LIBRO III DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO

Capítulo IX
ACERCA DE LA IMPERFECCIÓN DE LAS PALABRAS

1. Las palabras se usan para registrar y comunicar nuestros pensamientos
De cuanto se ha dicho en los capítulos precedentes, resulta fácil advertir cuánta imperfección hay en el lenguaje, y cómo la misma naturaleza de las palabras hace casi inevitable que muchas de ellas sean dudosas e inciertas en su significado. Para examinar la perfección o imperfección de las palabras es necesario considerar, en primer lugar, su uso y finalidad, porque en la misma forma en que puedan alcanzar eso, así serán más o menos perfectas. Hemos mencionado, en partes anteriores de este tratado, un doble uso de las palabras.
Primero, para el registro de nuestros propios pensamientos.
Segundo, para comunicar nuestros pensamientos a los demás.
2. Cualquier palabra sirve
En cuanto al primero de estos dos fines, para el registro de nuestros propios pensamientos, para auxilio de nuestra memoria, como si, por decirlo así, habláramos con nosotros mismos, cualesquiera palabras sirven. Pues como los sonidos son signos voluntarios y diferentes de cualesquiera ideas, un hombre puede usar las palabras que quiera para significar sus propias ideas para sí mismo; y no habrá imperfección en ellas si se usa de manera constante el mismo signo para la misma idea, ya que entonces tendrá que entenderse el sentido de su mensaje, que es en lo que consiste el uso correcto y la perfección del lenguaje.
3.
La comunicación por las palabras o es civil o filosófica
En segundo lugar, la comunicación por las palabras también tiene un doble uso:

1. Civil.
II. Filosófico.
Primero, por uso civil quiero decir esa comunicación de pensamientos e ideas por medio de palabras, en cuanto sirve para el mantenimiento de la conversación común y del comercio, sobre los asuntos y conveniencias de la vida civil, en las sociedades de los hombres, los unos entre los otros.
Segundo, por uso filosófico de las palabras quiero decir un uso tal de ellas que pueda servir para comunicar las nociones precisas de las cosas, y para expresar en proposiciones generales las verdades ciertas e indubitables, en las que la mente pueda encontrar reposo y con las que se satisfaga en su búsqueda de un conocimiento verdadero. Estos dos usos son muy distintos, y será necesario un grado mucho menor de exactitud en uno que en el otro, según veremos en lo que sigue.
4. La imperfección de las palabras es la ambigüedad de su significado, que es producto de la clase de ideas que significan
Siendo la finalidad principal del lenguaje en la comunicación el ser entendido, las palabras no sirven
adecuadamente para este fin, ni en el discurso civil ni en el filosófico, cuando una palabra cualquiera no suscita en el oyente la misma idea que significa en la mente del hablante. Ahora bien, como los sonidos no tienen ninguna conexión natural con nuestras ideas, sino que han tomado su significado por una imposición arbitraria de los hombres, la duda e incertidumbre en su significación, que es la imperfección de la que estamos hablando, tiene su causa más bien en las ideas que significan que en alguna incapacidad que hubiera en un sonido más que en otro para significar cualquier idea, ya que, desde este punto de vista, to- dos los sonidos son igualmente perfectos.
Entonces, lo que hace que algunas palabras sean más dudosas e inciertas en sus significados es la diferencia de las ideas que significan.
5. Causas naturales de su imperfección
Dado que las palabras carecen de significación, las ideas que cada una significan deben ser aprendidas y retenidas por aquellos que pretenden cambiar los pensamientos, y mantener una conversación inteligible con los demás en cualquier lenguaje. Pero esto resulta más difícil de conseguir en las siguientes ocasiones:
Primero, cuando las ideas que significan son muy complejas y están compuestas de un gran número de ideas juntas.
Segundo, cuando las ideas que significan no tienen ninguna conexión cierta en la naturaleza, de tal forma que no existe ningún modelo en la naturaleza que sirva para rectificarlas y ajustarlas.
Tercero, cuando la significación de las palabras se refiere a un modelo que no es fácil de conocer.
Cuarto, cuando la significación de la palabra y la esencia real de la cosa no son exactamente las mismas.
Estas son las dificultades que conllevan la significación de algunas palabras inteligibles. Y aquellas que no lo son en absoluto, como los nombres que significan
algunas ideas simples que otro, por carencia de los órganos o facultades apropiadas, no puede conocer, como los nombres de los colores para un ciego, o los sonidos para un sordo, no se necesitan mencionar aquí.
En todos estos casos encontraremos una imperfección en las palabras que yo explicaré más detenidamente cuando trate de la aplicación particular de aquéllas a nuestras diversas clases de ideas; porque, si las examinamos, encontraremos que los nombres de los modos mixtos están más sujetos a ser dudosos e imperfectos, por las dos primeras razones, mientras que los nombres de las sustancias lo están más por las dos últimas.
6.
Los nombres de los modos mixtos son dudosos en primer lugar porque las ideas que significan son complejas
Primero, los nombres de los modos mixtos son, en su mayor parte, susceptibles de gran incertidumbre y oscuridad en su significación a causa de esa gran composición que a menudo ofrecen esas ideas complejas. Para que las palabras resulten adecuadas para los fines de la comunicación es necesario, como ya se ha dicho, que provoquen exactamente en el oyente la misma idea que significan en la mente del que habla. Sin esto, los hombres se llenarían sus cabezas de ruidos y sonidos, pero sin conseguir comunicar sus pensamientos, ni presentar sus ideas a los demás, que son los fines de la comunicación y del lenguaje. Pero cuando una palabra significa una idea muy compleja, que sea compuesta y descompuesta, no resulta fácil que los hombres retengan y se formen esa idea de una manera tan exacta como para que el nombre, en el uso común, signifique la misma idea sin la menor variación. De aquí se puede deducir que los nombres que los hombres han dado a ideas muy compuestas, tales como la mayor parte de las palabras morales, raramente tienen la misma significación para dos hombres diferentes, ya que raramente la idea de un hombre coincide con la de los demás, y con frecuencia difiere de la suya propia, de la que tuvo ayer o de la que tendrá mañana.
7.
En segundo lugar, porque porque no tienen modelos en la naturaleza
Puesto que los nombres de los modos mixtos carecen, en su mayor parte, de modelos en la naturaleza, por medio de los que los hombres pueden rectificar y ajustar sus significados, sucede que son muy distintos y dudosos. Son conjuntos de ideas unidas al capricho de la mente que persigue sus propios fines en el discurso, y de acuerdo con sus propias nociones, por medio de las cuales no intenta copiar nada de lo realmente existente, sino denominar y ordenar las cosas en tanto en cuanto están de acuerdo con aquellos arquetipos o formas que ha fabricado. El que por primera vez acuñó las palabras ficción, halagar y burla, unió según sus deseos las ideas que quería significar, y lo mismo que ahora ocurre con cualquiera de los nombres nuevos que se introducen en el lenguaje, así sucedió con los antiguos cuando fueron empleados por vez primera. Por tanto, los nombres que significan conjuntos de ideas que la mente reúne según su capricho deben ser, necesariamente, de dudosa significación, desde el momento en que semejantes colecciones no se encuentran constantemente unidas en la naturaleza, ni existen modelos que se puedan mostrar a los hombres para que se ajusten a ellos. Lo que significan las palabras asesinato, sacrilegio, etc., no podrá saberse nunca a partir de las cosas mismas, pues muchas de las partes de esas ideas complejas no son visibles en la acción misma; la intención de la mente, o la relación de las cosas sagradas, que forman parte del asesinato o del sacrilegio, no tienen necesariamente ninguna conexión con la acción externa y visible de quien la comete; y la de impulsar el gatillo del revólver con que se comete un asesinato, y que quizá sea la única acción visible, no tiene ninguna conexión natural con aquellas otras ideas que forman la idea compleja llamada asesinato. Únicamente a partir del entendimiento obtienen su unión y combinación, el cual las reúne bajo un nombre, pero, al hacerlo sin ninguna regla ni modelo, necesariamente tiene que ocurrir que la significación del nombre que establece unas colecciones de ideas tan variadas sea distinta con frecuencia en la mente de los diferentes hombres, que no tienen ninguna regla para regirse a sí mismos y a las nociones en esa clase de ideas arbitrarias.
8.
El uso común o la propiedad no son remedios suficientes
Es verdad que el uso común, que es una norma de propiedad, puede suponerse como una ayuda para el establecimiento en la significación del lenguaje; y no puede negarse que, hasta cierto punto, sea así. El uso común regula el significado de las palabras lo suficiente en la conversación ordinaria; pero como nadie tiene la suficiente autoridad para establecer la significación precisa de las palabras, ni para determinar a qué ideas puede anexarlas cada uno, el uso común no es suficiente para ajustarlas a los discursos filosóficos; pues casi no existe ningún nombre de alguna idea muy compleja (para no hablar de otras) que, en el uso común, no tenga gran latitud, y que, manteniendo los límites de la propiedad, no pueda trocarse en signo de ideas muy diferentes. Además, dado que la regla y la medida de la propiedad no son nada establecido, es muchas veces motivo de disputa el que el uso de tal o cual palabra sea o no propio. De todo lo cual resulta evidente que los nombres de esa especie de ideas muy complejas están sujetos a esa imperfección de manera natural, al ser su significado incierto y dudoso; e incluso entre los hombres que se esfuerzan en comprenderse mutuamente no siempre significan la misma idea en el hablante y en el oyente. Aunque los nombres de gloria y gratitud sean los mismos en boca de todos los hombres de un mismo país, sin embargo, la idea compleja colectiva que cada uno entiende o expresa por ese nombre es totalmente diferente al usarla los hombres que hablan una misma lengua.
9.
La manera de aprender esos nombres contribuye también a su dubitabilidad
La manera por la que normalmente se aprenden esos nombres de los modos mixtos contribuye también en gran medida a la dubitabilidad de su significado. Porque si observamos cómo aprenden los niños los lenguajes, encontraremos que, para hacerles comprender lo que significan los nombres de las ideas simples o sustancias, las gentes les muestra normalmente la cosa de la que quieren que aquél se forme una idea, y luego le repite el nombre que la significa, como blanco, dulce, leche, azúcar, gato, perro. Pero en cuan- to a los modos mixtos, en especial a los más materia- les de ellos, las palabras morales, son los sonidos los que primero se aprenden por lo general; y luego, para saber qué ideas complejas significan, o bien siguen la explicación de los demás o (lo que acontece en la mayor parte de las ocasiones) se les deja a su propia observación e industria. Y como realizan poco esfuerzo en la búsqueda del significado preciso y verdadero de los nombres, esas palabras morales no son más que meros sonidos en la boca de la mayoría de los hombres; o cuando tienen algún significado, generalmente es muy difuso e indeterminado, y, en consecuencia, oscuro y confuso. E incluso aquellos que han fijado sus nociones con mayor atención apenas consiguen evitar el inconveniente de hacer que esos nombres signifiquen ideas complejas diferentes de aquellas que otros, incluso hombres inteligentes y estudiosos, significan al usarlos. ¿Dónde podrá encontrar, en cualquier controversia, o discurso familiar sobre el honor, la fe, la gracia, la religión, etc., que no sea fácil observar las
diferentes nociones que los hombres tienen sobre estos temas? Lo cual se reduce a esto. que no están de acuerdo en la significación de esas palabras, ni tienen en sus mentes las mismas ideas complejas que quieren significar, y así todas las diferencias que se siguen son solamente sobre el significado de un sonido. Y por ello vemos que no hay fin en la interpretación de las leyes, sean humanas o divinas, que un comentario es motivo de otro comentario, que una explicación provoca una nueva explicación, sin que se-pueda hallar un final en la delimitación, distinciones y variaciones de los sentidos de esas palabras morales. Y siendo es- tas ideas obra de los hombres, éstos siempre tendrán el poder de multiplicarlas hasta el infinito, Con frecuencia un hombre, que ha quedado totalmente satisfecho del significado de un texto de las Sagradas Escrituras, o de una cláusula de un código, en su primera lectura, pierden después totalmente su sentido por consultar a los comentaristas, ya que las elucubraciones de éstos hacen nacer las dudas o las incrementan, llevando la oscuridad a estos pasajes. No digo esto porque crea que son inútiles los comentarios, sino para demostrar cuán inciertos son de manera natural los nombres de los modos mixtos, incluso en boca de aquellos que tenían la intención y la facultad de hablar tan claramente como el lenguaje fuera capaz de expresar sus pensamientos.
10.
De aquí surge la inevitable oscuridad de los autores antiguos
No será preciso advertir cuánta oscuridad conllevarán, inevitablemente, los escritos de los hombres que vivieron en edades remotas, y en diferentes países, puesto que los numerosos volúmenes de hombres sapientísimos que han empleado sus pensamientos de esta manera son una prueba más que suficiente para mostrar cuánta atención, estudio, sagacidad y razona- miento se requieren para desentrañar el verdadero sentido de los autores antiguos. Pero como no hay escritos en los que tengamos que ser muy solícitos para averiguar su significado, excepto aquellos que contienen verdades que debemos creer, o leyes que tenemos que obedecer, y que nos pueden acarrear serias inconveniencias si nos equivocamos sobre su sentido o las transgresiones, podemos mostrarnos me-. nos preocupados por el sentido de otros autores quienes, puesto que sólo escribieron sus propias opiniones, no nos sitúan ante una necesidad imperiosa de conocerlas mayor que la que ellos tienen por conocer las nuestras. Y dado que nuestro bien o nuestro mal no dependen de sus decretos, nos sentimos seguros en la ignorancia de sus nociones, y, por tanto, al leerlos, si no usaron sus palabras con la debida claridad y perspicuidad, podemos apartarlos de nosotros y, sin ánimo de injuriarles, decir para nuestros adentros:

Si non vis intellegi, debes negligi

11. Los nombres de las sustancias son de significación dudosa, porque las ideas que significan se refieren a la realidad de las cosas
Si la significación de los nombres de los modos mixtos es incierta porque no existen modelos reales en la naturaleza a los que se refieran esas ideas, y por las que puedan ajustarse, los nombres de las sustancias son de dudosa significación por una razón opuesta: porque se supone que las ideas que significan se con- forman a la realidad de las cosas y se les refiere a modelos fabricados por la naturaleza. En nuestras ideas de sustancias no tenemos la libertad, como en las de los modos mixtos, de formar las combinaciones que creamos las más adecuadas para ser las notas características q e sirven para clasificar y denominar las u cosas. En aquéllas debemos seguir a la naturaleza, adecuar nuestras ideas complejas a las existencias reales y regular el significado de sus nombres por las cosas
mismas, si queremos que nuestros nombres sean sus signos y las signifiquen. Aquí, realmente, tenemos patrones que seguir, pero patrones que harán la significación de sus nombres muy incierta, porque los nombres deben tener un significado muy difuso y vario, si las ideas que significan se refieren a modelos exteriores que no puedan ser en absoluto conocidos, o tan sólo lo puedan ser de una manen incierta e imperfecta.
12. Los nombres de las sustancias se refieren, primero, a esencias reales que no pueden ser conocidas
Los nombres de las sustancias tienen, según se ha mostrado ya, una doble referencia en su uso común:
Primero, algunas veces se supone que su significación se ajusta y significa a la constitución real de las cosas, de la que fluyen todas sus propiedades y en la que todas tienen su centro. Pero como esta constitución real, o (como es más adecuado llamarla) esencia, nos es totalmente desconocida, cualquier sonido que se emplee para significaría deberá ser muy incierto en su aplicación; y de esta manera resultará imposible saber qué cosas deben ser llamadas caballo o antimonio, cuando esas palabras se emplean como esencias reales de las que en absoluto tenemos una idea. Y, por tanto, a partir de esta suposición y dado que los nombres de las sustancias se refieren a modelos que no pueden ser conocidos, nunca podrá ajustarse su significación a esos modelos ni ser establecida por ellos.
13. En segundo lugar, se refieren a cualidades coexistentes que solamente se conocen de manera imperfecta
Como las ideas simples que se encuentran coexistiendo con las sustancias es lo que significan de manera inmediata los nombres de estas sustancias, estas
ideas, en cuanto están más unidas a las diversas clases de las cosas, son los modelos propios a los que sus nombres quedan referidos, y por los que mejor pueden rectificarse sus significaciones. Sin embargo, estos arquetipos sirven tan fielmente a este propósito como para dejar a esos nombres sin unas significaciones muy variadas e inciertas. Porque siendo muy numerosas esas ideas simples que coexisten y están unidas en el mismo sujeto, y teniendo todas el mismo derecho a entrar en la idea compleja específica que es significada por el nombre específico, los hombres, aunque se propongan a sí mismos considerar el mismo sujeto, sin embargo, se forjan ideas muy diferentes sobre él; y así, el nombre que éstos emplean inevitablemente llega a tener significados muy diferentes para los diversos hombres. Las cualidades simples que componen la idea compleja son casi infinitas, desde el momento en que la mayoría de ellas son potencias en relación a los cambios que pueden producir o recibir de los otros cuerpos. Aquel que observe la gran variedad de alteraciones que pueden experimentar cualquiera de los metales más bajos, tan sólo por las diferentes aplicaciones del fuego, y el gran número de cambios que puede sufrir cualquiera de esos metales en manos de un químico, por aplicación de otros cuerpos, me parece que no se extrañará porque yo crea que no es nada fácil enumerar las propiedades de cualquier clase de cuerpos, ni el llegar a un conocimiento completo por las vías de la investigación de que son capaces nuestras facultades. Por tanto, siendo estas propiedades al menos tantas que ningún hombre puede conocer su número preciso y definido, son des- cubiertas de manera diferente por distintos hombres, de acuerdo con sus distintas habilidades, atención y formas de manipular estos cuerpos, por lo que no pueden sino tener diferentes ideas de la misma sustancia, y convertir así la significación de su nombre común en algo muy vario e incierto. Pues como las ideas complejas de sustancias están formadas por tantas ideas simples como se supone coexisten en la naturaleza, cada uno tiene el derecho de incluir en su idea compleja esas cualidades que ha encontrado unidas. Porque aunque uno se sienta satisfecho con incluir en la sustancia llamada oro el peso y el color habrá otro, sin embargo, que piense que la solubilidad en aqua regia es necesaria que sea unida al color en la idea de oro, como otro afirmará lo mismo de la fusibilidad; ya que la solubilidad en aqua regia es una cualidad tan constantemente unida al color y al peso como la fusibilidad u otras cualidades del oro; otros incluirán la ductibilidad, la fijeza, etc., según su tradición o experiencia. ¿Quién, pues, entre todos éstos ha establecido el verdadero significado de la palabra oro? Y ¿quién será el juez que determine esto? Cada uno encuentra su modelo en la naturaleza, al que se remite, y con toda la razón piensa que tiene el mismo derecho para reunir en su idea compleja significada por la palabra oro aquellas cualidades que, por sus experimentos, ha encontrado unidas; lo mismo que otro, que no las haya examinado tan detenidamente, puede dejarlas fuera, o un tercero, que ha realizado experimentos distintos, puede incluir otras cualidades distintas. Porque como la unión de esas cualidades en la naturaleza es el verdadero fundamento de su unión en una idea compleja, ¿quién puede decir que una de ellas tiene más motivos que otra para ser incluida o excluida? De aquí se deducirá inevitablemente que como las ideas complejas de las sustancias son muy variadas entre los hombres que usan el mismo nombre para ellas, la significación de esos nombres ha de ser muy incierta.
14. En tercer lugar, las cualidades no se conocen sino de una manera muy imperfecta
Además, apenas existe ninguna cosa particular que en algunas de sus ideas simples no se comunique con
un número mayor, y en otras, con un número menor de seres particulares. Y ¿quién puede determinar en estos casos cuáles son los que forman la colección precisa que ha de ser determinada por el nombre específico? o ¿quién puede prescribir con autoridad legítima cuáles cualidades obvias o comunes han de apartarse, o cuáles más secretas o más particulares, han de incluirse en la significación del nombre de cualquier sustancia? Todo lo cual, conjuntamente, rara vez o nunca deja de producir esa significación varia y dudosa en los nombres de las sustancias, la cual significación causa tanta incertidumbre, disputas y errores cuando hacemos un uso filosófico de ellos.
15.
Con esta imperfección pueden servir para un uso civil, pero no para un uso filosófico
Es verdad que en la conversación civil y común los nombres generales de las sustancias, regulados en su significación ordinaria por algunas cualidades obvias (como por la forma y la figura en las cosas de propagación seminal conocida, y en la mayoría de las otras sustancias por el color junto con otras cualidades sensibles), son suficientes para designar las cosas a las que los hombres quieren dar a entender que se refieren; y de esta manera conciben lo suficientemente bien las sustancias significadas por las palabras oro o manzana como para distinguir la una de la otra. Pero en las investigaciones y debates filosóficos, donde hay que establecer verdades generales, y donde se perfilan consecuencias de posiciones encontradas, allí se encontrará que la significación precisa de los nombres de las sustancias no solamente no está bien establecida, sino que resulta muy difícil establecerla. Por ejemplo: el que incluya la maleabilidad o cierto grado de fijeza como partes de su idea compleja de oro, podrá establecer proposiciones relativas al oro, y a partir de ellas extraer conclusiones que se derivan de forma cierta y clara del oro, entendido en este sentido; empero, estas consecuencias serán de tal naturaleza que ningún otro hombre podrá admitir, ni convencerse de su verdad, en el caso de que no incluya la maleabilidad, ni el mismo grado de fijeza como parte de la idea compleja que el nombre oto significa en el uso que hace de él.
16.
Ejemplo con líquido
Esta es una natural y casi inevitable perfección en la mayor parte de los nombres de las sustancias en todos los lenguajes, lo cual descubrirán fácilmente los hombres cuando, pasando de nociones confusas y vagas, llegan a realizar investigaciones más estrictas y cerradas; pues entonces se convencerán de cuán dudosas y oscuras son esas palabras en su significado, aunque en el uso ordinario aparecían tan claras y bien determinadas, Una vez estuve en una asamblea de médicos muy letrados y de mucho ingenio en la que, por casualidad, surgió la cuestión de si pasaba algún líquido por los filamentos de los nervios. Habiendo durado un buen espacio el debate, con gran variedad de argumentos por ambos bandos, yo (que ya tenía la tendencia de sospechar que la mayor parte de las disputas surgen más por el significado de las palabras que por una diferencia real existente entre las cosas) les rogué que antes de que fueran más lejos en su disputa, examinaran y se pusieran de acuerdo sobre el significado de la palabra líquido. Al principio se mostraron ligeramente sorprendidos por mi proposición, y si se hubiera tratado de personas menos discretas tal vez la hubieran tomado como algo frívolo o extravagante, ya que no había nadie que no pensara que no comprendía totalmente el significado de la palabra líquido, la cual, creo, no es uno de los nombres de las sustancias más complejos. Sin embargo, se mostraron de acuerdo con mi propuesta, y después de un examen encontraron que el significado de la palabra no era tan cierto ni acorde como ellos habían imaginado, sino que cada uno de ellos lo convertía en el signo de una idea compleja diferente. Esto hizo que cayeran en la cuenta de que lo principal de su disputa estribaba en la significación de ese término, y que era muy escasa la diferencia en sus opiniones sobre si algún fluido o materia sutil pasaba a través de los conductos nerviosos, aunque no resultara tan fácil llegar a un acuerdo sobre si debería o no llamarse líquido, cosa que, cuando fue considerada, se pensó que no era importante discutir.
17.
Ejemplo con oro
Hasta qué punto éste es el caso de la mayoría de las disputas en que los hombres tan continuamente se enfrascan, es algo de lo que, tal vez, tenga ocasión de hablar en otro lugar. Permítaseme considerar aquí solamente el ejemplo arriba mencionado de la palabra oro con un poco más de exactitud, y podremos ver lo difícil que resulta determinar su significado de una manera precisa. Pienso que todos estarán de acuerdo en que significa un cuerpo de un cierto color amarillo brillante; y siendo ésa la idea a la que los niños han anexado ese nombre, la parte amarillo brillante de la cola de un pavo real es, propiamente, oro para ellos. Encontrando otros que la fusibilidad va unida al color amarillo en ciertas partículas de materia, forman con esa combinación una idea compleja a la que dan el nombre de oro para denotar esa clase de sustancia; y de esta manera excluyen del oro todos los cuerpos amarillo-brillantes que pueden ser reducidos a cenizas por el fuego, y admiten que sea de esa especie, o que pueda quedar comprendido bajo el nombre oro, solamente unas sustancias tales que, teniendo ese color amarillo-brillante, puedan ser reducidos por el fuego a fusión, y no a cenizas. Otros, por la misma razón, añaden el peso, que siendo una cualidad tan estrechamente unida a ese color como la fusibilidad, deben tener el mismo derecho a incluirse en esa idea, y a ser significada por ese nombre y que, por tanto, la otra idea de este cuerpo, formada por su color y fusibilidad, es imperfecta; y así ocurriría con el resto de las cualidades. Porque nadie puede aducir una razón para que algunas de las cualidades inseparables, que están siempre unidas en la naturaleza, se incluyan en la esencia nominal, en tanto se excluyen otras; o por qué la palabra oro, que significa esa clase de cuerpo de la que está hecha el anillo de su dedo, debiera determinar esa clase por su color, peso y fusibilidad, mejor que por su color, peso y solubilidad en aqua regia, ya que el disolverlo por ese líquido es una cualidad tan inseparable como la fusión por el fuego; y una y otra no son sino la relación que esa sustancia establece con otros cuerpos que tienen el poder de actuar sobre ella. Porque ¿con qué razón puede afirmarse que la fusibilidad se convierte en parte de la esencia significada por la palabra oro, y la solubilidad no es sino una propiedad suya? o ¿por qué es el color parte de su esencia, mientras la maleabilidad no es sino una de sus propiedades? Lo que quiero decir es que no siendo éstas nada más que propiedades que dependen de su constitución real, y no siendo sino potencias activas o pasivas, en relación con otros cuerpos, nadie tiene la suficiente autoridad como para determinar que la significación de la palabra oro (en cuanto referida a este cuerpo existente en la naturaleza) sea más una colección de ideas que se encuentran más en este cuerpo que en otro; por lo que la significación de ese nombre deberá ser, inevitablemente, muy incierta, puesto que, como ya se ha dicho, diversas personas observan distintas propiedades en la misma sustancia, y creo que puedo afirmar que nadie lo hace en absoluto. Y, por tanto, nosotros no tenemos sino descripciones muy imperfectas de las cosas, y las palabras significados muy inciertos.
18.
Los nombres de las ideas simples son los menos dudosos
A partir de cuanto se ha dicho, resulta fácil observar lo que ya apuntamos antes, es decir, que los nombres de las ideas simples son, entre todos, los menos sujetos a errores, y ello por estas razones. Primero, porque como las ideas que significan no son sino una percepción única, resultan mucho más fácil de obtener y se retienen más claramente que las complejas, por lo que no están sujetas a la incertidumbre que generalmente acompaña a las compuestas de las sustancias y de los modos mixtos, en las que no es fácil llegar a un acuerdo sobre el número de ideas simples que las forman, ni mantenerlas tan inmediatamente en la mente. Segundo, porque éstas nunca quedan referidas a ninguna otra esencia, sino únicamente a la percepción que significan de una manera inmediata, la cual referencia es lo que provoca que el significado de los nombres de las sustancias sea causa de tanta perplejidad y de tantas disputas. Los hombres que no hacen un uso malintencionado de sus palabras o que no intentan confundir, raramente yerran, en cualquier lenguaje que conozcan, en el empleo y significado de los nombres de las ideas simples; blanco y dulce, amarillo y amargo, conllevan un significado tan obvio que todo el mundo las comprende con precisión, o que fácilmente se da cuenta de que lo ignora y busca ser informado de él. Pero cuál es el conjunto preciso de ideas simples que conllevan modestia o frugalidad, en el uso de los demás, no es tan fácil de saber. Y aunque tengamos la tendencia de pensar que sabemos lo que se significa por las palabras oro o hierro, sin embargo, las ideas precisas que otros quieren significar no resultan tan fáciles de determinar; y pienso que es muy raro que hablante y oyente se refieran a un mismo conjunto de ideas. Lo cual necesariamente ha de producir errores y disputas cuando estas palabras se emplean en discursos, en los que los hombres establecen proposiciones universales, y quieren fijar en sus mentes verdades universales teniendo en cuenta las consecuencias que de ellas se siguen.
19.
Y próximos a ellos, los modos simples
Por la misma razón, los nombres de los modos simples son, junto con los de las ideas simples, los menos sujetos a la duda e incertidumbre; especialmente los de la figura y número, de los que los hombres tienen ideas tan claras y distintas. Porque, ¿quién ha equivocado, deseando que se le entendiera, el significado usual de siete o de triángulo? Y, en general, las ideas menos compuestas en cada especie son las que tienen los nombres menos dudosos.
20.
Los más dudosos son los nombres de los modos mixtos muy compuestos y de las sustancias
Los modos mixtos, por tanto, que están formados de unas cuantas y obvias ideas simples, generalmente tienen nombres de significación no muy incierta. Pero los nombres de los modos mixtos que comprenden un gran número de ideas simples, son frecuentemente de un sentido muy dudoso e indeterminado, como ya se ha demostrado. Los nombres de las sustancias, ya que van anexados a las ideas que no son ni la esencia real ni la representación exacta de los modelos a que se refieren, son aún más susceptibles de una mayor imperfección e incertidumbre, especialmente cuando hacemos un uso filosófico de ellos.
21.
Por qué esta imperfección se hace recaer sobre las palabras
Como el gran desorden que existe en nuestros nombres de las sustancias procede, en su mayor parte, de nuestra falta de conocimiento y de la falta de habilidad para penetrar en sus constituciones reales, es probable que se inquiera por el motivo por el que hago recaer esta imperfección sobre las palabras y no sobre nuestro entendimiento. Esta excepción tiene tanta apariencia de justicia, que creo estoy obligado a dar una explicación de por qué he seguido este método. Así, pues debo confesar que cuando comencé este tratado sobre el entendimiento, e incluso bastante tiempo después, no tenía la menor idea de que fuese necesario hacer ninguna consideración sobre las palabras. Pero después de que hube tratado sobre el origen y composición de nuestras ideas, empecé a examinar la extensión y certeza de nuestro conocimiento, y encontré que existía una vinculación tan estrecha con las palabras que, a menos que se observara detenidamente su fuerza y manera de significar, muy poco podría decirse con claridad y certeza sobre el conocimiento, el cual, dado que versa sobre la verdad, tenía una relación constante con las proposiciones; y aunque terminaba en las cosas, sin embargo, era en tantas ocasiones por la intervención de las palabras, que éstas apenas parecían poder separarse de nuestro conocimiento general. Estas, por lo menos, se interponen tanto entre nuestro entendimiento y la verdad que quisieran contemplar y aprehender que, como ocurre con el medio que atraviesan los objetos visibles, la oscuridad y el desorden interponen a menudo una luz ante nuestros ojos, oscureciendo así nuestro entendimiento. Si tenemos en cuenta, en las falacias que los hombres se imponen a sí mismos y a los otros, y en los errores existentes en las disputas y nociones de los hombres, qué parte tan grande se debe a las palabras y a sus significaciones inciertas y dudosas, tendremos una razón de peso para pensar que no se trata de un pequeño obstáculo en la vía del conocimiento, sobre el cual concluyo que debemos estar especialmente atentos, especialmente porque ha estado muy lejos de ser considerado como un inconveniente, ya que el arte de fomentarlo se ha convertido en motivo de los estudios humanos, obteniendo la reputación de aprendizaje y sutileza, como veremos en el capítulo siguiente. Pero tiendo a pensar que si las imperfecciones del lenguaje como instrumento del conocimiento se examinaran más cuidadosamente, dejarían de existir por sí mismas gran parte de las controversias que tanto ruido hacen en el mundo, y el camino hacia el conocimiento, y tal vez también hacia la paz, quedaría sin tantos obstáculos como lo está ahora.
22.
Esto podría enseñarnos la moderación cuando intentamos proponer a otros nuestros criterios sobre los autores antiguos
Estoy seguro de que la significación de las palabras en todos los idiomas, puesto que depende mucho de los pensamientos, de las nociones y de las ideas de quien las usa, debe causar inevitablemente gran incertidumbre entre los hombres que tienen un mismo idioma y viven en el mismo país. Esto es tan evidente en los autores griegos, que el que examine sus escritos encontrará en la mayoría de ellos un lenguaje distinto, aunque usen las mismas palabras. Pero cuando a esta dificultad natural en todos los países, se añaden las de países diferentes y edades remotas, en las que hablantes y escritores tenían nociones muy diferentes, al igual que temperamentos, costumbres, ornamentos y figuras retóricas, etc., cada una de las cuales influyeron en el significado de sus palabras, entonces, aunque para nosotros se hayan perdido y resulten desconocidas, resultará adecuado que seamos caritativos los unos con los otros respecto a nuestras interpretaciones o malos entendidos de esos autores antiguos; pues sus escritos, por muy importante que resulte el comprenderlos, están sujetos a las inevitables dificultades relativas al discurso, el cual (si exceptuamos los nombres de las ideas simples y algunas otras cosas totalmente obviar,) no es capaz de comunicar al oyente el sentido y la intención del hablante de una manera indubitable y cierta, a no ser que haya una definición constante de los términos. Y en discursos sobre religión, leyes y moralidad, como se trata de asuntos de un interés muy elevado, existirá una dificultad en consonancia con esa elevación.
23. En
especial, en las escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento
Los muchos volúmenes de intérpretes y comentaristas del Antiguo y Nuevo Testamento no son sino pruebas claras de esto. Aunque todo lo que está escrito en estos textos sea infaliblemente verdadero, sin embargo el lector puede, o mejor, no puede sino ser muy falible al intentar entenderlo. Ni es extraño que la voluntad de Dios, cuando está expresado por medio de palabras, esté expuesta a esa duda e incertidumbre que inevitablemente acompaña a esa clase de comunicación, puesto que incluso su Hijo, mientras estuvo revestido de forma humana, estuvo sujeto a todas las fragilidades e inconveniencias de la naturaleza humana, a excepción del pecado. Y debemos magnificar su bondad, puesto que ha evidenciado ante el mundo caracteres tan legibles de su obra y de su providencia, y porque ha dotado a la humanidad de suficiente luz y razón para que aquellos a quienes nunca llegó la palabra escrita no pudieran (siempre y cuando la buscaran) dudar de la existencia de Dios, ni de la obediencia que se le debe. Y puesto que los preceptos de la religión natural son sencillos e inteligibles para cualquiera, y pocas veces llegan a ser controvertidos, y puesto que otras verdades reveladas, que nos han sido comunicadas por libros y lenguajes, están expuestas a las dificultades comunes y naturales y a las oscuridades inherentes a las palabras, encuentro que debemos ser más cuidadosos y diligentes en la observación de los anteriores preceptos, y menos magistrales, positivos e imperiosos a la hora de interpretar esas otras verdades.

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