Se me ha dicho: ha escrito usted en Nausée
(La Nausea) que los
humanistas no tienen razón, se ha burlado de cierto tipo de humanismo; ¿por
qué volver otra vez a lo mismo ahora? En realidad, la palabra humanismo tiene
dos sentidos muy distintos.
Por humanismo se puede entender una teoría que toma
al hombre como fin y como valor superior. Hay humanismo en este sentido en
Cocteau, por ejemplo, cuando, en su relato Le tour du monde en 80 heures, un
personaje dice, porque pasa en avión sobre las montañas: el hombre es
asombroso. Esto significa que yo, personalmente, que no he construido los
aviones, me beneficiaré con estos inventos particulares, y que podré
personalmente, como hombre, considerarme responsable y honrado por los actos
particulares de algunos hombres. Esto supone que podríamos dar un valor al
hombre de acuerdo con los actos más altos de ciertos hombres. Este humanismo es
absurdo, porque sólo el perro o el caballo podrían emitir un juicio de
conjunto sobre el hombre y declarar que el hombre es asombroso, lo que ellos no
se preocupan de hacer, por lo menos que yo sepa. Pero no se puede admitir que un
hombre pueda formular un juicio sobre el hombre. El existencialismo lo dispensa
de todo juicio de este género; el existencialista no tomará jamás al hombre
como fin, porque siempre está por realizarse. Y no debemos creer que hay una
humanidad a la que se pueda rendir culto, a la manera de Augusto Comte. El culto
de la humanidad conduce al humanismo cerrado sobre sí, de Comte, y hay que
decirlo, al fascismo. Es un humanismo que no queremos.
Pero hay otro sentido del humanismo que significa en el fondo
esto: el hombre está continuamente fuera de sí mismo; es proyectándose y
perdiéndose fuera de sí mismo como hace existir al hombre y, por otra parte,
es persiguiendo fines trascendentales como puede existir; siendo el hombre este
rebasamiento mismo, y no captando los objetos sino en relación con este
rebasamiento, está en el corazón y en el centro de este rebasamiento.
No hay otro universo que este universo humano, el universo de
la subjetividad humana. Esta unión de la trascendencia, como constitutiva del
hombre —no en el sentido en que Dios es trascendente, sino en el sentido de
rebasamiento— y de la subjetividad en el sentido de que el hombre no está
encerrado en sí mismo sino presente siempre en un universo humano, es lo que
llamamos humanismo existencialista. Humanismo porque recordamos al hombre que no
hay otro legislador que él mismo, y que es en el desamparo donde decidirá de
sí mismo; y porque mostramos que no es volviendo hacia sí mismo, sino siempre
buscando fuera de sí un fin que es tal o cual liberación, tal o cual
realización particular, como el hombre se realizará precisamente como humano.
Jean Paul Sartre. El existencialismo es un humanismo
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