LA VOLUNTAD BUENA
Es imposible imaginar nada en el mundo o fuera de él que pueda ser llamado absolutamente bueno, excepto la voluntad buena
Con estas palabras comienza la Metafísica de las Costumbres
¿Qué quiere decir Kant al afirmar que la voluntad buena es lo único que puede ser llamado bueno sin más aclaración?
Es evidente que Kant está hablando de algo que no puede ser
otra cosa que algo bueno, de algo que necesariamente es bueno por sí y, por
tanto, sin consideración alguna hacia algo externo a sí misma. Lo que sucede
es que si reflexionamos un poco sobre todo ello nos encontramos que no es ese el
sentido normal que solemos aplicar cuando hablamos de las cosas buenas. Así,
por ejemplo, decimos que una medicina es buena no porque ella sea buena en sí
misma sino por los efectos que produce si sana a un enfermo. Lo mismo podemos
decir en relación con multitud de otras realidades: la riqueza, por
ejemplo, no es un bien absoluto en si mismo ya que puede producir la miseria en
otros; el talento tampoco es un bien en sí mismo ya que puede ponerse al
servicio de una mala causa. Pensemos en otros ejemplos y veremos que que es difícil
encontrar algo que sea bueno en sí, o lo que es lo mismo que nos sea imposible
pensar en que no pudiera ser bueno. Pues bien, cuando Kant habla de la voluntad
buena afirma que estamos ante algo que es bueno en sí mismo y no
solamente en relación a otras cosas externas a ellas misma. En este sentido la voluntad
buena lo es en virtud de su propio valor intrínseco y no por los efectos
que puede producir. Por ejemplo, alguien podría pensar que la voluntad es
buena porque ayuda a llevar a cabo acciones que podrían producir la felicidad
de alguien. Según Kant, una voluntad es buena no porque sea causa de buenas
acciones que pueden producir en uno la sensación de ser bueno o feliz.
Ahora bien, afirmar de un modo absoluto que la voluntad es buena
necesariamente a partir de sí misma y, al mismo tiempo, no explicar el por qué
parece situarnos ante una afirmación tautológica o un círculo vicioso. Y es
que sucede como si alguien afirmara lo siguiente: el agua fresca, es fresca y,
al preguntársele por qué, dijese que la causa de ello no estaba en algo
externo al agua en sí, sino en la misma agua en sí independientemente de que
pudiéramos comprobar empíricamente la causa de tal frescura. Parece evidente
que quien respondiera de ese modo estaría afirmando una mera tautología ya que
el predicado no estaría dando información alguna pues que lo que dice
está contenido de antemano en el sujeto. Pues bien, del mismo modo, cuando se
afirma que la voluntad buena es necesariamente buena por sí misma parece
que estamos también ante una tautología ya que se nos prohíbe buscar la causa
de tal bondad fuera de la voluntad misma. Estaríamos ante una proposición vacía
y sin contenido que no nos da realmente información nueva de ninguna clase. Es
evidente que Kant era consciente de este problema y, por ello, en la metafísica
de las costumbres, no afirma únicamente que la voluntad buena es buena por sí
mismo sino que también explica POR QUÉ
y CUANDO tal voluntad es buena sin
necesidad de depender de los beneficios externos que pueda reportarnos. Para
explicar esta cuestión, Kant, acudirá al concepto de DEBER.
Por ello afirma: una voluntad que obra por deber es una voluntad buena. {Ver
Texto}