LIBRO II DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO

Capítulo XXXIII
DE LA ASOCIACIÓN DE IDEAS

1. Hay algo poco razonable en la mayoría de los hombres
Difícilmente existe nadie que no advierta algo extraño y extravagante en las opiniones, en los razonamientos y en los actos de los hombres. El menor error de esta clase, si es diferente de su razón propia, todo el mundo muestra la suficiente agudeza para descubrirlo en otro, y podrán, mediante la autoridad de la razón, condenarlo abiertamente; aunque él, por su parte, sea culpable de una sinrazón mayor en sus propias creencias y conducta, la cual jamás advertirá, y de la cual se dejará convencer muy a duras penas.
2.
No todo proviene del amor propio
Esto no procede totalmente del amor propio, aunque frecuentemente sea uno de sus focos principales. Los hombres de mente equitativa y que no tienden a exagerar su propia estimación, frecuentemente son culpables de esto; y en muchos casos uno escucha asombrado las peleas y queda sorprendido con la obstinación de un hombre de mérito que no cede a la evidencia de la razón, aunque sea ésta tan clara como la luz del día.
3. Tampoco proviene de la educación
Esta clase de sinrazón se imputa generalmente a la educación y a los prejuicios y, en la mayor parte de los casos, con razón; pero esto no alcanza al fondo del mal, ni muestra con suficiente claridad de manera suficiente de dónde procede, o en qué radica. A menudo se asigna correctamente la educación como la causa, y el prejuicio como el nombre general que designa la cosa misma; pero me parece que, sin embargo, se deberá penetrar un poco más en el fondo por parte de quien desee avanzar más en esta clase de locura, hasta alcanzar las raíces de donde brota, y poder explicarla, mostrando el origen de semejante defecto en hombres muy equilibrados y racionales.
4. Un grado de demencia que se encuentra en la mayoría de los hombres
Se me perdonará el que emplee un nombre como el de demencia, cuando se considere que la oposición a la razón merece realmente ese nombre, y que ésta constituye una demencia. Pues apenas hay un hombre tan libre de ella que no se le pueda juzgar más digno de estar en el manicómio que de ocupar un puesto en la vida civil, y en todos los casos arguye o actúa como lo hace en algunos. No quiero así referirme al caso en que se encuentra bajo el impulso de una pasión desenfrenada, sino en el curso normal y estable de su vida. Lo que también servirá de excusa para la severidad del término, y para la ingrata imputación que hago de la mayor parte de la humanidad, es todo lo que dije en aquella investigación sobre la naturaleza de la demencia (lib. II, cap. XI, epígrafe 13). Descubrí que brota precisamente de la misma raíz y que depende de la misma causa de la que hemos estado hablando. Y fue la consideración de la cosa misma la que me sugirió este pensamiento, en un momento en que no reflexionaba sobre los asuntos de que ahora me ocupo. Y si realmente era una debilidad que todos los hombres tienen, una corrupción que tan universalmente infecta al género humano, entonces se deberá poner mayor empeño en sancionarla con su verdadero nombre, para poder prevenirla y remediarla de la mejor manera posible.
5.
De una equivocada anexión de ideas
Algunas de nuestras ideas tienen una correspondencia natural y una conexión entre sí, debido al oficio y a la excelencia de nuestra razón para descubrir esas ideas y mantenerlas unidas en esa correspondencia en la que fundan su ser peculiar. Existe, además, otra conexión de ideas que tiene su origen en el azar o en la costumbre, de manera que las ideas que en sí mismas no tienen ningún parentesco llegan a quedar vinculadas de tal manera en la mente de los hombres que resulta muy difícil separarlas: siempre van juntas, y tan pronto como una de ellas entra en el entendimiento, aparece su asociada, y si por esta circunstancia son más de una las que se encuentran allí unidas, todas las demás, que le son inseparables, se le juntan.
6.
Esta conexión se realiza por la costumbre
Tan fuerte es esta combinación de ideas, no establecida por la naturaleza, que la mente la hace en sí misma, bien por su voluntad, bien por el azar; y de aquí suele ocurrir que, en hombres diferentes, estas combinaciones se muestran como muy diferentes, de acuerdo con sus diferentes inclinaciones, su educación, sus intereses, etc. La costumbre establece hábitos de pensamiento en el entendimiento, de la misma manera que produce determinaciones en la voluntad y movimientos en los cuerpos; todo lo cual no parece ser sino determinados cursos del movimiento de los espíritus animales que, una vez iniciado su camino, continúan tras los mismos pasos a los que se han acostumbrado, pasos que, por el frecuente tránsito, acaban por formar un camino llano que facilita el movimiento y lo hace natural. En tanto en cuanto podemos comprender lo que es el pensamiento es como se produce, al parecer, las ideas en nuestra mente; o, si no es así, esto nos puede servir para explicar el que unas se sigan a las otras en un curso habitual, una vez que han sido puestas en línea, del mismo modo que nos explica los movimientos similares del cuerpo. Un músico, acostumbrado a una melodía cualquiera, descubre que, si empieza a sonar en su cabeza las ideas de sus diferentes notas se seguirán en su entendimiento de manera ordenada, sin que él ponga ningún empeño o atención en ello, y de la misma manera tan regular con que se mueven sus dedos sobre las teclas del órgano cuando ejecuta la melodía que ha comenzado a tocar, aunque sus pensamientos no se centren en ello. No voy a detenerme sobre si la causa natural de esas ideas, así como de aquel movimiento de los dedos, es el movimiento de los espíritus animales, aunque, por este ejemplo, parezca muy probable que lo sea, Lo cierto es que esto nos puede ayudar un poco a formarnos una concepción sobre los espíritus intelectuales y sobre la ligazón que mantiene unidas a estas ideas.
7.
Algunas antipatías y su efecto
Que realmente tales asociaciones, producidas por la costumbre, existan en la mente de la mayoría de los hombres, me parece que es algo que nadie, después de haberse considerado correctamente a sí mismo y a los demás, pondrá en duda; y a esto quizá es a lo que con justicia se podría atribuir la mayor parte de las simpatías y antipatías encontradas en los hombres, las cuales actúan tan fuertemente y producen efectos tan regulares como si fueran naturales. Por lo cual se las denomina de esta manera, aunque en un principio
no tuvieran otro origen que la conexión casual de dos ideas, ideas que quedaron tan fuertemente unidas, bien por la fuerza de la primera impresión, bien por la complacencia que de ellas se derivaba, que en adelante siempre fueron juntas en la mente de ese hombre, como si de una sola idea se tratase. Debe observarse que he dicho «la mayoría» y no todas las antipatías; porque algunas son realmente naturales, y dependen de nuestra constitución original, naciendo con nosotros; pero una gran parte de aquellas que se tienen por naturales se podrían haber conocido como teniendo su origen en impresiones inadvertidas, aunque tempranas, o en fantasías desordenadas, si se hubieran observado cuidadosamente. Una persona adulta que se ha saciado de miel, en el momento en que escucha ese nombre siente que su fantasía le provoca inmediatamente molestias y náuseas en el estómago y que no puede soportar la idea de ese alimento. Otras ideas de disgusto, molestia y vómitos se suceden con presteza a aquélla y el hombre se siente indispuesto, aunque sabe de dónde data su molestia y el origen de su indisposición. Si lo mismo le hubiera ocurrido a un niño, por la ingerencia de una sobredosis de miel, se habrían sucedido todos los mismos efectos, pero la causa se habría equivocado, y la antipatía se tendría como natural.
8.
La influencia de la asociación se debe achacar a la educación de los jóvenes
Menciono esto no porque exista una necesidad imperiosa de distinguir entre las antipatías naturales y las adquiridas para apoyar nuestra argumentación, sino que hago mención de ello con otro propósito, es decir, con el de que quienes tengan hijos, o el encargo de educarlos, comprendan lo mucho que vale la pena el preocuparse por impedir que se establezcan conexiones inadecuadas de ideas en las mentes de los jóvenes. Ese es el momento en el que somos más susceptibles a las impresiones duraderas, y aunque es cierto que las que hacen referencia al cuerpo no pasan inadvertidas para las personas discretas, sin embargo, dudo que las impresiones que más específicamente se refieren a la mente hayan sido advertidas con más preocupación de lo que el asunto requería; más aún, sospecho que las que únicamente se refieren al entendimiento han sido totalmente descuidadas por la mayor parte de los hombres.
9.
La conexión errónea de ideas. es una causa importante de errores
Esta conexión errónea en nuestra mente de ideas que por sí mismas son independientes las unas de las otras tiene tal influencia y tanta fuerza para descarriarnos en nuestros actos morales y naturales, y en nuestras pasiones, razonamientos y nociones, que tal vez no exista ninguna cosa que en sí misma merezca tanto cuidarse.
10.
Un ejemplo
Las ideas de fantasmas y espíritus no guardan en realidad más relación con la oscuridad que con la luz; pero es suficiente con que una descuidada nodriza inculque con frecuencia esas ideas en la mente de un niño, y las cultive allí para que el niño no pueda separarlas ya mientras viva: en adelante, la oscuridad siempre traerá consigo aquellas ideas espantosas, y no podrá soportar más la una que la otra.
11.
Otro ejemplo
Un hombre recibe una grave injuria de otro y piensa continuamente en ese hombre y en esa acción, de manera que, con tanto darle vueltas a la una y a lo
otro, llega a unir de tal manera esas ideas que acaba convirtiéndolas en una sola, no pensando nunca en ese hombre sin que el dolor y la afrenta que sufrió lleguen a su mente de tal manera que apenas pueda separar lo uno de lo otro, sino que, por el contrario, siente igual aversión por ambos. De esta manera es como ocurre que se origine, en ocasiones de poca consideración e inocentes, odios, que se propagan y continúan en el mundo a través de tendencias.
12. Tercer ejemplo
Un hombre ha sufrido un dolor o una enfermedad en cualquier lugar, o vio morir a su amigo en una habitación determinada. Aunque estas cosas nada tengan que ver naturalmente entre sí, sin embargo, cuando acude a su mente la idea del lugar, lleva consigo (una vez que se ha formado la impresión) la del dolor y la de la pena, por lo que tan mal soporta la una como la otra.
13.
Por qué el tiempo cura algunos desórdenes de la mente que la razón no puede sanar
Cuando se establece esta combinación y en tanto se mantiene, la razón se muestra impotente para ayudarnos y aliviarnos de sus efectos. Las ideas en nuestras mentes, mientras estén allí, no pueden operar sino según su naturaleza y de acuerdo con las circunstancias. Así vemos la causa por la que el tiempo cura ciertos desórdenes que la razón no puede sanar ni puede hacerse oír a otras personas que en otras circunstancias se mostrarían dispuestas a escuchar. La muerte de un niño, el cual constituía el encanto diario y la alegría para los ojos y el alma de la madre, priva a su corazón de toda alegría vital infringiéndole un tormento desgarrador. Empléese en este caso cualquier medio de consuelo que la razón nos pueda ofrecer, y comprobaremos que es como predicar tranquilidad a un hombre en el potro del tormento, esperando que nuestros razonamientos puedan aliviar el dolor que le causa la dislocación de sus miembros. En tanto el tiempo no haya separado por desuso, de la mente de esa madre afligida, el sentido de gozo, que ha perdido, alejándola de la idea de su hijo que le vuelve a la memoria, todo lo que se le quiera representar resultará inútil, por muy razonable que sea. Por eso sucede que las personas en las que la unión de semejantes ideas nunca llega a disolverse pasan sus días amargadas, y llevan su dolor incurable hasta la tumba.
14. Otro ejemplo del efecto de la asociación de ideas
Un amigo mío conoció a un hombre que había sanado totalmente de la rabia por medio de una operación difícil y dolorosa. El caballero que así curó, con gran sentimiento de gratitud y reconocimiento, admitió toda su vida que su curación era el mayor favor que jamás pudo recibir; pero, a pesar de la gratitud que sus razonamientos le sugerían, nunca pudo soportar la presencia del que lo operó, ya que su imagen traía consigo la idea de su agonía, que era demasiado poderosa e intolerable para que pudiera soportarla.
15.
Más ejemplos
Como muchos niños achacan las penas que sufren en la escuela a los libros por los que fueron castigados, unen de tal modo esas dos ideas que todo libro les provoca una aversión, y nunca llegan a reconciliarse con el estudio y el uso de los libros en toda su vida, convirtiéndose así la lectura en un tormento en lugar de en el placer que les llenara parte de sus vidas. Existen habitaciones, bastante cómodas, en las que determinados hombres no pueden estudiar, y hay copas de cierta forma en las que no quieren beber, por más limpias y adecuadas que sean; y eso ocurre porque algunas ideas accidentales se han unido a esas cosas haciéndolas ofensivas. ¿Y quién no ha observado a algunos hombres que se acobardan ante la presencia o compañía de otros que en modo alguno son superiores, solamente porque en algún momento lo fueron? Y es que la idea de autoridad y de distanciamiento van unidas a las de esas personas, por lo que quien así se vio minusvalorado no es capaz de separar ambas ideas.
16. Un ejemplo curioso
Son tantos los ejemplos de esta clase que si añado uno más es solamente por su curiosa singularidad. Es éste el de un joven caballero que, habiendo aprendido a bailar con gran perfección, lo hizo en un cuarto donde existía un viejo baúl. Tanto se mezcló la idea de esta pieza de su mobiliario con las evoluciones y pasos de sus bailes, que, aunque podía danzar con gran perfección en ese cuarto, solamente era capaz de hacerlo cuando estaba el viejo baúl; y tampoco podía hacerlo en ningún otro lugar, a no ser que ese baúl u otro semejante estuviera situado en un lugar similar de la habitación. Si este relato pareciese sospechoso de haber sido adornado con algunas circunstancias cómicas que exceden lo natural, debo advertir que me lo refirió hace años un hombre muy serio y digno de crédito, quien lo había presenciado tal y como yo lo he narrado. Y me atrevo a afirmar que muy pocas serán las personas inquisitivas que lean esto que no hayan tenido noticia, si no fueran testigos, de ejemplos que puedan compararse a éste por su naturaleza o que lo justifiquen.
17. La influencia de la asociación de ideas en los hábitos intelectuales
Los hábitos y los defectos intelectuales que se contraen de esta manera no son menos frecuentes ni poderosos aunque pasen más desapercibidos. Basta que las ideas de ser y de materia estén fuertemente unidas, bien por los efectos de la educación, bien por el mucho meditar sobre ellas. Y mientras esa combinación se mantenga en la mente, ¿qué nociones, qué razonamientos podrán hacerse sobre los espíritus separados. Basta con que la costumbre, desde la infancia, una la figura y la forma a la idea de Dios y ¿qué absurdos no serán a los que esa mente esté expuesta sobre la divinidad? Basta que la idea de la infalibilidad se una inseparablemente a la de una persona para que ésta se apodere totalmente de la mente, y entonces la noción de un solo cuerpo presente en dos lugares a la vez se admitirá como una verdad fuera de toda duda, siempre que aquella persona hacia la que se tiene una fe implícita de infalibilidad dicte y exija sin más averiguación el asentimiento.
18.
Esta influencia se observa entre diferentes sectas de filósofos y de religiones
Se encontrará que algunas combinaciones equivocadas y no naturales de ideas, son las que establecen las oposiciones irreconciliables entre las distintas sectas de filosofía y religión; porque no se puede imaginar que cada uno de sus seguidores se engañen voluntariamente a sí mismos, y rechacen conscientemente la verdad que le ofrece la razón. Aunque, sin duda, tiene mucha relación con este asunto el interés, sin embargo, no se puede admitir como la causa de la corrupción que asola a sociedades enteras de hombres hasta el punto que todos, sin excepción, mantengan a sabiendas la falsedad. Preciso es reconocer que algunos, al menos, hacen lo que todos pretenden, es decir, buscar la verdad sinceramente; y por ello tiene que haber algo que ciegue sus entendimientos, y que impidan que vean que aquello que toman por verdadero es falso. Lo que esta manera ocupa sus razonamientos, y lleva a los hombres hacia algo que es contrario al sentido común
se puede ver, cuando se examina de cerca, que es a lo que nos venimos refiriendo, es decir, algunas ideas independientes que no tienen ningún vínculo entre sí, pero que se han acoplado de tal manera en la mente a través de la educación, del uso y del empleo constante de sus partidarios, que aparecen allí siempre unidas; y éstas no se pueden separar en sus pensamientos más que si se tratara de una sola idea, y operan como si realmente lo fuesen. Esto es lo que da sentido a tanta jerga, a tan demostración de absurdos y a tanto sin sentido, y es, como ya he dicho, el mayor cimiento en que se basan todos los errores del mundo; o, aunque no sea tanto su alcance, es, al menos, el más peligroso, puesto que en la medida en que alcanza sus objetivos, en esa misma medida impide que los hombres vean y examinen. Cuando dos cosas, en sí mismas separadas, aparecen constantemente unidas para la vista; si el ojo ve que estas cosas están juntas, a pesar de ser sueltas, ¿entonces dónde se empiezan a rectificar los errores de dos ideas que esas personas han venido uniendo en sus mentes, hasta el punto de sustituir la una por la otra, y, según me inclino a pensar, sin percibirlo muchas veces en ellas mismas? Esto, en tanto se encuentre bajo la influencia del engaño, y se aplaudan a sí mismos como celosos campeones de la verdad, cuando realmente en lo que contienden es en el error; y la confusión de dos ideas diferentes, cuya conexión habitual en sus mentes las convierte, para ellas, en una sola idea, llena sus cabezas con falsas apreciaciones, y sus razonamientos de falsas consecuencias.
19.
Conclusión
Habiendo explicado de esta manera el origen, las clases y la extensión de nuestras ideas con algunas otras consideraciones sobre estos (no sé si decir) instrumentos o materiales de nuestro conocimiento, el método que primero me propuse a mí mismo exigiría que ahora mostrara inmediatamente el uso que de ellos hace el entendimiento, y el conocimiento que alcanzamos por ellos. Esto fue lo que, al principio, creí que sería lo que tenía que hacer; pero al examinar más detenidamente este asunto he observado que existe una conexión tan grande entre las ideas y las palabras, y que nuestras ideas abstractas y los términos genéricos tienen una relación mutua tan constante que resulta imposible hablar con claridad y distinción sobre nuestro conocimiento, que consiste todo en proposiciones, sin primero considerar la naturaleza, el uso y la significación del lenguaje; así pues, esto será el asunto del siguiente libro.

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