EL PENSAMIENTO DE NIETZSCHE
(en ASI HABLÓ ZARATHUSTRA)
(Adaptación a la obra de Eugen Fink)
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Filosofía de Nietzsche INTRODUCCIÓN Asi habló Zaratustra inagura la tercera y definitiva fase de
la filosofía de Nietzsche. Con esta obra, comienza el mediodía de
su pensamiento y tiene lugar el encuentro con la esencia propia del su
pensamiento más real.
PRINCIPAL
Nos equivocaríamos totalmente si pensáramos que Así habló Zaratustra
representa una interrupción abrupta con etapas anteriores de su pensamiento. No hay que
olvidar que en esta obra, explota con una fuerza elemental lo que Nietzsche, en su etapa
anterior, denominó los espíritus libres. Y es que la tendencia
anterior ( filosofía del mañana ) por devolver a la
existencia el caracter de libertad, y con ello, la osadía, asi como el arrojar las cargas
opresoras que, en forma de Dios, moral o más allá, estrechan y determinan al hombre
desde fuera, continúan estando presentes ahora. Por todo ello, sería erroneo
pensar que las ideas de Zaratustra surgen como un modo de expresarse totalmente
nuevo, tras un período positivista. Las ideas que ahora defiende Zaratustra, están
ya prefiguradas en los rasgos definitorios de los espíritus libres, en las
canciones del principe Vogelfrei y en muchas ideas de la gaya ciencia.
Así habló Zaratustra es la consumación del espíru libre. En este contexto, el
genio, el espíritu libre y Zaratustra
son figuras distintas de lo mismo. De todas formas, todo hay que decirlo, aunque los temas
anteriores estén prefigurados en el Zaratustra, lo cierto es que las ideas de esta obra
tienen el caracter de irrupción, de aparición repentina de la revelación, de una autentica
Zaratustra en el espacio intermedio entre pensamiento y poesía
En Así habló Zaratustra la imagen se convierte en mera metáfora. En este sentido, se encuentra situada en el espacio intermedio entre el pensamiento y el poetizar. Nietzsche expresa sus intuiciones como un verdadero río de imágenes, con innumerables comparaciones, que con frecuencia interpreta luego él mismo.Su pensar se realiza de forma imaginativa, visionaria. Por ello, no se mueve en el terreno de los conceptos especulativos, sino en la concreción de la plasticidad de las imágenes. Sus ideas más elevadas adquieren rostro y figura, y se encarnan en la figura de Zaratustra. Al mismo tiempo, superando su etapa anterior, ya no teoriza sobre el arte ni hace de éste el instrumento del conocer, sino que piensa poeticamente. Por todo ello, Así habló Zaratustra es la expresión originaria, llena de imágenes y de comparaciones, de una revelación. Y esto puede llevar a engaño ya que la imágen, aunque no es más fácil de comprender que el concepto; si lo parece, y por ello nos lleva a equivocarnos.
ACERCA DEL TÍTULO Y EL PERSONAJE DE ZARATUSTRA
A proposito del título escogido, Así habló Zaratustra, la intención de Nietzsche es hacer referencia a un viraje en la historia. Afirma que lo que constituye la inmensa singularidad del persa Zaratustra es que historicamente dijo todo lo contrario de lo que ahora afirma. Historicamente fue el primero en advertir que la auténtica rueda que hace moverse a las cosas es la lucha entre el bien y el mal. Y en este contexto, es el creador de este error, el más fatal de todos, es decir, de la moral. Pues bien, ahora se nos presenta reconociéndolo. Por ello, Zaratustra representa la autosuperación de la moral, y por ello, Nietzsche lo escoge como personaje central de su obra.
La acción que sirve de marco a la obra es el
siguiente: Zaratustra a la edad de 30 años (la misma edad que
Jesús de Nazaret escoge para exponer sus enseñanzas) se retira todavía otros diez años
más a la montaña, a la soledad y, con ello, a la cercanía esencial de todas las cosas.
Despues inicia un descenso, su bajada a los hombres, para
llevarles su doctrina.Primero predica en la plaza pública
Despues predica a los individuos. Finalmente (al
comprobar que el común de los mortales no tiene abiertos de oidos para escuchar su
mensaje) predica a sus discípulos. Zaratustra
justifica su necesidad de enseñar a los hombres sus revelaciones con una parábola
solar: la felicidad del sol consiste en que su sobreabundancia de luz se
recibida por las cosas que ilumina. Por ello, se compara con el mismo sol y se define como
luz del mundo, cosa que antes le correspondía a Dios.Y es que ahora, con la
muerte de Dios, es decir, con la muerte de toda idealidad, se abren dos
posibidades: o bien la vida se torna ilustrada, racionalista y banal
(sustitutos light de una idealismo muerto) o bien la misma via se vuelve creadora y
proyecta nuevos ideales creados por el mismo hombre. Pues bien, Zaratustra
dice representar éste último tipo de vida, que no es otra cosa que la vida del superhombre.
PRÓLOGO
Las ideas centrales en el Prólogo del Así habló Zaratustra son la muerte de Dios y el advenimiento de la figura del Superhombre.
La idea de la muerte de Dios la vemos claramente expresada en
el primer descenso que Zaratustra
realiza al país de los hombres, trás diez años de soledad en la montaña. En tal
descenso, se encuentra, en su camino en el bosque, al santo, al solitario del
bosque, que se apartó de los hombres para amar unicamente a Dios. Pero éste santo no
tiene ninguna enseñanza, nada que decir a los hombres; su existencia solitaria se
relaciona unicamente con Dios. Su diálogo esencial es la oración. Zaratustra, perplejo,
se dice para sí: ¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oido
todavía nada que Dios ha muerto!
Zaratustra ya no dialoga con lo sobrehumano, tiene que hablarles a los
hombres, tiene que enseñarles. Tras la muerte de Dios el
verdadero lenguaje del hombre no es ya el nombre de los dioses, la invocación de lo
santo. Ahora es el lenguaje del hombre al hombre; la
proclamación de la suprema posibilidad humana, la doctrina del
superhombre. Sin embargo, de momento, el superhombre no es todavía una
realidad, sino una mera esperanza. Por ello Zaratustra habla tantas veces, de lo que
denomina el último hombre, como del superhombre. Y es
que se trata de remarcar el significado del último hombre como
puente, tránsito y ocaso. El último
hombre es aquel que ha perdido toda fé en el idealismo y, por ello, ya
no se atreve a nada. El último hombre representa claramente el nihilismo
pasivo y no hace otra cosa que vegetar. Es un hombre pequeño, en cuya alma
ya no arde el entusiasmo.Es necesario, según Nietzsche, abandonar este estado y dar el
salto a un tipo superior de hombre, el superhombre.
Nietzsche traza con breves rasgos la imagen del superhombre. Este es, afirma, el sentido de la tierra. El hombre, historicamente, ha usado y ha abusado de la tierra para adornar sobre ella una imagen del más allá. De la tierra ha sacado las imágenes con que ha engalanado el luminoso reino de lo transcendente de las ideas eternas, imperecederas. Pero al renunciar a la tierra, ha abusado de ella. Pues bien, el superhombre es el que devuelve a la tierra lo que ella había prestado y lo que se le había robado, renunciándo a todos los sueños ultramundanos para volverse a la tierra con la misma pasión que antes dedicaba al mundo de los sueños. Ahora, con el superhombre, la cumbre de la libertad se vuelva hacia la Gran madre. Ahora la libertad ya no es libertad para Dios o para la nada, sino la libertad para la tierra. Con el superhombre, donde antes se hallaba Dios, se encuentra ahora la tierra. En este contexto, el hombre es algo que debe ser superado. De todos modos, la imagen del superhombre permanece, de momento, indeterminada. Y es que, ahora, se trata de remarcar el significado del último hombre como puente, tránsito y ocaso. Por ello, Nietzsche, menciona los precursores de tan grandioso acontecimiento. Son los espíritus libres en donde se encarna y prefigura ya la figura del Superhombre.
En definitiva, Zaratustra, en el Prólogo, se nos presenta como anunciador tanto del hecho grandioso de la muerte de Dios, como del advenimiento de la figura del superhombre. En este contexto, es el anunciador del rayo y de la pesada gota que cae de la nube. Ese rayo, afirma, es el superhombre que se nos muestra con sus animales: el águila y la serpiente, es decir, el orgullo y la astucia, elegidos intencionalmente para contraponerlos, como anticristianos, a valores como la humildad y la pobreza de espíritu.
PRIMERA PARTE
En la primera parte, la idea central de Así habló Zaratustra es la muerte de Dios. Todos los discursos, de esta primera parte, debemos entenderlos desde este centro esencial. Ello implica que las predicaciones del libro estén dedicadas a darle la vuelta al idealismo.
El primer discurso lleva por título
De las tres transformaciones. Presenta como tema fundamental la transformación de la esencia del hombre a partir de la muerte de Dios, es decir, el paso de la autoalienación a la libertad creadora de uno mismo. Nietzsche nos relata como el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fín, en niño.El camello significa el hombre del gran respeto, que se inclina ante la omnipotencia de Dios, ante la sublimidad de la ley moral y que se arrastra y se carga voluntariamente con los grandes pesos.Es el hombre prototipo del idealismo: desprecia la ligereza de la vida ordinaria y quiere tareas en que demostrar sus fuerzas y cumplir los mandamientos más pesados y rigurosos.Es el hombre que actúa, por encima por todo, por deber.
El camello que marcha cargado hacia el desierto se transforma en león. Ahora el idealismo se hunde y la moral se autoelimina. Asistimos a la inversión del idealismo. El espíritu respetuoso y sumiso ante la ley moral se transforma en león, es decir, en un animal vigoroso que arroja fuera de sí las cargas que le agobiaban y oprimían desde fuera. Ahora el hombre comienza a crear su libertad diciendo no a Dios y a la moral alienante.De todos modos, señala Zaratustra, la actitud leonina que lleva a que el hombre se de cuenta de que el idealismo es una ilusión, no es lo último. Esto es sólo libertad negativa, libertad de, pero no es todavía la libertad para. Es cierto que el léon contrapone al tu debes el yo quiero, pero existe todavía defensa en ese yo quiero. Esta nueva voluntad es todavía, ella misma, querida; no posee aún la auténtica soltura del querer creador, de una nueva proyección de valores nuevos.
El nuevo creador de valores debe ser como un niño inocente y que, ignorante de valores pasados alienantes, comienza un nuevo juego, un santo decir sí. El niño es el hombre creador que disfruta y juega creando nuevos valores. Otra vez Nietzsche, siguiendo intencionalmente a Heráclito,nos presenta el juego como posición central para mostrarnos al hombre dinosíaco que es capaz de proyectar ludicamente un mundo de valores.
La transformación radical expresada en este primer discurso, continúa siendo una presupuesto de todo lo que sigue a continuación en toda la primera parte del Así habló Zarathustra. Así, por ejemplo, en el discurso De las cátedras de la virtud, caracteriza la idea de virtud, tal como se la consideraba corrientemente antes del cambio, es decir, como un sueño de la vida en el que el hombre no ha despertado todavía a sí mismo. Por ello, los predicadores de la virtud, no conscientes de la muerte de Dios, predican el sueño, el autoolvido de la libertad que juega y sitúa la realidad en el ámbito de la transcendencia. Del mismo modo en el discurso De los trasmundanos, Zaratustra señala que el trasmundo, que tiene origen terreno, es solamente un sueño, mediante el cual el hombre quiere redimirse de su sufrimiento. Por su parte en De los despreciadores del cuerpo, ve Nietzsche la expresión de una voluntad decadente que se desconoce a sí misma.En definitiva, en esta triple visión de la virtud, el trasmundo y el desprecio al cuerpo, Zaratustra expresa los cambios que produce el ser consciente, o no, de que Dios ha muerto.
La misma visión guía la interpretación de la predicación de la muerte, la guerra, la amistad o el amor al prójimo.La muerte de Dios invierte tambien la interpretación idealista de las relaciones humanas. Ahora la balanza que mide tales relaciones ya no la mano de Dios. A partir de su muerte todo ofrece un aspecto nuevo; ahora la tierra es el último criterio.
La muerte de Dios convierte al hombre en un creador. Este camino creador conduce al hombre al aislamiento máximo reduciéndolo al propio sí mismo. Ahora bien, el hombre que es sí mismo no es unicamente aquel que consigue su libertad porque se ha liberado de un yugo, (el yugo del idealismo y la muerte del Dios) sino el que es creador de un pensamiento nuevo y dominante. No se trata de lograr una libertad de sino una libertad para.
El discurso último de la primera parte, De la virtud que hace regalos. Zaratustra nos revela cuál es el auténtico sí mismo del hombre, es decir, el tipo de liberación que produce el conocimiento de la muerte de Dios. El sí mismo no es aquel que se autoconserva sino el que se mueve en un juego que le lleva a trascenderse. Es un egoista que se derrocha a sí mismo. Es un egoista que no quiere conservarse a sí mismo sino que se prodiga, que quiere transformarse en una vida más rica, más plena, más poderosa que dé a otros de su riqueza. Es aquel que, liberado del Creador, se vuelve a sí mismo creador. Este modo de definir al sí mismo, como creador que se prodiga, prefigura ya la idea básica que domina la segunda parte de Así habló Zaratustra: la idea de la voluntad de poder.
SEGUNDA PARTE
(Voluntad de poder)
En la segunda parte de Así habló Zarathustra la idea
básica es la doctrina de la Voluntad de Poder .
Tal idea, sin embargo, no se introduce de repente como dando un salto hacia una nueva
realidad, sino que Nietzsche la deduce de lo anterior, es decir,
del hombre, que hecho niño, se transforma en un creador .Ahora
el hombre se nos muestra como un ser que dicta el mismo los valores, que posee una
voluntad grande, que se marca una meta y se aventura a trazar un nuevo
proyecto sobre las cenizas de lo anterior.
El hombre creador debe establecer una vida humana nueva en su integridad. Pero esta
actitud básica creadora sería limitada y coartada, si Dios existiera.
Si Dios existiera, la libertad creadora quedaría coartada por las prescripciones,
mandamientos y prohibiciones. Y es que Dios es una contradicción para la libertad humana.
Pero Dios ha muerto.La libertad de hombre creador no puede ser
menoscabada por la libertad divina. El único límite de su libertad es la tierra.
Además, el hombre creador, en su historicidad terrenal, toma el
tiempo en serio, proyectándose hacia futuros lejanos.En este
sentido, Dios y la metafísica idealista son tambien un estorbo.Y es que la idea metafísico-transmundana
de Dios establece una más allá del espacio y tiempo ante el cual éste último resulta
algo banal. En este contexto el tiempo queda
desvalorizado, excluido de la realidad auténtica. Este punto de partida idealista que
niega la realidad del tiempo, significa para Nietzsche una desvalorización total de la
voluntad de futuro del creador. Si el tiempo no es, en último sentido, real, entonces el
camino del hombre en el tiempo y las metas proyectadas por él, no poseen ningún
significado. Pues bien, la muerte de Dios, significa tambien para Nietzsche la
desaparición de la negación del tiempo. Por todo ello, frente al idealismo,
que había expulsado el tiempo del ser, Nietzsche quiere restituir el ser -entendido
como tierra- al tiempo y pensar una conexión esencial entre ser y tiempo.
El creador, que con la muerte de Dios, adquiere su libertad suprema y a quien la tierra se
le revela, está de manera expresa y voluntaria dentro del tiempo; acepta la caducidad y,
por tanto, su propio fín; en este sentido, el superhombre
experimenta y conoce su finitud.
La libertad del creador se realiza al proyectarse hacia
posibilidades futuras, es decir, finitas y temporales. Tal proyección es un efecto de la
voluntad y del querer. En este sentido, la esencia del crear es siempre superación: pero
no la superación ascética del tiempo y de la vida, sino la superación de todos los
escalones finitos, de todas las metas finitas de la voluntad. En el tiempo, el creador
construye constantemente por encima de sí mismo. El creador, es como dice Heráclito, un niño
que juega (pais paizon) y en su juego invierte la negación idealista del
tiempo, queriendo metas finitas que constantemente son luego superadas.
Pero el idealismo no solamente desvalorizó el sentido del
tiempo sino tambien el sentido de la tierra.Para el idealista,
el más acá, lo terreno y mundano, que es el escenario de nuestra vida, está siempre
considerado como algo provisional e inauténtico. Y es que el verdadero mundo está
situado más allá del espacio y el tiempo. Pues bien, el hombre creador, invirtiendo esta
concepción idealista, sitúa la tierra como la auténcia realidad.
En este contexto, afirma Nietzsche, el espíritu y el alma
son sólo algo de cuerpo. Y es que somos total y plenamente tierra.
Toda realidad viviente es un producto de la tierra. La cosa, lo existente individual ha
surgido en cada caso de la tierra, ha salido de ella, pero sin, por ello, haberla
abandonado.La tierra es el fondo sustentador sobre el que descansa todo lo existente
finito. La tierra es como el seno de las cosas, como el movimiento de la producción.
Nietzsche concibe la tierra como un poder creador, como poiesis.
Y sitúa al hombre creador a un nivel igual a la misma tierra como un ser de libertad
creadora.
En el capítulo titulado En las islas afortunadas , Nietzsche
traza la imagen del creador y su relación con el tiempo a partir de la conciencia de que
Dios ha muerto. En los capítulos siguientes toma posición - desde la óptica del creador
- en contra de los compasivos , los sacerdotes ,
los virtuosos y la chusma . En el
capítulo titulado De las tarántulas reanuda esta misma
polémica aunque con mayor radicalidad y nos prepara para la doctrina decisiva de esta 2ª
parte. En las tarántulas ve Nietzsche el símbolo del espíritu de venganza de aquellos
que no saben decir sí a la vida. Son los predicadores de la igualdad que quieren vengarse
de las formas poderosas que defienden la diferencia. De este modo, Nietzsche, polemiza en
contra tanto de las corrientes modernas ( Revolución
francesa, socialismo, democracia ) como en del cristianismo y su
concepción de la igualdad de todos los hombres ante Dios.
Pues bien, según Nietzsche, cuanto más poderosa sea una vida
influyente y creadora, tanto más introducirá la desigualdad entre
los hombres ya que con su nuevo sistema de valores luchará por establecer una jerarquía
en las noblezas del alma. Por el contrario, cuanto más débil e
impotente sea una vida, tanto más insistirá en la igualdad de
todos, tanto más intentará rebajar a los únicos. La voluntad de igualdad no
es más que la impotente voluntad de poder de los desafortunados.
Nietzsche, aplicando el denominado método de la sospecha,
intenta hacer un desenmascaramiento: lo que se presenta como ideal de justicia e igualdad
de todos no es más que un volutad encubierta de poder, que se oculta bajo el prestigio de
la virtud. En la idea de igualdad de la masa, se aloja la venganza, la araña
venenosa, la tarántula que teje sus redes y asesina en ellas a la vida noble. Estamos
ante una prefiguración de lo que despues definirá como la moral de los
señores y la moral de los esclavos. Sin
embargo, la cuestión esencial de la 2ª parte del Así habló
Zarathustra no es la moral sino la voluntad de poder. Según Nietzsche,
todos los nombres de los valores ( bueno, malo, rico, pobre....) no son otra cosa
que un signo de que la vida tiene que superarse continuamente a sí misma. La
vida quiere subir más y más y subiendo quiere superarse a sí misma. En
este sentido, Nieztsche afirma que la tierra, en su movimiento
productivo, no es otra cosa que vida. La vida, por lo tanto, no
es solamente asimilable a lo orgánico, sino que debe pensarse en multitud de aspectos, y
uno de ellos, es precisamente el de vida-tierra. La tierra vive.
La tierra regala sus existencia a todo lo que existe. Todas las cosass son producto de la
tierra, creaciones de su vida. Y esta vida de la tierra es, para Nietzsche,
voluntad de poder. Por lo tanto, desde la perspectiva del hombre creador,
Nietzsche lo que hace realmente es repensar la voluntad de poder de la tierra misma.
En un momento de la 2ª parte de Así habló Zarathustra ,
Nietzsche, interrumpe el curso interno de sus ideas con tres canciones: La
canción de la noche , La canción del baile y La
canción de los sepulcros . Son canciones que reflejan su estado de animo.
La canción de la noche es una canción de amor, un cántico del
anhelo que el pensador aislado en la luz solar de su conocimiento siente por la noche, por
el abismo, por el cobijo. La canción relata, por tanto, la añoranza de la luz por la
noche.
La canción del baile canta la vida que se nos muestra en figua
de mujer.
En La canción del sepulcro, Zaratustra recuerda las sepulturas
de su juventud, de su vida vivida y experimenta el dolor de la caducidad. Contra ella
invoca ahora a su voluntad.
Noche, placer, muerte, sepulcros.... y todo relacionado con el canto a lo femenino,
a la mujer de las mujeres, aquella que da la luz a todo: la tierra.
Son tres cantos a la tierra, es decir, a la voluntad de poder.
En el capítulo titulado De la superación de sí mismo , el tema
esencial de la 2ª parte de Así habló Zarathustra ( la voluntad
de poder ) sale totalmente a la luz. Nietzsche comienza haciendo
referencia al hombre pensador que dicta valores. El pensar
parece, en principio, ser contrario a toda voluntad de poder, en tanto en cuanto entrega
pura y desinteresada. Sin embargo, según Nietzsche, el pensar es tambien una
manifestación de la voluntad de poder. El pensador, con los conceptos, lo que
realmente persigue es dominar y detener el curso del devenir, petrificar en productos
estables lo que jamás se detiene. El pensador es aquel que lanza los conceptos al río
del tiempo, pescando en él, solamente los peces que él mismo había introducido bajo los
nombres de substancia, causalidad, etc. Según Nietzsche, en todos los lugares donde
encontró seres vivos encontró voluntad de poder,
es decir, el deseo que la vida tiene por superarse a sí misma.
Y es que la vida posee una tendencia a ascender, crea productos de poder y no se detiene
jamás en esa tarea. Es, por esencia, inquietud, movimiento; pero no un movimiento lineal,
que no se trasciende nunca a sí mismo. No se parece al juego de las olas del
mar, en el que unas se yerguen para volver luego a hundirse. Se parece,
antes bien, a una torre inmensa que cada vez se levanta más,
que crece y crece; cada posición alcanzada se convierte en un trampolín para dar un
nuevo salto. La vida no es una corriente que lo abarque todo, sino, más bien, la
lucha constante y el antagonismo de todo existente individual contra todos los demás. Lo
uno intenta dominar a lo otro; la voluntad de poder no es la tendencia a detenerse en una
posición de poder ya conquistada, sino que es siempre voluntad de sobrepoder y de
sobredominio.
Nietzsche ataca ahora directamente a Schopenhauer y su idea de
la voluntad de existir. Esa voluntad, afirma Nietsche, no
existe, ya que muchas cosas tiene el viviente en más alto grado que la vida misma. Y en
el apreciar mismo se nos muestra la voluntad de poder.
En definitiva, Nietzsche, partiendo del hombre creador de la
primera parte nos conduce a la idea de voluntad de poder de la
segunda. A su vez, el hombre creador resulta posible tan sólo cuando se toma en serio el
tiempo. En el curso de éste se eleva la vida a productos de poder
cada vez más altos. Cada escalón prepara ya el siguiente. Más, ¿cómo se
relaciona con el tiempo la voluntad de poder, que asciende y asciende y
se supera constantemente a sí misma? Este es, evidentemente, un serio problema
ya que podríamos preguntarnos: ¿puede proseguir hasta el infinito el juego del
sobredominio y de la ascensión constante? Pues una torre infinita de la vida que se
supera a sí misma, ¿no contradice a la esencia del tiempo? ¿Tiene sentido postular la
existencia de un superhombre que se sobreeleva hacia lo inabarcable durante toda una
eternidad?
En el capítulo titulado De la redención , Nietzsche no ataca
unicamente la idea de redención del cristianismo, no solamente opone a ella su redención
del hombre por el superhombre. El problema más de fondo es la relación del
futuro (que ha de traer el superhombre) con el presente y con el pasado.
Zarathustra afirma caminar entre entre los hombres como si fueran fragmentos o miembros de
hombres. Y es que el hombre del presente y del pasado es lo más insoportable, es lo que
se aparta y se opone a la voluntad de crear del superhombre. En este sentido,
la vida no tendría sentido si no pudieramos ser videntes del futuro, si no pudieramos
vivir en la esperanza del superhombre. La vida es voluntad de futuro y tensión anhelante.
Esta esperanza es lo que justifica y redime lo fragmentario del ser humano.
Ahora bien, la voluntad de poder unicamente pude redimir en dirección al futuro. Sólo
puede querer en el terreno de lo posible, de lo no acontecido todavía. Pero tiene un
límite consistente en aquello que ha sido y en aquello que es. La voluntad lo
único que puede hacer es querer hacia delante; no puede querer hacia atrás.
En este sentido, no puede quebrantar la voracidad del tiempo. Toda voluntad de poder
termina al chocar contra la inmutabilidad del tiempo ya transcurrido. Por todo ello,
no queda más remedio que reconocer el poder superior del tiempo, poder que se
muestra en la fijación de lo sido. Ahora bien, ¿puede la voluntad querer
sólo ilimitadamente hacia delante y jamás hacia atrás? Con la
alusión a estos problemas termina el capítulo segundo, el cual deja situada la
dimensión de la redención en una relación entre
poder y tiempo. Una solución que
tuviese en cuenta esta dimensión sería una visión totalmente contraria a toda idea de
redención cristiana y metafísica realizada por un transmundo del más allá, sobre la
base de la negación del tiempo.
En definitiva, a finales de la 2ª parte del Así
habló Zarathustra, la cuestión queda, de momento, planteada así: la
voluntad encuentra sus limites no unicamente en el pasado
( la inmutabilidad de lo sido ) sino tambien en el futuro:
tampoco tiene sentido postular la existencia de un superhombre
de infinita potencia luchando por algo inabarcable durante toda la eternidad. Pues bien,
en este contexto, Nietzsche, se propone de analizar lo siguiente:
La segunda parte termina situándo a Zaratustra en esta su idea más íntima.
En capítulo La más silenciosa de todas las horas , Zaratustra
escucha la llamada de su verdad más íntima, más oculta. Es la hora del
mayor silencio, es decir, aquella en que se le revela la esencia
misma del tiempo. Es la más silenciosa porque en ella aparece lo que
proporciona el lugar para todas las voces. Los bosques murmuran, los relojes tocan,
y silenciosamente se desliza la arena del reloj. Pero más silenciosamente se desliza aún
el tiempo mismo: es lo más callado, la más silenciosa de todas
las horas.
Pero esta idea es algo que parece ir más allá de las fuerzas de Zarathustra. Ello
explica que tenga que volver de nuevo a su soledad y separarse
de sus discípulos. Su objetivo es analizar el secreto acerca de la esencia
del tiempo, el cual, como veremos, no está vinculada a la diferencia
inmutable entre lo pasado y lo futuro. Pero este saber acerca del tiempo, es la idea
fundamental de la tercera parte de Así habló Zarathustra: la doctrina
del eterno retorno de lo mismo.
TERCERA PARTE
(El eterno retorno)
La tercera parte de Así habló Zaratustra representa el
nucleo central de esta obra, su verdadero centro. Tras la predicación de la doctrina en
la plaza, con el tema fundamental del superhombre, y tras el
anuncio de la doctrina a los compañeros, que tiene como contenido la muerte
de Dios y la voluntad de poder, esta tercera parte
nos muestra a un Zaratustra que, de nuevo, está de camino a su caverna
de la montaña, en camino hacia su más profunda soledad, en donde debe enfrentarse con el
pensamiento más profundo que significará su definitiva transformación.
Es cierto que Zaratustra habla a los marineros que le conducen
más allá del mar, pero su discurso esta encubierto bajo la forma del enigma.
Tambien habla al loco de la gran ciudad, pero su hablar no está dirigido realmente a los
otros, sino que es, propiamente, un diálogo consigo mismo.
Por todo ello, puede afirmarse lo siguiente: del Superhombre habla Zaratustra
a todos; de la muerte de Dios y de la voluntad de poder, a pocos, y del eterno retorno de
lo mismo no habla, propiamente, más que a sí mismo. Ello significa
tambien, claro está, una clara jerarquía en el orden de importancia de sus ideas. Veamos
porque:
Que la tercera parte del Así habló Zaratustra está
centrada en la idea del eterno retorno es cosa que facilmente se
desconoce cuando esta obra de Nieztsche se lee superficialmente. En principio, puede
parecer que es solamente un tema más, al lado de otras ideas igualmente importantes como
puede ser, por ejemplo, la cuestión de la inversión de los valores en Tablas
viejas y nuevas. Pero, incluso aquí, Nietzsche trata exclusivamente del
eterno retorno y de la nueva perspectiva que esta visión produce en la
concepción de lo valores.
Nietzsche, en la 3ª parte de Así habló Zaratustra,
continúa realmente hablando acerca de lo planteado ya en el final de la
segunda parte. Allí, Zaratustra, había concluido hablándonos acerca de la hora
del mayor silencio, en la cual su pensamiento más hondo le hablaba
acerca de la esencia del tiempo. Pues bien, esta idea continúa
ahora: Zaratustra sube a la montaña cada vez más alta, trazando círculos sobre
sí mismo, con la intención de llegar a la última cumbre. Para ello, tiene que
convertirse en el más solitario y así para poder ver dentro del corazón del mundo. Esa
última cumbre está situada por encima de la autosuperación,
es decir, sobre la misma voluntad de poder. Pues bien, esa cumbre para el
superhombre se basa en el saber acerca del mar del tiempo.
En capítulo De la visión del enigma Nietzsche, nos ofrece la
primera expresión simbólica del eterno retorno. A los audaces
buscadores, lo marineros, Zaratustra, narra la visión del más
solitario que tiene una visión y vislumbra el eterno retorno.
En su narración, Zaratustra, describe como en una ocasión que subía hacia una
montaña se situó sobre sus hombros el espíritu de la pesadez.
Afirma que, a pesar del enano y de sus pensamientos, que eran
pesados como gotas de plomo, Zaratustra sigue ascendiendo. Esta ascensión
es el camino del hombre que asciende a la humanidad suprema del superhombre.
Por su parte, el camino es el camino del creador, la senda de la
voluntad de poder, que edifica y se situa siempre un paso más
de sí mismo.
Ahora bien, ¿puede el camino proseguir cada vez más allá, cada vez más
arriba? ¿Puede el creador ascender siempre por encima de sí mismo, o llega al final?
El espíritu de la pesadez susurra a Zaratustra, que va
ascendiendo, el pensamiento opresor y frenante a toda voluntad de futuro:
¡Oh Zaratústra, afirma el enano, tu piedra de la sabiduría, tu piedra de honda.... a
tí mismo que te has arrojado tan alto, más toda piedra arrojada, ¡tiene que caer!.
El espirítu de pesadez recuerda que todos los proyectos del
hombre parece que están condenados a hundirse ya que no es posible una ascensión
infinita, pues el tiempo infinito lo impide.
El enano, al mostrarnos la visión del abismo del tiempo y, en
consecuencia, la caducidad de todos los proyectos, produce un efecto
paralizador, produce vértigo al pensador que piensa las supremas posibilidades del
hombre. A la vista del tiempo infinito se hace manifiesto que todo sentido es un
sinsentido, que todo riesgo es inútil. El espíritu de la pesadez,
que aquí es concebido como el conocimiento de la infinitud del tiempo,
impide que la existencia salga auténticamente al espacio abierto de la amplitud cósmica.
Más contra el pensamiento paralizador del enano, Zaratustra,
invoca el valor, la valentía para enfrentarse a su idea abismal. Por ello, al
pensamiento, pesado como una gota de plomo, del enano, Zaratustra,
contrapone la idea humana más valiente que manifiesta la voluntad de repetición.
Entonces el enano salta de su hombro y Zaratustra queda redimido
del espíritu de la pesadez.
Y ahora se inicia un diálogo entre los dos acerca del tiempo.
El punto de partida es la idea que nos muestra el límite,
producido por el tiempo, a la voluntad de poder.
Sólo se puede querer el futuro, no el pasado, que está fijo, que yace inmovil. Ese
pasado escapa a toda intervención de la voluntad. A lo sumo, se le puede reconocer, es
decir, afirmar su inmutabilidad. En este sentido, la voluntad puede,
mediente el libre sometimiento a lo necesario del tiempo, reconciliar libertad-necesidad.
Pues bien, en el diálogo con el enano, Zaratustra, parte de la
concepción del tiempo que el espíritu de la pesadez tiene: el instante es el
cruce entre dos largas callejas. Hacia atrás y hacia delante, estas
callejas desembocan en lo ilimitado, en lo infinito.Pero, con esta concepción del tiempo,
resulta que en el instante las dos cabezas del tiempo chocan y se contradicen. Lo pasado
es lo fijo. Lo futuro es lo todavía abierto. Es decir, son totalmente diferentes el uno
del otro; se relacionan entre sí de modo contradictorio. Y sin embargo, ámbos confluyen
en el instante, como punto de encuentro, para encaminarse hacia una eternidad pasada y
hacia una eternidad futura.
Un modelo como éste de concebir el tiempo se lo representa Nietzsche como una sucesión,
como una serie de ahoras. Desde un ahora dado, hay detrás de él, una serie
infinita de ahoras pasados, y, ante él, ser presenta tambien una serie infinita de ahoras
futuros. Ahora bien, plantea Zaratustra al enano, ¿se alejan las dos
callejas, una de otra, sin encontrar jamás un fín? Zaratustra pregunta al
enano si las dos callejas del tiempo, que se alejan una de la otra, se contradicen
eternamente. ¿ Es eso realmente la eternidad ?
La respuesta del enano, murmurando con desprecio, es la de que
todas las cosas derechas mienten.Toda verdad es curva, el tiempo
mismo es un círculo. El tiempo es un círculo. Pasado y futuro están allí, en lo
ilimitado, fundidos entre sí, como la serpiente que se muerde la cola. El círculo del
tiempo es como una anillo de infinitos momentos temporales, de ahoras. Pero esta idea, que
Nietzsche pone en boca del enano, falsea totalmente lo que Nietzsche considera como el
eterno retorno de lo mismo.
La idea del eterno retorno no es desarrollada enteramente en el capítulo De
la visión del enigma, sino que se la expresa de un modo provisional y
meramente alusiva. Lo esencial de este capítulo es, por un lado, mostrar la
contradicción que se produce al postular la existencia de las dos callejas
del tiempo, y, por otro, deducir las conclusiones que se derivan del antagonismo de ambas
eternidades. Y nada más. Una visión más clara del eterno retorno no la encontramos en
este capítulo.
¿Qué significa eternidad del tiempo: eternidad del tiempo pasado y eternidad
del tiempo futuro? De doble eternidad del tiempo, Zaratustra, saca la
conclusión siguiente: si detrás del ahora yace una eternidad, entonces cada una de las
cosas que pueden correr, ¿no debió de haber recorrido ya alguna esta vez esta calle?. Si
existe un pasado infinito, entonces todo lo que puede en absoluto suceder ha tenido que
haber sucedido ya; nada puede faltar en él, estar todavía por venir, ser mero futuro;
una eternidad pasada no puede ser imperfecta. Si la profundidad del pasado, es una
eternidad transcurrida, el tiempo, en cuanto tal, no puede tener nada fuera de él mismo;
todo lo que puede acontecer tiene que haber acontecido ya en él. Si el pasado es
eterno,todo lo que puede suceder, tiene que haber sucedido ya. De igual manera, si hay un
futuro infinito, eterno, ello exige que en él transcurran todos los acontecimientos
intratemporales. En definitiva, si el pasado y el futuro son concebidos como eternidad,
entonces es preciso concebir ambos como el tiempo total, con todo su posible
contenido temporal.
Pues bien, es a partir de este tipo de ideas de donde Zaratustra deduce la doctrina
del eterno retorno: todo lo que transcurre dentro del tiempo, tiene que
haber transcurrido ya siempre, y, tiene que volver a transcurrir una vez más en el
futuro, si es que el tiempo es, como pasado y futuro, el tiempo total. El retorno de lo
mismo se basa en la eternidad del curso del tiempo.
Cuando Zaratustra había llevado tan lejos sus interrogativos pensamientos, escuchó un grito,
y encontró un pastor a quien se le había introducido en la
garganta una culebra, es decir, la idea del eterno retorno,
simbolizada en una culebra, que se desliza, como asco que produce ahogo, en la boca del
hombre. Y es que la idea del eterno retorno produce asfixia. Si
todo vuelve, entonces, evidentemente, todo impulso del hombre es inutil; el camino
escarpado hacia el superhombre es una locura absurda, pues entonces retorna tambien una y
otra vez el hombre pequeño y miserable. La idea del eterno retorno,
incluso con más agudeza que lo hacía el espíritu de la pesadez,contradice a la voluntad
de poder y la autosuperación de la vida.
Pero ello es sólo mera apariencia. Zaratustra le dice al pastor
que muerda la cabeza de la serpiente que está en su boca. Lo hace y entonces tiene lugar
una transformación del pastor: ya no pastor, ya no hombre, sin
una transfigurado e iluminado que ríé; eso es lo que surge despues. Superar, resistir la
idea del eterno retorno, produce una transformación decisiva en la existencia. Ese es el
mensaje de Nietzsche.
Y es que la idea del eterno retorno tiene dos
aspectos: se la puede ver preponderantemente desde el pasado o
desde el futuro. Si todo lo que ocurre es una mera repetición
de lo anterior, entonces tambien el futuro está fijo, no hace más que repetir lo que ya
ha sucedido. Ello implica que no hay nada realmente nuevo bajo el sol. Pero tambien se
podría plantear la misma idea pero a la inversa: todo está todavía por hacer; cada
instante posee un significado eterno que trasciende la vida individual finita. Y ese
instante, ese ahora, pone su impronta en todo futuro de repeticiones venideras. Contribuye
a construir el futuro del superhombre. En el instante reside,
por tanto, el centro de graveda de la eternidad, ya que decide sobre las inabarcables
repeticiones de la existencia terrena.
La predicación del eterno retorno, iniciada en el capítulo De la visión y
del enigma, parece interrrumpirse. Más esta interrupción es meramente
aparencial. No hay que olvidar como en varios capítulos posteriores Zaratustra expresa
esta promesa: ¡Llega, está próximo el gran mediodía! Y el
mediodía es la predicación del eterno retorno. En este
contexto, tiene un gran significado el capítulo titulado Antes de la salida
del sol . Es cierto que puede interpretarse como un desahogo lírico, un
júbilo arrebato de un alma subyugada. Pero ésta sería una interpretación totalmente
erronea. Las imágenes de Nietzsche son siempre símbolos de su pensar.
En este contexto, lo que Nietzsche dice encontrar, antes del amanecer, es el abismo
de la luz, la abierta e ilimitada amplitud cósmica, ouranos
en su esplendor que hace visibles todas las cosas que se encuentran debajo de
él, reuniendo y unificando todo lo disperso. Pues bien, ver las cosas en el abismo de
esta luz, significa, en primer lugar, apartar del curso de las cosas del mundo, todas las
categorías del tipo de la providencia divina, significado moral, etc, y concebir este
decurso como una danza, como un baile en el que todo
gira y da vueltas. En este contexto, el bien y el
mal no son más que tribulaciones y nubes pasajeras. Por otro lado, el cielo que está por
encima de todas las cosas es el tiempo eterno. Eternidad y temporalidad no son
algo distinto, son lo mismo, es decir, el eterno retorno.Cuanto mejor se
comprende esta realidad menos víctimas seremos del espíritu de pesadez y de los
productos creados por éste: la moral, la metafísica
y la religión. Pues bien, todo lo relacionado en
esta tercera parte con la inversión de los valores
deberíamos leerlos a la luz de que el tiempo es eterno retorno
de lo mismo.
El eterno retorno de lo mismo se asemeja más a una oscura
profecía, al desvelamiento profético de un misterio, que a una demostración
rigurosamente intelectual. Zaratustra es el maestro del eterno
retorno, pero no lo enseña realmente: sólo elude a él. Su visión del
abismo del tiempo la expone como un enigma. Tal doctrina parte, como hemos
visto, del tiempo lineal, de la sucesión intratemporal, con su
maciza diferencia entre pasado y futuro, y pasa luego a suprimir esto, a eliminar su
lineabilidad y distinción, concibiendo la infinitud del tiempo, la eternidad en un
sentido nuevo. La idea del eterno retorno domina toda la tercera parte del libro,
pero sólo dos de sus 16 capítulos tratan tematicamente de ella. Primero, el titulado De
la visión del enigma y luego el titulado El Convaleciente .
Sin embargo, todos los temas giran alrededor del eterno retorno. Zarathustra
mide la grandeza del hombre por el grado de apertura al mundo, es decir, por el grado de
comprensión de la totalidad como infinitud temporal, como eterno retorno de lo mismo.
Cuanto más abierto se está al abismo de la luz, tanto más cerca del superhombre. En
este contexto, es por lo que Nietzsche sitúa inmediatamente despues del capítulo
Antes de la salida del sol el titulado De la virtud empequeñecedora .
En este capítulo, por tanto, Nietzsche no se sale del problema del eterno retorno para
tratar problemas de tipo moral sino que trata problemas morales de manera cosmológica.El
hombre, el ser que tiene la posibilidad de adentrarse en la vastedad del mundo, de
experimentar y pensar la infinitud, puede tambien cerrarse en la mediocridad
estableciéndose en lo finito y actual. La virtud empequeñecedora, propia del manso y del
débil, es un signo de la pobreza de mundo que sufre la existencia. Una vez más,
Zarathustra, está oponiendo el hombre pobre de mundo y el hombre abierto al universo.
En el capítulo titulado En el monte de los olivos , alaba
Zarathustra el cielo de invierno y el cielo callado que no es otra cosa que el
simbolo del hombre que se abre al todo que no se calienta en el mutuo calor humano sino
que sale al espacio amplio y helado que le rodea. En el contexto del eterno retorno,
Zaratustra, se concibe a sí mismo como opuesto a las almas sahumadas, amargadas y
cerradas y se define como expuesto al viento del mundo.
En el capítulo Del pasar de largo encontramos el repudio de Zarathustra
por la gran ciudad. Esta no es otra cosa que carencia de mundo. Al apartarse de las formas
pobres de la humanidad, Zaratustra decide volver a la libertad de la montaña, a su patria
soledad. La patria está sólo allí donde está el mundo abierto, en donde se respira el
silencio cósmico.
En el capítulo De los tres males , que al principio parece
abarcar una problemática moral, se realiza un examen crítico de las tres cosas a las que
hasta ahora más se ha maldecido: la voluptuosidad, la sed
de dominio y el egoismo. Pues bien, es la idea del
mundo y del eterno retorno quien guía tal examen crítico. Desde antiguo estos tres males
son considerados como sentimientos mundanos contrarios a valores ascéticos que deben
vencer los instintos mundanos. En este contexto, el mundo se entiende como una
inclinación y no como el todo que rodea lo existente. Pues bien, Nietzsche examina
estros tres pretendidos males en su relación con el mundo, con el objeto de averigüar si
son formas de apertura o de cerrazón para con el mismo. En su análisis, no solamente
opone estos valores a los tradicionalmente buenos como son la castidad,
la humildad y el altruismo, realizando
una transmutación de los mismos, sino, y sobre todo, hasta que punto, la voluptuosidad,
la ambición de dominio y el egoismo son
valores abiertos al todo mundano. Por ello, Zaratustra afirma que estos tres valores,
hasta ahora maldecidos con las peores calumnias y mentiras, nos manifiestan realmente una
relación esencial con el mundo. La voluptuosidad es para él la
felicidad del jardín terrenal. Es algo que está inserta en el todo del tiempo, aunque
parezca que se sumerje en la embriaguez del instante. La voluptuosidad es el ser natural
en el todo del tiempo; es delirio de agradecimiento de todo futuro; es el instante finito
en donde se manifiesta misteriosamente presente el tiempo infinito. Por su parte, la sed
de dominio se le aparece a Zarathustra como el poder histórico que tiende a
ir más allá de toda morada. Es como el principio de intranquilidad que sacude a
individuos y a pueblos. Es en definitiva, tiempo como historia. En ella, cada época
tiende a ir más allá de sí misma hacia futuras lejanías. No se detiene jamás, y con
ello apunta hacia lo abierto e inacabable. Es lo contrario de toda virtud
empequeñecedora, de toda modestia y moderación. Finalmente, el egoismo de
que Zaratustra trata, no es el egoismo miserable de la vida pobre, sino el egoismo
enriquecedor que da tanta riqueza como quiere poseer. Es sinónimo del alma que sólo
encuentra reposo cuando está rodeada por las mayores amplitudes.
En definitiva, en los tres males, no solamente está presente la
cuestión de la inversión de los valores, sino la afirmación de Zaratustra de que el
principio de tal inversión es solamente la grandeza de la relación con el mundo.
Todo lo dicho hasta ahora resulta todavía más evidente en el capítulo titulado Del
espíritu de la pesadez. Ahora Nietzsche refiere, de manera concentrada,
todo lo que ha caracterizado negativamente la existencia cerrada del mundo. Zaratustra
sabe que él es el antagonista del espíru de la pesadez. Por
ello, su naturaleza es la naturaleza del pájaro que se remonta
y asciende hacia arriba, adentrándose en el todo. Zarathustra es el hombre del delirio
cósmico. Lo que antiguamente era el entusiasmo de sentirse fuera de sí en Dios, es
ahora, para Nietzsche, la relación que siente una relación auténtica de
existencia en el mundo Por su parte, el espíritu de la pesadez es lo que encierra al
hombre en lo finito, es lo que le ata a las cosas intramundanas acumulando sobre las
espaldas del hombre las cargas de un Dios y una moral transcendentes.Zaratustra se opone
por ello con todas sus fuerzas al espíritu de la pesadez y defiende la necesidad de volar
como el simbolo del paroxismo cósmico. Una existencia que se amplia y se extiende a lo
ilimitado, que se eleva por encima de todas las finitudes, a lo infinito, llega a
comprender que el mundo es aquello que envuelve infinitamente a todo lo finito, llega a
comprender que lo la infinitud no está por detrás, más allá de las cosas, sino que
está dentro de ellas y en torno a ellas.
La contraposición entre ligereza vital y pesadez
vital es la idea central del capítulo titulado De las tablas viejas y nuevas . De nuevo aquí puede parecer que la
distinción y la inversión de los valores es el centro del capítulo. Sin embargo,
hay algo más que ésto. Las nuevas tablas son, ante todo, las tablas del amor a los
lejanos, del anhelo creador del superhombre, y son traidos al mundo por el delirio, por el
anhelo, por el amor al mundo. El alma se presenta como la escala más alta pero
porque se ha abierto al dominio del mundo, al conocimiento del eterno retorno.
Encontramos otra explicación temática del eterno retorno en el capítulo titulado El
convaleciente . En este capítulo no es Zaratustra quien
expone sus tesis sino sus animales. En ello habla lo
existente que se mueve en un tiempo circular. En su soledad, Zaratustra
quiere enfrentarse a su pensamiento más hondo. El abismo debe hablar.
Pero el pensador del eterno retorno se siente ahogado por un asco profundísimo y por ello
yace durante 7 días como muerto. Con ello, Nietzsche nos quiere mostrar la imposibilidad
de expresar directamente sus ideas sobre este tema; sólo puede insinuarlas, hablar
indirectamente, por alusiones.
Según la filosofía cristiana, Dios creó el mundo en 7 días. Pues
bien, tambien son 7 días los que Zaratustra, el hombre sín Dios, necesita para conocer
el mundo.Tal conocimiento produce en él una transformación total:
la tierra le aparece como un gran jardín y en donde todas las cosas están iluminadas por
la luz del mundo. Tal iluminación hace que todo lo que existe se haya liberado de la
pesadez y de la facticidad única y rectilinea y que todo se muestre iluminado por la luz
de las repeticiones reiterativas del eterno retorno. Lo que fué, lo que es y
lo que será ya no se muestra como separado y dividido, sino que se manifiesta con un
caracter flotante, ligero y danzarín. Lo que será, ha sido ya; y lo pasado
es a la vez lo futuro. En el ahora está tambien el tiempo entero, en cuanto es el
ahora eternamente repetido. El hombre en este estado ha aprendido a volar
y el poder del espíritu de la pesadez ha quedado destruido.
De todas formas el saber del eterno retorno no absorve y anula la individualidad.
Al contrario, mediante este conocimiento, el hombre llega a ser autenticamente sí-mismo.
Por ello, Nietzsche hace ver las diferencias del eterno retorno referido a los animales y
al hombre. Los animales están absorvidos en el cambio y no se
oponen a él. Están dentro del juego del ser, pero no intervienen en él. Por ello,
cuando hablan del tiempo y del eterno retorno afirmando que todo va, todo vuelve;
eternamente rueda la rueda del ser.....; no están hablando del tiempo en sí, sino de su
sendero. El tiempo lo ven los animales como el camino de las cosas dentro de tal tiempo.
Todo lo que viene y va, todo lo que muere y vuelve a florecer: todo esto es pensado como
finito. Ahora bien, el pensador del eterno retorno sabe que
aunque lo intratemporal es finito, el tiempo en
donde transcurren todas las cosas no lo es.
Por todo ello, para Nietzsche, el conocimiento del tiempo que
ahora fluye, del tiempo que vivimos y que se nos escapa, no es el verdadero saber del
tiempo. Para Nietzsche, detrás de tal experiencia de la caducidad se yergue un
presentimiento de la eternidad. En este sentido, el eterno retorno
no es tanto que nuestra vida vaya a repetirse un infinito número de veces, sino que
nuestra vida presente es ya una vida repetida, y no existe una vida primera que no sea
repetición. La repetición infinita no es el fruto de una acumulación que parte de un
punto originario, sino que es la misma esencia del tiempo. En otras palabras, la
repetición no surge en el tiempo, sino que es el tiempo mismo. La unicidad es sólo
apariencia, y, por ello, lo que se nos muestra como un proceso único, es ya una
repetición infinita; y lo que presenta como rectitud del tiempo, es un giro circular. Por
todo ello, el que mira superficialmente al mundo, puede llegar a pensar que las
diferencias entre presente, pasado y futuro, el aquí y el allí, son momentos diferentes.
Una mirada más profunda, sin embargo, sabe que son una misma cosa: el centro está en
todas partes.
Por lo tanto, el tiempo no es meramente el sendero en donde se
encuentran todas las cosas. El tiempo es tambien el poder que hace ser a las
cosas. Existe tambien en esta concepción del tiempo una diferencia clara
entre los animales y los hombres. Estos se mueven en la corriente del tiempo. El hombre
tambien, pero adoptando una actitud diferente. El hombre tiene metas, proyectos y persigue
la construcción del superhombre. El terror que se apodera de
él al ser consciente del eterno retorno y, por lo tanto, de saber que todo lo superado
volverá, y que habrá que volver a superarlo otra vez, le hace sentirse
prisionero del destino de Sísifo.Pero ahí está la grandeza
del superhombre: reconciliar libertad
y necesidad. De ahí que los animales, siendo conscientes de lo
que ello representa llamen a Zaratustra el maestro del eterno
retorno, y sean ellos, y no Zaratustra quienes expongan tan maravillosa doctrina.
Uno de los más bellos capítulos de la 3ª parte de Así habló Zaratustra es
Del gran anhelo . En él continua Nietzsche describiendo sus
reflexiones acerca del eterno retorno.
Hemos visto ya que la base de partida de tal doctrina es la comprensión ordinaria del
tiempo: Nietzsche parte del instante dado, que es como un pórtico situado entre dos largas
callejas de tiempo de caracter opuesto. Al afirmar que la longitud de tales calles es
eterna e infinita, se plantea la problemática de la relación existente entre contenido
temporal finito y el tiempo mismo que es eterno o infinito. Y es que si todo lo que ocurre
dentro de un tiempo infinito es algo finito, entonces un pasado infinito debe tener a sus
espaldas todo el acontecer finito. Lo mismo, podemos decir de un futuro infinito. En
definitiva, nada de lo que puede acontecer, puede no haber acontecido ya. Pero si ello es
así, entonces lo que acontecer ahora, ya ha sucedido, y es, por tanto, esencialmente
repetición eterna. Zaratustra llama ahora a la carrera de todas
las cosas en el tiempo como el Gran año. En la repitición del Gran
año retorna lo mismo, tiene lugar un retorno de lo mismo.El Gran año es la
suma finita de todos los acontecimientos; una serie finita de acontecimientos en un tiempo
infinito. Y es que la eternidad no está más allá del tiempo, sino dentro
del mismo. Lo que sucede es que Nietzsche, por un lado, no puede negar la
caducidad de los seres insertos en tal tiempo, y, por otro no puede identificar la
eternidad con permanencia metafísica. Ello explica que la piense como eterna
repetición de lo que está en devenir. Las almas y los cuerpos son mortales,
pero el nudo de las causas en las que uno está entrelazado, retorna. Uno mismo forma
parte de las causas de tal retorno. Por ello, vendremos siempre no a una vida nueva o
mejor, sino eternamente a la misma e idéntica vida, en lo más grande y en lo más
pequeño. Ahora bien, la unicidad repetitiva participa de ese modo de una eternidad
inmanente y, por ello, Nietzsche eterniza de algún modo lo perecedero, no poniendo la
eternidad detrás del tiempo y de la vida misma. La vida, aunque individualmente sea algo
caduco, es tambien eterna porque es manifestación rotativa en un tiempo eterno e
infinito.
Nietzsche afirma que la eternidad infinita que contiene todo el contenido temporal es el Mundo.
Esa idea produce en Zarathustra un gran anhelo. El anhelo es un
deseo de lo ausente. De él forma parte la tensión añorante hacia la lejanía; sentimos
nostalgia de la amada lejana. El anhelo nos arranca de la situación actual y de los fines
limitados. El anhelo no es un simple querer llegar a lo
anhelado; sino que consiste en una tendencia secreta a mantener lo anhelado en la
lejanía. El anhelo no encuentra satisfacción en ninguna de las metas finitas. Para
Nietzsche, sin embargo, la lejanía ya no es el Dios místico del cristianismo, sino la
lejanía que envuelve todo lo visible y palpable como lejanía temporal y espacial. El
gran anhelo es la salida del hombre del espacio y el tiempo, es la apertura al Mundo.
Ahora bien, el capítulo Del gran anhelo trata de la apertura al
mundo en la medida en que éste es la representación del eterno retorno
de lo mismo. En este contexto, cuando habla con su alma afirma
que le ha enseñado a decir hoy como se dice alguna vez y en otro tiempo. Con ello, quiere
hacer señalar que su alma sabe ya que el hoy y el entonces y el luego no son distintos y
no están separados. Zarathustra le ha enseñado a su alma, a través de la doctrina del eterno
retorno, a no tomar en serio las distinciones fijas en el espacio y en el
tiempo, es decir, las diferencias entre presente (hoy), el luego (futuro) y en entonces
(pasado). El alma se encuentra libre del espíritu de pesadez que creó
tales límites al tiempo. Zaratustra ha enseñado a su alma a tomar el hoy
lo mismo que el luego y el entonces.
El alma sabe que la esencia del tiempo es repetición eterna,
desaparición de las diferencias entre presente, pasado y futuro. Pues bien, este saber
permite al alma estar en el todo del tiempo. Con ello logra una omnipresencia dentro del
todo, lo que le permite ver como desaparecen todas las diferencias entre las dimensiones
temporales. Ello es lo que permite que tal alma pueda bailar y expandirse por todo el
mundo, añorante del gran anhelo al encontrarse en lo abierto de la luz y a la libertad.
Y es que la doctrina del eterno retorno no aniquila libertad,
sino que la libera del limite que, como inmutabilidad del pasado, la coartaba hasta ahora.
Si todo lo pasado es a la vez tambien todo lo futuro, entonces el alma tiene libertad
sobre lo creado y lo increado. El crear del hombre creador tiene sendas abiertas como
jamás había tenido antes. Por ello, afirma Nietzsche, el que conoce el eterno
retorno desprecia al hombre tal como éste es ahora, ese fragmento, esa
lamentable cosa intermedia entre la nada y lo infinito. El hombre es el ser finito en el
que se alienta el presentimiento de lo infinito. Pero como no se atreve a adentrarse
realmente en lo infinito, lo inmoviliza creando una imagen esculpida de un representante:
Dios. Por eso el hombre le resulta a Zarathustra un objeto de desprecio, pero a la vez de
amor. Zarathustra ama en el hombre la imagen del superhombre.Como camino hacia éste, el
hombre es lo más amado y lo más despreciado. Pero el superhombre no es otra cosa que la
existencia humana en el modo del gran anhelo: es el alma del que se apartado todo obedecer
y doblar la rodilla y se ha dado a sí misma el nombre el viraje de la necesidad y del
destino.
El hombre, transformado por el conocimiento del eterno retorno
en superhombre, es aquel que lleva una existencia que
habita nostalgicamente en el todo del mundo y consigue que se disipen para él los
espejismo de un Dios ante el que deba inclinarse y al que deba llamar Señor. La
esclavitud del hombe ha finalizado. En este contexto, es un giro de la necesidad porque
ha desaparecido totalmente la diferencia entre voluntad y necesidad, porque lo que
la voluntad quiere libremente tiene que venir como eterna repetición. Por
ello Zaratustra llama al alma destino en el sentido de que la
última y suprema voluntad consiste en querer lo necesario, es
decir, de la aceptación del eterno retorno de lo mismo. Para Nietzsche, el
destino está relacionado con la existencia que se convierte en gran
partícipe del gran juego del mundo en donde la separación entre necesidad y libertad
queda suprimida. Este existente sabe que del mismo modo que el pasado adquiere caracteres
de futuro y éste caracteres de aquel, así hay ahora necesidad en la libertad
y libertad en la necesidad. Este nuevo viraje es lo que permite
que Zaratustra piense el mundo como ausente de contradicciones y defina al alma
que lo comprende en un lenguaje figurado, como es el de destino,
contorno de los contornos, ombligo del tiempo
o campana azul. Con todo ello, Nietzsche nos quiere hacer
ver que el alma, adentrada ya en el gran juego del mundo, se ha hecho ella tambien mundana
y es, como el mundo, en cierto modo, contorno de los contornos,
y que está vinculada al soberano tiempo cósmico, como el hijo a la madre, y, por ello,
es ombligo del tiempo; o que es como la bóveda azul
del cielo, situada por encima de todas las cosas. En el espacio intermedio entre el cielo
y la tierra está el alma del hombre, del hombre transformado por el saber acerca del
eterno retorno. Esta alma se parece a la viña, que de la tierra
se yergue hacia la luz, que da un fruto que es obra común del cielo y la tierra, la
antigua ofrenda y el antiguo sacramento. El alma que está llena de anhelo se parece a la
vid cargada de racimos de oro oscuro. Esta alma se ha vuelto demasiado rica, no puede
soportar ya la sobreabundancia de su riqueza, de su mundanidad. Posee la sobreabundancia
del anhelo desde el momento en que el futuro y el pasado estan próximos y junto a ella.
Sin embargo, esta alma abierta al mundo descansa en el desasogiego
de su anhelo, en una melancolía turbadora. Y es que, aún siendo capaz de elevarse en el
anhelo hacia lo que está allá fuera, es, como las demas cosas existentes, algo
intramundano. Permanece adherida a lo finito, aún conociendo lo infinito.
De este sufrimiento nace la canción en honor del mundo. En ese
canto, le sale al encuentro la barquilla, que flota en el agua
del devenir. En torno a ella brincan todas las cosas, como los delfines en torno a un
barco. Representa lo último, el centro de todo ser. Pero el dueño de la barquilla es Dionisos,
dios del juego trágico y, a la vez, alegre del mundo. El libera a la vid del anhelo hacia
el vendimiador que la redime; el corta con el cuchillo más duro, con la podadera
de diamantes. Dionisios es lo que, en el eterno retorno, da y quita. Es la
respuesta al gran anhelo del hombre. Es el director del curso de las cosas en el tiempo.
Al contemplarlo, el alma ha encontrado su hogar.
En los dos último capítulos de la tercera parte del Así habló Zaratustra
se entona un cántico dionisíaco. La segunda canción del baile
es un cántico a la vida, que se muestra con los rasgos seductores de una mujer, que es
bruja y serpiente, viento arremolinado y noche abismal voluptuosa. Zaratustra le dice algo
al oido de esta bruja seductora. No se nos comunica qué es lo que Zaratustra dice; pero
podemos imaginarlo: abandonar la vida en sentido absoluto no es posible. Si Zaratustra
piensa en morir inmediatamente, tiene que retornar simpre, infinitas veces, en el anillo
de fuego.
Tras este diálogo suena doce veces la campana del tiempo. Con
ello se quiere expresar que estamos prisioneros del tiempo, que vivimos en él como en un
sueño; el tiempo es el cauce de nuestra existencia El conocimiento de este hecho es
sufrimiento: todo pasa, nada parece quedar; donde algo brilla, espera ya la muerte. Más a
la profundidad del sufrimiento, contrapone Nietzsche la profundidad mayor del
placer que conoce el eterno retorno de lo mismo. Sufrimiento y
placer están pensados ahora como intimamente relacionados.
La segunda canción del baile acaba con las pesadas campanadas
del reloj. La profundidad de la medianoche dice que aunque profundo su dolor, más
profundo es el placer. Más todo placer quiere eternidad, ¡quiere profunda,
profunda eternidad!
Por lo tanto, para Nietzsche el tiempo se le muestra en una
forma doble: una es la visión del tiempo propia del sufrimiento
que experimenta la caducidad. Desde este perspectiva de sufrimiento está pensada la
interpretación del mundo propia del budismo, de cristianismo o del mismo Schopenhauer. En
este contexto, el tiempo es quien extermina y devora a sus hijos, es aniquiliación. Nada
puede resistirle; las montañas de piedra tiemblan y los fuegos del cielo se extinguen.
Nada puede permanecer sino que todo está sometido al cambio devorador. La mirada del
sufrimiento sobre el tiempo ve en éste el óbito de lo existente, la desaparición, el
camino hacia la nada.
Nietzsche reconoce esta dimensión de sufrimiento del tiempo pero lo toma como un saber
limitado y coartado. La visión más profunda la posee, para él, el placer.
Placer es un modo de estar en la existencia abierta al mundo, una forma de comprensión
sobreabundante. Pero no hay que confundirlo con un mero disfrute de sus sensaciones, sino
con una experencia corporal de las cosas que se perciben en su eternidad aún
desapareciendo en el tiempo. En este contexto, Nietzsche afirma que no comemos pan ni
bebemos vino como si fuera cosas aisladas, sino que celebramos el sacramento de nuestra
incorporación a la tierra; el pan y el vino son el cuerpo y la sangre de la Gran
Madre, nos inician en la silenciosa paz de Demeter. En este sentido, son
experiencias simbólicas de cómo en lo caduco y lo pasajero subsiste lo permanente.
Lo que Nietzsche entiende por placer lo vemos claramente en el último capítulo de la
tercera parte de Así habló Zarathustra, titulado
Los siete sellos (o la Canción Sí y Amén) . Los siete sellos
son los elementos con los que Nietsche quiere sellar su libro y darle así un caracter
exóterico al mismo. Además son invocaciones de la tierra y de la eternidad del mundo. El
placer es el placer cósmico que experimenta la eternidad. En
nuesto momento cotidiano, vivimos el momento presente, pero tambien el futuro inabarcable
y el pasado sin fín. Para el que conoce el eterno retorno, éstos no son distintos para
él; pero tampoco se confunden ni se identifican. La voluntad del eterno retorno configura
el tiempo ya que, con su voluntad de poder, desea el más allá. Pero este deseo del más
allá ni es confianza en un transmundo ni es fe ciega y optimista en un futuro
lejano, que se halla abierto, sino que se dirige a lo necesario. No quiere lo
que le gusta, sino lo que tiene que llegar.
En el segundo sello se pone en relación la muerte de Dios con
la idea del eterno retorno. Dios es el intento de situar lo eterno por encima de todo
tiempo terreno. Solamente cuando Dios muere, puede brillar en el más acá,en lo
perecedero, el resplandor de lo eterno. Por eso, los dioses eternos, afirma Nietzsche,
deben morir, para que el hombre perecedero pueda conocer que su caducidad es precisamente
lo eterno, la repetición eterna.
El tercer sello comienza hablando de la semejanza divina del
hombre, como creador de la creación. Al crear, el hombre se ha vuelto como un Dios.Como
ya no hay dioses, el hombre creador se ha deificado y puede decir que la tierra tiembla
con nuevas palabras creadoras.
El cuarto sello menciona el jarro (símbolo antiquisimo del
mundo) en el que se hallan bien mezcladas todas las cosas. El mundo ha unido y
mezclado todo, reune todos los contrarios relacionándose entre sí como la tensión
opuesta del arco y de la lira de Heráclito. Ahora, es el Mundo quien domina y que
envuelve todo lo finito.
Los tres últimos sellos son los que de manera más enérgica y bella expresan la apertura
del placer al mundo. En el quinto sello aparace el mundo bajo la
idea del mar y el placer cósmico se compara con el placer del navegante. Navegamos, como
seres finitos, en un mar abierto y luminoso. En el esplendor y la apertura inmensa del mar
se nos revela la esencia del tiempo, que nos hace sentir el placer de la lejanía, el
placer de la eternidad.
En el sexto sello, Zarathustra, habla de la ligereza de la
existencia que habita en lo abierto del mundo, que como pájaro traspasa todos los
límites, que no conoce ni el arriba ni el abajo, pues baila por encima de todo lo
existente. Es la unión de Alfa y Omega: todo lo pesado se vuelve ligero, todo cuerpo,
bailarín, todo espíritu, pájaro. Esta ligereza solamente se consigue cuando nos
conmueve el placer cósmico.
En el séptimo sello se menciona expresamente el giro de la
existencia hacia el mundo. Pero la vuelta al mundo es siempre, para Nietzsche,amor a la
eternidad. Pero no a la eternidad situada más allá del mundo, no a una eternidad
trasmundana, sino a la eternidad de mundo mismo. El amor a la eternidad es comparada con
el ardor amoroso, Por ello, Zarathustra llama a la eternidad, mujer,
y al anillo del eterno retorno, anillo de bodas. Y al hablar de
la eternidad como mujer, piensa tambien en la Mujer de las mujeres, es decir, en la
tierra materna.
CUARTA PARTE
(Hombres superiores)
Asi habló Zaratustra alcanza su momento culminante en la
tercera parte. Con ella concluye el desarrollo ascendente de las ideas centrales de
Nietzsche. Aqui está tambien la conclusión natural de la obra.
Pero en la cuarta parte, aparecen elementos estilísticos
nuevos: la fábula. Ésta resalta ahora como mayor fuerza y hace
que toda la cuarta parte sea una caida. Cuando podría esperarse
que esta parte nos revelara la inmensidad real de la grandeza de Zarathustra
frente a formas de vida superior, ya superadas, resulta que ésto no se cumple. Nietzsche
no consigue mostrar cómo vive aquel ser a quien caracteriza el conocimiento
de la muerte de Dios, de la voluntad de poder y del eterno retorno.
La cuarta parte se inicia con un Zarathustra que
ha permanecido mucho tiempo en su soledad y, en donde, su cabello se ha vuelto entre
tanto, blanco. Y si embargo, sólo espera su hora, la hora de la
última y definitiva bajada hacia los hombres. El más maligno de todos los pescadores de
hombres, desde su libertad alpina, emplea la miel como cebo para
los peces humanos. Y por ello, comienzan ascender hacia él, los hombres
superiores. Todos ellos buscan a Zarathustra y les gritan que les salve.
Este grito de socorro del hombre superior hace salir a Zarathustra de su
cueva. Ello le permite contemplar a multiples formas de hombre superior, a todas las
cuales mánda ir a su caverna.
Un extraño conjunto se concentra dentro de la caverna: el adivino del
gran cansancio, los dos reyes, el meticuloso de espíritu,
el mago, el viejo papa, que perdió su trabajo al morir Dios, el hombre
feo, el mendigo voluntario y la sombra de Zarathustra.
Estos hombre superiores son el residuo de Dios en la tierra. Con
la muerte de Dios estos hombre superiores están desgarrados todavía por la nada; aún no
han alcanzado sus transmutación, no se han cambiado verdaderamente, como Zarathustra.
Así, El adivino del gran cansancio es el profeta del nihilismo
futuro.
El mago es el artista convertido en comediante, que ya no siente
realmente nada, que vive de viejas máscaras de una anterior existencia plena.
Los dos reyes se lamentan de la mera apariencia de su reinado.
Ya no se sienten dominadores y llenos de voluntad de poder. Por ello desprecian la falsa
representación del poder. Pero sólo desprecian lo inauténtico; no logrando obtener una
nueva autenticidad.
El meticulo de espíritu desprecia la inautenticidad del
presunto saber, pero, justo por ello, no sabe nada de modo originario: investiga sólo el
cerebro de la sanguijuela. Representa para Nietzsche el símbolo de la ciencia positiva
hundida en el especialismo. El meticulo desconfía de todas las tesis teológicas y
metafísicas, meras apariencias de lo cognoscible, y, por ello, prefiere ser unilateral y
exacto. Pero esta actitud es, según Nietzsche, una mera renuncia y una abdicación,
que abandona todo intento de un saber total. Por ello, deja a la sanguijuela chupar en su
brazo: todo auténtico saber vivisecciona la vida.
El viejo papa es el hombre que todavía ama a un Dios que está
muerto, y, en su tristeza, sigue pendiente de él. Por esta tristeza, es grande, pero no
ha llegado a transformarse en un auténtico liberado de Dios. Guarda todavía luto por
Dios, y es de un rango superior a aquel gusano vulgar que, sabiendo tambien que Dios ha
muerto, busca pequeños placeres.
El hombre más feo significa la nausea del hombre con respecto a
sí mismo. Y desde el momento que tiene conciencia de tener una naturaleza deforme, en
tanto sufra de sí mismo y quiera superarse, posee cierta noción de grandeza. Solamente
el hombre que ya no tiene ningún tipo de esperzanza es el hombre perdido y mostruoso.
Por su parte El mendigo voluntario, que se despoja
voluntariamente de toda riqueza y va de una lado a otro como predicador de mansedumbre y
de dulzura, es tambien un buscador y un añorante, aunque perdido y necesitado del abismo
de la luz.
La sombra de Zarathustra es el espíritu libre y temerario,
hasta la osadía, que se desprende de toda seguridad y vive haciendo experimentos. Busca
incluso lo malo y lo peligroso, pero no tiene un fondo en donde reposar, una posición
firme situada detrás de todas sus negaciones. Este eterno negador es unicamente la sombra
de Zarathustra. Es el apátrida del vagabundo.
La serie entera de los hombre superiores tiene un rasgo común: todos ellos
son desesperados. Buscan a Zarathustra, que ha superado la
desesperación del hombre, pero realmente no lo encuentran. En la caverna,
aprenden un poco de esperanza y de ánimo a la vista del único hombre que ha podido
superar la muerte de Dios. Pero Zarathustra no los acoge como suyos. Aunque son el puente
que lleva al Superhombre, no representan aún lo verdaderamente auténtico. Por ello,
tales hombres superiores se nos muestran como unos fracasados, comparados con el
superhombre, aunque como grandes hombres, si los comparamos con la plebe. Zarathustra le
aconseja que aprendan a reir. Pero su consejo es entendido
unicamente a medias: así el antiguo mago canta una canción de
melancolía en donde intenta reirse de sí mismo; pero ésta no sólo representa la
tragicomedia del arte, sino que es solamente la felicidad de un loco, de un poeta en donde
la verdad está áun desterrada.
Zaratustra siente que estos hombre superiores son su último
pecado ya que siente compasión por ellos. Unicamente
cuando alcanza su última y suprema madurez llega su símbolo: el león
que ríe y la cálida paloma, y pone manos a la obra:
Zarathustra abandona su caverna y así concluye la obra.
No se sabe si Zarathustra parte para predicar de nuevo sus doctrinas o para realizar su
gran hazaña. Es un conclusión extraña que deja un vacio
peculiar. Pero lo cierto, es que Nietzsche no nos muestra un final fuerte y vibrante. Así
habló Zarathustra unicamente muestra su fuerza y su vigor en tanto describe
ideas e imágenes acerca de la muerte de Dios, el superhombre, la voluntad de poder o el
eterno retorno. Pero cuando quiere ofrecer una imagen real-existencial de
Zarathustra, la obra pierde altura. Nietzsche es poderoso mientras habla,
enseña y piensa como Zarathustra. Sin embargo, se vuelve débil cuando
habla sobre él.
FIN