ideas de una elipse, si no tuviéramos de ella otra idea que la de algunas de sus propiedades, en lugar de teniendo en una idea clara toda la esencia de esa figura, descubramos esas propiedades, partiendo de dicha esencia, y vayamos de manera demostrativa comprobando cómo se deducen de ella y cómo son inseparables de ella.
12. Las ideas simples ektvena, y adecuadas
De esta manera, la mente tiene tres clases de ideas abstractas o esencias nominales:
Primero, las ideas simples, que son ektvena o copias; pero que, sin embargo, son adecuadas. Porque como no tiene sino la potencia que tienen las cosas de producir en la mente semejante sensación, esta sensación, después de producida, tiene que ser el efecto de esa potencia. De esta manera, el papel en el que escribo, al tener la potencia, en la luz, (hablo sobre la noción común de luz), de provocar en mí la sensación que llamo blanco, no puede sino ser el efecto
de semejante potencia en algo que está fuera de la mente, pues la mente carece de la potencia de producir por sí sola semejante idea. De tal manera que esa sensación, al no tener otro propósito que el de ser el efecto de aquella potencia, resulta que esa idea simple es real y adecuada. Porque como la sensación de lo blanco en mi mente es el efecto de esa potencia que está en el papel de traducir esa sensación, es algo perfectamente adecuado a esa potencia; o, de lo contrario esa potencia produciría una idea diferente.
13.
Las ideas de las sustancias son ektvena e inadecuadas
En segundo lugar, las ideas complejas de sustancias son también copias, pero no perfectas ni adecuadas; esto resulta bastante evidente para la mente, ya que claramente puede percibir que en todo conjunto de ideas simples que reúne sobre cualquier sustancia existente, no puede tener la certeza de que responde de manera exacta a todo lo que hay en la sustancia. Pues como no ha podido experimentar todo el conjunto de operaciones que se pueden realizar en todas las demás sustancias con las que trata, ni ha descubierto todos los cambios que de esta manera es capaz de percibir o de causar, la mente no puede tener una colección exacta y adecuada de todas las capacidades activas y pasivas de dicha sustancia, de manera tal que no es capaz de tener una idea compleja adecuada de las potencias de cualquier sustancia existente y de sus relaciones, que es la clase de ideas complejas de la sustancia que tenemos, y, después de todo, si pudiéramos tener y tuviéramos realmente en nuestras ideas complejas una colección exacta de todas las cualidades secundarias o potencias de una sustancia cualquiera, no tendríamos, ni aún así, una idea de la esencia de esa cosa que, desde el momento en que las potencias o cualidades que se pueden observar no son la esencia real de esa sustancia, sino que dependen y emanan de ella, todo conjunto de esas cualidades, sea el que fuere, no puede ser la esencia de esa cosa. Por lo que es evidente que nuestras ideas de sustancias no son adecuadas; no son lo que nuestra mente intenta que sean. Además, el hombre no tiene ninguna idea de sustancia en general, ni conoce qué es la sustancia en sí misma.
14. Las ideas de los modos y de las acciones son arquetipos y no pueden ser adecuadas
En tercer lugar, las ideas complejas de los modos y relaciones son originales y arquetipos; no son copias, ni están formadas según el modelo de alguna existencia real a la que la mente pretenda que se conforme, y que respondan exactamente. Puesto que se trata de colecciones de ideas simples que la mente misma reúne, y tales colecciones que cada una contiene en sí misma precisamente todo lo que la mente intentó que contuvieran, siendo arquetipos y esencias de modos que pueden existir; y de esta manera están designadas solamente para designar y pertenecer a tales modos, cuando éstos existen realmente, guardando una conformidad exacta con estas ideas complejas. Las ideas, por tanto, de los modos y las relaciones no pueden menos que ser adecuadas.

Ensayo
Comentarios 
Cuestionarios