Hay otra clase de distancia o longitud, cuya idea
no extraemos de las partes permanentes del espacio, sino de las partes
perpetuamente fugaces y perecederas de la sucesión. Esto es lo que llamamos
duración, cuyos modos simples son sus diversas longitudes por las que tenemos
ideas distintas, tales corno las horas, los días, los años, etc., el tiempo y
la eternidad..No sin razón la duración, el tiempo y la eternidad se tienen por
algo muy abstruso en su naturaleza. Sin embargo, aunque parezca que están muy
alejados de nuestra comprensión, si los examinamos correctamente hasta llegar a
sus orígenes, no dudo que una de estas fuentes de todo nuestro conocimiento, es
decir, la sensación y la reflexión, podrá aportarnos unas ideas tan claras y
distintas como muchas otras de las que se piensa que son mucho menos oscuras; y
podremos ver que la idea misma de eternidad se deriva del mismo origen común al
resto de nuestras ideas.
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Para comprender correctamente el tiempo y la
eternidad, debemos considerar con atención cuales la idea que tenemos de la
duración y cómo llegamos a obtenerla. Resulta evidente para cualquiera que
observe lo que ocurre en su propia mente que hay una cadena de ideas que
constantemente suceden las unas a las otras en su entendimiento, en tanto
permanece despierto. La reflexión sobre estas apariencias de las distintas
ideas que se suceden en nuestra mente es lo que nos proporciona la idea de
sucesión; y la distancia entre partes cualesquiera de esa sucesión, o entre la
apariencia de cualesquiera dos ideas en nuestras mentes, es lo que llamamos
duración. Porque mientras pensamos, o mientras recibimos sucesivamente
distintas ideas en nuestras mentes, sabemos que existimos; y, de esta manera,
llamarnos a la existencia, o a la continuación de la existencia de nosotros
mismos, o de cualquier otra cosa, conmensurable con la sucesión de cualesquiera
ideas en nuestra mente, es a lo que llamamos, digo, la duración de nosotros
mismos, o la de cualquier otra cosa que coexiste con nuestro pensamiento. |
Y creo que ésta es la razón por la que los
movimientos muy lentos, aunque sean constantes, no son percibidos por nosotros;
porque en su desplazamiento desde una parte sensible hasta otra, el cambio de
distancia se realiza de una manera tan lenta que no produce en nosotros ninguna
idea nueva..Y como de esta manera no se provoca el
encadenamiento constante de nuevas ideas que suceden inmediatamente a las
anteriores en nuestra mente, no tenemos ninguna percepción del movimiento, ya
que éste consiste en una sucesión constante, y no podemos percibir esa sucesión
sin una sucesión constante de las ideas que tienen en él su origen....Por el
contrario, las cosas que se mueven con la rapidez suficiente como para no
afectar a los sentidos de manera distinta con varias distancias distinguibles de
su movimiento, de tal manera que no causan ningún encadenamiento de ideas en la
mente, tampoco son percibidas.... Que pase una bala de cañón a través de una
habitación, y que arrastre en su camino cualquier miembro o parte material de
un hombre, resulta tan claro como lo pueda ser cualquier demostración que la
bala debió atravesar los dos lados de la habitación; asimismo es evidente que
debió tocar primero una parte de la carne humana, y después la otra, con lo
que hay una sucesión. Y, sin embargo, creo que nadie que haya sentido el dolor
de un disparo semejante, o que haya escuchado el impacto contra las dos paredes
separadas, podría percibir ninguna sucesión ni en el dolor ni en el sonido de
un impacto tan rápido. Esta porción de duración, en la que no percibimos
ninguna sucesión, es al que denominamos instante, y es la que ocupa el tiempo
durante el cual sólo hay en nuestras mentes unas ideas sin la sucesión de
otras; de manera que no percibimos, por ello, ninguna clase de sucesión.... Esto sucede también cuando el movimiento es tan lento que no aporta a
los sentidos una cadena constante de ideas frescas de una manera tan rápida que
la mente sea capaz de recibirlas como ideas nuevas.... lo
cual se evidencia en las manecillas de los relojes y en las sombras de los
relojes de sol, lo mismo que en otros movimientos constantes pero lentos, en los
que aun- que percibimos, después de ciertos intervalos, que ha habido
movimiento por el cambio de la distancia, sin embargo no percibimos el
movimiento mismo.
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Muestra suficientemente que la noticia que tenemos
de las ideas de nuestras mentes, que aparecen allí una después de otra, es lo
que nos da la idea de sucesión y duración, sin las cuales no tendríamos
ninguna de tales ideas en absoluto. Por tanto, no es el movimiento, sino el
encadenamiento constante de ideas en nuestras mentes, mientras estamos
despiertos, lo que nos hace llegar a la idea de duración, de la cual el
movimiento no nos da ninguna percepción sino en cuanto provoca en nuestras
mentes una sucesión constante de ideas, según ya he demostrado; y nosotros
tenemos una idea tan clara de la sucesión y de la duración, por el
encadenamiento de otras ideas que se suceden en nuestras mentes sin la idea de
movimiento alguno, como por el encadenamiento de ideas causadas por un cambio
sensible e ininterrumpido de la distancia que existe entre dos cuerpos, el cual
lo adquirimos a partir del movimiento; por tanto, tendríamos la idea de la
duración incluso aunque no tuviéramos el sentido de movimiento. |
Habiendo obtenido así la idea de duración, lo que la mente debe hacer
a continuación es conseguir alguna medida de esta duración común, por la que
pueda juzgar sus diferentes longitudes y considerar los distintos órdenes en
los que existen las cosas diferentes, sin lo cual una gran parte de nuestro
conocimiento resultaría confusa, y una gran parte de la historia se mostraría
totalmente inútil. Esta consideración de la duración, determinada por ciertos
períodos, y enmarcada por ciertas medidas o épocas, es a lo que pienso que
podemos llamar tiempo con mayor propiedad.... Los giros diurnos y
anuales del sol, puesto que han sido, desde el principio de la naturaleza,
constantes, regulares y universalmente observables por toda la humanidad...Y,
sin embargo, cualquier aparición constante y periódica, o cualquier alteración
de ideas que tuviera lugar en espacios equidistantes de duración, si es
observable de manera constante y universal, podría haber servido para
distinguir los intervalos de tiempo tan perfectamente como aquellos que se han
venido utilizando....Porque si las heladas, o el florecer
de las plantas se sucedieran en períodos equidistantes en todas las partes de
la tierra, podrían servir tan adecuadamente a los hombres para medir sus años
como los movimientos solares...De esta manera, vemos que los. ciegos de
nacimiento computan con bastante exactitud el tiempo por años, sin que puedan
distinguir unos giros por unos movimientos que no pueden percibir. Entonces,
preguntaría si un ciego, que distingue sus años o por el calor del verano, o
por el frío del invierno; por el olor de cualquier flor en la primavera o por
el sabor de cualquier fruta en el otoño, no tendrá una medida mejor del tiempo
que los romanos antes de la reforma del calendario llevada a cabo por julio César,
o que muchos otros pueblos, cuyos años, aunque pretendían adecuarse a los
movimientos del sol. |
Una cosa me parece extraña, y es que mientras
todos los hombres manifiestamente han medido el tiempo por el movimiento de los
cuerpos grandes y visibles del mundo, sin embargo, el tiempo ha sido definido
como «la medida del movimientos, en tanto que resulta obvio para cualquiera que
reflexione solamente un poco sobre ello que para medir el movimiento es tan
necesario tener en cuenta tanto el espacio como el tiempo; y quienes se detengan
un poco más en su análisis podrán encontrar también que el volumen de la
cosa que se mueve necesariamente debe ser tenido en cuenta
por cualquiera que desee hacer una estimación o medida del movimiento si quiere
juzgar correctamente sobre él. |
Así, pues, por los mismos medios y
a partir de los mismos orígenes por los que tenemos la idea del tiempo,
tenemos también esa idea que denominamos eternidad; porque, habiendo
adquirido las ideas de sucesión y de duración, mediante la reflexión
sobre el encadenamiento de nuestras propias ideas, causado en nosotros por
las apariencias naturales de aquellas ideas que constantemente llegan por
sí solas a nuestros pensamientos despiertos, o bien causados por los
objetos externos que afectan de manera sucesiva a nuestros sentidos, y
teniendo, a partir de los giros del sol, las ideas de ciertas longitudes
de duración, podemos añadir en nuestros pensamientos longitudes de
duración, tantas veces como lo deseemos, y aplicarlas, una vez añadidas,
a las duraciones pasadas o venideras. Y esto lo podemos hacer sin
restricciones ni límites, y proceder in infinitum. |
De esta manera, pienso que resulta evidente que
adquirimos las ideas de la duración y de sus medidas a partir de estas dos
fuentes de todo conocimiento que hemos mencionado anteriormente, es decir, de la
reflexión y de la sensación.
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