Denomino retentiva a la siguiente
facultad de la mente, por la que avanza más hacia el conocimiento, es
decir, a la conservación de aquellas ideas simples que ha recibido por
medio de la sensación o de la reflexión. La primera de las dos maneras
por las que esto se hace se llama contemplación, y consiste en conservar
durante algún tiempo a la vista la idea que ha sido llevada a la mente.
La otra forma de retención supone la facultad de revivir de nuevo en
nuestra mente aquellas ideas que, después de quedar impresas, han
desaparecido o han sido, como quien dice, dejadas de lado y fuera de la
vista. Esto es lo que hacemos cuando imaginamos el color o la luz, el
amarillo o lo dulce, sin estar presente el objeto que provoca esas
sensaciones. La memoria es, pues, como un almacén de nuestras ideas.
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Mas como nuestras ideas no son sino
percepciones efectivas en la mente, y en el momento en que no existe
percepción de ellas dejan de ser algo, el almacenamiento de nuestras
ideas en la memoria sólo significa lo siguiente: que la mente posee en
muchos casos el poder de revivir percepciones que antes ha tenido, y además
tiene una percepción adicional: el saber que las ha tenido antes. Y es en
este sentido en el que se dice que nuestras
ideas están en nuestra memoria, cuando realmente no están en parte
alguna de manera efectiva, sino que la mente posee únicamente la
capacidad de revivirlas cuando lo desea. |
Para fijar cualquier idea en la
memoria, son de gran utilidad la atención y la repetición; pero las que
dejan de manera natural la impresión más profunda y duradera son las que
conllevan placer o dolor. Como la finalidad principal de nuestros sentidos
es informarnos sobre lo que daría o favorece al cuerpo, la naturaleza ha
ordenado (como ya hemos demostrado) de manera sumamente sabia que el dolor
acompañe a la recepción de determinadas ideas. |
En lo que se refiere a los
diferentes grados de duración con que las ideas están impresas en la
memoria, podemos ver que algunas de
ellas han sido producidas en el entendimiento por un objeto que ha
afectado a los sentidos solamente una vez. Existen otras que han sido poco
advertidas, aunque se hayan ofrecido más de una vez a los sentidos, bien
porque la mente no estuviera atenta, como ocurre a los niños, bien porque
estuviera ocupada en otra cosa, como les ocurre a los hombres cuando están
pensando en otro objeto, por lo que estas ideas no dejan una huella muy
profunda. Existen otras personas en quienes las ideas han sido grabadas de
manera cuidadosa y por impresiones repetidas y que, sin embargo, tienen
una memoria muy frágil, ya sea por un temperamento de su cuerpo o por
cualquier otra causa. En todos los casos que hemos enumerado, las ideas se
desvanecen muy pronto de la mente.
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Es verdad que la memoria de algunos
hombres es persistente hasta límites milagrosos; pero, de cualquier
forma, parece que existe un deterioro constante de todas nuestras ideas,
incluso de aquellas que han sido impresas de manera más vigorosa en las
mentes más retentivas; hasta tal punto, que si no se renuevan alguna vez
mediante el ejercicio repetido de los sentidos o de la reflexión, la
huella producida por los objetos que en un principio las ocasionaron se
desvanece hasta no quedar nada de su imagen. De esta manera es como las
ideas de nuestra juventud mueren, al igual que nuestros hijos, antes que
nosotros; y en esto, nuestra mente se asemeja a aquellos sepulcros en los
que podemos ver, según nos vamos acercando, que aunque el bronce y el mármol
permanezcan, las inscripciones han sido borradas por el tiempo y las imágenes
desgastadas. Pues también las imágenes grabadas en nuestra mente han
sido dibujadas con colores que se desvanecen, y si no se repasan de vez en
cuando, se enturbian y borran. Hasta qué grado depende todo esto de la
constitución de nuestros cuerpos y de la formación de nuestros espíritus
animales, y si es la constitución particular del cerebro lo que explica
los motivos de que unas personas retengan los caracteres allí impresos
como si lo hubieran sido en mármol, otras como si en piedra, y otras casi
corno en arena, son cuestiones en las que no voy a entrar aquí, aunque
parece probable que el temperamento del cuerpo influya algunas veces en la
memoria; pues existen ocasiones en que vemos que una enfermedad quita
todas las ideas de la mente, y en las que el fuego de la fiebre abrasa en
pocos días, dejándolas reducidas a polvo y a confusión, todas aquellas
imágenes que creíamos tan permanentemente grabadas, como si lo hubieran
sido en mármol. |
Con relación a las ideas mismas,
resulta muy fácil advertir que aquellas que se refrescan con más
frecuencia (entre las que están las que llegan a la mente por más de un
camino) por el regreso repetido de los objetos o de las acciones
producidas, son las que se fijan mejor en la memoria y las que permanecen
en ella de un modo más estable y duradero; y, por tanto, se trata de
aquellas que provienen de las cualidades originales de los cuerpos, es
decir, solidez, extensión, forma, movimiento y reposo, y también de
aquellas que afectan constantemente a nuestros cuerpos, como el calor y el
frío. |
En esta percepción secundaria,
como también se puede llamar, o en este contemplar de nuevo las ideas que
están alojadas en la memoria, la mente no es con frecuencia meramente
pasiva, ya que la aparición de esas imágenes latentes muchas veces
depende de la voluntad. Con frecuencia, la mente se ocupa en buscar una
idea y, por así decirlo, vuelve la mirada del alma sobre ella; aunque
también es verdad que a veces surgen en la mente por su propio acuerdo y
se ofrecen a sí mismas al entendimiento; y con mucha frecuencia sucede
que alguna inflamada y turbulenta pasión las despierta y saca de las
oscuras mazmorras en que se hallaban, para conducirlas a la luz del día,
ya que nuestras pasiones pueden traer a la memoria algunas ideas que de
otra manera permanecerían tranquilas e inactivas. |
En cualquier criatura inteligente,
la memoria sigue en importancia a la percepción. Es algo tan necesario
que allí donde falta, el resto de nuestras facultades son en gran medida
inútiles; y, si no fuera por el auxilio de nuestra memoria, no podríamos
ir más allá de los objetos presentes en el raciocinio y en el
conocimiento; pero la memoria puede tener dos defectos:
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