CUESTIONES Y CONCLUSIONES FINALES

Sócrates

¿Será preciso también incorporar la música, de la que dijimos más arriba que está llena de conjeturas y de imitación, y falta por lo mismo de pureza?

Protarco

Eso me parece necesario, si ha de ser la vida un tanto soportable.

Sócrates

¿Quieres que a manera de un portero estrechado y forzado por un tropel de gente ceda yo y abra las puertas de par en par, y deje entrar todas las ciencias y mezclarse las puras con las que no lo son?

Protarco

No veo, Sócrates, qué mal podrá resultar de que un hombre posea todas las ciencias, con tal que tenga las primeras.

Sócrates

Voy, pues, a dejarlas correr todas juntas en el recinto del poético valle de Homero.

Protarco

Sin duda.

Sócrates

Aquí están sueltas; pueden mezclarse. Es preciso ir hasta el origen de los placeres; porque no hemos podido hacer nuestra mezcla como al principio lo habíamos proyectado, comenzando por lo que hay de verdadero de una y otra parte, sino que la estimación que hacemos de las ciencias, nos ha obligado a admitirlas todas sin distinción, y antes que los placeres.

Protarco

Dices verdad.

Sócrates

Por consiguiente, es tiempo de deliberar con motivo de los placeres, sobre si los dejaremos entrar todos a la vez, o si deberemos soltar por el pronto a los verdaderos.

Protarco

Es más seguro dar desde luego entrada a estos.

Sócrates

Que pasen. Después, ¿qué deberemos hacer? Si hay algunos placeres necesarios, ¿no es preciso que los mezclemos con los otros, como hemos hecho con las ciencias?

Protarco

¿Por qué no? Los necesarios, se entiende.

Sócrates

Pero si, así como dijimos respecto de las artes, que no había ningún peligro y antes bien que era útil para la vida el conocerlos todos, dijéramos ahora lo mismo con relación a los placeres, ¿no es preciso mezclarlos, en caso que sea ventajoso y que no haya ningún riesgo en gustarlos todos durante la vida?

Protarco

¿Qué diremos en este punto, y qué partido tomaremos?

Sócrates

No es a nosotros a quienes debes consultar, Protarco, sino al placer y a la sabiduría, interrogándoles de cierta manera sobre lo que el uno y la otra piensan.

Protarco

¿De qué manera?

Sócrates

Mis queridos amigos, ya os llaméis placeres o con otro nombre parecido, ¿qué querríais más, habitar con toda clase de sabiduría, o estar enteramente separados de ella? Creo, que no podríais menos de darnos esta respuesta.

Protarco

¿Qué respuesta?

Sócrates

No es, dirán los placeres, posible, ni ventajoso, como antes se observó, que un género subsista solo y aislado y sin ninguna mezcla. Hecha comparación entre todos los géneros, creemos que el más digno de habitar con nosotros es el que es capaz de conocer todo lo demás, y de tener un conocimiento tan perfecto, como es posible, de cada uno de nosotros.

Protarco

Habéis respondido bien, les diremos.

Sócrates

Muy bien. Después, es preciso hacer la misma pregunta a la sabiduría y a la inteligencia. ¿Tenéis necesidad de estar mezcladas con los placeres? ¿Con qué placeres?, responderán.

Protarco

Sí, así parece.

Sócrates

En seguida continuaremos hablándoles en esta forma. Además de los placeres verdaderos, diremos nosotros, tenéis necesidad de que os acompañen los placeres más grandes y más vivos? «¿Cómo, replicarán, podemos tener nada con ellos, Sócrates, puesto que nos oponen mil obstáculos, turbando con placeres excesivos las almas en que habitamos, impidiéndonos establecernos en ellas, y haciendo perecer enteramente nuestros hijos por el olvido que ellos engendran, como resultado de la negligencia? Y así, ten por amigos nuestros los placeres verdaderos y puros, de que has hecho mención; une a ellos los que acompañan a la salud, la templanza y la virtud, que, formando como el cortejo de una diosa, van en su seguimiento por todas partes, y haz que entren estos en la mezcla. En cuanto a los que son compañeros inseparables de la locura y de los demás vicios, será un absurdo que les asocie a la inteligencia el que se proponga hacer la mezcla más pura, sin temores de trastorno, con animo de descubrir cuál es el verdadero bien del hombre y de todo el universo y qué conjeturas se pueden formar de su esencia.» ¿No diremos, que la inteligencia ha respondido con mucho juicio por lo que toca a sí misma, a la memoria y a la justa opinión?

Protarco

Seguramente.

Sócrates

Pero falta un punto necesario que tratar, y sin el cual nada puede existir.

Protarco

¿Cuál es?

Sócrates

Toda cosa, en la que no hagamos entrar la verdad, no existirá jamás, ni nunca ha existido de una manera real.

Protarco

¿Cómo podría existir?

Sócrates

De ningún modo. Ahora, si falta aún algo a esta mezcla, decidlo vosotros, tú y Filebo. Me parece, que este es ya un punto concluido, y que se le puede mirar como una especie de mundo incorpóreo, propio para gobernar, como es debido, un cuerpo animado.

Protarco

Puedes decir con toda seguridad, Sócrates, que soy de tu dictamen.

Sócrates

Si dijéramos que en este momento hemos llegado al vestíbulo y entrada de la estancia del bien, ¿no tendríamos razón?

Protarco

Me parece que sí.

Sócrates

¿Qué es lo que tenemos por más precioso en esta mezcla y que más contribuye a hacer semejante situación apetecible para todo el mundo? Tan pronto como lo hayamos descubierto, examinaremos con qué tiene más enlace o afinidad, si con el placer o con la inteligencia.

Protarco

Muy bien. Eso nos será de grande utilidad para formar nuestro juicio.

Sócrates

Pero no es difícil apercibir en toda mezcla cuál es la causa, que de hecho la hace digna de estimación, o verdaderamente despreciable.

Protarco

¿Qué es lo que dices?

Sócrates

No hay nadie que ignore esto.

Protarco

¿Qué?

Sócrates

Que toda mezcla, cualquiera que sea y de cualquiera manera que se forme, si no entran en ella la medida y la proporción, es una necesidad que perezcan las cosas de que se compone, y la primera la mezcla misma; porque en este caso no es una mezcla, sino una verdadera confusión, que es de ordinario una desgracia real para todo lo que de ella participa.

Protarco

Nada más cierto, Sócrates.

Sócrates

La esencia del bien se nos ha escapado, y ha ido a refugiarse en la esencia de lo bello, porque en todo y por todas partes la justa medida y la proporción son una belleza, una virtud.

Protarco

Es cierto.

Sócrates

Pero hemos dicho igualmente que la verdad entraba con ellas en esta mezcla.

Protarco

Seguramente. 

Sócrates

Por consiguiente, si no podemos abarcar el bien bajo una sola idea, lo haremos nuestro bajo tres ideas, a saber: la de la belleza, la de la proporción, la de la verdad, y digamos de estas tres cosas, que forman como una sola, que son la verdadera causa de la excelencia de esta mezcla, y que, siendo buena esta causa, es mediante ella buena la mezcla.

Protarco

Hablas perfectamente.

Sócrates

Cualquiera puede ahora, Protarco, decidir, con relación al placer y a la sabiduría, cuál de los dos tiene más afinidad con el soberano bien, cuál es más digno de estimación a los ojos de los hombres y de los dioses.

Protarco

La cuestión por sí misma se resuelve; sin embargo, será bueno producir la prueba.

Sócrates

En este caso comparemos sucesivamente cada una de aquellas tres cosas con el placer y con la inteligencia, porque es preciso ver a cuál de las dos habremos de atribuir cada una de ellas, como perteneciéndole más de cerca.

Protarco

Hablas sin duda de la belleza, de la verdad y de la medida.

Sócrates

Sí. Fíjate, por el pronto, en la verdad, Protarco, y fijado, echa una mirada sobre las tres cosas: la inteligencia, la verdad, el placer; y después de haber reflexionado mucho tiempo sobre ellas, respóndete a ti mismo, si el placer tiene más afinidad con la verdad, que la inteligencia.

Protarco

¿Qué necesidad hay de gastar tiempo en esto? La diferencia es grande a lo que yo creo. En efecto, el placer es la cosa más mentirosa del mundo. Así se dice comúnmente, que los dioses perdonan todo perjurio cometido en los placeres de amor, que pasan por los mayores de todos, lo que supone que los placeres, semejantes a los niños, no tienen en sí la menor chispa de razón. Mientras que la inteligencia es la misma cosa que la verdad, o lo que más se le parece, y lo que hay de más verdadero.

Sócrates

Considera ahora de la misma manera la medida, y mira si pertenece más al placer que a la sabiduría, o a la sabiduría más que al placer.

Protarco

La cuestión que me propones no es tampoco difícil de resolver. Creo, en efecto, que en la naturaleza de las cosas es imposible encontrar nada que sea más enemigo de toda medida que el gozo y el placer extremos, ni nada más amigo de ella que la inteligencia y la ciencia.

Sócrates

Has respondido bien. Completa, sin embargo, el tercer paralelo. ¿Participa la inteligencia más de la belleza que el placer, de suerte que sea cierto el decir que la inteligencia es más bella que el placer, o bien sucede todo lo contrario?

Protarco

¿No es una verdad, Sócrates, que en ningún tiempo presente, pasado, ni venidero, ha visto, ni imaginado nadie, en ninguna parte, ni en concepto alguno, ni dormido, ni despierto, una inteligencia y una sabiduría privadas de belleza?

Sócrates

Muy bien.

Protarco

Mientras que, cuando vemos a alguno entregado a ciertos placeres, sobre todo a los más grandes, notamos que este goce los conduce, como resultado necesario, al ridículo o a la deshonra, de suerte que nosotros mismos nos ruborizamos, y huyendo de las miradas del público, ocultamos tales placeres y los confiamos a la noche, juzgando como cosa indigna que la luz del día sea testigo de ello.

Sócrates

Así pues, Protarco, publicarás por todas partes a los ausentes por medio de legacías y a los presentes por ti mismo, que el placer no es el primero, ni el segundo bien, sino que el primer bien es la medida, el justo medio, la oportunidad y todas las cualidades semejantes, que deben mirarse como condiciones de una naturaleza inmutable.

Protarco

Así parece, si atendemos a las reflexiones hechas.

Sócrates

Que el segundo bien es la proporción, lo bello, lo perfecto, lo que se basta a sí mismo, y todo lo que es de este género.

Protarco

Así parece.

Sócrates

Por lo que infiero, no descartarás tampoco la verdad, poniendo por tercer bien la inteligencia y la sabiduría.

Protarco

Probablemente.

Sócrates

¿No pondremos en cuarto lugar las ciencias, las artes, las opiniones rectas, que hemos dicho que pertenecen al alma sola, si es cierto que estas cosas tienen un lazo más íntimo con el bien que con el placer?

Protarco

Parece que sí.

Sócrates

En quinto lugar colocaremos los placeres, que hemos distinguido de los demás como exentos de dolor, llamándolos conocimientos puros del alma, que se producen como resultado de las sensaciones.

Protarco

Quizá.

Sócrates

A la sexta generación, dice Orfeo, poned fin a vuestros cantos. Me parece, que también ponemos fin a este discurso con el sexto juicio. Ya no nos queda más, después de esto, que redondear o coronar lo que se ha dicho.

Protarco

No hay más remedio que hacerlo.

Sócrates

Volvamos, pues, por tercera vez al mismo discurso, y demos gracias a Júpiter conservador.

Protarco

¿Cómo?

Sócrates

Filebo llamaba bien al placer perfecto y pleno.

Protarco

Ya veo, Sócrates, por qué dices que es necesario repetir hasta tres veces el principio de esta discusión.

Sócrates

Sí; pero escuchemos lo que sigue. Como tenía presente en mi espíritu lo que acabo de exponer, y no estaba conforme con esa opinión, que no es solo de Filebo, sino de otros muchos, sostuve que la inteligencia supera en mucho en bondad al placer, y que es más ventajosa para la vida humana.

Protarco

Es cierto. 

Sócrates

Y como sospechaba que había aún otros muchos bienes, añadí que, si llegábamos a descubrir uno, que fuese preferible a estos dos, discutiría para conseguir el segundo puesto en favor de la inteligencia contra el placer, y que este no le obtendría.

Protarco

Así lo has dicho en efecto.

Sócrates

Hemos visto en seguida muy claramente, que ni el uno, ni el otro de estos bienes es suficiente por sí mismo.

Protarco

Nada más cierto.

Sócrates

La inteligencia y el placer, ¿no han sido declarados en esta discusión incapaces de constituir el soberano bien, estando privados de la propiedad de bastarse a sí mismos en razón de la plenitud y de la perfección?

Protarco

Muy bien.

Sócrates

Habiéndose presentado a nosotros una tercera especie de bien, superior a los otros dos, ha parecido que la inteligencia tenía con la esencia de este tercer bien victorioso una afinidad mil veces mayor y más íntima que el placer.

Protarco

Sin duda.

Sócrates

Según juicio, que resulta de este discurso, el placer ocupa ya el quinto lugar.

Protarco

Así parece.

Sócrates

Pero los bueyes, los caballos y las demás bestias, sin  excepción, ¿no dirán lo contrario, puesto que son arrastradas a la prosecución del placer? La mayor parte de los hombres, refiriéndose a ellas, como los adivinos a los pájaros, juzgan que los placeres son el resorte principal de la felicidad de la vida, y creen que el instinto de las bestias es una garantía más segura de la verdad que los discursos inspirados por una musa filosófica.

Protarco

Todos convenimos, Sócrates, en que lo que has dicho es perfectamente verdadero.

Sócrates

Entonces me permitiréis que me vaya.

Protarco

Hay todavía, Sócrates, un pequeño punto que aclarar, y así como así no marcharás de aquí antes que nosotros, te recordaré lo que falta aún por decir.

Apuntes