Tratado de la naturaleza
humana
Primera parte: Del entendimiento
Acerca de la ideas de existencia y existencia
externa
Apuntes
El planteamiento general que Hume hace en
relación con la idea de existencia es el siguiente:
¿ES LA IDEA DE EXISTENCIA EN GENERAL y
LA IDEA DE EXISTENCIA EXTERNA IGUAL A LA PERCEPCIÓN O ES DISTINTA DE LA
PERCEPCIÓN.?
La respuesta de Hume es clara, pero, al mismo
tiempo paradójica, es decir, según Hume, parece evidente que no existe ninguna
impresión concreta y determinada que nos proporcione la idea de existencia en
general sino que tal idea va unida necesariamente a cualquier tipo de percepción
( impresión o idea ) de la que seamos conscientes. En consecuencia, el hecho de
que seamos conscientes de cualquier tipo de percepción
implica que tal percepción existe. Ahora bien, y aquí estaría lo paradójico
y, por ello, necesitado de reflexión: al mismo tiempo que vemos claro lo
anterior, tendemos también a pensar, por ejemplo, que si en nosotros existe la
idea de la mesa como existente es debido a que tal objeto existe realmente, lo
que parece implicar que la idea de existencia no es idéntica a percepción sino
que procede de algo distinto a la misma.
Pues bien, podría decirse que toda la reflexión de Hume en el Tratado gira
alrededor de lo señalado anteriormente. Así, y
en relación con la IDEA DE EXISTENCIA
EXTERNA, Hume,
plantea lo siguiente: es universalmente admitido por los filósofos que los
objetos externos nos son conocidos solamente por las percepciones que ocasionan.
Dirijamos, dice Hume, nuestra atención fuera de nosotros cuanto nos sea
posible; llevemos nuestra imaginación a los cielos o a los más extremos límites
del universo: nunca daremos realmente un paso fuera de nosotros mismos, ni
podremos concebir otra clase de existencia que la de las percepciones.... Lo más
que podemos aventuramos es a concebir objetos externos y supuestos como específicamente
distintos de nuestras percepciones; ahora bien, y, volvemos a la paradoja:
aunque la reflexión parezca demostrarnos lo dicho ¿no resulta, acaso, absurdo
el dudar de la existencia de los cuerpos como algo independiente de nosotros y
nuestras percepciones?¿Qué sentido tiene dudar de que este libro que está
enfrente de mi existe al margen de la percepción que pueda tener de él?
Hume es consciente de este hecho y por ello afirma: podemos muy bien
preguntarnos qué causas nos inducen a creer en existencia de los cuerpos,
pero es inútil que nos preguntemos si hay o no cuerpos. Este es un punto que
debemos de dar por supuesto en todos nuestros razonamientos. El tema de nuestra
investigación, por tanto, se refiere a las CAUSAS que
nos inducen a creer en la existencia de los cuerpos. En definitiva, Hume rechaza
la duda universal y metódica al modo cartesiano a la hora de analizar la cuestión
de la existencia externa de los cuerpos. Para Hume es absurdo negar que los
cuerpos existan. Ahora bien, si al mismo tiempo que damos por aceptado que los
cuerpos existen, la reflexión nos muestra que toda existencia va
irremediablemente unida a una percepción ¿cómo es
posible que estemos seguros de la existencia de cuerpos de los que no poseemos
tal percepción? La solución del dilema, según Hume, pasa por descubrir las CAUSAS que nos llevan a creer en la existencia de los cuerpos independientemente
de las percepciones.
Pues bien, en relación con el estudio de las CAUSAS que nos llevan a creer en la
existencia de los cuerpos como algo independiente de las percepciones, Hume, señala
que en relación ello tendemos a creer dos cosas:
-
EXISTENCIA CONTINUA:
creemos que los cuerpos siguen existiendo aún sin ser percibidos.
-
EXISTENCIA DISTINTA:
suponemos que tales cuerpos tienen una existencia distinta de la mente y la
percepción. Posición externa e independencia de su existencia y actuación.
Pues bien, dado que la reflexión nos lleva a identificar
objeto externo y percepción que tenemos de él, con lo que parece que habría
que concluir que es el sujeto quien crea los objetos; pero, por otro lado, el
sentido común y la creencia nos lleva a pensar que realmente los objetos
existen de modo continuo e independiente; y como no tiene sentido el dudar de
que tales cuerpos existan, solamente nos queda intentar averiguar las causas de
la creencia en algo que la reflexión filosófica nos cuestiona.
En el estudio de las CAUSAS que nos
llevan a creer en la existencia CONTINUA
y DISTINTA de los cuerpos, Hume,
intenta averiguar si son los SENTIDOS,
la RAZÓN o la IMAGINACIÓN
los que originan la opinión favorable acerca de la
existencia de los cuerpos, independientemente de las percepciones.
- En el estudio de si los SENTIDOS
podrían ser la causa de nuestra creencia en la existencia continua y
distinta de los cuerpos, Hume, comienza por diferenciar entre TRES
TIPOS DE IMPRESIONES transmitidas por los sentidos:
las referidas a las CUALIDADES PRIMARIAS
de los cuerpos (figura, solidez, extensión). Las referidas a las cualidades SECUNDARIAS
(colores, sabores, olores) y las referidas a las SENSACIONES
(placer, dolor ). Pues bien, establecidas estas diferencias, Hume, afirma
(contrariamente a Descartes) que los tres tipos de impresiones tienen el
mismo modo de existencia, es decir, la reflexión nos muestra que es
imposible que puedan existir al margen de las percepciones que tenemos de
ellas. De todos modos, la opinión general sobre el tema suele ser el
siguiente: 1º) Acerca de las cualidades primarias, tanto el vulgo como los
filósofos, suelen pensar que tienen una existencia distinta y continua de
las percepciones. 2º) Acerca de las cualidades secundarias, muchos filósofos piensan
que no tienen una existencia distinta de las percepciones, aunque el vulgo
suele pensar que si. En cuanto a las impresiones de sensación, tanto los
filósofos como el vulgo, piensan que son simplemente percepciones. Pues
bien, según Hume, como ya hemos señalado, los tres tipos de impresiones de
los sentidos tienen el mismo grado de existencia y, por ello,
tanto las cualidades primarias como las secundarias y de sensación, son
percepciones. Ello implica que no tiene sentido atribuir a unas una
existencia continua y distinta (primarias) y a las otras no, cuando no es
inteligible ni explicable que puedan existir al margen de nuestras
percepciones. Lo que sucede es que lo que nos dice la
reflexión parece ir en contra del sentido común que nos lleva a creer que,
en este caso, las cualidades primarias parecen existir de
modo independiente a las percepciones. Hume, como ya
hemos visto, tampoco se rebela contra tal creencia; lo único que persigue
es descubrir las causas que nos llevan a pensar de tal
modo.
Pues bien, los SENTIDOS no
pueden ser la causa de nuestra creencia en la existencia continua y distinta
de los cuerpos. Y ello por lo siguiente:
a) Los sentidos no pueden ser capaces de engendrar la noción de
EXISTENCIA CONTINUA de sus objetos, cuando estos dejan
de manifestarse, pues ello implicaría una contradicción en los términos,
y supondría que los sentidos continúan actuando aún después de haber
cesado por completo de actuar. Tampoco son capaces de
proporcionarnos la opinión de una EXISTENCIA DISTINTA
de sus objetos ya que las imágenes de tales objetos no son algo distinto de
las mismas percepciones, es decir, algo independiente o externo de por sí.
b) Por otro lado, es falsa la creencia de que los sentidos son la facultad
principal a la hora de convencernos de la existencia externa de los cuerpos.
Es cierto que, en principio, parece evidente que cuando ciertas impresiones
aparecen como siendo exteriores al cuerpo, suponemos que son también
exteriores a nosotros mismos: el papel
sobre el que escribo en este momento
está allende de mi mano. La mesa está allende del papel. Las paredes de la
habitación, allende de la mesa. Y al dirigir mi vista a la ventana,
contemplo una gran extensión de campos y edificios
allende mi habitación. De todo esto podría inferirse que no hace falta más
facultad que los sentidos para convencernos de la existencia externa de los
cuerpos. Pero debemos guardarnos de tal inferencia. Y debemos hacerlo, es
decir, no pensar que son los sentidos quienes nos llevan a la creencia en la
existencia de los cuerpos, ya que los sentidos no son los responsables de
nuestra percepción del todo. Los sentidos, en si mismos, percibirían
impresiones aisladas, nunca el todo de una percepción. Y si ello es así ¿cómo
se podría pensar que los sentidos serían responsables de algo para lo que
no están capacitados?
- La RAZÓN tampoco
puede ser la causa de nuestra opinión acerca de la existencia continua y
distinta de los cuerpos; y ello debido a todo los dicho anteriormente, es
decir, la reflexión racional lo que realmente hace es situarnos ante la
paradoja suscitada por nuestras creencias. Creemos que los cuerpos existen
al margen de las percepciones, mientras que la razón nos muestra la
imposibilidad de poder demostrar tal cosa. Intentemos
formarnos idea de alguna cosa al margen de nuestra percepción de ella y
veremos que no resulta fácil salir de nosotros mismos
y defender que los cuerpos existen al margen de las percepciones.
- Ni los sentidos ni la razón son responsables de nuestra
creencia en la existencia distinta y continua de los cuerpos. Solo nos queda
por analizar el papel de la IMAGINACIÓN
ya que, según Hume, ésta es la verdadera causa de tal hecho. Y ello por lo
siguiente: a) Tenemos experiencia interna de que las
percepciones son efímeras y discontinuas, es decir, surgen unas
desapareciendo otras y desaparecen unas para surgir otras.... Ahora bien, la
imaginaciones actúan como un computador analógico (diferenciar entre analógico
(reloj que marca de modo continua el tiempo) y digital (el taxímetro que
marca de modo discontinuo) que nos lleva a creer que las
percepciones son continuas e invariables. Ello nos lleva también a pensar
que las cosas existen en si mismas como continuas al margen de las
percepciones. ¿Cómo explicar esta contradicción entre la experiencia
interna y lo que nos dice la experiencia externa?
Descartes pensaba que la prueba de la existencia de los cuerpos residía en
que las impresiones acerca de los mismos se presentaba incluso en contra
de nuestras percepciones. Pues bien, Hume, niega este hecho. Tampoco la
fuerza o violencia en las mismas es causa de nuestra creencia en ellos ya
que son precisamente las más violentas (placer, dolor..) las que suponemos
qué no tienen existencia externa como pensamos que sucede con la extensión,
la figura, color... Cuando el calor del fuego es
moderado, se supone que existe en el fuego mismo, y, sin embargo, el dolor
que nos causa si nos acercamos mucho a él no se estima tenga otro ser que
en la percepción.
Rechazadas las hipótesis anteriores, Hume, sitúa la causa
principal de la creencia en la existencia continua y distinta de los cuerpos en
la labor de la imaginación y en los conceptos de constancia y coherencia.
Parece evidente que a los objetos a los que atribuimos existencia
continua son aquellos a los que atribuimos una peculiar CONSTANCIA,
es decir, las montañas, casas, árboles - señala Hume - que ahora tengo
delante de mis ojos se me han manifestado siempre de la misma forma; y si al
cerrar los ojos o volver la cabeza dejo de verlos, encontraré que poco después
vuelven a mí sin la menor alteración .....Sin embargo, esta constancia no es
perfecta ya que los cuerpos suelen cambiar de cualidades y posiciones. Ahora
bien, lo que es evidente también es que todos los cambios
de constancia son realizados con COHERENCIA:
cuando regreso a mi habitación tras una hora de ausencia, -sigue diciendo Hume
- no encuentro el fuego de mi hogar en la misma situación en que lo encontré,
pero otros casos me han acostumbrado ya a ver una alteración similar...En
consecuencia, la coherencia en los cambios es una de las características de los
objetos externos, igual que lo es la constancia. En
definitiva, la CONSTANCIA y la COHERENCIA
de los cuerpos lleva a la imaginación a creer en la existencia continua e
independiente de los mismos.
Pero es que además, señala Hume, si no suponemos la existencia continua y
distinta de los cuerpos nos sería imposible CONECTAR LAS
APARIENCIAS PASADAS CON UNA PRESENTE: Veo un recadero -
afirma Hume - que avanza hacia mí. Tales cosas me dan ocasión para
nuevas reflexiones.... En primer lugar, me doy cuenta que nunca observé que el
ruido experimentado lo produjo otra cosa que no fuera esa puerta, de lo que
infiero que si el fenómeno ahora ocurrido contradiría toda experiencia pasada
si la puerta no continuara existiendo. También he encontrado en
todos los casos que el cuerpo humano posee una cualidad que llamo gravedad
y que le impide subir por el aire, como tendría que haber hecho
el recadero para llegar a mi habitación si las escaleras
de las que guardo recuerdo se hubieran aniquilado en mi ausencia. Pero esto no
es todo. El recadero me entrega la carta; y cuando la abro, me doy cuenta por el
modo de escribir y por la firma de que me la envía un amigo que podría
hallarse a 200 leguas de distancia. Ahora bien, es evidente que no podría
entender todo esto si no supongo la existencia continua de postas y barcazas. Y
es que apenas existen momentos en nuestra existencia en
donde no tengamos que suponer la existencia continua.
En definitiva, la constancia y la coherencia de nuestras percepciones son
quienes originan la opinión o creencia en la existencia continua y distinta de
los cuerpos. La creencia, por tanto, vuelve ser la base (del mismo modo que
sucedía con la conexión necesaria, aunque, como veremos, de un modo diferente)
de nuestras opiniones acerca de la existencia continua y distinta de los
cuerpos. Ahora bien, nuestra creencia en estos hechos, no nos lleva únicamente
a opinar acerca de la existencia continua e independiente de los cuerpos sino
también a CREER QUE TODAS LAS PERCEPCIONES DE LAS QUE
SOMOS CONSCIENTES SON TAMBIÉN CONTINUAS E IDÉNTICAS.
Pero una breve reflexión nos lleva a tener que poner en duda tal creencia ya
que también somos conscientes de que las percepciones se interrumpen y son
discontinuas y desemejantes unas de otras, lo que parece contradecir la creencia
señalada anteriormente. Una vez que estamos acostumbrados a observar una
constancia en ciertas impresiones como, por ejemplo, la percepción del sol o
del océano, vuelve a nosotros luego de una ausencia .... con partes similares a
las que tenia en su primera manifestación, no siendo ya capaces de considerar
estas percepciones como discontinuas y diferentes sino como idénticas. De todos
modos, también somos conscientes de que la interrupción
en su existencia contradice su perfecta identidad.
Pues bien, Hume intenta analizar las CAUSAS
que nos llevan a creer que las percepciones son continuas e idénticas, cuando
sabemos que son realmente discontinuas. Hume piensa que es la SEMEJANZA
existente entre percepciones lo que nos lleva a
atribuirles identidad, aún siendo interrumpidas y diferentes. Por ejemplo tengo
la percepción del sol en este momento y sé que tal percepción es distinta de
la que he tenido una hora antes o de la que he tenido ayer. Sin embargo, la
creencia nos lleva a pensar que la percepción es del mismo sol aunque en
tiempos diferentes, es decir, no hay realmente diferencia entre las percepciones
ya que se refieren a lo mismo, es decir, a la misma percepción. Ahora bien ¿cómo
es posible que lo idéntico y lo diferente puedan realmente ser lo mismo?
La reflexión anterior es lo que lleva Hume a preguntarse acerca del COMO
SE FORMA EN NOSOTROS EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD O INDIVIDUACIÓN.
Su respuesta es la siguiente:
- La simple contemplación de un objeto no pueda ser la
causa de que exista en nosotros la idea de identidad, ya que un solo objeto
aislado únicamente nos daría la idea de unidad.
- Tampoco la simple contemplación de una
multiplicidad de objetos ( por semejantes que se les suponga ) nos pueden
proporcionar tal idea. Los objetos tienden a ser considerados por la mente
como el que unos son unos y otros son otros, y como siendo uno ,dos, tres
..... Pero sus existencias serian distintas e independientes.
- En definitiva, tanto la unidad como el número
son
incompatibles con la relación de identidad.
- Para que la simple contemplación de un objeto se le añada
la idea de identidad son necesarios los elementos siguientes: que exista en
nosotros LA IDEA DE TIEMPO o
DURACIÓN, lo cual implica SUCESIÓN,
y la existencia de la IMAGINACIÓN
la cual puede suponer, por su naturaleza, que puede existir de modo ficticio
un objeto que es inmutable, que no sufre duración y que, sin embargo, está
presente en un ambiente de duración y sucesiones, es decir, en un tiempo: El
principio de individuación o identidad no consiste sino en la suposición
de la invariabilidad o imposibilidad de interrupción de un objeto
cualquiera a lo largo de una supuesta variación de tiempo mediante el cual
puede la mente describir ese objeto en los diferentes periodos de su
existencia, sin romper su contemplación ni verse obligado a formar la idea
de multiplicidad o número.
- Ahora bien, la reflexión filosófica nos muestra no únicamente
en donde radica la causa de nuestra creencia (imaginación) acerca del
origen del porque existe en nosotros la idea de identidad, sino que también
nos hace ver en donde radica el origen DEL ERROR
Y DEL
ENGAÑO acerca del tal creencia. Y es que la semejanza
y la imaginación hacen que pasemos de unas percepciones a otras sin
percibir el cambio realmente a no ser que prestemos la mas rigurosa atención:
fijemos nuestro pensamiento en un objeto (sol). Es evidente que consideramos
y suponemos que sigue siendo el mismo sol durante el
tiempo que pensamos en él y que atribuimos únicamente el cambio al tiempo
que pasa. Ello se debe a que a que en ningún caso percibimos una nueva
imagen o idea del objeto en el que pensamos. El paso de la contemplación de
un objeto a otro apenas si es sentido ni se distingue,
y, de ese modo, se confunde sucesión con identidades decir,
lo que realmente es sucesivo ( no solo el tiempo sino también la
percepción )
es cuestionado por la imaginación que considera que lo que pasa es únicamente
el tiempo, mientras que la percepción es idéntica. Contemplo
el mobiliario de mi habitación; cierro los ojos y luego los abro: encuentro
que las nuevas percepciones son completamente semejantes a las que antes
impresionaron mis sentidos. Esta semejanza es observada miles de veces y de
un modo natural conecta entre si muchas ideas de esas percepciones
discontinuas .... Por ello resulta muy natural tomar erróneamente las unas
por las otras.
Después de analizar la cuestión referida a las causas de
nuestra creencia en la identidad de las percepciones y las
causas que originan tal error o engaño, Hume plantea, en estrecha relación
con todo lo dicho, lo siguiente:
¿por qué estamos convencidos de que una
percepción que está ausente, sin embargo no resulta aniquilada?
Veamos su respuesta:
- Hemos visto la importancia de la imaginación, la
constancia y la coherencia como causas que nos llevan a creer en la
existencia continua y distinta de los cuerpos.
- Ahora hemos visto las razones que nos llevan a creer en
la identidad de las percepciones, aún sabiendo que tales percepciones son
diferentes y discontinuas.
- Fijémonos que en el CASO1 hablamos de la
existencia
continua de los cuerpos y en el CASO2 del la
existencia continua de las percepciones. Seria interesante una breve reflexión
sobre tales diferencias para situar en su justo lugar lo que Hume plantea
ahora.
- Pues bien, si sabemos que las percepciones son
distintas: ¿cómo estamos seguros de que cuando no
nos están presentes siguen existiendo.?
- En la naturaleza de nuestra mente está, según Hume, la
respuesta ante este curioso dilema: la mente no es otra cosa que un montón
o colección de percepciones diferentes unidas entre si por las relaciones
de semejanza, causalidad, etc. y a las que se supone por las razones ya
expuestas, que están dotadas de identidad. Ahora bien, al mismo tiempo,
también somos conscientes de que toda percepción, a pesar de su aparente
identidad puede distinguirse una de la otra y puede considerarse
que podrían existir por separado las unas de las otras. Ello implica la
creencia de que siguen existiendo incluso cuando no
son percepciones.
- En este contexto es donde habría que situar la
diferencia que muchos filósofos ha realizado al diferenciar entre percepción
y objeto. Con la intención de superar las contradicciones a las que nos
lleva la razón en relación con este tema, han supuesto que la responsable
de que las percepciones, aparezcan como distintas es la mente, consistente
en una colección de percepciones distintas. Pero, por otro lado, hacen su
aparición los OBJETOS los cuales serían continuos en su
existencia: una aparición discontinua a los sentidos no
implica necesariamente una discontinuidad en la existencia.
- Ahora bien, la causa de todo ello no está en que
existan realmente objetos en si que son continuos
e independientes. Para Hume, la diferencia entre percepción y objeto es una
creación arbitraria que no se sostiene después de una cierta reflexión.
El establecimiento de tal diferencia es una ficción de la imaginación para
hacer frente a la contradicción creada entre lo que nos dice la
razón o reflexión y lo que nos muestra la opinión natural, la creencia e
incluso el sentido común. Más adelante veremos como
expone Hume lo que llama el monstruoso producto de dos principios
contrapuestos.
Y es que, según Hume, la creencia en la existencia
continua de las percepciones es una CREENCIA FALSA
o FICCIÓN DE LA MENTE. ( resultaría
interesante comparar las ideas de Hume sobre el tipo de creencia en relación
con la conexión necesaria y lo que dice ahora acerca de
la creencia en la existencia continua de las percepciones ). Es una ficción
nuestra creencia en la existencia continua de las percepciones, por lo
siguiente:
- La memoria nos muestra ejemplos de percepciones
completamente semejantes entre si.
- Tales percepciones vuelven a presentarse tras diferentes
intervalos de tiempo y tras considerables interrupciones.
- Las semejanzas entre tales percepciones lleva a la mente
a considerar a las mismas bajo el prisma de la identidad.
- Esta inclinación a considerar tales percepciones como
idénticas reside en que algunas vivas impresiones de la memoria confieren
vivacidad a esa ficción y nos lleva a creer en la existencia continua de
las percepciones.
Pero la creencia en la existencia continua de las
percepciones es una FALACIA. Y es
que aunque la imaginación, por su propia naturaleza, nos
lleve a la existencia continua de las percepciones sensibles, la reflexión nos
muestra que ello es una falacia. Y todo ello por los siguiente:
- Hay experiencias que nos muestran que nuestras
percepciones no tienen una existencia independiente (espejismos,
alucinaciones, aumento y disminución de objetos en la distancia.)
- La conciencia de este hecho y la tendencia natural a
creer lo contrario, nos lleva a diferenciar entre percepciones y objetos:
las percepciones son discontinuas y efímeras ya que la reflexión nos
muestra que ello es así; ahora bien, los objetos, como diferentes de las
percepciones son continuos, invariables y poseedores de identidad.
- Pero esta creencia es una falacia. No existe ningún
principio que nos lleve a admitir esta doble opinión
de la existencia de objetos y percepciones. Lo único existente son las
percepciones. Las relaciones se establecen siempre entre percepciones, no
entre percepciones y objetos ya que estos si existen no podemos saber como
son realmente al margen de las percepciones que
tengamos de ellos. Consiguientemente, en el razonamiento b, el remedio fue
peor que la enfermedad.
Finalmente Hume y, partiendo de los conceptos analizados
anteriormente expone LAS RAZONES que
nos llevan a caer en LA FALACIA de
creer en la existencia continua y distinta de los cuerpos. La exposición que
haremos a continuación es el resumen de un importante texto que Hume describe a
finales de la parte IV (sección II) del Tratado. El resumen del mismo es el
siguiente:
- Partamos del supuesto de que las percepciones son
discretas y discontinuas y, aún siendo similares, siguen siendo distintas
unas de otras.
- En tal caso la imaginación y la fantasía pasa a creer
que existen otras realidades de naturaleza semejante a las percepciones pero
que son idénticas, continuas y distintas.
- Además, el punto A nos lleva también a pensar que las
percepciones (únicos objetos de la mente) continúan existiendo, como hemos
visto, aún cuando no se perciban. Hemos visto que esta opinión, aún
siendo falsa, es la más natural de todas. Basta reflexionar un poco para
percibir que es falso que nuestras percepciones puedan tener una existencia
continua y distinta.
- Lo lógico seria concluir, por tanto, que es absurdo el
pensar que pueda haber en la naturaleza: algo
así corno una existencia continua e independiente. Únicamente
estamos seguros de nuestras percepciones presentes que son diversas y
discontinuas. A su lado, sabemos también que que la
naturaleza de nuestra imaginación nos juega la mala pasada de hacernos
creer que son continuas e idénticas. Pero, como debemos hacer caso a la razón,
la conclusión general debería de consistir en reconocer la imposibilidad
de saber con seguridad acerca de los objetos como existentes
al margen de las percepciones y el reconocimiento de la imposibilidad de
saber acerca de lo que, más adelante, Hume denominará identidad
personal, es decir, de la existencia de un elemento que une las percepciones diversas. No
existe tal órgano sino que nuestra mente es una colección de diferentes
percepciones unidas por leyes. Esta debería de ser la conclusión final al
tema planteado.
- Sin embargo, no sucede así. Únicamente los filósofos
más escépticos y extravagantes mantienen la negación de la existencia
continua e independiente de los cuerpos, aunque jamás fueron capaces de
creer sinceramente en ella. Y es que existe una gran diferencia entre las
opiniones que elaboramos luego de una serena y profunda reflexión y las que
adoptamos en virtud de una especie de impulso o
instinto natural. Si en algún momento llegan a enfrentarse estos dos tipos
de opiniones, no resulta difícil prever cuál de ellas triunfará. Mientras
que nuestra atención esté concentrada en el asunto, es posible que
prevalezca el principio filosófico; pero en el momento en que dejamos
libres nuestros pensamientos, vuelve afirmarse nuestra naturaleza, que nos
hace regresar a nuestra opinión primera. Y es que,
ésta última, está
tan profundamente arraigada en la imaginación que es imposible
desarraigarla. Ahora bien, el que por momentos venza una o la otra no quiere
decir que la batalla esté ganada; la lucha interna se manifestará siempre
que reflexionemos sobre la idea de la existencia de los cuerpos.
- Lo que sucede es que intentamos evitar la lucha y el
enfrentamiento entre los dos principios señalados y, por ello, fingimos una
nueva hipótesis en la cual dejamos entrar (juntos) los principios de la razón y los
principios de la imaginación. Así, la imaginación nos lleva a creer que
nuestras percepciones semejantes tienen una existencia continua y que no son
aniquiladas cuando ya no se perciben. Por su lado, la reflexión nos dice
que tales percepciones aparentemente semejantes, son en realidad diferentes
entre si poseen una existencia discontinuo.
- Pues bien, para eludir esta contradicción, creamos
una NUEVA FICCIÓN que contente
tanto a la imaginación como a la razón.
Así nos inventamos la
existencia de objetos, diferentes de las percepciones, y les atribuimos
continuidad y distinción (imaginación contentada); y, por otro lado,
salvamos la existencia de las percepciones como discontinuas y diferentes
(razón contentada).
- Ahora bien, esta solución no es otra cosa que el MONSTRUOSO
PRODUCTO DE DOS PRINCIPIOS CONTRAPUESTOS y admitidos
de modo simultáneo por nuestra mente. Lo que significa que estamos
condenados a vivir, sin saber realmente lo que son los objetos
independientemente de las percepciones, pero con el mecanismo de escape de
las ficciones que nos lleva a creer falsamente que si los conocemos.
Presentación