LIBRO IV DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO

Capítulo XIII
ALGUNAS CONSIDERACIONES MAS SOBRE NUESTRO CONOCIMIENTO

1. Nuestro conocimiento es en parte necesario y en parte voluntario
Nuestro conocimiento, como otras muchas cosas tiene una gran conformidad con nuestra vista, que ni es totalmente necesaria ni totalmente voluntaria. Si nuestro conocimiento fuera completamente necesario, no sólo sería el mismo conocimiento que tuvieran todos los hombres, sino que cada hombre podría conocer todo lo que es cognoscible; y si fuera totalmente voluntario, algunos hombres, al darle tan poca importancia o valor, tendrían un conocimiento muy escaso
o absolutamente ninguno. Los hombres provistos de sentidos tienen que recibir necesariamente algunas ideas a través de ellos; y si están dotados de memoria, no pueden menos que retener algunas ideas en ella; y si tienen alguna facultad para distinguir, no podrán por menos que percibir el acuerdo o desacuerdo de algunas ideas entre sí, y por ello de la misma manera que el que tiene ojos, si los abre durante el día tendrá que ver necesariamente algunos objetos, y tendrá que percibir alguna diferencia entre ellos. Pero aunque un hombre que abra sus ojos a la luz tiene que ver necesariamente, sin embargo, existen ciertos objetos sobre los cuales él puede cerrar los ojos según sus deseos; por ejemplo, puede tener a su alcance un libro que contenga grabados y discursos, capaces de deleitarle o instruirle y que, sin embargo, nunca le haya incitado a abrirlo o a tomarse la molestia de mirarlo.
2. La aplicación de nuestras facultades es voluntaria; pero conocemos las cosas como son, no como desearíamos
Hay otra cosa también en poder del hombre, y es que aunque vuelva sus ojos hacia algún objeto, puede, sin embargo, elegir el examinarlo detenidamente y fijar en él una atención detallada para observarlo cuidadosamente en tanto en cuanto le resulte visible. Empero, cuando ve no puede verlo de otra manera de como lo ve. Y no dependen de su voluntad el que vea negro algo que es amarillo, ni el que se persuada a sí mismo de que es frío lo que en ese momento abrasa. No aparecerá la tierra pintada de colores ni los campos cubiertos de verdura, porque alguien lo tenga en su mente; en el frío invierno ese alguien no podrá menos que verlos blancos y nevados, si se detiene a contemplarlos. Y justamente lo mismo sucede con nuestro entendimiento: todo lo que es voluntario en nuestro conocimiento consiste únicamente en el empleo o des- empleo de nuestras facultades sobre tal o cual clase de objetos, y en el examen más o menos detenido que de ellos realicemos; pero habiendo empleado éstas, nuestra voluntad no tiene ningún poder para determinar el conocimiento de la mente de una u otra manera; eso es lo que hacen los objetos mismos en la medida en que se los descubre con claridad. Y, por tanto, en la medida en que los sentidos de los hombres tienen relación con los objetos externos, la mente no puede sino recibir aquellas ideas que le ofrecen, e informarse de la existencia de las cosas que existen fuera de ella; y en la medida en que los pensamientos de los hombres se dirijan a sus propias ideas determinadas, no pueden menos que percibir el acuerdo o desacuerdo que se encuentra entre algunos de ellos, lo cual supone tener algún conocimiento; y si tienen nombres para aquellas ideas que han considerado de esta manera, necesariamente deberán estar seguros de aquellas proposiciones en las que han percibido ese acuerdo o desacuerdo, y deberán quedar convencidos indubitablemente de aquellas verdades. Pues lo que un hombre ve no puede menos que verlo; y lo que un hombre percibe, no puede sino saber que lo percibe.
3.
Ejemplo con los números
De esta manera, el que ya tenga las ideas de los números, y el que se haya tomado la molestia de comparar uno, dos y tres, con seis, no puede sino saber que son iguales. Y aquel que tenga la idea de un triángulo y haya encontrado la idea para medir sus ángulos y magnitudes, estará seguro que sus tres ángulos son iguales a dos rectos, y no podrá dudar más de eso que de la verdad que establece que es imposible que la misma cosa sea y no sea.
4.
Ejemplo con la religión natural
Igualmente el que tenga la idea de un ser inteligente, pero frágil y débil, hecho y dependiente de otro, que es eterno, omnipotente, lleno de sabiduría y bondad, sabrá con certidumbre que el hombre debe honrar, temer y obedecer a Dios de la misma manera que sabe que el sol brilla cuando lo ve. Pues solamente con que tenga las ideas de dos seres en su mente, y con que vuelva sus pensamientos a ella y las considere, encontrará que el ser inferior, finito y dependiente está en la misma obligación de obedecer al Ser supremo y finito, con la misma certidumbre con la que descubrirá que tres y cuatro hacen siete, y que este número que quince; y ello tan sólo con que haga el cálculo de estos números; y no podrá estar más seguro de que el sol ha salido en un cielo despejado, con tal de que abra sus ojos y los dirija hacia allí, de lo que lo está de este asunto. Sin embargo, aunque estas verdades sean muy ciertas y muy claras, podrá ignorar algunas de ellas o todas el que nunca se tome la molestia de emplear sus facultades de una manera adecuada para informarse sobre ellas.

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