Sabemos que la muerte de Sócrates provocó una serie de obras de tipo apologético (apologías) y tambien acusatorio (kategoría), como la del sofista Polícrates. Entre las defensas o Apologías se pueden citar, la de Lisias( perdida), la de Platón y la Jenofonte. En siglos posteriores escribieron tambien Apologías sobre Sócrates: Teodectes de Faselis, Demetrio de Falero, Plutarco, y la declamación de Libanio.
Acerca de la Apología de Jenofonte, nadie dudó, en la antigüedad, acerca de sus autenticidad: Diógenes Laercio (II 57) la cita como suya, lo mismo que Ateneo (218 E). Será en la Modernidad, Wilamowitz quien la considere como inauténtica.
La obra fue escrita por Jenofonte entre el 394 y el 387. Parece que al escrito de Polícrates le siguió la defensa de Lisias y el capítulo 1º de los Recuerdos de Jenofonte. A continuación habría escrito Platón la suya, y ésta fue seguida por la de Jenofonte, en protesta, según Shanz, contra las libertades que se tomó Platón al componer su Apología. Como no había estado presente en el juicio, Jenofonte acude al testimonio de Hermógenes, amigo suyo y testigo de la muerte del maestro, como puede verse, incluso en el Fedón (59 b).
Jenofonte no pretende hacer un reportaje exacto del juicio, sino exponer la sublime actitud y altivo lenguaje ante el jurado de un Sócrates que estaba convencido que era un buen momento para morir (eukiría).Es esta una diferencia esencial con la Apología de Platón: allí Sócrates se enfrenta a la muerte a partir de su fe en una vida posterior (doctrina tambien presente en el Fedón). Jenofonte no habla para nada de este tipo de creencia, sino que afirma que Sócrates basaba su satisfacción en la idea de evitar los achaques de la vejez. Mientras que para Platón la muerte parece ser la consecuencia lógica y trágica del cumplimiento de una misión, para Jenofonte representa una meta deseable en sí.
La Apología de Jenofonte se puede dividir en tres partes:
Plutarco (c. 46-125), biógrafo y ensayista griego, nacido en Queronea, Beocia. Se educó en Atenas y al parecer viajó a Egipto e Italia, y enseñó filosofía moral en Roma. Realizó frecuentes viajes a Atenas y fue sacerdote del templo de Delfos. Pasó los últimos años de su vida en Queronea, donde ocupó un cargo municipal. Muchos de sus tratados se basan probablemente en sus notas de clase. Plutarco era considerado por sus alumnos como un personaje genial: guía, filósofo y director espiritual. Las obras que de él se conservan, escritas en un dialecto ático modificado, o dialecto común, se clasifican en dos grupos principales: los ensayos y diálogos didácticos, agrupados bajo el título de Moralia (Obras morales), y las biografías recogidas en Vidas paralelas, sobre personalidades griegas y romanas. Los ensayos incluidos en Moralia se ocupan de cuestiones éticas, y abarcan desde consejos para la vida conyugal hasta cómo discernir entre los aduladores y los auténticos amigos, o cómo controlar el miedo, además de cuestiones religiosas. Otros son de carácter filosófico, y en ellos Plutarco defiende sus creencias platónicas en oposición a las doctrinas de los estoicos y los epicúreos. Destaca también los Diálogos de banquete, una obra en nueve volúmenes que recoge las conversaciones de hombres sabios sobre temas diversos. La más conocida de sus obras es Vidas paralelas, una serie formada por cuatro biografías individuales y veintitrés pares de biografías. Muchas de estas últimas, como las de los legisladores Licurgo de Esparta y Numa Pompilio, los generales Alejandro Magno y Julio César, y los oradores Demóstenes y Marco Tulio Cicerón, van seguidas de una breve comparación. Escritas con gran conocimiento y fruto de una esmerada investigación, las Vidas Paralelas no son sólo obras históricas de gran valor, sino también estudios psicológicos que recurren a la anécdota y la cita para desvelar la moralidad de la persona. La primera traducción de esta obra a una lengua europea la hizo el español Juan Fernández Heredia, en el siglo XV. Shakespeare partió de una traducción inglesa de Plutarco para escribir sus obras inspiradas en la historia romana, como Coriolano, Julio César y Antonio y Cleopatra.
Es un erúdito que pone en duda la autenticidad de la Apología de Jenofonte. Sus argumentos se apoyan en la mediocridad de la obra y en la inverosimilitud de las ideas atribuidas a Sócrates.A pesar de ello, la mayoría está de acuerdo en que el estilo de la obra es el de Jenofonte, y, por ello, se piensa que lo más razonable es atribuirle la paternidad.