327a-328b
Libro I República
Comentario1
Acompañado de Glaucón, el hijo de
Aristón, bajé ayer al Pireo con proposito de
orar a la diosa y ganoso al mismo tiempo de ver cómo hacían la fiesta, puesto que
la celebraban por primera vez. Parecíóme en verdad hermosa la procesión de los del
pueblo, pero no menos lucida la que sacaron los tracios. Después de orar y gozar del
espectáculo, emprendíamos la vuelta hacía la ciudad. Y he aquí que, habiéndonos visto
desde lejos, según marchábamos a casa, Polemarco
el de Céfalo mandó a su esclavo que corriese y nos
encargara que le esperásemos. Y el muchacho, cogiéndome del manto por detrás, me dijo:
-Polemarco os encarga que le esperéis,
Volviéndome yo entonces, le pregunte dónde estaba él.
-Helo allá atrás -contestó-- que se acerca; esperadle.
-Bien está; esperaremos -dijo Glaucón.
En efecto, poco después llegó Polemarco con Adimanto, el hermano de Glaucón, Nicérato el de Nicias y algunos más, al parecer de la
procesión. Y dijo Polemarco:
-A lo que me parece, Sócrates, marcháis ya de vuelta a la ciudad.
-Y no te has equivocado ---dije yo.
-¿Ves -repuso-- cuántos somos nosotros?
-Cómo no?
-Pues o habéis de poder con nosotros --- dijo- u os quedáis aquí.
-¿Y no hay --dije yo- otra salida, el que os convenzamos de que tenéis que
dejarnos marchar?
-¿Y podríais convencernos ---dijo él- si nosotros no queremos?
-De ningún modo -respondió Glaucón.
-Pues haceos cuenta que no hemos de querer.
Y Adimanto añadió.
-¿No sabéis acaso que al atardecer habrá una carrera de antorchas a caballo en honor de la diosa?
-¿A caballo? ---dije yo--. Eso es cosa nueva. ¿Es que se pasarán unos a otros las
antorchas corriendo montados? ¿O cómo se entiende?
-Como tú lo has dicho -replicó Polemarco-, y además celebrarán una fiesta nocturna que
será digna de ver; y nosotros saldremos después de levantarnos de la cena y asistiremos a la fiesta y nos reuniremos allá con mucha
gente joven y charlaremos con toda ella. Quedaos, pues, y no penséis en otra cosa.
-Veo -,dijo Glaucón- que vamos a tener que quedarnos.
-Pues si así parece ---dije yo-, habrá que hacerlo.
Comentario1
Presentación
328b-329a
Libro I República
Comentario 2
Sócrates y Glaucón deciden
quedarse y se dirijen a casa de Polemarco. Allí se encuentran con Lisias y
Eutidemo asi como con Trasímaco de Calcedonia y Céfalo, el padre de
Polemarco. Éste se encuentra ya muy anciano y se nos aparece sentado en un asiento con
cojín y con una corona en su cabeza pues acababa de realizar un sacrificio. Sócrates
y Glaucón se sientan a su lado. Céfalo saluda a Sócrates y le reprocha
amistosamente el que baje tan pocas veces al Pireo para hacerle una visita. Afirma que
cuanto más anciano se ve, tanto más amortiguados siente el furor de los placeres y que
uno de sus mayores deseos es el conversar. Sócrates muestra su agrado por poder
conversar con alguien con experiencia de vida y le pregunta como considera al período de
la vida denominado el umbral de la vejez. {ver texto2}
Presentación
TEXTO2
Libro I República
(328b-329a)
Fuimos, pues, a casa de Polemarco y encontramos allí a Lisias y a
Eutidemo, los hermanos de aquél, y también a Trasímaco
el calcedonio y a Carmántides el peanieo y a Clitofonte, el hijo de Aristónimo. Estaba asimismo en la
casa Céfalo, el padre de Polemarco que me pareció muy avanzado en años, pues hacía
tiempo que no le veía. Estaba sentado en un asiento con cojín y tenía puesta una corona, ya que acababa de hacer un sacrificio en el patio; y
nosotros nos sentamos a su lado, pues había allí algunos taburetes en derredor.
Al verme Céfalo me saludó y me dijo: -¡Oh, Sócrates, cuán raras veces bajas a vernos
al Pireo! No debía ser esto; pues si yo tuviera aún
fuerzas para ir sin embarazo a la ciudad, no haría, falta que tú vinieras aquí, sino
que iríamos nosotros a tu casa. Pero como no es así, eres tú el que tienes que llegarte
por acá con más frecuencia: has de saber, en efecto, que cuanto más amortiguados están
en mí los placeres del cuerpo, tanto más crecen los deseos y satisfacciones de la
conversación; no dejes, pues, de acompañarte de estos jóvenes y de venir aquí con
nosotros, como a casa de amigos y de la mayor intimidad.
-Y en verdad, Céfalo, -dije yo-, me agrada conversar con personas de gran ancianidad;
pues me parece necesario informarme de ellos, como de
quienes han recorrido por delante un camino por el que quizá también nosotros tengamos
que pasar, cuál es él, si áspero y difícil o fácil y expedito. Y con gusto oiría de
ti qué opinión tienes de esto, pues que has llegado a aquella edad que los poetas llaman
«el umbral de la vejez»: si lo declaras períódo desgraciado de la vida o cómo lo calificas.
Comentario2
Presentación
Libro I República
Comentario 3
(329a-331d)
329a-330ª:
Céfalo contesta a la pregunta de Sócrates
afirmando que muchos consideran a tal período como una desgracia al echar de menos los
placeres de la juventud, mientras que otros se lamentan de los ultrajes que la vejez
produce a los hombres. Él, por su parte, dice considerar a la vejez como una época de
gran paz y tranquilidad que permite al hombre liberarse de "muchos y furiosos
tiranos". Señala tambien que los males del ser humano no están en la vejez
sino en el carácter de la persona. A continuación Sócrates le recuerda a
Céfalo que muchos opinan que todo lo que ha dicho resulta muy fácil para personas que
poseen una gran fortuna económica (como es el caso de Céfalo). Éste responde que no va
negar en absoluto lo mucho que ésta ayuda pero que, sin embargo, está convencido de que
no tiene tanto valor como la gente piensa. {ver texto3a}
330ª-331ª:
Céfalo continúa reflexionando sobre el papel de la
riqueza en la vida y la vejez de las personas. Afirma que en cuestiones de negocios ocupa
un lugar intermedio entre su abuelo y su padre. El primero la había multiplicado mientras
que su padre la había reducido a menos de lo que ahora él va dejar a su hijo. De todos
modos afirma claramente que en la vejez no es la cuestión de la riqueza o la pobreza la
que preocupa a los hombres sino la conciencia de haber sido justos o injustos
durante su vida. El anciano que es consciente de su injusticia (aún siendo rico) se
despierta frecuentemente por las noches lleno de pavor; mientras que el que ha sido justo
(aún siendo pobre) le asiste una grata y perpertua esperanza, bienechora nodriza de
la vejez. (Píndaro) {ver texto3b}
331ª-331d:
Dado que, por primera vez en el diálogo aparecen los conceptos de Justicia
e Injusticia, Sócrates aprovecha para plantear de modo crítico lo siguiente: ¿consiste
realmente la justicia en decir la verdad y devolver a cada uno lo que de él ha recibido?.
Con un ejemplo parece estar rechazando tal definición ya que señala que no parece que
sería muy lícito devolver las armas a un amigo que se ha vuelto loco, y tampoco tendría
mucho sentido intentar argumentar con verdad con alguien que estado en tal estado. Por lo
tanto: no se confina la justicia en decir la verdad ni en devolver lo que se ha
recibido.
Es en estos momentos del diálogo cuando Céfalo se retira de la conversación
para pasar el testigo a su hijo Polemarco (heredero) el cual comienza recordando
a Sócrates que la definición que acaba de criticar es precisamente la que había dado el
poeta Simónides. Sócrates le ruega que recuerde a todos tal definición.
Polemarco afirma que Simónides había dicho que la justicia consistía en "dar a
cada uno lo que se le debe". Antes de someter a análisis esta definición,
Sócrates y Polemarco se ponen de acuerdo en que ello no signifique que haya que devolver
algo a alguien cuando lo pide estando fuera de juicio. {ver
texto3c}
Presentación
TEXTO 3a
Libro I República
(329a-330a)
Yo te diré, por Zeus -replicó--, cómo se me muestra, ¡oh, Sócrates!: muchas
veces nos reunimos, confirmando el antiguo proverbio,
unos cuantos, proximamente de la misma edad; y entonces la mayor parte de los reunidos se
lamentan echando de menos y recordando los placeres juveniles del amor, de la bebida y los
banquetes y otras cosas tocantes a esto, y se afligen como si hubieran perdido grandes
bienes y ahora ni siquiera viviesen. Algunos se duelen también de los ultrajes que
su vejez recibe de sus mismos allegados y sobre ello se extienden en la cantinela de los
males que aquélla les causa. Y a mí me parece, Sócrates, que éstos inculpan a lo que
no es culpable; porque si fuera ésa la causa, yo hubiera sufrido con la vejez lo mismo
que ellos, y no menos todos los demás que han llegado a tal edad. Pero lo cierto es que
he encontrado a muchos que no se hallaban de tal temple; en una ocasión estaba junto a Sófocles, el poeta, cuando alguien le preguntó: «¿Qué
tal andas, Sófocles, con respecto al amor? ¿Eres capaz todavía de estar con una
mujer?» Y él repuso: «No me hables, buen hombre; me he librado de él con la mayor
satisfacción, como quien escapa de un amo furioso y salvaje». Entonces me pareció que
había hablado bien, y no me lo parece menos ahora; porque, en efecto, con la vejez se
produce una gran paz y libertad en lo que respecta a tales cosas. Cuando afloja y remite
la tensión de los deseos, ocurre exactamente lo que Sófocles decía: que nos libramos de
muchos y furiosos tiranos. Pero tanto de estas quejas cuanto de las que se refieren a los
allegados, no hay más que una causa, y no es, Sócrates, la vejez, sino el carácter de
los hombres; pues para los cuerdos y bien humorados, la vejez no es de gran pesadumbre, y
al que no lo es, no ya la vejez, ¡oh, Sócrates!, sino la juventud le resulta enojosa.
Presentación
TEXTO 4a
Libro I República
(331d-333ª)
-Di, pues -requerí yo--, tú que has heredado la discusión, ¿qué es eso que
dijo Simónides, acertadamente a tu ver, acerca de
la justicia?
-Que es justo -repuso él- dar a cada uno lo que se le debe, y al decir esto, me
parece a mí que habló bien.
-De cierto --dije yo-, no es fácil negar crédito a Simónides, pues es hombre sabio e
inspirado; pero lo que con ello quiera significar, quizá tú, Polemarco, lo sepas; yo,
por mi parte, lo ignoro. Claro está, sin embargo, que no se refiere a aquello que hace
poco decíamos de devolver a uno el depósito hecho si lo pide sin estar en su juicio. Y
en verdad, lo depositado es en alguna manera debido; ¿no es así?
-Sí.
-Pero de ningún modo se ha de devolver cuando lo pida alguien que esté fuera de juicio.
--Cierto ---dijo él.
-Así, pues, a lo que parece, Simónides quiso significar cosa distinta de esto al decir
que es justo devolver lo que se debe.
-Otra cosa, por Zeus -dijo-; pues su idea es que los amigos deben hacer bien a los amigos,
pero nunca mal.
-Lo creo - dije yo- porque no da lo que debe aquel que devuelve su oro al depositante si
resulta nocivo el devolverlo y el tomarlo y son amigos el que devuelve y el que toma. ¿No
es eso lo que, según tú, quiere decir Simónides?
-Exactamente.
-¿Y qué? ?A los enemigos se les ha de devolver lo
que se les debe?
-Sin duda, en absoluto, lo que se les debe -respondió--; y según pienso, débese por el
enemigo al enemigo lo que es apropiado: algún mal.
-Así, pues --dije yo-, según parece, Simónides envolvió poéticamente en un
enigma lo que entendía por justicia; porque, a lo que se ve, pensaba que lo justo era dar a cada uno lo que le era apropiado; y a esto
lo llamó debido.
-¿Y qué otra cosa podrías pensar? ---dijo él.
-¡Oh, por Zeus! -exclamé---. Si le hubieran preguntado- «Di, Simónides, ¿qué es lo
debido y apropiado que da el arte llamado medicina y a
quiénes lo da?» ¿Qué crees tú que nos hubiera contestado?
-Pues bien claro que da remedios y alímentos y bebidas a los cuerpos.
-'¿Y qué es lo debido y apropiado que da el arte llamada culinaria y a quiénes lo da?
-El condimento a los manjares.
-Bien; ¿ y qué ha de dar, y a quiénes, el arte a que podamos aplicar el nombre de
justicia?
--Pues si hemos de atenernos, ¡oh, Sócrates!, a lo dicho antes -replicó-- ha de dar
ventajas a los amigos y daños a los enemigos.
-Según eso, ¿llama justicia al hacer beneficios a los amigos y daños a los
enemigos?
Así lo creo.
¿Y quién es el más capaz de hacer bien a los amigos pacientes y mal a los
enemigos en lo que atañe a enfermedad y salud?
El médico.
-¿Y quién a los navegantes en lo que toca a los riesgos del mar?
-El piloto.
-¿Y qué diremos del justo? ¿En qué asunto y para qué efecto está su especial
capacidad de favorecer a los amigos y dañar a los enemigos?
-En guerrear contra ellos o luchar a su lado, según creo.
-Bien. Para los ue no están enfermos, amigo Polemarco, es inútil el médico.
-Verdad.
-Y para los que no navegan, el piloto.
-Sí.
-Así, Pues, también el justo será inútil para los que
no combaten.
-En eso no estoy del todo conforme.
Comentario4
Presentación
TEXTO 4b
Libro I República
(333a-334ª)
-¿Luego es útil también la justicia
en la paz?
-Util.
-Y la agricultura, ¿lo es o no?
-Sí.
-¿Para la obtención de los frutos?
-Sí.
-¿Y la zapatería?
-Sí.
-¿Dirás acaso, pienso yo, que para la obtención del calzado?
-Exacto.
-Ahora bien. ¿para provecho y obtención de qué dirás que es útil la justicia en la
paz?
-Para los convenios, ¡oh, Sócrates!
-¿Convenios llamas a las asociaciones o a qué otra cosa?
-A las asociaciones precisamente.
-Pues bien, ¿en la colocación de fichas en el juego del chaquete es socio bueno y
útil el justo o el buen jugador?
-El buen jugador.
-¿Y para la colocación de ladrillos y piedras es el justo más útil y mejor socio que
el albañil?
-De ningún modo.
-Pues, ¿en qué caso de sociedad es el justo mejor socio que el albañil o citarista,
como el citarista lo es respecto del justo para la de pulsar cuerdas.
-Creo que para la asociación en asuntos de dinero.
-Con excepción tal vez, ¡Oh Polemarco!, del uso del dinero, cuando haya que comprar o
vender con él un caballo. Entonces pienso que el útil será el caballista.
-¿No es así?
-Sí, parece.
-Y cuando se trate de un barco, el armador o el piloto.
-Así conviene.
-¿Cuándo, pues, será el justo más útil que los demás? ¿A qué uso en común del oro
o de la plata?
-Cuando se trate de depositarlo y conservarlo, ¡Oh, Sócrates!
-¿Que es decir cuando no haya que utilizarlo, sino tenerlo quieto?
-Exacto.
-Así, pues, ¿cuando el dinero queda sin utilidad,
entonces es útil la justicia en él?
-Eso parece.
-E igualmente será útil la justicia, ya en sociedad, ya en privado, cuando se trate de
guardar una podadera; pero cuando haya que servirse de ella ¿lo que valdrá será el arte
de la viticultura?
-Está claro.
-¿Y dirás también del escudo y de la lira que, cuando haya que guardarlos y no
utilizarlos para nada, será útil la justicia, y cuando haya que servirse de ellos, el
arte militar o la música?
-Por fuerza.
-¿Y así, respecto de todas las cosas, la justicia es inútil en el uso y útil cuando no
se usan?
-Eso parece.
-Cosa, pues, de poco interés sería, amigo, la justicia si no tiene utilidad más que en.
relación con lo inútil. Pero veamos esto otro: el más diestro en dar golpes en la
lucha, sea ésta el pugilato u otra cualquiera, ¿no lo es también en guardarse?
-Bien de cierto.
-Y así también, el diestro en guardarse de una enfermedad, ¿no será el más hábil en
inocularla secretamente?
-Eso creo.
-Y aún más- ¿no será buen guardián del campamento aquel mismo que es bueno para robar
los planes y demás tratos del enemigo?
-Bien de cierto.
-Y así, cada uno es buen robador de aquello mismo de lo
que es buen guardador.
-Así parece.
-Por tanto, si el justo es diestro en guardar dinero, también es diestro en robarlo.
-Por lo menos, así lo muestra ese argumento -dijo.-
Comentario4
Presentación
TEXTO 4c
Libro I República
(334ª-335ª)
-Parece, pues, que el justo se revela como un ladrón, y acaso tal
cosa la has aprendido de Homero; pues éste, que tiene en
mucho a Autólico, abuelo materno de Ulises, dice de él que «mucho renombre le daban
fraudes y robos». Es, por tanto, evidente que, según tú y según Homero y según
Simónides, la justicia es un arte de robar para provecho de los amigos y daño de los
enemigos. ¿No era esto lo que querías decir?
-No, por Zeus -respondió-, pero ya no sé yo mismo lo que decía; con todo, me sigue
pareciendo que la justicia es servir a los amigos y hacer daño a los enemigos.
-Y cuando hablas de los amigos, ¿entiendes los que a cada uno
parecen buenos o los que lo son en realidad, aunque no lo parezcan, y los enemigos lo
mismo?
-Natural es - dijo- que cada cual ame a los que tenga por buenos y odie a los que juzgue
perversos.
-¿Y acaso no yerran los hombres sobre ello,de modo que muchos les parecen buenos sin
serio y con muchos otros les pasa lo contrario?
-Yerran de cierto.
-¿Para éstos, pues, los buenos son enemigos y los malos, amigos?
-Exacto.
-Y no obstante, ¿resulta entonces justo para ellos el favorecer a los malos y hacer daño
a los buenos?
-Eso parece.
-Y, sin embargo, ¿los buenos son justos e incapaces de faltar a la justicia?
-Verdad es.
-Por tanto, según tu aserto es justo hacer mal a los que no han cometido injusticia.
-De ningún modo, Sócrates -respondió--; ese aserto me parece inmoral.
-Así, pues --dije yo-, ¿es a los injustos a quienes es justo dañar, así como hacer
bien a los justos?
-Eso me parece mejor.
-Para muchos, pues, ¡oh, Polemarco!, para cuantos padecen error acerca de los hombres,
vendrá a ser justo el dañar a los amigos, pues que los tienen también perversos, y
favorecer a los enemigos por ser buenos.Y así venimos a decir lo contrario de lo que,
según referíamos, decía Simónides.
-Así ocurre, en efecto ---dijo-; pero cambiemos el
supuesto, porque parece que no hemos establecido bien lo que es el amigo y el enemigo.
-¿Qué supuesto era ése, Polemarco?
-El de que es amigo el que parece bueno.
-¿Y cómo hemos de cambiarlo? --dije yo. -Afirmando --dijo él- que es amigo el que
parece y
es realmente bueno, y que el que lo parece y no lo es, es amigo en apariencia, pero no en
realidad; y otro tanto hay que sentar acerca del enemigo.
-En virtud de ese aserto, a lo que se ve, el bueno será amigo, y el malo, enemigo.
-Si.
Comentario4
Presentación
TEXTO 4d
Libro I República
(335ª-336ª)
-Así, pues, ¿pretendes que añadamos a la idea de lo justo algo más sobre lo que
primero decíamos, cuando afirmábamos que era justo el hacer bien al amigo y mal al
enemigo; diciendo ahora, además de ello, que es justo el hacer bien al amigo que es bueno
y mal al enemigo que es malo?
-Exactamente -respondió.--; dicho así me parece acertado.
-¿Y es, acaso, propio del hombre justo ---dije yo- el hacer mal a quienquiera que sea?
-Bien de cierto --dijo-; a los perversos y malvados hay que hacerles mal.
-Y cuando se hace daño a los caballos, ¿ se hacen éstos
mejores o peores?
-Peores.
-¿Acaso en lo que toca a la virtud propia de los perros o en lo que toca a la de los
caballos?
-En la de los caballos.
-¿Y del mismo modo los perros, cuando reciben daño, se hacen peores, no ya con respecto
a la virtud propia de los caballos, sino a la de los perros?
-Por fuerza.
-¿Y no diremos también, amigo, que los hombres, al ser dañados, se hacen peores en lo
que toca a la virtud humana?
-Ni más ni menos.
-¿Y la justicia no es virtud humana?
-También esto es forzoso.
-Necesario es, por tanto, querido amigo, que los hombres que reciben daño se hagan más
injustos.
-Eso parece.
-¿Y acaso los músicos pueden hacer hombres rudos en música con la música misma?
-Imposible.
-¿Ni los caballistas hombres torpes en cabalgar con el arte de la equitación?
-No puede ser.
-¿Ni tampoco los justos pueden hacer a nadie injusto,con la justicia, ni, en suma, los
buenos a nadie malo con la virtud?
-No, imposible.
-Porque, según pienso, el enfriar no es obra del calor, sino de su contrario.
-Así es.
-Ni el humedecer de la sequedad, sino de su contrario.
-Exacto.
-Ni del bueno el hacer daño, sino de su contrario.
-Eso parece.
-¿Y el justo es bueno?
-Bien seguro.
-No es, por tanto, ¡oh, Polemarco!, obra propia del justo el hacer daño ni a su amigo ni
a otro alguno, sino de su contrarío el injusto.
-Me parece que en todo dices la verdad, ¡oh, Sócrates! -repuso él.
-Por tanto, si alguien afirma que es justo el dar a cada uno lo debido y entiende con ello
que por el hombre justo se debe daño a los enemigos y beneficio a los amigos, no fue
sabio el que tal dijo, pues no decía verdad; porque el hacer mal no se nos muestra justo
en ningún modo.
-Así lo reconozco -dijo él.
-Combatiremos, pues, tú y yo en común si alguien afirma que ha dicho semejante cosa
Simónides,
o Biante, o Pítaco o algún otro de aquellos sabios y benditos varones.
-Yo, por lo que a mí toca --contestó--, estoy dispuesto a acompañarte en la lucha.
Comentario4
Presentación
Libro I República
Comentario 5
Trasímaco entra en escena
(336a-339a)
TEXTO 5a
Libro I República
(336ª-337ª)
-¿Y sabes --dije- de quién creo que es ese dicho de que es justo
favorecer a los amigos y hacer daño a los enemigos?
-¿De quién? -preguntó.
-Pues pienso que de Periandro, o de Perdicas, o de Jerjes, o de
Ismenias el tebano, o de algún otro hombre opulento muy
convencido de su gran poder.
-Verdad pura es lo que dices -repuso él.
-Bien ---dije yo--; pues que ni lo justo ni la justicia se nos muestran así, ¿qué otra
cosa diremos que es ello?
Y entonces Trasímaco -que varias veces mientras nosotros conversábamos, había intentado tomar por su
cuenta la discusión y había sido impedido en su propósito por los que estaban a su
lado, deseosos de oírla hasta el final-, al hacer nosotros la pausa y decir yo aquello,
no se contuvo ya, sino que, contrayendose lo mismo que una fiera, se lanzó sobre nosotros
como si fuera a hacernos pedazos. Tanto Polemarco como yo quedamos suspensos de miedo; y
él, dando voces en medio de todos: -¿Qué garrulería ---dijo- es ésta, oh, Sócrates,
que os ha tomado hace rato? ¿A qué estas bobadas de tanta deferencia del uno hacia el
otro? Si quieres saber de cierto lo que es lo justo, no te limites a preguntar y a refutar ufanamente cuando se contesta, bien
persuadido de que es más fácil preguntar que contestar; antes bien, contesta tú mismo y
di qué es lo que entiendes por lo justo. Y cuidado con que me digas que es lo necesario,
o lo provechoso, o lo útil, o lo ventajoso, o lo conveniente, sino que aquello que digas
has de decirlo con claridad y precisión, porque yo no he de aceptar que sigas con
semejantes vaciedades.
Estupefacto quedé yo al oírle, y mirándole sentía miedo; y aun me parece que, si no le
hubiera mirado antes de que él me mirara a mí, me habría quedado sin habla. Pero ocurrió que, cuando comenzó a encresparse con
nuestra cliscusión, dirigí a él mi mirada el primero, y así me hallé capaz de
contestarle y le dije, no sin un ligero temblor: -Trasímaco, no te enojes con nosotros:
si éste y yo nos extraviamos un tanto en el examen del asunto, cree que ha sido contra
nuestra voluntad. Porque si estuviéramos buscando oro, bien
sabes que no habríamos de condescender por nuestra voluntad el uno con el otro y perder
la ocasión del hallazgo; no pienses, pues, que cuando investigamos la justicia, cosa de
mayor precio que muchos oros, íbamos a andar neciamente con mutuas concesiones en vez de
esforzarnos con todas nuestras fuerzas en que aparezca aquélla. Persuádete,
amigo: lo que pienso es que no podemos; así es mucho más razonable que hallemos
compasión, y no enojo, por parte de vosotros, los capacitados.
Comentario5
Presentación
TEXTO 5b
Libro I República
(337ª-338ª)
Oyendo él esto, rióse muy sarcásticamente
y dijo- -¡Oh, Heracles! Aquí está Sócrates con su acostumbrada ironía; ya les había yo dicho a éstos que tú no querrías
contestar, sino que fingirías y acudirías a todo antes que responder, si alguno te
preguntaba.
-En efecto, Trasímaco -dije yo-, tú eres discreto y bien sabes que si preguntaras a uno
cuántas son doce y al preguntarle le añadieras. «Cuidado, amigo, con decirme que doce
son dos veces seis, ni tres veces cuatro, ni seis veces dos, ni cuatro veces tres, porque
no aceptaré semejante charlatanería, te resultaría claro, creo, que nadie iba a
contestar al que inquiriese de ese modo. Supón que te preguntara: «Trasímaco, ¿qué es
lo que dices? ¿Que no he de contestar nada de lo que tú has enunciado previamente, ni
aun en el caso, oh, varón singular, de que sea en realidad alguna de estas cosas, sino
que he de decir algo distinto de la verdad? ¿O cómo se entiende?» ¿Qué le
responderías a esto?
-¡Bien -,dijo--, como si eso fuera igual a aquello! -Nada se opone a que lo sea -afirmé
yo-; pero aunque no fuera igual, ¿piensas que si se lo parece al interrogado va a dejar
de contestar con su parecer, se lo prohibamos nosotros o no?
-¿Y eso precisamente es lo que vas tú a hacer? ¿Contestar con algo de lo que yo te he
vedado? -preguntó.
-No sería extraño --,dije- si así se me mostrara después de examinarlo.
-¿Y qué sería ---dijo él- si yo diera otra respuesta acerca de la justicia,
distinta de todas esas y mejor que ellas? ¿A qué te condenarías?
-¿A qué ha de ser -repuse yo-, sino a aquello que conviene al que no sabe? Lo que para
él procede es, creo yo, aprender del que sabe, y de esta pena me considero digno.
-Chistoso eres en verdad ---dijo-; pero, además de aprender, has de pagar dinero.
-De cierto, cuando lo tenga --,dije.
-Lo tienes --dijo Glaucón-; si es por dinero, habla, Trasímaco, que todos nosotros lo
aportaremos para Sócrates.
-Bien lo veo -repuso él; para que Sócrates se salga con lo de costumbre: que no conteste
y que, al contestar otro, tome la palabra y lo refute.
-Pero ¿cómo -dije yo- podría contestar, oh, el mejor de los hombres, quien primeramente
no sabe nada, y así lo confiesa, y además, si algo cree saber, se encuentra con la
prohibición de decir una palabra de lo que opina, impuesta por un hombre nada
despreciable? Más en razón está que hables tú, pues dices que sabes a y que tienes
algo que decir. No rehúses, pues, sino compláceme contestando, y no escatimes tu
enseñanza a Glaucón, que así te habla, ni a los demás.
Comentario5
Presentación
TEXTO 5c
Libro I República
(338ª-339ª)
Al decir yo esto, Glaucón y los otros le pidieron que no rehusase;
ya era evidente que Trasímaco estaba deseando hablar para quedar bien, creyendo que
poseía una contestación insuperable, pero fingía disputar por que yo fuera el que
contestara. Al fin cedió y seguidamente:
-Esta es --dijo- la ciencia de Sócrates: no querer enseñar por su parte, sino andar de
acá para allá, aprendiendo de los demás sin dar ni siquiera las gracias.
-En lo de aprender de los demás -repuse yo- dices verdad, ¡oh, Trasímaco!; en lo de que
no pago con mi agradecimiento, yerras, pues pago con lo que puedo, y no puedo más que con
alabanzas, porque dinero no tengo. Y de qué buen talante lo hago cuando me parece que
alguien habla rectamente lo vas a saber muy al punto, en cuanto des tu respuesta, porque
pienso que vas a hablar bien.
-Escucha, pues --dijo-: sostengo que lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más
fuerte. ¿Por qué no lo celebras? No querrás, de seguro.
-Lo haré -repliqué yo- cuando llegue a saber lo que dices; ahora no lo sé todavía.
Dices que lo justo es lo que conviene al más fuerte. ¿Y cómo lo entiendes, Trasímaco?
Porque, sin duda, no quieres decir que si Polidamante,
el campeón del pancracio, es más fuerte que nosotros y le conviene para el cuerpo la
carne de vaca, este alimento que le conviene es también adecuado y justo para nosotros,
que somos inferiores a él.
-Desenfadado eres, Sócrates --dijo-, y tomas mi aserto por donde más
fácilmente puedas estropearlo.
-De ningún modo, mi buen amigo -repuse yo-, pero di más claramente lo que quieres
expresar.
-¿No sabes -preguntó-- que de las ciudades las unas se rigen por tiranía, las otras por democracia,
las otras por aristocracia?
-¿Cómo no?
-¿Y el gobierno de cada ciudad no es el que tiene la fuerza en ella?
-Exacto.
-Y así, cada gobierno establece las leyes según su conveniencia: la democracia, leyes
democráticas; la tiranía, tiránicas, y del mismo modo los demás. Al establecerlas,
muestran los que mandan que es justo para los gobernados lo que a ellos conviene, y al que
se sale de esto lo castigan como violador de las leyes y de la justicia. Tal es, mi buen
amigo, lo que digo que en todas las ciudades es idénticamente justo: lo conveniente para
el gobierno constituido. Y éste es, según creo, el que tiene el poder; de modo que, para
todo hombre que discurre bien, lo justo es lo mismo en todas partes: la conveniencia del más fuerte.
-Ahora --dije yo- comprendo lo que dices; si es verdad o no, voy a tratar de verlo. Has
contestado, Trasímaco, que lo justo es lo conveniente; y no obstante, a mí me habías
prohibido que contestara eso. Cierto es que agregas: «para el más fuerte».
-¡Dirás, acaso, que es pequeña añadidura! ---exclamó.
-No está claro todavía si pequeña o grande; pero sí que hay que examinar si eso que
dices es verdad.
Comentario5
Presentación
Libro I República
Comentario 6
(La justicia como conveniencia del más fuerte)
(339a-3341a)
Libro I República
(339ª-340ª)
Yo también reconozco que lo justo es algo conveniente; tú, por tu
parte, añades y afirmas que lo conveniente para el más fuerte. Pues bien, eso es lo que
yo ignoro, y, en efecto, habrá que examinarlo.
-Examínalo --dijo.
-Así se hará -repliqué-. Y dime, ¿no afirmas también que es justo obedecer a los
gobernantes?
-Lo afirmo.
-¿Y son infalibles los gobernantes en cada ciudad o
están sujetos a error?
-Enteramente sujetos a error ---,dijo
-¿Y así, al aplicarse a poner leyes, unas las hacen bien y otras mal?
-Eso creo.
-¿Y el hacerlas bien es hacérselas convenientes para ellos mismos, y el hacerlas mal, inconvenientes? ¿O cómo lo entiendes?
-Así como dices.
-¿Y lo que establecen ha de ser hecho por los gobernados y eso es lo justo?
-¿Cómo no?
-Por tanto, según tu aserto no es sólo justo el hacer lo conveniente para el más
fuerte, sino también lo contrario: lo inconveniente.
-¿Que estás diciendo? -preguntó él.
-Lo mismo que tú, según creo. Examinémoslo mejor: ¿no hemos convenido en que los
gobernantes, al ordenar algunas cosas a los gobernados, se apartan por error de lo que es
mejor para ellos mismos, y en que lo que mandan los gobernantes es justo que lo hagan los
gobernados? ¿No quedamos de acuerdo en ello?
-Así lo pienso --dijo.
-Piensa, pues, también --,dije yo-- que has reconocido que es justo hacer cosas
inconvenientes para los gobernantes y dueños de la fuerza cuando los gobernantes,
involuntariamente, ordenan lo que es perjudicial para ellos mismos, pues que dijiste que
era justo hacer lo que éstos hayan ordenado. ¿Acaso entonces, discretísimo Trasímaco,
no viene por necesidad a ser justo hacer lo contrario de lo que tú dices? Porque sin duda
alguna se ordena a los inferiores hacer lo inconveniente para el más fuerte.
Comentario6
Presentación
TEXTO 6b
Libro I República
(340ª-341ª)
-Sí, por Zeus --dijo Polemarco-.
Eso está clarísimo, ¡oh, Sócrates!
-Sin duda -interrumpió Clitofonte-, porque tú se lo
atestiguas.
-¿Y qué necesidad -replicó Polemarco- tiene de testigo? El mismo Trasímaco confiesa
que los gobernantes ordenan a veces cosas perjudiciales para ellos mismos y que es justo
que los otros las hagan.
-El hacer lo ordenado por los gobernantes, ¡Oh, Polemarco!, eso fue lo que estableció
Trasímaco como justo.
-Pero también, ¡oh, Clitofonte!, puso como justo lo conveniente para el más fuerte. Y
estableciendo ambas cosas, confesó que los más fuertes ordenan a veces lo inconveniente
para ellos mismos, con el fin de que lo hagan los inferiores y gobernados.Y según estas
confesiones, igual de justo sería lo conveniente para el más fuerte que lo
inconveniente.
-Pero por lo conveniente para el más fuerte -dijo Clitofonte- quiso decir lo que el más
fuerte entendiese que le convenía. Y que esto había de ser hecho por el inferior: en eso
puso la justicia.
-Pues no fue así como se dijo -afirmó Polemarco.
-Es igual ---dije yo-, ¡oh, Polemarco! Si ahora Trasímaco lo dice así, así se lo
aceptaremos.
Dime, pues, Trasímaco: ¿era esto lo que querías designar como justo.- lo que pareciera
ser conveniente para el más fuerte, ya lo fuera, ya no? ¿Hemos de sentar que ésas
fueron tus palabras?
-De ningún modo --dijo-. ¿Piensas, acaso, que yo llamo más fuerte al que yerra cuando
yerra?
-Yo, por lo menos --dije--, pensaba que era eso lo que decías al confesar que los
gobernantes no eran infalibles, sino que también tenían sus errores.
-Tramposo eres, ¡oh, Sócrates!, en la argumentación --contestó--: ¿es que tú llamas,
sin más, médico al que yerra en relación con los enfermos precisamente en cuanto yerra?
¿O calculador al que se equivoca en el cálculo, en la misma ocasión en que se equivoca
y en cuanto a su misma equivocación? Es cierto que solemos decir, creo yo, que el médico
erró o que el calculador se equivocó o el gramático; pero cada uno de ellos no yerra en
modo alguno, según yo opino, en cuanto es aquello con cuyo título le designamos. De modo
que, hablando con rigor, puesto que tú también precisas las palabras, ninguno de los
profesionales yerra: el que yerra, yerra porque le falta su ciencia, en lo cual no es
profesional; de suerte que ningún profesional ni gobernante, ni sabio yerra al tiempo que
es tal, aunque se diga siempre que el médico o el gobernante erró. Piensa, pues,
que ésa es también mi respuesta ahora, y lo que hay con toda precisión es esto: que el
gobernante, en cuanto gobernante, no yerra, y no errando establece lo mejor para sí
mismo; y esto ha de ser hecho por el gobernado. Y así como dije al principio, tengo por
justo el hacer lo conveniente para el más fuerte.
Comentario6
Presentación
Libro I República
Comentario 7
Trasímaco cambia de opinión
(341a-343a)
-Bien, Trasímaco --dije-; ¿crees que hay trampa en mis palabras?
-Lo creo enteramente --contestó.
-¿Piensas, pues, que, al preguntarte como te preguntaba lo hacía insidiosamente,
para perjudicarte en la discusión?
-De cierto lo sé --dijo-. Y no conseguirás nada, porque ni habrá de escapárseme tu
mala intención ni, puesta al descubierto, podrás hacerme fuerza en el debate.
-Ni habría de intentarlo, bendito Trasímaco -repliqué yo--, pero para que no nos suceda
otra vez lo mismo, determina si, cuando hablas del gobernante y del más fuerte, lo haces
conforme al decir común o en el rigor de la palabra, según tu propia expresión de hace
un momento; me refiero a aquel cuya conveniencia, por ser él más fuerte, es justo que
realice el más débil.
-Al que es gobernante en el mayor rigor de la palabra --dijo-. Ensáñate y maquina contra
esto, si es que puedes: no te pido indulgencia; pero aseguro que no has de poder hacerlo.
-¿Acaso piensas --dije- que he de estar tan loco como- para tratar de esquilar al león y
engañar a Trasímaco?
-Por lo menos --contestó- acabas de intentarlo, aunque mostrándote incapaz en ello como
en todo.
-Basta --dije yo- de tales cosas; pero dime: el médico en
el rigor de la palabra, del que hablabas antes, ¿es por ventura negociante, o bien
curador de los enfermos? Entiende el que es médico en realidad.
-Curador de los enfermos -replicó.
-¿Y qué diremos del piloto? ¿El verdadero piloto el
jefe de los marínos o marino?
-Jefe de los marinos.
-En nada, pues, se ha de tener en cuenta, creo yo, que navega en el bajel, ni por ello se
le ha de llamar marino; pues no por navegar recibe el nombre de piloto, sino por su arte y
el mando de los marinos.
-Verdad es --dijo.
-¿Y no tiene cada uno de éstos su propia conveniencia?
-Sín duda.
-¿Y no existe el arte - dijo yo- precisamente para esto, para buscar y procurar a cada
uno lo conveniente?
-Para eso -replicó.
-¿Y acaso para cada una de las artes hay otra conveniencia que la de ser lo más perfecta
posible?
-¿Qué quieres preguntar con ello?
-Pongo por caso ---dije-: sí me preguntases si le basta al cuerpo ser cuerpo o necesita
de algo más, te contestaría que «sin duda necesita; y por ello se ha inventado y existe
el arte de la medicina, porque el cuerpo es imperfecto y no le basta ser lo que es. Y para
procurarle lo conveniente se ha dispuesto el arte». ¿Te parece que hablo rectamente al
hablar así -pregunté- o no?
-Rectamente --,dijo.
-¿Y qué más? ¿La medicina misma es imperfecta o, en general, cualquier otra arte
necesita en su caso de alguna virtud, como los ojos de la vista o las orejas del oído, a
los que por esto hace falta un arte que examine y procure lo conveniente para ellos?
¿Acaso también en el arte misma hay algún modo de imperfección y para cada arte se
precisa otra parte que examine lo conveniente para ella y otra a su vez para la que
examina y así hasta lo infinito? ¿O es ella misma quien examina su propia conveniencia?
¿O quizá no necesita ni de sí misma ni de otra para examinar lo conveniente a su propia
imperfección y es la razón de ello que no hay defecto ni error en arte alguna, ni le
atañe a ésta buscar lo conveniente para nada que no sea su propio objeto, sino que ella
misma es incontaminada y pura en cuanto es recta, esto es, mientras cada una es precisa y
enteramente lo que es? Examínalo con el convenido rigor de palabra: ¿es esto o no?
-Tal parece --- contestó.
-La medicina, pues, no busca lo conveniente para sí misma,
sino para el cuerpo -dije.
-Así es --dijo.
-Ni la equitación lo conveniente para la equitación sino lo conveniente para los
caballos; ni ninguna otra arte lo conveniente para sí misma, pues de nada necesita, sino
para el ser a que se aplica.
-Eso parece --,dijo.
-Y las artes, ¡oh, Trasímaco!, gobiernan y dominan aquello que constituye su
objeto. Aunque a duras penas convino también en esto. -Por tanto, no hay disciplina
alguna que examine
y ordene la conveniencia del más fuerte, sino la del ser inferior y gobernado por
ella. Reconociólo al fin también, aunque dispuesto a discutir sobre ello; y una vez
que lo reconoció, dije yo:
-Según eso, ¿no es lo cierto que ningún médico en cuanto médico examina ni ordena lo
conveniente para el médico mismo, sino lo conveniente para el enfermo? Ahora bien,
convinimos en que el verdadero médico gobierna los cuerpos y no es un negociante. ¿O no
convinimos?
-Confesólo así.
-¿Y en que el verdadero piloto es jefe de los marinos y no marino él mismo?
-Quedó confesado.
-Ahora bien, el tal piloto y jefe no examina ni ordena lo conveniente para el piloto, sino
lo conveniente para el marino y gobernado.
-Reconociólo, aunque de mala gana.
-Y así, Trasímaco --- dije yo-, nadie que tiene gobierno,
en cuanto es gobernante, examina ni ordena lo conveniente para sí mismo, sino lo
conveniente para el gobernado y sujeto a su arte, y dice cuanto dice y hace todo cuanto
hace mirando a éste y a su conveniencia y ventaja.
Comentario7
Presentación
Libro I República
Comentario 8
Trasímaco demagogo
(343a-345a)
343ª-344ª:Llegado a este punto de
la discusión, Trasímaco, en vez de contestar decide manifestar su cólera de una manera
mordaz preguntado a Sócrates si ha tenido nodriza ya que parece que no se ha
enterado todavía lo que son las ovejas y los pastores. Sobre la base de
esta metáfora,Trasímaco, aprovecha para realizar un largo discurso que podría resumirse
así: Sócrates es un cándido al no haberse enterado de que, del mismo modo que los
pastores cuidan de las ovejas unicamente para su provecho personal,los gobernantes de las
ciudades lo único que persiguen es sacar provecho para sí mismos. En este sentido, lo
justo es conveniencia para el poderoso y gobernante y daño para el obediente y el
gobernado. Los gobernados realizan siempre lo más conveniente para el más fuerte y
sirviéndole, hacen a éste feliz, pero de ninguna manera a sí mismos. Al hombre justo le
va peor en todas partes que al injusto.
344ª-345ª:Trasímaco continúa con el
discurso iniciado anteriormente. Añade a lo dicho que al propio interés de cada uno le
conviene mucho más el ser injusto que justo.Para demostrarlo solamente llega con echar un
vistazo a como viven los tiranos (la misma tesis que mantiene Polo en el
Gorgias). Afirma tambien que los que censuran la injusticia no lo hacen por miedo a
cometerla, sino a sufrirla. Finalmente cuando ha acabado de hablar decide marcharse
de la reunión pero ni los presentes ni Sócrates están dispuestos a permitirle que se
vaya antes de justificar con argumentos sus palabras. {Ver
Texto8a}
Presentación
Llegados a este punto de la discusión, y hecho claro para todos que
lo dicho por él sobre lo justo se había convertido en su contrario, Trasímaco, en
vez de contestar, exclamó:
-Dime, Sócrates, ¿tienes nodriza?
-¿A qué viene eso? --dije--. ¿No valía más contestar que preguntar tales cosas?
-Lo digo -replicó-- porque te deja en tu flujo y no te limpia los mocos, estando tú
necesitado de ello, pues ni siquiera sabes por ella lo que son ovejas y pastor.
-¿Por qué así? ---dije yo.
-Porque piensas que los pastores y los vaqueros atienden al bien de las ovejas y de las
vacas y las ceban y cuidan mirando a otra cosa que al bien de sus dueños o de sí mismos,
e igualmente crees que los gobernantes en las ciudades, los que gobiernan de verdad,
tienen otro modo de pensar en relación con sus gobernados que el que tiene cualquiera en
regir sus ovejas, y que examinan de día y de noche otra cosa que aquello de donde puedan
sacar provecho. Y tanto has adelantado acerca de lo justo y la justicia y lo injusto y la
injusticia que ignoras que la justicia y lo justo es en realidad bien ajeno, conveniencia
para el poderoso y gobernante y daño propio del obediente y sometido; y que la injusticia
es lo contrario, y que gobierna a los que son de verdad sencillos y justos, y que los
gobernados realizan lo conveniente para el que es más fuerte y, sirviéndole, hacen a
éste feliz, pero de ninguna manera a sí mismos. Hay que observar, candidísimo
Sócrates, que al hombre justo le va peor en todas partes
que al injusto. Primeramente, en las asociaciones mutuas, donde uno se junta con otro,
nunca verás que, al disolverse la comunidad, el justo tenga más que el injusto, sino
menos. Después, en la vida ciudadana, cuando hay algunas contribuciones, el justo con los
mismos bienes contribuye más; el segundo, menos. Y cuando hay que recibir, el primero
sale sin nada; el segundo, con mucho. Cuando uno de los dos toma el gobierno, al justo le
viene, ya que no otro castigo, el andar peor por causa del abandono en sus asuntos
privados, sin aprovechar nada de lo público por ser justo, y sobre ello, el ser
aborrecido de los allegados y conocidos cuando no quiera hacerles favor alguno contra
justicia; con el injusto todas estas cosas se dan en sentido contrario. Me refiero, en
efecto, a aquel mismo que ha poco decía, al que cuenta con poder para sacar grandes
ventajas: fíjate, pues, en él si quieres apreciar cuánto más conviene a su propio
interés ser injusto que justo. Y lo conocerás con la máxima facilidad si te pones en la
injusticia extrema, que es la que hace más feliz al injusto y más desdichados a los que
padecen la injusticia y no quieren cometerla. Ella es la tiranía que arrebata lo ajeno,
sea sagrado o profano, privado o público, por dolo o por fuerza, no ya en pequeñas
partes, sino en masa. Si un cualquiera es descubierto al violar particularmente alguna de
estas cosas, es castigado y recibe los mayores oprobios; porque, en efecto, se llama
sacrilegos, secuestradores, horadadores de muros, estafadores o ladrones a aquellos que
violan la justicia en alguna de sus partes con cada uno de estos crímenes. Pero cuando
alguno, además de las riquezas de los ciudadanos, los secuestra a ellos mismos y los
esclaviza, en lugar de ser designado con esos nombres de oprobio es llamado dichoso y feliz no sólo por los ciudadanos, sino por todos
los que conocen la completa realiazación de su injusticia; porque los que censuran la
injusticia no la censuran por miedo a cometerla, sino a sufrirla.
Así, Sócrates, la injusticia, si colma su medida, es algo más fuerte, más libre y más
dominador que la justicia; y como dije desde el principio, lo justo se halla ser lo
conveniente para el más fuerte, y lo injusto lo que aprovecha y conviene a uno mismo.
Dicho esto, Trasímaco pensaba marcharse después de habernos vertido por los oídos, como
un bañero -, el torrente de su largo discurso; pero los
presentes no le dejaron, antes bien, le obligaron a quedarse y a dar explicación de lo
que había dicho. Y yo mismo también le rogaba con encarecimiento y le decía:
-Bendito Trasímaco, ¿piensas irte después de habernos lanzado tal discurso, sin
enseñarnos en forma o aprender tú si es ello así como dices o de otra manera? ¿Crees
que es asunto baladí el que has tomado por tu cuenta, y no ya el definir la norma de
conducta a la que ateniéndonos cada uno podamos vivir más provechosamente nuestra vida?
-¿Acaso --dijo Trasímaco- no estoy y, en ello?
-Así parecía --contesté yo-, o bien que no te cuidabas nada de nosotros ni te
preocupabas de que viviésemos mejor o peor ignorando lo que tú dices saber. Atiende, mi
buen amigo, a instruirnos: no perderás el beneficio que nos hagas, siendo tantos
nosotros.
Comentario8
Presentación
Libro I República
Comentario 9
Ningún gobierno dispone lo provechoso para sí
(345a-347a)
TEXTO 9a
Libro I República
(345ª-347ª)
Por mi parte, he de decirte que no reconozco ni creo que la
injusticia sea más ventajosa que la justicia, ni aun cuando se le dé a aquélla rienda
suelta y no se le impida hacer cuanto quiera. Dejemos, amigo, al injusto en su injusticia;
démosle la facultad de atropellar sea por ocultación, sea por fuerza; que no por ello me
persuadirá de que ha de sacar más provecho que con la justicia. Quizá algún otro de
nosotros lo sienta así, no sólo yo; persuádenos,
pues, bendito Trasímaco, de que no discurrimos rectamente teniendo a la justicia en más
que a la injusticia.
-¿Y cómo te he de persuadir? ---dijo-. Si con lo que he dicho no has quedado persuadido,
¿qué voy a hacer contigo? ¿He de coger mi razonamiento y embutírtelo en el alma?
-No, por Zeus, no lo hagas -repliqué yo-; mas, ante todo, mantente firme en aquello que digas; y si lo cambias, cámbialo
abiertamente y no nos induzcas a error. Bien ves, Trasírnaco --consideremos una vez más
lo de antes-, que después de haber definido al verdadero médico no te creíste obligado
a observar la misma precisión en lo que toca al verdadero pastor, sino que piensas que
éste ceba sus ovejas en su calidad de pastor, no atendiendo a lo mejor para ellas, sino a
manera de un glotón dispuesto al banquete, para su propio regalo o bien para venderlas
como un negociante, no como tal pastor. Pero a la pastoría, de cierto, no interesa otra
cosa que aquello para que está ordenada a fin de procurarle lo mejor, puesto que, por lo
que a ella misma respecta, está bien dotada hasta la máxima excelencia, en tanto no le
falte nada para ser verdadera pastoría. Y así, creo yo ahora que es necesario confesemos
que todo gobierno, en cuanto gobierno, no considera el bien sino de aquello que es
gobernado y atendido por él, lo mismo en el gobierno público que en el privado. Mas tú,
por tu parte, ¿piensas que los gobernantes de las ciudades -me refiero a los verdaderos
gobernantes- gobiernan por su voluntad?
-No lo pienso, por Zeus ---dijo él-, sino que lo sé.
- ¿Cómo, Trasímaco? - contestó yo-. ¿No te percatas de que, cuando se trata de los
otros gobiernos, nadie quiere ejercerlos por su voluntad, sino que piden recompensa,
entendiendo que ninguna ventaja les ha de venir a ellos de gobernar, sino más bien a los
gobernados? Porque, dime, ¿no aseveramos constantemente que cada arte es distinta de las
otras en cuanto tiene distinta eficacia? Y no contestes,
bendito mío, contra tu opinión, para que podamos adelantar algo.
-En eso es distinto.
-¿Y no nos procura cada una un provecho especial, no ya
común con las otras, como la medicina procura la salud, el pilotaje la seguridad al
navegar, y así las demás?
-Bien de cierto.
-Y así, ¿el arte de granjear nos procura granjería? Porque, en efecto, ésa es su
eficacia; ¿o designas tú con el mismo nombre a la medicina y al pilotaje? O si de cierto
quieres definir con precisión, como propusiste, en caso de que un piloto se ponga bueno
por convenirle navegar por el mar, ¿vas a llamar en razón de ello medicina a su arte?
-No, por cierto --dijo.
-Ni tampoco al granjeo, creo yo, porque alguien se cure recibiendo granjería.
-Tampoco.
-¿Y qué? ¿La medicina será granjeo porque uno, curando, haga granjería?
Nególo.
-¿Y así confesamos que cada arte tiene su propio provecho?
-Sea así ---dijo,
-De modo que aquel provecho que obtienen en general todos los profesionales de ellas,
está claro que lo sacan de algo adicional idéntico en todas las artes.
-Tal parece -repuso.
-Diremos, pues, que los profesionales que obtienen granjería, la obtienen por servirse en
añadidura del arte del granjeo.
Aunque a duras penas, lo reconoció así.
-Ese provecho, pues, de la granjería no lo recibe cada uno de su propia arte, sino que,
consideradas las cosas con todo rigor, la medicina produce salud y el granjeo, granjería;
la edificación, casas, y el granjeo que acompaña a ésta, granjería; y así en todas
las demás artes hace cada una su trabajo y obtiene el provecho para que está ordenada. Y
si no se añade la ganancia, ¿sacará algo el profesional de su arte?
-No parece ---dijo.
-¿No aprovecha, pues, nada cuando trabaja gratuitamente?
-Sí aprovecha, creo.
-Así, pues, Trasímaco, resulta evidente que ningún arte ni gobierno dispone lo provechoso para sí mismo, sino que, como
veníamos diciendo, lo dispone y ordena para el gobernado, mirando al bien de éste, que
es el más débil, no al del más fuerte.
Comentario9
Presentación
Libro I República
Comentario 10
Dudas de Glaucón y rubor de Trasímaco
(347a-351a)
347ª-348ª: Si lo anterior es
cierto, afirma Sócrates, entonces tambien el arte de gobernar persigue antes el bien de
algo ajeno a sí mismo que de sí mismo. Ello explicaría que nadie quiere gobernar de su
agrado. Por ello deberia darse recompensa a los que se disponen a gobernar y castigo
a los que no gobiernan. Es ahora cuando interviene Glaucón para mostrar
extrañeza ante estas palabras de Sócrates acerca de la recompesa para los que gobiernan
y castigo para los que no lo hacen. Sócrates justifica sus palabras afirmando que con
ello quiso decir lo siguiente: los hombres buenos nunca querrían gobernar ni por
dinero ni por honores. Precisan pues de un castigo que los obligue a gobernar. El castigo
mayor consiste en verse gobernados por gentes perversas e inferiores a ellos. Pues
bien, es por temor a este castigo por lo que deciden participar en el gobierno. En este
sentido son merecedores de una recompensa. A continuación señala que aunque no
está de acuerdo con el principio de Trasímaco acerca de que lo justo es lo
conveniente para el más fuerte (tambien analiza esta cuestión con Calicles
en el Gorgias) le parece más importante analizar ahora la cuestión siguiente: ¿es
la vida del injusto preferible a la del justo? Glaucón responde que la del
justo. Eso es lo que Sócrates intentará, a continuación, en demostrar que es verdad. {Ver texto10a}
348ª-349ª:Para intentar aclarar si es cierto
lo que piensa Glaucón acerca de que la vida del justo es mejor que la del
injusto, Sócrates interroga de nuevo a Trasímaco (que piensa lo contrario a Glaucón).
En este contexto, Trasímaco afirma que la injusticia es más ventajosa que
la justicia. Además señala que la justicia es una especie de generosa inocencia
(simplicidad, tontería) mientras que la injusticia es discrección y sinónimo
de cualidad buena en un auténtico dirigente. Por ello, señala Trasímaco, los
mas inteligentes y los buenos son aquellos capaces de realizar la injusticia completa,
consiguiendo someter a su poder ciudades y pueblos. En principio, Sócrates
muestra su perplejidad ante tal posición y reconoce que le ha dejado en suspenso el que
alguien pueda situar a la injusticia como parte de la virtud y la sabiduría;
y a la justicia, entre los contrarios de éstas. Porque debe notarse que Trasímaco
no afirma que aunque la injusticia es ventajosa es tambien, a su vez, algo indecoroso y
vicioso (tesis de Polo en Gorgias) sino que ahora defiende que la injusticia
es cosa hermosa y fuerte asi como digna de ser clasificada como virtud y
discrección.
349ª-350ª:A pesar de su perplejidad
ante la posición de Trasímaco, Sócrates afirma que no va a renunciar
a seguir el examen de su posición. Señala tambien que parece ciertamente que Trasímaco
no está de broma,sino exponiendo su verdadera opinión. Éste le responde que se deje de
analizar intenciones y que le refute su aserto. El análisis que ahora se inicia podría
resumirse de la forma siguiente:
A)Despues de un breve interrogatorio Sócrates y Trasímaco se ponen de acuerdo
en lo siguiente: el justo (como generoso inocente que es) no tratará de sacar
ventaja de su semejante sino de su desemejante; por su parte, el injusto tratará
de sacar ventaja tanto del semejante como del desemejante.
B)Además sigue estando presente la premisa aceptada por Trasímaco acerca de que
el injusto se parece al inteligente y al bueno mientras que el justo ni
una cosa ni otra. En este contexto: cada uno es tal como a los que se les parece.
C)Sobre estas premisas ámbos se ponen de acuerdo tambien en que existen elementos
contrarios como pueden ser los seres inteligentes y los seres ignorantes, los
músicos y los ignorantes en música. A su vez, Trasímaco acepta identificar
tambien a los inteligentes en un oficio con lo buenos y a los ignorantes en el mismo como
malos. Además, tambien se establece que cuando cada ser inteligente y bueno ejerce su
oficio tiene ventaja no sobre su semejante sino sobre el que no domina el oficio.
Así, por ejemplo, el músico cuando ejerce su oficio a quien realmente saca ventaja es al
no-músico, es decir, a su desemejante. Lo mismo sucede con el médico que al ejercer la
medicina no se pone por encima de la práctica médica sino del que no es médico.
350ª-351ª:En definitiva, parece que de todo
lo dicho anteriormente habría que deducir lo siguiente: el inteligente en su
materia (bueno) parece que busca sacar ventaja no de su semejante sino de su desemejante.
Por su parte, el ignorante (malo) desearía sacar ventaja a todos, es decir, al
entendido como a otro ignorante. Ello implica que el malo o ignorante intentaría sacar
ventaja tanto a su semejante y a su contrario. Pero si ello es así, Sócrates le recuerda
a Trasímaco lo que ha dicho anteriormente: el injusto quiere aventajar al semejante y al
desemejante. El justo no quiere aventajar al semejante sino unicamente al semejante. Por
consiguiente, parece que el justo se parece al bueno y el injusto al malo e ignorante.
Pero no podemos olvidarnos que Trasimaco tambien ha admitido que cada uno es como
aquel a quien se parece. Por lo tanto, según este último análisis, el justo se nos
revela como bueno; y el injusto como ignorante y malo.
Trasímaco no tiene más remedio que reconocer todo esto pero no con facilidad
sino experimentándolo de muy mala gana y sudando a chorros pues era verano. Incluso se
produce en él algo inhabitual: se pone rojo ante todos los presentes. Sócrates
intentando sacar hierro al asunto le resta importancia afirmando que es mejor dejar esto y
analizar otra cuestión planteada tambien por Trasímaco acerca de que el injusto es el
más fuerte y poderoso. Pero Trasímaco ya no está para seguir con lo que considera un
interrogatorio y le dice que a partir de ahora le responderá como a las viejas que
cuentan cuentos aprobando o desaprobando con la cabeza. Sócrates se muestra conforme con
ello siempre y cuando exprese su verdadera opinión. {Ver
texto10b}
Presentación
TEXTO 10a
Libro I República
(347ª-348ª)
Y por esto, querido Trasímaco, decía yo hace un momento que nadie
quiere gobernar de su grado ni tratar y enderezar los males ajenos, sino que todos piden
recompensa; porque el que ha de servirse rectamente de su arte no hace ni ordena nunca, al
ordenar conforme a ella, lo mejor para sí mismo, sino para el gobernado; por lo cual,
según parece, debe darse recompensa a los que se disponen a gobernar: sea dinero, sea
honra, sea castigo al que no gobierna.
-¿Cómo se entiende, oh, Sócrates? -dijo Glaucón. Reconozco lo de las dos recompensas,
pero lo de ese castigo de que hablas y del que has hecho
también mención como un modo de recompensa no lo comprendo.
-¿No te das cuenta acaso -dije- del premio propio de los mejores, por el que gobiernan
los hombres de provecho cuando se prestan a gobernar? ¿O ignoras que la ambición y la
codicia son tenidas por vergonzosas y lo son en realidad?
-Lo sé ---dijo.
-Por esto -repuse yo- los buenos no quieren gobernar ni por dinero ni por honores; ni,
granjeando abiertamente una recompensa por causa de su cargo, quieren tener nombre de
asalariados, ni el de ladrones tomándosela ellos subrepticiamente del gobierno mismo. Los
honores no los mueven tampoco, porque no son ambiciosos. Precisan, pues, de necesidad y
castigo si han de prestarse a gobernar; y ésta es tal vez la razón de ser tenido como
indecoroso el procurarse gobierno sin ser forzado a ello. El castigo mayor es ser
gobernado por otro más perverso cuando no quiera él gobernar: y es por temor a este
castigo por lo que se me figura a mí que gobiernan, cuando gobiernan, los hombres de
bien; y aun entonces van al gobierno no como quien va a algo ventajoso, ni pensando que lo
van a pasar bien en él, sino como el que, va a cosa necesaria y en la convicción de que
no tienen otros hombres mejores ni iguales a ellos a quienes confiarlo. Porque si hubiera
una ciudad formada toda ella por hombres de bien -, habría probablemente lucha por no
gobernar, como ahora la hay por gobernar -, y entonces se haría claro que el verdadero
gobernante no está en realidad para atender a su propio bien, sino al del gobernado; de
modo que todo hombre inteligente elegiría antes recibir favor de otro que darse quehacer
por hacerlo él a los demás. Yo de ningún modo concedo a Trasímaco eso de que lo justo
es lo conveniente para el más fuerte. Pero este asunto lo volveremos a examinar en otra ocasión, pues me parece de mucho más bulto eso
otro que dice ahora Trasímaco al afirmar que la vida del injusto es preferible a la del justo. Tú, pues, Glaucón --dije-,
¿por cuál de las dos cosas te decides? ¿Cuál de los dos asertos te parece más
verdadero?
-Es más provechosa, creo yo, la vida del justo.
-¿Oíste -pregunté yo- todos los bienes que Trasímaco relataba hace un momento del
injusto?
-Los oí --contestó-, pero no he quedado persuadido.
-¿Quieres, pues, que, si hallamos modo de hacerlo, le convenzamos de que no dice verdad?
-¿Cómo no he de querer? -replicó.
-Bien está --dije yo-, pero si ahora, esforzándonos en refutarle, pusiéramos razón
contra razón, enumerando las ventajas de ser justo, y él nos replicara en la misma forma
y nosotros a él, habría necesidad de contar y medir los bienes que cada uno fuéramos
predicando en cada parte y precisaríamos de unos jueces que decidieran el asunto; mas, si
hacemos el examen, como hasta aquí, por medio de mutuas confesiones, seremos todos
nosotros a un mismo tiempo jueces y oradores.
-Bien de cierto --dijo.
-¿Cuál, pues, de los dos procedimientos te agrada? --dije yo.
-El segundo --contestó.
Comentario10
Presentación
TEXTO 10b
Libro I República
(348ª-351ª)
-Vamos, pues, Trasímaco --dije yo----; volvamos a empezar y
contéstame: ¿dices que la injusticia perfecta es más ventajosa
que la perfecta justicia?
-Lo afirmo de plano ---contestó.- y dichas quedan las razones.
-Y dime: ¿cómo lo entiendes? ¿Llamas a una de esas dos cosas virtud y vicio a la otra?
-¿Cómo no?
-Así, pues, ¿llamas virtud a la justicia y vicio a la injusticia?
-¡Buena consecuencia, querido ---exclamó--, cuando digo que la injusticia da provecho y
la justicia no!
-¿Qué dices, pues?
-Todo lo contrario -repuso.
-¿Que la justicia es vicio?
-No, sino una generosa inocencia.
-¿Y maldad, por tanto, la injusticia?
-No, sino discreción -replicó.
-¿De modo, Trasímaco, que los injustos te parecen inteligentes y buenos?
-Por lo menos ---dijo-, los que son capaces de realizar la injusticia completa,
consiguiendo someter a su poder ciudades y pueblos; tú piensas acaso que hablo de los
rateros de bolsas. Esto también aprovecha -siguió-- si pasa inadvertido; pero no es
digno de consideración, sino sólo aquello otro de lo que ahora hablaba.
-En verdad --dije-, no ignoro lo que quieres decir. Pero me ha dejado suspenso que pongas
la injusticia como parte de la virtud y la sabiduría; y la justicia, entre los contrarios
de éstas.
-Así las pongo en un todo.
-Eso es aún más duro amigo ---dije yo-, y no es fácil hacerle objeción; porque si
hubieras afirmado que la injusticia es ventajosa, pero confesaras que es vicio y desdoro,
como reconocen otros, podríamos replicar algo, siguiendo la doctrina común, pero ahora
queda claro que has de decir que la
injusticia es cosa hermosa y fuerte y que has de asignarle por añadidura todo aquello que nosotros asignarnos a la injusticia,
puesto que te has atrevido a clasificarla como virtud y discreción.
-Adivinas sin el menor error, dijo él.
-Pero no por eso -repuse yo -he de retraerme de seguir el examen
en la discusión, mientras presumes que tú dices lo que realmente piensas. Porque en
efecto, Trasímaco, me parece ciertamente que no hablas en
broma, sino que estás exponiendo tu verdadera opinión sobre el
asunto.
-¿Qué te importa -replicó_ que sea así o no? Refuta mi aserto.
-Nada me importa --dije yo.-; Pero trata de responder también a esto: ¿te parece que el
varón justo quiere sacar ventaja en algo al varón
injusto?
-De ninguna manera ---dijo-; porque, de lo contrario, no sería tan divertido e inocente
como es.
-¿Y qué? ¿No querrá tampoco rebasar la acción justa?
-Tampoco -replicó.
-¿Le parecería bien en cambio, sacar ventaja al injusto y creería que ello es justo o
no lo creería?
-Lo creería justo y le parecería bien -repuso-; pero no podría conseguirlo.
-No te pregunto tanto --observé yo--, sino si el justo, ya que no al justo, creería
conveniente y querría sacar ventaja al injusto.
-Así es --dijo.
-¿Y qué diremos del injusto? ¿Acaso le parecería bien rebasar al justo y la acción
justa?
-¿Cómo no -dijo-, siendo así que cree conveniente sacar ventaja a todos?
-¿Así, pues, el injusto tratará de rebasar al hombre justo y la acción justa y
porfiará por salir más aventa- jado que nadie?
-Esto es.
-Sentemos, pues, esto ---dije-: el justo no tratará de sacar ventaja a su semejante, sino
a su desemejante; y el injusto, en cambio, al semejante y al desemejante.
-Perfectamente dicho -asintió él.
-¿Y no es el injusto -pregunté-- inteligente
y bueno, y el justo ni una cosa ni otra?
-Bien dicho también ---contestó.
-¿Así, pues -repuse-, el injusto se parece al inteligente y al bueno y el justo no?
-¿Claro está. ¿Cada uno, pues, es tal como aquellos a que se parece?
-¿Qué otra cosa cabe? ---dijo.
-Bien, Trasímaco; ¿hay alguien a quien tú llamas músico y alguien a quien niegas esta calidad?
-Sí.
-¿Y a cuál de ellos llamas inteligente y a cuál no?
-Al músico, de cierto, inteligente, y al que no es músico no inteligente.
-¿Y al uno también bueno en aquello en que es inteligente y al otro malo en aquello en
que no lo es?
-Cierto.
-Y respecto del médico, ¿no dirías lo mismo?
-Lo mismo.
-¿Y te parece a ti, varón óptimo, que el músico, cuando afina la lira, quiere rebasar
al músico en tender o aflojar las cuerdas o pretende sacarle ventaja?
-No me parece,
-¿Y al no músico?
-A ése por fuerza -replicó.
-¿Y el médico? Al administrar alimento o bebida, ¿quiere ponerse por encima del médico
o de la práctica médica?
-No, por cierto.
-¿Y del que no es médico?
-Sí.
-Mira, pues, si en cualquier orden de conocimiento o
ignorancia te parece que el que es entendido quiere sacar ventaja en hechos o palabras a
otro entendido o sólo alcanzar lo mismo que su semejante en la misma actuación.
-Quizá --dijo- tenga eso que ser así.
-¿Y el ignorante? ¿No desearía sacar ventaja lo mismo al entendido que al ignorante?
-Tal vez.
-¿Y el entendido es discreto?
-Sí.
-¿Y el discreto, bueno?
-Sí.
-Así, pues, el bueno y discreto no querrá sacar ventaja a su semejante, sino sólo a su
desemejante y contrario.
-Eso parece ---dijo.
-Y en cambio, el malo e ignorante, a su semejante y a su contrario.
-Tal se ve.
-Y el injusto, ¡oh Trasímaco! -dije yo-, ¿no nos saldrá queriendo aventajar a su
desemejante y a su semejante? ¿No era eso lo que decías?
-Sí -contestó.
-¿El justo, en cambio, no querrá aventajar a su semejante, sino sólo a su desemejante?
-Sí.
-El justo, pues, se parece al discreto y bueno ---dije-, y el injusto al malo e ignorante.
-Puede ser.
-Por otra parte, hemos reconocido que cada uno es tal como aquel a quien se parece.
-En efecto, lo hemos reconocido.
-Así, pues, el justo se nos revela como bueno y discreto; y el injusto, como ignorante y
malo.
Y Trasímaco reconoció todo esto, pero no con la facilidad con que yo lo cuento, sino
arrastrado y a duras penas, sudando a chorros, pues era
verano. Y entonces vi lo que nunca había visto: cómo Trasímaco se ponía rojo. Pero
cuando llegamos a la conclusión de que la justicia es virtud y discrección y la
injusticia maldad e ignorancia, dije:
-Bien, dejemos eso sentado. Decíamos también que la injusticia era fuerte; ¿no te
acuerdas, Trasímaco?
-Me acuerdo ---contestó.-, pero no estoy conforme tampoco con lo que ahora vas diciendo y
tengo que hablar sobre ello; mas si hablara, bien sé que me ibas a salir con que estaba
discurseando. Así, pues, déjame decir cuanto quiera o ve preguntando, si quieres
preguntar. Yo te responderé «¡Sí!», como a las viejas que cuentan cuentos y
aprobaré o desaprobaré con la cabeza.
-Pero de ningún modo -dije yo-- contra tu propia opinión.
-Como a ti te agrade -dijo-, puesto que no me dejas hablar. ¿Qué más quieres?
-Nada, por Zeus, -dije-; si has de hacerlo así, hazlo: yo preguntaré.
-Pregunda, pues.
Comentario10
Presentación
Libro I República
Comentario 11
Justicia en relación con la injusticia
(351a-352a)
TEXTO 11a
Libro I República
(351ª-352ª)
-Y he de preguntar ahora lo mismo que hace un instante a fin de que
sigamos sin interrupción el argumento. ¿qué es la justicia en relación con la
injusticia? Creo que dijimos, en efecto, que la injusticia era algo más poderoso y fuerte
que la justicia, y ahora -agregué-, si es que la justicia es discreción y virtud, pienso que fácilmente se nos va a aparecer como cosa
más fuerte que la injusticia, siendo esta última ignorancia;
nadie podría desconocer esto. Pero yo no aspiro a demostrarlo tan sencillamente, sino de
esta otra manera: ¿reconoces, Trasímaco, que se da la ciudad injusta que trata de
esclavizar injustamente a otras ciudades y las ha esclavizado de hecho y las conserva
esclavas bajo su poder?
-¿Cómo no? --dijo--.Y la ciudad más excelente y que
lleve a mayor perfección su injusticia será la que mayormente lo haga.
-Entiendo ---dije-; porque ésta es tu teoría. Pero lo que acerca de ello quiero
considerar es esto: si la ciudad que se hace más fuerte tendrá este poder sin la
justicia o le será la justicia necesaria.
-Si es como tú decías -respondió--, que la justicia es discreción, con la justicia; si
como yo afirmaba, con la injusticia.
-Contentísimo quedo, Trasímaco ---dije yo-, porque no sólo apruebas o desapruebas con
señas, sino que das perfecta respuesta.
-Quiero complacerte con ello ----contestó.
-Muy bien por tu parte; pero hazme este otro favor y dime: ¿crees que una
ciudad o un ejército, o unos piratas, o unos ladrones, o cualquiera otra gente, sea cual
sea la empresa injusta a que vayan en común, pueden llevarla a cabo haciéndose
injusticia los unos a los otros?
-Sin duda que no -dijo él.
-¿No la realizarían mejor sin hacerse injusticia?
-Bien de cierto.
-Porque, en efecto, la injusticia produce sediciones, ¡oh, Trasímaco!, y odios y luchas
de unos contra otros, mientras que la justicia trae concordia y amistad; ¿no es así?
-Sea así --dijo-, porque no quiero contradecirte.
-Muy bien por tu parte, ¡oh, varón ¿óptimo!, pero contéstame a esto otro: siendo obra
propia de la injusticia el meter el odio dondequiera que esté, ¿no ocurrirá que al
producirse, ya entre hombres libres, ya entre esclavos, los lleve a odiarse
recíprocamente y a dividirse y a quedar impotentes para realizar nada en común los unos
con los otros?
-Bien seguro.
-¿Y qué ocurriría tratándose sólo de dos personas? ¿No discreparán y se odiarán y
se harán tan enemigas la una de la otra como de las personas justas?
-Se harán --contestó.
-Y finalmente, ¡oh, varón singular!, si la injusticia se produce en una persona sola,
¿perderá aquélla su especíal poder o lo conservará íntegramente?
-Consérvelo íntegramente, si quieres -replicó.
-Así, pues, la injusticia se nos muestra con un poder especial de tal índole que a
aquello en que se introduce sea una ciudad o un linaje o un ejército u otro ser
cualquiera, lo deja impotente para conseguir nada en concordía
consigo mismo a causa de la reyerta y disensión y además lo hace tan enemigo de sí
mismo como de su contrario el justo; ¿no es así?
-Bien de cierto.
Comentario11
Presentación
Libro I República
Comentario 12
¿Son más felices los justos que los injustos?
(352a-354a)
TEXTO 12a
Libro I República
(352ª-354ª)
-E igualmente creo que, cuando se asienta en una sola persona,
produce todo aquello que por su naturaleza ha de producir: lo deja impotente para obrar,
en reyerta y discordia consigo mismo, y lo hace luego tan enemigo de sí mismo como de los
justos. ¿no es esto?
-Sí.
- -¿Y no son justos, oh, amigo, tambien los dioses?
-Conforme -replicó.
-Por lo tanto, ¡oh, Trasímaco!, para los dioses el injusto será odioso; y el justo,
amigo.
-Goza sin miedo - dijo- del banquete de tu argumentación para no indisponerme con éstos.
-Ea, pues -dije yo-, complétame el resto del banquete contestándome como lo hacías
ahora; porque los justos se nos muestran como más discretos, mejores y más dotados para
obrar, y los injustos, como incapaces para toda acción en común, y así, cuando decimos
que siendo injustos hacen algo eficazmente en compañía, no decimos la verdad. En efecto,
si fueran totalmente injustos no se perdonarían unos a otros; evidentemente hay en ellos
cierta justicia que les impide hacerse injuria recíprocamente al mismo tiempo que van a
hacerla a los demás, y por esta justicia consiguen lo que consiguen, y se lanzan a sus
atropellos corrompidos sólo a medias por la injusticia, ya que los totalmente malvados y
completamente injustos son también completamente impotentes para obrar. Así entiendo que
es esto y no como tú en primer término sentaste. Y en cuanto a aquello de si los justos
viven mejor que los injustos y son más felices que ellos, cosas que nos propusimos
examinar después, habrá que probarlo. Tales se nos muestran ya desde ahora, me parece,
en virtud de lo que llevamos dicho; no obstante, habrá que examinarlo mejor, porque la
discusión no es sobre un asunto cualquiera, sino sobre el modo como se debe vivir.
-Examínalo, pues -dijo.
-Voy a examinarlo -repliqué-. Pero dime:¿el caballo tiene a tu parecer una operación propia?
-Sí.
-¿Considerarías como operación propia del caballo o de otro ser cualquiera aquella que
sólo, o de mejor manera que por otros, pudiera hacerse por él?
-No entiendo --dijo.
-Sea esto: ¿puedes ver con otra cosa que con los ojos?
-No de cierto.
-¿O acaso oír con algo distinto de los oídos?
-De ningún modo.
-¿No podríamos, pues, decir que ésas son operaciones propias de ellos?
-Bien de cierto.
-¿Y qué? ¿Podrías cortar un sarmiento con una espada o con un trinchete?
-¿Cómo no?
-Pero con nada mejor, creo yo, que con una podadera fabricada a este efecto.
-Verdad.
-¿No pondremos, pues, esta operación como propia suya?
-La pondremos, de cierto.
-Ahora pienso que podrás entender mejor lo que últimamente preguntaba al informarme de
si era operación propia de cada cosa aquello que realiza ella sola o ella mejor que las
demás.
-Lo entiendo -dijo--, y me parece que ésa es, efectivamente, la operación propia de cada
una.
-Bien ---dije-; ¿te parece que hay también una virtud
en cada una de las cosas a que se atribuye una operación? Volvamos a los mismos ejemplos:
¿hay una operación propia de los ojos?
-La hay.
-Y así, ¿hay también una virtud en ellos?
-También una virtud.
-¿ Y que? ¿No había tambien una operación propia de los oídos?
-Sí.
-¿Y, por tanto, también una virtud?.
-¿Y no ocurrirá lo mismo con todas las otras cosas.
-Lo mismo.
-Bien está: ¿acaso los ojos podrán realizar bien su operación sin su propia virtud,
con vicio en lugar de ella?
-¿Qué quieres decir? -preguntó- Acaso hablas de la ceguera en vez de la visión.
-De la virtud de ellos, sea cual sea ---dije yo-; porque todavía no pregunto esto, sino
si se realizará bien su operación con su propia virtud y mal con el vicio contrario.
-Dices bien -respondió.
-¿Y del mismo modo los oídos privados de su virtud realizarán mal su propia operación?
-Bien de cierto.
-¿Ponemos, en fin, todas las demás cosas en la misma cuenta?
-Eso creo.
-Vamos, pues, adelante y atiende a esto otro: ¿hay una operación
propia del alma que no puedes realizar sino por ella? Pongo por caso: el dirigir, el
gobernar, el deliberar y todas las cosas de esta índole, ¿podríamos atribuírselas a
algo que no sea el alma misma o diríamos que son propias de esta?
-De ella sólo,
-¿Y respecto de la vida? ¿No diremos que es operación del alma?
-Sin duda --dijo.
-¿No diremos, pues, que existe una virtud propia del
alma?
-Lo diremos.
-¿Y acaso, oh, Trasímaco, el alma realizará bien sus operaciones privada de su propia
virtud o será ello imposible?
-Imposible.
-Fuerza será, por tanto, que el alma mala dirija y gobierne mal y que la buena haga bien
todas estas cosas.
-Fuerza será.
-¿Y no convinimos en que la justicia era vírtud del alma y la injusticia vicio?
-En eso convinimos, en efecto.
-Por tanto, el alma justa y el hombre justo bien vivirá bien; y el injusto mal.
-Así aparece conforme a tu argumento -dijo.
-Y, por otra parte, el que vive bien es feliz y dichoso, y el que vive mal, lo contrario.
-¿Cómo no?
Comentario12
Presentación
Libro I República
Comentario 13
Trasímaco resignado
(354a-357a)
TEXTO 13a
Libro I República
(354ª-357ª)
-Y así, el justo es dichoso; y el injusto, desgraciado.
-Sea ---dijo.
-Por otro lado, no conviene ser desgraciado dichoso.
-¿Qué duda tiene?
-Por tanto, bendito Trasímaco, jamás es la injusticia más provechosa que la justicia.
-Banquetéate con todo eso, ¡oh Sócrates!, - en las fiestas Bendidias ---dijo.
-Banquete que tú me has preparado, ¡oh, Trasímaco- --observé yo-, pues te aplacaste
conmigo y cesaste en tu enfado. Mezquino va a ser, sin embargo, no por tu culpa, sino por
la mía; y es que, así como los golosos gustan siempre con arrebato del manjar que en
cada momento se les sirve sin haber gozado debidamente del anterior, así me parece que
yo, sin averiguar lo que primeramente considerábamos, qué cosa sea lo justo, me
desprendí del asunto y me lancé a investigar acerca de ello, si era vicio e ignorancia o
discreción y virtud; y presentándose luego un nuevo aserto, que la injusticia es más
provechosa que la justicia, no me retraje de pasar a él, dejando el otro, de modo que
ahora me acontece no saber nada como resultado de la discusión. Porque no sabiendo lo que
es lo justo, difícil es que sepa si es virtud o no y si el que la posee es desgraciado o
dichoso.
Comentario13
Presentación
LA CIUDAD DEL PIREO:
NICERATO:
CENA RECOSTADA:
CARMÁNTIDES
CLITOFONTE:
SOFOCLES Y LOS INSTINTOS
INUTILIDAD DE LA INJUSTICIA
CAMBIO DE SUPUESTO
Polemarco protesta de nuevo contra
la conclusión a la que parece conducir la argumentación anterior de Sócrates, y
solicita cambiar el supuesto sobre el que Sócrates está
asentando su argumentación y aclarar que es amigo el que parece y es realmente bueno,
y el que lo parece pero no lo es, es amigo en apariencia, pero no en realidad; y otro
tanto hay que sentar acerca del enemigo.
EL DAÑO NO HACE LO MEJOR
Sobre la base de modificación
anterior Sócrates se sirve de ejemplos tomados del mundo animal (caballos, perros) y los
transplanta al mundo humano para demostrar a Polemarco que cuando se hace daño a alguien
éste se hace peor. Ahora bien, si ello es así, y lo aplicamos al ámbito de la justicia,
¿no resulta absurdo afirmar que algo puede hacerse injusto a través de la virtud de la
justicia? ¿cómo es posible que la virtud de la justicia, que se supone que es algo
bueno, pueda producir hombres con el vicio de la injusticia?
LOS CONTRARIOS
Sobre la base de la existencia
de los contrarios, Sócrates, intenta mostrar que es imposible que lo justo consista
en hacer daño al amigo o al enemigo. Eso tiene que ser obra necesariamente de lo
contrario de la justicia, es decir, de la injusticia.Y es que, del mismo modo, que el
enfriar no puede ser obra del calor, o el humedecer de la sequedad sino de su contrario,
tambien el producir daño a alguien (sea éste amigo o enemigo) no puede ser producto de
la justicia sino de la injusticia. Al final Polemarco acaba aceptando que no
puede ser obra del hombre justo el hacer daño ni a su amigo pero tampoco a su enemigo y
ambos, él y Sócrates, se comprometen a combatir la interpretación que suele hacerse de Simónides
acerca de que es justo favorecer a los amigos y hacer daño a los enemigos.Es la hora de
que Trasímaco entre en escena.
PERIANDRO
Periandro de Corinto (hacia
fines del siglo VII a. J.C.), «indisputablemente el más significativo representante de
la tiranía y un hombre totalmente extraordinario» (Schwabe), es contado por algunos, no
por Platón (Pro. 343 a), entre
los Siete Sabios.
Comentario5
Texto5a
PERDICAS
Perdicas II de Macedonia fue casi un
siglo posterior y se mostró muy voluble en sus relaciones con Atenas durante la guerra
del Peloponeso.
Comentario5
ARISTOCRACIA
LEYES INCONVENIENTES
Trasímaco ha aceptado que los gobernantes (los más fuertes) a
veces se equivocan involuntariamente y legislan cuestiones que son perjudiciales e inconvenientes
para sus intereseses. Por otro lado, tambien ha aceptado que lo justo es que los
gobernados (más débiles) obedezcan y cumplan las leyes de los gobernantes. Ahora bien,
hay leyes que son inconvenientes para los más fuertes. Por consiguiente, lo justo es
ordenar a los inferiores hacer lo inconveniente para los más fuertes.
Comentario6
Texto6a
POSICIÓN DE POLEMARCO
Ahora entran en escena dos de los miembros presentes en la reunión:
Polemarco y Clitofonte. El primero se muestra totalmente de acuerdo con la
deducción socrática. El segundo está de acuerdo con Trasímaco. Los dos discuten
vivamente sobre ello. Así Polemarco, resumiendo de nuevo lo ya establecido,
afirma que Trasímaco ha reconocido que los gobernantes ordenan a veces cosas
perjudiciales para ellos mismos y que es justo que los demás las cumplan. Además tambien
ha reconocido que lo justo es lo más conveniente para el más fuerte. Por consiguiente,
igual de justo sería lo conveniente para el más fuerte que lo inconveniente.
Comentario6
Texto6b
POSICIÓN DE CLITOFONTE
Ahora entran en escena dos de los miembros presentes en la reunión:
Polemarco y Clitofonte. El primero se muestra totalmente de acuerdo con la
deducción socrática. El segundo está de acuerdo con Trasímaco. Los dos discuten
vivamente sobre ello. Así, Clitofonte
pone el acento no en la posibilidad de que el más fuerte se equivoque y ordene
cosas inconvenientes para él mismo, sino en que lo justo es lo conveniente para
el más fuerte. No tiene en cuenta la posibilidad de que el más fuerte se equivoque.
El problema, sin embargo, es que Trasímaco si había admitido esa posibilidad.
Comentario6
Texto6b
PALABRAS NUEVAS
Sócrates corta la discusión entre ambos
(Polemarco-Clitofonte) y pide a Trasímaco que aclare los términos de la discusión. Este
ahora matiza sus palabras anteriores y ya no acepta absolutamente la no infalibidad de los
gobernantes y sus errores involuntarios. El gobernante - del mismo modo que el
médico o el calculador que no se equivocan como profesionales ya que no les falta su
ciencia, sino como humanos - tampoco yerra en cuanto tal y no errando
establece lo mejor para sí mismo; y esto ha de ser hecho por el gobernado.
Comentario6
Texto6b
EL ARTE DE LA
MEDICINA
Con el objeto de aclarar la definición que Trasímaco da
de la justicia como aquello en dónde el más débil realice lo promulgado
por el más fuerte, Sócrates, acude de nuevo a compararla con otros artes como,
por ejemplo, la medicina. En este contexto, Sócrates y Trasímaco se ponen de
acuerdo en que el arte de la medicina consiste no en negociar sino en curar a los
enfermos.
Comentario7
Texto7a
EL ARTE DEL PILOTAJE
Con el objeto de aclarar la definición que Trasímaco da de la justicia
como aquello en dónde el más débil realice lo promulgado por el más fuerte,
Sócrates, acude de nuevo a compararla con otros artes como, por ejemplo, el
pilotaje. En este contexto, Sócrates y Trasímaco se ponen de acuerdo en que el pilotaje de un barco se define no por ser el
piloto simplemente un marino sino el que ejerce el mando en la nave.
LA CONVENIENCIA DEL ARTE DE
GOBERNAR
Si el razonamiento anterior nos lleva a la conclusión de que todas
las artes buscan lo conveniente no para sí mismas sino siempre para otro; ¿cómo es
posible sostener (como quiere hacernos ver Trasímaco) que el arte de gobernar
ordene lo conveniente para sí misma y no lo conveniente para el gobernado?
PEOR SER JUSTO QUE INJUSTO
Esta tesis de que es mejor cometer injusticia
que sufrirla y que le va mucho peor al hombre justo que al injusto la defiende tambien
Polo en el Gorgias 474b y siguientes.
EL INJUSTO HOMBRE DICHOSO
Con esta afirmación, Trasímaco, no hace
otra cosa que reflejar las ideas generales de su tiempo (ver Gorgias 472 d y siguientes)
en dónde Sócrates reconoce que la totalidad de los atenienses darían testimonio en
contra de él y a favor de Polo, el cual sostenía, como aquí hace ahora Trasímaco, la
tesis de que los tiranos son dichosos. En Eurípides, por ejemplo, se hace tambien
referencia frecuencia a la felicidad de los mismos.
¿MEJOR SUFRIR INJUSTICIA QUE
COMETERLA?
Es evidente que ,según Trasímaco, sería
mucho mejor cometer injusticia que cometerla. Aunque aquí, Sócrates, no somete a un
análisis profundo esta postura, si lo hace en el Gorgias 474b y siguientes, al
discutir con Polo, el cual mantiene tambien la misma posición que ahora defiende
Trasímaco.
PERSUASIÓN
Sócrates pide a Trasímaco que acceda a instruir y a
persuadir a todo los presentes demostrando que lo dicho en su discurso anterior es
verdadero, es decir, que la injusticia es más ventajosa que la justicia.
Sócrates, que afirma pensar de modo totalmente diferente a él, reta a
Trasímaco a que le persuada de que está equivocado y de que no discurre rectamente.
Comentario9
Texto9a
FIRMEZA EN LAS OPINIONES
Sócrates ruega a Trasímaco que si realmente está
convencido de la verdad de todo lo dicho en su discurso que se mantenga firme y que si lo
cambia que lo reconozca abiertamente para no inducir a error. Y aprovecha para reprocharle
lo siguiente: resulta que anteriormente había definido al verdadero médico como el que
cuida los enfermos y no el que se aprovecha de ellos para hacer negocio. Sobre esa
base era de suponer, afirma Sócrates, que debería considerar a todas las demás artes.
Pues bien, en la práctica, Trasímaco, abandona esa precisión a la hora de hablar del
pastor (pero no del verdadero pastor) ya que piensa que su verdadero arte consiste en
cebar a sus ovejas no atendiendo lo mejor para ellas sino para provecho propio bien en su
negocio y en sus banquetes.Señala tambien que este mismo análisis lo aplica al ambito
del gobierno en las ciudades.
Comentario9
Texto9a
GOBIERNO Y VOLUNTAD DEL GOBERNANTE
Sócrates vuelve preguntar a Trasímaco si se
ratifica en lo dicho acerca de que los verdaderos gobernantes unicamente persiguen su
propia voluntad y para nada la de sus gobernados. La respuesta de Trasímaco es clara: no
lo pienso, por Zeus, sino que lo sé. Sócrates decide someter a análisis este
pretendido saber tan segúro de Trasímaco.
Comentario9
Texto9a
EFICACIA
Para fundamentar su conclusión, Sócrates, habla de
nuevo acerca de las diferentes artes, entre las cuales el gobierno sería una de ellas.
Afirma que todas las artes se diferencian unas de otras por su distinta eficacia. Así,
por ejemplo, la eficacia de la medicina es procurar la salud, mientras que la eficacia del
pilotaje es procurar la seguridad al navegante.
Comentario9
Texto9a
PROVECHO
Sobre la base de que cada arte tiene su propia eficacia,
Sócrates, establece que tambien cada arte obtiene su provecho no a partir de sí
mismo sino de algo externo al mismo arte. Por ejemplo, quien obtiene provecho en el arte
de la medicina no es el médico sino el enfermo; quien obtiene provecho en el arte de
navegar no es tanto el piloto como los pasajeros.
Comentario9
Texto9a
EFICACIA Y PROVECHO DEL GOBIERNO
El estudio sobre las distintas artes nos muestra que tanto
su eficacia como su provecho no está tanto en sí mismas como en algo externo a ellas.
Pues bien, dado que el gobernar es tambien un arte, lo lógico sería concluir que ningún
gobierno dispone de lo provechoso para sí mismo sino para otro (gobernados) y
procurando siempre el bien de los otros.
Comentario9
Texto9a
CASTIGO COMO RECOMPENSA
Según Sócrates deberia darse recompensa a los que
se disponen a gobernar y castigo a los que no gobiernan. Ante esta afirmación
interviene Glaucón para mostrar su extrañeza acerca de que haya que recompesar a los que
gobiernan y castigar a los que no lo hacen. Sócrates justificará sus palabras: los
hombres buenos nunca querrían gobernar ni por dinero ni por honores. Precisan pues de un
castigo que los obligue a gobernar. El castigo mayor consiste en verse gobernados por
gentes perversas e inferiores a ellos. Pues bien, es por temor a este castigo por lo que
deciden participar en el gobierno. En este sentido son merecedores de una recompensa.
Comentario10
Texto10a
PARA OTRA OCASIÓN
Sócrates plantea dejar para otra
cuestión el tema de analizar el problema de si lo justo es lo conveniente para el más
fuerte. Esta cuestión
la analiza tambien Sócrates con Calicles en el Gorgias.
¿ES PREFERIBLE LA VIDA DEL JUSTO
O LA DEL INJUSTO?
Lo que plantea averigüar ahora Sócrates es si
la vida del injusto es preferible a la del justo. Sócrates intentará, en el
texto siguiente, demostrar que no es verdad que la vida del injusto sea preferible a la
del hombre justo.
LA INJUSTICIA MÁS VENTAJOSA QUE LA JUSTICIA
Esta tesis es defendida, en general, por toda la segunda
sofística. Para justificarla siempre se hacía mención de lo bien que vivían tiranos
injustos como, por ejemplo, Jerjes. Lo que conviene notar, sin embargo, es que Trasímaco
no afirma que, aunque la injusticia es ventajosa, es tambien, a su vez, algo indecoroso y
vicioso (tesis de Polo en Gorgias) sino que ahora defiende que la injusticia
es cosa hermosa y fuerte asi como digna de ser clasificada como virtud y
discrección.
LA JUSTICIA ES GENEROSA INOCENCIA
Según Trasímaco la justicia es una especie de generosa
inocencia, es decir, practicada por gentes simples y buenas, es decir, tontas.
LA INJUSTICIA ES DISCRECCIÓN
La injusticia, por su parte, según Trasímaco, es
discrección y sinónimo de cualidad buena en un auténtico dirigente. Por ello,
señala Trasímaco, los mas inteligentes y los buenos son aquellos capaces de
realizar la injusticia completa, consiguiendo someter a su poder ciudades y pueblos. Sócrates
muestra su perplejidad ante tal posición y reconoce que le ha dejado en suspenso el que
alguien pueda situar a la injusticia como parte de la virtud y la sabiduría;
y a la justicia, entre los contrarios de éstas.
PERPLEJIDAD Y EXAMEN
A pesar de la perplejidad que en Sócrates produce la
posición de Trasímaco, al afirmar que la injusticia cosa buena y fuerte
mientras que la justicia es sinónimo de simpleza, se muestra dispuesto a someter al
análisis racional el examen de tal posición, con el objeto, claro está, de
refutarla.
VENTAJAS DEL JUSTO Y DEL INJUSTO
Despues de un breve interrogatorio, con el objeto de someter a análisis la
posición de Trasímaco acerca de que la justicia es el mal y la injusticia el bien,
Sócrates y Trasímaco se ponen de acuerdo en lo siguiente: el justo
(como generoso inocente que es) no tratará de sacar ventaja de su semejante sino de su
desemejante; por su parte, el injusto tratará de sacar ventaja tanto del
semejante como del desemejante.
INTELIGENCIA DEL JUSTO Y DEL INJUSTO
Tambien se establece como aceptable en la argumentación la premisa aceptada por Trasímaco
acerca de que el injusto se parece al inteligente y al bueno mientras que el
justo ni una cosa ni otra. En este contexto: cada uno es tal como a los que
se les parece.
LOS ELEMENTOS CONTRARIOS
Sócrates y Trasímaco se ponen de acuerdo tambien en que
existen elementos contrarios como pueden ser los seres inteligentes y los seres
ignorantes, los músicos y los ignorantes en música. A su vez, Trasímaco acepta
identificar tambien a los inteligentes en un oficio con lo buenos y a
los ignorantes en el mismo como malos. Además, tambien se establece que
cuando cada ser inteligente y bueno ejerce su oficio tiene ventaja no sobre su semejante
sino sobre el que no domina el oficio. Así, por ejemplo, el músico cuando
ejerce su oficio a quien realmente saca ventaja es al no-músico, es decir, a su
desemejante. Lo mismo sucede con el médico que al ejercer la medicina no se pone
por encima de la práctica médica sino del que no es médico.
MIRA LO QUE DE LO DICHO SE DEDUCE
TRASIMACO SUDA A CHORROS
Trasímaco no tiene más remedio que reconocer todo esto pero no con
facilidad sino experimentándolo de muy mala gana y sudando a chorros pues era
verano. Incluso se produce en él algo inhabitual: se pone rojo ante todos los
presentes. Sócrates intentando sacar hierro al asunto le resta importancia, pero
Trasímaco ya no está para seguir con lo que considera un interrogatorio y le dice que a
partir de ahora le responderá como a las viejas que cuentan cuentos aprobando o
desaprobando con la cabeza. Sócrates se muestra conforme con ello siempre y cuando
exprese su verdadera opinión.
JUSTICIA COMO VIRTUD Y DISCRECIÓN
Para comprender por qué Sócrates define ahora la justicia como
discreción y virtud es necesario entender la argumentación establecida por él, en lucha
dialéctica con Trasímaco, en el texto10b.
Comentario11
Texto11a
INJUSTICIA COMO IGNORANCIA
Para comprender por qué Sócrates define ahora la injusticia como una
ignorancia y un mal es necesario entender la argumentación establecida por él, en lucha
dialéctica con Trasímaco, en el texto10b.
Comentario11
Texto11a
CIUDAD EXCELENTE
El concepto de aristoi (excelente) es aplicado por Trasímaco en las
antípodas de Platón. Mientras para Trasímaco una ciudad excelente es aquella que ha
conseguido, a nivel externo, imponer su poder sobre otras ciudades a las que tiene
sometidas, y, a nivel, interno el lograr la sumisión de los débiles ante los fuertes por
naturaleza; para Platón, como más adelante, se verá en la República, la ciudad
excelente y justa es la que logra una armonía entre sus distintos estamentos.El problema
de como llevar a cabo en la práctica tal armonía es una cuestión, en dónde,
por desgracia, Platón, no tampoco elude el uso del engaño e incluso la imposición como
puede verse en las Leyes.
Comentario11
Texto11a
CONCORDIA
Del mismo modo que, para Platón, la justicia implica orden, concordia y
armonía, la injusticia implica división y desarmonía allí dónde hace acto de
presencia. En los libros VIII-IX de la República, Platón, analiza detalladante los
efectos de la injusticia como desarmonía tanto a nivel social como individual.
Comentario11
Texto11a
EXAMINAR
A partir de aquí, Sócrates comienza analizar lo que es la cuestión
central del este texto, es decir, averigüar si los justos viven mejor que los
injustos y son más felices que ellos. Ello quiere decir que todo lo que se
afirma con anterioridad, en este texto, gira todavía en relación a lo tratado en
el texto11a en
dónde Sócrates y Trasímaco habían discutido acerca de las relaciones entre la justicia
y la injusticia.
Comentario12
Texto12a
OPERACIÓN PROPIA
El concepto de operación propia es una de las
premisas básicas en dónde Sócrates sustenta su argumentación encaminada a averigüar si
es más féliz el hombre justo o el injusto. Entiende por operación propia aquella
que sólo, y de mejor manera que otro, es realizada por una determinada realidad.
Así, por ejemplo, parece que el ojo es quien realiza de mejor manera la
operación de ver. Lo mismo podríamos decir del oido, en lo que se refiere a la
operación de oir, y de otras realidades que parecen especializadas en su una función
propia y específica.
Comentario12
Texto12a
VIRTUD UNIDA A OPERACIÓN
El concepto de virtud del que aquí se habla tiene una dimensión
amplia y, por ello, es aplicable a todo tipo de realidad que ejerza de un modo
satisfactorio su función propia. Por todo ello, no sería ilógico hablar de un ojo
virtuoso o de un caballo virtuoso. Toda realidad que destaque en la
realización de su función propia y específica es virtuosa. Si una realidad, por el
contrario, es incapaz de ejercer su función específica, no sería una realidad virtuosa
sino viciosa. En este sentido, la ceguera sería un vicio.
Comentario12
Texto12a
VICIO COMO PRIVACIÓN DE LA VIRTUD
Del mismo modo que la virtud, el concepto de vicio posee tambien aquí
una dimensión amplia que abarca más que el ámbito de la moral. El vicio, en
este texto, es la privación de la virtud. Y si entendemos que es virtuoso,
por ejemplo, el sujeto en dónde sus ojos realizan bien su función propia,
es evidente que será vicioso aquel que tenga problemas a la hora de ejercer tal
función.
Comentario12
Texto12a
OPERACIÓN PROPIA DEL ALMA
Del mismo modo que existen operaciones y virtudes del cuerpo
tambien existen operaciones y virtudes del alma, según Platón. Entre ellas, hay
que advertir que en el texto se destacan como operaciones del alma: el dirigir, el
gobernar, el deliberar y el dar vida a un cuerpo. Evidentemente, la dirección
y el gobierno tienen, en este caso, un caracter subjetivo, es decir, a través
del alma y sus funciones el sujeto puede dirigirse y gobernarse a sí mismo, como
veremos más adelante en la República.
Comentario12
Texto12a
VIRTUD PROPIA DEL ALMA
Pero, además, la vida del sujeto justo, al contar con un alma que puede ejercer su
función propia, será más féliz y dichoso que aquel que cuenta con un alma
injusta, y, por tanto, imposibilitada de realizar su función.
Comentario12