Así habló Zarathustra
PRIMERA PARTE
[Adaptación de la traducción de Andrés Sanchez Pascual]



DE LAS TRES TRANSFORMACIONES

Voy a hablaros de las tres transformaciones del espiritu: de cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león, y finalmente el león en niño.
Muchas cargas soporta el espíritu cuando está poseido de reverencia, el espíritu vigoroso y sufrido. Su fortaleza pide que se le cargue con los pesos más formidables.
¿Qué es lo más pesado?, se pregunta el espíritu sufrido. Y se arrodilla, como el camello, en espera de que le carguen.
¿Qué es lo más pesado, oh héroes?, se pregunta el espíritu sufrido para cargar con ello, y que le regocije su fortaleza.
Lo más pesado, ¿no es arrodillarse, para humillar la soberbia? ¿Hacer que la locura resplandezca, para burlarse de la propia sabiduria?
¿O bien separarse de los suyos, cuando todos celebran la victoria? ¿O escalar las elevadas montañas, para tentar al
tentador?
¿O acaso alimentarse de las bellotas y los yerbajos del conocimiento, y padecer hambre en el alma por amor a la verdad?  ¿O acaso estar enfermo y mandar a paseo a quienes intentan consolarnos, para trabar amistad con los sordos, con aquellos que jamas oyen lo que uno desea?
¿O tal vez zambullirse bajo el agua sucia, cuando es ésta el agua de la verdad, sin apartar de si las frias ranas y los calientes sapos? ¿O tal vez amar a quienes nos desprecian, y tender la mano a cuantos fantasmas se proponen asustarnos?
Todas esas pesadísimas cargas toma sobre si el espíritu sufrido; a semejanza del camello, que camina cansado por el desierto, así marcha él hacia su desierto.
Pero en lo más solitario de ese desierto se opera la segunda transformación: en león se transforma el espíritu, que quiere conquistar su propia libertad, y ser señor de su propio desierto.
Aqui busca a su último señor: quiere ser amigo de su señor y su Dios, a fin de luchar victorioso contra el dragón.
¿Cuál es ese gran dragón a quien el espíritu no quiere seguir llamando señor o Dios? Ese gran dragón no es otro que el  tu debes . Frente al mismo, el espíritu del león dice: yo quiero.
El tu debes, le sale al paso como un animal escamoso y refulgente en oro, y en cada una de sus escamas  brilla con letras doradas el  tú debes.
Milenarios valores brillan en esas escamas, y el más prepotente de todos los dragones habló así: Todos los valores de las cosas brillan en mi. Todos los valores han sido ya creados. Yo soy todos los valores. Por ello, ¿no debe seguir habiendo un "yo quiero". Asi habló aquel dragón.
Hermanos míos ¿para qué es necesario en el espirítu un león así? ¿No basta acaso con el animal sufrido, que es respetuoso, y a todo renuncia?
Crear valores nuevos no es cosa que este tampoco al alcánce del león. Pero si lo está el propiciarse libertad para creaciones nuevas.
Para crearse libertad, y oponer un sagrado no al deber - para eso hace falta el león.
Crearse el derecho a valores nuevos, ésa es la más tremenda conquista para el espíritu sufrido y reverente. En verdad,  para él eso equivale a una rapiña, a algo propio de animales de presa.
Como su cosa más santa, el espíritu amó en su tiempo al tu debes. Hasta en lo más santo tiene ahora que encontrar ilusión y capricho, para robar el quedar libre de su amor: para ese robo es necesario el león.
Mas ahora decidme, hermanos mios: ¿que es capaz de hacer el niño, que ni siquiera el león haya podido hacer? ¿Para qué, pues, habria de convertirse en niño el león carnicero?
Si, hermanos mios, para el juego divino del crear se necesita un santo decir si: el espiritu lucha ahora
por su voluntad propia, el que se retiró del mundo conquista ahora su mundo.
Tres transformaciones del espiritu os he mencionado: os he mostrado cómo el espiritu se transforma en camello, luego el camello en león, y finalmente el león en niño.
Así habló Zarathustra.
Y entonces residía en la ciudad llamada la Vaca Multicolor.


Primera parte

 

 










DE LAS CATEDRAS DE VIRTUD

Le habían alabado a Zaratustra un sabio que sabia hablar bien del dormir y de la virtud: por ello, se decía, era muy honrado y recompensado, y todos los jóvenes se sentaban ante su cátedra. A él acudió Zaratustra, y junto con todos los jóvenes se sentó ante su cátedra. Y así habló el sabio:
¡Sentid respeto y pudor ante el dormir! ¡Eso es lo primero! ¡Y evitad a todos los que duermen mal y están desvelados por la noche!
Incluso el ladrón siente pudor ante el dormir: siempre roba a hurtadillas y en silencio por la noche. En cambio el vigilante nocturno carece de pudor, sin pudor alguno vagabundea con su trompeta.
Dormir no es arte pequeño: se necesita, para ello, estar desvelado el día entero.
Diez veces tienes que superarte a ti mismo durante el día: esto produce una fatiga buena y es adormidera del alma.
Diez veces tienes que volver a reconciliarte a ti contigo mismo; pues la superación es amargura, y mal duerme el que no se ha reconciliado.
Diez verdades tienes que encontrar durante el día: de otro modo, sigues buscando la verdad durante la noche, y tu alma ha quedado hambrienta.
Diez veces tienes que reír durante el día, y regocijarte: de lo contrario, el estómago, ese padre de la tribulación, te molesta en la noche.
Pocos saben esto: pero es necesario tener todas las virtudes para dormir bien. ¿Diré yo falso testimonio? ¿Cometeré yo adulterio?
¿Me dejaré llevar a desear la sierva de mi prójimo? Todo esto se avendría mal con el buen dormir.
Y aunque se tengan todas las virtudes, es necesario entender aún de una cosa: de mandar a dormir a tiempo a las virtudes mismas.
¡Para que no disputen entre sí esas lindas mujercitas! ¡Y sobre ti, desventurado!
Paz con Dios y con el vecino: así lo quiere el buen dormir. ¡Y paz incluso con el demonio del vecino! De lo contrario, rondará en tu casa por la noche.
¡Honor y obediencia a la autoridad, incluso a la autoridad torcida! ¡Así lo quiere el buen dormir! ¡Qué puedo yo hacer si al poder le gusta caminar sobre piernas torcidas!
Para mí el mejor pastor será siempre aquel que lleva sus ovejas al prado más verde: esto se aviene con el buen dormir.
No quiero muchos honores, ni grandes tesoros: eso inflama el bazo. Pero se duerme mal sin un buen nombre y un pequeño tesoro.
Una compañía escasa me agrada más que una malvada: sin embargo, tiene que venir e irse en el momento oportuno. Esto se aviene con el buen dormir.
Mucho me agradan también los pobres de espiritu: fomentan el sueño. Son bienaventurados, especialmente si se les da siempre la razón.
Así transcurre el día para el virtuoso. ¡Mas cuando la noche llega me guardo bien de llamar al dormir! ¡El dormir, que es el señor de las virtudes, no quiere que lo llamen!
Sino que pienso en lo que yo he hecho y he pensado durante el día. Rumiando me interrogo a mí mismo, paciente igual que una vaca: ¿cuáles han sido, pues, tus diez superaciones?
¿Y cuáles han sido las diez reconciliaciones, y las diez verdades, y las diez carcajadas con que mi corazón se hizo bien a sí mismo?
Reflexionando sobre estas cosas, y mecido por cuarenta pensamientos, de repente me asalta el dormir, el no llamado, el señor de las virtudes.
El dormir llama a la puerta de mis ojos: éstos se vuelven entonces pesados. El dormir toca mi boca: ésta queda entonces abierta.
En verdad, con suave calzado viene a mí él, el más encantador de los ladrones, y me roba mis pensamientos: entonces yo me quedo en pie como un tonto, igual que esta cátedra.
Pero no estoy así durante mucho tiempo: en seguida me acuesto. -
Mientras Zaratustra oía hablar así a aquel sabio se reía en su corazón: pues una luz había aparecido entretanto en su horizonte. Y habló así a su corazón:
Un necio es para mí este sabio con sus cuarenta pensamientos: pero yo creo que entiende bien de dormir.
¡Feliz quien habite en la cercanía de este sabio! Semejante dormir se contagia, aun a través de un espeso muro se contagia.
Un hechizo mora también en su cátedra. Y no en vano se han sentado los jóvenes ante el predicador de la virtud.
Su sabiduría dice: velar para dormir bien. Y en verdad, si la vida careciese de sentido y yo tuviera que elegir un sinsentido, éste sería para mí el sinsentido más digno de que se lo eligiese.
Ahora comprendo claramente lo que en otro tiempo se buscaba ante todo cuando se buscaban maestros de virtud.
¡Buen dormir es lo que se buscaba, y, para ello, virtudes que fueran como adormideras!
Para todos estos alabados sabios de las cátedras era sabiduría el dormir sin soñar: no conocían mejor sentido de la vida.
Y todavía hoy hay algunos como este predicador de la virtud, y no siempre tan honestos: pero su tiempo ha pasado. Y no hace mucho que están en pie: y ya se tienden.
Bienaventurados son estos somnolientos: pues no tardarán en quedar dormidos. -

Así habló Zaratustra.


Primera parte








De los trasmundanos

En otro tiempo también Zaratustra proyectó su ilusión más allá del hombre, lo mismo que todos los trasmundanos. Obra de un dios sufriente y atormentado me parecía entonces el mundo.
Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un dios; humo coloreado ante los ojos de un ser divinamente insatisfecho.
Bien y mal, y placer y dolor, y yo y tú - humo coloreado me parecía todo eso ante ojos creadores. El creador quiso apartar la vista de sí mismo, - entonces creó el mundo.
Ebrio placer es, para quien sufre, apartar la vista de su sufrimiento y perderse a sí mismo. Ebrio placer y un perderse-a-sí-mismo me pareció en otro tiempo el mundo.
Este mundo, eternamente imperfecto, imagen, e imagen imperfecta, de una contradicción eterna - un ebrio placer para su imperfecto creador: - así me pareció en otro tiempo el mundo.
Y así también yo proyecté en otro tiempo mi ilusión más allá del hombre, lo mismo que todos los trasmundanos. ¡Más allá del hombre, en verdad!
¡Ay, hermanos, ese dios que yo creé era obra humana y demencia humana, como todos los dioses!
Hombre era, y nada más que un pobre fragmento de hombre y de yo: de mi propia ceniza y de mi propia brasa surgió ese fantasma, y, ¡en verdad!, ¡no vino a mí desde el más allá!
¿Qué ocurrió, hermanos míos? Yo me superé a mí mismo, al ser que sufría, yo llevé mi ceniza a la montaña.Inventé para mí una llama más luminosa. ¡Y he aquí que el fantasma se me desvaneció.
Sufrimiento sería ahora para mi, y tormento para el curado,creer en tales fantasmas: sufrimiento sería ahora para mi, y humillación. Así hablo yo a los trasmundanos.
Sufrimiento fue, e impotencia, - lo que creó todos los trasmundos; y aquella breve demencia de la felicidad que sólo experimenta el que más sufre de todos.
Fatiga, que de un solo salto quiere llegar al final, de un salto mortal, una pobre fatiga ignorante, que ya no quiere ni querer: ella fue la que creó todos los dioses y todos los trasmundos.
¡Creedme, hermanos míos! Fue el cuerpo el que desesperó del cuerpo, - con los dedos del espíritu trastornado palpaba las últimas paredes.
¡Creedme, hermanos míos! Fue el cuerpo el que desesperó de la tierra, - oyó que el vientre del ser le hablaba.
Y entonces quiso meter la cabeza a través de las últimas paredes, y no sólo la cabeza, - quiso pasar a «aquel mundo».
Pero «aquel mundo» está bien oculto a los ojos del hombre, aquel inhumano mundo deshumanizado, que es una nada celeste; y el vientre del ser no habla en modo alguno al hombre, a no ser en forma de hombre.
En verdad, todo «ser» es difícil de demostrar, y difícil resulta hacerlo hablar. Decidme, hermanos míos, ¿no es acaso la más extravagante de todas las cosas la mejor demostrada?
Sí, este yo y la contradicción y confusión del yo continúan hablando acerca de su ser del modo más honesto, este yo que crea, que quiere, que valora, y que es la medida y el valor de las cosas.
Y este ser honestísimo, el yo - habla del cuerpo, y continúa queriendo el cuerpo, aun cuando poetice y fantasee y revolotee de un lado para otro con rotas alas.
El yo aprende a hablar con mayor honestidad cada vez: y cuanto más aprende, tantas más palabras y honores encuentra para el cuerpo y la tierra.
Mi yo me ha enseñado un nuevo orgullo, y yo se lo enseño a los hombres: ¡a dejar de esconder la cabeza en la arena de las cosas celestes, y a llevarla libremente, una cabeza terrena, la cual es la que crea el sentido de la tierra!
Una nueva voluntad enseño yo a los hombres: ¡querer ese camino que el hombre ha recorrido a ciegas, y llamarlo bueno y no volver a salirse a hurtadillas de él, como hacen los enfermos y moribundos!
Enfermos y moribundos eran los que despreciaron el cuerpo y la tierra y los que inventaron las cosas celestes y las gotas de sangre redentora: ¡pero incluso estos dulces y sombríos venenos los tomaron del cuerpo y de la tierra!
De su miseria querían escapar, y las estrellas les parecían demasiado lejanas. Entonces suspiraron: «¡Oh, si hubiese caminos celestes para deslizarse furtivamente en otro ser y en otra felicidad!, - ¡entonces se inventaron sus caminos furtivos y sus pequeños brebajes de sangre!
Entonces estos ingratos se imaginaron estar sustraídos a su cuerpo y a esta tierra. Sin embargo, ¿a quién debían las convulsiones y delicias de su éxtasis? A su cuerpo y a esta tierra.
Indulgente es Zaratustra con los enfermos. En verdad, no se enoja con sus especies de consuelo y de ingratitud. ¡Que se transformen en convalecientes y en superadores, y que se creen un cuerpo superior!
Tampoco se enoja Zaratustra con el convaleciente si éste mira con delicadeza hacia su ilusión y a medianoche se desliza furtivamente en torno a la tumba de su dios: mas enfermedad y cuerpo enfermo continúan siendo para mí también sus lágrimas.
Mucho pueblo enfermo ha habido siempre entre quienes poetizan y tienen la manía de los dioses; odian con furia al hombre del conocimiento y a aquella virtud, la más joven de todas, que se llama: honestidad.
Vuelven siempre la vista hacia tiempos oscuros: entonces, ciertamente, ilusión y fe eran cosas distintas; el delirio de la razón era semejanza con Dios, y la duda era pecado.
Demasiado bien conozco a estos hombres semejantes a Dios: quieren que se crea en ellos, y que la duda sea pecado.
Demasiado bien sé igualmente qué es aquello en lo que más creen ellos mismos.
En verdad, no en trasmundos ni en gotas de sangre redentora: sino que es en el cuerpo en lo que más creen, y su propio cuerpo es para ellos su cosa en sí.
Pero cosa enfermiza es para ellos el cuerpo: y con gusto escaparían de él. Por eso escuchan a los predicadores de la muerte, y ellos mismos predican trasmundos.
Es mejor que oigáis, hermanos míos, la voz del cuerpo sano: es ésta una voz más honesta y más pura.
Con más honestidad y con más pureza habla el cuerpo sano, el cuerpo perfecto y cuadrado: y habla del sentido de la tierra.

Así habló Zaratustra.


Primera parte








DE LOS DESPRECIADORES DEL CUERPO

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio cuerpo - y así enmudecer.
«Cuerpo soy yo y alma» - así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?
Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo.
El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.
Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas «espiritu», un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.
Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa aún más grande, en la que tú no quieres creer, - tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo.
Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene dentro de sí su final. Pero sentido y espíritu querrían persuadirte de que ellos son el final de todas las cosas: tan vanidosos son.
Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el sí-mismo El
sí-mismo busca también con los ojos de los sentidos, escucha también con los oidos del espíritu.
El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye. El sí-mismo domina y es el dominador también del yo.
Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido - llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.
Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¡Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría!
Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. «¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del pensamiento?, se dice. Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos.»
El sí-mismo dice al yo: «¡siente dolor aquí!» Y el yo sufre y reflexiona sobre cómo dejar de sufrir - y justo para ello debe pensar.
El sí-mísmo dice al yo: «¡siente placer aquí!» Y el yo se alegra y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo - y justo para ello debe pensar.
A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar y el valor y la voluntad?
El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad.
Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cueryo, servis a vuestro si-mismo. Yo os digo: también vuestro sí-mismo quiere morir y se aparta de la vida.
Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: - crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ése es todo su ardiente deseo.
Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él: - por ello vuestro sí-mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del cuerpo.
¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí-mismo, y por ello os convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de crear por encima de vosotros.
Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra. Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.
¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del cuerpo!
¡Vosotros no sois para mí puentes hacia el superhombre! -

Así habló Zaratustra.


Primera parte








De las alegrías y de las pasiones

Hermano mío, si tienes una virtud, y esa virtud es la tuya, entonces no la tienes en común con nadie.
Ciertamente, tú quieres llamarla por su nombre y acariciarla; quieres tirarle de la oreja y divertirte con ella.
¡Y he aquí que tienes su nombre en común con el pueblo y que, con tu virtud, te has convertido en pueblo y en rebaño!
Harías mejor en decir: «inexpresable y sin nombre es aquello que constituye el tormento y la dulzura de mi alma, y que es incluso el hambre de mis entrañas».
Sea tu virtud demasiado alta para la familiaridad de los nombres: y si tienes que hablar de ella, no te avergüences de balbucear al hacerlo.
Habla y balbucea así: «Éste es mi bien, esto es lo que yo amo, así me agrada del todo, únicamente así quiero yo el bien.
No lo quiero como ley de un Dios, no lo quiero como precepto y forzosidad de los hombres: no sea para mi una guia hacia super-tierras y hacia paraísos.
Una virtud terrena es la que yo amo: en ella hay poca inteligencia, y lo que menos hay es la razón de todos.
Pero ese pájaro ha construido en mí su nido: por ello lo amo y lo aprieto contra mi pecho, - ahora incuba en mí sus áureos huevos.»
Así debes balbucir y alabar tu virtud.
En otro tiempo tenías pasiones y las llamabas malvadas. Pero ahora no tienes más que tus virtudes: han surgido de tus pasiones.
Pusiste tu meta suprema en el corazón de aquellas pasiones: entonces se convirtieron en tus virtudes y alegrías. Y aunque fueses de la estirpe de los coléricos o de la de los lujuriosos, o de los fanáticos de su fe o de los vengativos: Al final todas tus pasiones se convirtieron en virtudes y todos tus demonios en ángeles.
En otro tiempo tenías perros salvajes en tu mazmorra: pero al final se transformaron en pájaros y en amables cantoras.
De tus venenos has extraído tu bálsamo, has ordeñado a tu vaca Tribulación, - ahora bebes la dulce leche de sus ubres.
Y ninguna cosa malvada surgirá ya de ti en el futuro, a no ser el mal que surja de la lucha de tus virtudes.
Hermano mío, si eres afortunado tienes una sola virtud, y nada más que una: así atraviesas con mayor ligereza el puente.
Es una distinción tener muchas virtudes, pero es una pesada suerte; y más de uno se fue al desierto y se mató porque estaba cansado de ser batalla y campo de batalla de virtudes.
Hermano mío, ¿son malos la guerra y la batalla? Pero ese mal es necesario, necesarios son la envidia y la desconfianza y la calumnia entre tus virtudes.
Mira cómo cada una de tus virtudes codicia lo más alto de todo: quiere tu espíritu íntegro, para que éste sea su heraldo, quiere toda tu fuerza en la cólera, en el odio y en el amor.
Celosa está cada virtud de la otra, y cosa horrible son los celos. También las virtudes pueden perecer de celos.
Aquel a quien la llama de los celos lo circunda acaba volviendo contra sí mismo el aguijón envenenado, igual que el escorpión.
Ay, hermano mío, ¿no has visto nunca todavía a una virtud calumniarse y acuchillarse a sí misma?
El hombre es algo que tiene que ser superado: y por ello tienes que amar tus virtudes, - pues perecerás a causa de ellas. -

Así habló Zaratustra.


Primera parte








Del pálido delincuente


Vosotros,jueces y sacrificadores, no queréis matar hasta que el animal haya inclinado la cabeza? Mirad, el pálido delincuente ha inclinado la cabeza: en sus ojos habla el gran desprecio.
Mi yo es algo que debe ser superado: mi yo es para mi el gran desprecio del hombre»: así dicen esos ojos.
El haberse juzgado a sí mismo constituyó su instante supremo: ¡no dejeis que el excelso recaiga en su bajeza!
No hay redención alguna para quien sufre tanto de sí mismo, excepto la muerte rápida.
Vuestro matar, jueces, debe ser compasión y no venganza. ¡Y mientras matáis, cuidad de que vosotros mismos justifiquéis la vida!
No basta con que os reconciliéis con aquel a quien matáis.Vuestra tristeza sea amor al superhombre: ¡así justificáis vuestro seguir viviendo!
«Enemigo» debéis decir, pero no «bellaco»; «enfermo» debéis decir, pero no «bribón»; «tonto» debéis decir, pero no «pecador».
Y tú, rojo juez, si alguna vez dijeses en voz alta todo lo que has hecho con el pensamiento: todo el mundo gritaría: «¡Fuera esa inmundicia y ese gusano venenoso!»
Pero una cosa es el pensamiento, otra la acción, y otra la imagen de la acción. La rueda del motivo no gira entre ellas. Una imagen puso pálido a ese pálido hombre. Cuando realizó su acción él estaba a la altura de ella: mas no soportó la imagen de su acción, una vez cometida ésta.
Desde aquel momento, pues, se vio siempre como autor de una sola acción. Demencia llamo yo a eso: la excepción se invirtió, convirtiéndose para él en la esencia.
La raya trazada sobre el suelo hechiza a la gallina; el golpe dado por el delincuente hechizó su pobre razón - demencia después de la acción llamo yo a eso.
¡Oíd, jueces! Existe todavía otra demencia: la de antes de la acción. ¡Ay, no me habéis penetrado bastante profundamente en esa alma!
Así habla el rojo juez: «¿por qué este delincuente asesinó? Quería robar». Mas yo os digo: su alma quería sangre, no robo: ¡él estaba sediento de la felicidad del cuchillo!
Pero su pobre razón no comprendía esa demencia y le persuadió. «¡Qué importa la sangre!, dijo; ¿no quieres al menos cometer también un robo? ¿Tomarte una venganza?»
Y él escuchó a su pobre razón: como plomo pesaba el discurso de ella sobre él, - entonces robó, al asesinar. No quería avergonzarse de su demencia.
Y ahora el plomo de su culpa vuelve a pesar sobre él, y de nuevo su pobre razón está igual de rígida, igual de paralizada, igual de pesada.
Con sólo que pudiera sacudir su cabeza, su peso rodaría al suelo: mas ¿quién sacude esa cabeza?
¿Qué es ese hombre? Un montón de enfermedades, que a través del espíritu se extienden por el mundo: allí quieren hacer su botín.
¿Qué es ese hombre! Una maraña de serpientes salvajes, que rara vez tienen paz entre sí, - y entonces cada una se va por su lado, buscando botín en el mundo.
¡Mirad ese pobre cuerpo! Lo que él sufría y codiciaba, esa pobre alma lo interpretaba para sí, - lo interpretaba como placer asesino y como ansia de la felicidad del cuchillo.
A quien ahora se pone enfermo asáltalo el mal, lo que ahora es mal: el enfermo quiere causar daño con aquello que a él le causa daño. Pero ha habido otros tiempos, y otros males y bienes.
En otro tiempo eran un mal la duda y la voluntad de sí-mismo. Entonces el enfermo se convertía en hereje y en bruja: como hereje y como bruja sufría y quería hacer sufrir.
Pero esto no quiere entrar en vuestros oídos: perjudica a vuestros buenos, me decís. ¡Mas qué me importan a mí vuestros buenos!
Muchas cosas de vuestros buenos me producen náuseas, y, en verdad, no su mal. ¡Pues yo quisiera que tuvieran una demencia a causa de la cual pereciesen, como ese pálido delincuente!
En verdad, yo quisiera que su demencia se llamase verdad o fidelidad o justicia: pero ellos tienen su virtud para vivir largo tiempo y en un lamentable bienestar.
Yo soy un pretil junto a la corriente: ¡agárreme el que pueda agarrarme! Pero yo no soy vuestra muleta. -

Así habló Zaratustra.


Primera parte








Del leer y el escribir

De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es espíritu.
No es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen.
Quien conoce al lector no hace ya nada por el lector. Un siglo de lectores todavía - y hasta el espíritu olerá mal.
El que a todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe a la larga no sólo el escribir, sino también el pensar.
En otro tiempo el espíritu era Dios, luego se convirtió en hombre, y ahora se convierte incluso en plebe.
Quien escribe con sangre y en forma de sentencias, ése no quiere ser leído, sino aprendido de memoria.
En las montañas el camino más corto es el que va de cumbre a cumbre: mas para ello tienes que tener piernas largas.
Cumbres deben ser las sentencias: y aquellos a quienes se habla, hombres altos y robustos.
El aire ligero y puro, el peligro cercano y el espíritu lleno de una alegre maldad: estas cosas se avienen bien.
Quiero tener duendes a mi alrededor, pues soy valeroso. El valor que ahuyenta los fantasmas se crea sus propios duendes,- el valor quiere reír.
Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de mí, esa negrura y pesadez de que me río, - cabalmente ésa es vuestra nube tempestuosa.

Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy elevado.
¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado?
Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la
vida.
Valerosos, despreocupados, irónicos, violentos - así nos quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a un guerrero.
Vosotros me decís: «la vida es difícil de llevar». Mas ¿para qué tendríais vuestro orgullo por las mañanas y vuestra resignación por las tardes?
La vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros somos guapos, borricos y pollinas de carga.
¿Qué tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que tiembla porque tiene encima de su cuerpo una gota de rocío?
Es verdad: nosotros amamos la vida no porque estemos habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar.
Siempre hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay también algo de razón en la demencia.
Y también a mí, que soy bueno con la vida, paréceme que quienes más saben de felicidad son las mariposas y las burbujas de jabón, y todo lo que entre los hombres es de su misma especie.
Ver revolotear esas almitas ligeras, locas, encantadoras, volubles - eso hace llorar y cantar a Zaratustra.
Yo no creería más que en un dios que supiese bailar.
Y cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo, solemne: era el espíritu de la pesadez, - él hace caer a todas las cosas.
No con la cólera, sino con la risa se mata. ¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez!
He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio.
Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí.

Así habló Zaratustra.


Primera parte








Del árbol de la montaña

El ojo de Zaratustra había visto que un joven lo evitaba. Y cuando una tarde caminaba solo por los montes que rodean la ciudad llamada «La Vaca Multicolor»: he aquí que encontró en su camino a aquel joven, sentado junto a un árbol en el que se apoyaba y mirando al valle con mirada cansada. Zaratustra agarró el árbol junto al cual estaba sentado el joven y dijo:
Si yo quisiera sacudir este árbol con mis manos, no podría. Pero el viento, que nosotros no vemos, lo maltrata y lo dobla hacia donde quiere. Manos invisibles son las que peor nos doblan y maltratan.
Entonces el joven se levantó consternado y dijo: «Oigo a Zaratustra, y en él estaba precisamente pensando.» Zaratustra replicó:
«¿Y por eso te has asustado? - Al hombre le ocurre lo mismo que al árbol.
Cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más fuertemente tienden sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo, - hacia el mal.»
«¡Sí, hacia el mal!, exclamó el joven. ¿Cómo es posible que tú hayas descubierto mi alma?»
Zaratustra sonrió y dijo: «A ciertas almas no se las descubrirá nunca a no ser que antes se las invente».
«¡Sí, hacia el mal!, volvió a exclamar el joven.
Tú has dicho la verdad, Zaratustra. Desde que quiero elevarme hacia la altura ya no tengo confianza en mí mismo, y ya nadie tiene confianza en mí, - ¿cómo ocurrió esto?
Me transformo demasiado rápidamente: mi hoy refuta a mi ayer. A menudo salto los escalones cuando subo, - esto no me lo perdona ningún escalón.
Cuando estoy arriba, siempre me encuentro solo. Nadie habla conmigo, el frío de la soledad me hace estremecer. ¿Qué es lo que quiero yo en la altura?
Mi desprecio y mi anhelo crecen juntos; cuanto más alto subo, tanto más desprecio al que sube. ¿Qué es lo que quiere éste en la altura?
¡Cómo me avergüenzo de mi subir y tropezar! ¡Cómo me burlo de mi violento jadear! ¡Cómo odio al que vuela! ¡Qué cansado estoy en la altura!»
Aquí el joven calló. Y Zaratustra miró detenidamente el árbol junto al que se hallaban y dijo:
«Este árbol se encuentra solitario aquí en la montaña; ha crecido muy por encima del hombre y del animal.
Y si quisiera hablar, no tendría a nadie que lo comprendiese: tan alto ha crecido.
Ahora él aguarda y aguarda, - ¿a qué aguarda, pues? Habita demasiado cerca del asiento de las nubes: ¿acaso aguarda el primer rayo
Cuando Zaratustra hubo dicho esto el joven exclamó con ademanes violentos: «Sí, Zaratustra, tú dices verdad. Cuando yo quería ascender a la altura, anhelaba mi caída, ¡y tú eres el rayo que yo aguardaba! Mira, ¿qué soy yo desde que tú nos has aparecido? ¡La envidia de ti es lo que me
ha destruido!» - Así dijo el joven, y lloró amargamente:
Mas Zaratustra lo rodeó con su brazo y se lo llevó consigo. Y cuando habían caminado un rato juntos, Zaratustra comenzó a hablar así:
Mi corazón está desgarrado. Aún mejor que tus palabras es tu ojo el que me dice todo el peligro que corres.
Todavía no eres libre, todavía buscas la libertad. Tu búsqueda te ha vuelto insomne y te ha desvelado demasiado.
Quieres subir a la altura libre, tu alma tiene sed de estrellas. Pero también tus malos instintos tienen sed de libertad. Tus perros salvajes quieren libertad; ladran de placer en su cueva cuando tu espíritu se propone abrir todas las prisiones:
Para mí eres todavía un prisionero que se imagina la libertad: ay, el alma de tales prisioneros se torna inteligente, pero también astuta y mala.
El liberado del espíritu tiene que purificarse todavía. Muchos restos de cárcel y de moho quedan aún en él: su ojo tiene que volverse todavía puro.
Sí, yo conozco tu peligro. Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¡no arrojes de ti tu amor y tu esperanza!
Todavía te sientes noble, y noble te sienten todavía también los otros, que te detestan y te lanzan miradas malvadas. Sabe que un noble les es a todos un obstáculo en su camino.
También a los buenos un noble les es un obstáculo en su camino: y aunque lo llamen bueno, con ello lo que quieren es apartarlo a un lado.
El noble quiere crear cosas nuevas y una nueva virtud. El bueno quiere las cosas viejas, y que se conserven.
Pero el peligro del noble no es volverse bueno, sino insolente, burlón, destructor.
Ay, yo he conocido nobles que perdieron su más alta esperanza. Y desde entonces calumniaron todas las esperanzas elevadas.
Desde entonces han vivido insolentemente en medio de breves placeres, y apenas se trazaron metas de más de un día.
"El espíritu es también voluptuosidad" - así dijeron. Y entonces se le quebraron las alas a su espíritu: éste se arrastra ahora de un sitio para otro y mancha todo lo que roe.
En otro tiempo pensaron convertirse en héroes: ahora son libertinos. Pesadumbre y horror es para ellos el héroe.
Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¡no arrojes al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza! -

Así habló Zaratustra.


Primera parte








DE LOS PREDICADORES DE LA MUERTE

Hay predicadores de la muerte: y la tierra está llena de seres a quien hay que predicar que se alejen de la vida.
Llena está la tierra de superfluos, corrompida está la vida por los demasiados. ¡Ojalá los saque alguien de esta vida con el atractivo de la «vida eterna»!
Amarillos»: así se llama a los predicadores de la muerte, o «negros,,. Pero yo quiero mostrároslos todavía con otros colores.
Ahí están los seres terribles, que llevan dentro de sí el animal de presa y no pueden elegir más que o placeres o autolaceración. E incluso sus placeres continúan siendo autolaceración.
Aún no han llegado ni siquiera a ser hombres, esos seres terribles: ¡ojalá prediquen el abandono de la vida y ellos mismos se vayan a la otra!
Ahí están los tuberculosos del alma: apenas han nacido y ya han comenzado a morir, y anhelan doctrinas de fatiga y de renuncia.
¡Querrían estar muertos, y nosotros deberíamos aprobar su voluntad! ¡Guardémonos de resucitar a esos muertos y de lastimar a esos ataúdes vivientes!
Si encuentran un enfermo, o un anciano, o un cadáver, enseguida dicen: «¡la vida está refutada!»
Pero sólo están refutados ellos, y sus ojos, que no ven más que un solo rostro en la existencia.
Envueltos en espesa melancolía, y ávidos de los pequeño incidentes que ocasionan la muerte: así es como aguardan, con los dientes apretados.
O: extienden la mano hacia las confituras y, al hacerlo, se burlan de su misería: penden de esa caña de paja que es su vida y se burlan de seguir todavía pendientes de una caña de paja.
Su sabiduría dice: «¡tonto es el que continúa viviendo, mas también nosotros somos así de tontos!
¡Y ésta es la cosa más tonta en la vida!» -
«La vida no es más que sufrimiento» - esto dicen otros, y no mienten: ¡así, pues, procurad acabar vosotros! ¡Así, pues, procurad que acabe esa vida que no es más que sufrimiento!
Y diga así la enseñanza de vuestra virtud: «¡tú debes matarte a ti mismo! ¡Tú debes quitarte de en medio a ti mismo!
«La voluptuosidad es pecado, - así dicen los unos, que predican la muerte - ¡apartémonos y no engendremos hijos!,
«Dar a luz es cosa ardua, - dicen los otros - ¿para qué dar a luz? ¡No se da a luz más que seres desgraciados!» Y también éstos son predicadores de la muerte.
«Compasión es lo que hace falta - así dicen los terceros. ¡Tomad lo que yo tengo! ¡Tomad lo que yo soy! ¡Tanto menos me atará así la vida!-
Si fueran compasivos de verdad, quitarían a sus prójimos el gusto de la vida. Ser malvados - ésa sería su verdadera bondad.
Pero ellos quieren librarse de la vida: ¡qué les importa el que, con sus cadenas y sus regalos, aten a otros más fuertemente todavía! -
Y también vosotros, para quienes la vida es trabajo salvaje e inquietud: ¿no estáis muy cansados de la vida? ¿No estáis muy maduros para la predicación de la muerte?
Todos vosotros que amáis el trabajo salvaje y lo rápido, nuevo, extraño, - os soportáis mal a vosotros mismos, vuestra diligencia es huida y voluntad de olvidarse a sí mismo.
Si creyeseis más en la vida, os lanzaríais menos al instante.
¡Pero no tenéis en vosotros bastante contenido para la espera - y ni siquiera para la pereza!
Por todas partes resuena la voz de quienes predican la muerte: y la tierra está llena de seres a quienes hay que predicar la muerte.
O «la vida eterna»: para mí es lo mismo, - ¡con tal de que se marchen pronto a ella!

Así habló Zaratustra.


Primera parte











DE LA GUERRA Y DEL PUEBLO GUERRERO

No queremos que con nosotros seran indulgentes nuestros mejores enemigos, ni tampoco aquellos a quienes amamos a fondo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!
¡Hermanos míos en la guerra! Yo os amo a fondo, yo soy y he sido vuestro igual. Y yo soy también vuestro mejor enemigo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!
Yo sé del odio y de la envidia de vuestro corazón. No sois bastante grandes para no conocer odio y envidia. ¡Sed, pues, bastante grandes para no avergonzaros de ellos!
Y si no podéis ser santos del conocimiento, sed al menos guerreros de él. Éstos son los acompañantes y los precursores de tal santidad.
Veo muchos soldados: ¡muchos guerreros es lo que quisiera yo ver! «Uni-forme» se llama lo que llevan puesto: ¡ojalá no sea uni-formidad lo que con ello encubren!
Debéis ser de aquellos cuyos ojos buscan siempre un enemigo - vuestro enemigo. Y en algunos de vosotros hay un odio a primera vista.
¡Debéis buscar vuestro enemigo, debéis hacer vuestra guerra, y hacerla por vuestros pensamientos! ¡Y si vuestro pensamiento sucumbe, vuestra honestidad debe cantar victoria a causa de ello!
Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la
paz corta más que la larga.
A vosotros no os aconsejo el trabajo, sino la lucha. A vosotros no os aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Sea vuestro trabajo una lucha, sea vuestra paz una victoria!
Sólo se puede estar callado y tranquilo cuando se tiene una flecha y un arco: de lo contrario, se charla y se disputa. ¡Sea vuestra paz una victoria!
¿Vosotros decís que la buena causa es la que santifica incluso la guerra? Yo os digo: la buena guerra es la que santifica toda causa.
La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra valentía es la que ha salvado hasta ahora a quienes se hallaban en peligro.
¿Qué es bueno?», preguntáis. Ser valiente es bueno. Dejad que las niñas pequeñas digan: «ser bueno es ser bonito y a la vez conmovedor».
Se dice que no tenéis corazón: pero vuestro corazón es auténtico, y yo amo el pudor de vuestra cordialidad. Vosotros os avergonzáis de vuestra pleamar, y otros se avergüenzan de su bajamar.
¿Sois feos? ¡Bien, hermanos míos! ¡Envolveos en lo sublime, que es el manto de lo feo!
Y si vuestra alma se hace grande, también se vuelve altanera, y en vuestra sublimidad hay maldad. Yo os conozco.
En la maldad el altanero se encuentra con el debilucho. Pero se malentienden recíprocamente. Yo os conozco. Sólo os es lícito tener enemigos que haya que odiar, pero no enemigos para despreciar. Es necesario que estéis orgullosos de vuestro enemigo: entonces los éxitos de él son también vuestros éxitos.
Rebelión - ésa es la nobleza en el esclavo. ¡Sea vuestra nobleza obediencia! ¡Vuestro propio mandar sea un obedecer!
«Tú debes» le suena a un buen guerrero más agradable que «yo quiero», y a todo lo que os es amado debéis dejarle que primero os mande.
¡Sea vuestro amor a la vida amor a vuestra esperanza más alta: y sea vuestra esperanza más alta el pensamiento más alto de la vida!
Pero debéis permitir que yo os ordene vuestro pensamiento más alto - y dice así: el hombre es algo que debe ser superado.
¡Vivid, pues, vuestra vida de obediencia y de guerra! ¡Qué importa vivir mucho tiempo! ¡Qué guerrero quiere ser tratado con indulgencia!
¡Yo no os trato con indulgencia, yo os amo a fondo, hermanos míos en la guerra! -

Así habló Zaratustra.


Primera parte











Del nuevo ídolo

En algún lugar existen todavía pueblos y rebaños, pero no entre nosotros, hermanos míos: aquí hay Estados. ¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Bien! Abridme ahora los oídos, pues voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos.
Estado se llama el más frío de todos los
monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: «Yo, el Estado, soy el pueblo.
¡Es mentira! Creadores fueron quienes crearon los pueblos y suspendieron encima de ellos una fe y un amor: así sirvieron a la vida.
Aniquiladores son quienes ponen trampas para muchos y las llaman Estado: éstos suspenden encima de ellos una espada y cien concupiscencias.
Donde todavía hay pueblo, éste no comprende al Estado y lo odia, considerándolo mal de ojo y pecado contra las costumbres y los derechos.
Esta señal os doy: cada pueblo habla su lengua propia del bien y del mal: el vecino no la entiende. Cada pueblo se ha inventado su lenguaje propio en costumbres y derechos.
Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente - y posea lo que posea, lo ha robado.
Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ese mordedor. Falsas son incluso sus entrañas.
Confusión de lenguas del bien y del mal: esta señal os doy como señal del Estado. ¡En verdad, voluntad de muerte es lo que esa señal indica! ¡En verdad, hace señas a los predicadores de la muerte!
Nacen demasiados: ¡para los superfluos fue inventado el Estado!
¡Mirad cómo atrae a los demasiados! ¡Cómo los devora y los masca y los rumia!
«En la tierra no hay ninguna cosa más grande que yo: yo soy el dedo ordenador de Dios» - asi ruge el monstruo. ¡Y no sólo quienes tienen orejas largas y vista corta se postran de rodillas!
¡Ay, también en vosotros, los de alma grande, susurra él sus sombrías mentiras! ¡Ay, él adivina cuáles son los corazones ricos, que con gusto se prodigan!
¡Sí, también os adivina a vosotros, los vencedores del viejo Dios! ¡Os habéis fatigado en la lucha, y ahora vuestra fatiga continúa prestando culto al nuevo ídolo!
¡Héroes y hombres de honor quisiera colocar en torno a si el nuevo ídolo! ¡Ese frío monstruo - gusta de calentarse al sol de buenas conciencias!
Todo quiere dároslo a vosotros el nuevo ídolo, si vosotros lo adoráis: se compra así el brillo de vuestra virtud y la mirada de vuestros ojos orgullosos.
¡Quiere que vosotros le sirváis de cebo para pescar a los demasiados! ¡Sí, un artificio infernal ha sido inventado aquí, un caballo de la muerte, que tintinea con el atavio de honores divinos!
Sí, aquí ha sido inventada una muerte para muchos, la cual se precia a sí misma de ser vida: ¡en verdad, un servicio íntimo para todos los predicadores de la muerte!
Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de venenos: Estado, al lugar en que todos, buenos y malos, se pierden a sí mismos: Estado, al lugar donde el lento suicidio de todos - se llama «la vida».
¡Ved, pues, a esos superfluos! Roban para sí las obras de los inventores y los tesoros de los sabios: cultura llaman a su latrocinio - ¡y todo se convierte para ellos en enfermedad y molestia!
¡Ved, pues, a esos superfluos! Enfermos están siempre, vomitan su bilis y lo llaman periódico. Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse.
¡Ved, pues, a esos superfluos! Adquieren riquezas y con ello se vuelven más pobres. Quieren poder y, en primer lugar, la palanqueta del poder, mucho dinero, - ¡esos insolventes!
¡Vedlos trepar, esos ágiles monos! Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran al fango y a la profundidad.
Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer - ¡que la felicidad se sienta en el trono! Con frecuencia es el fango el que se sienta en el trono - y también a menudo el trono se sienta en el fango.
Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores y fanáticos. Su ídolo, el frío monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos idólatras.
Hermanos míos, ¿es que queréis asfixiaros con el aliento de sus hocicos y de sus concupiscencias? ¡Es mejor que rompáis las ventanas y saltéis al aire libre!
¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos de la idolatría de los superfluos!
¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos del humo de esos sacrificios humanos!
Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos se encuentran aún muchos lugares para eremitas solitarios o en pareja, en torno a los cuales sopla el perfume de mares silenciosos.
Aún hay una vida libre a disposición de las almas grandes. En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído: ¡alabada sea la pequeña pobreza!
Allí donde el Estado acaba comienza el hombre que no es superfluo: allí comienza la canción del necesario, la melodía única e insustituible.
Allí donde el Estado acaba, - ¡miradme allí, hermanos míos! ¿No veis el arco iris y los puentes del superhornbre? -

Así habló Zaratustra.


Primera parte











De las moscas del mercado

Huye, amigo mío, a tu soledad! Ensordecido te veo por el ruido de los grandes hombres, y acribillado por los aguijones de los pequeños.
El bosque y la roca saben callar dignamente contigo. Vuelve a ser igual que el árbol al que amas, el árbol de amplias ramas: silencioso y atento pende sobre el mar.
Donde acaba la soledad, allí comienza el mercado; y donde comienza el mercado, allí comienzan también el ruido de los grandes comediantes y el zumbido de las moscas venenosas.
En el mundo las mejores cosas no valen nada sin alguien que las represente: grandes hombres llama el pueblo a esos actores.
El pueblo comprende poco lo grande, esto es: lo creador. Pero tiene sentidos para todos los actores y comediantes de grandes cosas.
En torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo: - gira de modo invisible. Sin embargo, en torno a los comediantes giran el pueblo y la fama: así marcha el mundo.
Espíritu tiene el comediante, pero poca conciencia de espíritu. Cree siempre en aquello que mejor le permite llevar a los otros a creer - ¡a creer en él!
Mañana tendrá una nueva fe, y pasado mañana, otra más nueva. Sentidos rápidos tiene el comediante, igual que el pueblo, y presentimientos cambiantes.
Derribar - eso significa para él: demostrar. Volver loco a uno - eso significa para él: convencer. Y la
sangre es para él el mejor de los argumentos.
A una verdad que sólo en oídos delicados se desliza llámala mentira y nada. ¡En verdad, sólo cree en dioses que hagan gran ruido en el mundo!
Lleno de bufones solemnes está el mercado - ¡y el pueblo se gloría de sus grandes hombres! Éstos son para él los señores del momento.
Pero el momento los apremia: así ellos te apremian a ti. Y también de ti quieren ellos un sí o un no. ¡Ay!, ¿quieres colocar tu silla entre un pro y un contra?
¡No tengas celos de esos incondicionales y apremiantes, amante de la verdad! Jamás se ha colgado la verdad del brazo de un incondicional.
A causa de esas gentes súbitas, vuelve a tu seguridad: sólo en el mercado le asaltan a uno con un ¿sí o no?
Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que aguardar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad.
Todo lo grande se aparta del mercado y de la fama: apartados de ellos han vivido desde siempre los inventores de nuevos valores.
Huye, amigo mío, a tu soledad: te veo acribillado por moscas venenosas. ¡Huye allí donde sopla un viento áspero, fuerte!
¡Huye a tu soledad! Has vivido demasiado cerca de los pequeños y mezquinos. ¡Huye de su venganza invisible! Contra ti no son otra cosa que venganza.
¡Deja de levantar tu brazo contra ellos! Son innumerables, y no es tu destino el ser espantamoscas.
Innumerables son esos pequeños y mezquinos; y a más de un edificio orgulloso han conseguido derribarlo ya las gotas de lluvia y los yerbajos.
Tú no eres una piedra, pero has sido ya excavado por muchas gotas. Acabarás por resquebrájarteme y por rompérteme en pedazos bajo tantas gotas.
Fatigado te veo por moscas venenosas, lleno de sangrientos rasguños te veo en cien sitios; y tu orgullo no quiere ni siquiera encolerizarse.
Sangre quisieran ellas de ti con toda inocencia, sangre es lo que sus almas exangües codician - y por ello pican con toda inocencia.
Mas tú, profundo, tú sufres demasiado profundamente incluso por pequeñas heridas; y antes de que te curases, ya se arrastraba el mismo gusano venenoso por tu mano.
Demasiado orgulloso me pareces para matar a esos golosos. ¡Pero procura que no se convierta en tu fatalidad el soportar toda su venenosa injusticia!
Ellos zumban a tu alrededor también con su alabanza: impertinencia es su alabanza. Quieren la cercanía de tu piel y de tu sangre.
Te adulan como a un dios o a un demonio; lloriquean delante de ti como delante de un dios o de un demonio. ¡Qué importa! Son aduladores y llorones, y nada más.
También suelen hacerse los amables contigo. Pero ésa fue siempre la astucia de los cobardes. ¡Sí, los cobardes son astutos!
Ellos reflexionan mucho sobre ti con su alma estrecha, - ¡para ellos eres siempre preocupante! Todo aquello sobre lo que se reflexiona mucho se vuelve preocupante.
Ellos te castigan por todas tus virtudes. Sólo te perdonan de verdad - tus fallos.
Como tú eres suave y de sentir justo, dices: «No tienen ellos la culpa de su mezquina existencia». Mas su estrecha alma piensa: «Culpable es toda gran existencia.»
Aunque eres suave con ellos, se sienten, sin embargo, despreciados por ti; y te pagan tus bondades con daños encubiertos.
Tu orgullo sin palabras repugna siempre a su gusto; se regocijan mucho cuando alguna vez eres bastante modesto para ser vanidoso.
Lo que nosotros reconocemos en un hombre, eso lo hacemos arder también en él. Por ello ¡guárdate de los pequeños!
Ante ti ellos se sienten pequeños, y su bajeza arde y se pone al rojo contra ti en invisible venganza.
¿No has notado cómo solían enmudecer cuando tú te acercabas a ellos, y cómo su fuerza los abandonaba, cual humo de fuego que se extingue?
Sí, amigo mío, para tus prójimos eres tú la conciencia malvada: pues ellos son indignos de ti. Por eso te odian y quisieran chuparte la sangre.
Tus prójimos serán siempre moscas venenosas; lo que en ti es grande - eso cabalmente tiene que hacerlos más venenosos y siempre más moscas.
Huye, amigo mío, a tu soledad y allí donde sopla un viento áspero, fuerte. No es tu destino el ser espantamoscas. -

Así habló Zaratustra.


Primera parte











De la castidad

Yo amo el bosque. En las ciudades se vive mal; hay en ellas demasiados lascivos.
¿No es mejor caer en las manos de un asesino que en los sueños de una mujer lasciva?
Y contempladme esos hombres: sus ojos lo dicen - no conocen nada mejor en la tierra que yacer con una mujer.
Fango hay en el fondo de su alma; ¡y ay si su fango tiene además espíritu!
¡Si al menos fueran perfectos en cuanto animales! Mas del animal forma parte la inocencia.
¿Os aconsejo yo matar vuestros sentidos? Yo os aconsejo la inocencia de los sentidos.
¿Os aconsejo yo la castidad? La castidad es en algunos una virtud, pero en muchos es casi un vicio.
Éstos son sin duda continentes: mas la perra sensualidad mira con envidia desde todo lo que hacen.
Incluso hasta las alturas de su virtud y hasta la frialdad del espíritu los sigue ese bicho con su insatisfacción.
¡Y con qué buenos modales sabe mendigar la perra Sensualidad un pedazo de espíritu cuando se le deniega un pedazo de carne!
¿Vosotros amáis las tragedias y todo lo que destroza el corazón? Mas yo desconfío de vuestra perra.
Para mí tenéis ojos demasiado crueles, y miráis lascivamente a los que sufren. ¿Es que vuestra voluptuosidad no ha hecho más que enmascararse, y se llama compasión?
Y también os propongo esta parábola: no pocos que quisieron expulsar a su demonio fueron a parar ellos mismos dentro de los
cerdos.
A quien la castidad le resulte difícil se le debe desaconsejar: para que no se convierta ella en el camino hacia el infierno - es decir, hacia el fango y la lascivia del alma.
¿Hablo yo de cosas sucias? Para mí no es esto lo peor. Al hombre del conocimiento le disgusta bajar al agua de la verdad no cuando está sucia, sino cuando no es profunda.
En verdad, hay personas castas de raíz: son dulces de corazón, ríen con más gusto y más frecuencia que vosotros.
Se ríen incluso de la castidad y preguntan: «¡Qué es castidad!
¿No es castidad una tontería? Pero esa tontería ha venido a nosotros, y no nosotros a ella.
Hemos ofrecido albergue y corazón a ese huésped: ahora habita en nosotros, - ¡que se quede todo el tiempo que quiera!»

Así habló Zaratustra.



Primera parte











DEL AMIGO

Uno siempre a mi alrededor es demasiado» - así piensa el eremita. «Siempre uno por uno - ¡da a la larga dos!»
Yo y mí están siempre dialogando con demasiada vehemencia: ¿cómo soportarlo si no hubiese un amigo?
Para el eremita el amigo es siempre el tercero: el tercero es el corcho que impide que el diálogo de los dos se hunda en la profundidad.
Ay, existen demasiadas profundidades para todos los eremitas. Por ello desean ardientemente un amigo y su altura.
Nuestra fe en otros delata lo que nosotros quisiéramos creer de nosotros mismos. Nuestro anhelo de un amigo es nuestro delator.
Y a menudo no se quiere, con el amor, más que saltar por encima de la envidia. Y a menudo atacamos y nos creamos un enemigo para ocultar que somos vulnerables.
«¡Sé al menos mi enemigo!» - así habla el verdadero respeto, que no se atreve a solicitar amistad.
Si se quiere tener un amigo hay que querer también hacer la guerra por él: y para hacer la guerra hay que poder ser enemigo.
En el propio amigo debemos honrar incluso al enemigo. ¿Puedes tú acercarte mucho a tu amigo sin pasarte a su bando?
En nuestro amigo debemos tener nuestro mejor enemigo. Con tu corazón debes estarle máximamente cercano cuando le opones resistencia.
¿No quieres llevar vestido alguno delante de tu amigo? ¿Debe ser un honor para tu amigo el que te ofrezcas a él tal como eres? ¡Pero él te mandará al diablo por esto!
El que no se recata provoca indignación: ¡tanta razón tenéis para temer la desnudez! ¡Sí, si fueseis dioses, entonces os sería lícito avergonzaros de vuestros
vestidos!
Nunca te adornarás bastante bien para tu amigo: pues debes ser para él una flecha y un anhelo hacia el superhombre.
¿Has visto ya dormir a tu amigo - para conocer cuál es su aspecto? ¿Pues qué es, por lo demás, el rostro de tu amigo? Es tu propio rostro, en un espejo grosero e imperfecto.
¿Has visto ya dormir a tu amigo? ¿No te horrorizaste de que tu amigo tuviese tal aspecto? Oh, amigo mío, el hombre es algo que tiene que ser superado.
En el adivinar y en el permanecer callado debe ser maestro el amigo: tú no tienes que querer ver todo. Tu sueño debe descubrirte lo que tu amigo hace en la vigilia.
Un adivinar sea tu compasión: para que sepas primero si tu amigo quiere compasión. Tal vez él ame en ti los ojos firmes y la mirada de la eternidad.
Ocúltese bajo una dura cáscara la compasión por el amigo, debes dejarte un diente en ésta. Así tendrá la delicadeza y la dulzura que le corresponden.
¿Eres tú aire puro, y soledad, y pan, y medicina para tu amigo? Más de uno no puede librarse a sí mismo de sus propias cadenas y es, sin embargo, un redentor para el amigo.
¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo. ¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos:
Durante demasiado tiempo se ha ocultado en la mujer un esclavo y un tirano. Por ello la mujer no es todavía capaz de amistad: sólo conoce el amor.
En el amor de la mujer hay injusticia y ceguera frente a todo lo que ella no ama. Y hasta en el amor sapiente de la mujer continúa habiendo agresión inesperada y rayo y noche al lado de la luz.
La mujer no es todavía capaz de amistad: gatas continúan siendo siempre las mujeres, y pájaros. O, en el mejor de los casos, vacas.
La mujer no es todavía capaz de amistad. Pero decidme, varones, ¿quién de vosotros es capaz de amistad?
¡Cuánta pobreza, varones, y cuánta avaricia hay en vuestra alma! Lo que vosotros dais al amigo, eso quiero darlo yo hasta a mi enemigo, y no por eso me habré vuelto más pobre.
Existe la camaradería: ¡ojalá exista la amistad!

Así habló Zaratustra.


Primera parte











De las mil metas y de la «única» meta

Muchos países ha visto Zaratustra, y muchos pueblos: así ha descubierto el bien y el mal de muchos pueblos. Ningún poder mayor ha encontrado Zaratustra en la tierra que las palabras bueno y malvado.
Ningún pueblo podría vivir sin antes realizar valoraciones; mas si quiere conservarse, no le es lícito valorar como valora el vecino.
Muchas cosas que este pueblo llamó buenas son para aquel otro afrenta y vergüenza: esto es lo que yo he encontrado.
Muchas cosas que eran llamadas aquí malvadas las encontré allí adornadas con honores de púrpura.
Jamás un vecino ha entendido al otro: siempre su alma se asombraba de la demencia y de la maldad del vecino.
Una tabla de valores está suspendida sobre cada pueblo. Mira, es la tabla de sus superaciones; mira, es la voz de su voluntad de poder.
Laudable es aquello que le parece difícil; a lo que es indispensable y a la vez difícil llámalo bueno; y a lo que libera incluso de la suprema necesidad, a lo más raro, a lo dificilísimo, - a eso lo ensalza como santo.
Lo que hace que él domine y venza y brille, para horror y envidia de su vecino: eso es para él lo elevado, lo primero, la medida, el sentido de todas las cosas.
En verdad, hermano mío, si has conocido primero la necesidad y la tierra y el cielo y el vecino de un pueblo: adivinarás sin duda la ley de sus superaciones y la razón de que suba por esa escalera hacia su esperanza.
«Siempre debes ser tú el primero y aventajar a los otros: a nadie, excepto al amigo, debe amar tu alma celosa» - esto provocaba estremecimientos en el alma de un griego: y con ello siguió la senda de su grandeza.
«Decir la verdad y saber manejar bien el arco y la flecha» - esto le parecía precioso y a la vez difícil a aquel pueblo del que proviene mi nombre - el nombre que es para mí a la vez precioso y difícil.
«Honrar padre y madre y ser dóciles para con ellos hasta la raíz del alma»: ésta fue la tabla de la superación que otro pueblo suspendió por encima de sí, y con ello se hizo poderoso y eterno.
«Guardar fidelidad y dar por ella el honor y la sangre aun por causas malvadas y peligrosas»: con esta enseñanza se domeñó a sí mismo otro pueblo y domeñándose de ese modo quedó pesadamente grávido de grandes esperanzas.
En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y todo su mal. En verdad, no los tomaron de otra parte, no los encontraron, éstos no cayeron sobre ellos como una voz del cielo.
Para conservarse, el hombre empezó implantando valores en las cosas, - ¡él fue el primero en crear un sentido a las cosas, un sentido humano! Por ello se llama «hombre, es decir: el que realiza valoraciones.
Valorar es crear: ¡oídlo, creadores! El valorar mismo es el tesoro y la joya de todas las cosas valoradas.
Sólo por el valorar existe el valor: y sin el valorar estaría vacía la nuez de la existencia.¡Oídlo, creadores!
Cambio de los valores - es cambio de los creadores. Siempre aniquila el que tiene que ser un creador.
Creadores lo fueron primero los pueblos, y sólo después los individuos; en verdad, el individuo mismo es la creación más reciente.
Los pueblos suspendieron en otro tiempo por encima de sí una tabla del bien. El amor que quiere dominar y el amor que quiere obedecer crearon juntos para sí tales tablas.
El placer de ser rebaño es más antiguo que el placer de ser un yo: y mientras la buena conciencia se llame rebaño, sólo la mala conciencia dice: yo.
En verdad, el yo astuto, carente de amor, el que quiere su propia utilidad en la utilidad de muchos: ése no es el origen del rebaño, sino su ocaso.
Amantes fueron siempre, y creadores, los que crearon el bien y el mal. Fuego de amor arde en los nombres de todas las virtudes, y fuego de cólera.
Muchos países ha visto Zaratustra, y muchos pueblos: ningún poder mayor ha encontrado Zaratustra en la tierra que las obras de los amantes: «bueno» y «malvado, es el nombre de tales obras.
En verdad, un monstruo es el poder de ese alabar y censurar. Decidme, hermanos míos, ¿quién me domeña ese monstruo? Decidme, ¿quién pone en cadenas las mil cervices de ese animal?
Mil metas ha habido hasta ahora, pues mil pueblos ha habido. Sólo falta la cadena que ate las mil cervices, falta la única meta. Todavía no tiene la humanidad meta alguna.
Mas decidme, hermanos: si a la humanidad le falta todavía la meta, ¿no falta todavía también - ella misma? -

Así habló Zaratustra.



Primera parte











DEL AMOR AL PROJIMO

Vosotros os apretujáis alrededor del projimo y teneis hermosas palabras para expresar ese vuestro apretujaros. Pero yo os digo: vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor a vosotros mismos.
Cuando huis hacia el prójimo huís de vosotros mismos, y quisierais hacer de eso una virtud: pero yo penetro vuestro «desinterés».
El tú es más antiguo que el yo; el tú ha sido santificado, pero el yo, todavía no: por eso corre el hombre hacia el prójimo.
¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejaros la huida del prójimo y el amor al lejano!
Más elevado que el amor al prójimo es el amor al lejano y al venidero; más elevado que el amor a los hombres es el amor a las cosas y a los fantasmas.
Ese fantasma que corre delante de ti, hermano mío, es más bello que tú; ¡por qué no le das tu carne y tus huesos ? Pero tú tienes miedo y corres hacia tu prójimo.
No conseguís soportaros a vosotros mismos y no os amáis bastante: por eso queréis seducir al prójimo a que ame, y doraros a vosotros con su error.
Yo quisiera que no soportaseis a ninguna clase de prójimo ni a sus vecinos; así tendríais que crear, sacándolo de vosotros mismos, vuestro amigo y su corazón exuberante.
Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros mismos; y una vez que lo habéis seducido a pensar bien de vosotros, también vosotros mismos pensáis bien de vosotros.
No miente tan sólo aquel que habla en contra de lo que sabe, sino ante todo aquel que habla en contra de lo que no sabe. Y así es como vosotros habláis de vosotros en sociedad, y, al mentiros a vosotros, mentís al vecino.
Así habla el necio: «el trato con hombres estropea el carácter, especialmente si no se tiene ninguno».
El uno va al prójio porque se busca a sí mismo, y el otro, porque quisiera perderse. Vuestro mal amor a vosotros mismos es lo que os trueca la soledad en prisión.
Los más lejanos son los que pagan vuestro amor al prójimo; y en cuanto os juntáis cinco, siempre tiene que morir un sexto.
Yo no amo tampoco vuestras
fiestas: demasiados comediantes he encontrado siempre en ellas, y también los espectadores se comportaban a menudo como comediantes.
Yo no os enseño el prójimo, sino el amigo. Sea el amigo para vosotros la fiesta de la tierra y un presentimiento del superhombre.
Yo os enseño el amigo y su corazón rebosante. Pero hay que saber ser una esponja si se quiere ser amado por corazones rebosantes.
Yo os enseño el amigo en el que el mundo se encuentra ya acabado, como una copa del bien, el amigo creador, que siempre tiene un mundo acabado que regalar.
Y así como el mundo se desplegó para él, así volverá a plegársele en anillos, como el devenir del bien por el mal, como el devenir de las finalidades surgiendo del azar.
El futuro y lo lejano sean para ti la causa de tu hoy: en tu amigo debes amar al superhombre como causa de ti.
Hermanos míos, yo no os aconsejo el amor al prójimo: yo os aconsejo el amor al lejano.

Así habló Zaratustra.



Primera parte











DEL CAMINO DEL CREADOR

Quieres marchar, hermano mío, a la soledad? ¿Quieres buscar el camino que lleva a ti mismo? Deténte un poco y escúchame.
«El que busca, fácilmente se pierde a sí mismo. Todo irse a la soledad es culpa»: así habla el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño durante mucho tiempo.
La voz del rebaño continuará resonando dentro de ti. Y cuando digas «yo ya no tengo la misma conciencia que vosotros, eso será un lamento y un dolor.
Mira, aquella conciencia única dio a luz también ese dolor: y el último resplandor de aquella conciencia continúa brillando sobre tu tribulación.
Pero ¡tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino hacia ti mismo! ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para hacerlo!
¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una
rueda que se mueve por sí misma? ¿Puedes forzar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?
¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un ambicioso!
Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y producen un vacío aún mayor ¿libre te llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo?  Más de uno hay que arrojó de sí su último valor al arrojar su servidumbre.
¿Libre de qué? ¿Qué importa eso a Zaratustra? Tus ojos deben anunciarme con claridad: ¿libre para qué?
¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender tu voluntad por encima de ti como una ley? ¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley?
Terrible cosa es hallarse solo con el juez y vengador de la propia ley. Así es arrojada una estrella al espacio vacío y al soplo helado de hallarse solo.
Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno solo: hoy conservas aún todo tu valor y todas tus esperanzas.
Mas alguna vez la soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los dientes. Alguna vez gritarás ¡estoy solo!».
Alguna vez dejarás de ver tu altura y contemplarás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te aterrorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás: «¡Todo es falso!
Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, ellos mismos tienen que morir entonces! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?
¿Conoces ya, hermano mío, la palabra «desprecio»?  ¿Y el tormento de tu justicia, de ser justo con quienes te desprecian?
Tú fuerzas a muchos a cambiar de doctrina acerca de ti; esto te lo hacen pagar caro. Te aproximaste a ellos y pasaste de largo: esto no te lo perdonan nunca.
Tú caminas por encima de ellos: pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es, sin embargo, el que vuela.
«¡Cómo vais a ser justos conmigo! - tienes que decir - yo elijo para mí vuestra injusticia como la parte que me ha sido asignada.»
Injusticia y suciedad arrojan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres ser una estrella, ¡no tienes que iluminarlos menos por eso!
¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan una virtud para sí mismos, - odian al solitario.
¡Guárdate también de la santa simplicidad! Para ella no es santo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego - con el fuego de las hogueras para quemar seres humanos.
¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Con demasiada prisa tiende el solitario la mano a aquel con quien se encuentra.
A ciertos hombres no te es lícito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu pata tenga también garras.
Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en las cavernas y en los bosques.
¡Solitario, tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu camino pasa al lado de ti mismo y de tus siete demonios!
Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y un impío y un malvado.
Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza!
Solitario, tú recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para ti un Dios!
Solitario, tú recorres el camino del amante: te amas a ti mismo y por ello te desprecias como sólo los amantes saben despreciar.
¡El amante quiere crear porque desprecia! ¡Qué sabe del amor el que no tuvo que despreciar precisamente aquello que amaba!
Vete a tu soledad con tu amor y con tu crear, hermano mío; sólo más tarde te seguirá la justicia cojeando.
Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a quien quiere crear por encima de sí mismo y por ello perece. -

Así habló Zaratustra.


Primera parte











De viejecillas y de jovencillas

Porqué te deslizas a escondidas y de manera esquiva en el crepúsculo, Zaratustra? ¿Qué es lo que escondes con tanto cuidado bajo tu manto?
¿Es un tesoro que te han regalado? ¿O un niño que has dado a luz? ¿O es que tú mismo sigues ahora los caminos de los ladrones, tú amigo de los malvados? -
¡En verdad, hermano mío!, dijo Zaratustra, es un tesoro que me han regalado: es una pequeña verdad lo que llevo conmigo.
Pero es revoltosa como un niño pequeño; y si no le tapo la boca, grita a voz en cuello.
Cuando hoy recorría solo mi camino, a la hora en que el sol se pone, me encontré con una viejecilla, la cual habló así a mi alma:
«Muchas cosas nos ha dicho Zaratustra también a nosotras las mujeres, pero nunca nos ha hablado sobre la mujer».
Y yo le repliqué: «Sobre la mujer se debe hablar tan sólo a varones.
«Háblame también a mí acerca de la mujer, dijo ella; soy bastante vieja para volver a olvidarlo enseguida.»
Y yo accedi al ruego de la viejecilla y le hablé así:
Todo en la
mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una única solución: se llama embarazo.
El varón es para la mujer un medio: la finalidad es siempre el hijo. ¿Pero qué es la mujer para el varón?
Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello quiere él a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes.
El varón debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero: todo lo demás es tontería.
Los frutos demasiado dulces - al guerrero no le gustan. Por ello le gusta la mujer: amarga es incluso la más dulce de las mujeres.
La mujer entiende a los niños mejor que el varón, pero éste es más niño que aquélla.
En el varón auténtico se esconde un niño: éste quiere jugar.
¡Adelante, mujeres, descubrid el niño en el varón!
Sea un juguete la mujer, puro y delicado, semejante a la piedra preciosa, iluminado por las virtudes de un mundo que todavía no existe.
¡Resplandezca en vuestro amor el rayo de una estrella! Diga vuestra voluntad: «¡Ojalá diese yo a luz el superhombre!»
¡Haya valentía en vuestro amor! ¡Con vuestro amor debéis lanzaros contra aquel que os infunde miedo!
¡Que vuestro honor esté en vuestro amor! Por lo demás, poco entiende de honor la mujer. Pero sea vuestro honor amar siempre más de lo que sois amadas y no ser nunca las segundas.
Tema el varón a la mujer cuando ésta ama: entonces realiza ella todos los sacrificios, y todo lo demás lo considera carente de valor.
Tema el varón a la mujer cuando ésta odia: pues en el fondo del alma el varón es tan sólo malvado, pero la mujer es allí mala.
¿A quién odia más la mujer? - Así le dijo el hierro al imán: «A ti es a lo que más odio, porque atraes, pero no eres bastante fuerte para retener».
La felicidad del varón se llama: yo quiero. La felicidad de la mujer se llama: él quiere.
«¡Mira, justo ahora se ha vuelto perfecto el mundo!, - asi piensa toda mujer cuando obedece desde la plenitud del amor.
Y la mujer tiene que obedecer y tiene que encontrar una profundidad para su superficie. Superficie es el ánimo de la mujer, una móvil piel tempestuosa sobre aguas poco profundas.
Pero el ánimo del varón es profundo, su corriente ruge en cavernas subterráneas: la mujer presiente su fuerza, mas no la comprende. -
Entonces me replicó la viejecilla: «Muchas gentilezas acaba de decir Zaratustra, y sobre todo para quienes son bastante jóvenes para ellas.
¡Es extraño, Zaratustra conoce poco a las mujeres, y, sin embargo, tiene razón sobre ellas! ¡Ocurre esto acaso porque para la mujer nada es imposible!
¡Y ahora toma, en agradecimiento, una pequeña verdad! ¡Yo soy bastante vieja para ella!
Envuélvela bien y tápale la boca: de lo contrario grita a voz en cuello esta pequeña verdad.»
«¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así habló la viejecilla:
«¡Vas con mujeres! ¡No olvides el látigo

Así habló Zaratustra.


Primera parte











De la picadura de la vibora

Un día habíase quedado Zaratustra dormido debajo de una higuera, pues hacía calor, y había colocado sus brazos sobre el rostro. Entonces vino una víbora y le picó en el cuello, de modo que Zaratustra se despertó gritando de
dolor. Al retirar el brazo del rostro vio a la serpiente: ésta reconoció entonces los ojos de Zaratustra, dio la vuelta torpemente y quiso marcharse. «¡No, dijo Zaratustra; todavía no has recibido mi agradecimiento! Me has despertado a tiempo, mi camino es todavía largo.» «Tu camino es ya corto, dijo la víbora con tristeza; mi veneno mata.» Zaratustra sonrió. «¿En alguna ocasión ha muerto un dragón por el veneno de una serpiente? - dijo. ¡Pero toma de nuevo tu veneno! No eres bastante rica para regalármelo. Entonces la víbora se lanzó otra vez alrededor de su cuello y le lamió la herida.
En una ocasión en que Zaratustra contó esto a sus discípulos, éstos preguntaron: «¿Y cuál es, Zaratustra, la moraleja de tu historia?» Zaratustra respondió así:
Los buenos y justos me llaman el aniquilador de la moral: mi historia es inmoral.
Si vosotros tenéis un enemigo, no le devolváis bien por mal: pues eso lo avergonzaría. Sino demostrad que os ha hecho un bien.
¡Y es preferible que os encolericéis a que avergoncéis a otro! Y si os maldicen, no me agrada que queráis bendecir. ¡Es mejor que también vosotros maldigáis un poco!
¡Y si se ha cometido una gran injusticia con vosotros, cometed vosotros enseguida cinco pequeñas! Es horrible ver a alguien a quien la injusticia lo oprime sólo a él.
¡Sabíais ya esto! Injusticia dividida es justicia a medias. ¡Y sólo debe cargar con la injusticia aquel que sea capaz de llevarla!
Una pequeña venganza es más humana que ninguna. Y si el castigo no es también un derecho y un honor para el prevaricador, entonces tampoco me gusta vuestro castigo.
Es más noble quitarse a sí mismo la razón que mantenerla, sobre todo si se la tiene. Sólo que hay que ser bastante rico para hacerlo.
No me gusta vuestra fría justicia; y desde los ojos de vuestros jueces me miran siempre el verdugo y su fría cuchilla.
Decidme, ¿dónde se encuentra la justicia que sea amor con ojos clarividentes?
¡Inventad, pues, el amor que soporta no sólo todos los castigos, sino también todas las culpas!
¡Inventad, pues, la justicia que absuelve a todos, excepto a los que juzgan!
¿Queréis oír todavía otra cosa? En quien quiere ser radicalmente justo, en ése incluso la mentira se convierte en afabilidad con los hombres.
¿Mas cómo voy yo a querer ser radicalmente justo? ¡Cómo puedo dar a cada uno lo suyo! Básteme esto: yo doy a cada uno lo mío.
¡En fin, hermanos, cuidad de no ser injustos con ningún eremita! ¡Cómo podría olvidar un eremita! iCómo podría él resarcirse!
Cual un pozo profundo es un eremita. Es fácil arrojar dentro una piedra; mas una vez que ha llegado al fondo, decidme, ¿quién quiere sacarla de nuevo?
¡Guardaos de ofender al eremita! Pero si lo habéis hecho, ¡entonces matadlo además!

Así habló Zaratustra.


Primera parte











Del hijo y del matrimonio

Tengo una pregunta para ti solo, hermano mio: como una sonda lanzo esta pregunta a tu alma, para saber lo profunda que es.
Tú eres joven y deseas para ti hijos y matrimonio. Pero yo te pregunto: ¿eres un hombre al que le sea lícito desear para sí un hijo?
¿Eres tú el victorioso, el domeñador de ti mismo, el soberano de los sentidos, el señor de tus virtudes? Así te pregunto
¿O hablan en tu deseo el animal y la necesidad? ¿O la soledad?  ¿O la insatisfacción contigo mismo?
Yo quiero que tu victoria y tu libertad anhelen un hijo. Monumentos vivientes debes erigir a tu victoria y a tu liberación.
Por encima de ti debes construir. Pero antes tienes que estar construido tú mismo, cuadrado de cuerpo y de alma.
¡No debes propagarte sólo al mismo nivel, sino hacia arriba! ¡Ayúdete para ello el jardín del matrimonio!
Un cuerpo más elevado debes crear, un primer movimiento, una rueda que gire por sí misma, - un creador debes tú crear.
Matrimonio: así llamo yo la voluntad de dos de crear uno que sea más que quienes lo crearon. Respeto recíproco llamo yo al matrimonio, entre quienes desean eso.
Sea ése el sentido y la verdad de tu matrimonio. Pero lo que llaman matrimonio los demasiados, esos superfluos, - ay, ¿cómo lo llamo yo?
¡Ay, esa pobreza de alma entre dos! ¡Ay esa suciedad de alma entre dos! ¡Ay ese lamentable bienestar entre dos!
Matrimonio llaman ellos a todo eso; y dicen que sus matrimonios han sido contraídos en el cielo.
¡No, a mí no me gusta ese cielo de los superfluos! ¡No, a mi no me gustan esos animales trabados en la red celestial!
¡Permanezca lejos de mí también el dios que se acerca
cojeando a bendecir lo que él no ha unido!
¡No me os riáis de tales matrimonios! ¿Qué hijo no tendría motivo para llorar sobre sus padres?
Digno me parecía a mí ese varón, y maduro para el sentido de la tierra: mas cuando vi a su mujer, la tierra me pareció una casa de insensatos.
Sí, yo quisiera que la tierra temblase en convulsiones cuando un santo y una gansa se aparean.
Éste marchó como un héroe a buscar verdades, y acabó trayendo como botín una pequeña mentira engalanada. Su matrimonio lo llama.
Aquél era esquivo en sus relaciones con otros, y seleccionaba al elegir. Pero de una sola vez se estropeó su compañía para siempre: su matrimonio lo llama.
Aquél otro buscaba una criada que tuviese las virtudes de un ángel. Pero de una sola vez se convirtió él en criada de una mujer, y ahora sería necesario que, además, se transformase en ángel.
He encontrado que ahora todos los compradores andan con cuidado y que todos tienen ojos astutos. Pero incluso el más astuto se compra su mujer a ciegas.
Muchas breves tonterías - eso se llama entre vosotros amor. Y vuestro matrimonio pone fin a muchas breves tonterías en la forma de una sola y prolongada estupidez.
Vuestro amor a la mujer, y el amor de la mujer al varón: ¡ay, ojalá fuera compasión por dioses sufrientes y encubiertos!
Pero casi siempre dos animales se adivinan recíprocamente. E incluso vuestro mejor amor no es más que un simbolo extático y un dolorido ardor. Es una antorcha que debe iluminaros hacia caminos más elevados.
¡Por encima de vosotros mismos debéis amar alguna vez!
¡Por ello, aprended primero a amar! Y para ello tenéis que beber el amargo cáliz de vuestro amor.
Amargura hay en el cáliz incluso del mejor amor: ¡por eso produce anhelo del superhombre, por eso te da sed a ti, creador!
Sed para el creador, flecha y anhelo hacia el superhombre: di, hermano mío, ¿es ésta tu voluntad de matrimonio?
Santos son entonces para mí tal voluntad y tal matrimonio.

Así habló Zaratustra.


Primera parte











De la muerte libre

Muchos mueren demasiado tarde, y algunos mueren demasiado pronto. Todavía suena extraña esta doctrina: «¡Muere a tiempo!»
Morir a tiempo: eso es lo que Zaratustra enseña.
En verdad, quien no vive nunca a tiempo, ¿cómo va a morir a tiempo? ¡Ojalá no hubiera nacido jamás! - Esto es lo que aconsejo a los superfluos.
Pero también los superfluos se dan importancia con su muerte, y también la nuez más vacía de todas quiere ser cascada.
Todos dan importancia al morir: pero la muerte no es todavía una fiesta. Los hombres no han aprendido aún cómo se celebran las fiestas más bellas.
Yo os muestro la muerte consumadora, que es para los vivos un
aguijón  y una promesa.
El consumador muere su muerte victoriosamente, rodeado de personas que esperan y prometen.
Así se debería aprender a morir; ¡y no debería haber fiesta alguna en que uno de esos moribundos no santificase los juramentos de los vivos!
Morir así es lo mejor; pero lo segundo es: morir en la lucha y prodigar un alma grande.
Tanto al combatiente como al victorioso les resulta odiosa esa vuestra gesticuladora muerte que se acerca furtiva como un ladrón - y que, sin embargo, viene como señor.
Yo os elogio mi muerte, la muerte libre, que viene a mi porque yo quiero.
¿Y cuándo querré? - Quien tiene una meta y un heredero quiere la muerte en el momento justo para la meta y para el heredero.
Y por respeto a la meta y al heredero ya no colgará coronas marchitas en el santuario de la vida.
En verdad, yo no quiero parecerme a los cordeleros: estiran sus cuerdas y, al hacerlo, van siempre hacia atrás.
Más de uno se vuelve demasiado viejo incluso para sus verdades y sus victorias; una boca desdentada no tiene ya derecho a todas las verdades.
Y todo el que quiera tener fama tiene que despedirse a tiempo del honor y ejercer el difícil arte de - irse a tiempo.
Hay que poner fin al dejarse comer en el momento en que mejor sabemos: esto lo conocen quienes desean ser amados durante mucho tiempo.
Hay, ciertamente, manzanas agrias, cuyo destino quiere aguardar hasta el último día del otoño: a un mismo tiempo se ponen maduras, amarillas y arrugadas.
En unos envejece primero el corazón, y en otros, el espíritu. Y algunos son ancianos en su juventud: pero una juventud tardía mantiene joven durante mucho tiempo.
A algunos el vivir se les malogra: un gusano venenoso les roe el corazón. Por ello, cuiden tanto más de que no se les malogre el morir.
Algunos no llegan nunca a estar dulces, se pudren ya en el verano. La cobardía es lo que los retiene en su rama.
Demasiados son los que viven, y durante demasiado tiempo penden de sus ramas. ¡Ojalá viniera una tempestad que hiciese caer del árbol a todos esos podridos y comidos de gusanos!
¡Ojalá viniesen predicadores de la muerte rápida! ¡Éstos serían para mí las oportunas tempestades que sacudirían los árboles de la vida! Pero yo oigo predicar tan sólo la muerte lenta y paciencia con todo lo terreno».
Ay ¿vosotros predicáis paciencia con las cosas terrenas? ¡Esas cosas terrenas son las que tienen demasiada paciencia con vosotros, hocicos blasfemos!
En verdad, demasiado pronto murió aquel hebreo a quien honran los predicadores de la muerte lenta: y para muchos se ha vuelto desde entonces una fatalidad el que él muriese demasiado pronto.
No conocía aún más que lágrimas y la melancolía propia del hebreo, junto con el odio de los buenos y justos, - el hebreo Jesús: y entonces lo acometió el anhelo de la muerte.
¡Ojala hubiera permanecido en el desierto, y lejos de los buenos y justos! ¡Tal vez habría aprendido a vivir y a amar la tierra - y, además, a reír!
¡Creedme, hermanos míos! Murió demasiado pronto; ¡él mismo se habría retractado de su doctrina si hubiera alcanzado mi edad! ¡Era bastante noble para retractarse!
Pero todavía estaba inmaduro. De manera inmadura ama el joven, y de manera inmadura odia también al hombre y a la tierra. Tiene aún atados y torpes el ánimo y las alas del espíritu.
Pero en el adulto hay más niño que en el joven, y menos melancolía: entiende mejor de muerte y de vida.
Libre para la muerte y libre en la muerte, un santo que dice no cuando ya no es tiempo de decir sí: así es como él entiende de vida y de muerte.
Que vuestro morir no sea una blasfemia contra el hombre y contra la tierra, amigos míos: esto es lo que yo le pido a la miel de vuestra alma.
En vuestro morir deben seguir brillando vuestro espíritu y vuestra virtud, cual luz vespertina en torno a la tierra: de lo contrario, se os habrá malogrado el morir.
Así quiero morir yo también, para que vosotros, amigos, améis más la tierra, por amor a mí; y quiero volver a ser tierra, para reposar en aquella que me dio a luz.
En verdad, una meta tenía Zaratustra, lanzó su pelota: ahora, amigos, sois vosotros herederos de mi meta, a vosotros os lanzo la pelota de oro.
¡Más que nada prefiero, amigos míos, veros lanzar la pelota de oro! Y por ello me demoro aún un poco en la tierra:
¡perdonádmelo!

Así habló Zaratustra.


Primera parte











De la virtud que hace regalos

Cuando Zaratustra se hubo despedido de la ciudad que su corazón amaba y cuyo nombre es: «La Vaca Multicolor» - le siguieron muchos que se llamaban sus
discípulos y le hacían compañía. Llegaron así a una encrucijada: allí Zaratustra les dijo que desde aquel momento quería marchar solo, pues era amigo de caminar en soledad. Y sus discípulos le entregaron como despedida un bastón en cuyo puño de oro se enroscaba en torno al sol una serpiente. Zaratustra se alegró del bastón y se apoyó en él; luego habló así a sus discípulos.
Decidme: ¿cómo llegó el oro a ser el valor supremo? Porque es raro, e inútil, y resplandeciente, y suave en su brillo; siempre hace don de sí mismo.
Sólo en cuanto efigie de la virtud más alta llegó el oro a ser el valor supremo. Semejante al oro resplandece la mirada del que hace regalos. Brillo de oro sella paz entre luna y sol.
Rara es la virtud más alta, e inútil, y resplandeciente, y suave en su brillo: una virtud que hace regalos es la virtud más alta.
En verdad, yo os adivino, discípulos mios: vosotros aspiráis, como yo, a la virtud que hace regalos. ¿Qué tendríais vosotros en común con gatos y lobos?
Ésta es vuestra sed, el llegar vosotros mismos a ser ofrendas y regalos: y por ello tenéis sed de acumular todas las riquezas en vuestra alma.
Insaciable anhela vuestra alma tesoros y joyas, porque vuestra virtud es insaciable en su voluntad de hacer regalos.
Forzáis a todas las cosas a acudir a vosotros y a entrar en vosotros, para que vuelvan a fluir de vuestro manantial como los dones de vuestro amor.
En verdad, semejante amor que hace regalos tiene que convertirse en ladrón de todos los valores; pero yo llamo sano y sagrado a ese egoísmo.
Existe otro egoísmo, demasiado pobre, un egoísmo hambriento que siempre quiere hurtar, el egoísmo de los enfermos, el egoísmo enfermo.
Con ojos de ladrón mira ese egoísmo todo lo que brilla; con la avidez del hambre mira hacia quien tiene de comer en abundancia; y siempre se desliza a hurtadillas en torno a la mesa de quienes hacen regalos.
Enfermedad habla en tal codicia, y degeneración invisible; desde el cuerpo enfermo habla la ladrona codicia de ese egoísmo.
Decidme, hermanos míos:¿qué es para nosotros lo malo y lo peor?  ¿No es la degeneración? - Y siempre adivinamos degeneración allí donde falta el alma que hace regalos.
Hacia arriba va nuestro camino, desde la especie asciende a la super-especie. Pero un horror es para nosotros el sentido degenerante que dice: «Todo para mí.
Hacia arriba vuela nuestro sentido: de este modo es un símbolo de nuestro cuerpo, símbolo de una elevación. Símbolos de tales elevaciones son los nombres de las virtudes.
Así atraviesa el cuerpo la historia, como algo que deviene y lucha. Y el espíritu - ¿qué es el espíritu para el cuerpo?  Heraldo de sus luchas y victorias, compañero y eco.
Símbolos son todos los nombres del bien y del mal: no declaran, sólo hacen señas. ¡Tonto es quien de ellos quiere sacar saber!
Prestad atención, hermanos míos, a todas las horas en que vuestro espíritu quiere hablar por símbolos: allí está el origen de vuestra virtud.
Elevado está entonces vuestro cuerpo, y resucitado; con sus delicias cautiva al espíritu, para que éste se convierta en creador y en apreciador y en amante y en benefactor de todas las cosas.
Cuando vuestro corazón hierve, ancho y lleno, igual que el río, siendo una bendición y un peligro para quienes habitan a su orilla: allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando estáis por encima de la alabanza y de la censura, y vuestra voluntad quiere dar órdenes a todas las cosas, como voluntad que es de un amante: alli está el origen de vuestra virtud.
Cuando despreciáis lo agradable y la cama blanda, y no podéis acostaros a suficiente distancia de los comodones: allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando no tenéis más que una sola voluntad, y ese viraje de toda necesidad se llama para vosotros necesidad: allí está el origen de vuestra virtud.
¡En verdad, ella es un nuevo bien o un nuevo mal! ¡En verdad, es un nuevo y profundo murmullo, y la voz de un nuevo manantial!
Poder es ésa nueva virtud; un pensamiento dominante es, y, en torno a él, un alma inteligente: un sol de oro y, en torno a él, la serpiente del conocimiento.

2
Aquí Zaratustra calló un rato y contempló con amor a sus discípulos. Después continuó hablando así: - y su voz se había cambiado.
¡Permanecedme fieles a la tierra, hermanos mios, con el poder de vuestra virtud! ¡Vuestro amor que hace regalos y vuestro conocimiento sirvan al sentido de la tierra! Esto os ruego y a ello os conjuro.
¡No dejéis que vuestra virtud huya de las cosas terrenas y bata las alas hacia paredes eternas! ¡Ay, ha habido siempre tanta virtud que se ha perdido volando!
Conducid de nuevo a la tierra, como hago yo, a la virtud que se ha perdido volando - sí, conducidla de nuevo al cuerpo y a la vida: ¡para que dé a la tierra su sentido, un sentido humano!
De cien maneras se han perdido volando y se han extraviado hasta ahora tanto el espíritu como la virtud. Ay, en nuestro cuerpo habita ahora todo ese delirio y error: en cuerpo y voluntad se han convertido.
De cien maneras han hecho ensayos y se han extraviado hasta ahora tanto el espíritu como la virtud. Sí, un ensayo ha sido el hombre. ¡Ay, mucha ignorancia y mucho error se han vuelto cuerpo en nosotros!
No sólo la razón de milenios - también su demencia hace erupción en nosotros. Peligroso es ser heredero.
Todavía combatimos paso a paso con el gigante Azar, y sobre la humanidad entera ha dominado hasta ahora el absurdo, el sinsentido.
Vuestro espíritu y vuestra virtud sirvan al sentido de la tierra, hermanos mios: ¡y el valor de todas las cosas sea establecido de nuevo por vosotros! ¡Por eso debéis ser luchadores! ¡Por eso debéis ser creadores!
Por el saber se purifica el cuerpo; haciendo ensayos con el saber se eleva; al hombre del conocimiento todos los instintos se le santifican; al hombre elevado su alma se le vuelve alegre.
Médico, ayúdate a ti mismo: así ayudas también a tu enfermo. Sea tu mejor ayuda que él vea con sus ojos a quien se sana a sí mismo.
Mil senderos existen que aún no han sido nunca recorridos; mil formas de salud y mil ocultas islas de la vida. Inagotados v no descubiertos continúan siendo siempre para mí el hombre y la tierra del hombre.
¡Vigilad y escuchad, solitarios! Del futuro llegan vientos con secretos aleteos; y a oídos delicados se dirige la buena nueva.
Vosotros los solitarios de hoy, vosotros los apartados, un día debéis ser un pueblo: de vosotros, que os habéis elegido a vosotros mismos, debe surgir un día un pueblo elegido: - y de él, el superhombre.
¡En verdad, en un lugar de curación debe transformarse todavía la tierra! ¡Y ya la envuelve un nuevo aroma, que trae salud, - y una nueva esperanza!

3
Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras calló como quien no ha dicho aún su última palabra; largo tiempo sopesó, dudando, el bastón en su mano. Por fin habló así: - y su voz se había cambiado.
¡Ahora yo me voy solo, discípulos míos! ¡También vosotros os vais ahora solos! Así lo quiero yo.
En verdad, éste es mi consejo: ¡Alejaos de mí y guardaos de Zaratustra! Y aun mejor: ¡avergonzaos de él! Tal vez os ha engañado.
El hombre del conocimiento no sólo tiene que poder amar a sus enemigos, tiene también que poder odiar a sus amigos.
Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Y por qué no vais a deshojar vosotros mi corona?
Vosotros me veneráis: pero ¿qué ocurrirá si un día vuestra veneración se derrumba? ¡Cuidad de que no os aplaste una estatua!
¿Decís que creéis en Zaratustra? ¡Mas qué importa Zaratustra! Vosotros sois mis creyentes, ¡mas qué importan todos los creyentes!
No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me encontrasteis. Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe.
Ahora os ordeno que me perdais a mi y que os encontréis a vosotros; y sólo cuando todos hayáis renegado de mí volveré entre vosotros.
En verdad, con otros ojos, herrnanos míos, buscaré yo entonces a mis perdidos; con un amor distinto os amaré éntonces.
Y todavía una vez debéis llegar a ser para mi amigos e hijos de una sola esperanza: entonces quiero estar con vosotros por tercera vez, para celebrar con vosotros el gran mediodía.
Y el gran mediodía es la hora en que el hombre se encuentra a mitad de su camino entre el animal y el superhombre y celebra su camino hacia el atardecer como su más alta esperanza: pues es el camino hacia una nueva mañana.
Entonces el que se hunde en su ocaso se bendecirá a sí mismo por ser uno que pasa al otro lado; y el sol de su conocimiento estará para él en el mediodía.
«Muertos están todos los dioses: ahora querernos que viva el superhombre.» - ¡sea ésta alguna vez, en el gran mediodía, nuestra última voluntad!

Así habló Zaratustra.


FIN DE LA PRIMERA PARTE


Primera parte















TENTADOR:
Nietzsche de modo intencionado modifica otro pasaje bíblico del Evangelio de Mateo, 4,1.
En tal evangelio es el tentador el que sube a la montaña, para inducir a Jesús a pecar. Ahora se trata de tentar al propio tentador.


Transformaciones
















DESPRECIO:
Otra reminiscencia del Evangelio de Mateo 5,44 cuando dice: Amad a vuestros enemigos.


Transformaciones
















VACA MULTICOLOR:
Esta expresión (die bunte kuh) es traducción literal del nombre de la ciudad Kalmasadalmyra, visitada por Buda en sus peregrinaciones.


Transformaciones
















DORMIR:
Nietsche se sirve del concepto del dormir, presente en los libros sapienciales de la biblia bajo la forma de alabanza al sueño del justo, para criticar precisamente tal alabanza.


Catedras
















PROJIMO:
En el contexto de la crítica al sueño del justo, Nietzsche, cita tres pasajes bíblicos presentes en Exodo: No dirás falso testimonio (Exodo 20,16); No cometerás adulterio (Exodo 20, 14) y No desearás la sierva de tu prójimo (Exodo 20,17)


Catedras
















POBRES DE ESPÍRITU:
Aquí Nietzsche realiza una parodia del Evangelio de Mateo 5,3 cuando se afirma: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.


Cátedras
















DORMIR SIN SOÑAR:
Siguiendo con la parodia critíca al sueño del justo, Nietzsche se refiere ahora al pasaje bíblico de los Provervios 3, 24 cuando dice: Te acostarás y dormirás un dulce sueño. No tendrás temores de repentinos temores.


Cátedras
















TRASMUNDANOS:
Nietzsche formó esta palabra por analogía con Hinterwäldler que significa el que habita en la parte de atrás del bosque, pero tambien troglodita, provinciano y hombre inculto. En el contexto de esta obra es sinónimo del Metafísico.


Trasmundanos
















OTRO TIEMPO:
Zarathustra describe aquí las ideas de Nietzsche en su primera época, sobre todo las presentes en su obra El Nacimiento de la Tragedia, en donde Schopenhauer y Wagner eran sus ideales.


Trasmundanos
















METER LA CABEZA (mit den Kopg durch die Wand gehen):
Es una frase hecha alemana que significa querer atravesar la pared con la cabeza y que alude a personas muy tercas y cabezotas que se empeñan en algo imposible. Sobre esta base, Nietzsche ironiza con los trasmundanos empeñados en querer atravesar lo límites de este mundo.


Trasmundanos
















SANGRE REDENTORA:
La sangre redentora es una expresión bíblica. En la Genealogía de la moral, Nietzsche reprochará a Wagner el dejarse seducir por la sangre redentora.


Trasmundanos
















BREBAJES DE SANGRE:
Alusión crítica al cáliz y a la última Cena. En el evangelio de Mateo 26,27 se dice: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre.


Trasmundanos
















LA COSA EN SÍ:
Es un término que procede de Kant. Contra tal término polemiza Nietzsche numerosas veces por entender que de hecho revitaliza la metafísica. Más adelante, en la cuarta parte, en el capítulo titulado La ofrenda de la miel, Zarathustra se burlará de este término, hablando de lo en mí y lo para mí.


Trasmundanos
















CUADRADO:
El poeta griego Simónides afirma: Es dificil llegar a ser un hombre excelente, cuadrado de manos, de pies, de inteligencia y terminado sin reproche. Por su parte, Platón (Protágoras) y Aristóteles ( Retórica) citan esta metáfora de Simónides. Es muy posible que Nietzsche tomara de cualquiera de ellos este término con el objeto de mostrar la imagen del cuerpo perfecto. Repite el término en la primera parte ( ver Del hijo y del matrimonio) y en la cuarta parte (ver El saludo).


Trasmundanos

















EL SÍ MISMO: (Selbst)
No se debe confundir con yo. Nietzsche contrapone ich (yo) y Selbst (sí-mismo).


Despreciadores
















APRECIO:
En Más alla del bien y del mal, Nietzsche afirma: Quien a sí mismo se desprecia continúa apreciándose, sin embargo, a sí mismo en cuanto despreciador.


Despreciadores
















PASIONES: (von den Freudensachaften und Leidenscahften)
Nietzsche usa aquí el término Freudenschaft como una derivación de Freude (alegría). Al mismo tiempo subraya el término Leiden (sufrimiento) en Leidensachaft (pasión). Por lo tanto el término Pasíón implica aquí dos niveles: afección y padecimiento.


Alegrías-Pasiones
















VIDA:
Los tres párrafos que van desde Vosotros miráis.....hasta aquí ( vida ) serán colocados por Nietzsche como leif-motiv al frente de la 3ª parte de esta obra: Así habló Zarathustra


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GUERRERO:
El tercer tratado de la Genealogía de la moral lleva com motto esta frase. Al mismo tiempp Nietzsche afirma en el prólogo que ese tercer tratado, titulado ¿qué significan los ideales ascéticos? es todo un comentario al citado parrafo.


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POLLINAS DE CARGA:
Reminiscencia irónica al Evangelio de Mateo, 21,5: Y los discípulos...trajeron la borrica y el pollino.


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RISA QUE MATA:
En la cuarta parte (ver La fiesta del asno), el más feo de los hombres recordará a Zarathustra esta enseñanza que ahora cita: No en la cólera, sino con la risa se mata.


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ESPÍRITU DE LA PESADEZ:
Nietzsche desarrolla con detalle el significado del concepto de espíritu de la pesadez en la tercera parte ( ver De la visión del enigma y Del espíritu de la pesadez )


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ARBOL DE MONTAÑA:
Estamos ante uno de los capítulos de mayor impregnación evangélica en su forma. Recuerda sobre todo la conversación de Jesús con el joven rico (ver Mateo 19,16), pero tambien el hecho de que Jesús encontrase a algunos de sus primeros discípulos debajo de un árbol. Asi en el Evangelio de Juan 1,48, se nos dice: Contestó Jesus y le dijo.Antes de que Felipe te llamase, te ví cuando estabas debajo de la higuera...


Arbol de la montaña
















EL RAYO:
Zarathustra usa muchas veces de esta metáfora, como sucece en la 4ª parte (ver Del hombre superior) para referirse, sobre todo, a la llegada del superhombre.


Arbol de la montaña
















AMARGURA:
Nietzsche utiliza la expresión evangélica con que se caracteriza el llanto de Pedro despues de haber negado a Jesús. En Mateo 26,75 se dice: Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras de Jesús: Antes de que cante el gallo me negarás tres veces. Y saliendo fuera lloró amargamente.


Arbol de la montaña
















PREDICADORES MUERTE:
Un amplio desarrollo de las ideas presentes en este capítulo se pueden ver en la Genealogía de la moral.


Predicadores muerte
















CAÑA DE PAJA:
Es una clara alusión a Pascal cuando nos decía que el hombre es una caña pensante.


Predicadores muerte
















LA PAZ CORTA:
En la cuarta parte (ver Coloquio con los reyes), los reyes recordarán a Zarathustra estas palabras: Debeis amar la paz como medio para vuestras guerras. Y la paz corta más que la larga.


Pueblo guerrero
















¿QUÉ ES LO BUENO?
En la cuarta parte (ver Coloquio con los reyes), éstos dicen a Zarathustra: Nadie ha dicho hasta ahora palabras tan belicosas como: ¿qué es bueno? Ser valiente es bueno? La buena guerra es la que santifica toda causa. Oh Zarathustra, la sangre de nuestros padres se agitabaa en nuestro cuerpo al oir tales palabras.


Pueblo guerrero
















MONSTRUO FRIO:
Sobre la caracterización del Estado como un frío monstruo ver más adelante la conversación de Zarathustra con el perro de fuego. Se encuentra en 2ª parte (De los grandes acontecimientos).


Nuevo Idolo
















LA SEÑAL:
Nietzsche vuelve usar un concepto, la señal, que es una expresión de clara significación bíblica. Los evangelios la utilizan repetidas veces: El señor mismo os dará una señal: he aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo.


Nuevo Idolo
















ADORAR:
En Mateo 4,9 el tentador le dice a Jesús: todo esto te daré, si postrándote ante mí me adoras.


Nuevo Idolo
















SANGRE:
Sobre la sangre como argumento de la verdad ver,en la segunda parte, (De los sacerdotes) como Nietzsche desarrolla esta idea. Tambien hace referencia a ella en El Anticristo.


Moscas del mercado
















CERDOS:
Alusión al evangelio de Mateo 9, 28-32: Llegó él a la orilla de enfrente, a la región de los gadarenos. Desde el cementerio salieron a su encuentro dos endemoniados; eran tan peligrosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. De pronto empezaron a gritar: "¿Quién te mete a tí en estó, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?" Una gran piara de cerdos estaba hozando a distancia. Los demonios le dijeron: "Si nos echas, mándanos a la piara". Jesús les dijo: "Id". Salieron y se fueron a los cerdos. De pronto la piara se abalanzó al lago, acantalido abajo, y murió ahogada.


De la Castidad
















LASCIVIA DEL ALMA:
Paráfrasis de Corintios 7, 1-2: Bueno es al hombre no tocar mujer: mas, por evitar, la fornicación, tenga cada uno su mujer y cada una tenga su marido.


De la Castidad
















VESTIDOS:
Esta frase es reminiscencia de la expresión de Séneca (carta 31) en donde afirma: Deus nudus est (Dios está desnudo)


Del Amigo
















AMIGOS:
En este párrafo Nietzsche condensa la doctrina griega sobre la amistad expuesta por Platón en la República (576 a) y por Aristóteles en la Ética a Nicómaco (1161  a30 - b10)


Del Amigo
















DE LA ÚNICA META:
Suele traducirse este capítulo con el título de De las mil y una meta. Sin embargo, Nietzsche no está haciendo referencia, en el desarrollo del mismo, a la expresión popular las mil y una, sino que él mismo dice: Mil metas ha habido hasta ahora, pues mil pueblos ha habido. Sólo falta la cadena de las mil cervives, falta la única meta.


La Unica Meta
















VOLUNTAD DE PODER:
Primera aparición de la expresión voluntad de poder. Al desarrollo de este concepto dedica Nietsche, en la segunda parte, el capítulo titulado De la superación de sí mismo.


La Unica Meta
















SER EL PRIMERO:
Con esta frase, Nietzsche, hace referencia a la divisa de honor de la sociedad aristocrática griega y que tiene su expresión en el verso 208 del libro VI de la Ilíada: Siempre ser el mejor y estar por encima de los demás. En el libro IX el anciano Peleo le da este mismo consejo a su hijo Aquiles.


La Unica Meta
















PUEBLO 1:
Se refiere al pueblo persa. En Ecce homo se afirma: Decir la verdad y disparar bien con flechas, ésa es la virtud persa.


La Unica Meta
















PUEBLO 2:
Se refiere al pueblo judio. En Exodo se afirma: Honra a tu padre y a tu madre, para que viva largos años en la tierra que Yahvé, tu Dios, va a darte.


La Unica Meta
















PUEBLO 3:
Se refiere al pueblo alemán.


La Unica Meta
















FIESTAS:
Esta frase está relacionada con lo que en Amós,5,21 se dice que Yavhé les dijo a los hebreos: Yo odio y aborrezco vuestras fiestas.


Del amor al prójimo
















RUEDA:
En el capítulo De las tres transformaciones nos dice Zarathustra sobre el niño: Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.


Camino creador
















SIMPLICIDAD:
Juan Hus (1369-1415), encontrándose bajo la hoguera a la que se le había condenado por hereje, pronunció la frase O sancta simplicitas, al ver como una viejecilla, movida por su celo religioso, arrojaba más leña a las llamas en las que él estaba ardiendo.


Camino creador
















SOBRE LA MUJER:
Una ampliación de las ideas de Nietzsche sobre la mujer, presentes en este capítulo, se puede consultar en Ecce Homo.


Viejecillas y Jovencillas
















LA MUJER Y LO IMPOSIBLE:
Ironía de Nietzsche basada en el Evangelio de Lucas 1,37: Para Dios nada es imposible. Son palabras del ángel Gabriel a María cuando le anuncia que su pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez.


Viejecillas y Jovencillas
















EL LÁTIGO:
En la tercera parte (ver La otra canción del baile) Zarathustra usará de este látigo para hacer que la vida - una mujer- baile.


Viejecillas y Jovencillas
















DOLOR:
Es posible que Nietzsche esté aquí haciendo uso del Hamlet, I, 5 cuando la Sombra (alma del padre de Hamlet) le cuenta a éste: Ha corrido la voz de que, estando yo dormido en mi jardín, me picó una serpiente.


Picadura víbora
















BENDICIÓN-MALDICIÓN:
En relación con estos conceptos, Zarathustra hace un uso antitético al empleado en la Biblia. Allí, en el Evangelio de Mateo 5,44 se dice: Bendecid a quienes os maldicen. Zarathustra plantea lo contrario: No me agrada que querais bendecir, si os maldicen.


Picadura víbora
















EL DIOS COJO:
Esta expresión debería entenderse como una antítesis a lo que se dice en Mateo 19,6 acerca de que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.  Pero, además, el dios cojo es una alusión al dios griego Hefesto, que, como se dice en el párrafo anterior, traba en una red celestial a su esposa Afrodita y a Ares, al sorprenderlos en adulterio.


Hijo y Matrimonio
















MENTIRA ENGALANADA:
Esta expresión debe relacionarse con una cita irónica referida a una famosa frase de Goethe al final de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister: Saul, hijo de Quis, salió a buscar las pollinas de su padre y encontró un reino. A su vez, la frase de Goethe es una síntesis de lo narrado en la biblia en los capitulos 9 y 10 de 1 Samuel.


Hijo y Matrimonio
















AGUIJÓN DE LA MUERTE:
El aguijón de la muerte es una expresión bíblica. En Corintios 15,55 se dice: Muerte, ¿dónde está tu aguijón? Por contraposición a él, Zarathustra hablará en la 3ª parte (ver De las tablas viejas y nuevas) de aguijón de la libertad.


De la muerte libre
















EL HEBREO JESÚS:
La alusión al hebreo jesús como un personaje ya fallecido y superado y, por lo tanto, anterior a Zarathustra es un comentario totalmente intencionado de Nietzsche que repite más veces.


De la muerte libre
















SOBRE LA RISA:
Alusión a lo que se dice en Lucas 6,25: ¡Ay de los que ahora reís,porque vaís a lamentaros y llorar. En la cuarta parte (ver Del hombre superior) vuelve Zarathustra a tratar este tema de la risa.


De la muerte libre
















PELOTA DE ORO:
La pelota de oro es  símbolo de la doctrina de Zarathustra. Éste la lanza a sus discípulos para que la recojan y continúen haciéndola rodar, es decir, enseñando.


De la muerte libre
















DISCÍPULOS:
Nietzsche presenta aquí a Zarathustra seguido por sus discípulos en una situación parecida a la que los evangelios narran de Jesús. Así se nos dice en Lucas 8, 1: Jesús iba reccoriendo una trás otra las ciudades y aldeas, predicando y anunciando la buena nueva del reino de Dios; y con él iban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas del espíritus malos y de enfermades.


Virtud que hace regalos
















EL BASTÓN DE ZARATHUSTRA:
Este bastón, con su simbolismo de la serpiente, alude al cetro de Esculapio, dios de la medicina en la antigua Grecia. En este contexto se quiere señalar que Zarathustra es el médico de las enfermedades metafísicas de este mundo. Nota que el apartado primero de este capítulo es un comentario del símbolo del bastón, como puede verse por el párrafo final del apartado 1: Poder es esa nueva virtud; un pensamiento dominante es, y, en torno a él, un alma vigilante: un sol de oro y, en torno a él, la serpiente del conocimiento. Tambien es importante que la idea de la serpiente del conocimiento es un concepto tambien bíblico (ver Génesis 3,5)


Virtud que hace regalos
















NECESIDAD:
Nietsche usa  el término Notwendigkeit,compuesto de Not (necesidad-menesterosidad) y Wende (viraje-en el sentido de dar la vuelta, volver una cosa hacia atrás, rechazándola  y haciéndola girar) Se da pues la paradoja de que llama necesario (notwendig) a lo que aleja de nosotros la necesidad. En este contexto es como había que entender a Zarathustra cuando dice: vuesta necesidad (notwendgkeit) debe consistir en que vuestra voluntad (Wille), siendo una sola voluntad, constituya el   viraje (Wende) de la necesidad (Not). En defintiva, lo que hombre necesita es realizar el viraje de la necesidad, lo cual se realiza teniendo una sola voluntad.


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PUEBLO ELEGIDO:
Es un concepto bíblico para designar a Israel. Zarathustra estable aquí una antítesis entre los que se ha elegido a sí mismos y los elegidos por Dios.


Virtud que hace regalos
















ODIAR AL ENEMIGO:
Zarathustra invierte aquí el sentido de la frase del Evangelio de Mateo 5, 43-44: Habéis oido que fue dicho:Amarás a tu prójimo y odiarás a  tu enemigo. Pero yo os digo:Amad a vuestros enemigos.


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ESTATUA QUE APLASTA:
Alusión a la fábula narrada por Aristóteles en su Poética (1452 s 7-10: Tambien lo fortuito nos maravilla más cuando parece hecho de intento, por ejemplo, cuando la estatua de Mitis, en Argos, mató al culpable de la muerte de Mitis, cayendo sobre él mientras asistía a un espectáculo. Por su parte, Paul Janz   sitúa este parrafo en relación con la experiencia traumatizante que Nietzsche había tenido con Wagner en Bayreuth al intentar convencerle de que se acercara a Brahms.


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RENEGADO:
Inversión intencionada del parrafo perteneciente al Evangelio de Mateo 10,33: A todo el que me negase delante de los hombres yo le negaré tambien delante de mi Padre.


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VUELTA:
En su obra Ecce Homo, Nietzsche cita el pasaje que va desde Ahora yo me voy solo..... hasta...volveré hasta vosotros, con la intención de señalar que Zarathustra no era ni un sabio, ni un santo, ni un redentor del mundo.


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EL GRAN MEDIODIA:
Es la primera aparición de este importante concepto en Así habló Zarathustra. Vemos, como a grandes rasgos, define su significado en el párrafo siguiente. Aparecerá de nuevo multíples veces: (ver De la virtud empequeñecedora, Del pasar del largo, De los tres males, De las tablas nuevas y viejas, Del hombre superior, El Signo)

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