LIBRO IV DEL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO

Capítulo XV
ACERCA DE LA PROBABILIDAD

1. La probabilidad es la apariencia de acuerdo sobre pruebas falibles
Lo mismo que la demostración consiste en mostrar el acuerdo o desacuerdo de dos ideas, mediante la intervención de una o más pruebas que tienen entre sí una conexión constante, inmutable y visible, así también la probabilidad no es nada más que la apariencia de un acuerdo o desacuerdo semejantes, por la intervención de pruebas cuya conexión no es constante ni inmutable, o al menos no aparece así, pero que es o parece serio por lo regular, y es suficiente para inducir a la mente a juzgar que una proposición es verdadera o falsa, antes que lo contrario. Por ejemplo, en la demostración de los tres ángulos de un triángulo un hombre percibe la conexión segura e inmutable que hay de igualdad entre ellos y las ideas intermedias que se emplean para mostrar su igualdad con dos rectos; y de esta manera, mediante un conocimiento intuitivo del acuerdo o desacuerdo de las ideas intermedias en cada escalón del progreso, toda la serie se continúa con una evidencia que muestra claramente el acuerdo o desacuerdo de aquellos tres ángulos que están en una relación de igualdad con dos ángulos rectos; y así, aquel hombre tiene un conocimiento cierto de que es de esta manera. Pero otro hombre que nunca haya tenido la precaución de observar esta demostración, al oír a un matemático (persona a la que concede su crédito) afirmar que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos ángulos rectos, asentirá con ello, es decir, lo tendrá como una verdad. En este caso el fundamento de su asentimiento radica en la probabilidad de la cosa, ya que la prueba es de tal clase que, en general, conlleva toda la verdad con ella misma; y el hombre, que basándose en su testimonio la recibe, no es de los que acostumbran a afirmar nada contrario o distinto a lo que ya conoce, especialmente en asuntos de esta clase; de tal manera que aquello que causa su asentimiento a la proposición que establece que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos rectos, lo que le hace admitir que esas ideas están de acuerdo, sin conocer que así sea, es la habitual veracidad que el hablante ha demostrado en otros casos, o la que se le supone en este caso en concreto.
2.
Es para suplir nuestra falta de conocimiento
Como nuestro conocimiento, según ya se ha demostrado, es muy estrecho, y como nuestra felicidad no es suficiente como para que encontremos una verdad cierta en todas las cosas que tenemos ocasión de considerar, la mayoría de las proposiciones, sobre las que pensamos, razonamos, discutimos o incluso actuamos, son de tal clase que no podemos tener un conocimiento indubitable sobre su verdad. Sin embargo, algunas de ellas se acercan de tal manera a la certidumbre que no podemos dudar en absoluto de ellas, sino que les concedernos nuestro asentimiento tangiblemente y obramos, de acuerdo con este asentimiento, de una manera tan resuelta corno si hubieran sido infaliblemente demostradas y como si nuestro conocimiento sobre ellas fuera perfecto y cierto. Pero como en esto hay varios grados, desde lo más cercano a la certidumbre y a la demostración, hasta lo rayano con la improbabilidad y lo inverosímil, incluso cercano a lo imposible, y como también hay grados en el asentimiento, desde la total seguridad y confianza hasta la conjetura, la duda y la desconfianza, voy a tratar ahora (una vez que ya he encontrado, según creo, los límites del conocimiento humano y de la certidumbre) de considerar, en el siguiente capítulo, los distintos grados y fundamentos de la probabilidad, del asentimiento y de la fe.
3. Puesto que nos hace presumir que las cosas son verdaderas antes de saber que lo son
La probabilidad es algo cercano a la verdad pues la misma palabra significa una proposición para la que existen argumentos o pruebas que la permiten pasar o ser recibida como verdad. El trato que la mente otorga a esta clase de proposiciones se denomina creencia, asentimiento u opinión, y estriba en la admisión o recepción de cualquier proposición como verdadera, sobre unos argumentos o pruebas en los que se fundan el convencimiento que nos hace tenerla por verdadera, sin que tengamos un conocimiento seguro de que lo sea. Y aquí radica la diferencia entre la probabilidad y la certidumbre, entre la fe y el conocimiento, es decir, que en todas las partes del conocimiento existe la intuición, de manera que cada idea inmediata, cada escalón, tiene una conexión visible y cierta, lo cual no ocurre en la creencia. Aquello que me hace creer
es algo extraño a la cosa que creo; algo que no está unido de manera evidente por ambas partes, y que no manifiesta de esta manera el acuerdo o desacuerdo de aquellas ideas que están en consideración.
4. Los fundamentos de la probabilidad son dos: la conformidad con nuestra propia experiencia o el testimonio de los demás
Asi pues, puesto que la probabilidad puede suplir el defecto de nuestro conocimiento y guiarnos donde éste falla, siempre se referirá a proposiciones en las que no tenemos ninguna certidumbre, sino algunos indicios que nos inducen a tenerlas como verdaderas. En resumen, los fundamentos de ello serían estos dos:
Primero, la conformidad de cualquier cosa con nuestro conocimiento, observación y experiencia.
Segundo, el testimonio de los demás, avalado por sus observaciones y experiencias. En el testimonio de los demás se deben considerar: 1. El número.-II. La integridad.-III. La habilidad de los testigos.-IV. La intención del autor, cuando se trata de un testimonio de un libro citado.-V. La consistencia de las artes y de las circunstancias del relato.-VI. Los testimonios contrarios.
5.
En todo caso, se deben examinar todos los argumentos en pro y en contra antes de emitir un juicio
Como la probabilidad carece de esa evidencia intuitiva que infaliblemente determina el entendimiento y que produce el conocimiento cierto, la mente, si procede de manera racional, deberá examinar todos los fundamentos de la probabilidad para ver cómo están, en más o en menos, en pro o en contra de cualquier proposición, antes de asentir o de discrepar sobre ella; y después de haber puesto todo esto en la balanza, deberá rechazar o recibirla con un asentimiento más o menos firme, proporcional a la preponderancia de los fundamentos de probabilidad que existan en uno u otro lado. Por ejemplo:
Si yo mismo veo que un hombre camina sobre el hielo, eso excede la probabilidad, pues se trata de un conocimiento. Pero si esta persona me dice que ha
visto en Inglaterra, durante un invierno especialmente duro, a un hombre que caminaba sobre el agua helada por el frío, esto tiene una conformidad tan grande con lo que normalmente se observa que ocurre, que estoy dispuesto por la naturaleza de la cosa misma a asentir a ello, a menos que alguna sospecha manifiesta concurra sobre este relato. Pero si lo mismo se cuenta a alguien que ha nacido entre los trópicos, que nunca vio ni oyó una cosa semejante antes, entonces toda la probabilidad recae sobre el testimonio; y según que los narradores sean número mayor y de más crédito, y que no hayan demostrado ningún interés en mentir, en esa medida el asunto tendrá mayores o menores probabilidades de ser aceptado. Sin embargo, en un hombre cuya experiencia haya sido totalmente contraria siempre, y que nunca haya oído una cosa semejante, el crédito más infalible del testigo más digno de credibilidad apenas le podrá inducir a que lo admita. Algo semejante sucedió a un embajador de Holanda, el cual informando al rey de Siam sobre las particularidades de Holanda sobre las cuales se había mostrado éste interesado, después de haberle explicado otras cosas, le dijo que el agua en su país se enfriaba tanto algunas veces en invierno que los hombres podían caminar sobre ella, y que podría soportar hasta el peso de un elefante, si se encontrara allí. A lo cual replicó el rey: «Hasta este momento he creído las extraordinarias cosas que me has relatado, porque te tenía por hombre serio y sensato, pero ahora estoy seguro de que me hallo ante un mentiroso.
6.
Los argumentos probables son capaces de una gran variedad
De estos fundamentos depende la probabilidad de cualquier proposición, de manera que la conformidad de nuestro conocimiento, al igual que la certidumbre de las observaciones, que la frecuencia y la constancia de la experiencia y el número y la credibilidad de los testimonios son lo que hacen que estén más o menos de acuerdo o desacuerdo con ella, que esta proposición cualquiera sea en sí misma más o menos probable. Confieso que existe otra cosa que, aunque por sí misma no es el fundamento verdadero de probabilidad, sin embargo, muchas veces se emplea como base sobre la que los hombres construyen su asentimiento, y a partir de la cual sitúan su fe por encima de cualquier otra cosa, y ésta es la opinión de los demás; aunque nada hay más peligroso en qué situarla ni nada en qué nos pueda inducir más al error, ya que hay entre los hombres mucha más falsedad y error que verdad y conocimiento. Y si las opiniones y argumentaciones de los demás, a los que conocemos y reputamos en alto grado, son el fundamento para nuestro asentimiento, los hombres tendrían razones para ser descreídos en Japón, mahometanos en Turquía, papistas en España, protestantes en Inglaterra y luteranos en Suecia. Pero sobre este falso fundamento del asentimiento voy a tener ocasión de hablar más extensamente en otro lugar.

Ensayo
Comentarios 
Cuestionarios