ASÍ HABLÓ ZARATHUSTRA
(2ª Parte)

(Adaptación a la traducción de Andrés Sanchez Pascual)


El niño del espejo

Zaratustra volvió a continuación a las montañas y a la soledad de su caverna y se apartó de los hombres: aguardando como un sembrador que ha lanzado su semilla. Mas su alma se llenó de impaciencia y de deseos de aquellos a quienes amaba: pues aún tenía muchas cosas que darles. Esto es, en efecto, lo más difícil, el cerrar por amor la mano abierta y el conservar el pudor al hacer regalos.
Así transcurrieron para el solitario meses y años; mas su sabiduría crecía y le causaba dolores por su abundancia.
Una manana se despertó antes de la aurora, estuvo meditando largo tiempo en su lecho y dijo por fin a su corazón: «¿De qué me he asustado tanto en mis sueños, que me he despertado? ¿No se acercó a mí un niño que llevaba un espejo?
"Oh Zaratustra - me dijo el niño - , ¡mírate en el espejo!"
Y al mirar yo al espejo lancé un grito, y mi corazón quedó aterrado: pues no era a mí a quien veía en él, sino la mueca y la risa burlona de un demonio.
En verdad, demasiado bien comprendo el signo y la advertencia del sueño:¡mi doctrina está en peligro, la  cizaña  quiere llamarse trigo!
Mis enemigos se han vuelto poderosos y han deformado la imagen de mi doctrina, de modo que los más queridos por mi tuvieron que avergonzarse de los dones que yo les habia entregado.
¡He  perdido  a mis amigos; me ha llegado la hora de buscar a los que he perdido!
Al decir estas palabras Zaratustra se levantó de un salto, pero no como un angustiado que busca aire, sino más bien como un vidente y cantor de quien se apodera el espíritu. Extrañados miraron hacia él su águila y su serpiente: pues, semejante a la aurora, sobre su rostro yacía una felicidad cercana.
¿Qué me ha sucedido, pues, animales míos? - dijo Zaratustra. ¿No estoy transformado? ¿No vino a mí la bienaventuranza como un viento tempestuoso?
Loca es mi felicidad, y cosas locas dirá: es demasiado joven todavía - ¡tened, pues, paciencia con ella!
Herido estoy por mi felicidad: ¡todos los que sufren deben ser médicos para mí!
De nuevo me es lícito bajar a mis amigos y también a mis enemigos! ¡De nuevo le es lícito a Zaratustra hablar y hacer regalos y dar lo mejor a los amados!
Mi impaciente amor se desborda en ríos que bajan hacia levante y hacia poniente! ¡Desde silenciosas montañas y tempestades de dolor desciende mi alma con estruendo a los valles!
Demasiado tiempo he estado anhelando y mirando a lo lejos. Demasiado tiempo he pertenecido a la soledad: así he olvidado el callar.
Me he convertido todo yo en una boca, y en estruendo de arroyo que cae de elevados peñascos: quiero despeñar mis palabras a los valles.
¡Y lo haré aunque el río de mi amor se precipite en lo infranqueable! ¡Cómo no va a acabar encontrando tal río el camino hacia el mar!
Sin duda hay en mí un lago, un lago eremítico, que se basta a sí mismo; mas el río de mi amor lo arrastra hacia abajo consigo- ¡al mar!
Nuevos caminos recorro, un nuevo modo de hablar llega a mí; me he cansado, como todos los creadores, de las viejas lenguas. Mi espíritu no quiere ya caminar sobre sandalias usadas.
Con demasiada lentitud corre para mí todo hablar: - ¡a tu carro salto, tempestad! ¡E incluso a ti quiero arrearte con el látigo de mi maldad!
Como un grito y una exclamación jubilosa quiero correr sobre anchos mares, hasta encontrar las islas afortunadas donde moran mis amigos:-
¡Y mis enemigos entre ellos! ¡Cómo amo ahora a todo aquel a quien me sea lícito hablarle! También mis enemigos forman parte de mi bienaventuranza.
Y si quiero montar en mi caballo salvaje, lo que mejor me ayuda siempre a subir es mi lanza: ella es el servidor constantemente dispuesto de mi pie: -
¡La lanza que arrojo contra mis enemigos! ¡Cómo les agradezco a mis enemigos el que por fin se me permita arrojarla!
Demasiado grande era la tensión de mi nube: entre carcajadas de rayos quiero lanzar granizadas a la profundidad.
Poderoso se hinchará entonces mi pecho, poderoso exhalará su tempestad por encima de los montes: así quedará aliviado.
¡En verdad, semejantes a una tempestad llegan mi felicidad y mi libertad! Pero mis enemigos deben creer que es el Maligno; el que se enfurece sobre sus cabezas.
Sí, también os asustaréis vosotros, amigos míos, a causa de mi  sabiduría salvaje;  y tal vez huyáis de ella juntamente con mis enemigos.
¡Ay, si yo supiese atraeros con flautas pastoriles a volver atrás! ¡Ay, si mi leona Sabiduría aprendiese a rugir con dulzura! ¡Y muchas cosas hemos ya aprendido juntos!
Mi sabiduría salvaje quedó preñada en montañas solitarias;sobre ásperos peñascos parió su nueva, última cría.
Ahora corre enloquecida por el duro desierto y busca y busca blando césped - ¡mi vieja sabiduría salvaje!
¡Sobre el blando césped de vuestros corazones, amigos míos! - ¡sobre vuestro amor le gustaría acostar lo más querido para ella!

Así habló Zaratustra.



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EN LAS  ISLAS AFORTUNADAS

Caen del árbol los higos. Son dulces y buenos. Y, según caen, se abre su roja piel. Viento del norte soy para los higos maduros.
Amigos míos, igual que los higos maduros caen estas enseñanzas sobre vosotros: Bebed su jugo y su dulce pulpa. Nos rodea  el otoño, el cielo puro, la tarde.
¡Ved qué plenitud nos rodea! Y es bello mirar, desde el seno de la abundancia, hacia mares lejanos.
En otros tiempos, al mirar hacia mares lejanos se pensaba en Dios. Mas ahora yo os he enseñado a decir: Superhombre.
Dios es una conjetura. Pero quiero que vuestras conjeturas no vayan más lejos que vuestra voluntad creadora.
¿Podriais vosotros crear un Dios? ¡No me habléis, entonces, de dioses! Mas el Superhombre sí podéis crearlo. Quizá no podréís vosotros mismos, hermanos. Mas podríais transformaros en padres y ascendientes del Superhombre. ¡Sea ésa vuestra mejor creaciónl
Dios es una conjetura. Mas yo quiero que vuestras conjeturas no rebasen lo pensable.
¿Podríais vosotros pensar a Dios? ¡Ojalá que la voluntad de verdad signifique para vosotros que todo sea transformado en algo pensable por el hombre, visible para el hombre, sentible para el hombre! ¡Llegad hasta las fronteras de vuestros sentidos!
Y eso que llamáis mundo debe ser creado primero por vosotros: vuestra razón, vuestra imagen, vuestra voluntad, vuestro amar, deben hacerse ese mundo. Y por cierto que para vuestra felicidad, hombres del conocimiento!
¿Y cómo soportariais la vida sin esa esperanza, vosotros, los hombres del conocimiento? No podéis estableceros por nacimiento en lo incognoscible ni en lo irracional.
Pero, amigos mios, para revelaros por entero mi corazón: si hubiera dioses ¿cómo toleraria yo no ser Dios? Por tanto, no hay dioses.
Yo soy, en realidad, el autor de esa conclusión: mas ahora es ella la que me saca a mí.
Dios es una conjetura. ¿Quién bebería, empero, sin morir, todo el tormento de esa conjetura?
¿Debe arrebatarse al creador su fe, debe impedirse al águila que vuele en lo más alto? Dios es un pensamiento que tuerce todo lo derecho y vuelca cuanto está en pie.
¿Es que el tiempo podría ser abolido, y ser falso todo cuanto es perecedero?
Pensar eso es torbellino y vértigo del humano esqueleto, y hasta un vómito para el estómago: en verdad, a esa hipótesis la llamo «enfermedad de vértigo.
Malvadas llamo, y enemigas del hombre, a todas esas doctrinas de lo Uno y lo Lleno, y lo Inmóvil, y lo Saciado, y lo Imperecedero.
¡Lo imperecedero no es más que un simbolo! Los poetas  mienten demasiado.
De tiempo y de devenir deben hablar los mejores simbolos. ¡Deben ser una alabanza y una justificación de todo lo perecedero!
Crear: ahí está el gran alivio del dolor, y así es como se hace más ligera la vida. Mas para que llegue a existir un creador precisan muchas crisis de dolor y muchas transformaciones.
¡Si. creadores. muchas muertes amargas ha de haber en nuestra vida! Así sois voceros y defensores de todo lo perecedero.
Para ser el niño que vuelve a nacer, el creador tiene que querer ser también la parturienta, y los dolores de la parturienta.
En verdad, he recorrido mi camino a través de cien almas, a través de cien cunas, a través de cien dolores de parto. Ya me he despedido muchas veces; y conozco esas horas, desgarradoras, de las despedidas.
Mas asi lo quieren mi voluntad creadora y mi destino. O, para decirlo de un modo más honrado, tal destino es justamente el que quiere mi voluntad.
Todo cuanto siente, en mí sufre y está como preso. Mas mi voluntad acude siempre en mi socorro, como mensajero de alegría.
El querer hace libres: tal es la doctrina verdadera acerca de la voluntad y de la libertad. Así os lo enseña Zarathustra.
No-querer-ya, y no-estimar-ya, y no-crear-ya. ¡Que ese gran cansancio esté siempre lejos de mí!
También en el conocer siento únicamente el placer de mi voluntad de crear y devenir. Si en mi conocimiento hay inocencia es porque en él hay voluntad de crear.
Lejos de Dios y de los dioses me ha atraido esa voluntad. ¿Qué  habria que crear -si hubiera dioses?
Mi vehemente voluntad de crear me empuja siempre de nuevo hacia los hombres; así se siente el martillo impulsado hacia la piedra. ¡Ay, hombres, en la piedra duerme para mí una imagen, la imagen de mis imágenes! ¡Ay, que ella tenga que dormir en la piedra más tosca y dura¡
Mi martillo golpea con furia su cárcel y la piedra salta a pedazos...,¿qué me importará a mí?
Quiero acabar..., pues se ha acercado a mí una sombra... ¡La más callada y ligera de todas las cosas vino a mí!
La belleza del Superhombre vino a mí como una sombra. ¡Ay, hermanos, qué me importan ya-los dioses!
Asi habló Zarathustra.


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De los compasivos

Amigos míos, han llegado unas palabras de mofa hasta vuestro amigo: «¡Ved a Zaratustra! ¿No camina entre nosotros como si fuésemos animales?»
Pero está mejor dicho así: «¡El que conoce camina entre los hombres como entre animales que son!».
Mas, para el que conoce, el hombre mismo se llama: el animal que tiene mejillas rojas.
¿Cómo le ha ocurrido eso? ¿No es porque ha tenido que avergonzarse con demasiada frecuencia?
¡Oh, amigos míos! Así habla el que conoce: Vergüenza, vergüenza, vergüenza- ¡ésa es la historia del hombre!
Y por ello el noble se ordena a sí mismo no causar vergüenza: se exige a sí mismo tener pudor ante todo lo que sufre.
En verdad, yo no soporto a ésos, a los misericordiosos que son bienaventurados en su compasión: les falta demasiado el pudor.
Si tengo que ser compasivo, no quiero, sin embargo, ser llamado así; y si lo soy, entonces prefiero serlo desde lejos.
Con gusto escondo también la cabeza y me marcho de allí antes de ser reconocido: ¡y así os mando obrar a vosotros, amigos míos!
¡Quiera mi destino poner siempre en mi senda a gentes sin sufrimiento, como vosotros, y a gentes con quienes me sea lícito tener en común la esperanza y la comida y la miel!
En verdad, yo he hecho sin duda esto y aquello en favor de los que sufren: pero siempre me parecia que yo obraba mejor cuando aprendía a alegrarme mejor.
Desde que hay hombres el hombre se ha alegrado demasiado poco: ¡tan sólo esto, hermanos míos, es nuestro pecado original!
Y aprendiendo a alegrarnos mejor es como mejor nos olvidamos de hacer daño a otros y de imaginar daños.
Por eso yo me lavo la mano que ha ayudado al que sufre, por eso me limpio incluso el alma.
Pues me he avergonzado de haber visto sufrir al que sufre, a causa de la
vergüenza de él y cuando le ayudé, ofendí duramente su orgullo.
Los grandes favores no vuelven agradecidos a los hombres, sino vengativos; y si el pequeño beneficio no es olvidado acaba convirtiéndose en un gusano roedor.
«¡Sed reacios en el aceptar! ¡Honrad por el hecho de aceptar!, - esto aconsejo a quienes nada tienen que regalar.
Pero yo soy uno que regala: me gusta regalar, como amigo a los amigos. Los extraños, en cambio, y los pobres, que ellos mismos cojan el fruto de mi árbol: eso avergüenza menos.
¡Más a los mendigos se los deberia suprimir totalmente! En verdad, molesta el darles y molesta el no darles.
¡E igualmente a los pecadores, y a las conciencias malvadas! Creedme, amigos míos: los remordimientos de conciencia enseñan a morder.
Lo peor, sin embargo, son los pensamientos mezquinos. ¡En verdad, es mejor haber obrado con maldad que haber pensado con mezquindad!
Es cierto que vosotros decís: «El placer obtenido en maldades pequeñas nos ahorra más de una acción malvada grande». Pero aqui no se debería querer ahorrar.
Como una llaga es la acción malvada: escuece e irrita y revienta, - habla sinceramente.
«Mira, yo soy enfermedad» - así habla la acción malvada; ésa es su sinceridad.
Mas el pensamiento mezquino es igual que el hongo: se arrastra y se agacha y no quiere estar en ninguna parte - hasta que el cuerpo entero queda podrido y mustio por los pequeños hongos.
A quien, sin embargo, está poseído por el diablo yo le digo al oído esta frase: «¡Es mejor que cebes a tu diablo! ¡También para ti sigue habiendo un camino de grandeza! -
¡Ay, hermanos míos! ¡Se sabe de cada uno algo de más! Y muchos se nos vuelven transparentes, mas aun así estamos muy lejos todavía de poder penetrar a través de ellos.
Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy difícil.
Y con quien más inicuos somos no es con aquel que nos repugna, sino con quien nada en absoluto nos importa.
Si tú tienes, sin embargo, un amigo que sufre, sé para su sufrimiento un lugar de descanso, mas, por así decirlo, un lecho duro, un lecho de campana: así es como más útil le serás.
Y si un amigo te hace mal, di: «Te perdono lo que me has hecho a mí; pero el que te hayas hecho eso a ti - ¡cómo podría yo perdonarlo!»
Así habla todo amor grande: él supera incluso el perdón y la compasión.
Debemos sujetar nuestro corazón; pues si lo dejamos ir, ¡qué pronto se nos va entonces la cabeza!
Ay, ¡en qué lugar del mundo se han cometido tonterías mayores que entre los compasivos! ¡Y qué cosa en el mundo ha provocado más sufrimiento que las tonterías de los compasivos!
¡Ay de todos aquellos que aman y que no tienen todavía una altura que esté por encima de su compasión!
Así me dijo el demonio una vez: «También Dios tiene su infierno: es su amor a los hombres.»
Y hace poco le oí decir esta frase: «Dios ha muerto; a causa de su compasión por los hombres ha muerto Dios». -
Por ello, estad prevenidos contra la compasión: ¡de ella continúa viniendo a los hombres una nube! ¡En verdad, yo entiendo de señales del tiempo!
Mas recordad también esta frase: todo gran amor está por encima incluso de toda su compasión: pues él quiere además -¡crear lo amado!
«De mí mismo hago ofrecimiento a mi amor, y de mi prójimo igual que de mí» - éste es el lenguaje de todos los creadores.
Mas todos los creadores son duros. -

Así habló Zaratustra.


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DE LOS SACERDOTES

Cierta vez Zarathustra hizo una seña a sus discipulos, y les habló asi:
Ahí hay sacerdotes. Aun cuando sean mis enemigos, pasad por su vera en silencio, con las
espada dormida. También entre ellos hay héroes. Muchos de ellos han sufrido demasiado. - Por eso quieren hacer sufrir a otros.
Son enemigos malos. Nada hay más vengativo que su humildad: fácilmente se mancha quien les ataca. Mas mi sangre es parienta de la suya; y hasta en la suya quiero que sea honrada mi sangre.
Y cuando hubieron pasado a su lado, a Zarathustra le embargó la tristeza; después de haber luchado algún tiempo con su dolor, habló así:
Estos sacerdotes me dan lástima; y también me repugnan: si bien esto es para mí lo menos, desde que vivo entre los hombres.
Pero yo sufro y he sufrido con ellos. Réprobos y cautivos son para mí. Aquel a quien llaman ellos su Redentor les ha cargado de cadenas. ¡De cadenas de valores falsos, y de palabras ilusorias!  ¡Ah, quién pudiera redimirles de su redentor!
En otro tiempo creyeron llegar a una isla, cuando el mar les arrojaba lejos: pero se trataba de un monstruo dormido.
Valores falsos y palabras ilusorias: Esos son los monstruos peores para los mortales. La fatalidad duerme y aguarda en ellos largo tiempo. Mas al fin llega, despierta y devora aquello que construyó cabañas sobre ella.
¡Mirad las cabañas que se han construido los sacerdotes! Iglesias llaman a sus antros de empalagoso aroma.
¡Qué luz tan falsa la suya, qué aire con olor a moho! ¡Ahí no es lícito al alma subir volando hasta su propia altura!
Pues su fe les exhorta: "¡Subid las escaleras de rodillas, pecadores!".
En verdad, prefiero ver a un hombre sin pudor, antes que los ojos torcidos de ese pudor y esa devoción.
¿Quién creó para si tales antros y escaleras de mortificación? ¿No sería alguien que queria esconderse y se avergonzaba del cielo puro?
Y sólo cuando el cielo puro, mire de nuevo, a través de las bóvedas derruidas, y llegue hasta las hierbas y la roja amapola crecida entre las grietas -sólo entonces querré yo volver mi corazón hacia las moradas de ese dios.
Ellos llamaron Dios a cuanto les contrariaba o causaba dolor: y, en verdad, su devoción tuvo mucho de heroismo.
¡Y no supieron amar a su Dios como no fuera crucificando al hombre!
Como cadáveres quisieron vivir, y amortajaron de negro su propio cadáver: hasta en sus discursos percibo el hedor de las cámaras mortuorias.
Quien vive cerca de ellos vive cerca de negros estanques, y desde éstos el sapo, melancólico, entona sus canciones.
Para que yo aprendiese a creer en su redentor tendrían que cantarme mejores canciones; y sus discípulos tendrian que parecerme más redimidos.
Desnudos quería verles, pues solamente la belleza deberia predicar penitencia. Mas ¿a quién persuade esa tribulación embozada?
¡En verdad, sus mismos redentores no vinieron de la libertad, ni del séptimo cielo de la libertad! ¡En verdad, no caminaron nunca sobre las alfombras del conocimiento!
De huecos estaba constituido el espíritu de tales redentores. En cada hueco colocaron su quimera. su tapahuecos, al que llamaban Dios.
En su piedad se habia ahogado su espiritu, y cuando se henchian y desbordaban de piedad, siempre sobrenadaba  en la superficie una gran tonteria.
Con celo y griterío conducían su rebaño, por su propia vereda. ¡Como si no existiera más que una vereda que condujera hacia el futuro! En verdad, también esos pastores formaban parte de las ovejas.
Espíritus enanos y almas voluminosas tenian esos pastores; pero, hermanos, ¡cuán diminutos países han sido hasta ahora las almas más voluminosas!
En los senderos que recorrieron esccribieron signos de sangre. ¡Y su tontería predicaba que la verdad se demuestra con sangre!
Mas la sangre es el peor testimonio de la verdad: la sangre envenena hasta la doctrina más pura, la trueca en ilusión y odio de los corazones .
Y si alguien entra en la hoguera por defender su doctrina, ¿qué prueba eso? ¡Mejor es que del propio incendio salga la propia doctrina!
Corazón ardiente y cabeza fría: cuando coinciden surge el torbellino, el "redentor".
¡Ha habido en verdad hombres más grandes y demás alta cuna que esos denominados redentores por el pueblo; esos vientos arrebatadores y violentos¡
¡Hermanos míos, si queréis hallar el camino hacia la libertad, tendréis que ser redimidos por hombres más grandes que todos los redentores!
Aún no ha llegado el Superhombre. Mas ya he visto desnudos a los dos hombres, el más grande y el más diminuto.
Aún se parecen demasiado los dos. En verdad, al más grande le hallo  todavía idemasiado humano!,
Asi habló Zarathustra.



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DE LOS VIRTUOSOS

Con truenos y celestes fuegos de artificio, asi es como voy a hablar a los sentidos flojos y dormidos.
Más la voz de la belleza habla quedo: solamente llega a insinuarse en las almas más despiertas.
Mi escudo ha reído y vibrado hoy con suavidad: esas son la sagrada vibración y risa de la belleza.
Mi belleza se ha reído hoy de vosotros, los virtuosos.
Y su voz llegó hasta mí, y me dijo: ¡Ellos quieren además que se les pague!,
¿Pretendéis que se os pague por la virtud? ¿Pretendéis el cielo a cambio de la tierra, y la eternidad a cambio de vuestro hoy?  ¿Y os irritáis contra mi porque os digo que no existe pagador ni remunerador? En verdad, ni siquiera enseño que la virtud sea su propia recompensa.
¡Ay, ésa es mi pena! Arteramente se ha puesto en el fondo de las cosas recompensa y castigo. Y ahora, ¡hasta en el fondo de vuestras almas, virtuosos!.
Mas semejante al colmillo del jabali, mi palabra debe desgarrar el fondo de vuestras almas:
reja de arado quiero ser para vosotros!
Todos los secretos de vuestras almas deben salir a la luz. Y cuando, revueltos y destrozados, estéis por el suelo, al sol, entonces también vuestra mentira estará separada de vuestra verdad.
Esta es vuestra verdad: sois demasiado limpios para la suciedad de estas palabras: venganza, castigo, recompensa, o represalia.
Como la madre a su hijo, asi amáis vosotros a vuestra virtud: pero, ¿cuándo se dijo que una madre quisiera ser pagada por su amor?
Vuestra virtud es vuestro si mismo más querido para vosotros mismos. Hay en vosotros sed de anillo: para a!canzarse de nuevo a si mismo lucha y gira todo anillo.
Y semejantes a la estrella que se apaga son vuestros actos de virtud: su luz sigue siempre en camino y en marcha. ¿Y cuándo dejará de estarlo?
También la luz de vuestra virtud continúa en camino aunque ya esté cumplida la obra. Puede estar ésta olvidada y muerta: sus rayos de luz prosiguen el viaje.
¡Sea vuestra virtud vuestro sí mismo, y no algo extraño, una epidermis, un manto! ¡Esa es la verdad que brota del fondo de vuestra alma, virtuosos!
Mas ultimamente hay también algunos para quienes la virtud es un espasmo bajo un látigo. ¡Creo que oisteis demasiado los gritos de ellos!
Otros llaman virtud a la pereza de sus vicios, y cuando sus odios y sus envidias se desperezan, entonces su .justicia  despierta, restregándose los ojos adormilados.
Otros hay también a quienes parecen tirarles desde abajo: son sus demonios que les arrastran; y cuanto más se hunden, tanto más se encienden sus ojos y tanto más codician a su dios.
¡Ay, hasta vosotros, virtuosos, llegaron tambien los gritos de estos últimos! ¡Todo lo que yo nos soy, eso, eso son para mi Dios y la virtud!
Tampoco faltan otros que llevan mucho peso, y rechinan  por ello como carros que avanzan cuesta abajo, cargados de pedruscos: hablan mucho de dignidad y de virtud ¡a sus frenos llaman virtud!
Y hay otros que son como relojes a los que se precisa dar cuerda todos los días: producen su tic-tac, y pretenden que a ese tic-tac se le llame virtud.
En verdad, con ésos me divierto: cuando vea a esos relojes les daré cuerda con mi mofa: y no tendrán más remedio que ronronear.
Otros se jactan de su puñado de justicia, y a causa de ella cometen crímenes contra todas las cosas: tanto que el mundo se ahoga en su injusticia.
¡Náuseas siento, cuando les sale de la boca la palabra rvirtud! Y cuando dicen  yo soy justo, suena como si dijeran: ¡Estoy vengado!.
Con su virtud quieren arrancar los ojos a sus enemigos; y se ensalzan, solamente para humillar a los demás.
Otros más existen que se sientan en su charca y hablan así desde el cañavera!: ¡Virtud es sentarse en silencio en la propia charca. Nosotros no mordemos a nadie, y nos alejamos del camino de quienes quieren morder; y en todas las cosas tenemos la opinión que se nos transmite.
Y también hay quienes aman los gestos y piensan: La virtud es una especie de gesto.
Sus rodillas están siempre dispuestas a adorar y sus manos son alabanzas de la virtud. Mas su corazón nada sabe de todo eso.
Otros hay que tienen por virtud el decir: La virtud es necesaria; pero en el fondo creen que sólo  la policía es necesaria.
Y muchos que ignoran lo que es elevado en el hombre, llaman virtud a ver de cerca su propia mezquindad: de ahí que llamen virtud a su malvada mirada.
Y algunos quieren ser elevados y glorificados, y llaman a eso virtud; otros prefieren ser abatidos, y también llaman a eso virtud.
Asi, casi todos estiman participar en la virtud: cada uno, por lo menos, quiere ser experto en bien y mal.
Zarathustra no vino, empero, para decir a todos esos mentirosos y necios: ¡Qué sabéis vosotros de virtud!  ¡Qué podríais vosotros saber de virtud!
Sino para que vosotros, amigos míos, os hartéis de las palabras viejas aprendidas de los necios y de los mentirosos.
Para que os canséis de las palabras recompensa, castigo», «retribución,o Justa Venganza».
Para que os canséis de decir: una acción es buena si es desinteresada.
¡Que esté vuestro si mismo en la acción. amigos míos, como la madre está en el hijo! ¡Que sea ésta vuestra palabra sobre la virtud!
En verdad, os he quitado cien palabras, y los juguetes más preciados de vuestra virtud: de ahí que os irritéis conmigo como se irritan los niños.
Mientras jugaban junto al mar, llegó una ola y se les llevó al fondo sus juguetes: ahora lloran.
Mas esa misma ola les traerá juguetes nuevos y depositará a sus pies conchas multicolores.
Así serán consolados, y a vosotros, amigos míos os ocurrirá otro tanto: también vosotros tendréis vuestros consuelos, y nuevas conchas multicolores.
Así habló Zarathustra.




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DE LA CHUSMA

Fuente de alegria es la vida. Mas donde la chusma va a beber con los demás, todos los pozos quedan envenenados.
Gústame todo lo puro; pero no soporto ver los hocicos de mofa y la insaciable sed de los impuros.
Miran al fondo del pozo: del pozo me sube reflejada su repulsiva sonrisa.
Han envenenado con su lascivia el agua santa, y, como llamaron placer a sus sucios ensueños, han envenenado incluso las palabras.
La llama se indigna cuando ellos acercan al fuego sus húmedos corazones. Y el espíritu hierve y humea cuando la chusma se acerca al fuego.
La fruta se pasa y se torna empalagosa en su mano: al frutal, su mirada lo vuelve fácil de desgajar por el viento, y le seca las ramas.
Más de uno que se apartó de la vida, se apartó tan sólo de la chusma: no quería compartir su agua, ni su llama, ni su fruta, con la chusma.
Y más de uno que huyó al desierto y padeció sed entre las fieras, quería solamente no sentarse con sucios camelleros en torno a la cisterna.
Y más de uno que llegó como ángel exterminador y como granizada sobre la cosecha, queria solo hollar con sus pies la boca de la chusma, para taparle el gaznate.
Y el bocado más difícil de tragar no es saber que la vida impone hostilidad, y muerte, y crucifixión. Sino que una vez pregunté, y casi me sofoqué con mi pregunta: ¿Cómo? ¿La vida necesita tambien de la chusma?
¿Serán necesarios pozos envenenados, y hogueras apestosas, y sueños sucios, y hasta gusanos en el pan de la vida?
¡No ha sido mi odio, sino la náusea, la que se ha cebado en mi vida! ¡Ay de mí! Muchas veces he llegado a hastiarme del espiritu al comprobar que también la chusma es ingeniosa .
Volvi la espalda al que domina cuando descubrí a qué llaman dominar: regatear y chalanear por el poder ¡con la chusma!
Entre los pueblos de lengua extraña he habitado con las orejas tapadas, para que me fuera siempre extraña la lengua de sus chalaneos, y su regatear por el poder.
Y tapándome la nariz he pasado con disgusto por todo el ayer y todo el hoy: ¡cómo apestan el ayer y el hoy a chusma que escnbe!
Cual un paralitico que se hubiera vuelto sordo, ciego y mudo, asi he vivido largo tiempo, para no convivir con la chusma del poder, de la pluma o de los placeres.
Trabajosa y cautelosamente subía escaleras mi espíritu: limosnas de placer fueron su alivio; apoyada en su báculo se arrastraba la vida del ciego.
¿Qué me ocurrió entonces? ¿Cómo me redimió mi nausea? ¿Y quién rejuveneció mis ojos? ¿Cómo volé hacia la altura donde no hay ya chusma sentada junto al pozo?
¿Mi misma náusea me dio alas, y las fuerzas que adivinan los manantiales?  En verdad, tuve que volar hasta lo mas alto para volver a encontrar el manantial del placer
¡Y al fin lo hallé, hermanos mios! Aquí, en lo más alto, brotó para mi el manantial del placer. ¡Y hay una vida de la cual la chusma no bebe con los demás!
¡Oh, fuente del placer, brotas casi con excesiva energía  para mí! A menudo has vaciado la copa al querer llenarla.
Tendré que aprender a acercarme a ti con mayor modestia. Mi corazón tiende aún a tu encuentro con excesiva violencia.
Mi corazón, sobre el que arde mi verano, breve, ardiente, melancóiico y venturoso. ¡Cómo ansía tu frescura mi corazón estival!
Pasó ya la titubeante tribulación de mi primavera.¡Pasaron ya los malignos copos de las nevadas de junio! ¡En verano me transformé por entero, y en mediodía de verano!
Un verano en la cumbre, con fríos manantiales y silencio dulce: ¡amigos mios, venid para que el silencio me resulte más dichoso!
Pues ésta es nuestra altura y nuestra patria: habitamos en un lugar demasiado alto y escarpado para los impuros y para su sed.
¡Amigos mios, lanzad vuestros ojos puros en el manantial de mi placer! No por eso se enturbiará mi agua.La respuesta de ésta será la risa de su pureza.
En el árbol del Futuro construimos nosotros nuestro nido: las águilas nos traeran alimento en sus picos, a nosotros, los
solitarios.
Y no un alimento del que también sea licito comer a los impuros: ¡Creerán devorar fuego, y se les abrasarian los hocicos!
En verdad, no tenemos aqui dispuestas moradas para los impuros: nuestra bienaventuranza sería una caverna de hielo para eilos y para sus espírítus.
Y como fuertes vientos anhelamos vivir por encima de ellos, vecinos de las águilas, vecinos de las nieves perpetuas, vecinos del sol; como viven los fuertes vientos.
Igual que los vientos quiero yo soplar entre ellos, y cortar con mi espiritu la respiración de su espirítu: asi lo quiere mi futuro.
En verdad, Zarathustra es eso: un intenso viento para todas las hondonadas. Y este consejo da a sus enemigos, y a quienes escupen o vomitan: ¡guardaos de escupir contra el viento!
Asi habló Zarathustra.



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DE LAS
TARANTULAS

¡Mira, ésa es la cueva de la tarántula!  ¿Quieres verla a ella misma? Ahí cuelga su tela: tócala, para que tiemble.
Aqui, está, sin hacerse de rogar. ¡Bien venida, tarántula! Sobre tu lomo negrea tu emblema tnangular; y también conozco lo que hay en tu alma.
En tu alma se asienta la venganza. Alli donde tú muerdes, una costra negra se forma: el veneno de tu
venganza hace bailar, como un torbellino, a las almas.
¡Torbellinos de venganza encrespa en el alma tu veneno!
Así os hablo en parábola a vosotros, los que levantáis torbellinos en el alma, ¡vosotros, predicadores de la igualdad! ¡Tarántulas sois para mi, y vengativos ocultos!
Pero voy a sacaros de vuestros escondrijos. ¡Por eso me carcajeo en vuestra cara, con mi carcajada de las alturas!
Por eso desgarro vuestra tela, para que la rabia os haga salir de vuestros antros de mentiras, y vuestra venganza aparezca tras vuestra palabra "justicia".
¡Sea el hombre redimido de la venganza! Ese es para mi el puente hacia la suprema esperanza, y un arco iris tras prolongadas tempestades.
Muy distinto es, en verdad, lo que las tarántulas quieren: L1ámese para nosotros justicia precisamente a esto: ¡que el mundo se llene de las tempestades de nuestra venganza!, -asi hablan entre sí.
Vengarnos queremos, y burlarnos de cuantos no sean iguales a nosotros. - Eso se juran a si mismos, los corazones de tarántulas.
Voluntad de igualdad, ése debe ser en lo sucesivo el nombre de la virtud. ¡Y lanzaremos nuestros aullidos contra todo lo que tiene poder!
¡Oh, predicadores de la igualdad, el tiránico delirio de vuestra impotencia es lo que en vosotros reclama a gritos la igualdad! Con palabras de virtud se disfraza vuestra oculta concupiscencia tiránica. Presunción amargada, envidia reprimida, tal vez presunción y envidia de vuestros padres: en vosotros resurgen como llamas y quimeras de venganza.
Lo que el padre silenció, en el hijo habla: muchas veces comprobé que el hijo era el desvelado secreto del padre.
A los entusiastas se asemejan: mas no es el corazón lo que se les entusiasma, sino la venganza. Y cuando se vuelven sutiles y fríos no es por el espiritu, sino por la envidia.
Su envidia les conduce también a los senderos de los pensadores, y ése es el signo característico de su envidia.
Van siempre demasiado lejos; tanto, que, a la postre, tienen que echarse a dormir incluso sobre la nieve.
En cada una de sus quejas resuena la venganza, en cada una de sus alabanzas late un agravio: ser jueces es para ellos la dicha suprema.
Amigos mios, yo os lo aconsejo: ¡desconfiad de quienes tienen fuerte tendencia a imponer castigos!
Es gente de mala índole y de mal origen: por sus ojos asoman el verdugo y el sabueso.
¡Desconfiad de quienes hablan continuamente de su justicia!  En verdad, no es sólo   miel lo que falta a sus almas.
Y si se llaman a si mismos los buenos y justos, no olvidéis que para ser fariseos no les falta sino  ¡poder!
Amigos mios, no quiero que se me mezcle y confunda con otros.
Hay quienes predican mi doctrina acerca de la vida, y son a la vez predicadores de la igualdad, y tarántulas.
Su hablar en favor de la vida, aunque ellos están agazapados en sus cuevas y apartados de la vida, esas arañas ponzoñosas, se debe a que así quieren hacer daño.
Quieren hacer daño, con esos ardides, a quienes detentan el poder: pues entre éstos la predicación de la muerte tiene la mejor acogida.
De no ser así, las tarántulas predicaría otras doctrinas: justamente fueron ellos, en otro tiempo, quienes mejor calumniaron el mundo y quemaron herejes.
No quiero ser mezclado ni confundido con esos predicadores de la igualdad. Pues la justicia me dice: Los hombres no son iguales
¡Ni deben llegar a serlo!  ¿Qué sería mi amor al Superhombre, si yo hablara de otro modo?
Por mil puentes o sendas deben los hombres lanzarse hacia el futuro, y entre ellos debe implantarse más guerra y más desigualdad. ¡Así me hace hablar mi gran amor!
¡Inventores de imágenes y de fantasmas deben llegar a ser en sus hostilidades! ¡Con sus imágenes y sus fantasmas, luchen aún unos con otros su batalla suprema!
Bueno y malo, y rico y pobre, y alto y bajo, y los restantes nombres de los valores, deben ser otras tantas armas, y estandartes que proclamen que la vida tiene que superarse continuamente a sí misma.
¡La vida misma quiere edificarse hacia la altura, con pilares y peldaños!: hacia lejanos horizontes quiere mirar, y hacia una dichosa hermosura- ¡por eso necesita altura!
Y ya que necesita altura, necesita de peldaños y de la contradicción entre los peldañios y los que suben. Subir quiere la vida, y, subiendo, superarse a sí misma.
Advertirlo bien, amigos míos: aquí, en la cueva de la tarántula, se alzan hacia arriba las ruinas de un viejo templo. - ¡C ontempladla con ojos iluminados!
En verdad, quien convirtió aquí un día sus pensamientos en torre, ése conocía, como el más sabio, el misterio de la vida.
Que existen lucha y desigualdad hasta en la belleza, y guerra por el poder, y por el sobrepoder: eso es lo que aquí él nos enseña, en simbolo clarísimo.
A la manera como bóvedas y arcos se traban cuerpo a cuerpo en divino combate, y se derrumban; al modo como con luz y sombra y pugnan ellos entre sí, llenos de divinas aspiraciones -¡Así nosotros, con igual seguridad y belleza, amigos mios, queremos oponernos, a lo divino, en nuestras aspiraciones!
¡Ay! ¡A mí mismo me ha mordido la tarántula, mi vieja enemiga! ¡Con su seguridad y su belleza divinas me ha picado en el dedo!
Habrá pensado así: Castigo ha de haber, y justicia. ¡Este hombre no debe cantar aquí impunemente himnos en honor de la enemistad!
¡Ay de mi, ya se vengó! ¡Ahora, con su venganza, producirá también su torbellino en mi propia alma!
Mas para que yo no padezca en el torbellino, amigos mios, ¡atadme fuertemente a esta columna! ¡Antes santo estilita que torbellino de venganza!
En verdad, no es Zarathustra una tromba ni un torbellino; Y, si es un bailalin, no es bailarin de tarántulas, ¡no baila la tarantela!
Así habló Zarathustra.



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De los sabios famosos

Al pueblo habéis servido, y a la superstición del pueblo, todos vosotros, sabios famosos! - ¡y no a la verdad! Y precisamente por esto se os tributaba veneración.
Y también por esto se soportaba vuestra incredulidad, ya que ésta era un ardid y un camino indirecto para llegar al pueblo. Así deja el señor plena libertad a sus esclavos y se divierte además con la petulancia de éstos.
Mas quien al pueblo le resulta odioso, como se lo resulta un lobo a los perros: ése es el espíritu libre, el enemigo de las cadenas, el que no adora, el que habita en los bosques.
Arrojarlo de su cobijo - eso es lo que ha significado siempre para el pueblo el «sentido de lo justo»: contra él continúa azuzando a sus perros de más afilados dientes.
«Pues la verdad está aquí: ¡ya que aquí está el pueblo! ¡Ay, ay de los que buscan!, - así se viene diciendo desde siempre.
A vuestro pueblo queríais darle razón en su veneración: ¡a eso lo llamasteis «voluntad de verdad» vosotros, sabios famosos!
Y vuestro corazón se decía siempre a sí mismo: «del pueblo he venido: de allí me ha venido también la
voz de Dios»
Duros de cerviz y prudentes, como el asno, habéis sido siempre vosotros en cuanto abogados del pueblo.
Y más de un poderoso que quería marchar bien con el pueblo enganchó delante de sus corceles - un asnillo, un sabio famoso.
¡Y ahora yo quisiera, sabios famosos, que por fin arrojaseis totalmente de vosotros la piel de león!
¡La piel del animal de presa, de manchas multicolores, y las melenas del que investiga, busca, conquista!
¡Ay, para que yo aprendiera a creer en vuestra «veracidad» tendríais primero que hacer pedazos vuestra voluntad veneradora!
Veraz - así llamo yo a quien se marcha a desiertos sin dioses y ha hecho pedazos su corazón venerador.
En medio de la arena amarilla, y quemado por el sol, ciertarnente mira a hurtadillas, sediento, hacia los oasis abundantes en fuentes, en donde seres vivos reposan bajo oscuros árboles.
Pero su sed no le persuade a hacerse igual a aquellos comodones: pues donde hay oasis, allí hay también imágenes de idolos.
Hambrienta, violenta, solitaria, sin dios: así es como se quiere a sí misma la voluntad leonina.
Emancipada de la felicidad de los siervos, redimida de dioses y adoraciones, impávida y pavorosa, grande y solitaria: así es la voluntad del veraz.
En el desierto han habitado desde siempre los veraces, los espíritus libres, como señores del desierto; pero en las ciudades habitan los bien alimentados y famosos sabios, - los animales de tiro.
Siempre, en efecto, tiran ellos, como asnos, - ¡del carro del pueblo!
No es que yo me enfade por esto con ellos: mas para mí siguen siendo servidores, y uncidos, aunque brillen con arreos de oro.
Y a menudo han sido servidores buenos y dignos de alabanza. Pues así habla la virtud: «¡Si tienes que ser servidor, busca a aquel a quien más aprovechen tus servicios!
El espíritu y la virtud de tu señor deben crecer por el hecho de ser tú su servidor: ¡así creces tú mismo junto con el espíritu y con la virtud de aquél!»
Y en verdad, ¡vosotros sabios famosos, vosotros servidores del pueblo! Vosotros mismos habéis crecido junto con el espíritu y con la virtud del pueblo - ¡y el pueblo mediante vosotros! ¡En vuestro honor digo yo esto!
Mas pueblo seguís siendo vosotros para mí, incluso en vuestras virtudes, pueblo de ojos miopes, - ¡pueblo que no sabe qué es espíritu!
Espíritu es la vida que se saja a sí misma en vivo: con el propio tormento aumenta su propio saber - ¿sabíais ya esto?
Y la felicidad del espíritu es ésta: ser ungido y ser consagrado con lágrimas para víctima del sacrificio - ¿sabíais ya esto?
Y la ceguera del ciego y su buscar y tantear deben seguir dando testimonio del poder del sol al que miró - ¿sabíais ya esto?
¡Y el hombre que conoce debe aprender a edifìcar con montañas! Es poco que el espíritu traslade montañas - ¿sabíais ya esto?
Vosotros conoceis sólo chispas del espíritu: ¡pero no veis el yunque que él es, ni la crueldad de su martillo!
¡En verdad, no conocéis el orgullo del espíritu! ¡Pero aún menos soportaríais la modestia del espíritu, si alguna vez ella quisiera hablar!
Y nunca todavía os ha sido lícito arrojar vuestro espíritu a una fosa de nieve; ¡no sois bastante ardientes para ello! Por esto tampoco conocéis los éxtasis de su frialdad.
Para mí vosotros os tomáis en todo demasiadas confianzas con el espíritu; y de la sabiduría hacéis con frecuencia un asilo y un hospital para malos poetas.
No sois águilas: por ello no habéis experimentado tampoco la felicidad que hay en el terror del espíritu. Y quien no es pájaro no debe hacer su nido sobre abismos.
Me resultáis tibios: pero fría es la corriente de todo conocimiento profundo. Gélidos son los pozos más íntimos del espíritu: un alivio para manos y trabajadores ardientes.
Respetables estáis ahí para mí, y tiesos, y con la espalda derecha, ¡vosotros, sabios famosos! - a vosotros no os empujan un viento y una voluntad poderosos.
¿No habéis visto jamás una vela caminar sobre el mar, redondeada e hinchada y temblorosa por el ímpetu del viento!
Igual que la vela, temblorosa por el ímpetu del espíritu, camina mi sabiduría sobre el mar - ¡mi sabiduría salvaje!
Pero vosotros servidores del pueblo, vosotros sabios famosos, - ¡cómo podríais vosotros marchar junto a mí! -

Así habló Zaratustra.


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La canción de la noche

Es de noche: a esta hora hablan más fuerte todos los surtidores. Y también mi alma es un surtidor. Es de noche: sólo a esta hora despiertan las canciones de los amantes. Y también mi alma es la canción de un amante.
Hay en mí algo insatisfecho, algo insaciable, que quiere hablar. Hay en mí un ansia de amor, que habla asimismo el lenguaje del amor.
Luz soy: ¡ay, si fuera noche! Mas ésa es mi soledad, estar circundado de luz.
¡Ay, si fuera yo noche y oscuridad! ¡Cómo iba a sorber de los pechos de la luz!
¡Aun a vosotras os bendeciria, pequeñas estrellas centelleantes, luciérnagas del cielo! Vuestros regalos de luz me darian la dicha.
Pero yo vivo en mi propia luz, yo reabsorbo en mi las llamas que de mi brotan. Desconozco la felicidad de quien recibe: con frecuencia he soñado que el robar debe ser más deleitoso que
el aceptar.
En eso está mi pobreza: mi mano nunca descansa de dar. Esta es mi envidia: ver ojos que aguardan con avidez y noches en vela de anhelo.
¡Bianaventurados los que dais! ¡Oh, eclipses de mi sol! ¡Oh, anhelo de anhelar! ¡Oh, hambre devoradora dentro de la hartura!
Ellos toman de mi. Pero ¿toco yo siquiera su alma?
Entre el dar y el aceptar media un abismo: el abismo más pequeño es el má dificil de salvar.
De mi belleza brota un hambre: yo quisiera dañar a aquellos a quienes ilumino, y robar a aquellos a quienes colmo de regalos. ¡Tanta es mi hambre de maldad!
Retirar mi mano cuando ya otra se ha extendido hacia ella, vacilar como la cascada antes de despeñarse.
¡Tanta es mi hambre de maldad!
Tal venganza imagina mi plenitud, tal maldad incuba mi soledad.
¡Mi gozo de dar murió, a fuerza de dar! ¡Mi virtud se cansó de si misma por su misma exuberancia!
Quien siempre regala, expuesto está a perder el pudor: a quien siempre distribuye, la mano y el corazón se le encallecen de tanto repartir.
Mis ojos no se inundan ya de lágrimas ante la vergüenza de los que piden: mi mano se ha endurecido, ya no siente el temblor de las manos ya llenas.
¿Adónde fueron las lágrimas de mis ojos y la gala de mi corazón? ¡Oh, soledad de los generosos! iOh, silencio de los que brillan!
Muches soles giran en los espacios vacios: a todo lo que es oscuro le hablan con su luz - para mí, callan.
¡Ay, así es la enemistad de la luz contra lo que brilla: despiadada sigue su camino!
Injusto en lo más hondo de su corazón contra cuanto brilla, frio para con los soles: asi caminan todos los soles.
Semejantes a huracanes, vuelan los soles por sus órbitas. Siguen en su voluntad inexorable: ésa es su finalidad.
¡Ay, solamente vosotros, los oscuros y nocturnos, extraéis calor de lo que brilla, solamente vosotros bebéis la leche y consuelo de las ubres de la luz!
¡Ay, hielo me rodea, hielo abrasa mi mano! ¡Ay, en mí hay sed, que desfallece por vuestra sed!
Es de noche: ¡ay, que yo tenga que ser luz! ¡Y sed de lo nocturno! ¡Y soledad!
Es de noche: a esta hora brota de mi deseo, cual una fuente.- Hablar es lo que deseo.
Es de noche: a esta hora hablan más fuerte todos los manantiales. Y también mi alma es una fuente saltarina.
Es de noche: a esta hora despiertan las canciones de los amantes, y también mi alma es la canción de un amante.
Asi habló Zarathustra.


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La canción del baile

Un atardecer Zarathustra caminaba con sus discípulos por el bosque; y como buscasen una fuente, llegaron a un verde prado, rodeado de árboles y maleza. Allí bailaban, unas con otras, unas muchachas. Apenas vieron éstas a Zarathustra interrumpieron su danza. Pero Zarathustra se aproximó a ellas y, con expresión amistosa, les dijo:
¡Seguid bailando, encantadoras muchachas! Zarathustra no es un ogro, ni un enemigo de la gente joven.
Abogado de Dios soy ante el diablo, y el diablo es el espíritu de la pesadez. ¿Cómo habría yo de ser, oh, leves, enemigo de danzas divinas, o de pies de muchacha con fines tobillos?
Soy en verdad un bosque, y una noche de árboles tenebrosos: mas quien no se asuste de mi oscuridad, hallará también rosas bajo mis cipreses.
Y hallará además al diosecillo favorito de los jóvenes: el que yace tranquilo junto a la fuente, con los ojos cerrados.
En verdad que en un claro día se me quedó dormido, el haragán. ¿Es que acaso corrió demasiado tras las mariposas?
¡No os irriéis, bellas bailannas, si fustigo un poco a tal diosecillo!  De seguro que chillará y llorará. ¡Pero hasta cuando llora anima a reír!
Con lágnmas en los ojos os pedirá que dancéis con él: y yo mismo entonaré una canción para su baile.
Una canción de baile y de mofa contra el espíntu de la pesadez, mi más excelso y poderoso diablo, del que ellos dicen que es el
Señor del Mundo.
Y ésta es la canción que cantó Zarathustra, mientras Cupido y las jóvenes danzaban juntos:
Hace poco miré en tus ojos, oh, vida, y me pareció sumergirme en lo insondable.
Mas me sacaste tú con anzuelo de oro: y reíste burlonamente cuando te llamé insondable.
"Ese es el lenguaje de todos los peces -me dijiste-: llaman insondable a lo que ellos no pueden sondar. No obstante, yo soy sólo voluble, y salvaje, y en todo mujer; ¡Y no virtuosa!
Aun cuando para vosotros, los hombres, me llamen la profunda', o 'la fiel', o 'la eterna', o la'llena de misterio'.
Vosotros, los hombres, me otorgáis siempre el regalo de vuestras propias virtudes, ¡ay, virtuosos!
Y así reia ella, la increíble: mas yo jamás la creo, ni a ella ni a su risa, cuando con picardía habla de si misma.
Y cuando yo hablaba a solas con mi sabiduria salvaje, me dijo encolerizada: "Tú quieres, tu anhelas, tu amas; ¡y sólo por eso haces el panegírico de la vida!"
Sentí la tentación de responderle colérico y decirle la verdad: no se puede contestar de peor modo que "diciendo la verdad" a nuestra propia sabiduria.
Así estamos los tres. A fondo, yo sólo amo la vida:
¡Y cuando más la amo es cuando la odio!
Mas que yo sea bueno con la sabidurla, demasiado bueno a menudo, se debe a que me recuerda totalmente a la vida.
Posee sus mismos ojos, su misma risa, y hasta su mismo anzuelo de oro: ¿acaso es mía la culpa si se parecen tanto las dos?
Una vez, cuando la vida me preguntó: "¿Quién es ésa, la sabiduría?", al punto le respondi: "Ah, ya, ¡la sabiduría!"
Tenemos sed de ella y nunca la saciamos, la miramos a través de velos, la queremos atrapar con redes.
¿Es bella tal vez?  ¡Qué puedo saber yo!  Pero hasta las carpas más viejas muerden su cebo.
Es veleidosa y tozuda: con frecuencia la he visto mordisquearse los labios y peinarse los cabellos a contrapelo
Quizá sea malévola y falsa, una auténtica mujer: mas cuando habla mal de si, es justamente cuando seduce más.
En cuanto la vida oyó mis palabras, sonrió picarescamente y entornó los ojos.
¿De quién estás hablando? -dijo-. ¿Será por ventura de mí?
Y, aunque tengas razón, ¿para qué me dices esas cosas en mi propia cara?  Pero. ¡habla también de tu sabiduría!
¡Ay, entonces tornaste a abrir los ojos, oh, vida amada y me pareció que volvía a sumergirme en lo insondable!
Así cantó Zarathustra. Mas al terminar la danza y desaparecer las muchachas, se sintió triste.
Hace ya mucho que el sol se ha ocultado -exclamó al fin-. El prado está húmedo, de los bosques llega un viento frío.
Algo desconocido me rodea, y me contempla pensativo. ¿Cómo?  ¿Acaso vives aún, Zarathustra?
¿Por qué?, ¿para qué?, ¿con qué?, ¿hacia dónde?, ¿de dónde?, ¿cómo?  ¿No es tonteria seguir viviendo?
¡Ay, amigos mios!  Es la tarde quien asi pregunta dentro de mi. ¡Perdonadme mi tristeza!
El atardecer ha llegado. ¡Perdonadme que haya llegado el atardecer!
Asi habló Zarathustra


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La canción de los
sepulcros

¡Ahi está la isla de los sepulcros, la silenciosa!  ¡Ahí están igualmente los sepulcros de mi juventud! A ella quiero llevar una corona siempre verdadera de vida.
Con ese propósito en mi corazón, atravesé el mar.
¡Oh, vosotras, visiones de mi juventud, vosotras, miradas del amor, vosotros, instantes divinos! ¡Qué pronto habéis muerto para mí!  Hoy os recuerdo como a mis muertos.
De vosotros, mis muertos amados, llega hasta mí un suave perfume que desata el corazón y las lágrimas. En verdad, el corazón del solitano navegante se siente conmovido y aliviado por tal perfume.
Aún sigo siendo el más rico y el más digno de envidia ¡yo, el más solitario! Pues yo os tuve a vosotros, y vosotros me tuvisteis a mí. Respondedme: ¿a quién le cayeron del árbol, como a mí, tales manzanas de rosa?
!Soy aúin el heredero de vuestro amor, y el suelo que en recuerdo vuestro florece con virtudes silvestres de todos los colores, oh, vosotros, amadísimos!
¡Ay, estábamos hechos para estar muy cerca!, ¡oh, propicios y extraños prodigios!: y no acudisteis a mí y a mi deseo como pajarillos tímidos- ¡no, sino como confiados a quien confia!
¡Sí, hechos para la lealtad, como yo mismo, y para suaves eternidades: ahora tengo que llamaros por vuestra infidelidad, oh, miradas e instantes divinos: aún no he aprendido otro nombre!
En verdad, demasiado pronto habéis muerto para mí, ¡oh, fugitivos!  Pero no huisteis de mí, ni yo huí de vosotros: inocentes somos, unos y otros, en nuestra infidelidad.
Para matarme a mi os han estrangulado a vosotros, ¡pájaros cantores de mis esperanzas! Sí, contra vosotros, amados, disparó la maldad sus dardos,  ¡para herirme en mi corazón!
¡Y dio en el blanco! Porque vosotros erais lo que más amaba mi corazón, erais mi posesión y mi ser poseído: ¡por eso hubisteis de morir, jóvenes y demasiado pronto!
¡Dispararon su dardo sobre mi fanco más débil!  ¡Lo erais vosotros, cuya piel parecia una suave pelusa, o, mejor, la sonrisa que muere por una mirada!
Pero esto quiero decir a mis enemigos: ¡qué son todos los homicidios, al lado de lo que conmigo habéis hecho!
Mayor que cualquier homicidio es el daño que me causasteis: me habéis arrebatado algo irrecuperable. ¡Asi os hablo, enemigos míos!
Pues habéis asesinado las visiones de mi juventud, y mis prodigios más queridos. ¡Me habéis quitado mis compañeros de juego, mis espíritus bienhadados! Para venerar su memoria deposito esta corona y esta maldición.
¡sta maldición para vosotros, enemigos míos! Pues abreviasteis mi eternidad, como un sonido se quiebra en la noche fría. Casi tan sólo como un relampagueo de ojos divinos llegó hasta mí  -¡un instante brevísimo! En la hora oportuna, mi pureza dijo así una vez: Para mi, todos los seres son divinos.
Entonces caísteis sobre mí con fantasmas inmundos. iAy!, ¿hacia dónde huyó aquella hora propicia?
Todos los días deben ser santos para mí», dijo en otro tiempo mi juvenil sabiduría. ¡Palabras, en verdad, propias de una gaya ciencia!.
Pero entonces vosotros, mis enemigos, me robasteis mis noches, y me las trocasteis en duros insomnios. ¡Ay de mí! ¿Hacia dónde huyó mi gaya ciencia?
En otro tiempo suspiraba por auspicios felices. Entonces hicisteis que se cruzara en mi camino un horrible y monstruoso búho. ¡Ay de mi!  ¿Hacia dónde huyó entonces mi más tierno afán?
A toda náusea prometí en otro tiempo renunciar: entonces trocasteis a mis allegados y prójimos en llagas purulentas. ¡Ay de mí! ¿Hacia dónde huyó entonces mi más noble promesa?
Como ciego recorria en otro tiempo sendas de felicidad: entonces arrojasteis basuras al camino del ciego, y él sintió náuseas del viejo sendero de ciego.
Y cuando cosumé lo más arduo para mi y magnifqué el triunfo de mis superaciones, entonces hicisteis clamar a cuantos me amaban que yo era quien más daño les hacía.
Así habéis procedido siempre: me habéis amargado mis mejores mieles y la laboriosidad de mis mejores abejas.
A mi benevolencia enviasteis siempre los más insolentes mendigos: e indujisteis a solicitar mi compasión a aquellos cuya desvergüenza era incurable. Asi lastimasteis mi virtud en su fe.
Y cuando ofrendé en sacrificio lo que en mi había de más santo, vuestra «piedad» añadió al instante sus do nes más grasientos, de modo que en el vaho de vuestra grasa quedó ahogado hasta lo más santo en mi.
En otro tiempo quise bailar como jamás habia bailado hasta entonces: más allá de todos los cielos quise bailar. Fue entonces cuando sedujisteis a mi cantar más amado .
Y aquel cantar entonó una canción tristona y horriblee, que en mis oídos retumbó como un tétrico cuerno.
¡Cantor asesino, instrumento de la maldad, el más icocente! Cuando yo estaba dispuesto para el mejor baile, jentonces asesinaste mi éxtasis con tus sones!
Sólo en el baile sé yo decir el simbolo de las cosas supremas: ¡y ahora mis miembros han quedado paralizados, y no han podido expresar mi simbolo supremo!
¡Inexpresa e irredenta quedó en mi mi más alta esperanza! ¡Y se me murieron todas las visiones y consuelos de mi mocedad! ¿Cómo pude soportarlo?  ¿Cómo venci y superé tamañas heridas? ¿Cómo volvió mi alma a resurgir de tales sepulcros?
Sí, en mí hay algo invulnerable, algo insepultable, y que consigue hacer saltar las peñas: mi voluntad. A través de los años avanza silenciosa e inmune. Mi vieja voluntad quiere recorrer con mis pies mi
camino: su sentir es duro de corazón, invulnerable.
Invulnerable soy unicamente en mi talón . ¡Aún subsistes idéntica a ti misma tú, la más paciente de todas! ¡Siempre conseguiste pasar por entre todos los sepulcros!
En ti vive aún lo irredento de mi juventud: como vida y juventud te has sentado a aguardar esperanzada, sobre amarillas ruinas de sepulcros.
Sí, aún eres para mi la destructora de todos los sepulcros. ¡Salud a ti, voluntad mia! Y sólo donde hay sepulcros hay resurrecciones.
Así habló Zarathustra.


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De la superación de sí mismo

Voluntad de verdad: ¿es asi como llamáis vosotros, los más sabios, a cuanto os impulsa e inflama?
Voluntad de volver pensable todo lo que existe: ¡asi amo yo a vuestra voluntad!
Queréis hacer pensable cuanto existe: pues, con justificada desconfianza, dudáis de que sea ya pensable.
Mas todo lo existente debe amoldarse y plegarse a vosotros: ¡así lo decreta vuestra voluntad! Debe allanarse y someterse al espintu, como espejo e imagen reflejada de éste.
¡Asi es vuestra voluntad, sapientisimos, una voluntad de poder! Hasta cuando habláis del bien y del mal y de las valoraciones.
Queréis crear un mundo ante el que podáis arrodillaros: ésa es vuestra última esperanza y vuestra última embriaguez.
Los nos sabios, ciertamente, el pueblo son como el río sobre el que navega una barca: y en la barca se asientan solemnes y embozadas las tablas de valores.
Sobre el rio del devenir habéis colocado vuestra voluntad y vuestros valores: lo que es creído por el pueblo como bueno y como malo me revela a mí una vieja voluntad de poder.
¡Oh, hombres sapientísimos! Vosotros sois a quienes colocasteis tales pasajeros en la barquilla, Y quienes les disteis pompas y nombres vanidosos. ¡Si, vosotros, y vuestra voluntad de dominio!
Ahora el río lleva vuestra barca: tiene que llevarla. Poco importa que la ola rota espumee y se oponga encolerizada a la quilla.
¡Oh, sapientísimos, no es el río vuestro peligro, y el térmnino de vuestro bien y vuestro mal, sino aquella misma voluntad, la voluntad de poder, la inagotable y fecunda voluntad de vida!
Más para que comprendáis mi palabra sobre el bien y el mal, voy a deciros mi palabra sobre la vida, y sobre la especie de todo cuanto tiene vida.
Yo he seguido las huellas de lo que vive, he recorrido los caminos más grandes y los más pequeños para conocer su especie.
En un espejo de cien facetas he captado su mirada, cuando estaba cerrada su boca, a fin de que fuesen sus ojos los que me hablaran. Y sus ojos me han hablado.
Allá donde encontré seres vivos, alli también oi hablar de obediencia. Todo ser con vida es obediente. Y esto es lo segundo: sólo se manda a quien no sabe obedecerse a si mismo. Así es la especie de los seres vivos.
Mas esto es lo tercero que oi: Mandar es más dificil que obedecer. Y no sólo porque quien manda ha de soportar el peso de quienes obedecen, un peso que fácilmente le aplasta:-.
En todo mandar he visto siempre un ensayo y un riesgo. Siempre que el ser vivo manda, se arriesga a sí mismo.
Y aun cuando se manda a si mismo, tiene que expiar su mandar: tiene que ser juez, y vengador, y víctima de su propia ley.
¿Cómo puede ocunir asi?, me preguntaba. ¿Qué es lo que induce a los seres vivos a obedecer, y a mandar, y a ser obedientes aun mandando?
¡Escuchad, pues, mi palabra, sapientísimos! Examinad con seriedad si he profundizado hasta el corazón de la vida, hasta las raíces mismas de su corazón.
Donde divisé un ser vivo, allí encontré también voluntad de poder: e incluso en la voluntad del siervo
encontré la voluntad de ser señor.
Servir al más fuerte, a eso persuade al más débil su voluntad, que quiere ser señora de lo que es más débil todavia: tal es el unico goce del que no quiere privarse.
Y asi como el menor se entrega al mayor, para dominar y disfrutar de poder sobre el minimo, así también el mayor se entrega y arriesga la vida por amor al poder.
Tal es la entrega del más fuerte: ser temeridad y riesgo, y un juego de dados con la muerte.
Donde existen sacrificio y servicios, y miradas de amor, alli hay también voluntad de dominio. Por caminos tortuosos se introduce el débil en el fortín, hasta el corazón del poderoso -y le roba el poder.
Este secreto me ha revelado la vida:  Mira -me vino a decir-,  yo soy lo que siempre debe superarse a si mismo.
Vosotros llamáis a eso voluntad de engendrar, o instinto de los fines, de algo más alto, más alejado, más diverso: pero, todo eso es una sola y misma realidad, un único misterio.
Prefiero hundirme en mi ocaso y renunciar a esa única cosa: en verdad, donde haya ocaso y otoño, allí la vida se inmola a si misma- ¡por el poder!
¡Yo tengo que ser combate y devenir, y finalidad, y contradicción de los fines!  ¡Ay, quien comprenda mi voluntad comprenderá también las sendas tortuosas por las que tengo que caminar!
Cualesquiera cosas que yo crea, y las ame como las ame, pronto tendrá que ser su adversario, y el adversario de mi amor: así lo quiere mi voluntad.
Y también tú, hombre del conocimiento, no eres sino un sendero y una huella de mi voluntad: ¡en verdad, mi voluntad de poder sigue igualmente las huellas de tu voluntad de verdad!
No ha dado ciertamente en el blanco de la verdad quien contra ella lanzó la frase "voluntad de existir":  ¡tal voluntad no existe!
Lo que no existe no puede querer; y lo que está en la existencia, ¿cómo habría de apetecer lo que ya tiene?
Solamente hay voluntad alli donde hay vida: pero no voluntad de vida, sino -tal es mi doctrina- ¡voluntad de poder!
Muchas cosas tiene el viviente en mayor aprecio que su propia vida. Mas en su propio apreciar habla - ¡la voluntad de poder!
Eso me enseñó la vida, y por eso resuelvo yo, oh, sabios, hasta el enigma de nuestros corazones.
En verdad os digo; no existen un bien ni un mal imperecederos. Tienen que superarse a si mismos por sí mismos siempre de nuevo.
Con vuestros valores, con vuestras palabras sobre el bien y el mal, vosotros, los valoradores, ejercéis la violencia, y ése es vuestro oculto amor, el esplendor, la emoción, el desbordamiento de vuestra alma.
Mas de vuestros valores brota una violencia más fuerte y una renovada superación: al chocar con ella se rompen el huevo y la cáscara.
Y quien quiere ser un creador en el bien y en el mal, ése tiene que ser primero un destructor, y quebrantar valores.
Asi, para realizar el mayor bien hay que cometer el mayor mal: ésa es la bondad creadora.
Hablemos de esto, sapientísimos, aunque haga daño.
Peor es callar: todas las verdades calladas se vuelven venenosas.
¡Y rompamos todo aquello que podamos romper a nuestras verdades!  ¡Hay aún muchas cosas por edifìcar!
Asi habló Zarathustra.


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De los sublimes

Silencioso es el fondo de mi mar: ¡quién adivinaría que esconde monstruos juguetones!
Imperturbable es mi profundidad: mas resplandece de enigmas y risas flotantes.
Hoy he visto un sublime, un solemne, un
penitente del espíritu: ¡oh, cómo se rió mi alma de su fealdad!
Con el pecho levantado, y semejante a quienes están aspirando aire: así estaba él, el sublime, y callaba:
Guarnecido de feas verdades, su botín de caza, y con muchos vestidos desgarrados; también pendían de él muchas espinas - pero no vi ninguna rosa.
Aún no había aprendido la risa ni la belleza. Sombrío volvía este cazador del bosque del conocimiento.
De luchar con animales salvajes volvía a casa: mas desde su seriedad continúa mirando un animal salvaje - ¡un animal no vencido aún!
Ahí continúa estando, como un tigre que quiere saltar; pero a mí no me agradan esas almas tensas, a mi gusto le repugnan todos esos contraídos.
¿Y vosotros me decís, amigos, que no se ha de disputar sobre el gusto y el saber? ¡Pero toda vida es una disputa por el gusto y por el sabor!
Gusto: es el peso y, a la vez, la balanza y el que pesa; ¡y ay de todo ser vivo que quisiera vivir sin disputar por el peso y por la balanza y por los que pesan!
Si este sublime se fatigase de su sublimidad: entonces comenzaría su belleza, - sólo entonces quiero yo gustarlo y encontrarlo sabroso.
Y sólo cuando se aparte de sí mismo saltará por encima de su propia sombra - y, ¡en verdad!, penetrará en su sol.
Demasiado tiempo ha estado sentado en la sombra, pálidas se le han puesto las mejillas al penitente del espíritu; casi murió de hambre a causa de sus esperas.
Desprecio hay todavía en sus ojos; y náusea se esconde en su boca. Ahora reposa, ciertamente, pero su reposo no se ha tendido todavía al sol.
Debería hacer como el toro; y su felicidad debería oler a tierra y no a desprecio de la tierra.
Como un toro blanco quisiera yo verlo, resoplando y mugiendo mientras marcha delante del arado: ¡y su mugido debería alabar además todo lo terreno!
Oscuro es todavia su rostro; la sombra de la mano juega sobre él. Ensombrecido está todavía el sentido de sus ojos.
Su acción misma es todavía la sombra sobre él: la mano oscurece al que actúa. Aún no ha superado su acción.
Es verdad que yo amo en él la nuca de toro: mas ahora quiero ver también incluso los ojos de ángel.
También su voluntad de héroe tiene todavía que olvidarla: un elevado debe ser él para mí, y no sólo un sublime: - ¡el éter mismo debería elevarlo a él, el falto de voluntad!
Él ha domeñado monstruos, ha resuelto enigmas: pero aún debería redimir a sus propios monstruos y enigmas, en hijos celestes debería aún transformarlos.
Su conocimiento no ha aprendido todavía a sonreír y a no tener celos; aún no se ha vuelto tranquila en la belleza su caudalosa pasión.
En verdad, no en la saciedad debería callar y sumergirse su ansia, ¡sino en la belleza! El encanto forma parte de la magnanimidad de los magnánimos.
Con el brazo apoyado sobre la cabeza: así debería reposar el héroe, así debería superar incluso su reposo.
Pero cabalmente al héroe lo bello le resulta la más difícil de todas las cosas. Inconquistable es lo bello para toda voluntad violenta.
Un poco rnás, un poco menos: justo eso es aquí mucho, es aquí lo más.
Estar en pie con los músculos relajados y con la voluntad desuncida: ¡eso es lo más difícil para todos vosotros, los sublimes!
Cuando el poder se vuelve clemente y desciende hasta lo visible: belleza llamo yo a tal descender.
Y de nadie quiero yo belleza tanto como precisamente de ti, violento: sea tu bondad tu última superación de ti mismo.
De todo mal te creo capaz: por ello quiero yo de ti el bien.
¡En verdad, a menudo me he reído de los debiluchos que se creen buenos porque tienen zarpas tullidas!
A la virtud de la columna debes aspirar: más bella y más delicada se va tornando, pero en lo interior más dura y más robusta, cuanto rnás asciende.
Sí, sublime, alguna vez también tú debes ser bello y presentar el espejo a tu propia belleza.
Entonces tu alma se estremecerá de ardientes deseos divinos; ¡Y habrá adoración incluso en tu vanidad!
Éste es, en efecto, el misterio del alma: sólo cuando el héroe la ha abandonado acércase a ella, en sueños, - el super-héroe.

Así habló Zaratustra.




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Del pais de la cultura

Demasiado me había adentrado yo volando en el futuro: un estremecimiento de horror se apoderó de mí.
Y cuando miré a mi alrededor, he aquí que el tiempo era mi único contemporáneo.
Entonces huí hacia atrás, hacia el hogar - y cada vez más aprisa: así llegué a vosotros, hombres del presente, y al país de la cultura.
Por vez primera llevaba yo conmigo unos ojos para veros, y buenos deseos: en verdad, con anhelo en el corazón llegué.
Mas, ¿qué me ocurrió? A pesar de mi angustia - ¡tuve que echarme a reír! ¡Nunca habían visto mis ojos algo tan abigarrado!
Yo reía y reía mientras el pie aún me temblaba, así como el corazón: «¡Ésta es sin duda la patria de todos los tarros de colores! -dije.
Con cincuenta chafarrinones teníais pintados el rostro y los miembros: ¡así estabais sentados, para mi asombro, hombres del presente!
¡Y con cincuenta espejos a vuestro alrededor, que halagaban el juego de vuestros colores y lo reproducían!
¡En verdad, no podríais llevar mejor máscara, hombres del presente, que vuestro propio rostro! ¡Quién podría - reconoceros!
Emborronados con los signos del pasado, los cuales estaban a su vez embadurnados con otros signos: ¡así os habéis escondido bien de todos los intérpretes de signos!
Y aun cuando se sea un escrutador de riñones: ¡quién creerá que vosotros tenéis riñones! De colores parecéis estar amasados, y de papeles encolados.
Todas las épocas y todos los pueblos miran abigarradamente desde vuestros velos; todas las costumbres y todas las creencias hablan abigarradamente desde vuestros gestos.
Quien os quitase velos y aderezos y colores y gestos: todavía tendría bastante para espantar a los pájaros con el resto.
En verdad, yo mismo soy el pájaro espantado que una vez os vio desnudos y sin colores; y me escapé volando de alli cuando el esqueleto me hizo señas amorosas.
¡Preferiría ser jornalero en el submundo y entre las sombras del pasado! - ¡más gruesos y rellenos que vosotros son ciertamente los habitantes del submundo!
¡Esto, sí, esto es amargura para mis intestinos, el no soportares ni desnudos ni vestidos a vosotros, los hombres del presente!
Todas las cosas siniestras del futuro, y todas las que alguna vez espantaron a pájaros extraviados, más confortables son, en verdad, y más familiares que vuestra «realidad».
Pues habláis así: «Nosotros somos enteramente reales, y ajenos a la fe y a la superstición»: así hincháis el pecho - ¡ay, aunque ni siquiera tenéis pechos!
Sí, ¡cómo ibais a poder creer vosotros, gentes salpicadas de múltiples colores! - ¡si sois estampas de todo lo que alguna vez fue creído!
Refutaciones ambulantes sois de la fe misma, y una dislocación de todos los pensamientos. Indignos de fe:¡así os llamo yo a vosotros, reales!
Todas las épocas han parloteado unas contra otras en vuestros espirítus; ¡y los sueños y parloteos de todas las épocas eran más reales incluso que vuestra vigilia!
Estériles sois: por eso os falta a vosotros la fe. Pero el que tuvo que crear, ése tuvo siempre también sus sueños proféticos y sus signos estelares - ¡y creía en la fe! -
Puertas entreabiertas sois vosotros, junto a las cuales aguardan sepultureros. Y ésta es vuestra realidad: «Todo es digno de perecer.
¡Ay, cómo aparecéis ante mí, estériles, con qué costillas tan flacas! Y algunos de vosotros se han dado sin duda cuenta de ello.
Y dijeron: «¡Es que un dios nos ha sustraído secretamente algo mientras dormíamos! ¡En verdad, bastante para formarse con ello una mujercilla!
¡Asombrosa es la pobreza de nuestras costillas!», así han hablado ya algunos de los hombres del presente.
¡Sí, risa me causáis, hombres del presente! ¡Y especialmente cuando os asombráis de vosotros mismos!
¡Y ay de mí si no pudiera yo reírme de vuestro asombro y tuviera que tragarme todas las repugnantes cosas de vuestras escudillas!
Pero quiero tomaros a la ligera, pues yo tengo que llevar cosas pesadas; ¡y qué me importa el que escarabajos y gusanos voladores se posen sobre mi carga!
¡En verdad, no por ello me ha de pesar más! Y no de vosotros, hombres del presente, debe llegarme a mí la gran fatiga. -
¡Ay, adónde debo ascender yo todavía con mi anhelo! Desde todas las altas montañas busco con la vista el país de mis padres y de mis madres!
Pero no he encontrado hogar en ningún sitio: un nómada soy yo en todas las ciudades, y una despedida junto a todas las puertas.
Ajenos me son, y una burla, los hombres del presente, hacia quienes no hace mucho me empujaba el corazón; y desterrado estoy del país de mis padres y de mis madres.
Por ello amo yo ya tan sólo el país de mis hijos, el no descubierto, en el mar remoto: que lo busquen incesantemente ordeno yo a mis velas.
En mis hijos quiero reparar el ser hijo de mis padres: ¡y en todo futuro - este presente!

Así habló Zaratustra.



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Del inmaculado conocimiento

Cuando ayer salía la luna me pareció que iba a dar a luz un sol: tan abultada y grávida yacía en el horizonte.
Pero me mintió con su preñez; y antes creería yo en el hombre de la luna que en la mujer.
Ciertamente, poco hombre es también ese tímido noctámbulo. En verdad, con mala conciencia deambula sobre los tejados.
Pues es lascivo y celoso el monje que hay en la luna, lascivo de la tierra y de todas las alegrías de los amantes.
¡No, no me gusta ese gato sobre los tejados! ¡Me repugnan todos los que rondan furtivamente las ventanas entornadas!
Piadosa y silente camina sobre alfombras de estrellas: - mas no me gustan, en el varón, esos pies sigilosos, en los que ni siquiera una espuela mete ruido.
El paso de todo hombre honesto habla; pero el gato se escurre furtivo por el suelo. Mira, gatuna y deshonesta avanza la luna. -
¡Esta parábola os ofrezco a vosotros los sensibles hipócritas, a vosotros los hombres del «puro conocimiento»! ¡A vosotros yo os llamo - lascivos!
También vosotros amáis la tierra y las cosas terrenas: ¡os he adivinado bien! - pero vergüenza hay en vuestro amor, y mala conciencia, - ¡os parecéis a la luna!
A que despreciéis a la tierra ha persuadido alguien a vuestro espíritu, pero no a vuestras entrañas: ¡mas éstas son lo más fuerte en vosotros!
Y ahora vuestro espíritu se avergüenza de estar a merced de vuestras entrañas, y a causa de su propia vergüenza recorre caminos tortuosos y embusteros.
«Para mí sería lo más elevado - así se dice a sí mismo vuestro mendaz espíritu - mirar a la tierra sin codicia y sin tener la lengua colgando, como el perro:
¡Ser feliz en el contemplar, con una voluntad ya muerta, ajeno a la rapacidad y a la avaricia del egoísmo - frío y gris en todo el cuerpo, mas con ebrios ojos de luna!
«Lo más querido sería para mí - así se seduce a sí mismo el seducido - amar la tierra tal como la ama la luna, y sólo con los ojos palpar su belleza.
Y el conocimiento inmaculado de todas las cosas sea para mí el no querer nada de las cosas: excepto el que me sea lícito yacer ante ellas como un espejo de cien ojos.» -
¡Oh, sensibles hipócritas, lascivos! A vosotros os falta la inocencia en el deseo: ¡y por eso ahora calumniáis el desear!
¡En verdad, no como creadores, engendradores, gozosos de devenir amáis vosotros la tierra!
¿Dónde hay inocencia? Allí donde hay voluntad de engendrar. Y el que quiere crear por encima de sí mismo, ése tiene para mí la voluntad más pura.
¿Dónde hay belleza? Allí donde yo tengo que querer con toda mi voluntad; allí donde yo quiero amar y hundirme en mi ocaso, para que la imagen no se quede sólo en imagen.
Amar y hundirse en su ocaso: estas cosas van juntas desde la eternidad. Voluntad de amor: esto es aceptar de buen grado incluso la muerte. ¡Esto es lo que yo os digo, cobardes!
¡Pero ahora vuestro castrado bizquear quiere llamarse «contemplación»! ¡Y lo que se deja palpar con ojos cobardes debe ser bautizado con el nombre de «bello! ¡Oh, mancilladores de nombres nobles!
Mas ésta debe ser vuestra maldición, inmaculados, hombres del puro conocimiento, el que jamás daréis a luz: ¡y ello aunque yazcáis abultados y grávidos en el horizonte!
En verdad, vosotros os llenáis la boca con palabras nobles: ¿y nosotros debemos creer que el corazón os rebosa, embusteros?
Pero mis palabras son palabras pequeñas, despreciadas, torcidas: me gusta recoger lo que en vuestros banquetes cae debajo de la mesa.
¡Con ellas puedo siempre todavía - decir la verdad a los hipócritas! ¡Sí, mis espinas de pescado, mis conchas y mis cardos deben - cosquillear las narices a los hipócritas!
Aire viciado hay siempre en torno a vosotros y a vuestros banquetes: ¡vuestros lascivos pensamientos, vuestras mentiras y disimulos están, en efecto, en el aire!
¡Osad primero creeros a vosotros mismos - a vosotros y a vuestras entrañas! El que no se cree a sí mismo miente siempre.
Una máscara de un dios habéis colgado delante de vosotros mismos, «puros»: en una máscara de un dios se ha introducido, arrastrándose, vuestra asquerosa lombriz.
¡En verdad, vosotros engañáis, «contemplativos»! También Zaratustra fue en otro tiempo el chiflado de vuestras pieles divinas; no adivinó las enroscadas serpientes de que estaban llenas esas pieles.
¡En otro tiempo me imaginé ver jugar el alma de un dios en vuestros juegos, hombres del puro conocimiento! ¡En otro tiempo me imaginé que no había mejor arte que vuestras artes!
La distancia me ocultaba la inmundicia de serpientes y su mal olor: y que aquí rondaba, lasciva, la astucia de un lagarto.
Pero me aproximé a vosotros: entonces llegó a mí el día - y ahora él viene a vosotros, - ¡se acabaron los amores con la luna!
¡Mirad! ¡Atrapada y pálida se encuentra ahí la luna - ante la aurora!
¡Pues ya Llega ella, la incandescente, - lllega su amor a la tierra! ¡Inocencia y deseo propio de creador es todo amor solar!
¡Mirad cómo se eleva impaciente sobre el mar! ¿No sentís la sed y la ardiente respiración de su amor?
Del mar quiere sorber, y beber su profundidad llevándosela a lo alto: entonces el deseo del mar se eleva con mil pechos.
Besado y sorbido quiere ser éste por la sed del sol; ¡en luz quiere convertirse, y en altura y en huella de luz, y en luz misma!
En verdad, igual que el sol amo yo la vida y todos los mares profundos.
Y esto significa para mí conocimiento: todo lo profundo debe ser elevado - ¡hasta mi altura!

Así habló Zaratustra.


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De los doctos

Mientras yo yacía dormido en el suelo vino una oveja a pacer de la
corona de hiedra de mi cabeza, - pació y dijo: «Zaratustra ha dejado de ser un docto.
Así dijo, y se marchó hinchada y orgullosa. Me lo ha contado un niño.
¡Me gusta estar echado aquí donde los niños juegan, junto al muro agrietado, entre cardos y rojas amapolas.
Todavía soy un docto para los niños, y también para los cardos y las rojas amapolas. Son inocentes, incluso en su maldad.
Mas para las ovejas he dejado de serlo: así lo quiere mi destino - ¡bendito sea!
Pues ésta es la verdad: he salido de la casa de los doctos: y además he dado un portazo a mis espaldas.
Durante demasiado tiempo mi alma estuvo sentada hambrienta a su mesa; yo no estoy adiestrado al conocer como ellos, que lo consideran un cascar nueces.
Amo la libertad, y el aire sobre la tierra fresca; prefiero dormir sobre pieles de buey que sobre sus dignidades y respetabilidades.
Yo soy demasiado ardiente y estoy demasiado quemado por pensamientos propios: a menudo me quedo sin aliento. Entonces tengo que salir al aire libre y alejarme de los cuartos llenos de polvo.
Pero ellos están sentados, fríos, en la fría sombra: en todo quieren ser únicamente espectadores, y se guardan de sentarse allí donde el sol abrasa los escalones.
Semejantes a quienes se paran en la calle y miran boquiabiertos a la gente que pasa: asi aguardan también ellos y miran boquiabiertos a los pensamientos que otros han pensado.
Si se los toca con las manos, levantan, sin quererlo, polvo a su alrededor, como si fueran sacos de harina; ¡pero quién adivinaría que su polvo procede del grano y de la amarilla delicia de los campos de estío!
Cuando se las dan de sabios, sus pequeñas sentencias y verdades me hacen tiritar de frío: en su sabiduría hay a menudo un olor como si procediese de la ciénaga: y en verdad, ¡yo he oído croar en ella a la rana!
Son hábiles, tienen dedos expertos: ¡qué quiere mi sencillez en medio de su complicación! De hilar y de anudar y de tejer entienden sus dedos: ¡así hacen los calcetines del espíritu!
Son buenos relojes: ¡con tal de que se tenga cuidado de darles cuerda a tiempo! Entonces señalan la hora sin fallo y, al hacerlo, producen un discreto ruido.
Trabajan igual que molinos y morteros: ¡basta con echarles nuestros cereales! - ellos saben moler bien el grano y convertirlo en polvo blanco.
Se miran unos a otros los dedos y no se fían del mejor. Son hábiles en inventar astucias pequeñas, aguardan a aquellos cuya ciencia anda con pies tullidos, - aguardan igual que arañas.
Siempre les he visto preparar veneno con cautela; y siempre, al hacerlo, se cubrían los dedos con guantes de cristal.
También saben jugar con dados falsos; y los he encontrado jugando con tanto ardor que al hacerlo sudaban.
Somos recíprocamente extraños, y sus virtudes repugnan a mi gusto aún más que sus falsedades y sus dados engañosos.
Y cuando yo habitaba entre ellos habitaba por encima de ellos. Por esto se enojaron conmigo.
No quieren siquiera oír decir que alguien camina por encima de sus cabezas; y por ello colocaron maderas y tierra e inmundicias entre mí y sus cabezas.
Así amortiguaron el sonido de mis pasos: y, hasta hoy, quienes peor me han oído han sido los más doctos de todos.
Entre ellos y yo han colocado las faltas y debilidades de todos los hombres: - «techo falso» llaman a esto en sus casas.
Mas, a pesar de todo, con mis pensamientos camino por encima de sus cabezas; y aun cuando yo quisiera caminar sobre mis propios errores, continuaría estando por encima de ellos y de sus cabezas.
Pues los hombres no son iguales: así habla la justicia, ¡y lo que yo quiero, eso a ellos no les ha sido lícito quererlo!

Así habló Zaratustra
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De los poetas

Desde que conozco mejor el cuerpo, - dijo Zaratustra a uno de sus discípulos - el espíritu no es ya para mi más que un modo de expresarse; y todo lo 'imperecedero' - es también sólo un
símbolo»
«Esto ya te lo he oído decir otra vez, respondió el discípulo; y entonces añadiste: "mas los poetas mienten demasiado". ¿Por qué dijiste que los poetas mienten demasiado!»
«¿Por qué?, dijo Zaratustra. ¿Preguntas por qué? No soy yo de esos a quienes sea lícito preguntarles por su porqué.
¡Es que mi experiencia vital es de ayer! Hace ya mucho tiempo que viví las razones de mis opiniones.
¿No tendría yo que ser un tonel de memoria si quisiera tener conmigo también mis razones?
Ya me resulta demasiado incluso el retener mis opiniones; y más de un pájaro se escapa volando.
A veces encuentro también en mi palomar un animal que ha venido volando y que me es extraño, y que tiembla cuando pongo mi mano sobre él.
Sin embargo, ¿qué te dijo en otro tiempo Zaratustra? ¿Que los poetas mienten demasiado? - Mas también Zaratustra es un poeta.
¿Crees, pues, que dijo entonces la verdad? ¿Por qué lo crees?»
El discípulo respondió: «Yo creo en Zaratustra». Mas Zaratustra movió la cabeza y sonrió.
La fe no me hace bienaventurado, dijo, y mucho menos, la fe en mí.
Pero en el supuesto de que alguien dijera con toda seriedad que los poetas mienten demasiado: tiene razón, - nosotros mentimos demasiado.
Nosotros sabemos también demasiado poco y aprendemos mal: por ello tenemos que mentir.
¿Y quién de entre nosotros los poetas no ha adulterado su propio vino? Más de una venenosa mixtura ha sido fabricada en nuestras bodegas, y más de una cosa indescriptible se ha hecho en ellas.
Y como nosotros sabemos poco, nos gustan mucho los pobres de espíritu, ¡especialmente si son mujercillas jóvenes!
Hasta codiciamos las cosas que las viejecillas se cuentan por las noches. A eso lo llamamos lo eterno-femenino que hay en nosotros.
Y como si hubiese un especial acceso secreto al saber, que queda obstruido para quienes aprenden algo: así nosotros creemos en el pueblo y en su «sabiduría».
Y todos los poetas creen esto: que quien, tendido en la hierba o en repechos solitarios, aguza los oídos, ése llega a saber algo de las cosas que se encuentran entre el cielo y la tierra.
Y si a ellos llegan delicados movimientos, los poetas opinan siempre que la naturaleza misma se ha enamorado de ellos:
Y que se desliza en sus oídos para decirles cosas secretas y enamoradas lisonjas: ¡de ello se glorían y se envanecen ante todos los mortales!
¡Ay, existen demasiadas cosas entre el cielo y la tierra con las cuales sólo los poetas se han permitido soñar!
Y, sobre todo, por encima del cielo: ¡pues todos los dioses son un símbolo de poetas, un amaño de poetas!
En verdad, siempre somos arrastrados hacia lo alto - es decir, hacia el reino de las nubes: sobre éstas plantamos nuestros multicolores peleles y los llamamos dioses y superhombres: -
¡Pues son justamente bastante ligeros para tales sillas! - todos esos dioses y superhombres.
¡Ay, qué cansado estoy de todo lo insuficiente, que debe ser de todos modos acontecimiento! ¡Ay, qué cansado estoy de los poetas!


Cuando Zaratustra dijo esto, su discípulo se enojo con él, pero calló. También Zaratustra calló; y sus ojos se habían vuelto hacia dentro, como si mirasen hacia remotas lejanías.
Finalmente suspiró y tomó aliento.
Yo soy de hoy y de antes, dijo luego; pero hay algo dentro de mí que es de mañana y de pasado mañana y del futuro.
Me he cansado de los poetas, de los viejos y de los nuevos: superficiales me parecen todos, y mares poco profundos.
No han pensado con suficiente profundidad: por ello su sentimiento no se sumergió hasta llegar a las razones profundas.
Un poco de voluptuosidad y un poco de aburrimiento: eso ha sido la mejor incluso de sus reflexiones.
Un soplo y un deslizarse de fantasmas me parecen a mi todos sus arpegios; ¡qué han sabido ellos hasta ahora del ardor de los sonidos!-
No son tampoco para mí bastante limpios: todos ellos ensucian sus aguas para hacerlas parecer profundas.
Con gusto representan el papel de conciliadores: ¡mas para mí no pasan de ser mediadores y enredadores, y mitad de esto y mitad de aquello, y gente sucia! -
Ay, yo lancé ciertamente mi red en sus mares y quise pescar buenos peces; pero siempre saqué la cabeza de un viejo dios.
El mar proporcionó así una piedra al hambriento. Y ellos mismos proceden sin duda del mar.
Es cierto que en ellos se encuentran perlas: pero tanto más se parecen ellos mismos a crustáceos duros. Y en vez de alma he encontrado a menudo en ellos légamo salado.
También del mar han aprendido su vanidad: ¿no es el mar el pavo real de los pavos reales?
Incluso ante el más feo de todos los búfalos despliega él su cola, y jamás se cansa de su abanico de encaje hecho de plata y seda.
Ceñudo contempla esto el búfalo, pues su alma prefiere la arena, y más todavía la maleza, y más que ninguna otra cosa, la ciénaga.
¡Qué le importan a él la belleza y el mar y los adornos del pavo real! Ésta es la parábola que yo dedico a los poetas.
¡En verdad, su espíritu es el pavo real de los pavos reales y un mar de vanidad!
Espectadores quiere el espíritu del poeta: ¡aunque sean búfalos! -
Mas yo me he cansado de ese espíritu: y veo venir el día en que también él se cansará de sí mismo.
Transformados he visto ya a los poetas, y con la mirada dirigida contra ellos mismos.
Penitentes del espíritu he visto venir: han surgido de los poetas.

Así habló Zaratustra.



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De grandes acontecimientos

Hay una isla en el mar - no lejos de las islas afortunadas de Zaratustra - en la cual humea constantemente una montaña de fuego; de aquella isla dice el pueblo, y especialmente las viejecillas del pueblo, que está colocada como un peñasco delante de la puerta del submundo: y que a través de la montaña misma de fuego desciende el estrecho sendero que conduce hasta esa puerta del submundo.
Por el tiempo en que Zaratustra habitaba en las islas afortunadas ocurrió que un barco echó el ancla junto a la isla en que se encuentra la montaña humeante; y su tripulación bajó a tierra para cazar conejos. Hacia la hora del mediodía, cuando el capitán y su gente estuvieron reunidos de nuevo, vieron de pronto que por el aire venía hacia ellos un hombre,  y que una voz decia con claridad :¡ Ya es tiempo! ¡Ya ha llegado la hora. Y cuando más cerca de ellos estuvo la figura - pasó volando a su lado igual que una sornbra, en dirección a la montaña de fuego - reconocieron, con gran consternación, que era Zaratustra; pues todos ellos lo habían visto ya, excepto el capitán, y lo amaban a la manera como el pueblo ama, es decir: con un sentimiento en que amor y temor están mezclados a partes iguales.
«¡Mirad!, dijo el viejo timonel, ¡ahí va Zaratustra al infierno! -
Por los mismos días en que estos marineros habían desembarcado en la isla de fuego se difundió el rumor de que Zaratustra había desaparecido; y cuando se preguntaba a sus amigos, éstos contaban que se había embarcado de noche sin decir adónde iba.
Se produjo así cierta intranquilidad; al cabo de tres días se añadió a ella el relato de los marineros - y entonces todo el pueblo se puso a decir que el diablo se había llevado a Zaratustra. Sus discípulos se reían ciertamente de tales habladurías; y uno de ellos llegó a decir: «Yo creo más bien que es Zaratustra el que se ha llevado al diablo. Pero en el fondo de su alma todos ellos estaban llenos de preocupación y de anhelo: por ello grande fue su alegría cuando al quinto día Zaratustra apareció entre ellos.
Y éste es el relato de la conversación de Zaratustra con el perro de fuego.
La tierra, dijo él, tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades. Una de ellas se llama, por ejemplo: «hombre».
Y otra de esas enfermedades se llama «perro de fuego»: acerca de éste los hombres han dicho y han dejado que les digan muchas mentiras.
Para sondear ese misterio atravesé el mar: y he visto desnuda la verdad, ¡creedme!, desnuda de pies a cabeza.
En cuanto al perro de fuego, ahora sé de qué se trata; y asimismo sé qué son todos esos demonios de las erupciones y conmociones, de los que no sólo las viejecillas sienten miedo.
¡Sal de ahí, perro de fuego, sal de tu profundidad!, exclamé, ¡y confiesa lo profunda que es tu profundidad! ¿De dónde sacas lo que expulsas por la nariz?
¡Tú bebes en abundancia del mar: eso es lo que tu salada elocuencia delata! ¡Verdaderamente, para ser un perro de la profundidad, tomas tu alimento en demasía de la superficie!
A lo sumo te considero el ventrílocuo de la tierra: y siempre que he oído hablar a los demonios de las erupciones y las conmociones los encontré idénticos a ti: salados, embusteros y poco profundos.
¡Vosotros entendéis de aullar y de oscurecer todo con ceniza! Sois los mejores bocazas que existen y habéis aprendido hasta la saciedad el arte de hacer hervir el fango.
Donde vosotros estáis, allí tiene que haber siempre fango en las cercanías, y muchas cosas porosas, cavernosas, comprimidas: quieren salir a la libertad.
«Libertad» es lo que más os gusta aullar: pero yo he dejado de creer en «grandes acontecimientos, tan pronto como se presentan rodeados de muchos aullidos y mucho humo.
¡Y créeme, amigo ruido infernal! Los acontecimientos más grandes - no son nuestras horas más estruendosas, sino las más silenciosas.
No en torno a los inventores de un ruido nuevo: en torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo; de modo inaudible gira.
¡Y confiésalo! Pocas eran las cosas que habían ocurrido cuando tu ruido y tu humo se retiraban. ¡Qué importa que una ciudad se convierta en una momia y que una estatua yazca en el fango!
Y ésta es la palabra que digo todavía a los derribadores de estatuas. Sin duda la tontería más grande es arrojar sal al mar y estatuas al fango.
En el fango de vuestro desprecio yacía la estatua: ¡pero su ley es precisamente que el desprecio haga renacer en ella vida y viviente belleza!
Con rasgos divinos se yergue ahora, y con la seducción propia de los que sufren; y ¡en verdad!, iincluso os dará las gracias por haberla derribado, derribadores!
Éste es el consejo que doy a los reyes y a las Iglesias y a todo lo que es débil por edad y por virtud - ¡dejaos derribar! ¡Para que vosotros volváis a la vida, y para que vuelva a vosotros - la virtud!-
Así hablé yo ante el perro de fuego: entonces él me interrumpió gruñendo y preguntó: «¡Iglesia!¿Qué es eso?»
¡Iglesia, respondí yo, eso es una especie de Estado, y, ciertamente, la especie más embustera de todas. ¡Mas cállate, perro hipócrita! ¡Tú conoces perfectamente sin duda tu especie!
Lo mismo que tú, es el Estado un perro hipócrita; lo mismo que a ti, gústale a él hablar con humo y aullidos, - para hacer creer, como tú, que habla desde el vientre de las cosas.
Pues él, el Estado, quiere ser a toda costa el animal más importante en la tierra; y también esto se lo cree a él la gente.
Cuando hube dicho esto, el perro de fuego hizo gestos como si se hubiera vuelto loco de envidia. «¿Cómo?, gritó, ¿el animal más importante en la tierra? ¿Y también esto se lo cree a él la gente?» Y tanto fue el vapor y tantas las horribles voces que de su garganta salieron que yo pensé que iba a asfixiarse de rabia y de envidia.
Por fin se calmó, y su jadeo fue disminuyendo; pero tan pronto como estuvo callado, dije yo riendo:
«Te enojas, perro de fuego: ¡así, pues, tengo razón en lo que he dicho sobre ti!
Y para seguir teniéndola, oye algo de otro perro de fuego: éste habla verdaderamente desde el corazón de la tierra.
Oro sale de su boca al respirar, y lluvia de oro: así lo quiere su corazón. ¡Qué le importan a él la ceniza y el humo y el légamo caliente!
La risa sale revoloteando de él como una nube multicolor; ¡desdeña el gargareo y los escupitajos y el retortijón de tus entrañas!
Pero el oro y la risa - los toma del corazón de la tierra: pues, para que lo sepas, - el corazón de la tierra es de oro.»
Cuando el perro de fuego oyó esto, no soportó el seguir escuchándome. Avergonzado escondió el rabo entre las piernas, dijo ¡guau! ¡guau! con voz abatida y se sumergió, arrastrándose, en su caverna. -
Esto es lo que Zaratustra contó. Mas sus discípulos apenas le escuchaban: tan grande era su deseo de contarle la historia de los marineros, los conejos y el hombre volador.
«¡Qué debo pensar de todo esto!, dijo Zaratustra. ¿Soy yo acaso un fantasma?
Habrá sido mi sombra. ¿Habéis oído ya algo del caminante y su sombra?
Una cosa es segura: tengo que atarla corta, - pues de lo contrario perjudicará mi reputación.
Y de nuevo movió Zaratustra la cabeza y se maravilló:«¡Qué debo pensar de todo esto!», volvió a decir.
«Por qué gritó el fantasma: ¡Ya es tiempo! ¡Ya ha llegado la hora!
¿De qué - ha llegado la hora?» -

Así habló Zaratustra.



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El adivino

Y
vi venir una gran tristeza sobre los hombres. Los mejores se cansaron de sus obras.
Una doctrina se difundió, y junto a ella corría una fe: ¡Todo está vacío, todo es idéntico, todo fue!
Y desde todos los cerros el eco repetía: "¡Todo está vacío, todo es idéntico, todo fue!"
Sin duda nosotros hemos cosechado: mas ¿por qué se nos han podrido todos los frutos y se nos han ennegrecido¿  ¿Qué cayó de la malvada luna la última noche?
Inútil ha sido todo el trabajo, en veneno se ha transformado nuestro vino, el mal de ojo ha quemado nuestros campos y nuestros corazones, poniéndolos amarillos.
Todos nosotros nos hemos vuelto áridos; y si cae fuego sobre nosotros, nos reduciremos a polvo, como la ceniza: - aún más, nosotros hemos cansado hasta al mismo fuego.
Todos los pozos se nos han secado, también el mar se ha retirado. ¡Todos los suelos quieren abrirse, mas la profundidad no quiere tragarnos!
"Ay, dónde queda todavía un mar en que poder ahogarse": así resuena nuestro lamento - alejándose sobre ciénagas planas.
En verdad, estamos demasiado cansados incluso para morir; ahora continuamos estando en vela y sobrevivimos - ¡en cámaras sepulcrales!» -

Así oyó Zaratustra hablar a un adivino; y su vaticinio le llegó al corazón y se lo transformó. Triste y cansado iba de un sitio para otro; y acabó pareciéndose a aquellos de quienes el adivino había hablado.
En verdad, dijo a sus discípulos, de aquí a poco llegará ese largo crepúsculo. ¡Ay, cómo salvaré mi luz llevándola al otro lado!
¡Que no se me apague en medio de esta tristeza! ¡Debe ser luz para mundos remotos e incluso para noches remotísimas!
Contristado de este modo en su corazón iba Zaratustra de un lado para otro; y durante tres días no tomó bebida ni comida, estuvo intranquilo y perdió el habla. Por fin ocurrió que cayó en un profundo sueño. Mas sus discípulos estaban sentados a su alrededor, en largas velas nocturnas, y aguardaban preocupados a ver si se despertaba y recobraba el habla y se curaba de su tribulación.
Y éste es el discurso que Zaratustra pronunció al despertar; su voz llegaba a sus discípulos como desde una remota lejanía.
¡Oídme el sueño que he soñado, amigos, y ayudadme a adivinar su sentido!
Un enigma continúa siendo para mí este sueño; su sentido está oculto dentro de él, aprisionado allí, y aún no vuela por encima de él con alas libres.
Yo había renunciado a toda vida, así soñaba. En un vigilante nocturno y en un guardián de tumbas me había convertido yo allá arriba en el solitario castillo montañoso de la muerte.
Allá arriba guardaba yo sus ataúdes: llenas estaban las lóbregas bóvedas de tales trofeos de victoria. Desde ataúdes de cristal me miraba la vida vencida.
Yo respiraba el olor de eternidades reducidas a polvo: sofocada y Llena de polvo yacía mi alma por el suelo. ¡Y quién habría podido airear allí su alma!
Una claridad de medianoche me rodeaba constantemente, la soledad se había acurrucado junto a ella; y, como tercera cosa, un mortal silencio Lleno de resuellos, el peor de mis amigos.
Yo llevaba llaves, las más herrumbrosas de las llaves; y entendía de abrir con ellas la más chirriante de todas las puertas.
Semejante a irritado graznido de cornejas corría el sonido por los largos corredores cuando las hojas de la puerta se abrían: hostilmente chillaba aquel pájaro, no le gustaba ser despertado.
Pero más espantoso era todavía y más oprimía el corazón cuando de nuevo se hacia el silencio y alrededor enmudecía todo y yo estaba sentado solo en medio de aquel pérfido callar.
Así se me iba y se me escapaba el tiempo, si es que tiempo había todavía: ¡qué sé yo de ello! Pero finalmente ocurrió algo que me despertó.
Por tres veces resonaron en la puerta golpes como truenos, y por tres veces las bóvedas repitieron el eco aullando: yo marché entonces hacia la puerta.
¡Alpa!, exclamé, ¿quién trae su ceniza a la montaña? ¡Alpa! ¡Alpa! ¿Quién trae su ceniza a la montaña?
Y metí la llave y empujé la puerta y forcejeé. Pero no se abrió ni lo ancho de un dedo:
Entonces un viento rugiente abrió con violencia sus hojas: y entre agudos silbidos y chirridos arrojó hacia mí un negro ataúd:
Y en medio del rugir, silbar y chirriar, el ataúd se hizo pedazos y escupió miles de carcajadas diferentes.
Y desde mil grotescas figuras de niños, ángeles, lechuzas, necios y mariposas grandes como niños algo se rió y se burló de mí y rugió contra mí.
Un espanto horroroso se apoderó de mí: me arrojó al suelo. Y yo grité de horror como jamás había gritado.
Pero mi propio grito me despertó: - y volví en mí. -
Así contó Zaratustra su sueño, y luego calló: pues aún no sabía la interpretación de su sueño. Pero el discípulo al que él más amaba se levantó con presteza, tomó la mano de Zaratustra y dijo:
«¡Tu vida misma nos da la interpretación de ese sueño, Zaratustra!
¿No eres tú mismo el viento de chirriantes silbidos que arranca las puertas de los castillos de la muerte¿
¿No eres tú mismo el ataúd lleno de maldades multicolores y de grotescas figuras angelicales de la vida?
En verdad, semejante a mil infantiles carcajadas diferentes penetra Zaratustra en todas las cámaras mortuorias, riéndose de esos guardianes nocturnos y vigilantes de tumbas, y de todos los que hacen ruido con sombrías llaves.
Tú los espantarás y derribarás con tus carcajadas; su desmayarse y su volver en sí demostrarán tu poder sobre ellos.
Y aunque vengan el largo crepúsculo y la fatiga mortal, en nuestro cielo tú no te hundirás en el ocaso, ¡tú, abogado de la vida!
Nuevas estrellas nos has hecho ver, y nuevas magnificencias nocturnas; en verdad, la risa misma la has extendido como una tienda multicolor sobre nosotros.
Desde ahora brotarán siempre risas infantiles de los ataúdes; desde ahora un viento fuerte vencerá siempre a toda fatiga mortal: ¡de esto eres tú mismo para nosotros garante y adivino!
En verdad, con ellos mismos has soñado, con tus enemigos: ¡éste fue tu sueño más difícil!
¡Mas así como te despertaste de entre ellos y volviste en ti, así también ellos deben despertar de sí mismos - ¡y volver a ti!
Así dijo aquel discípulo; y todos los demás se arrimaron entonces a Zaratustra y le tomaron de las manos y querían persuadirle a que abandonase el lecho y la tristeza y retornase a ellos. Mas Zaratustra permaneció sentado en su lecho, rígido y con una mirada extraña. Como alguien que retorna a casa desde un remoto país extranjero, así miraba él a sus discípulos y examinaba sus rostros; y aún no los reconocía. Mas cuando ellos lo levantaron y lo pusieron en pie, he aquí que de
repente sus ojos cambiaron; comprendió todo lo que había ocurrido, se acarició la barba y dijo con fuerte voz:
«¡Bien! Eso llegará en su momento; ahora procurad, discípulos míos, que comamos una buena comida, ¡y pronto! ¡Así pienso hacer penitencia por mis malos sueños!
Mas el adivino debe comer y beber a mi lado: ¡y en verdad, quiero mostrarle todavía un mar en que puede ahogarse!»

Así habló Zaratustra. Luego estuvo mirando largo tiempo al rostro del discípulo que había hecho de intérprete del sueño, y mientras miraba movía la cabeza. -



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De la redencion

Un día en que Zaratustra estaba atravesando el gran puente lo rodearon los
lisiados y los mendigos, y un jorobado le habló así:
«¡Mira, Zaratustra! También el pueblo aprende de ti y comienza a creer en tu doctrina: mas para que acabe de creerte del todo se necesita aún una cosa - ¡tienes que convencernos primero a nosotros los lisiados!  ¡Aquí tienes ahora una hermosa colección, y, en verdad, una ocasión que se puede agarrar por más de un pelo! Puedes curar a ciegos y hacer correr a paralíticos; y a quien lleva demasiado sobre su espalda podrías sin duda también quitarle un poco: ¡éste, pienso yo, sería el modo idóneo de hacer creer a los lisiados en Zaratustra!»
Mas Zaratustra replicó asi al que había hablado: «Si al jorobado se le quita su joroba, se le quita su espíritu - así enseña el pueblo. Y si al ciego se le dan sus ojos, verá demasiadas cosas malas en la tierra: de modo que maldecirá a quien lo curó.
Y el que haga correr al paralítico le causa el mayor de todos los perjuicios: pues apenas pueda correr, sus vicios, desbocados, lo arrastran consigo - así enseña el pueblo a propósito de los
lisiados. ¿Y por qué no iba Zaratustra a aprender también del pueblo, si el pueblo aprende de Zaratustra?
Mas, desde que estoy entre hombres, para mí lo de menos es ver: "A éste le falta un ojo, y a aquél una oreja, y a aquel tercero la pierna, y otros hay que han perdido la lengua o la nariz o la ca-
beza"
Yo veo y he visto cosas peores, y hay algunas tan horribles que no quisiera hablar de todas, y de otras ni aun callar quisiera, a saber: seres humanos a quienes les falta todo, excepto una cosa de la que tienen demasiado - seres humanos que no son más que un gran ojo, o un gran hocico, o un gran estómago, o alguna otra cosa grande, - lisiados al revés los llamo yo.
Y cuando yo venía de mi soledad y por vez primera atravesaba este puente: no quería dar crédito a mis ojos, miraba y miraba una y otra vez y acabé por decir: "`¡Esto es una oreja!, ¡una sola oreja, tan grande como un hombre!". Miré mejor: y, realmente, debajo de la oreja se movía aún algo que era pequeño y mísero y débil hasta el punto de dar lástima. Y verdaderamente la monstruosa oreja se asentaba sobre una pequena varilla delgada - ¡y la varilla era un hombre! Quien mirase con una lente podría haber reconocido aún un pequeño rostro envidioso; y también que en la varilla se balanceaba una hinchada almita. Y el pueblo me decía que la gran oreja era no sólo un hombre, sino un gran hombre, un genio. Mas yo jamás he creído al pueblo cuando ha hablado de grandes hombres - y mantuve mi creencia de que era un lisiado al revés, que tenía muy poco de todo, y demasiado de una cosa.»
Cuando Zaratustra hubo dicho esto al jorobado y a aquellos de quienes éste era portavoz y abogado volvióse con profundo mal humor hacia sus discípulos y dijo:
«iEn verdad, amigos míos, yo camino entre los hombres como entre fragmentos y miembros de hombres!
Para mis ojos lo más terrible es encontrar al hombre destrozado y esparcido como sobre un campo de batalla y de matanza.
Y si mis ojos huyen desde el ahora hacia el pasado: siempre encuentran lo mismo: fragmentos y miembros y espantosos azares - ¡pero no hombres!
El ahora y el pasado en la tierra - ¡ay!, amigos mios - son para mí lo más insoportable; y no sabría vivir si no fuera yo además un vidente de lo que tiene que venir.
Un vidente, un volente, un creador, un futuro tambien, - un puente hacia el futuro - y, ay, incluso, por así decirlo, un lisiado junto a ese puente: todo eso es Zaratustra.
Y también vosotros os habéis preguntado con frecuencia: ¿Quién es para nosotros Zaratustra? ¿Cómo lo llamaremos?  Y lo mismo que yo, vosotros os habéis dado preguntas por respuesta.
¿Es uno que hace promesas?  ¿O uno que las cumple? ¿Un conquistador? ¿O un heredero? ¿Un otoño?  ¿O la reja de un arado?  ¿Un médico?  ¿O un convaleciente?
¿Es un poeta? ¿O un hombre veraz?  ¿Un libertador?  ¿O un domeñador?   ¿Un bueno?  ¿O un malvado?
Yo camino entre los hombres como entre los fragmentos del futuro: de aquel futuro que yo contemplo
Y todos mis pensamientos y deseos  tienden a pensar y reunir en unidad lo que es fragmento y enigma y espantoso azar.
¡Y cómo soportaría yo ser hombre si el hombre no fúese también poeta y adivinador de enigmas y el redentor del azar!
Redimir a los que han pasado, y transformar todo "Fue" en un "Así lo quise" - ¡sólo eso sería para mí redención!
Voluntad - así se llama el libertador y el portador de alegría:  ¡esto es lo que yo os he enseñado, amigos mios! Y ahora aprended también esto: la voluntad misma es todavía un prisionero.
El querer hace libres: pero ¿cómo se llama aquello que mantiene todavía encadenado al libertador?
"Fue": así se Ilama el rechinar de dientes y la más solitaria tribulación de la voluntad. Impotente contra lo que está hecho - es la voluntad un malvado espectador para todo lo pasado.
La voluntad no puede querer hacia atrás; el que no pueda quebrantar el tiempo ni la voracidad del tiempo - ésa es la más solitaria tribulación de la voluntad.
El querer hace libres: ¿qué imagina el querer mismo para liberarse de su tribulación y burlarse de su prisión?
¡Ay, todo prisionero se convierte en un necio! Neciamente se redime también a sí misma la voluntad prisionera. Que el tiempo no camine hacia atrás es su secreta rabia.
"Lo que fue, fue" - así se Ilama la piedra que ella no puede remover.
Y así ella remueve piedras, por rabia y por mal humor, y se venga en aquello que no siente, igual que ella, rabia y mal humor.
Así la voluntad, el libertador, se ha convertido en un causante de dolor: y en todo lo que puede sufrir véngase de no poder ella querer hacia atrás.
Esto, sí, esto solo es la venganza misma: la aversión de la voluntad contra el tiempo y su "Fue"
En verdad, una gran necedad habita en nuestra voluntad; ¡y el que esa necedad aprendiese a tener espíritu se ha convertido en maldición para todo lo humano!
El espíritu de la venganza: amigos míos, sobre esto es sobre lo que mejor han reflexionado los hombres hasta ahora; y donde había sufrimiento, allí debía haber siempre castigo.
"Castigo" se llama a sí misma, en efecto, la venganza: con una palabra embustera se finge hipócritamente una buena conciencia.
Y como en el volente hay el sufrimiento de no poder querer hacia atrás, - por ello el querer mismo y toda vida debían - ¡ser castigo!
Y ahora se ha acumulado nube tras nube sobre el espíritu: hasta que por fin la demencia predicó: "¡Todo perece, por ello todo es digno de perecer!
"Y la justicia misma consiste en aquella ley del tiempo según la cual tiene éste que devorar a sus propios hijos: así predicó la demencia.
"Las cosas están reguladas éticamente sobre la base del derecho y el castigo. Oh, ¿dónde está la redención del río de las cosas y del castigo llamado 'Existencia'?" Así predicó la demencia.
"¿Puede haber redención si existe un derecho eterno? ¡Ay, irremovible es la piedra   'Fue': eternos tienen que ser también todos los castigos!" Así predicó la demencia.
"Ninguna acción puede ser aniquilada: ¡cómo podría ser anulada por el castigo! Lo eterno en el castigo llamado 'Existencia' consiste en esto, ¡en que también la existencia tiene que volver a ser eternamente acción y culpa!
A no ser que la voluntad se redima al fin a sí misma y el querer se convierta en no-querer-:  ¡pero vosotros conoceis, hermanos míos, esta canción de fábula de la demencia!
Yo os aparté de todas esas canciones de fábula cuando os enseñé: "La voluntad es un creador"
Todo 'Fue' es un fragmento, un enigma, un espantoso azar - hasta que la voluntad creadora añada: "¡pero yo lo quise así!"
-Hasta que la voluntad creadora añada: "¡Pero yo lo quiero así! ¡Yo lo querré así!"
¿Ha hablado ya ella de ese modo? ¿Y cuándo lo hará?  ¿Se ha desuncido ya la voluntad del yugo de su propia tontería?
¿Se ha convertido ya la voluntad para sí misma en un libertador y en un portador de alegría?  ¿Ha olvidado el espíritu de venganza y todo rechinar de dientes?
¿Y quién le ha enseñado a ella la reconciliación con el tiempo, y algo que es superior a toda reconciliación?
Algo superior a toda reconciliación tiene que querer la voluntad que es voluntad de poder- : sin embargo ¿cómo le ocurre esto?  ¿Quién le ha enseñado incluso el querer hacia atrás?»
En este memento de su discurso ocurrió que Zaratustra se detuvo de repente, y semejaba del todo alguien que estuviese aterrorizado al máximo. Con ojos horrorizados miró a sus discípulos; sus ojos perforaban como con flechas los pensamientos de éstos e incluso los trasfondos de tales pensamientos. Mas pasado un poco de tiempo volvió ya a reír y dijo con voz bondadosa:
«Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy difícil. Sobre todo para un charlatán»
Así habló Zaratustra. El jorobado había escuchado la conversación y había cubierto su rostro al hacerlo; mas cuando oyó reír a Zaratustra, alzó los ojos con curiosidad y dijo lentamente:
«¿Por qué Zaratustra nos habla a nosotros de modo distinto que a sus discípulos?»
Zaratustra respondió: ¡Qué tiene de extraño! ¡Con jorobados es lícito hablar de manera jorobada!»
Bien, dijo el jorobado; y con discípulos es lícito charlar de manera discipular.
Mas ¿por qué  Zaratustra habla a sus discípulos de manera distinta - que a sí mismo?» -



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De la cordura respecto a los hombres

No la altura: la pendiente es lo horrible!
La pendiente, donde la mirada se precipita hacia abajo y la mano se agarra hacia arriba. Aquí se apodera del corazón el vértigo de su doble voluntad.
Ay, amigos, ¿adivináis también la doble voluntad de mi corazón?
Esto, esto es mi pendiente y mi peligro, el que mi mirada se precipite hacia la altura y mi mano quiera sostenerse y apoyarse - ¡en la profundidad!
Al hombre se aferra mi voluntad, con
cadenas me ato a mi mismo al hombre, pues me siento arrastrado hacia arriba, hacia el superhombre: hacia allí tiende mi otra voluntad.
Y para esto vivo ciego entre los hombres; como si no los conociese: para que mi mano no pierda del todo su fe en algo estable.
Yo no os conozco a vosotros, hombres: ésta es la tiniebla y éste es el consuelo que me han rodeado a menudo. Estoy sentado junto a la puerta de la ciudad, expuesto a tonos los bribones, y pregunto: ¿quién quiere enganarme?
Ésta es mi primera cordura respecto a los hombres, el dejarme engañar, a fin de no tener que mantenerme en guardia frente a los engañadores.
Ay, si yo me mantuviera alerta frente al hombre: ¡cómo podría ser éste un ancla para mi globo! ¡Demasiado fácilmente me vería arrastrado a lo alto y a lo lejos!
Ésta es la providencia que domina mi destino, el que yo no tenga que tener cautela.
Y quien no quiera morir de sed entre los hombres tiene que aprender a beber de todos los vasos; y quien quiera permanecer puro entre los hombres tiene que entender de lavarse incluso con agua sucia.
Y así me hablé yo a menudo para consolarme: «¡Bien!
¡Adelante! ¡Viejo corazón! Una infelicidad se te ha malogrado: ¡disfruta eso como tu - felicidad!»
Y ésta es mi segunda cordura respecto a los hombres: yo trato con más indulgencia a los vanidosos que a los orgullosos.
¿No es la vanidad ofendida la madre de todas las tragedias? Pero cuando el orgullo es ofendido, allí brota ciertamente algo aún mejor que el orgullo.
Para que la vida sea buena de contemplar, su espectáculo tiene que ser bien representado: y para ello se necesitan buenos comediantes.
Buenos comediantes me han parecido todos los vanidosos: representan la comedia y quieren que la gente guste de verlos, - todo su espíritu está en esa voluntad.
Ellos se ponen en escena, se inventan a sí mismos; en su proximidad amo yo contemplar la vida, - se me cura así la melancolía.
Por ello trato con indulgencia a los vanidosos, pues son para mí médicos de mi melancolía y me atan al hombre como a un espectáculo.
Y además: ¡quién mide en el vanidoso toda la profundidad de su modestia! Yo soy bueno y compasivo con él a causa de su modestia.
De vosotros quiere él aprender a creer en sí mismo; se alimenta de vuestras miradas, devora la alabanza que llega de vuestras manos.
Cree incluso vuestras mentiras, si mentís bien acerca de él: pues en lo más hondo su corazón suspira: «¡qué soy yo!»
Y si la verdadera virtud es la que se ignora a sí misma: ¡el vanidoso ignora su modestia!
Y ésta es mi tercera cordura respecto a los hombres, el no permitir a vuestro temor que me quite el gusto de contemplar a los malvados.
Y soy feliz de ver las maravillas que un sol ardiente encoba: tigres y palmeras y serpientes de cascabel.
También entre los hombres hay hermosas crías de un sol ardiente, y muchas cosas hay dignas de ser admiradas en los malvados.
Es cierto que así como vuestros sapientísimos no me parecen tan sabios, así también encontré que la maldad de los hombres está por debajo de su fama.
Y a menudo me he preguntado, moviendo la cabeza: ¿por qué seguir cascabeleando, serpientes de cascabel?
¡En verdad, también para el mal hay todavía un futuro! Y el sur más ardiente no ha sido aún descubierto para el hombre.
¡Cuántas cosas llámanse ya ahora la peor de las maldades, que, sin embargo, sólo tienen doce pies de ancho y tres meses de duración! Alguna vez vendrán al mundo, sin embargo, dragones mayores.
Pues para que no le falte al superhombre su dragón, el superdragón, que sea digno de él: ¡para ello muchos soles ardientes tienen aún que abrasar la húmeda selva virgen!
Vuestros gatos salvajes tienen primero que convertirse en tigres, y vuestros sapos venenosos, en cocodrilos: ¡pues el buen cazador debe tener una buena caza!
¡Y en verdad, oh buenos y justos! Muchas cosas hay en vosotros que causan risa, ¡y ante todo vuestro miedo de lo que hasta ahora se ha llamado «demonio»!
¡Tan extraños sois a lo grande en vuestra alma que el superhombre os resultará temible en su bondad!
¡Y vosotros, sabios y sapientes, huiríais de la quemadura de sol que produce la sabiduría, quemadura en la que el superhombre baña con placer su desnudez!
¡Vosotros, los hombres supremos con que mis ojos tropezaron! Ésta es mi duda respecto a vosotros y mi secreto reír: ¡apuesto a que a mi superhombre lo llamaríais - demonio!
Ay, me he cansado de estos hombres, los más elevados y los mejores de todos: desde su «altura, sentía yo deseos de marchar hacia arriba, lejos, fuera, ¡hacia el superhombre!
Un espanto se apoderó de mí cuando vi desnudos a estos hombres, los mejores de todos: entonces me brotaron las alas para alejarme volando hacia futuros remotos.
Hacia futuros más remotos, hacia sures más meridionales que los que artista alguno haya soñado jamás: ¡hacia allí donde los dioses se avergüenzan de todos los vestidos!
Más a vosotros, prójimos y semejantes, yo os quiero ver disfrazados y bien adornados, y vanidosos, y dignos, como «los buenos y justos».
Y disfrazado quiero yo mismo sentarme entre vosotros, -para conoceros mal a vosotros y a mí: ésta es, en efecto, mi última cordura respecto a los hombres.

Así habló Zaratustra.



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La más silenciosa de todas las horas

Qué me ha ocurrido, amigos míos?  Me veis trastornado, acuciado, dócil a pesar mío, dispuesto a marchar - ¡ay, a alejarme de vosotros!
Sí, una vez más tiene Zaratustra que volver a su soledad: ¡pero esta vez el oso vuelve de mala gana a su caverna!
¿Qué me ha ocurrido?  ¿Quién me lo ordena? - Ay, mi irritada señora lo quiere así, me ha hablado: ¿os he dicho ya alguna vez su nombre?
Ayer al atardecer me habló mi hora más silenciosa: ése es el nombre de mi terrible señora.
Y esto es lo que ocurrió, - ¡pues tengo que deciros todo, para que vuestro corazón no se
endurezca contra el que se va de repente!
¿Conocéis el terror del que se adormece?-
Hasta las puntas de los pies tiembla, debido a que el suelo le falla y los sueños comienzan.
Ésta es la parábola que os digo. Ayer, en la hora más silenciosa, el suelo me falló: comenzaron los sueños.
La aguja avanzaba, el reloj de mi vida tomaba aliento -, jamás había oído yo tal silencio a mi alrededor: de modo que mi corazón sintió terror.
Entonces algo me habló sin voz: «¿Lo sabes, Zaratustra?»
Y yo grité de terror ante ese susurro, y la sangre abandonó mi rostro: pero callé.
Entonces algo volvió a hablarme sin voz: «¡Lo sabes, Zaratustra, pero no lo dices!»-
Y yo respondí por fin, como un testarudo: «¡Sí, lo sé, pero no quiero decirlo!
Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¿No quieres, Zaratustra? ¿Es eso verdad? ¡No te escondas en tu terquedad!» -
Y yo lloré y temblé como un niño, y dije: «¡Ay, lo querría, mas cómo poder! ¡Dispénsame de eso! ¡Está por encima de mis fuerzas!»
Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¿Qué importas tú, Zaratustra? ¡Di tu palabra y hazte  pedazos!»-
Y yo respondí: «Ay, ¿es mi palabra? ¿Quién soy yo? Yo estoy aguardando a uno más digno; no soy siquiera digno de hacerme pedazos contra él»
Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¿Qué importas tú?  Para mí no eres aún bastante humilde. La humildad tiene la piel más dura de todas».-
Y yo respondí: «¡Qué cosas no ha soportado ya la piel de mi humildad! Yo habito al pie de mi altura: ¿cuál es la altura de mis cimas? Nadie me lo ha dicho todavía. Pero conozco bien mis valles».
Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «Oh Zaratustra, quien ha de trastladar montañas, traslada también valles y hondonadas».
Y yo respondí: «Mi voz no ha trasladado aún montañas, y lo que he dicho no ha llegado a los hombres. Yo he ido sin duda a los hombres, pero todavía no he llegado hasta ellos»
Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¿Qué sabes tú de eso? El rocío cae sobre la hierba cuando la noche está más callada que nunca».-
Y yo respondí: «Ellos se burlaron de mí cuando encontré mi propio camino y marché por él; y, en verdad, mis pies temblaban entonces.
Y así me dijeron: ¡has olvidado el camino, y ahora olvidas también hasta el andar!»
Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¡Qué importa su burla!  Tú eres uno que ha olvidado el obedecer: ¡ahora debes mandar!
¿No sabes quién es el más necesario de todos? El que manda grandes cosas.
Realizar grandes cosas es difícil: pero más difícil es mandarlas.
Esto es lo más imperdonable en tí: tienes poder, y no quieres dominar.» -
Y yo respondí: «Me falta la voz del león para mandar.
Entonces algo me habló de nuevo como un susurro:«las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo.
Oh Zaratustra, debes caminar como una sombra de lo que tiene que venir: así mandarás y, mandando, precederás a otros.
Y yo respondí: «Me avergüenzo».
Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «Tienes que hacerte todavía niño y no tener vergüenza.
El orgullo de la juventud está todavía sobre ti, tarde te has hecho joven: pero el que quiere convertirse en niño tiene que superar incluso su juventud.»
Y yo reflexioné durante largo tiempo, y temblaba. Pero acabé por decir lo que había dicho al comienzo: «No quiero».
Entonces oí risas a mi alrededor. ¡Ay, cómo esas risas me desgarraron las entrañas y me hendieron el corazón!
Y por última vez algo me habló: «¡Oh Zaratustra, tus frutos están maduros, pero tú no estás maduro para tus frutos!
Por ello tienes que volver de nuevo a la soledad: pues debes ponerte tierno aún.» -
Y de nuevo oí risas que huían: entonces lo que me rodeaba quedó silencioso, como con un doble silencio. Yo yacía por el suelo, y el sudor me corría por los miembros.
Ahora habéis oído todo, y por qué tengo yo que regresar a mi soledad. No os he callado nada, amigos míos. Pero también me habéis oído decir quién sigue siendo el más silencioso de todos los hombres - ¡y quiere serlo!
¡Ay  amigos míos! ¡Yo tendría aún algunas cosas que deciros, yo tendría aún algunas que daros! ¿Por qué no las doy? ¿Acaso soy avaro?

Y cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras lo asaltó la violencia del dolor y la proximidad de la separación de sus amigos, de modo que lloró sonoramente; y nadie sabía consolarlo. Y durante la noche se marchó solo y abandonó a sus amigos.


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NIÑO DEL ESPEJO:
En los borradores de Nietzsche éste había previsto para este capítulo el título de La  segunda aurora.


Niño del espejo















LANZAR SEMILLAS:
El sembrador es una imagen evangélica. Ver Mateo   13,3


Niño del espejo















CIZAÑA:
Sobre la cizaña y el trigo se puede consultar Mateo 13,24 (parábola de la cizaña). Ahora, en Asi habló Zarathustra, también  son los enemigos del  sembrador los que plantan cizaña entre el trigo.


Niño del espejo















PERDIDA DE LOS AMIGOS:
La imagen de salir en busca de los perdidos es asimismo reminiscencia evangélica. Véase Evangelio de Lucas 15,4 ( parábola de la oveja perdida ).


Niño del espejo















HERIDO DE FELICIDAD:
Esta frase es, incluso por su estructura verbal (verwundet bin ich von meinem Glücke), reminiscencia de las muy conocidas, entre wagnerianos, palabras de Brunilda en el tercer acto del Sigfrido: «Herido me ha quien me despertó, (verwundet hat  mich der mich erweckt). Nietzsche cuenta que, cuando fue a visitar por vez primea a Wagner en Tribschen, estuvo «largo tiempo en silencio ante la casa y escuchaba un acorde doloroso, continuamente repetido. Ese acorde correspondía al tema del «despertar de Brunilda.


Niño del espejo















EL MALIGNO:
Expresión biblica para designar al demonio.


Niño del espejo















SABIDURÍA SALVAJE:
El tema de la «sabiduria salvaje, tiene gran importancia como caracterización del saber propio de Zaratustra. Se puede ver como en el párrafo siguiente habla de la «leona Sabiduría. También puede consultarse, en esta misma segunda parte, De los sabios famosos,   en donde Zaratustra contrapone esta sabiduria suya al saber de los «sabios famosos que aparecen como «animales de carga. Véase asimismo, en la tercer parte, De tablas viejas y nuevas


Niño del espejo















ISLAS AFORTUNADAS:
En los borradores Nietzsche había previsto para este capitulo el titulo De los dioses. A pesar de la designación de  islas afortunadas, Nietzsche no se refiere ciertamente a las islas Canarias ni a unas
«islas afortunadas» concretas. Si acaso, Nietzsche las situaba junto a Nápoles y aludiría a Ischia y Capri, muy conocidas y amadas por él desde su estancia en Sorrento. En una carta a Peter Gast (12
de agosto de 1883) dice Nietzsche lo siguiente: Esta isla (Ischia) me obsesiona; cuando usted haya leído Asi habló Zarathustra hasta el final comprenderá con claridad dónde he situado yo mis "islas afortunadas"».


Islas afortunadas















RODEADO DE LENTITUD:
Esta palabras citadas por Nietzsche en Ecce homo   para subrayar lo que él llama  el  tempo delicadamente lento de estos discursos.


Islas afortunadas















CONCLUSIÓN QUE ME SACA A MÍ:
El verbo alemán ziehen, significa «sacar, (una conclusión, por ejemplo), «extraer», «arrastrar». Ello permite a Nietsche este juego de palabras, que, desarrollado, diría lo siguiente: Es sierto que yo he sacado la conclusión de la inexistencia de Dios; pero a la vez esa inexistencia de Dios me «saca», como conclusión suya, a mí. O lo que es lo mismo: Yo sólo existo en cuanto conclusión de la inexistencia de Dios.


Islas afortunadas















LO IMPERECEDERO COMO SÍMBOLO:
Nietzsceh realiza aquí una inversión de la frase de Goethe, que dice exactamente lo contrario:
«Todo lo perecedero no es más que un símbolo» Sobre este mismo tema se puede ver, en esta misma parte, el capítulo titulado: De los poetas.


Islas afortunadas















MENTIRAS DE LOS POETAS:
En La Gaya ciencia, aforismo 84, al final, dice Nietzsche: «¡Para una verdad es más peligroso que un poeta esté de acuerdo con ella que no que la contradiga! Pues como dice Homero: "Mucho mienten los poetasAristóteles, que cita esta misma frase, afirma que se trata de un «proverbio» (Metafísica, 983 a 3). Sobre el mismo tema se puede ver también, en esta misma parte, el capítulo titulado: De los poetas. Allí Zarathustra, en diálogo con uno de sus discípulos, desarrolla este «proverbio.


Islas afortunadas















EL QUERER OS HARÁ LIBRES:
Otra vez Zarathustra contrapone sus enseñanzas a las presentes en los evangelios. Y es que la frase el querer os hará libres es antitética con la frase evangélica: «La verdad os hará libres, (ver Evangelio de Juan 8, 32). Esta misma frase se repite y amplifica en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas.

 


Islas afortunadas















LA SOMBRA:
A esta sombra, llamada más tarde «la sombra de Zaratustra», le estará dedicado en la parte tercera,   todo un capitulo.

 


Islas afortunadas















VERGÜENZA AL VER SUFRIR:
En la cuarta parte, en el capítulo titulado: El más feo de los hombres, veremos cómo el propio Zaratustra practica esta doctrina al encontrarse con el más feo de los hombres.


De los compasivos















SUPRESIÓN DE LOS MENDIGOS:
En la cuarta parte, en el capítulo titulado: La Cena, el mendigo voluntario recordará a Zaratustra esta frase.


De los compasivos















VIVIR ENTRE HOMBRES Y CALLAR ES MUY DIFICIL:
En esta segunda parte, en el capítulo titulado De la redención, Zaratustra aplica irónicamente esta doctrina a sí mismo.


De los compasivos















MUERTE DE DIOS POR COMPASIÓN:
Notar que los cuatro párrafos que van desde «Ay, ¿en qué lugar?...» hasta aqui fueron colocados por Nietzsche como motto al frente de la cuarta parte de esta obra. Además, en el capítulo de esa misma parte titulado Jubilado, Zaratustra pregunta con curiosidad al viejo papa si es cierto que Dios murió de esa manera: «de compasión».


De los compasivos















ESPADA DORMIDA:
Este concepto de la espada dormida» es una imagen que Nietzsche vuelve a usar en la tercera parte, en el capítulo titulado: De tablas viejas y nuevas.


De los sacerdotes















REDENCIÓN PARA EL REDENTOR:
Es esta una alusión irónica al último verso de la ópera de Wagner, Parsifal: «Erlösung dem Erlöser, (redención para el Redentor).


De los sacerdotes















EL MONSTRUO DORMIDO:
Estamos ante una reminiscencia de lo que, en Las mil y una noches, le ocurre a Simbad el marino en su primer viaje: desembarca sobre el lomo de un pez enorme, creyendo que se trata de una isla.


De los sacerdotes















SUBIENDO ESCALERAS DE RODILLAS:
Estos tres últimos párrafos transparentan la vivencia nietzscheana de las iglesias católicas de Italia y, en general, de todo templo. Nietzsche habia visto en Roma cómo los peregrinos subían de rodillas la Santa Scala. En una carta escrita desde Roma, en mayo de 1883, a F. Overbeck, le cuenta  la visión de este hecho.. A este subir de rodillas, contrapone Zaratustra el «subir volando.


De los sacerdotes















BÓVEDAS DERRUIDAS:
En la tercera parte, en el capítulo titulado: Los siete sellos, Zaratustra repite esta misma descripción.


De los sacerdotes















TRIBULACIÓN EMBOZADA:
«Tribulación embozada» es una calificación que Zaratustra volverá a aplicar al sacerdote en la cuarta parte, en el capítulo titulado: Jubilado.


De los sacerdotes















SACERDOTE COMO PASTOR:
Sobre esta idea del sacerdote como pastor es importante consultar la explicación que nos hace Nietzsche en La genealogía de de la moral.


De los sacerdotes















LA VERDAD DEMOSTRADA CON SANGRE:
Sobre la idea de la sangre como demostración de la verdad puede verse el apartado 53 de El Anticristo.


De los sacerdotes















LA REJA DEL ARADO:
La reja del arado
es el titulo que Nietzsche pensó dar en un principio a su obra Aurora.


De los virtuosos















El RONRONEAR DE LOS RELOJES:
En esta misma segunda parte, De los doctos, repetirá Zaratustra esta irónica metáfora de los relojes, aplicándola alli a los «doctos.


De los virtuosos















SOY JUSTO=ESTOY VENGADO:
Nietzsche puede afirmar que, en alemán, «yo soy justo» suena igual que «yo soy vengado», valiéndose de la semejanza fonética existente en aquella lengua entre ambas expresiones: ich bin gerecht (yo soy justo), ich bin gerächt (yo estoy vengado).


De los virtuosos















MALVADA MIRADA:
En Mas allá del bien y del mal (aforismo 275) hace Nietzsche la siguiente variación sobre este pensamiento: «Quien no quiere ver lo elevado de un hombre fija su vista de un modo tanto más penetrante en aquello que en él es bajo y superficial -traicionándose a sí mismo con ello.» La variación fundamental está en el paso de «no ser cupaz de ver» (aquí) a «no querer ver» (allí).


De los virtuosos















EXPERTOS EN BIEN Y MAL:
En la parte tercera, De tablas viejas y nuevas, Zaratustra volverá a reprobar la vieja presunción de los hombres de saber ya hace mucho tiempo qué es el bien y el mal para ellos.

De los virtuosos















COMIDA PARA LOS SOLITARIOS:
Reminiscencia de 1 Reyes, 17, 6: Los cuervos le llevaban a Elías pan por la mañana y carne por la tarde. Aquí son águilas las que llevan la comida a los solitarios.


De la chusma















ESCUPIR CONTRA EL VIENTO:
En Ecce homo cita Nietzsche un largo fragmento de este capítulo (desde «¡Pero qué me ha sucedido!»... hasta aquí) cono ejemplo de la manera de hablar Zaratustra sobre la redención de la nausea.


De la chusma















LAS TARÁNTULAS:
Este capítulo es un ejemplo más de la «atmósfera italiana» de esta segunda parte de Asi habló Zaratustra. De ese modo se entiende igualmente la alusión final a la tarantela».


De las tarántulas















LOS HOMBRES NO SON IGUALES:
Sobre este tema ver en esta segunda parte, el capítulo titulado De los doctos.


De las tarántulas















EL NOS ENSEÑA QUE LA REALIDAD ES LUCHA Y DESIGUALDAD:
El
sujeto de tales enseñanzas es, sin duda alguna, Heraclito: «No entienden cómo, al diverger, se converge consigo mismo: armonía propia del tender en direcciones opuestas, como la del arco y la de la lira.


De las tarántulas















LA COLUMNA:
Estamos ante una reminiscencia clásica: En el canto XII de la Odisea,  Ulises pide a sus compañeros que lo aten al mástil de la nave para no ser arrastrado por los cantos de las sirenas.


De las tarántulas















LA TARANTELA:
La traducción castellana manifiesta sólo uno de los dos sentidos que tiene simultaneamente la expresión alemana Tarantel-Tänzer-: el que baila la tarantela y el que gira bailando por haber sido pisado por una tarántula. A la picadura de la tarántula se le atribuían antiguamente extraños efectos nerviosos; y también a la danza llamada  tarantela» se le atribuian poderes curativos contra esa picadura


De las tarántulas















LA VOZ DE DIOS:
Estamos ante una alusión a la frase vox populi, vox dei ( la voz del pueblo es la voz de Dios ).


De los sabios famosos















VIDA QUE SE SAJA A SÍ MISMA:
El «concienzudo del espíritu, dirá más tarde a Zaratustra, en la conversación que mantendrá con él, que fue precisamente esa enseñanza la que lo indujo a seguirlo. Sobre esta misma idea, puede verse tambien,   en la cuarta parte, La sanguijuela, asi como, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas.


De los sabios famosos















TRASLADAR MONTAÑAS:
Zarathustra usa de nuevo una expresión bíblica: Trasladar montañas». Ver el Evangelio de Mateo, 17, 20: «Teneis poca fe. Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza le diriais a aquella montaña de allí que viniera y vendría.


De los sabios famosos















TIBIOS:
Es una alusión a la frase del Apocalipsis, 3, 15 16: «¡Ojalá fueras frío o caliente! 'Mas como eres tibio, y ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca


De los sabios famosos















LA CANCIÓN DE LA NOCHE:
Titulos anteriores previstos por Nietzsche para este apartado fueron: Luz soy yo y La canción de la soledad. El propio Nietzsche hace en Ecce homo interesantes c»nsideraciones sobre este poema. Le llama «el inmortal lamento de estar condenado, por la sobreabundancia de luz y poder, por la propia naturaleza solar, a no amar». Y después de trascribirlo íntegramente añade: ¡Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido nunca, ni sufrido nunca, así sufre un dios, un Dioniso. La respuesta a este ditirambo del aislamiento solar en la luz seria Ariadna...¡Quien sabe, excepto yo, qué es Ariadna!


Canción de la noche















ALMA COMO SURTIDOR:
La alusión a los surtidores, es, una vez más, reminiscencia italiana, y se refiere a la fontana del Tritone, obra de Bernini, que adorna la piazza Barberini en Roma. Es Nietzsche mismo el que, en Ecce homo, dice esto: «En una loggia situada sobre la mencionada piazza [Barberini], desde la cual se domina Roma con la vista y se oye, allá abajo en el fondo, murmurar la fontana, fue compuesta aquella canción,la más solitaria que jamás se ha compuesto, La canción de la noche


Canción de la noche















ROBAR  MAS DELEITOSO QUE ACEPTAR:
De nuevo Nietzsche invierte intencionadamente una expresión bíblica. En los Hechos de los Apóstoles, 20, 35, dice Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Efeso: «Hay que tener presentes las palalabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en tomar.» Nietzsche invierte la sentencia: la infelicidad, dice, la otorga el dar; es mejor tomar; y aun mejor, robar y arrehatar. En relación con esta misma idea se puede consultar, en la tercera parte, El retorno a casa, y, en la cuarta parte, El mendigo voluntario.


Canción de la noche















HIELO ABRASADOR:
Como variación a esta idea se puede ver lo que Nietzsche nos dice en Más allá del bien y del mal: «¡Es tan frio, tan gélido, que al tocarlo nos quemamos los dedos! Toda mano que lo agarra se espanta! - Y justo por ello no son pocos los que lo tienen por ardiente


Canción de la noche















SEÑOR DEL MUNDO:
Así se  llama el Evangelio de Juan, 12, 31 al  demonio. Estas son las palabras de Jesús a Andrés y Felipe, anunciando su glorificación por la muerte: «Ahora comienza un juicio contra el orden presente,y ahora el señor de este mundo será arrojado fuera. Pero yo, cuando me levanten de la tierra, tiraré de todos hacia mi».


Canción del baile















LA VIDA:
En la tercera parte, el capítulo titulado La otra canción del baile comenzará con estas mismas palabras: En tus ojos he mirado hace un momento, oh vida.


Canción del baile















LA CANCIÓN DE LOS SEPULCROS:
Otro titulo previsto por Nietzsche para este apartado en sus manuscritos era La fiesta de los muertos. Ciertos comentaristas han querido ver en La canción de los sepulcros una sumaria enumeración de las diversas desilusiones y arrentas, reales o imaginarias, sufridas por Nietzsche en su vida. El propio título es sin duda una reminiscencia de la isla de San Michele, cementerio de Venecia, llamada también «isla de los muertos», y que ciertamente Nietzsche veia desde su ventana cuando en Venecia residía en Fundamenta Nuove. El «buho monstruoso y repugnante» representaría al filólogo (Wilamowitz von Möllendorff) que se atravesó en su carrera de catedrático universitario. El «cancer más amado», que, sin embargo, le entona una ahorrenda y pesada melodia», seria Wagner, que le había insultado en su articulo Público y popularidad, publicado en los Bayreuther Blätter (Hojas de Bayreuth); y asi sucesivamente.


Canción de los sepulcros
















MANZANAS DE ROSA:
La manzana de rosa es fruto que aparece varias veces en Así habló Zarathustra. Es posible que sea un símbolo del Mundo. Ello puede quedar corroborado por el paralelismo entre la frase que viene poco despues: Zarathustra....tomó en la mano una manzana de rosa, la olió y encontró agradable su olor. Además, tal frase podría ponerse en relación con lo dicho en el Génesis, 1, 31: Entonces vió Dios  todo cuanto había hecho, y encontró que estaba bien.


Canción de los sepulcros















LA GAYA CIENCIA:
La primera edición de La Gaya ciencia llevaba como motto esta cita de Emerson: «El poeta y el sabio consideran amigas y sagradas todas las cosas, útiles todas las vivencias, santos todos los días, divinos todos los hombres
En la segunda edición sustituyó esta cita por los cuatro versos siguientes:

Yo habito en mi propia casa,
jamás he imitado a nadie en nada,
y siempre me he reido además de todo maestro
que no se haya reido de si mismo
Sobre la puerta de mi casa.

 

 

 


Canción de los sepulcros















¿CÓMO PUDE SOPORTARLO?
Nietzsche remeda aqui unas palabras de Isolda en el acto segundo, escena segunda, de Tristán e Isolda. Dice Isolda:

¡Cómo soporté aquello!
¡Cómo continúo soportándolo!

 


Canción de los sepulcros















INVULNERABLE EN MI TALÓN:
Inversión intencionada de Nietsche que, al revés de Aquiles (vulnerable únicamente en su talón) ahora presenta a Zarathustra como invulnerable en el mismo.

 


Canción de los sepulcros















DE LA SUPERACIÓN DE SÍ MISMO:
En este capítulo  Nietzsche desarrolla ampliamente el tema de la «voluntad de poder», ya aparecido antes; (ver en los  discursos deZaratustra, el titulado De las mil metas y  de la única meta) .En sus manuscritos Nietzsche había previsto para este capítulo también el título: Del bien y del mal.


De la superación de sí mismo















LA BARCA:
Es posible que estemos ante una alusión irónica a La navee de los locos, el poema alegórico y satirico de Sebastian Brant.


De la superación de sí mismo















VOLUNTAD DE EXISTIR:
La expresión «voluntad de existir, es de Schopenhauer.


De la superación de sí mismo















EL CREADOR TIENE QUE SER UN DESTRUCTOR:
En Ecce homo,  ¿Por qué soy un destino?», cita Nietzsche esta frase, con una significativa varia-
ción: donde aqui dice: tiene que» (muss), allí dice: quiere (will) .


De la superación de sí mismo















PENITENTE DEL ESPÍRITU:
El «penitente del espíritu» alude irónicamente, entre otros, a Wagner. Es un concepto importante en esta obra, que aqui aparece por vez primera. Se lo vuelve a citar más adelante, en De los poetas, y alcanza su pleno desarrollo en la cuarta parte, en el capítulo titulado: El mago.


De los sublimes















DISPUTA POR EL GUSTO:
En Humano, demasiado humano, II, «Opiniones y sentencias mezcladas», en el apartado 170, titulado «Los alemanes en el teatro», se dice al final: «¡Bienaventurados los que tienen un gusto, aunque sea un mal gusto! - y no sólo bienaventurado, sino también sabio es cosa que sólo se puede llegar a ser en virtud de esa cualidad: por eso los griegos, que en tales cuestiones eran muy finos, designaron al sabio con una palabra que significa el hombre de gusto, y llamaron a la sabiduria, tanto artistica como cognoscitiva, "gusto" (Sophía)


De los sublimes















DEL PAÍS DE LA CULTURA:
Otro título previsto por Nietzsche en sus manuscritos para este apartado era: De los hombres del presente.


Del país de la cultura















ESCRUTADOR DE RIÑONES:
Expresión bíblica; véase el Salmo 7, 10: «Dios, justo, escrutador del corazón y de los riñones». Aqui es una parábola del «psicólogo», entendido en el sentido de Nietzsche (ver Ecce homo)


Del país de la cultura















LOS GESTOS EN LA HISTORIA:
Nietzsche se burla aqui del historicismo», tal como lo había atacado ya en la segunda de sus Considerariones intempestivas, titulada Sobre la utilidad y la desventaja de la ciencia histórica para la vida.


Del país de la cultura















SOMBRAS DEL PASADO:
Paráfrasis  de las palabras de Aquiles a Ulises en la Odisea, canto XI, versos 489-491: «No intentes consolarme de la muerte, ilustre Ulises; preferiría ser labrador y servir a otro, a un hombre indigente que tuviera pocos caudales para mantenerse, a reinar sobre los muertos, que ya no son nada


Del país de la cultura















TODO ES DIGNO DE PERECER:
Son  palabras que usa Mefistófeles en el Fausto. En relación con esta idea ver, en esta segunda parte, el capítulo titulado: De la redención.


Del país de la cultura















MUJERCILLA:
Alusión a Génesis, 2, 21: «Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas... y con ella formó una mujer.


Del país de la cultura















EL PAÍS DE MIS HIJOS:
Nietzsche habla de Vaterland y Mutterland: «patria» y «matria». Aunque quizás esté mejor hablar de: «pais de los padres», «país de las madres» y «país de los hijos. Sobre el país de los hijos, Nietzsche vuelve a aludir en la  en la tercera parte, en el capítulo titulado De las tablas viejas  y nuevas.   Por su parte en La pedagogía social como programa politico, Ortega y Gasset alude a esta idea: "Hay, empero, otra noción de patria. No la tierra de los padres, decia Nietzsche, sino la tierra de los hijos. Patria no es el pasado y el presente. Es algo que todavia no existe......."


Del país de la cultura















DEL INMACULADO CONOCIMIENTO:
Es evidentemente una parodia, por su semejanza fonética en alemán, con la idea de la Inmaculada Concepción. Otro titulo pensado por Nietzche en sus manuscritos para este apartado decía: A los contemplativos.


Del inmaculado conocimiento















HOMBRE DE LA LUNA:
Juego de palabras en alemán, basado en que en este idioma Mond ( luna ) es de genero masculino Por otro lado, la creencia de que hay un hombre en la luna, cuyo rostro puede percibirse en ella,
es leyenda popular e infantil común a varios pueblos.


Del inmaculado conocimiento















ESPEJO DE CIEN OJOS:
En el apartado 207 de la obra de Nietzsche Más allá del bien y del mal puede verse un amplio desarrollo de la idea del conocimiento objetivo como espejo.


Del inmaculado conocimiento
















REBOSAR DE EMBUSTEROS:
Paráfrasis del Evangelio de Mateo, 12, 34: De lo que rebosa el corazón habla la boca


Del inmaculado conocimiento















DEBAJO DE LA MESA:
Alusión al Evangelio de Lucas, 16, 21 (parábola del hombre rico y el mendigo Lázaro): «Lazaro deseaba hartarse de lo que caía debajo de la mesa del rico.


Del inmaculado conocimiento















CORONA DE HIEDRA:
Esta diatriba contra los doctos, sin duda, transposición de las vivencias tenidas por Nietzsche durante sus años de catedrático universitario En la «oveja que pace de la corona de hiedra» de la
cabeza de Zaratustra se ha querido ver a Wilamowitz von Möllendorff y a los otros profesores que, tras la aparición de El nacimiento de la tragedia, decretaron que Nietzsche «no era un docto». La corona de hiedra con la que se adorna Zaratustra y con la que se adornaban también Dioniso y sus acompanantes es antitesis de la «corona de laurel» que suelen llevar en su cabeza los «doctos»


De los doctos















LOS PEORES OIDOS SON LOS DE LOS DOCTOS:
En Ecce homo Nietzsche afirma lo siguiente:. «La desproporción entre la grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto siquiera. Me basta hablar con cualquier "persona culta' de las que en verano vienen a la Alta Engadina para convencerme de que yo no vivo...»


De los doctos















LO IMPERECEDERO ES UN SÍMBOLO:
Nietzsche realiza aquí una parodia de la conocida frase del final del Fausto de Goethe. Además, este capitulo De los poetas es una parodia constante de ese pasaje. Por ello se reproduce a continuaciónn en su integridad. Se trata de las palahras del Chorus mysticus, que constituyen los ocho versos finales del Fausto:



Alles Vergängliche
Ist nur ein Cleichnis,
Das Unzulängliche,
Hier wird's Ereignis;
Das Unbeschreibliche,
Hier ist's getan
Das Ewig-Meibliche
Zieht uns hinan.
Todo lo perecedero
Es sólo un símbolo.
Lo insuficiente
Se hace aquí acontecimiento;
Lo indescriptible
Se ha hecho aquí;
Lo eterno-femenino
Nos arrastra hacia lo alto.

 


De los poetas















PARADOJA DEL MENTIROSO:
Hay aqui un eco de la paradoja lógica llamada de Epirnénides. Zaratustra dice que los poetas mienten; mas también Zaratustra es un poeta; luego miente al decir que los poetas mienten.


De los poetas















LA FE NO ME HACE BIENAVENTURADO:
De nuevo Nietzsche invierte el sentido de una frase bíblica, en este caso, del Evangelio de Marcos, 16, 16, El que crea... será bienaventurado (palabras de Jesús a sus discípulos poco antes de su ascensión al cielo). Pero aún hay mas. El texto que Nietzsche usa en alemán (selig machen), puede  significar también embobar, con lo que la expresión tendría un matiz irónico. Sobre esta misma idea puede verse tambien el capítulo, de la  tercera parte, De los apóstatas.


De los poetas















LO INDESCRIPTIBLE:
Comprobar como continúa Nietzsche con la parodia del texto de Goethe. (ver los del link acerca de los Imperecedero como símbolo)


De los poetas















LO ETERNO-FEMENINO:
Comprobar como continúa Nietzsche con la parodia del texto de Goethe. (ver los del link acerca de los Imperecedero como símbolo)


De los poetas















EL MUNDO DE LOS SUEÑOS:
Reminiscencia de Shakespeare, cuando  Hamlet dirige estas palabras  a Horacio: «Hay algo más en el cielo y en la tierra, Horacio, que lo que ha soñado tu filosofía.


De los poetas















AMAÑO DE POETAS:
Nietzsche juega aqui en alemán con las palabras de sonido muy similar Gleichnis (símbolo) y Erschleirhnis (amaño); esta última es invención suva, derivada del verbo erschleichen (obtener algo capciosamente). Por otro lado, Nietzsche había empleado ya este tnismo juego verbal en la poesía A Goethe, de las Canciones del Principe Vogelfrei (apéndice de La gaya ciencia):


Das Unvergängliche
Ist nur dein Gleichnis!
Gott, der Verfängliche,
Ist Dichter-Erschleichnis...
¡Loimperecedero
no es más que simbolo tuyo!
Dios, el capcioso,
es amaño de poetas...


De los poetas















ARRASTRA HACIA LO ALTO:
Comprobar como continúa Nietzsche con la parodia del texto de Goethe. (ver los del link acerca de los Imperecedero como símbolo)


De los poetas















ACONTECIMIENTO:
Aquí termina la parodia del Chorus mysticus del Fausto. Como se ve, Nietzsche ha citado en su integridad los ochos versos del Fausto.


De los poetas















DEL FUTURO:
Cita, pero tambien antítesis, de Job, 8, 9: «Nosotros somos de ayer, no sabemos nada; pues nuestros días son una sombra sobre el suelo». Zaratustra reivindica para si el ser también del manana y del futuro.


De los poetas















PIEDRA AL HAMBRIENTO:
Reminiscencia de Evangelio de Mateo, 7, 9: «¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra


De los poetas















EL MAR ES UN PAVO REAL:
En la cuarta parte, en el capítulo titulado El mago, Zaratustra vuelve a emplear la misma imagen para referirse al mar.


De los poetas















GRANDES ACONTECIMIENTOS:
Un primer titulo pensado por Nietzsche para este capitulo era Del perro de fuego. El título definitivo, De grandes acontecimientos, encierra un matiz irónico.


De los grandes acontecimientos















SUBMUNDO:
Nietzsche recogió sin duda del folklore italiano esta idea del submundo, la cual se remonta probablemente a la Antigüedad. En sus viajes habia visto el Vesubio, durante su estancia en Sorrento, y también el Etna, cuando estuvo en Mesina (1882). En Sicilia se llama al Etna casa del diavolo».


De los grandes acontecimientos















EL VUELO DE ZARATHUSTRA:
En la descripción de este extraño «vuelo» de Zaratustra, el narrador utiliza como marco la descripción de un suceso parecido que Nietzsche habia leído en su juventud. El texto leído por Nietzsche fue publicado en 1833 en los Blätter von Prevorst, de Justinus Kerner, y se basaba en el diario de a bordo de un navio inglés durante su singladura por el Mediterráneo en 1686. Sobre este aparente plagio llamó ya la atención en 1902 el psicólogo C.G. Jung, que lo calificó de «criptomnesia. Es posible que también sean ejemplos de criptomnesia las reminiscencias de Las mil y unn noches que aparecen en esta obra.


De los grandes acontecimientos















DESAPARICIÓN DE ZARATHUSTRA:
Nietzsche hace realizar aquí a Zaratustra una acción parecida a la que Jesús realizó alguna vez en los Evangelios: apartarse de sus discípulos y dejarlos solos. Véase, por ejemplo, el Evangelio de
Juan, 6, 15
: «Jesús... se retiró otra vez al monte, él solo».


De los grandes acontecimientos















APARICIÓN DE ZARATHUSTRA AL QUINTO DÍA:
Reminiscencia evangélica. También los discípulos se alegran cuando Jesús se les aparece después de muerto. Véase el Evangelio de Juan, 20, 20: «Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.»
Señalar tambien que todo este capitulo describe una especie de «bajada de Zaratustra a los infiernos» y su posterior «resurrección».


De los grandes acontecimientos















PERRO DE FUEGO:
El «perro de fuego», además de aludir al can Cerbero, vigilante del Hades, es simbolo de la plebe; y las explosiones y erupciones de ese perro, símbolo de las revoluciones sociales.


De los grandes acontecimientos















SALADOS (en relación con el perro de fuego):
En La genealogía de la moral, Nietzsche, hablando de Buckle, se expresa en forma similar: «El plebeyismo del espíritu moderno, que es de procedencia inglesa, explotó aqui una vez más en su suelo natal con la violencia de un volcán enlodado y con la elocuencia demasiado salada, chillona, vulgar, con que han hablado hasta ahora todos los volcanes.


De los grandes acontecimientos















MOMIA:
Quizás alusiones a Pompeya, la ciudad convertida en «momia» por la erupción del Vesubio el año 79 después de Cristo, y a la columna Vendôme, derribada durante la Comuna de París, el 16 de mayo de 1871.


De los grandes acontecimientos















EL CAMINANTE Y SU SOMBRA:
El  caminante y su sombra es el titulo de una obra de Nietzsche, añadida posteriormente al segundo volumen de Humano,demasiado humano. «El caminante y su sombra» desempeña un papel importante en la cuarta parte de esta obra; (ver el capitúlo titulado La sombra)


De los grandes acontecimientos















Y VI VENIR:
Nietzsche remeda aquí la expresión con que en el Apoculipsis se inician las diferentes divisiones: «Y vi.....


El adivino















TODO FUE:
Estas palabras, son variación de la sentencia del Eclesiastés, 1, 2Vanidad de vanidades -dice Qohelet-; vanidad de vanidades, todo es vanidad!. Tales palabras aparecen literalmente, o con modificaciones, en varios pasajes del Así habló Zarathustra. Ver, en la tercera parte, los capítulos  titulados:  De los tres males, De la tablas viejas y nuevas y El convaleciente. En la cuarta parte, ver los capítulos titulados El grito de socorro y El saludo.


El adivino















EL ADIVINO:
Los comentaristas suelen identificar a este «adivino» con Schopenhauer, profeta del pesimismo. Pero esta figura alude no sólo a el, sino también, sobre todo, a Dühring.


El adivino















DE AQUÍ A POCO:
Estas palabras son un remedo de la expresión empleada por Jesús en el Evangelio de Juan, 14, 19: De aqui a poco el mundo no me verá más.


El adivino















PROFUNDO SUEÑO:
Este  extraño sueño fue soñado por Nietzsche en el verano de 1877 según el testimonio de Reitnhart von Seydlitz. La enigmática palabra Alpa carece aún de explicación satisfactoria. Se la suele relacionar con el primer verso, también enigmático, del Canto VII del Infierno, en la Divina Comedia de Dante. Este primer verso dice asi en el original italiano:

Papé Satán, papé satán, aleppe!

No son palabras pertenecientes a ninguna lengua, sino que quieren dar una idea del lenguaje de los demonios. Leídas del modo como están escritas se parecen, por el sonido, a una expresión
griega.
Alpa podria estar también relacionado con la palabra alemana Alp: el fantasma nocturno que, según la leyenda popular, se posa sobre el pecho del durmiente y produce en él sueños de angustia.
De ahí Alpdruck (literalmente, presión del Alp) y Alptraum (sueño de Alp), traducido de ordinario por pesadilla».


El adivino















AMANTE DISCÍPULO:
Expresión evangelica para designar a Juan, discipulo predilecto de Jesús. Véase el Evangelio de Juán 13, 23: «Uno de los discípulos, aquel al que él más amaba, estaba reclinado a su derecha».


El adivino















VOLVER A TÍ:
Nietzsche juega con la expresión volver en sí, (recobrar la consciencia, despertarse); tambien ellos, quiere decirse, deben «volver a (en) ti, es decir, recobrar su consciencia,despertarse viniendo a ti.


El adivino















COMIDA AL LADO:
En la cuarta parte, en el capítulo titulado: El grito de socorro, Zaratustra recordara esta comida a que aqui invita al adivino.


El adivino















LISIADOS:
Este capitulo De la redención,  es un remedo del Evangelio de Mateo, 15, 29-31, donde se describe una escena similar: «Y marchándose de allí Jesús, vino a la ribera del mar de Galilea, y subiendo a la montaña, se sentó allí. Y vinieron a él grandes muchedumbres llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros muchos enfermos. Y él los curaba. De suerte que los mudos hablaban, los lisiaos se curaban, los cojos andaban y los ciegos veian; y alababan al Dios de Israel».


De la redención















¿QUIÉN ES ZARATHUSTRA?
Remedo de las preguntas de Jesús a sus discípulos (Evangelio de Mateo, 16, 13-15), cuando les interroga sobre «quien dicen las gentes que es el Hijo del hombre.


De la redención















REDENCIÓN:
En Ecce homo cita Nietzsche estas palabras y afirma que con ellas «define su tarea con tal rigor que no es posible equivocarse sobre el sentido: dice sí hasta llegar a la justificación, hasta llegar incluso a la redención de todo lo pasado».


De la redención















DIGNO DE PERECER:
Expresión relacionada con Mefistófeles cuando dice en el Fausto: «Yo soy el espíritu que siempre niega! Y con razón: pues todo lo que nace es digno de perecer.» Notar que  Nietzsche ya ha citado estas últimas palabras antes, en el capítulo Del país de la cultura.


De la redención















EL TIEMPO DEVORADOR:
Reminiscencia de la Antigüedad clásica: el tiempo (Cronos) devora a sus hijos. Además es importante hacer notar lo siguiente: el principio de la frase contiene una alusión a un fragmento de Anaximandro: De donde las cosas tienen su origen, hacia allí tiene lugar también su perecer, según la necesidad: pues dan justicia y pago unas a otras de la injusticia según el orden del tiempo».


De la redención















CANCIONES DE FÁBULA:
Las «canciones de fábula son sin duda las doctrinas expuestas por Schopenhauer en el libro cuarto de su obra El mundo como voluntad y representación. En relación con esta idea ver, en la tercera parte, el capitulo titulado De las tablas  viejas y nuevas.


De la redención















CHARLATÁN:
En relación con este concepto ver, en esta segunda parte, el capítulo titulado De los compasivos.


De la redención















DISCIPULAR:
La frase alemana aquí empleada por Nietzsche, aus der Schule schwätzen, significa en realidad: no poder callar la boca, divulgar un secreto. El jorobado acusa a Zaratustra de no manifestar a sus
discípulos sus efectivos pensamientos»


De la redención















CADENAS:
Reminiscencia clásica: para no escapar hacia el superhombre, la voluntad de Zaratustra se aferra al hombre, como Ulises se ata al mástil de la nave para no sucumbir a los cantos de las sirenas.


De la cordura de los hombres















PRIMERA CORDURA:
Zaratustra aludirá a esta prirnera cordura respecto a los hombres» en la cuarta parte, en el capítulo titutalado El Mago.


De la cordura de los hombres

















SOBRE LA MALDAD DEL HOMBRE:
Zaratustra repite esta afirmación en varias otras ocasiones. Véase, por ejemplo, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas  y  El convaleciente, y  en la cuarta parte, Del hombre superior.


De la cordura de los hombres















DEMONIO:
Sobre esta idea Nietzsche cita estas palabras en Ecce homo: De este pasaje, y no de otro, hay que partir para comprender lo que Zaratustra quiere: esa especie de hombre que él concibe, concibe la realidad tal como ella es: es suficientemente fuerte para hacerlo, no es una especie de hombre extrañada, alejada de la realidad, es la realidad misma, encierra todavía en sí todo lo terrible y problemático de ésta, sólo asi puede el hornbre tener grandeza».


De la cordura de los hombres















LOS MEJORES:
En relación con esta idea ver el capitulo titulado, De los sacerdotes, y, en la tercera parte, El convaleciente.


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ENDURECER EL CORAZÓN:
Endurecer el corazón contra alguien
» es expresión bíblica. Como tantas otras veces, Nietzsche usa en alemán la traducción de Lutero. Véase Deuteronomio, 15, 7: «No endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre».


La más silenciosa de la horas















HABLAR SIN VOZ:
Lo que viene a continuación es un remedo de la conversación entre Dios y Moisés narrada en Éxodo, 4, 10 y ss.  En ella Moisés recurre a diversos pretextos para negarse a ejecutar el mandato de Yahvé; también aqui Zaratustra se niega a «decir la palabra» del eterno retorno.


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NO SER DIGNO:
Paráfrasis de las palabras de Juan el Bautista en el Evangelio de Mateo, 3, 11: «El que viene detrás de mi es más fuerte que yo y no merezco ni quitarle las sandalias


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LA NO LLEGADA A LOS HOMBRES:
Es este un sarcasmo de Zaratustra contra si mismo, remedando las palabras del Prólogo del Evangelio de Juan, 1, 1 1: «La Palabra vino a su casa, y los suyos no la recibieron


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PIES DE PALOMA:
Es este un párrafo citado por Nietzsche en Ecce homo, como ejemplo del «sonido alciónico» que sale de la boca de Zaratustra.

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