LIBRO IV DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO

Capítulo XIV
ACERCA DEL JUICIO

1. Siendo nuestro conocimiento limitado, necesitamos algo más
Puesto que las facultades del entendimiento han sido dadas al hombre, no solamente para la especulación sino también para conducir su vida, el hombre se encontraría totalmente perdido si no tuviera nada más para dirigirlo que aquello sobre lo que tiene la certidumbre de un conocimiento verdadero. Porque como es muy limitado y escaso, según ya hemos visto, frecuentemente se encontraría en la oscuridad, y en la mayor parte de las acciones de su vida se encontraría sin poderse mover, si no tuviera nada que sirviera para guiarlo cuando le faltara el conocimiento claro y cierto. Quien no pudiera comer hasta que se le demostrara que esto le nutría; quien no se moviera hasta que conociera de manera infalible que tendría éxito el asunto que intentaba realizar, muy poco podría hacer, a no ser el permanecer estático y esperar a morirse.
2.
Qué uso se debe hacer de este estado crepuscular
Por tanto, como Dios ha colocado algunas cosas a plena luz del día, de la misma manera en que nos ha proporcionado algún conocimiento cierto aunque limitado a unas cuantas cosas, en comparación, probablemente como una muestra de lo que las criaturas intelectuales son capaces, a fin de excitar en nosotros el deseo y el esfuerzo en pos de un estado mejor, de la misma manera, en la mayor parte de nuestros asuntos, nos ha proporcionado solamente el crepúsculo, si puedo llamarlo así, de la probabilidad, y pienso que éste es adecuado a ese estado de mediocridad y de prueba con que ha querido situarnos aquí, destinado a disminuir nuestra confianza excesiva y nuestra vanidad al hacer que veamos, por medio de la experiencia de cada día, nuestra cortedad de miras y la facilidad que tenemos de sumergirnos en el error; y este sentimiento tiene la función de servirnos como una admonición constante para que empleemos los días de este peregrinaje nuestro con industria y cuidado en la búsqueda y seguimiento de ese camino que puede conducirnos a un estado de mayor perfección. Porque es bastante racional el pensar que, incluso si la revelación hubiera estado callada sobre esto, al igual que los hombres emplean aquella sabiduría que Dios le ha dado para esto, de la misma manera recibirían sus premios cuan- do se cerrara el día, al ocultarse el sol y venir la noche a poner fin a sus desvelos.
3. El juicio o asentimiento a la probabilidad suple nuestra salta de conocimiento
La facultad que Dios ha dado al hombre para suplir
la falta de un conocimiento claro y seguro en los casos en que no puede tenerlo, es el juicio; mediante éste, la mente comprueba que sus ideas tienen un acuerdo o desacuerdo o, lo que es igual, que cualquier proposición es verdadera o falsa, Sin que perciba una evidencia demostrativa en las pruebas. Algunas veces la mente ejercita este juicio ¡impulsada por una necesidad, cuando no tiene en su mino las pruebas demostrativas o la posibilidad de un conocimiento seguro; otras, lo hace por pereza, por falta de habilidad o por apresuramiento, incluso cuando puede conseguir pruebas ciertas y demostrativas. Muchas veces los hombres no se paran a examinar el acuerdo o desacuerdo de dos ideas que tienen el deseo o la intención de conocer, sino que, o bien porque son incapaces de conceder una atención tal y como se necesita en una serie larga de razonamientos, o bien por la impaciencia por resolverlos, se contentan con echar una ojeada o con tomarlas al azar, de manera que sin haber aclarado la demostración, determinan el acuerdo o el desacuerdo de dos ideas de un solo golpe de vista y aceptan lo uno o lo otro según le parezca más adecuado después de un examen tan superficial. Esta facultad de la mente, cuando se ejercita de una manera tan inmediata sobre las cosas, se llama juicio; cuando versa sobre verdades contenidas en palabras, se llama de manera común asentimiento o disentimiento, y como es ésta la manera más usual por medio de la que la mente tiene ocasión para emplear esta facultad, me referiré a ella mediante estos términos, por ser los que menos son susceptibles de equívocos en nuestro idioma.
4. El juicio consiste en la presunción de que las cosas sean de alguna manera determinadas, sin percibirlo
De esta manera la mente tiene dos facultades sobre la verdad y la falsedad:
Primera, el conocimiento, por el que la mente percibe y queda indubitablemente satisfecha del acuerdo o desacuerdo de cualesquiera ideas.
Segunda, el juicio, que consiste en reunir o separar ideas en la mente, cuando el acuerdo o desacuerdo no se percibe de una manera cierta, sino que se presume que es así; lo cual consiste, tal y como el mismo término lo significa, en asumirlo antes de que aparezca con seguridad. Y si han sido unidas o separadas estas ideas de acuerdo con la realidad de las cosas, entonces nos hallamos ante un juicio correcto.

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