Entre los efectos
de esta unión o asociación de ideas no existe ninguno tan notable
como las ideas complejas, que son los
objetos comunes de nuestros pensamientos y
razonamientos y que surgen generalmente de algún principio de unión
entre nuestras ideas simples. Estas
ideas complejas pueden dividirse en relaciones, modos y
substancias. Examinaremos brevemente cada una de éstas en orden y
uniremos algunas consideraciones
referentes a nuestras ideas generales y particulares antes que
dejemos el presente asunto, que puede ser considerado como los elementos
de esta filosofía.
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Habría que
preguntarse si la idea de SUBSTANCIA se deriva de
las impresiones de sensación o reflexión. Si nos
es procurada por nuestros sentidos, pregunto por cuál de ellos y de qué
manera. Si es percibida por la
vista, debe ser un color; si por el oído, un sonido; si por el paladar,
un sabor, y así sucesivamente sucederá con los otros sentidos. Creo, sin
embargo, que nadie afirmará que la
substancia es un color, un sonido o un sabor. La idea
de substancia debe, por consecuencia, derivarse de una impresión de
reflexión si realmente existe. Pero
nuestras impresiones de reflexión se reducen a nuestras pasiones
y emociones, ninguna de las cuales es posible que represente una
substancia. No tenemos, por
consiguiente, una idea de la substancia distinta de una colección de
cualidades particulares, y no nos referimos a otra cosa cuando hablamos o
razonamos acerca de ella. La
idea de una substancia, lo mismo que la de un modo, no es más que una
colección de ideas simples que están
unidas por la imaginación y poseen un nombre particular
asignado a ellas, por el que somos capaces de recordar para nosotros
mismos o los otros esta colección;
pero la diferencia entre estas ideas consiste en que las cualidades
particulares que forman una substancia se refieren corrientemente a un
algo desconocido, al que se supone son
inherentes, o, concediendo que esta ficción no
tiene lugar, se supone al menos que se hallan enlazadas estrecha e
inseparablemente por las relaciones
de contigüidad y causalidad. El efecto de esto es que siempre que descubrimos
que una nueva cualidad simple tiene la misma conexión con las restantes,
la comprendemos inmediatamente entre ellas,
aunque no esté dentro de la primera concepción
de substancia. Así, nuestra idea de oro puede, al principio, ser un
color amarillo, peso, maleabilidad,
fusibilidad; pero después de descubrir su solubilidad
en el agua regia podemos unir esta cualidad a las otras y suponer que
pertenece tanto a la substancia como si su
idea desde un comienzo hubiera sido una parte
o componente de ella. El principio de unión, siendo considerado como
parte capital de la idea compleja,
da entrada a cualquier cualidad que se presente después y
es igualmente comprendida por él como las otras que se presentaron
primeramente. Que esto no puede
tener lugar en los MODOS es evidente al considerar
su naturaleza. Las ideas simples, de
las cuales los modos están formados, o representan cualidades que
no están unidas por continuidad y causalidad, sino que están dispersas
en diferentes sujetos, o, si se hallan
unidas, su principio de unión no se considera como
el fundamento de una idea compleja. La idea de la danza es un ejemplo del
primer género, de modos; la de la belleza,
del segundo. La razón es clara, porque ideas
complejas semejantes no pueden admitir una nueva idea sin cambiar el
nombre que distingue
el modo.
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La palabra relación se usa en dos sentidos muy diferentes el uno del otro. Designa a veces la cualidad por la cual dos ideas se hallan enlazadas entre sí en la imaginación y por la que una de ellas despierta naturalmente la otra, según se ha explicado, y otras la circunstancia particular según la que, aun en la unión arbitraria de dos ideas en la fantasía, consideramos apropiado compararlas. En lenguaje corriente es el primer sentido en el que usamos la palabra relación, y solamente en filosofía la ampliamos y la hacemos significar algún asunto particular de comparación, sin un principio de enlace. Así se concede por los filósofos que la distancia es una verdadera relación, porque adquirimos una idea de ella comparando objetos; pero hablando corrientemente decimos que nada puede estar más distante entre sí que tales o tales cosas y que nada puede tener menos relación, como si distancia y relación fuesen incompatibles. Puede quizá ser estimado como una tarea infinita enumerar las cualidades que hacen que los objetos admitan una comparación y por las que se producen las ideas de la relación filosófica; pero si consideramos diligentemente esto, hallaremos que sin ninguna dificultad pueden ser comprendidas bajo siete títulos generales, que pueden ser considerados como los orígenes de toda relación filosófica:1. La primera es la semejanza, y ésta es una relación sin la que no puede existir relación filosófica alguna, pues ningún objeto admitirá una comparación más que cuando tenga con otros algún grado de semejanza. Pero aunque la semejanza sea necesaria para toda relación filosófica, no se sigue que siempre produzca una conexión o asociación de ideas. Cuando una cualidad llega a ser muy general y es común a muchos individuos no lleva al espíritu directamente a alguno de ellos, sino que, presentando a una vez un gran número de ellos, impide, por consiguiente, que la imaginación se fije en un único objeto. 2. La identidad puede ser estimada una segunda especie de relación. Esta relación la considero aquí como aplicada en su sentir estricto a los objetos constantes e inmutables, sin examinar la naturaleza y fundamentación de la identidad personal, lo que tendrá lugar más tarde. De todas estas relaciones, la más universal es la de identidad, por ser común a todo ser cuya existencia tiene alguna duración. 3. Después de la identidad, las relaciones más universales y comprensivas son las del espacio y tiempo, que son el origen de un número infinito de comparaciones, como distante, contiguo, arriba, abajo, delante, detrás, etc. 4. Todos los objetos que admiten cantidad o número pueden ser comparados en este respecto, que es otro origen muy fecundo de relaciones. 5. Cuando dos objetos cualquiera poseen la misma cualidad en común, los grados en que la poseen forman una quinta especie de relación. Así, de dos objetos que son pesados, el uno puede ser más o menos pesado que el otro. Dos colores que son del mismo género pueden ser de diferentes matices, y en este respecto admiten comparación. 6. La relación de oposición puede a primera vista ser considerada como una excepción de la regla de que ninguna relación de cualquier género puede substituir sin algún grado de semejanza. Sin embargo, consideremos que dos ideas no son nunca en sí mismas contrarias, si se exceptúa las de existencia y no existencia, y que aun éstas son claramente semejantes, por implicar ambas la idea de un objeto, aunque la última excluye el objeto de todo tiempo y lugar en el que se supone que no existe. 7. Todos los restantes objetos, como el fuego y el agua, el calor y el frío, son sólo considerados contrarios por experiencia y por la oposición de sus causas o efectos, cuya relación de causa y efecto es tanto una séptima relación filosófica como una relación natural.
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