Capítulo IV
DE LA SOLIDEZ
1. Recibimos esta idea por medio del tacto
La idea de la solidez la recibimos por nuestro tacto; y
proviene de la resistencia que notamos en un cuerpo a que cualquier otro cuerpo
ocupe el lugar que tiene, hasta que cede. No existe ninguna otra idea que
recibamos de forma más constante a través de la sensación que la de solidez.
Bien nos hallemos en movimiento, bien en reposo, sea cual fuera la posición
en que estemos, siempre sentimos algo debajo de nosotros, algo que nos
sostiene y que nos impide hundirnos todavía más. Y los cuerpos que
diariamente manejamos nos hace darnos cuenta que mientras están en nuestras
manos, a causa de una fuerza irresistible, impiden que se aproximen las partes
de nuestras manos que los oprimen. Eso que impide de una forma tal el
acercamiento de los cuerpos, cuando se mueven el uno hacia el otro, es a lo que
yo llamo la solidez. No voy a discutir el que esta acepción de la palabra
sólido se encuentre más cerca de su significación original, que aquella en la
que la emplean los matemáticos. Me basta que la noción común de la solidez
permita, ya que no justifique, su empleo; pero si alguien cree oportuno
denominarla «impenetrabilidad», nada opondré a ello. Únicamente me ha
parecido el término «solidez» más adecuado para expresar esta idea, no sólo
porque vulgarmente se emplea con este sentido, sino además porque conlleva algo
más de positivo que el término de «impenetrabilidad», que es negativo, y que
tal vez sea más una consecuencia de la «solidez» que no la misma «solidez».
Entre todas las demás ésta parece ser la idea que está más íntimamente
unida con lo corpóreo y a la esencia de cuerpo; de tal manera que no se puede
encontrar o imaginar en ningún otro lugar que no sea en la materia. Y aunque
nuestros sentidos no tomen nota de ella sino en masas de materia que por su volumen sean suficientes para producir en
nosotros una
sensación, sin embargo, la mente, una vez que adquiere mediante la experiencia
la idea en los cuerpos toscos, la persigue más allá y la considera (lo mismo
que la forma) en la partícula más ínfima de materia que puede haber, y la
encuentra inherente e inseparable de lo corpóreo, dondequiera que esté o de
cualquier modo que esté modificado.
2. La solidez llena el espacio
Por esta idea, perteneciente a lo corpóreo, es por la que
deducimos que el cuerpo «llena el espacio». Esta idea de llenar el espacio
lleva consigo que, en cualquier lugar que imaginemos que algún espacio está
ocupado por una sustancia sólida, concebimos que dicha sustancia lo posee de
un modo tal que excluye a cualquier otra, y que impedirá continuamente que
otros dos cuerpos cualesquiera, que se muevan en una línea recta el uno hacia
el otro, lleguen a tocarse, a no ser que se desplace de en medio de esos dos
cuerpos en una línea que no sea paralela a aquella en que se mueve. Y ésta es
una idea que nos proporciona suficientemente los cuerpos que normalmente
manejamos.
3. Es diferente del espacio
Esta resistencia, por la que un cuerpo impide a los otros
ocupar el espacio que él posee, es tan grande que no existe fuerza, por grande
que sea su poder, que pueda vencerla. Todos los cuerpos del mundo presionando
a una gota de agua por todos lados nunca podrán vencer la resistencia que
ofrecerá, con todo lo blanda que es, a que se toquen los unos a los otros,
hasta que no se quite de entre ellos. De aquí que nuestra idea de solidez se
diferencie tanto del «espacio puro», incapaz de resistencia o moción, como de
la idea común de «dureza». Porque un hombre puede imaginar dos cuerpos
colocados a distancia que se acerquen el uno al otro sin desalojar ninguna cosa
sólida, hasta que lleguen a tocarse sus superficies. De
donde creo extraemos una idea clara del espacio sin solidez. Porque, para no
llegar al extremo de la destrucción de un cuerpo particular, pregunto: ¿no
puede acaso un hombre tener la idea del movimiento de un único cuerpo
solitario, sin que le suceda inmediatamente en su lugar ningún otro? Creo que
es evidente que sí es posible, puesto que la idea de movimiento en un cuerpo no
conlleva la idea de movimiento en otro más que la idea de una figura cuadrada
en un cuerpo encierra la idea de una figura cuadrada en otro. No me cuestiono
sí los cuerpos existen de tal manera que el movimiento de uno no puede
realmente existir sin el movimiento de otro; resolver esto de una forma u otra
es caer en una petición de principios en favor o en contra de un «vacío». Mi
pregunta es si uno no puede tener la «idea» de un cuerpo movido, mientras
otros se hallan en reposo; y pienso que nadie podrá negar que sí puede. Si es
de esta forma, entonces el lugar que abandonó nos proporciona la idea de
espacio puro sin solidez, en el cual otro cuerpo puede penetrar sin resistencia
ni expulsión de ninguna cosa. Cuando se tira del émbolo de una bomba, el
espacio que ocupaba en el tubo es seguramente el mismo, aunque otro siga o no el
movimiento del émbolo. Y tampoco supone una contradicción el que, al moverse
el cuerpo, otro cuerpo, que solamente esté contiguo, no lo siga. La necesidad
de semejante emoción radica en el supuesto de que el mundo está lleno; pero en
ningún modo en las ideas diferentes de espacio y solidez, tan distintas como la
resistencia y la no-resistencia, la expulsión y la no-expulsión. Y como se demuestra en otro lugar, que tengan los hombres ideas de espacio sin cuerpo es
lo que indican, justamente, sus disputas sobre el vacío.
4. Es distinta de la dureza
De esto se deduce que la solidez
se distingue también de la dureza en que la solidez consiste en repulsión, y por ello excluye totalmente a otros cuerpos del
espacio que ocupa; mientras que la dureza consiste en una cohesión firme de las
partes de materia que componen masas de volumen sensible, de tal manera que el
todo no cambia con facilidad de forma. Realmente, duro y blando no son sino
unos nombres que damos a los objetos en relación a la constitución de nuestros
propios cuerpos. De esta manera afirmamos generalmente que es duro lo que nos
causa un dolor, antes que cambie de forma a causa de la presión ejercida por
cualquier parte de nuestro cuerpo; mientras que afirmamos que algo es blando,
cuando modifica la situación de sus partes sin esfuerzo ni dolor al ser tocado
por nosotros. Pero esta dificultad que existe para lograr que
cambie la
situación de las partes sensibles entre sí, o que cambie la forma del todo, no
comunica una mayor solidez al cuerpo más duro del mundo que al más blando;
y un diamante no es más sólido que el agua. Porque, aunque es cierto que las
caras de dos fragmentos de mármol pueden acercarse con más facilidad la una a
la otra cuando no existe entre ellas sino agua o aire, que si hubiera un
diamante, sin embargo, no es porque las partes del diamante sean más sólidas
que las del agua, o por que resistan más, sino porque, dado que las partes del
agua se separan más fácilmente las unas de las otras, será más fácil que se
separen por un movimiento lateral, permitiendo así el acercamiento de los dos
fragmentos de mármol, lo mismo que lo impide el diamante, y sería igualmente
tan imposible para ninguna fuerza vencer su resistencia, como el vencer la de
las partes de un diamante. El cuerpo más blando del mundo podrá aguantar tan
irresistiblemente el que se junten otros dos cuerpos cualesquiera, si no se
aparta, como el cuerpo más duro que pueda hallarse o imaginarse. Quien llene de
aire o de agua un cuerpo dilatable y blando, pronto podrá notar su resistencia,
y aquel que crea que solamente los cuerpos duros pueden evitar que sus manos se
toquen, podrá comprobarlo con el aire contenido en un balón. El experimento que me han dicho se realizó en Florencia con un globo
hueco de oro, lleno de agua y cuidadosamente cerrado, demuestra claramente la
solidez de un cuerpo tan blando como el agua. Porque en el globo de oro,
lleno de esta manera y puesto en una prensa que se accionaba por la fuerza
extrema de los tornillos, el agua se abrió camino a través de los poros de ese
metal tan compacto, y al no encontrar espacio para un acercamiento mayor de sus
partículas en el interior se dirigió hacia fuera donde se levantó como si se
tratara de rocío y cayó antes que las paredes del globo cedieran a la violenta
compresión de la máquina que lo oprimía.
5. El impulso, la resistencia y la expulsión dependen de la solidez
Por esta idea de la solidez se diferencia la extensión del
cuerpo de la del espacio, ya que la extensión del cuerpo no es nada, sino la
cohesión continua de partes sólidas, separadas y movibles, y la extensión del
espacio, la continuidad de partes no sólidas, inseparables e inamovibles.
También depende de la solidez de los cuerpos su mutuo impulso, resistencia y
expulsión. Acerca del puro espacio, por tanto, y de la solidez, existen varios
(entre los que me cuento) que creen tener ideas claras y distintas, así como de
que pueden pensar sobre un espacio que no contenga nada que resista o que sea
expulsado por un cuerpo. Esta es la idea del espacio puro que ellos piensan que
tienen tan claramente como cualquier otra idea que puedan poseer sobre la
extensión del cuerpo; porque es igualmente clara la idea de la distancia
entre las partes opuestas de una superficie cóncava sin la idea de ninguna
parte sólida entre ellas como con esa idea. Creen, además, de que tiene la
idea de algo que llena el espacio y que es susceptible de ser expulsado por el
impulso de otros cuerpos, o de resistir a su movimiento, idea distinta de la
del espacio puro. Si existen otros hombres que no diferencian estas dos ideas,
sino que
las confunden y de las dos hacen una sola, no sé cómo
personas que tengan la misma idea bajo nombres distintos, o ideas diferentes
bajo un mismo nombre, puedan hablar mejor entre sí, que lo que un hombre que
no es ciego ni sordo y tiene ideas distintas del color escarlata y del sonido de
una trompeta, podría conversar sobre el color escarlata con el ciego que
mencioné en otro lugar, que identificaba la idea de escarlata con el sonido de
una trompeta.
6. Qué puede ser la solidez
Si alguien me interroga sobre ¿qué es la solidez?, le
remitiré a sus propios sentidos para que lo informen: que coja entre sus
manos un pedernal o un balón e intente juntarlos, y lo sabrá. Y si no le
parece ésta una explicación suficiente de la solidez, de qué cosa sea y en
qué consiste, le prometo explicarle qué cosa es y en qué consiste cuando él
me diga qué es pensar y en qué consiste, o cuando me explique lo que es la
extensión y el movimiento, lo cual, quizá, parece más fácil. Las ideas
simples que tenemos son tal como la experiencia nos las muestra. Pero si
intentamos ir más allá con las palabras para hacerlas más claras a la mente,
tendremos el mismo éxito que si nos pusiéramos a esclarecer, mediante el
habla, la oscuridad de la mente de un ciego, con el objeto de comunicarle
hablando las ideas de la luz y del color. En otro lugar mostraré el fundamento
de esto.
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