Otra de las facultades de la mente,
que necesariamente tenemos que señalar, es la de discernir o distinguir
entre las distintas ideas que hay en ella. No es suficiente con que la
mente tenga una percepción confusa de algo general; pues si la mente no
poseyera también una percepción diferenciada de los distintos objetos
y de sus diversas cualidades, podrá llegar solamente a un conocimiento
muy pequeño, aun cuando la acción de los cuerpos que nos afectan y
rodean fuera tan fuerte como lo es ahora, y aun cuando la mente se ocupara
en pensar de manera continua. La evidencia y la certidumbre de varias
proposiciones dependen de esta facultad de diferenciar una cosa de otra....
Si la vivacidad consiste en tener a nuestro alcance las ideas que están
en la memoria, en tenerlas de manera clara, y en poder distinguir bien una
cosa de otra cuando hay la menor diferencia, también consiste en gran
medida en esa exactitud de juicio y en esa claridad de razonamiento que
diferencia a algunos hombres para situarlos por encima de los otros. De
esto se ha inferido, tal vez con bastante razón, que los hombres de mucho
ingenio y memoria viva no son siempre los que poseen un juicio más claro,
ni una razón más profunda. Porque el ingenio, de manera
fundamental, estriba en reunir varias ideas, juntando rápidamente
aquellas en las que se pueda, ver alguna semejanza o relación, de manera
que se producen cuadros felices y visiones agradables a la imaginación;
por el contrario, el juicio es totalmente opuesto, desde el momento
en que actúa separando cuidadosamente aquellas ideas entre las que puede
encontrar la menor diferencia, para, de este modo, evitar que por la
semejanza se produzca engaño, ya que podría tomar una cosa por otra
debido a su similitud. Para poder distinguir bien nuestras ideas, tienen
que ser claras y concretas; cuando son de esta manera, no se engendrará
confusión ni error sobre ellas, aunque (como sucede a veces) los sentidos
las transmitan de manera diferente en distintas ocasiones a partir de un
mismo objeto, y de esa manera parezca que se contradicen. Porque aunque
suceda que un hombre, a causa de la fiebre, perciba en el azúcar un sabor
amargo mientras que en otras
circunstancia cualquiera sentiría un sabor dulce, sin embargo, es tan
clara y distinta en ese hombre la idea de lo amargo con respecto a la de
lo dulce, como la de la hiel y la del azúcar.
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Otra operación que la mente hace
sobre sus ideas es la de compararlas, unas con otras, con respecto a su
alcance, a los grados, al tiempo, al lugar y a cualquier otra
circunstancia; y de esta operación depende toda esa amplia serie de ideas
que se engloban bajo la denominación de relación, de cuya gran extensión
hablaré más adelante. |
Otra facultad que podemos observar
en la mente con respecto a sus ideas es la composición, por la que la
mente reúne varias de las ideas simples que había reunido a través de
la sensación y la reflexión, y las combina para formar ideas complejas.
En esta misma operación de componer las ideas se puede incluir la de
ampliación, pues aunque aquí la composición no es tan evidente como en
los casos más complejos, se trata de todos modos de reunir ideas, aunque
de una misma clase. De esta manera, tenemos la idea de una docena al sumar
varias unidades, y juntando las ideas repetidas de varias pérticas, la de
un estadio. |
Para que esto no ocurra, la mente
hace que las ideas particulares, que recibe de los objetos concretos, se
conviertan en generales, lo que se logra considerándolas tal y como está
en la mente esas apariencias, es decir, al margen de toda otra existencia
y de todas las circunstancias de la existencia real, como el tiempo, el
lugar o cualesquiera otras ideas
concomitantes. A esta operación se la denomina abstracción, y por medio
de ella las ideas tomadas de seres particulares se convierten en
representativas de todas las de la misma especie; y los nombres de ellas
se hacen generales y aplicables a todo lo existente que convenga a tales
ideas abstractas. Estas apariencias desnudas y precisas de la mente las
erige el entendimiento (con los nombres que comúnmente se les dan), sin
tener en cuenta cómo, de dónde y con qué otras ideas fueron recibidas
en la mente, como modelos para dividir en clases las existencias reales,
según, se ajusten a esos paradigmas, y para denominarlas de acuerdo con
ellos. De esta manera, cuando la mente advierte en el yeso o la nieve el
mismo color que ayer percibiera en la leche, considera tan sólo esa
apariencia, la convierte en representativa de todas las de su clase, y dándole
el nombre de blancura.
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Hasta qué punto la idiotez se
refiere a esta escasez o debilidad de alguna, o de todas las facultades
referidas, no dudo que se podría descubrir por medio de una observación
exacta de sus distintas formas de desvaríos.... Aquellos que no pueden
distinguir, comparar y abstraer, difícilmente serán capaces de
comprender y de utilizar el lenguaje, o de juzgar o razonar en un grado
medianamente tolerable... En definitiva, el defecto de los imbéciles
parece proceder de la carencia de rapidez, actividad y movimiento en las
facultades intelectuales, por lo que están privados de razón; mientras
los locos, por el contrario, parecen encontrarse en el extremo
opuesto. Así pues, éstos no me parecen que hayan perdido la facultad de
razonar, sino que habiendo unido algunas ideas de manera muy equivocada,
las tienen por verdades, y se equivocan como los hombres que razonan
correctamente a partir de principios erróneos. Porque habiendo
convertido, por la fuerza de sus imaginaciones, sus fantasías en
realidades, establecen deducciones correctas a partir de ellas. De esta
manera encontrarás a un loco que se cree un rey que con una correcta
indiferencia exige se le guarde un debido acatamiento, respeto y
obediencia....En resumen, creo que la diferencia entre los idiotas y los
locos radica en lo siguiente: que los locos juntan ideas equivocadas, y de
esta manera formulan proposiciones erróneas, aunque argumentan y razonan
correctamente a partir de ellas; mientras que los idiotas formulan muy
pocas proposiciones o ninguna, y razonan muy poco.
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