Tratado de la naturaleza humana

Primera parte: Del entendimiento
Acerca de la idea
s de existencia y existencia externa
Apuntes

El planteamiento general que Hume hace en relación con la idea de existencia es el siguiente:

¿ES LA IDEA DE EXISTENCIA EN GENERAL y LA IDEA DE EXISTENCIA EXTERNA IGUAL A LA PERCEPCIÓN O ES DISTINTA DE LA PERCEPCIÓN.?

La respuesta de Hume es clara, pero, al mismo tiempo paradójica, es decir, según Hume, parece evidente que no existe ninguna impresión concreta y determinada que nos proporcione la idea de existencia en general sino que tal idea va unida necesariamente a cualquier tipo de percepción ( impresión o idea ) de la que seamos conscientes. En consecuencia, el hecho de que seamos conscientes de cualquier tipo de percepción implica que tal percepción existe. Ahora bien, y aquí estaría lo paradójico y, por ello, necesitado de reflexión: al mismo tiempo que vemos claro lo anterior, tendemos también a pensar, por ejemplo, que si en nosotros existe la idea de la mesa como existente es debido a que tal objeto existe realmente, lo que parece implicar que la idea de existencia no es idéntica a percepción sino que procede de algo distinto a la misma.
Pues bien, podría decirse que toda la reflexión de Hume en el Tratado
gira alrededor de lo señalado anteriormente. Así,  y en relación con la IDEA DE EXISTENCIA EXTERNA, Hume, plantea lo siguiente: es universalmente admitido por los filósofos que los objetos externos nos son conocidos solamente por las percepciones que ocasionan. Dirijamos, dice Hume, nuestra atención fuera de nosotros cuanto nos sea posible; llevemos nuestra imaginación a los cielos o a los más extremos límites del universo: nunca daremos realmente un paso fuera de nosotros mismos, ni podremos concebir otra clase de existencia que la de las percepciones.... Lo más que podemos aventuramos es a concebir objetos externos y supuestos como específicamente distintos de nuestras percepciones; ahora bien, y, volvemos a la paradoja: aunque la reflexión parezca demostrarnos lo dicho ¿no resulta, acaso, absurdo el dudar de la existencia de los cuerpos como algo independiente de nosotros y nuestras percepciones?¿Qué sentido tiene dudar de que este libro que está enfrente de mi existe al margen de la percepción que pueda tener de él?
Hume es consciente de este hecho y por ello afirma: podemos muy bien preguntarnos qué causas nos inducen a creer en existencia de los cuerpos, pero es inútil que nos preguntemos si hay o no cuerpos. Este es un punto que debemos de dar por supuesto en todos nuestros razonamientos. El tema de nuestra investigación, por tanto, se refiere a las
CAUSAS que nos inducen a creer en la existencia de los cuerpos. En definitiva, Hume rechaza la duda universal y metódica al modo cartesiano a la hora de analizar la cuestión de la existencia externa de los cuerpos. Para Hume es absurdo negar que los cuerpos existan. Ahora bien, si al mismo tiempo que damos por aceptado que los cuerpos existen, la reflexión nos muestra que toda existencia va irremediablemente unida a una percepción ¿cómo es posible que estemos seguros de la existencia de cuerpos de los que no poseemos tal percepción? La solución del dilema, según Hume, pasa por descubrir las CAUSAS que nos llevan a creer en la existencia de los cuerpos independientemente de las percepciones.
Pues bien, en relación con el estudio de las
CAUSAS que nos llevan a creer en la existencia de los cuerpos como algo independiente de las percepciones, Hume, señala que en relación ello tendemos a creer dos cosas: 

  1. EXISTENCIA CONTINUA: creemos que los cuerpos siguen existiendo aún sin ser percibidos.

  2. EXISTENCIA DISTINTA: suponemos que tales cuerpos tienen una existencia distinta de la mente y la percepción. Posición externa e independencia de su existencia y actuación.

Pues bien, dado que la reflexión nos lleva a identificar objeto externo y percepción que tenemos de él, con lo que parece que habría que concluir que es el sujeto quien crea los objetos; pero, por otro lado, el sentido común y la creencia nos lleva a pensar que realmente los objetos existen de modo continuo e independiente; y como no tiene sentido el dudar de que tales cuerpos existan, solamente nos queda intentar averiguar las causas de la creencia en algo que la reflexión filosófica nos cuestiona.
En el estudio de las
CAUSAS que nos llevan a creer en la existencia CONTINUA y DISTINTA de los cuerpos, Hume, intenta averiguar si son los SENTIDOS, la RAZÓN o la IMAGINACIÓN los que originan la opinión favorable acerca de la existencia de los cuerpos, independientemente de las percepciones.

  1. En el estudio de si los SENTIDOS podrían ser la causa de nuestra creencia en la existencia continua y distinta de los cuerpos, Hume, comienza por diferenciar entre TRES TIPOS DE IMPRESIONES transmitidas por los sentidos: las referidas a las CUALIDADES PRIMARIAS de los cuerpos (figura, solidez, extensión). Las referidas a las cualidades SECUNDARIAS (colores, sabores, olores) y las referidas a las SENSACIONES (placer, dolor ). Pues bien, establecidas estas diferencias, Hume, afirma (contrariamente a Descartes) que los tres tipos de impresiones tienen el mismo modo de existencia, es decir, la reflexión nos muestra que es imposible que puedan existir al margen de las percepciones que tenemos de ellas. De todos modos, la opinión general sobre el tema suele ser el siguiente: 1º) Acerca de las cualidades primarias, tanto el vulgo como los filósofos, suelen pensar que tienen una existencia distinta y continua de las percepciones. 2º) Acerca de las cualidades secundarias, muchos filósofos piensan que no tienen una existencia distinta de las percepciones, aunque el vulgo suele pensar que si. En cuanto a las impresiones de sensación, tanto los filósofos como el vulgo, piensan que son simplemente percepciones. Pues bien, según Hume, como ya hemos señalado, los tres tipos de impresiones de los sentidos tienen el mismo grado de existencia y, por ello, tanto las cualidades primarias como las secundarias y de sensación, son percepciones. Ello implica que no tiene sentido atribuir a unas una existencia continua y distinta (primarias) y a las otras no, cuando no es inteligible ni explicable que puedan existir al margen de nuestras percepciones. Lo que sucede es que lo que nos dice la reflexión parece ir en contra del sentido común que nos lleva a creer que, en este caso, las cualidades primarias parecen existir de modo independiente a las percepciones. Hume, como ya hemos visto, tampoco se rebela contra tal creencia; lo único que persigue es descubrir las causas que nos llevan a pensar de tal modo.
    Pues bien, los
    SENTIDOS no pueden ser la causa de nuestra creencia en la existencia continua y distinta de los cuerpos. Y ello por lo siguiente: 
    a) Los sentidos no pueden ser capaces de engendrar la noción de
    EXISTENCIA CONTINUA de sus objetos, cuando estos dejan de manifestarse, pues ello implicaría una contradicción en los términos, y supondría que los sentidos continúan actuando aún después de haber cesado por completo de actuar. Tampoco son capaces de proporcionarnos la opinión de una EXISTENCIA DISTINTA de sus objetos ya que las imágenes de tales objetos no son algo distinto de las mismas percepciones, es decir, algo independiente o externo de por sí.
    b) Por otro lado, es falsa la creencia de que los sentidos son la facultad principal a la hora de convencernos de la existencia externa de los cuerpos. Es cierto que, en principio, parece evidente que cuando ciertas impresiones aparecen como siendo exteriores al cuerpo, suponemos que son también exteriores a nosotros mismos: el papel sobre el que escribo en este momento está allende de mi mano. La mesa está allende del papel. Las paredes de la habitación, allende de la mesa. Y al dirigir mi vista a la ventana, contemplo una gran extensión de campos
    y edificios allende mi habitación. De todo esto podría inferirse que no hace falta más facultad que los sentidos para convencernos de la existencia externa de los cuerpos. Pero debemos guardarnos de tal inferencia. Y debemos hacerlo, es decir, no pensar que son los sentidos quienes nos llevan a la creencia en la existencia de los cuerpos, ya que los sentidos no son los responsables de nuestra percepción del todo. Los sentidos, en si mismos, percibirían impresiones aisladas, nunca el todo de una percepción. Y si ello es así ¿cómo se podría pensar que los sentidos serían responsables de algo para lo que no están capacitados?
  2. La  RAZÓN  tampoco puede ser la causa de nuestra opinión acerca de la existencia continua y distinta de los cuerpos; y ello debido a todo los dicho anteriormente, es decir, la reflexión racional lo que realmente hace es situarnos ante la paradoja suscitada por nuestras creencias. Creemos que los cuerpos existen al margen de las percepciones, mientras que la razón nos muestra la imposibilidad de poder demostrar tal cosa. Intentemos formarnos idea de alguna cosa al margen de nuestra percepción de ella y veremos que no resulta fácil salir de nosotros mismos y defender que los cuerpos existen al margen de las percepciones.
  3. Ni los sentidos ni la razón son responsables de nuestra creencia en la existencia distinta y continua de los cuerpos. Solo nos queda por analizar el papel de la IMAGINACIÓN ya que, según Hume, ésta es la verdadera causa de tal hecho. Y ello por lo siguiente: a) Tenemos experiencia interna de que las percepciones son efímeras y discontinuas, es decir, surgen unas desapareciendo otras y desaparecen unas para surgir otras.... Ahora bien, la imaginaciones actúan como un computador analógico (diferenciar entre analógico (reloj que marca de modo continua el tiempo) y digital (el taxímetro que marca de modo discontinuo) que nos lleva a creer que las percepciones son continuas e invariables. Ello nos lleva también a pensar que las cosas existen en si mismas como continuas al margen de las percepciones. ¿Cómo explicar esta contradicción entre la experiencia interna y lo que nos dice la experiencia externa? Descartes pensaba que la prueba de la existencia de los cuerpos residía en que las impresiones acerca de los mismos se presentaba incluso en contra de nuestras percepciones. Pues bien, Hume, niega este hecho. Tampoco la fuerza o violencia en las mismas es causa de nuestra creencia en ellos ya que son precisamente las más violentas (placer, dolor..) las que suponemos qué no tienen existencia externa como pensamos que sucede con la extensión, la figura, color... Cuando el calor del fuego es moderado, se supone que existe en el fuego mismo, y, sin embargo, el dolor que nos causa si nos acercamos mucho a él no se estima tenga otro ser que en la percepción.

Rechazadas las hipótesis anteriores, Hume, sitúa la causa principal de la creencia en la existencia continua y distinta de los cuerpos en la labor de la imaginación y en los conceptos de constancia y coherencia. Parece evidente que a los objetos a los que atribuimos existencia continua son aquellos a los que atribuimos una peculiar CONSTANCIA, es decir, las montañas, casas, árboles - señala Hume -  que ahora tengo delante de mis ojos se me han manifestado siempre de la misma forma; y si al cerrar los ojos o volver la cabeza dejo de verlos, encontraré que poco después vuelven a mí sin la menor alteración .....Sin embargo, esta constancia no es perfecta ya que los cuerpos suelen cambiar de cualidades y posiciones. Ahora bien, lo que es evidente también es que todos los cambios de constancia son realizados con COHERENCIA: cuando regreso a mi habitación tras una hora de ausencia, -sigue diciendo Hume - no encuentro el fuego de mi hogar en la misma situación en que lo encontré, pero otros casos me han acostumbrado ya a ver una alteración similar...En consecuencia, la coherencia en los cambios es una de las características de los objetos externos, igual que lo es la constancia. En definitiva, la CONSTANCIA y la COHERENCIA de los cuerpos lleva a la imaginación a creer en la existencia continua e independiente de los mismos. 
Pero es que además, señala Hume, si no suponemos la existencia continua y distinta de los cuerpos nos sería imposible
CONECTAR LAS APARIENCIAS PASADAS CON UNA PRESENTE: Veo un recadero - afirma Hume -  que avanza hacia mí. Tales cosas me dan ocasión para nuevas reflexiones.... En primer lugar, me doy cuenta que nunca observé que el ruido experimentado lo produjo otra cosa que no fuera esa puerta, de lo que infiero que si el fenómeno ahora ocurrido contradiría toda experiencia pasada si la puerta no continuara existiendo. También he encontrado en todos los casos que el cuerpo humano posee una cualidad que llamo gravedad y que le impide subir por el aire, como tendría que haber hecho el recadero para llegar a mi habitación si las escaleras de las que guardo recuerdo se hubieran aniquilado en mi ausencia. Pero esto no es todo. El recadero me entrega la carta; y cuando la abro, me doy cuenta por el modo de escribir y por la firma de que me la envía un amigo que podría hallarse a 200 leguas de distancia. Ahora bien, es evidente que no podría entender todo esto si no supongo la existencia continua de postas y barcazas. Y es que apenas existen momentos en nuestra existencia en donde no tengamos que suponer la existencia continua.
En definitiva, la constancia y la coherencia de nuestras percepciones son quienes originan la opinión o creencia en la existencia continua y distinta de los cuerpos. La creencia, por tanto, vuelve ser la base (del mismo modo que sucedía con la conexión necesaria, aunque, como veremos, de un modo diferente) de nuestras opiniones acerca de la existencia continua y distinta de los cuerpos. Ahora bien, nuestra creencia en estos hechos, no nos lleva únicamente a opinar acerca de la existencia continua e independiente de los cuerpos sino también a
CREER QUE TODAS LAS PERCEPCIONES DE LAS QUE SOMOS CONSCIENTES SON TAMBIÉN CONTINUAS E IDÉNTICAS. Pero una breve reflexión nos lleva a tener que poner en duda tal creencia ya que también somos conscientes de que las percepciones se interrumpen y son discontinuas y desemejantes unas de otras, lo que parece contradecir la creencia señalada anteriormente. Una vez que estamos acostumbrados a observar una constancia en ciertas impresiones como, por ejemplo, la percepción del sol o del océano, vuelve a nosotros luego de una ausencia .... con partes similares a las que tenia en su primera manifestación, no siendo ya capaces de considerar estas percepciones como discontinuas y diferentes sino como idénticas. De todos modos, también somos conscientes de que la interrupción en su existencia contradice su perfecta identidad.
Pues bien, Hume intenta analizar las
CAUSAS que nos llevan a creer que las percepciones son continuas e idénticas, cuando sabemos que son realmente discontinuas. Hume piensa que es la SEMEJANZA existente entre percepciones lo que nos lleva a atribuirles identidad, aún siendo interrumpidas y diferentes. Por ejemplo tengo la percepción del sol en este momento y sé que tal percepción es distinta de la que he tenido una hora antes o de la que he tenido ayer. Sin embargo, la creencia nos lleva a pensar que la percepción es del mismo sol aunque en tiempos diferentes, es decir, no hay realmente diferencia entre las percepciones ya que se refieren a lo mismo, es decir, a la misma percepción. Ahora bien ¿cómo es posible que lo idéntico y lo diferente puedan realmente ser lo mismo?
La reflexión anterior es lo que lleva Hume a preguntarse acerca del
COMO SE FORMA EN NOSOTROS EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD O INDIVIDUACIÓN. Su respuesta es la siguiente:

  1. La simple contemplación de un objeto no pueda ser la causa de que exista en nosotros la idea de identidad, ya que un solo objeto aislado únicamente nos daría la idea de unidad.
  2. Tampoco la simple contemplación de una multiplicidad de objetos ( por semejantes que se les suponga ) nos pueden proporcionar tal idea. Los objetos tienden a ser considerados por la mente como el que unos son unos y otros son otros, y como siendo uno ,dos, tres ..... Pero sus existencias serian distintas e independientes. 
  3. En definitiva, tanto la unidad como el número son incompatibles con la relación de identidad.
  4. Para que la simple contemplación de un objeto se le añada la idea de identidad son necesarios los elementos siguientes: que exista en nosotros LA IDEA DE TIEMPO DURACIÓN, lo cual implica SUCESIÓN, y la existencia de la IMAGINACIÓN la cual puede suponer, por su naturaleza, que puede existir de modo ficticio un objeto que es inmutable, que no sufre duración y que, sin embargo, está presente en un ambiente de duración y sucesiones, es decir, en un tiempo: El principio de individuación o identidad no consiste sino en la suposición de la invariabilidad o imposibilidad de interrupción de un objeto cualquiera a lo largo de una supuesta variación de tiempo mediante el cual puede la mente describir ese objeto en los diferentes periodos de su existencia, sin romper su contemplación ni verse obligado a formar la idea de multiplicidad o número.
  5. Ahora bien, la reflexión filosófica nos muestra no únicamente en donde radica la causa de nuestra creencia (imaginación) acerca del origen del porque existe en nosotros la idea de identidad, sino que también nos hace ver en donde radica el origen DEL ERROR Y DEL ENGAÑO acerca del tal creencia. Y es que la semejanza y la imaginación hacen que pasemos de unas percepciones a otras sin percibir el cambio realmente a no ser que prestemos la mas rigurosa atención: fijemos nuestro pensamiento en un objeto (sol). Es evidente que consideramos y suponemos que sigue siendo el mismo sol durante el tiempo que pensamos en él y que atribuimos únicamente el cambio al tiempo que pasa. Ello se debe a que a que en ningún caso percibimos una nueva imagen o idea del objeto en el que pensamos. El paso de la contemplación de un objeto a otro apenas si es sentido ni se distingue, y, de ese modo, se confunde sucesión con identidades decir, lo que realmente es sucesivo ( no solo el tiempo sino también la percepción ) es cuestionado por la imaginación que considera que lo que pasa es únicamente el tiempo, mientras que la percepción es idéntica. Contemplo el mobiliario de mi habitación; cierro los ojos y luego los abro: encuentro que las nuevas percepciones son completamente semejantes a las que antes impresionaron mis sentidos. Esta semejanza es observada miles de veces y de un modo natural conecta entre si muchas ideas de esas percepciones discontinuas .... Por ello resulta muy natural tomar erróneamente las unas por las otras.

Después de analizar la cuestión referida a las causas de nuestra creencia en la identidad de las percepciones y las causas que originan tal error o engaño, Hume plantea, en estrecha relación con todo lo dicho, lo siguiente:

¿por qué estamos convencidos de que una percepción que está ausente, sin embargo no resulta aniquilada?

Veamos su respuesta:

  1. Hemos visto la importancia de la imaginación, la constancia y la coherencia como causas que nos llevan a creer en la existencia continua y distinta de los cuerpos.
  2. Ahora hemos visto las razones que nos llevan a creer en la identidad de las percepciones, aún sabiendo que tales percepciones son diferentes y discontinuas.
  3. Fijémonos que en el CASO1 hablamos de la existencia continua de los cuerpos y en el CASO2 del la existencia continua de las percepciones. Seria interesante una breve reflexión sobre tales diferencias para situar en su justo lugar lo que Hume plantea ahora.
  4. Pues bien, si sabemos que las percepciones son distintas: ¿cómo estamos seguros de que cuando no nos están presentes siguen existiendo.?
  5. En la naturaleza de nuestra mente está, según Hume, la respuesta ante este curioso dilema: la mente no es otra cosa que un montón o colección de percepciones diferentes unidas entre si por las relaciones de semejanza, causalidad, etc. y a las que se supone por las razones ya expuestas, que están dotadas de identidad. Ahora bien, al mismo tiempo, también somos conscientes de que toda percepción, a pesar de su aparente identidad puede distinguirse una de la otra y puede considerarse que podrían existir por separado las unas de las otras. Ello implica la creencia de que siguen existiendo incluso cuando no son percepciones.
  6. En este contexto es donde habría que situar la diferencia que muchos filósofos ha realizado al diferenciar entre percepción y objeto. Con la intención de superar las contradicciones a las que nos lleva la razón en relación con este tema, han supuesto que la responsable de que las percepciones, aparezcan como distintas es la mente, consistente en una colección de percepciones distintas. Pero, por otro lado, hacen su aparición los OBJETOS los cuales serían continuos en su existencia: una aparición discontinua a los sentidos no implica necesariamente una discontinuidad en la existencia.
  7. Ahora bien, la causa de todo ello no está en que existan realmente objetos en si que son continuos e independientes. Para Hume, la diferencia entre percepción y objeto es una creación arbitraria que no se sostiene después de una cierta reflexión. El establecimiento de tal diferencia es una ficción de la imaginación para hacer frente a la contradicción creada entre lo que nos dice la razón o reflexión y lo que nos muestra la opinión natural, la creencia e incluso el sentido común. Más adelante veremos como expone Hume lo que llama el monstruoso producto de dos principios contrapuestos.

Y es que, según Hume, la creencia en la existencia continua de las percepciones es una CREENCIA FALSA o FICCIÓN DE LA MENTE. ( resultaría interesante comparar las ideas de Hume sobre el tipo de creencia en relación con la conexión necesaria y lo que dice ahora acerca de la creencia en la existencia continua de las percepciones ). Es una ficción nuestra creencia en la existencia continua de las percepciones, por lo siguiente:

  1. La memoria nos muestra ejemplos de percepciones completamente semejantes entre si.
  2. Tales percepciones vuelven a presentarse tras diferentes intervalos de tiempo y tras considerables interrupciones. 
  3. Las semejanzas entre tales percepciones lleva a la mente a considerar a las mismas bajo el prisma de la identidad.
  4. Esta inclinación a considerar tales percepciones como idénticas reside en que algunas vivas impresiones de la memoria confieren vivacidad a esa ficción y nos lleva a creer en la existencia continua de las percepciones.

Pero la creencia en la existencia continua de las percepciones es una FALACIA. Y es que aunque la imaginación, por su propia naturaleza, nos lleve a la existencia continua de las percepciones sensibles, la reflexión nos muestra que ello es una falacia. Y todo ello por los siguiente:

  1. Hay experiencias que nos muestran que nuestras percepciones no tienen una existencia independiente (espejismos, alucinaciones, aumento y disminución de objetos en la distancia.) 
  2. La conciencia de este hecho y la tendencia natural a creer lo contrario, nos lleva a diferenciar entre percepciones y objetos: las percepciones son discontinuas y efímeras ya que la reflexión nos muestra que ello es así; ahora bien, los objetos, como diferentes de las percepciones son continuos, invariables y poseedores de identidad.
  3. Pero esta creencia es una falacia. No existe ningún principio que nos lleve a admitir esta doble opinión de la existencia de objetos y percepciones. Lo único existente son las percepciones. Las relaciones se establecen siempre entre percepciones, no entre percepciones y objetos ya que estos si existen no podemos saber como son realmente al margen de las percepciones que tengamos de ellos. Consiguientemente, en el razonamiento b, el remedio fue peor que la enfermedad.

Finalmente Hume y, partiendo de los conceptos analizados anteriormente expone LAS RAZONES que nos llevan a caer en LA FALACIA de creer en la existencia continua y distinta de los cuerpos. La exposición que haremos a continuación es el resumen de un importante texto que Hume describe a finales de la parte IV (sección II) del Tratado. El resumen del mismo es el siguiente:

  1. Partamos del supuesto de que las percepciones son discretas y discontinuas y, aún siendo similares, siguen siendo distintas unas de otras.
  2. En tal caso la imaginación y la fantasía pasa a creer que existen otras realidades de naturaleza semejante a las percepciones pero que son idénticas, continuas y distintas.  
  3. Además, el punto A nos lleva también a pensar que las percepciones (únicos objetos de la mente) continúan existiendo, como hemos visto, aún cuando no se perciban. Hemos visto que esta opinión, aún siendo falsa, es la más natural de todas. Basta reflexionar un poco para percibir que es falso que nuestras percepciones puedan tener una existencia continua y distinta.  
  4. Lo lógico seria concluir, por tanto, que es absurdo el pensar que pueda haber en la naturaleza: algo así corno una existencia continua e independiente. Únicamente estamos seguros de nuestras percepciones presentes que son diversas y discontinuas. A su lado, sabemos también que que la naturaleza de nuestra imaginación nos juega la mala pasada de hacernos creer que son continuas e idénticas. Pero, como debemos hacer caso a la razón, la conclusión general debería de consistir en reconocer la imposibilidad de saber con seguridad acerca de los objetos como existentes al margen de las percepciones y el reconocimiento de la imposibilidad de saber acerca de lo que, más adelante, Hume denominará identidad personal, es decir, de la existencia de un elemento que une las percepciones diversas. No existe tal órgano sino que nuestra mente es una colección de diferentes percepciones unidas por leyes. Esta debería de ser la conclusión final al tema planteado. 
  5. Sin embargo, no sucede así. Únicamente los filósofos más escépticos y extravagantes mantienen la negación de la existencia continua e independiente de los cuerpos, aunque jamás fueron capaces de creer sinceramente en ella. Y es que existe una gran diferencia entre las opiniones que elaboramos luego de una serena y profunda reflexión y las que adoptamos en virtud de una especie de impulso o instinto natural. Si en algún momento llegan a enfrentarse estos dos tipos de opiniones, no resulta difícil prever cuál de ellas triunfará. Mientras que nuestra atención esté concentrada en el asunto, es posible que prevalezca el principio filosófico; pero en el momento en que dejamos libres nuestros pensamientos, vuelve afirmarse nuestra naturaleza, que nos hace regresar a nuestra opinión primera. Y es que, ésta última, está tan profundamente arraigada en la imaginación que es imposible desarraigarla. Ahora bien, el que por momentos venza una o la otra no quiere decir que la batalla esté ganada; la lucha interna se manifestará siempre que reflexionemos sobre la idea de la existencia de los cuerpos.  
  6. Lo que sucede es que intentamos evitar la lucha y el enfrentamiento entre los dos principios señalados y, por ello, fingimos una nueva hipótesis en la cual dejamos entrar (juntos) los principios de la razón y los principios de la imaginación.  Así, la imaginación nos lleva a creer que nuestras percepciones semejantes tienen una existencia continua y que no son aniquiladas cuando ya no se perciben. Por su lado, la reflexión nos dice que tales percepciones aparentemente semejantes, son en realidad diferentes entre si poseen una existencia discontinuo.
  7. Pues bien, para eludir esta contradicción, creamos una NUEVA FICCIÓN que contente tanto a la imaginación como a la razón. Así nos inventamos la existencia de objetos, diferentes de las percepciones, y les atribuimos continuidad y distinción (imaginación contentada); y, por otro lado, salvamos la existencia de las percepciones como discontinuas y diferentes (razón contentada). 
  8. Ahora bien, esta solución no es otra cosa que el MONSTRUOSO PRODUCTO DE DOS PRINCIPIOS CONTRAPUESTOS y admitidos de modo simultáneo por nuestra mente. Lo que significa que estamos condenados a vivir, sin saber realmente lo que son los objetos independientemente de las percepciones, pero con el mecanismo de escape de las ficciones que nos lleva a creer falsamente que si los conocemos.

    Presentación