LOS PLACERES DEL GRUPO MIXTO

Sócrates

Consideremos cuál es la naturaleza de los placeres que causan ciertas enfermedades.

Protarco

¿Qué enfermedades?

Sócrates

Los placeres de ciertas enfermedades vergonzosas, a las que tienen estos hombres austeros una extrema aversión.

Protarco

¿Qué placeres?

Sócrates

Por ejemplo, los que nacen de la curación de la lepra, por la fricción, y de males semejantes, que no tienen necesidad de otro remedio. En nombre de los dioses, ¿qué es lo que se experimenta en aquel acto, placer o dolor?

Protarco

Me parece, Sócrates, que es una especie de dolor mezclado de placer.

Sócrates

Nunca hubiera propuesto este ejemplo por miramiento a Filebo; pero, Protarco, si no examináramos a fondo estos placeres y todos los de la misma naturaleza, jamás llegaríamos a descubrir lo que buscamos.

Protarco

Es preciso entrar en el examen de los placeres que tienen afinidad con estos.

Sócrates

¿Hablas de los placeres que están mezclados?

Protarco

Sin duda.

Sócrates

De estos, los unos, que pertenecen al cuerpo, se verifican en el cuerpo mismo; los otros, que tocan al alma, se verifican igualmente en el alma. también encontraremos ciertas mezclas de placeres y dolores, que pertenecen al mismo tiempo al cuerpo y al alma, a las que unas veces se da el nombre de placer y otras el de dolor.

Protarco

¿Cómo?

Sócrates

Cuando en el restablecimiento o alteración del organismo se experimentan al mismo tiempo dos sensaciones contrarias; si teniendo frío, por ejemplo, se calienta, o teniendo calor, se refresca, y se procura una de estas sensaciones para libertarse de la otra; entonces, mezclados lo dulce y lo amargo, como se dice, y no pudiendo separarse sino con mucha dificultad, causan en el alma un desorden y después un violento combate.

Protarco

Es enteramente cierto.

Sócrates

Esta especie de mezclas, ¿no se forman de una dosis, ya igual, ya desigual, de dolor y de placer?

Protarco

Sin duda.

Sócrates

Entre las mezclas, en que el dolor supera al placer, coloca las sensaciones mixtas de la sarna y de otras comezones, cuando el humor que se inflama es interno, sin que la fricción y el movimiento, que no llegan hasta él, hagan otra cosa que suavizar el cutis, ya se valga del calor, ya de agua fría, experimentando algunas veces placeres muy grandes en medio de un natural desasosiego; o bien, por el contrario, cuando el mal es externo y se le obliga a producir en el interior, de una u otra manera, un placer mezclado de dolor, sea esparramando por fuerza los humores amontonados, sea reuniendo los humores esparcidos, produciéndose así a la vez placer y dolor.

Protarco

Es muy cierto.

Sócrates

¿No lo es igualmente, que en tales ocasiones, cuando el placer entra teniendo la mayor parte en la mezcla, el poco dolor que en ella se encuentra causa comezón y una irritación dulce, mientras que el placer derramándose en grande abundancia, contrae los miembros hasta obligarlos algunas veces a saltar, y que, haciendo tomar al semblante toda clase de colores, al cuerpo toda especie de actitudes y a la respiración toda suerte de movimientos, reduce al hombre a un estado de estupor y de locura, acompañado de grandes gritos?

Protarco

Seguramente.

Sócrates

El exceso de placer, mi querido amigo, llega hasta hacerle decir de sí mismo, y obligar a que los demás digan, que se muere en cierta manera en medio de estos placeres. Los busca siempre, tanto más, cuanto es más intemperante e insensato. No conoce otros mayores y considera como el más dichoso de los hombres al que pasa la mayor parte de su vida en estos goces.

Protarco

Has expuesto las cosas, Sócrates, tales como suceden a la mayor parte de los hombres.

Sócrates

Sí, Protarco; así sucede en lo que toca a los placeres, que tienen lugar en las afecciones comunes del cuerpo, cuando la sensación exterior se mezcla con la interior. Pero en cuanto a las afecciones del alma y del cuerpo, cuando en ellas se suscitan sentimientos contrarios a lo que experimenta el cuerpo, colocado el dolor frente a frente del placer, y el placer frente a frente del dolor, de suerte que estos dos sentimientos se mezclan y se confunden, ya hemos manifestado más arriba que el alma, sintiéndose vacía, desea verse llena, y que siente al mismo tiempo alegría por la esperanza de que será satisfecha, mientras que sufre por no haber llegado aún esta satisfacción; pero ninguna prueba hemos dado para justificar este hecho. Por ahora nos limitamos a decir, que no conviniendo el alma con el cuerpo en todas sus afecciones, cuyo número es infinito, resulta de todo esto una mezcla de dolor y de placer.

Protarco

Me parece que tienes razón.

Sócrates

Aún nos queda por examinar otra de estas mezclas de dolor y de placer.

Protarco

¿Cuál es?

Sócrates

Aquella que el alma produce en sí misma, como hemos dicho más de una vez.

Protarco

¿Cómo entiendes eso?

Sócrates

¿No convienes en que la cólera, el temor, el deseo, la tristeza, el amor, los celos, la envidia y otras pasiones semejantes, son especies de dolores del alma?

Protarco

Sí.

Sócrates

¿No proporcionan placeres inexplicables? Con respecto al resentimiento y a la cólera, ¿tendremos que recordar las palabras de Homero, que dice: la cólera mas dulce que  la miel, que corre del panal, enardece algunas veces al sabio mismo; y recordar también los placeres mezclados con el dolor en nuestras quejas y pesares?

Protarco

No es necesario recordarlo; confieso que las cosas suceden así y no de otra manera.

Sócrates

También debes recordar lo que acontece en las representaciones trágicas, donde se llora al mismo tiempo que se ríe.

Protarco

¿Por qué no?

Sócrates

¿No sabes que en la comedia misma nuestra alma se ve afectada por una mezcla de placer y de dolor?

Protarco

Yo no lo veo claramente.

Sócrates

En verdad, Protarco, que el sentimiento, que se experimenta entonces, no es fácil de distinguir.

Protarco

Por lo menos no lo es para mí.

Sócrates

Tratemos, pues, de aclararlo, por lo mismo que es más confuso. Esto nos servirá para descubrir más fácilmente cómo el placer y el dolor se encuentran mezclados con otros sentimientos.

Protarco

Habla.

Sócrates

¿Miras como un dolor del alma lo que se llama envidia?

Protarco

Sí. 

Sócrates

Sin embargo, vemos que el envidioso se regocija con el mal de su prójimo.

Protarco

Y mucho.

Sócrates

La ignorancia y lo que se llama necedad, ¿no son un mal?

Protarco

Sin duda.

Sócrates

Sentado esto, ¿concibes bien cuál es la naturaleza del ridículo?

Protarco

Tienes que decírmelo.

Sócrates

Tomándolo en general, es una especie de vicio, un cierto hábito; y lo propio de este vicio es el producir en nosotros un efecto contrario a lo que prescribe la inscripción de Delfos.

Protarco

¿Hablas, Sócrates, del precepto: conócete a ti mismo?

Sócrates

Sí; y es evidente, que la inscripción diría lo contrario, si dijera: no te conozcas en manera alguna.

Protarco

Seguramente.

Sócrates

Procura, Protarco, dividir esto en tres.

Protarco

¿Cómo? Temo no poder hacerlo.

Sócrates

Es decir, que quieres que yo haga esta división.

Protarco

No sólo lo quiero, sino que te lo suplico. 

Sócrates

¿No es indispensable, que los que no se conocen a sí mismos, estén en tal ignorancia con relación a una de estas tres cosas?

Protarco

¿Qué cosas?

Sócrates

En primer lugar, con relación a las riquezas, imaginándose ser más ricos que lo que son en realidad.

Protarco

Muchos son los atacados de esta enfermedad.

Sócrates

Hay también otros, que se creen más grandes y más bellos que lo que son realmente, y que se consideran dotados de todas las cualidades del cuerpo en un grado superior a la verdad.

Protarco

Seguramente.

Sócrates

Pero el mayor número, a mi parecer, es el de los que se engañan respecto a las cualidades del alma, imaginándose ser mejores que lo que son. Esta es la tercera especie de ignorancia.

Protarco

Es cierto.

Sócrates

Hablando de las virtudes, con respecto a la sabiduría, por ejemplo, ¿no es cierto, que la mayor parte, con pretensiones exageradas, no saben más que disputar, y que tienen de ella una falsa y mentirosa opinión?

Protarco

Sin duda.

Sócrates

Puede asegurarse con motivo que semejante disposición de espíritu es un mal.

Protarco

Ciertamente.

Sócrates

Protarco, necesitamos dividir aún esto en dos, si queremos conocer la envidia pueril y la mezcla singular que en ella tiene lugar de placer y de dolor.

Protarco

¿Cómo lo dividiremos en dos? Dímelo.

Sócrates

Sí. ¿No es una necesidad, que todos los que conciben locamente esta falsa opinión de sí mismos, sean partícipes, como el resto de los hombres, los unos de la fuerza y del poder, y los otros de las cualidades contrarias?

Protarco

Es una necesidad.

Sócrates

Distínguelos, pues, así, y si llamas ridículos a los que, teniendo tal opinión de sí mismos, son débiles e incapaces de vengarse, cuando se burlan de ellos, no dirás más que la verdad; así como tampoco te engañarás, diciendo, que los que tienen a mano la fuerza para vengarse, son temibles, violentos y odiosos. La ignorancia, en efecto, en las personas poderosas es vergonzosa y aborrecible, porque es perjudicial al prójimo, ella y cuanto a ella se parece; mientras que la ignorancia acompañada de la debilidad es el lote de los personajes ridículos.

Protarco

Muy bien dicho. Pero no descubro en esto la mezcla del placer y del dolor.

Sócrates

Empieza antes por penetrar la naturaleza de la envidia.

Protarco

Explícamela.

Sócrates

¿No hay dolores y placeres injustos?

Protarco

No puede negarse.

Sócrates

No hay injusticia, ni envidia, en regocijarse con el mal de sus enemigos. ¿No es así?

Protarco

No la hay.

Sócrates

Pero cuando uno es testigo a veces de los males de sus amigos, ¿no es uno injusto al no afligirse, y más aún al regocijarse?

Protarco

Sin duda.

Sócrates

¿No hemos dicho que la ignorancia es un mal, donde quiera que se encuentre?

Protarco

Ciertamente.

Sócrates

Y que con relación a la falsa opinión que nuestros amigos se formen de su sabiduría, de su belleza y demás cualidades de que hemos hablado, distinguiéndolas en tres especies, y añadiendo que en tales situaciones el ridículo se halla donde se encuentra la debilidad, y lo odioso donde se encuentra la fuerza, ¿no confesaremos, como dije antes, que esta disposición de nuestros amigos, cuando no daña a nadie, es ridícula?

Protarco

Sí.

Sócrates

¿No convinimos igualmente, en que, en tanto que ignorancia, es aquella un mal?

Protarco

Sin duda.

Sócrates

Cuando nos reímos de semejante ignorancia, ¿estamos gozosos o afligidos?

Protarco

Es evidente que estamos gozosos.

Sócrates

¿No hemos dicho que la envidia es la que produce en nosotros este sentimiento de alegría, en presencia de los males de nuestros amigos?

Protarco

Necesariamente.

Sócrates

De esta reflexión resulta que cuando nos reímos de la parte ridícula de nuestros amigos, mezclamos el placer con la envidia, y, por consiguiente, el placer con el dolor, puesto que ya hemos reconocido que la envidia es un dolor del alma, el reír un placer, y que estas dos cosas se encuentran juntas en tal caso.

Protarco

Es cierto.

Sócrates

Esto nos hace conocer que en las lamentaciones y tragedias, no sólo del teatro, sino en la tragedia y comedia de la vida humana, el placer va mezclado con el dolor, así como en otras muchas cosas.

Protarco

Es imposible dejar de convenir en ello, Sócrates, por más que se quiera sostener lo contrario.

Sócrates

Hemos propuesto la cólera, el pesar, el temor, el amor, los celos, la envidia y demás pasiones semejantes, como otras tantas afecciones, donde encontraríamos mezcladas dos cosas que hemos repetido tantas veces; ¿no es así?

Protarco

Sí. 

Sócrates

Esto ha sido ya explicado con relación a las quejas dolorosas, a la envidia y a la cólera.

Protarco

Así es.

Sócrates

¿No faltan aún muchas pasiones que considerar?

Protarco

Sí, verdaderamente.

Apuntes