Entre todas las ideas que tenemos,
como ninguna es sugerida a la mente mediante otra vía que la idea de
unidad o de uno, ninguna hay, por tanto, que sea más simple que ésta.
Esta idea no tiene ni sombra de variedad o composición en ella; todo
objeto en el que se emplean nuestros sentidos; toda idea que hay en
nuestro entendimiento; todo pensamiento de nuestra mente, nos trae esta
idea. Y, por tanto, es la más íntima en nuestros pensamientos, al igual
que es, por su acuerdo con todas las demás cosas, la idea más universal
que tenemos. Porque el número se aplica a los hombres, a los ángeles, a
las acciones y a los pensamientos y a todo lo que pueda existir o
imaginarse.
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Mediante la repetición de esta
idea en nuestras mentes, y mediante la adición de repeticiones, llegamos
a la idea compleja de sus modos. De esta manera, adicionando uno a uno,
adquirimos la idea compleja de par; poniendo doce unidades juntas,
llegamos a la idea compleja de una docena; y de la misma manera, llegamos
a las ideas de una veintena, un millón, o cualquier otro número. |
Como ya se ha dicho, repitiendo la
idea de unidad y uniéndola a otra unidad, fabricamos una idea colectiva
designada por el número dos. Y quien pueda hacer esto y continuar de la
misma manera, añadiendo una unidad a la última
idea colectiva que tenía de cualquier número, y dándole un nombre, podrá
contar, o tener ideas de varias colecciones de unidades, distinguidas las
unas de las otras, en tanto que tenga una serie de nombres para continuar
aplicándolos a los números, y una memoria capaz de retener esa serie con
sus diversos nombres. Pues toda numeración no consiste sino en añadir
una unidad más, y en dar al todo resultante, como comprendido en una
idea, un nombre nuevo o distinto o un signo, con el cual se pueda conocer
entre los que están antes y después, y distinguir de toda multitud de
unidades mayor o menor. De manera que quien pueda añadir uno a uno, y de
la misma manera a dos, y continuar así con su relación llevando consigo
los distintos nombres que pertenecen a cada progresión, y así,
sustrayendo una unidad a cada colección, pueda retroceder y hacerlas más
pequeñas, será capaz de todas las ideas de números comprendidas en el
ámbito de su lenguaje, o para las que tiene nombres, aunque tal vez no lo
sea de otra cosa. Porque, como los distintos modos simples de los números
no son en nuestra mente sino muchas combinaciones de unidades, que no
tienen variedad, ni son capaces de cualquier otra diferencia sino el más
o el menos, los nombres o signos para cada combinación distinta parecen más
necesarios que para cualquier otra clase de ideas. Porque sin tales
nombres o signos difícilmente podríamos utilizar correctamente los números
en los cómputos y especialmente donde la combinación se construye con
una gran multitud de unidades; la cual, reunida sin un nombre o signo para
distinguir esa colección precisa, difícilmente podría dejar de
convertirse en una amalgama confusa. |
Porque, el que quiera contar hasta
veinte o tener una idea de ese número, deberá conocer que el diecinueve
va antes, y los distintos nombres o signos de todos los números
precedentes, en el orden en que están, porque si esto falla, se produce
un vacío, la cadena se rompe, y no puede continuar más adelante la
progresión numérica. De esta manera, para contar correctamente, se
necesita que la mente distinga cuidadosamente dos ideas, que únicamente
difieren entre sí por la adición o sustracción de una unidad. También
se necesita que retenga en la memoria los nombres o signos de las
distintas combinaciones que van desde la unidad hasta el número, y que no
lo hagan confusamente, y sin ningún método, sino en el orden exacto en
que los números siguen los unos a los otros. Sí se yerra en uno de estos
dos presupuestos, todo el asunto de la numeración se verá perturbado, y
sólo quedará la idea confusa de multitud, sin llegar a las ideas
necesarias que se requieren para una numeración diferenciada. |
Otra cosa más se puede observar en
el número, y es que lo que la mente utiliza para medir todas las cosas
que son mensurables por nosotros, y que principalmente es la expansión y
la duración; y nuestra idea de infinitud, incluso cuando los aplicamos a
estos conceptos, parece no ser sino la infinitud del número. Porque ¿qué
son nuestras ideas de eternidad e inmensidad sino la adición repetida de
ciertas ideas de partes de duración y expansión imaginadas, a partir de
la infinitud del número, en el cual no podemos llegar al fin de la adición?
...Y esta adición ilimitada, o adicionabilidad ( si se prefiere
este término ) de números, me parece que es tan obvia para la mente que
nos proporciona la más clara y distinta idea de la infinitud, sobre lo
que trataremos, con mayor detenimiento, en el capítulo siguiente.
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