Hay una clase de proposiciones que, bajo el nombre
de máximas o axiomas, han pasado por ser principios de la ciencia; y porque son
de suyo evidentes, se ha supuesto que son innatas, sin que nadie (que yo sepa)
haya intentado mostrar la razón y los fundamentos de su claridad y coherencia.
Sin embargo, se debería investigar la razón de su evidencia y comprobar si sólo
es propia de ellas, así como examinar hasta qué punto influyen y dirigen
nuestros conocimientos.
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Según ya he indicado, el conocimiento consiste en
la percepción del acuerdo o desacuerdo de las ideas. Ahora bien, cuando ese
acuerdo o desacuerdo es percibido inmediatamente por sí mismo, sin la
intervención o ayuda de ninguna otra cosa, tenemos entonces un conocimiento de
suyo evidente. Esto es algo que podrá advertir cualquiera que considere una
cualquiera de esas proposiciones a las que, sin ninguna prueba, concede su
asentimiento a primera vista; porque en todas ellas descubrirá que la razón de
su asentimiento proviene del acuerdo o desacuerdo que la
mente, por una comparación inmediata entre ellas.
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Siendo esto así, consideremos a continuación si
esta evidencia de suyo es peculiar tan sólo a esas proposiciones que comúnmente
caen bajo el nombre de máximas, y a las que se otorga la dignidad de axiomas. Y
aquí resulta evidente que algunas otras verdades, no tenidas por axiomas,
participan igualmente con aquéllas en esta evidencia de suyo. Esto lo podremos
comprobar si examinamos las distintas clases de acuerdo o desacuerdo de las
ideas que he mencionado más arriba, es decir: la identidad, la relación, la
coexistencia y la existencia real.... Porque, primero, como la
percepción inmediata de] acuerdo o desacuerdo de identidad está fundada en que
la mente tiene distintas ideas, esto nos proporciona tantas proposiciones
evidentes por sí mismas como ideas distintas tenemos.... Cualquier persona
puede advertir en sí misma que conoce las ideas que
tiene, del mismo modo que sabe cuándo se encuentra en su entendimiento
cualquiera de ellas y en qué consiste; y que cuando hay allí más de una sabe
que puede distinguirlas sin ninguna confusión. Y siendo esto así (ya que no
hay más remedio de percibir lo que se percibe), no puede caber ninguna duda,
cuando una idea está en la mente, de que está allí, y de que es la idea que
es; ni de que dos ideas distintas, cuando están en la mente, están allí y no
son una ni la misma idea..... y lo mismo sucederá con respecto a aquellas
proposiciones cuyos términos significan ideas más o menos generales, v. gr.:
cuando la idea general de ser se afirma de sí misma, como ocurre en esta
proposición: «todo lo que es, es»; o cuando una idea más particular se
afirma de sí misma, como en «un hombre es un hombre», o en «todo lo que es
blanco, es blanco»; o ya sea que la idea de ser en general sea negada del no
ser, que es la única idea (si es que puedo llamarla así) diferente del ser,
como ocurre en la proposición «es imposible que la misma cosa sea y no sea»;
o que cualquier idea de cualquier ser particular sea negada de otra que es
diferente de ella, como en «un hombre no es un caballo», o «lo rojo no es
azul». La diferencia de las ideas, tan pronto como son entendidos los términos,
hace que la verdad de la proposición se haga inmediatamente manifiesta, y esto
con igual certidumbre y facilidad en las proposiciones menos
generales como en las más generales; y todo ello por una misma razón, a saber:
porque la mente percibe, en cualquier idea que tenga, que una idea es idéntica
a sí misma, y que dos ideas distintas son diferentes y no las mismas; y ello
con la misma certidumbre en las ideas más generales como en las menos.... Pues
no significando estas dos máximas generales sino que «lo mismo es lo mismo»,
y que «lo mismo no es diferentes, se trata de verdades que podemos encontrar en
ejemplos más particulares...Y apelo a la mente individual de cada uno para
comprobar si la proposición «un círculo es un círculo» no es una proposición
tan evidente de suyo como esta otra, que contiene términos más generales y que
establece que «todo lo que es, es»; y la proposición «lo azul no es rojo»,
¿no es acaso una proposición de la que la mente no puede dudar, en el momento
en que entiende sus términos, más de lo que lo hace en el axioma «es
imposible que la misma cosa sea y no sea»?..... En segundo lugar, por lo que se
refiere a la coexistencia, o a una conexión tan necesaria entre dos ideas, de
manera que cuando una de ellas se supone en un sujeto, la otra tiene que estar
allí necesariamente, la mente sólo tiene una percepción inmediata de tal
acuerdo o desacuerdo en muy pocas de estas ideas. Y por ello, nuestro
conocimiento intuitivo es muy pequeño en estos casos,.... por ejemplo, puesto
que la idea de ocupar un espacio igual al contenido de sus superficies va unida
a nuestra idea de cuerpo, creo que será una proposición de suyo evidente la
que establezca que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio.... En
tercer lugar, en cuanto a las relaciones de modos, los matemáticos han
formulado muchos axiomas relativos solamente a esa relación de igualdad.... sin
embargo, creo que cualquiera que las considere detenidamente encontrará que no
tienen una evidencia en sí misma más clara que «uno más uno igual a dos», o
«si quitas dos dedos de una mano y otros dos de la otra, el número de dedos
restantes en ambas manos será el mismo». Estas proposiciones, y otras mil
similares que se pueden encontrar en los números, llevan al asentimiento nada más
escuchadas, y conllevan una claridad igual, si no mayor, que aquellos axiomas
matemáticos... En cuarto lugar, en cuanto a la existencia real, puesto que no
tiene ninguna conexión con ninguna de nuestras ideas, a no ser las de nosotros
mismos y la del Ser Primero, no tenemos, en lo que se refiere a la existencia
real de los otros seres, ni siquiera un conocimiento demostrativo, y menos un
conocimiento evidente por sí mismo, y, por tanto, no hay máximas por lo que a
eso se refiere. |
Pienso que con estas palabras se quieren
establecer dos cosas: primero, que estos axiomas son aquellas verdades
que la mente conoce primero; y, segundo, que las otras partes de nuestro
conocimiento dependen de ellas. |
Aquí solicito el permiso del lector para preguntar si la
necesidad de esas máximas para este fin no vendría dada de la siguiente
manera: habiendo convertido las escuelas a las disputas en la piedra de toque
para conocer las habilidades de los hombres y en criterio para evaluar el
conocimiento....El que las disputas se convirtieran en un interminable devenir
de silogismos, se introdujeron en las escuelas determinadas proposiciones
generales, la mayor parte de las cuales eran evidentes de suyo, que como por ser
de tal naturaleza que debían ser admitidas por todos los hombres, fueron
tomadas como medidas generales de la verdad, y sirvieron, en vez de principios....Y de esta manera, estas máximas tildadas con
el nombre de principios, más allá de las cuales los hombres que tenían una
disputa no podían retroceder, fueron erróneamente tomadas como las fuentes y
orígenes de donde manaba todo conocimiento, y como los cimientos sobre los que
se erigían todas las ciencias....Este método de las escuelas se desarrollaban
con el fin de tapar la boca a los pensadores a quienes cualquiera puede cortar
en la disputa cuando niegan esos principios evidentes por sí mismos y generales,.... su único uso consiste aquí en poner punto final a las
disputas.... y de esta
manera las máximas tendrían la utilidad de poner punto final a la perversidad
de quienes, por su talento, embrollan a los ingenuos....
Por tanto, esas máximas generales son, como ya dije, de gran utilidad en las
disputas, para cerrar la boca a los vocingleros, pero de muy poco sirven para el
descubrimiento de verdades desconocidas o para ayudar a la mente en su búsqueda
en pos del conocimiento. Pues ¿quién jamás ha empezado a construir su
conocimiento sobre la base de la proposición general «lo que es, es», o de la
que «es imposible que la misma cosa sea y no sea»?.... Verdad es que, como dije algunas veces, sirven en las
argumentaciones para tapar la boca a los vocingleros, al mostrar el absurdo de
lo que se afirma y al exponerlo a la flagrante vergüenza de contradecir lo que
todo el mundo sabe, y que él mismo no puede admitir como verdadero. Pero una
cosa es hacer ver a un hombre que se encuentra en un error, y otra muy distinta
al llevarlo a la posesión de la verdad.... Razonemos lo mejor que podamos a partir de estas dos
proposiciones y veremos que solamente son predicados de identidad. |
Así como, por ejemplo, el que tomando
como base a Descartes se forje en la mente una idea de lo que aquél llama
cuerpo, y piense que no es sino la pura extensión, podrá llegar a demostrar
con facilidad que no existe el vacío, es decir, que no hay espacio sin cuerpo,
mediante la máxima que establece que «lo que es, es». Porque la idea a la que
él anexa el nombre cuerpo, como sólo está basada en la extensión, hace
posible que su conocimiento de que no pueda haber espacio sin cuerpo resulte
cierto. Así pues, él conoce con claridad y distinción la idea que tiene de la
extensión y sabe que esa idea es lo que es, que no es otra ideal aunque sea
llamada por estos tres nombres: extensión, cuerpo, espacio. Tres palabras que
desde el momento en que significan una idea única e idéntica pueden, sin lugar
a dudas, ser afirmadas con la misma evidencia y certidumbre las unas de las
otras con que cada término lo puede ser de sí mismo; y tan cierto resulta, que
mientras los emplee todos para afirmar una idea única e idéntica, esta
predicación que establece que el «espacio es cuerpo», es tan verdadera e idéntica
como la predicación de que «el cuerpo es cuerpo», tanto en lo que se refiere
a su significado como a su sonido.... Pero si otra persona viene habiéndose forjado una
idea diferente de la de Descartes sobre la misma cosa pero sirviéndose, como él,
del mismo nombre de cuerpo, y hace que su idea, que él ha expresado mediante el
término cuerpo, sea la de una cosa que tiene a la vez extensión y solidez podrá
fácilmente demostrar que puede existir un vacío o espacio sin cuerpo, al igual
que Descartes demostró lo contrario. Porque como la idea a la que da el nombre
de espacio no es sino tan sólo la idea simple de extensión, y la idea a la que
otorga el nombre de cuerpo es la idea compleja de extensión y
solidez unidas en un mismo sujeto, esas dos ideas no son exactamente una y la
misma,... y, por tanto, la predicación de ellas en
nuestras mentes o en términos que las signifiquen no es de identidad, sino que
la negación de ellas, la una de la otra (por ejemplo, esta proposición: «la
extensión o el espacio no es un cuerpo») es tan verdadera y tan evidentemente
cierta como la máxima que establece que «es imposible que la misma cosa sea y
no sea».....Del mismo modo, supongamos que el hombre sea el sujeto sobre el cual
queremos demostrar algo por medio de estos primeros principios, y veremos que en
la medida en que esta demostración está sujeta a estos
principios es solamente verbal, y que no nos ofrece ninguna proposición cierta,
universal y verdadera, ni ningún conocimiento de un ser existente fuera de
nosotros. En primer lugar, cuando un niño se forja la idea de un hombre, es
probable que.... como el
color blanco es en Inglaterra el predominante en la piel de los hombres, el niño
podrá demostrar que un negro no es un hombre porque el color blanco es una de
las ideas simples que permanecen constantemente en la idea compleja que él
denomina hombre. Por tanto, él puede demostrar, a partir del principio que
establece que «es imposible que la misma cosa sea y no sea« que un negro no es
un hombre.... En segundo lugar, otra persona que tenga un mayor
progreso dentro de la formación y colección de la idea que
llama hombre, y que haya añadido a la apariencia externa la risa y el
raciocinio, podrá demostrar que los niños y los imbéciles no son hombres,
valiéndose de la máxima que determina que «es imposible que la misma cosa sea
y no sea».....En tercer lugar, tal vez otra persona construya la idea compleja que
llama hombre solamente a partir de la idea de cuerpo en general, añadiéndole
la facultad del lenguaje y del razonamiento y dejando al margen la forma. Este
hombre será capaz de demostrar que un hombre puede muy bien no tener manos, y
ser cuadrúpedo, ya que ninguna de estas dos cosas están incluidas en su idea
de hombre; y en cualquier cuerpo o forma en que encontrara unidos el habla y el
razonamiento, vería un hombre, porque teniendo un conocimiento claro de
semejante idea compleja, resulta cierto que «lo que es, es». |
«Lo que es, es» y
« la misma cosa no puede ser y no ser»,.... Puesto que estos
principios universales y evidentes por sí mismos no son sino nuestro
conocimiento constante, claro y distinto de nuestras propias ideas más
generales y comprehensivas, nada nos pueden asegurar de lo que existe fuera de
la mente; su certidumbre está fundada solamente sobre el conocimiento que
tenemos acerca de cada idea por sí misma... Esto lo planteo con el fin de
mostrar a los hombres que estas máximas, aun que se tengan como los grandes
baluartes de la verdad, no les aseguran de no incurrir en el error cuando
emplean sus palabras de manera imprecisa. Pero sea cual fuere su utilidad en las
proposiciones verbales, no pueden descubrirnos ni probarnos el menor
conocimiento sobre la naturaleza de las sustancias, tal como se encuentran y
existen fuera de nosotros, más allá de lo que tiene su fundamento en la
experiencia.
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