Berkeley

... como un planeta mareado alrededor de un sol en llamas...


Alberto se levantó y se dirigió a la ventana que daha a la ciudad. Sofía se puso a su lado.Estando así, un pequeño avión de hélices irrumpió en el aire, volando bajo sobre los tejados. De la avioneta colgaba una cinta en la que ponía: ¡FELICIDADES, HILDE!, EN TU DECIMOQUINTO CUMPLEAÑOS.

-Qué pesado -fue el comentario de Alberto.

Desde las colinas en el sur bajaban nubes oscuras sobre la ciudad. La avioneta desapareció en una de las nubes.

-Me temo que va a haber tormenta -dijo Alberto.

-Entonces cogeré el autobús para ir a casa.

-Espero que no sea ese mayor el que esté detrás de la tormenta también.

-¿Pero no puede ser omnipotente, no?

Alberto no contestó. Cruzó la habitación y se volvió a sentar junto a la mesita.

-Tenemos que hablar un poco de Berkeley -dijo al cabo de un rato.

Sofía ya se había sentado. Se dio cuenta de que había empezado a morderse las uñas.

- George Berkeley fue un Obispo irlandés que vivió de 1685 a 1753 -comenzó Alberto, sin luego continuar.

-Sí, Berkeley fue un obispo irlandes -repitió Sofía.

-Pero también era filósofò...

-¿Sí?

-Él sentía que la filosofía y la ciencia de la época estaban amenazando los conceptos cristianos de la vida, y que ese materialismo cada vez más dominante era una amenaza contra la fè cristiana en que es Dios quien crea y conserva todo lo que hay en la naturaleza.

-¿Sí?

-Al mismo tiempo Berkeley fue el empirista más consecuente de todos.

-¿También opinaba que no podemos saber- nada más del mundo que lo que percibimos a través de nuestros sentidos?

-Y más que eso. Berkeley opinaba que las cosas en el mundo son precisamente como las sentimos, pero que no son «cosas».

-Explicame eso, por favor.

-Recordarás que Locke había señalado que no podemos pronunciarnos sobre las "cualidades secundarias", de las cosas. No podemos decir que una manzana es verde o está ácida. Son impresiones de nuestros sentidos. Pero Locke tambien había dicho que las "cualidades primarias", tales como firmeza, peso, solidez, pertenecen realmente al mundo exterior,lo cual quiere decir que la realidad exterior tiene una "sustancia" física.

-Sigo teniendo buena memoria. Creo recordar además que Locke señalaba una importante distinción.

-Bueno, Sofía, ojalá fuera así.

-¡Sigue!

-Locke opinaha, igual que Descartes y Spinoza, que el mundo físico es una realidad.

-Sí, ¿y...?

-Precisamente eso es lo que Berkeley pone en duda, y lo hace practicando un empirismo consecuente. Dijo que lo único que existe es lo que nosotros percibimos. Pero no percibimos la "materia".No percibimos que las cosas son «cosas» concretas.El presumir que aquello que percibimos tiene una "sustancia" propia, es saltar demasiado rápido a la conclusión.No tenemos en absoluto ninguna base de experiencia para hacer tal aseveración.

-¡Tonterias! ¡Mira esto!

Sofia golpeó la mesa con el puño.

-¡Ay! -exclamó, porque se golpeó muy fuerte-.No prueba esto suficientemente que la mesa es una mesa real y material?

-¿Qué sentiste?

-Sentí algo duro.

-Has tenido una clara sensación de algo duro, pero no sentiste la materia de la mesa. De la misma manera puedes soñar que te das contra algo duro, pero dentro del sueño no hay nada duro, ¿verdad que no?

-En el sueño no.

-Además se puede sugestionar a una persona para que "sienta" esto y aquello. Se puede hipnotizar a una persona y hacerle sentir calor y frío, caricias suaves y golpes duros.

-Pero si la propia mesa es la que era dura, ¿entonces qué fue lo que me hizo sentir que lo era?

-Berkeley pensaba que era "una voluntad o un espíritu". Pensaba que todas nuestras ideas tienen una causa fuera de nuestra propia conciencia,pero esta causa no es de naturaleza material, sino espiritual.

Sofía había vuelto a morderse las uñas. Alberto prosiguió.

-Según Berkeley, mi propia alma puede ser la causa de mis propias ideas, como cuando sueño, pero solamente otra voluntad o espíritu puede ser la causa de aquellas ideas que constituyen nuestro mundo "material". Todo "se debe al espíritu que causa "todo en todo" y gracias a lo cual "todas las cosas subsisten", dijo.

-¡Qué clase de "espíritu" sería ese?

-Berkeley piensa evidentemente en Dios.

Dijo que "incluso podemos afirmar que la existencia de Dios se percibe mucho más nitidamente que la existencia de los hombres".

-¿Ni siquiera es seguro que nosotros existamos?

-Bueno... Todo lo que vemos y sentimos es una consecuencia de la fuerza de Dios, dijo Berkeley. Porque Dios está íntimamente presente en nuestra conciencia y suscita en ella toda esa multitud de ideas y sensaciones a las que estamos constantemente expuestos.

Toda la naturaleza que nos rodea y toda nuestra existencia reposan por lo tanto en Dios. Él es la única causa de todo lo que hay.

-Estoy más bien asombrada.

- Ser o no ser, no es, pues, toda la cuestion. Otra cuestión es qué somos. ¿Somos personas reales? ¿Nuestro mundo esta compuesto por cosas verdaderas, o estamos rodeados de conciencia?

Una vez más Sofía empezó a morderse las uñas. Alberto prosiguió.

-Berkeley no sólo duda de la realidad material. También duda de que el «tiempo» y el espacio tengan una existencia absoluta o independiente.

También nuestra vivencia del tiempo y del espacio puede ser algo que sólo se encuentre en nuestra conciencia. Una semana o dos para nosotros no tiene por que ser una semana o dos para Dios...

-Dijiste que "para Berkeley" ese espíritu en el que todo reposa, es el Dios cristiano.

-Lo habré dicho. Pero para nosotros...

-¿Sí?

- .....para nosotros esa voluntad o espíritu, que causa todo en todo, también podría ser el padre de Hilde.

Sofia se quedó muda. Su cara era como un signo de interrogación. Al mismo tiempo se dio cuenta de repente de algo.

-¿Tú crees?

-No veo otra posibilidad. Quizás sea la única explicación posible de todo lo que nos ha pasado. Me refiero a todas esas postales y peticiones que han ido surgiendo por tantos sitios. Pienso en que Hermes ha comenzado a hablar, y pienso en mis propios lapsus.

-Yo...

-Fijate, llamarte Sofía, Hilde. ¿Como si no supiera que no te llamas Sofía?

-¿Pero qué dices? Creo que te estás mareando.

-Sí, todo está dando vueltas, hija mía, como un planeta mareado alrededor de un sol en llamas.

-¿Y ese sol es el padre de Hilde?

-Se podria decir asi, si.

-¿Quieres decir que ha sido como una especie de Dios para nosotros?

-Sin modestia, sí. ¡Pero debería darle vergüenza!

-¿Y qué pasa con Hilde?

-Ella es un ángel, Sofía.

-¿Un ángel?

-Hilde es aquella a la que se dirige el espíritu.

-¿Quieres decir que Alberto Knag nos está hablando de Hilde?

-O escribiendo sobre nosotros. Porque no podemos percibir la sustancia de la que nuestra realidad está hecha, eso ya lo sabemos. No podemos saber si nuestra realidad exterior está hecha de ondas de sonido o de papel y escritura. Según Berkeley sólo podemos saber que somos espíritu.

-Y Hilde es un ángel...

-Es un ángel, asi es. Dejémoslo ahí. Felicidades, Hilde.

La habitacion se llenó de una luz azulada. Unos instantes despues se oyó un fuerte trueno que sacudió la casa.

Alberto se quedó sentado con la mirada fija en algo muy lejano.

-Tengo que irme a casa -dijo Sofía. Se levantó y se precipitó hacia la salida. En el momento de salir por la puerta, Hermes, que había estado durmiendo bajo el perchero, se despertó y fue como si dijera algo de despedida:

-Hasta pronto, Hilde. Sofía bajó corriendo la escalera y salió a la calle. No había nadie. De repente comenzó a llover a cántaros.

Un par de coches pasaron por el asfalto mojado, pero Sofía no veía ningún autobús. Cruzó la Plaza Mavor corriendo. En su cabeza sólo había un pensamiento.

Mañana es mi cumpleaños, pensó. ¿No resultaba demasiado penoso tener que reconocer que la vida es un sueño justo el día antes de cumplir quince años? Era como soñar que te tocaban diez millones en la lotería y de repente, justo antes del gran sorteo, darte cuenta de que todo había sido un sueño. Sofía cruzó corriendo el campo de deportes mojado. De repente se dio cuenta de que una persona venía corriendo hacia ella. Era su madre.Los rayos reventaron el cielo repetidamente. Cuando se encontraron las dos, la madre la abrazó.

-Qué es lo que nos está sucediendo, mi pequeña?

-No lo sé -contestó Sofía llorando-. Es como una pesadilla.


Bjerkely

...un viejo espejo mágico que la bisabuela había comprado a una gitana...


Hilde Möller Knag se despertó en la buhardilla de la vieja villa en las afueras de la pequeña ciudad de Lillesand. Miró el reloj. Sólo eran las seis, y sin embargo era totalmente de día.Una ancha franja de sol matutino cubría ya casi toda la pared.

Salió de la cama y se acercó a la ventana tras haber arrancado una hoja del calendario que había sobre el escritorio.Jueves 14 de junio de 1990. Hizo una bolita con la hoja y la tiro a la papelera.Viernes 15 de junio de 1990, ponía ya muy claramente en el calendario. Ya en enero había escrito "QUINCE ANOS" en esta hoja. Le pareció especialmente significativo cumplir quince años el día quince. ¡Eso no volveria a sucederle nunca!

¡Quince anos! ¿No sería ése el primer día de su vida de "adulta"¿ No podía volverse a la cama como si nada. Además, era el último día de colegio antes de las vacaciones. Hoy sólo tenían que ir a la iglesia a la una.Y había algo más: dentro de una semana volveria papá del Líbano. Había prometido estar en casa para San Juan.

Hilde se colocó junto a la ventana y miró eljardín y el muelle y la pequeña caseta donde se guardaba la barca. Aún no habían sacado la barca de motor, pero el viejo bote estaba amarrado en el muelle. Tenía que acordarse de achicar el agua después de la fuerte lluvía de anoche.

Mirando la pequeña bahía se acordó de pronto de que una vez, cuando tenía seis o siete años, se metió en el bote y se fue remando sola hacia el mar. Luego se cayó al agua y a duras penas pudo llegar a la playa. Calada hasta los huesos subió por los matorrales. Cuando por fin estuvo en el jardin, delante de la casa, su madre llegó corriendo. El bote y los dos remos se habian quedado flotando en el agua. Todavia soñaba de vez en cuando con el bote abandonado flotando allí fuera solo. Había sido una experiencia humillante.

El jardin no era especialmente frondoso, ni estaba especialmente bien cuidado, pero era grande y era de Hilde. Un manzano doblado por el viento y unos pocos frambuesos que casi no tenian frutos habian sobrevivido a duras penas a los fuertes temporales del invierno. Entre matorrales y piedras estaba el viejo balancín en el pequeño trozo de cesped. Tenia un aspecto un poco triste, tan solo en la fuerte luz de la mañana. Parecía aun más triste porque habían recogido los cojines. Habría sido mamá anoche, para ponerlos a salvo de la tormenta. Todo el gran jardín estaba rodeado de abedules. Así, quedaba al menos protegido de los fuertes golpes de viento. Estos abedules fueron los que dieron el nombre de Bjerkely a la finca hacía más de cien años.

El bisabuelo de Hilde habia construido la casa justo antes del cambio de siglo. Fue capitán en uno de los últimos grandes veleros. Todavia hoy había mucha gente que conocía la casa como Villa del Capitán.

Esa mañana en el jardín habia huellas de la fortísima lluvia de la noche anterior. Hilde se había despertado varias veces por los truenos. Ahora no se veía ni una sola nube. Todo parecía muy fresco tras esos chaparrones de verano. Las últimas semanas habían sido secas y calurosas, los abedules tenían ya un feo tono amarillo en la capa exterior de las hojas. Ahora era como si el mundo estuviera recién lavado. Hilde tenía además la sensación de que toda su infancia había desaparecido con la tormenta de la noche anterior. "Claro que duele cuando brota..." ¿Era una poetisa sueca la que habia dicho algo asi? ¿O quizás finlandesa? Hilde se puso delante del gran espejo de latón que colgaba encima de la vieja cómoda que perteneció a su abuela. ¿Era guapa? Al menos no era muy fea. No era ni guapa ni fea.

Tenía el pelo rubio y largo. A Hilde le hubiera gustado tener un pelo un poco más rubio o un poco más oscuro. Asi, ni lo uno ni lo otro, resultaba un poco soso. En la parte positiva anotó sus rizos. Muchas de sus amigas se rizaban el pelo, pero los rizos de Hilde eran naturales. Anotó también en la parte positiva los ojos verdes, muy verdes, por cierto. «Son verdaderamente verdes», solían decir sus tios y tias mirándola fijamente.

Hilde se preguntó si esa imagen que estaba estudiando era el reflejo de una chica o de una mujer joven. Llegó a la conclusión de que no era ni lo uno ni lo otro. Su cuerpo tenia algo de mujer, pero su cara parecia una manzana sin madurar.

Este viejo espejo tenía algo que a Hilde siempre le hacia pensar en su padre. Antes habia estado colgado abajo en el estudio. El estudio era la biblioteca, lugar de retiro y cuarto de poeta de su padre, situado encima de la caseta de la barca. Alberto como le llamaba Hilde cuando él estaba en casa, siempre habia soñado con escribir algo grande. Una vez había intentado escribir una novela, pero todo quedó en el intento. De vez en cuando publicaba algún poema o esbozo sobre la costa en el periódico local. A Hilde le enorgullecia casi tanto como a él ver el nombre de su padre impreso: ALBERT KNAG. Al menos en Lillesand era un nombre que tenía cierta resonancia. También el bisabuelo se había llamado Albert.

Volvió a pensar en el espejo. Hace muchos años su padre había bromeado diciendo que era posible guiñarse un ojo a sí mismo en un espejo, pero que no se podia uno guiñar a si mismo los dos ojos a la vez. La única excepción era este espejo de latón, porque era un viejo espejo magico que la bisabuela había comprado a una gitana, poco después de casarse.

Hilde lo había intentado muchas veces, pero era tan difícil guiñarse los dos ojos a la vez como intentar alejarse de su propia sombra. Al final le habían regalado a ella el viejo tesoro heredado. Durante toda su infancia había vuelto de vez en cuando a intentar lo imposible.

No era de extrañar que hoy estuviera un poco pensativa. Tampoco era de extrañar que hoy se sintiera un poco egocéntrica. Quince años...

Hasta ese momento no había mirado la mesilla de noche. ¡Había un gran paquete! Envuelto en un precioso papel azul celeste y con cinta roja de seda.¡Tenía que ser un regalo de cumpleaños!

¿Sería "el" regalo? ¿Podría ser el gran REGALO de papá, ese que había estado envuelto en tanto misterio? Papá había hecho un montón de extrañas insinuaciones en las postales. Pero se había "impuesto a sí mismo una severa censura."

El regalo era algo que "crecía " crecía", había dicho en una postal. Luego habia insinuado algo sobre una chica a la que pronto conocería, y a la que le había mandado copia de todas las postales. Hilde había intentado preguntárselo a su madre, pero ella tampoco tenía ni idea.

Lo más raro de todo fue un comentario acerca del regalo sobre que tal vez "pudiera compartirse con otras personas". Por algo trabajaba para las Naciones Unidas. Una de las ideas fijas -tenía muchas- del padre de Hilde era que las Naciones Unidas deberían tener una especie de responsabilidad de gobierno sobre todo el mundo. "Ojalá las Naciones Unidas logren algún día unir a la humanidad", había escrito en una de las postales.

¿Podría abrir el paquete antes de que mamá subiera con panecillos y bebida, el regalo y las banderitas? Suponía que si, pues si no, no lo habrian dejado en su mesilla.

Hilde cruzó el cuarto de puntillas y cogió el paquete de la mesilla.¡Pesaba un montón! Encontro una tarjetita: "A Hilde, en su decimoquinto cumpleaños, de papa".

Se sentó en la cama y comenzó a quitar cuidadosamente la cinta roja. Luego quitó el papel.

¡Era una carpeta grande de anillas!

¿Ése era el regalo? ¿Ese era el regalo del que tanto se había hablado? ¿Ése era el regalo que habia "crecido y crecido" y que además podía compartirse con otros?

Una rápida ojeada reveló que la carpeta estaba llena de hojas escritas a máquina. Hilde conocía el tipo de letra de la máquina de escribir que papá se había llevado al Libano.

¡Le habia escrito un libro entero!

En la primera hoja ponía con letras mayúsculas escritas a mano:

EL MUNDO DE SOFíA.

Un poco mas abajo en la página ponía escrito a máquina:

LO QUE ES EL SOL PARA LA TIERRA NEGRA, LA VERDADERA ILUSTRACIÓN LO ES PARA EL AMIGO DE LA TIERRA. N. F. S. Grundtvig.

Hilde pasó la hoja. En la parte superior de la siguiente página comenzaba el primer capitulo, cuyo título era: El jardin del Edén.

Se acomodó en la cama, apoyo la carpeta contra las rodillas y comenzó a leer.

Sofía Amundsen volvía a casa después del instituto.La primera parte del camino la había hecho en compañía de Jorunn. Habían hablado de robots. Jorunn opinaba que el cerebro humanO era como un sofisticado ordenador. Sofía no estaba muy segura de estar de acuerdo. Un ser humano tenía que ser algo más que una máquina.

Hilde continuó leyendo, y pronto se olvidó de todo. Se olvidó incluso de que era su cumpleaños. No obstante, de vez en cuando un pensamiento lograba meterse entre las líneas de lo que estaba leyendo.

¿Papá había escrito una novela? ¿Por fin se había puesto a escribir su gran novela? ¿La había acabado en el Líbano? Se había quejado muchas veces de que el tiempo se hacía muy largo en aquellas latitudes.

También el padre de Sofía estaba viajando. ¿Seria ella la chica a la que Hilde conocería...?

Cuando había conseguido tener una fuerte sensación de que un día desaparecería del todo, entendía realmente lo enormemente valiosa que es la vida... ¿De dónde viene el mundo?... Al fin y al cabo, algo tuvo que surgir en algún momento de donde no había nada de nada. ¿Pero era eso posible? ¿No resultaba eso tan imposible como pensar que el mundo había existido siempre?

Hilde seguia leyendo. Confundida, daba saltos en la cama cuando leia que Sofía Amundsen recibía postales del Líbano." Hilde Moller KnaC: c/o Sofia Amundsen, Camino del Trébol, 3..."

Querida Hilde. Te felicito de corazón en tu decimoquinto cumpleaños. Como puedes ver, quiero hacerte un regalo con el que podrás crecer.Perdóname por enviar la postal a Sofía. Resulta más fácil asi. Con todo cariño, papá.

¡Ese granuja! Hilde siempre había pensado que papá era un tunante, pero ahora se había superado a sí mismo. En lugar de adjuntar esta postal al paquete la había incorporado al mismo libro-regalo.

Pero la pobre Sofía estaba totalmente confusa.

¿Por qué un padre iba a enviar una felicitación a la dirección de Sofía cuando estaba clarísimo que iba destinada a otra persona? ¿Qué padre privaría a su hija de la ilusión de recibir una tarjeta de cumpleaños enviándola a otras señas? ¿Por qué resultaba «más fácil así»? Y ante todo: ¿cómo encontraría a Hilde? Exactacmente, ¿cómo iba a hacerlo?

Hilde dióla vuelta a la página y comenzó a leer el segundo capítulo. Se titulaba

El sombrero de copa.

Luego venía una larga carta que la misteriosa persona había escrito a Sofía. Hilde contuvo el aliento. Interesarse por el por qué vivimos no es, por lo tanto, un interés tan fortuito o tan casual como, por ejemplo, coleccionar sellos. Quien se interesa por cuestiones de ese tipo está preocupado por algo que ha interesado a los seres humanos desde que viven en este planeta. El cómo ha nacido el universo, el planeta y la vida aquí...

«Sofía se sentía agotada.» Así se sentía también Hilde. Papá no sólo le habia escrito un libro para su decimoquinto cumpleaños, sino que había escrito un libro extraño y misterioso.

Un breve resumen: se puede sacar un conejo blanco de un sombrero de copa vacío. Dado que se trata de un conejo muy grande,este truco dura muchos miles de millones de años.En el extremo de los finos pelillos de su piel nacen todas las criaturas humanas.De esa manera con capaces de asombrarse por el imposible arte de la magia.Pero conforme se van haciendo mayores,se adentran cada vez más en la piel del conejo,y allí se quedan....

No sólo era Sofía la que tenía la sensación de encontrarse en un lugar muy dentro de la piel del conejo blanco. Hoy Hilde cumplía quince años. También tuvo la sensación de que había llegado la hora de decidir por qué camino seguiría gateando hacia arriba.

Leyó acerca de todos los filósofos de la naturaleza. Hilde sabia que su padre se interesaba por la filosofía. Había escrito en el periódico que la filosofía debería ser una asignatura más en la escuela. ¿Por qué se debe incluir la asignatura de filosofía en el nuevo plan de estudios?, se titulaba el artículo. Papá también había sacado el tema en una reunión de padres de la clase de Hilde. A ella le había dado mucha vergüenza.

Miró el reloj. Eran las siete y media. Afortunadamente, su madre tardaria otra hora en subir con la bandeja del cumpleaños; en ese momento no había nada que le interesara más que Sofía y todas aquellas preguntas filosóficas. Leyó el capítulo que se titulaba "Demócrito". Primero se planteaba a Sofía una pregunta para que la meditara: ¿por qué las piezas del lego son el juguete más genial del mundo? Luego encontró un «sobre amarillo grande» en el buzón.

Demócrito estaba de acuerdo con sus predecesores en que los cambios en la naturaleza no se debían a que las cosas realmente «cambiaran». Suponía, por lo tanto, que todo tenía que estar construido por unas piececitas pequeñas e invisibles, cada una de ellas eterna e inalterable. A estas piezas más pequeñas Demócrito las llamó átomos.

Hilde se indignó al leer que Sofía encontró su pañuelo rojo de seda debajo de la cama. ¡Conque ése era el camino que había tomado su pañuelo! ¿Pero cómo puede desaparecer un pañuelo simplemente para entrar en un cuento? Tendría que estar también en otro sitio.

El capítulo sobre Sócrates comenzó cuando Sofia leyó "unas líneas sobre el batallón noruego de las Naciones Unidas en el Líbano", en un periódico. ¡Típico de su padre! Le obsesionaba mucho que los noruegos no mostraran más interés por la labor de paz llevada a cabo por los cascos azules de las Naciones Unidas. Si a nadie más le interesaba,por lo menos debía interesarle a Sofía. De esta manera papá se inventaba una especie de atención por parte de los medios de comunicación.

No pudo evitar una sonrisita al leer una «P. D.» en la carta del profesor de filosofía a Sofía: Si encontraras un pañuelo rojo de seda, ruego lo guardes bien. De vez en cuando, objetos de este tipo se cambian por error en colegios y lugares así, y ésta es una escuela de filosofía.

Hilde oyó ruidos en la escalera. Seguramente era su madre que venía con la bandeja del cumpleaños. Antes de que llamara a la puerta, Hilde tuvo tiempo de leer que Sofía había encontrado en el lugar secreto del jardín la cinta de vídeo de Atenas.

-¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseo querida Hilde, cumpleaños feliz! -mamá empezó a cantar ya en la escalera.

-Adelante -dijo Hilde, mientras leía que el profesor de filosofía había empezado a hablar a Sofia directamente desde la Acrópolis. Era casi idéntico al padre de Hilde, con la "barba negra muy aseada", y la boina azul.

-¡Felicidades, Hilde!

-Hmm...

-Pero, Hilde, ¿qué te pasa?

-Ponlo allí si quieres.

-¿No vas a...?

-¿No ves que estoy ocupada?

-¡Pensar que tienes ya quince años!

-¿Has estado en Atenas, mamá?

-No, ¿por qué?

-Es curioso que los viejos templos aún esten allí. Tienen 2.000 años.El más grande se llama "Morada de la Virgen".

-¿Has abierto el regalo de papá?

-¿Qué regalo?

-Por favor, Hilde, levanta la vista de una vez. Estás como enloquecida.

Hilde dejó caer la carpeta sobre sus rodillas.

Su madre se inclinó sobre la cama. En la bandeja traía una vela encendida, panecillos con mantequilla y una Fanta.También había un paquetito en la bandeja.

-Mil gracias, mamá. Eres un encanto, pero, ¿sabes?, no tengo mucho tiempo.

-Pero si no tienes que estar en la iglesia hasta la una.

Por fin Hilde se dio cuenta de verdad de dónde estaba, y por fin la madre puso la bandeja en la mesilla.

-Perdóname, estaba completamente absorta en esto.

Señaló la carpeta y prosiguió:

-Es de papá...

-¿Qué es lo que ha escrito? Yo estaba tan ilusionada como tú. Y no he podido sacarle a tu padre una palabra sensata en meses.

Por alguna razón Hilde se sintió de pronto un poco tímida.

-Ah, es sólo un cuento.

-¿Un cuento?

-Sí, un cuento. Y luego un libro de filosofía. Bueno, algo así.

-¿No vas a abrir mi paquete?

Hilde no podía establecer diferencias entre sus padres,de modo que también desenvolvió el paquete de la madre. Era una pulsera de oro.

¡Qué preciosidad! ¡Muchisimas gracias!

Hilde se levantó y abrazó a su madre.Se quedaron un rato sentadas charlando.

-Ya puedes marcharte -dijo de pronto Hilde-. En este momento está en lo alto de la Acrópolis, ¿sabes?

-¿Quién?

-Ni idea. Sofia tampoco lo sabe. Eso es precisamente lo interesante.

-Bueno, tengo que ir a la oficina. Come un poco, hija. Tu vestido está colgado abajo.

Por fin. La madre desapareció por la escalera. Lo mismo ocurrió con el profesor de Sofía, bajando las escaleras de la Acrópolis. Se colocó en el monte del Areópago, y un poco más tarde apareció en la vieja plaza de Atenas.

Hilde se sobresaltó cuando los viejos edificios se levantaron de repente de las ruinas. Una de las ideas fijas de su padre era que todos los países de las Naciones Unidas deberian unirse para construir una copia exacta de la antigua plaza de Atenas, donde se pudiera trabajar en cuestiones filosoficas y además en actividades de desarme. Un gigantesco proyecto de este tipo uniría a la humanidad, pensaba él. "Ya sabemos construir plataformas petrolíferas y naves espaciales."

Luego leyó acerca de Platón. "Sobre las alas del amor volará el alma "a casa", al mundo de las Ideas, donde será librada de la "carcel del cuerpo".

Sofía se habia metido por el seto siguiendo a Hermes, pero él pronto desapareció. Después de haber leído sobre Platón, ella se adentró más en el bosque y llegó a una cabaña junto a un pequeño lago. Allí habia colgada una pintura de Bjerleley. Por la descripcion resultaba evidente que tenía que ser la Bjerkely de Hilde. También había allí un retrato de un señor llamado Berkeley.

«¿No resultaba curioso?»

Hilde dejó la voluminosa carpeta sobre la cama, se acercó a la librería y miró en una enciclopedia que le habían regalado en su decimocuarto cumpleaños. Berkeley... ya.

Berkeley, George (1685-1853), filósofo inglés, obispo de la ciudad de Cloyne. Niega la existencia de un mundo material fuera de la conciencia del hombre. Nuestras sensaciones están producidas por Dios. B. es también famoso por su crítica a las ideas generales abstractas.Obra principal: Tratado concerniente a los principios del conocimiento humano.(171O).

Pues sí, era curioso. Hilde se quedó unos instantes de pie, pensando, antes de volver a la cama y a la carpeta.

De alguna manera era su padre el que había colgado los dos cuadros. ¿Podía haber otra conexión aparte del parecido de nombres?

Entonces Berkeley era un filósofo que negaba la existencia de un mundo material fuera de la conciencia del hombre.¡Qué cosas tan raras se podían afirmar! Pero no resultaba siempre tan facil refutar aquellas afirmaciones. La descripción encajaba muv bien en el mundo de Sofía, sin embargo.Pues sus "sensaciones", habían sido provocadas por el padre de Hilde.

Se enteraría mejor cuando leyera más. Hilde se rió cuando leyó que Sofía vio el reflejo de una chica que le guiñaba los dos ojos.

"Parecía como si la muchacha del espejo guiñara los ojos a Sofía. Era como si quisiera decir:te veo, Sofia". Estoy aquí, al otro lado.

Encontró su monedero verde, con el dinero y todo. ¿Cómo había ido a parar allí?

¡Tonterias! Durante un instante Hilde había pensado que Sofía realmente lo había encontrado. Pero también intentó identificarse con Sofía para sentir cómo habría sido todo aquello para ella. Para ella todo era muy misterioso y muy enigmático.

Por primera vez Hilde sintió un verdadero deseo de encontrarse cara a cara con Sofía. Tenía ganas de hablar con ella sobre la explicación de todo esto.

Pero Sofía tendría que salir de la cabaña antes de ser cogida en flagrante. El bote estaría flotando en el agua, claro.Papá no podía dejar de recordarle la vieja historia del bote.

Hilde bebió un trago de Fanta y empezó un panecillo con ensalada de gambas mientras leía la carta sobre el "hombre ordenado", Aristóteles, que había criticado la doctrina de Platón.

Aristóteles señaló que no existe nada en la mente que no haya estado antes en los sentidos, y Platón podría haber dicho que no hay nada en la naturaleza que no haya estado antes en el mundo de las Ideas. En ese sentido, opinaba Aristóteles, Platón «duplicaba el número de las cosas». Hilde no sabía, de hecho, que fue Aristoteles quien había inventado ese juego del "reino vegetal,reino animal y reino mineral."

Aristóteles se propuso hacer una buena limpieza en el cuarto de la naturaleza. Intentó mostrar que todas las cosas de la naturaleza pertenecen a determinados grupos y subgrupos.

Cuando se enteró de la visión que tenía Aristóteles de la mujer, se desilusionó y se indigno muchísimo. ¿Cómo podía ser un filósofo tan agudo y a la vez tan idiota?

Sofía se había inspirado en Aristóteles para ordenar su propio cuarto. ¡Y allí, junto a todos los demás trastos, encontró aquella media blanca que había desaparecido hacía un mes del cajón de Hilde! Sofía metió todas las hojas que le había dado Alberto en una carpeta de anillas. ¡Ya había más de cincuenta páginas! Hilde, por su parte, había llegado a la página ciento veinticuatro, pero, claro, ella tenia toda la historia sobre Sofia,además de todas las "cartas del curso" de Alberto Knox.

"El helenismo" se titulaba el siguiente capítulo. Lo primero que sucedió en este capítulo fue que Sofia encontró una postal con la foto de un jeep de las Naciones Unidas. Llevaba el matasellos del Batallón de las Naciones Unidas, del 15 del 6. De nuevo una postal para Hilde, pegada en el cuento en lugar de enviada por correo:

Querida Hilde. Supongo que piensas celebrar tu decimoquinto cumpleaños. ¿Lo lo harás al día siguiente? Bueno,la duración del regalo no tiene ninguna importancia. De alguna manera durará toda la vida. Te vuelvo a felicitar. Ahora habrás entendido por qué envío las postales a Sofía. Estoy seguro de que ella te las enviará a ti. P. D. Mamá me dijo que habías perdido tu cartera. Prometo pagar las coronas que perdiste. En el colegio te darán otro carnet escolar, supongo, antes de que cierre por vacaciones.

Mucho cariño de tu papá.

No estaba mal. Significaba que se había ganado 150 coronas.A lo mejor papá había pensado que sólo con un regalo casero era suficiente.

Resultaba, pues, que también el 15.6 era el cumpleaños de Sofía. Pero el calendario de Sofía sólo había llegado hasta la primera quincena de mayo. Sería cuando su padre escribió precisamente ese capítulo, y entonccs habria fechado por adelantado la tarjeta de cumpleaños para Hilde.

Y la pobre Sofía corriendo al centro comercial para encontrarse con Jorunn.

¿Quién era Hilde? ¿Cómo era posible que el padre de esa chica diera más o menos por sentado que Sofía conocería a Hilde?En todo caso no parecía lógico que enviara las postales a Sofía, en lugar de enviarlas directamente a su hija.

Tambien Hilde se sentía elevada por encima de la habitación mientras leía acerca de Plotino. Digo que hay algo de misterio divino en todo lo que existe. Lo vemos brillar en un girasol o en una amapola. Y también intuimos algo del inescrutable misterio cuando vemos a una mariposa levantar el vuelo desde una rama, o a un pez dorado que nada en su pecera. Pero donde más cerca de Dios podemos estar es en nuestra propia alma. Sólo allí podemos unirnos con el gran misterio de la vida. En muy raros momentos podemos incluso llegar a sentir que nosotros mismos somos el misterio divino. Hasta ahora esto era de lo más vertiginoso que había leído Hilde. Y al mismo tiempo lo más sencillo: todo es Uno, y ese "Uno", es un misterio divino del que todo el mundo forma parte.Esto no era en realidad algo en lo que hiciera falta creer. Es así, pensó Hilde. Y cada uno puede interpretar la palabra «divino como quiera.

Pasó rapidamente al capítulo siguiente. Sofía y Jorunn se iban de excursión con tienda de campaña la noche del 1 de mayo. Luego fueron a la Cabaña del Mayor.

Hilde no habia leído aún muchas páginas antes de levantarse y dar unos pasos por la habitación con la carpeta de anillas en los brazos.

¡Qué Cara! En esa pequeña cabaña del bosque su padre dejó que las dos amigas encontraran copias de todas las postales que él había enviado a Hilde durante la primera parte de mayo. Las copias eran autenticas.

Cuando Hilde recibía esas postales de su padre solía leerlas dos y tres veces. Reconoció cada palabra.

Querida Hilde. Estoy tan a punto de explotar con todos mis secretos relacionados con tu cumpleaños que varias veces al día tengo que frenar el deseo de ir a llamarte por teléfono y contártelo todo. Es algo que crece y crece. Y sabes que, cuando una cosa no hace más que crecer, resulta cada vez más difícil mantenerla escondida...

Sofía recibió una nueva carta del curso de filosofía de Alberto. Trataba de judíos y griegos y de las dos grandes civilizaciones. A Hilde le gustó esta amplia perspectiva de pájaro sobre la Historia. Nunca habian aprendido algo parecido en el colegio. Allí todo eran detalles y mas detalles. Al leer la carta tuvo la sensación de que su padre le acababa de dar una perspectiva totalmente nueva de Jesus y el cristianismo.

Le gustó la cita de Goethe que decia que «el que no sabe llevar su contabilidad por espacio de tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad y solo vive al día».

El siguiente capítulo empezaba con un trozo de cartulina pegada a la ventana de la cocina de Sofia. Era, evidentemente, una felicitación para Hilde.

Querida Hilde. No sé si esta postal te llegará el día de tu cumpleaños. Espero que así sea o que si no, al menos, no hayan transcurrido demasiados días. Que transcurra una semana o dos para Sofía no signiiica necesariamente que transcurra tanto tiempo para nosotros. Yo volveré a casa la víspera de San Juan. Entonces nos sentaremos juntos en el balancín mirando al mar, Hilde. Tenemos tantas cosas de que hablar...

Luego Alberto llamó a Sofía. Era la primera vez que ella oía su voz.

-Suena como a una especie de guerra.

-Lo llamaría más bien una lucha espiritual. Tendremos que llamar la atención de Hilde y conseguir que se ponga de nuestra parte, antes de que su padre vuelva a Lillesand.

Así fue como Sofía se encontró con Alberto Knox disfrazado de filósofo medieval en la vieja iglesia del siglo XII.

La iglesia... Hilde miró el reloj. Eran la una y cuarto... Se había olvidado completamente de la hora.

A lo mejor no importaba demasiado que no fuera a la iglesia el día de su cumpleaños, pero habia algo de ese cumpleaños que la irritaba. Iba a perderse un montón de felicitaciones.

Y de todos modos tendría que escuchar sermones pronto. A Alberto no le costaba ningún trabajo hacer el papel de cura.

Cuando hubo leido el capítulo en el que Sophia había aparecido ante Hildegarda, tuvo que acudir de nuevo a la enciclopedia. Pero esta vez no encontró nada, ni sobre la una ni sobre la otra. ¡Típico! Cuando se trataba de una mujer o de algo femenino, la enciclopedia era tan muda como un cráter de la luna. ¿Estaría censurada la enciclopedia por la Asociación de Proteccion a los Machos, o qué?

Hildegarda de Eibingen había sido predicadora, escritora, medico, botánica e investigadora de la naturaleza. Además, podía considerarse "un símbolo de que a menudo las mujeres eran las más realistas, incluso las más científicas, de la Edad Media". Pero ni una palabra en la enciclopedia.¡Qué vergüenza!

Hilde no había oído hablar nunca de ningún "lado femenino" o «naturaleza materna» de Dios. Se llamaba Sophia, pero no se merecía ni un poco de tinta de imprenta.

Lo único que encontró en la enciclopedia fue algo sobre la Iglesia de Sofía en Constantinopla. Se llamaba "Haiga Sofía", lo cual queria decir la "sagrada sabiduría". Esta «sabiduría había dado nombre a una capital y a un sinfín de reinas, pero no ponia nada sobre ella en la enciclopedia. ¿No era eso censura?

Era verdad que Sofía aparecia ante la "mirada interior", de Hilde. Tenía constantemente la sensación de imaginarse a la chica con el pelo negro.

Cuando Sofía volvió a casa tras haber pasado casi toda la noche en la Iglesia de Maria, se puso delante del espejo de latón que se había traído de la cabaña del bosque a casa.

Vio los nítidos contornos de su propia cara pálida enmarcada por el pelo negro, que no se adaptaba a otro peinado que el de la propia naturaleza, un peinado de pelo lacio. Pero debajo de este rostro también aparecía, como un espectro, la imagen de otra muchacha.

De pronto la muchacha desconocida empezó a guiñarle enérgicamente los dos ojos. Era como si quisiera dar a entender que de verdad estaba allí dentro, al otro lado. Sólo duró unos segundos. Luego desapareció.

Hilde misma había estado delante del espejo exactamente de la misma manera, buscando la imagen de otra persona. ¿Pero cómo podía saberlo papá? ¿Y no había estado buscando a una mujer de pelo negro? Pues la bisabuela había comprado el espejo a una gitana. Hilde notó que le temblaban las manos, con las que tenía agarrada la gran carpeta de anillas. Se le ocurrió la idea de que Sofia existía de verdad allí dentro, «al otro lado.

Ahora Sofía soñó con Hilde y Bjerkely. Hilde no la podía ni ver ni oír, pero entonces Sofía encontró la cruz de oro de Hilde en el borde del muelle. Y la misma cruz, con las iniciales de Hilde y todo, apareció en la cama de Sofía cuando se despertó después del sueño.

Hilde tuvo que pararse a pensar. ¿No había perdido tambien la cruz de oro? Se fue a la cómoda y buscó el joyero. La cruz de oro que le había regalado su abuela por su bautizo había desaparecido.

Entonces también había perdido la cruz. ¡Vaya! ¿Pero cómo podía saberlo su padre si ni ella misma lo sabía?

Y aún había algo más: al parecer, Sofia había soñado que el padre de Hilde volvía del Líbano. Pero todavía faltaba una semana. ¿Sería el sueño de Sofía una profecía? ¿Querría decir su padre que cuando el volviera también Sofía, de alguna manera, estaria allí? Había cscrito algo sobre que Hilde iba a tener una nueva amiga.

En una visión inmensamente clara pero también tremendamente breve, Hilde se sintió convencida de que Sofía era algo más que papel y tinta de imprenta. Existía.

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