El hecho de que el principio universal tenga que ser también demostrado es
lo que llevó a Aristóteles a tener que diferenciar entre prioridad lógica
y prioridad ontológica en el conocer: una cosa es afirmar que algo es
primario en el orden del conocer, es decir, en el orden lógico; y otra distinta
es afirmar que lo primero que conocemos pertenece al orden de la realidad, es
decir, al orden ontológico. Es evidente, pensaba Aristóteles, que lo primero
que conocemos es aquello que se nos presenta a los sentidos. Por lo tanto, ese
es el punto de partida en todo conocimiento aunque tal tipo de conocimiento no
sea realmente científico. El conocimiento científico es aquel al que se llega
( partiendo de los sentidos ), después de un largo proceso de demostración
intelectual, y que nos permite llegar al establecimiento de principios
universales y necesarios. Pues bien, la INDUCCIÓN
es un tipo de conocimiento que habría que situar en este contexto: parte de
casos particulares (sentidos) y, sobre ellos, el entendimiento demostrativo
llega a establecer principios universales. Estos principios universales y
necesarios constituyen nuevos principios sobre los que el entendimiento realiza
demostraciones deductivas.
Texto
En los silogísmos lo que prima es la DEDUCCIÓN. Por ejemplo, cuando decimos Todos los M son P y Algún
S es M, podríamos concluir NECESARIAMENTE que Algún
S es P. Tal derivación es deductiva ya que se parte de un principio
general que establede que Todos los M son P. El problema que presenta tal razonamiento, derivado de un
principio universal, como es Todo M es P, es que tal principio necesita también
ser demostrado y, tal demostración, deriva de la experiencia.
El problema que plantea todo lo dicho hasta ahora es que parece que todo
principio necesita ser demostrado lo que nos lleva a desembocar en un proceso ad
infinitum de demostraciones. Pero si ello es así, entonces nunca podríamos
saber nada con absoluta seguridad y sin necesidad de demostración. Esto es lo
que lleva a Aristóteles a señalar que existen principios que son conocidos de
modo inmediato, a través del INTELECTO, y que no
necesitan demostración; tal como sucede, por ejemplo, con el principio de
no-contradicción (una misma cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo). En
definitiva, según Aristóteles, existen: 1) Los primeros principios que
no necesitan demostración sino que se perciben intuitivamente como verdaderos.
Son universales y necesarios y no necesitan de ningún tipo de prueba para ver
su validez. 2) Principios, que son también universales y necesarios,
pero que necesitan de demostración deductiva y que tienen su base en la
experiencia (inducción).
Aristóteles divide las VIRTUDES INTELECTUALES
atendiendo tanto a lo que denomina razonamiento científico como a lo
denomina razonamiento dialéctico. La facultad del razonamiento científico
(Ciencia) nos permite la contemplación de objetos universales y necesarios y no
contingentes o dialécticos. En este contexto, las virtudes intelectuales que
proveen esta facultad son las siguientes:
Texto
CAPITULO TERCERO
(Resumen)
Aristóteles comienza, a partir de este este capítulo, el análisis e cada una de las virtudes intelectuales. Inicia su análisis con la que denomina como Ciencia y que se correspondería con la virtud intelectual que da lugar a la denominada Sabiduría y que abarcaría lo que anteriormente hemos denominado como Epísteme y Nous.
La Scientia trata sobre cuestiones que no pueden ser de otra manera a como son. La base de las mismas reside en cosas que son entendidas por inducción y por deducción. Consiste, por tanto, en una hábito demostrativo que actúa sobre principios universales y necesarios bien de modo inductivo o bien de modo deductivo; o bien sin necesidad de demostración (primeros principios).
Cuando una persona domina todo el tipo de saber señalado
podría decirse que posee la virtud intelectual de la SABIDURÍA.
CAPÍTULO VI
En el capítulo VI de la Ética a Nicómaco,
Aristóteles, trata sobre la virtud intelectual del ENTENDIMIENTO.
Las ideas a destacar son las siguientes:
Comienza señalando que el Entendimiento es aquella facultad que entiende los principios, es decir, el entendimiento es sinónimo de una facultad natural presente en el hombre, cuya función sería exclusivamente la de entender los principios que no necesitan demostración.
Por todo ello, el entendimiento no es ni ciencia, ni
arte,
ni prudencia. Todo ello se debe a que la ciencia necesita de demostración,
mientras que el entendimiento considera principios que no necesitan
demostración como sucede, por ejemplo, con el principio de
no-contradicción. Por su parte, el arte y la prudencia tratan sobre cosas
que podrían suceder de otra manera y no de cosas necesarias como sucede con
el entendimiento. Habría que diferenciar por tanto el entendimiento tanto
de las virtudes intelectuales del arte y de la prudencia como de la virtud
intelectual de la ciencia, ya que, según Aristóteles, es propio del sabio
tener demostración de cada cosa.
CAPITULO VII
En el capítulo VII, Aristóteles, trata acerca de la virtud
intelectual de la SABIDURÍA.
Las ideas a destacar son las siguientes:
Comienza hablando de la sabiduría práctica y señala lo siguiente: en las artes atribuimos sabiduría a los que en ellas son más acabados. Por ejemplo, en el oficio del escultor, seria sabio el que domina a la perfección tal oficio.
Aristóteles habla también de la sabiduría común y general como la más perfecta ciencia. Parece referirse aquí a la sabiduría teórica que posee aquella persona que es un virtuoso tanto en el dominio de la virtud de la ciencia (principios que necesitan demostración) como en la virtud del entendimiento (principios que no necesitan demostración).
Aristóteles hace referencia también a la superioridad de la sabiduría teórica sobre la práctica ya que las cuestiones prácticas humanas ( economía, política ) no son las más excelsas ni las mejores del mundo. Existen objetos más elevados y más importantes para el conocimiento humano como sería el conocimiento y dominio de las ciencias teóricas ( matemática, física, metafísica )
Ahora bien, la sabiduría teórica no hace, por sí misma, a
los hombres buenos y prudentes como creía Sócrates. Hace referencia a
Tales y Anaxágoras de los cuales se dice que fueron sabios pero no
prudentes ya que se despreocuparon de los asuntos humanos. Es por tanto
necesario abarcar las virtudes de la sabiduría tanto teórica como práctica
para poder ser seres completos.