TEXTO 21A

Cómo la mente es informada todos los días por los dos sobre la alteración de aquellas ideas simples  que observa en las cosas exteriores, y cómo observa de qué manera una cosa termina y cesa de ser, y otra, que no era antes, empieza a existir; reflexionando también sobre lo que ocurre dentro de sí misma, y no tanto un cambio constante en sus ideas, unas veces causado por la impresión de los objetos exteriores en los sentidos, y otras por la determinación de su propia elección; y concluyendo a partir de lo que observa constantemente, que en el futuro ocurrirán cambios iguales en las mismas cosas, mediante iguales agentes y por iguales vías, considera en una cosa la posibilidad de que sus ideas simples hayan cambiado, y en otra cosa la posibilidad de realizar ese cambio; y, de esta manera, es como llega a la idea que denominamos potencia. Así, decimos que el fuego tiene la potencia de derretir el oro, es decir de destrozar la consistencia de sus partes insensibles, y en consecuencia su dureza, para hacerlo fluido; y que el sol tiene la potencia de blanquear la cera, y que la cera tiene la potencia de ser blanqueada por el sol, por lo que su amarillez queda destruida, apareciendo en su lugar la blancura. En éstos y en otros casos similares, la potencia que advertimos se refiere al cambio de las ideas que se pueden percibir; porque no podemos observar ninguna alteración u operación en ninguna cosa, si no es por el cambio observable de sus ideas sensibles; ni podemos concebir que se ha realizado ninguna alteración, si no es concibiendo un cambio de alguna de sus ideas.... De esta manera considerada la potencia, es de dos clases, es decir: o capaz de efectuar un cambio, o capaz de recibirlo. La primera, puede ser llamada potencia activa, y la otra potencia pasiva.
Comentario





























































TEXTO 21B

Nosotros estamos abundantemente provistos de la idea de potencia activa por la mayor parte de las clases de las cosas sensibles... Pero si lo consideramos atentamente, los cuerpos, por nuestros sentidos, no nos ofrecen una idea tan clara y distinta de la potencia activa como la que tenemos a partir de la reflexión sobre las operaciones de nuestras mentes. Porque, como toda potencia tiene relación con la acción, y como no hay sino dos clases de acciones de las que tengamos una idea, es decir, el pensamiento y el movimiento, consideremos entonces de cuál tenemos una idea más clara sobre las potencias que producen estas acciones. 1) Del pensamiento, el cuerpo no nos ofrece ninguna idea, sino que sólo la obtenemos a partir de la reflexión. 2) Ni tenemos a partir del cuerpo ninguna idea del comienzo del movimiento. Un cuerpo en reposo no nos ofrece idea alguna de ninguna potencia activa en relación con el movimiento; y cuando está en movimiento, ese movimiento es más bien una pasión que una acción. Pues cuando las bolas de billar obedecen al impulso del palo, no se trata de una acción de las bolas, sino de una mera pasión. Y cuando, por su impulso, ponen en movimiento a otra bola que se encuentra en su camino, no hacen sino comunicar el movimiento que han recibido de otro, y lo pierde en sí misma desde el momento en que la otra bola lo recibe; todo lo cual no nos proporciona sino una idea muy oscura de la potencia activa de mover que hay en el cuerpo, pues observamos que transmite el movimiento, pero no que lo produce. Porque no es sino una idea muy oscura de la potencia la que alcanza no a la producción de la acción, sino a la continuación de la pasión. Pues tal es el movimiento en un cuerpo empujado por otro; ya que la continuación de la alteración que se produce del estado de reposo al de movimiento no es una acción más de lo que lo es la continuación de la alteración de su forma que el mismo golpe provoca. La idea de comienzo del movimiento no la obtenemos sólo de la reflexión de lo que acontece en nosotros mismos, donde, por experiencia, encontramos que por una simple volición, por un meto pensamiento de la mente, podemos mover las partes de nuestro cuerpo que antes estaban en reposo. Así, me parece que la observación por nuestros sentidos sobre las operaciones de los cuerpos no llegamos sino a una idea muy oscura e imperfecta de la potencia activa.
Comentario





























































TEXTO21C

Esto, al menos, me parece evidente; que nosotros mismos encontramos una potencia para comenzar o para sufrir, para confirmar o para acabar diversas acciones en nuestra mente, y distintos movimientos de nuestros cuerpos, únicamente por un pensamiento o por una preferencia de la mente que ordena, o, por así decir, manda que no se realice determinada acción particular. Esta potencia que tiene la mente para mandar que una idea sea sometida a consideración, o para impedir que se la considere, o bien, para preferir en cualquier momento particular el movimiento de una parte del cuerpo al de su reposo, y viceversa, es lo que llamamos la voluntad. El ejercicio actual de esa potencia, produciendo cualquier acción particular, o impidiendo que se realice, es lo que llamamos volición o consentimiento.
Comentario





























































TEXTO21D

Pienso que cada uno encuentra en sí mismo la potencia de iniciar o de impedir, de continuar o de poner fin a sus distintas acciones. A partir de la consideración sobre la extensión de esta potencia de la mente sobre las acciones del hombre, que cada uno encuentra en sí mismo, surgen las ideas de libertad y necesidad... Todas las acciones de las que tenemos alguna idea, según ya hemos dicho, son de dos clases: pensamiento y movimiento; y en la medida que un hombre tenga la potencia de pensar o de no pensar, de moverse o de no moverse, según las preferencias o directrices de su propia mente, será un hombre libre. Por el contrario, si no son iguales la potencia de realizar una acción y de abstenerse de ella en un hombre; si el hacer algo o el no hacerlo no responde igualmente a la preferencia de su mente, no será un hombre libre, aunque, quizá, la acción sea voluntaria. De manera que la idea de libertad consiste en la idea de la potencia que tiene cualquier agente para hacer o dejar de hacer una acción particular, según la determinación o pensamiento de su mente que elige lo uno a lo otro; pero si no está dentro de la potencia del agente el actuar eligiendo una de estas cosas, no existe libertad, y ese agente está bajo una necesidad. De manera que la libertad no puede existir si no existe pensamiento, ni volición, ni voluntad; pero puede existir pensamiento, voluntad o volición, sin que exista libertad. Una pequeña consideración sobre uno o dos ejemplos nos pueden aclarar bastante esto.....Una pelota de tenis, bien se encuentre en movimiento por el golpe de la raqueta, bien esté en reposo, no será tomada por nadie como un agente libre. Si investigamos sobre la razón de ello, encontraremos que es porque no concebimos que una pelota de tenis piense, y que en consecuencia pueda tener ninguna volición, o preferencia del movimiento sobre el reposo, o viceversa; por tanto, no tiene libertad, no es un agente libre; sino que el movimiento y el reposo caen bajo nuestra idea de lo necesario, por lo que así se les denomina. De igual manera, un hombre que cae al agua (al derrumbarse el puente sobre el que se encuentra) no tiene ninguna libertad, no es un agente libre. Porque aunque tiene volición, aunque prefiera no caer al agua, sin embargo como no entra en su poder el impedir este movimiento, la detención o cese de ese movimiento no se sigue de su volición, y, por tanto, no es libre en ese momento. De la misma manera un hombre que se golpea a sí mismo, o golpea a un amigo mediante un movimiento convulsivo de su brazo, que no está en su poder impedir por la volición de su mente, nadie pensará que ha actuado con libertad, sino que todos lo compadecerán por haber actuado impelido por la necesidad y el reflejo.... Supongamos que un hombre es llevado mientras duerme a la habitación en la que se encuentra una persona que desea ver y con la que quiere hablar; y que este hombre sea encerrado, de manera que no pueda salir. Cuando despierte, estará feliz de encontrarse con la compañía deseada con la que decidirá quedarse, es decir, que preferirá permanecer allí en lugar de salir fuera. Y yo pregunto: ¿no es esta estancia voluntaria? Pienso que nadie dudará que lo es y, sin embargo, como ha sido encerrado, resulta evidente que no está en libertad de permanecer o de salir. De manera que la libertad no es una idea que pertenezca a la volición o a la preferencia, sino que es propia de la persona que tiene el poder de actuar o dejar de actuar, según los designios o dictados de su mente. Nuestra idea de libertad llega hasta donde alcanza esa potencia, y no más allá. Porque siempre que alguna restricción impide la actuación de esa potencia, o que alguna confusión elimina esa indiferencia de la habilidad de obrar o de dejar de hacerlo, ya no hay libertad, ni existe en ese momento la noción que de ella tenemos.
Comentario





























































TEXTO21E

De la misma manera que ocurre con los movimientos del cuerpo, acontece con los pensamientos de nuestras mentes: cuando cualquier pensamiento es de tal clase que tenemos la potencia de conservarlo o desecharlo, según lo que la mente elija, existe libertad. Un hombre despierto, que se encuentra en la necesidad de tener algunas ideas constantemente en su mente, no se halla en la libertad de pensar o de no pensar más de lo que lo está de impedir que su cuerpo toque o deje de tocar a otro cuerpo; pero el que cambie su contemplación de una idea a otra es algo que muchas veces depende de su elección, y entonces, en ese sentido, tendrá la misma libertad de que dispone sobre otros cuerpos en los que descansa, en los que puede transportarse de uno a otro, a su gusto. Hay, sin embargo, algunas ideas para la mente que, como algunos movimientos para el cuerpo, no pueden evitarse en determinadas circunstancias, ni rechazarse por muchos esfuerzos que se empleen en ello. Un hombre no está en la libertad de desechar la idea del dolor ni de divertirse con otras contemplaciones. Y algunas veces una pasión vehemente ocupa nuestros pensamientos, como un huracán impulsa nuestros cuerpos, sin dejarnos en libertad de pensar en otras cosas, que quizá nos gustarían más. Pero desde el momento en que la mente tiene el poder de parar o continuar, de comenzar o impedir cualquiera de estos movimientos externos del cuerpo, o de los pensamientos internos, según crea que prefiere lo uno a lo otro, nos encontramos de nuevo ante la consideración de que el hombre es un agente libre..... Siempre que falte totalmente el pensamiento, o la potencia de obrar o de dejar de hacerlo según los dictados del pensamiento, nos encontramos ante la necesidad. Esta, cuando se encuentra en un agente capaz de volición y cuando la iniciación o la continuación de alguna acción es contraria a esa preferencia de su mente, es llamada compulsión; cuando el impedimento o cese de alguna acción es contrario a su volición, se denomina represión.
Comentario





























































TEXTO21F

Me parece ininteligible, que pregunta si la voluntad de un hombre es o no libre... Y es que pienso que se percibirá claramente que la libertad, que no es sino una potencia, pertenece sólo a los agentes, y no puede ser un atributo o modificación de la voluntad, que no es, asimismo, sino una potencia....Es evidente que la volición es un acto de la mente que, conociéndolo, ejerce ese dominio que supone tener sobre cualquier parte del hombre, para emplearla o impedirla en cualquier acción particular. Y ¿en qué otra cosa consiste la voluntad sino en la facultad de hacer esto? ¿Y acaso esta facultad es otra cosa que una potencia, es decir, la potencia de la mente para determinar los pensamientos que produce, la continuación o el detenimiento de cualquier acción, si ello depende de nosotros? Porque, ¿se puede negar que todo agente que tenga la potencia de pensar sobre sus propias acciones, y de preferir su actuación u omisión, lo uno a lo otro, tiene esa facultad llamada voluntad? Así pues, la voluntad no es sino una potencia de esta clase. La libertad, por otra parte, es la potencia que tiene un hombre para hacer o dejar de hacer cualquier acción particular, según que el ejecutarla o el no hacerla tenga en ese momento una preferencia en su mente; lo cual equivale a decir que es según que tenga esa volición.
Comentario





























































TEXTO21G

Así pues, resulta evidente que la voluntad no es sino una potencia o habilidad, y que la libertad no es sino otra potencia o habilidad de tal clase que preguntar si la voluntad es libre supone preguntar sí una potencia tiene otra potencia, o si una habilidad tiene otra habilidad; cuestión que, a primera vista, parece bastante absurda ...como cuando decimos que la voluntad elige, o el entendimiento concibe, o lo que es más habitual, que la voluntad dirige el entendimiento, o que el entendimiento obedece o desobedece a la voluntad;...Esta manera de hablar, a pesar de todo, ha prevalecido y, si no me equivoco, ha sido el motivo de grandes confusiones. ...Y es que la potencia de pensar no opera sobre la potencia de elegir, ni la de elegir sobre la de pensar, en mayor medida que lo hace la potencia de danzar sobre la de cantar, o la potencia de cantar sobre la de danzar, lo cual, cualquiera que reflexione sobre ello, podrá percibir fácilmente. Y, sin embargo, esto es lo que afirmamos cuando decimos que la voluntad opera sobre el entendimiento, o que el entendimiento lo hace sobre la voluntad..... No tenemos una potencia que opere sobre otra potencia, sino que es la mente la que opera y actúa sobre estas potencias; es el hombre el que realiza esas acciones; es el agente el que tiene la potencia, o el que es capaz de obrar. Porque las potencias son relaciones, no agentes; y solamente aquellos que tienen la potencia, o de lo que carecen para operar, solamente eso es libre o no lo es, y nunca la potencia misma. Porque la libertad, o la falta de libertad, no pueden pertenecer sino a lo que tiene la potencia de actuar, o a lo que carece de ella.....Para retornar a nuestra investigación en torno a la libertad, creo que la cuestión no radica propiamente en saber si la voluntad es libre, sino en si el hombre es libre. De esta manera creo lo siguiente: Primero, que la medida en que cualquiera pueda, por dirección o elección de su mente, prefiriendo la existencia de cualquier acción a la inexistencia de esa acción, y viceversa, pueda hacer que esa acción exista o no exista, en esa misma medida él es libre. Porque si dirigiendo el movimiento de mi dedo puedo hacer, mediante el pensamiento, que se mueva el dedo que antes estaba en reposo, o viceversa, me parece evidente que soy libre respecto a esa acción. Y si puedo, también por medio del pensamiento, eligiendo lo uno sobre lo otro, emitir palabras o guardar silencio, es evidente que tengo la libertad de hablar o de mantenerme en silencio; y un hombre será libre hasta el punto en que su potencia de obrar o de dejar de obrar alcance, según la determinación de su pensamiento que le haga elegir lo uno a lo otro, Pues ¿acaso podemos concebir una libertad mayor en un hombre que la de tener la potencia de hacer según su voluntad? Y en la medida en que cualquiera pueda, eligiendo una acción a su ausencia, o el reposo a cualquier acción, producir esa acción o reposo, en esa medida puede hacer lo que es su voluntad. Porque una elección semejante de una acción frente a su ausencia, es la volición de ella; y difícilmente podríamos hacer que se imaginara a un ser cualquiera con más libertad que la que le proporciona el ser capaz de hacer lo que su voluntad le dicta.
Comentario





























































TEXTO21H

En segundo lugar, puesto que el ejercicio de la voluntad, o la volición, es una acción, y puesto que la libertad consiste en una potencia de actuar o de no actuar, el hombre, en lo que se refiere al ejercicio de su voluntad, o al acto de la volición, no puede ser libre, cuando la acción que esté en su poder ha sido propuesta a su pensamiento como algo que debe hacerse en ese momento... De suerte que, en lo que se refiere a la acción misma de la voluntad, un hombre no es libre, ya que la libertad estriba en la facultad de obrar o de no obrar, de la cual carece entonces el hombre respecto a la volición. Porque un hombre se encuentra en una necesidad inevitable de elegir el hacer o el dejar de hacer una acción que esté en su poder, una vez que la cuestión se ofrece de esa manera a su pensamiento, por lo que necesariamente tendrá que inclinar su volición hacia lo uno o hacia lo otro, con lo que la acción que sin duda alguna se seguirá, o la ausencia de la acción, según los designios de su volición, será realmente voluntaria. Pero como el acto de la volición, o el de preferir una de las dos cosas, es algo que no se puede evitar, es evidente que, en ese sentido, un hombre se encuentra bajo una necesidad, y que, por tanto, no es libre a no ser que puedan coexistir libertad y necesidad y que un hombre pueda ser libre al tiempo que está forzado...Una cosa, por tanto, es evidente: que cuando un hombre debe obrar de inmediato, no puede deliberar libremente, ni dejar de hacerlo, según los designios de su voluntad, ya que no puede sino actuar de una manera o de otra, dado que la libertad solamente consiste en la capacidad de actuar o de dejar de hacerlo...Siendo esto así, resulta evidente que un hombre que camina y a quien se le aconseja que deje de hacerlo no goza de libertad en tanto en cuanto tendrá que decidirse por caminar o dejar de hacerlo; es decir, necesariamente tendrá que elegir lo uno a lo otro;...Y en todas estas acciones, según ya lo he mostrado, la mente carece, en lo que a la volición se refiere, de la potencia de actuar o de dejar de hacerlo, circunstancia en la que radica la libertad. En estos casos, la mente carece de la potencia de abstenerse de ejercer la voluntad, desde el momento en que no puede dejar de decidirse, en una forma u otra, sobre estas acciones.....Así, pues, debe tenerse en cuenta lo primero que la libertad estriba en que la existencia o inexistencia de cualquier acción depende de nuestra volición sobre ella, y no en que cualquier acción o su contraria dependa de nuestra preferencia. Un hombre que se encuentra en un acantilado está en libertad de saltar veinte yardas más hacia el interior del mar, pero no porque tenga la potencia de realizar la acción contraria, la cual consistiría en saltar veinte yardas hacia arriba, lo cual evidentemente no puede hacer, sino porque su libertad radica en que tiene la potencia de saltar o de no saltar. Pero si una fuerza superior a la suya lo mantiene inmóvil o le obliga a caer, ese hombre ya no es libre, desde el momento en que ya no está en su poder el realizar o el dejar de realizar esa acción. 
Comentario





























































TEXTO21I

Vemos que con frecuencia se confunden la voluntad y varias de las acepciones y, sobre todo, se utiliza en lugar de deseo, de manera indiscriminada, todo lo cual se lleva a cabo por personas que se mostrarían muy reacias a admitir que carecen de nociones muy distintas de las cosas y que han escrito de manera poco clara sobre ellas. En el asunto en que estamos tratando, pienso que ésta ha sido una de las ocasiones más importantes de oscuridad y error, por lo que, dentro de lo que sea posible, debe intentar evitarse. Pues quien dirija sus pensamientos hacia su interior, y contemple lo que sucede en su mente cuando tiene una volición, podrá observar que la voluntad o potencia de volición no se atiene sino a esa determinación particular de su mente, y que por sólo un pensamiento, la mente trata de provocar, continuar o finalizar una acción cualquiera que imagina puede manejar. Esto, si se considera adecuadamente, muestra palpablemente la distinción que debe existir entre voluntad y deseo, el cual bien puede tener, respecto a una misma acción, una tendencia contraria a la que nos impone la voluntad. Un hombre a quien no puedo rehusarme, puede obligarme a que persuada a otro que al mismo tiempo que le hablo yo puedo intentar persuadir. En este caso, resulta evidente que la voluntad y el deseo se contraponen. Tengo la volición de una acción dirigida en un sentido determinado, mientras mi deseo marcha en una dirección opuesta, y eso es una oposición directa. Un hombre que, por un violento ataque de gota en sus miembros, siente un malestar en su cabeza, o la falta de apetito en su estómago, desea también que cese el dolor de sus extremidades (pues desde el momento en que existe el dolor, existe el deseo de que desaparezca), aunque, sin embargo, al comprender que la desaparición del dolor pueda causar un cambio del humor nocivo a otra parte más vital, él no puede determinarse con respecto a ninguna acción que pueda servir para aportar esta disminución del dolor. De aquí resulta evidente que deseo y volición son dos actos distintos de la mente.
Comentario





























































TEXTO21J

¿Qué es lo que determina la voluntad?, la verdadera contestación y la más propia debe ser que es la mente. Porque aquello que determina la potencia general de dirigir en una dirección particular, sea ésta o aquélla, no es sino el agente mismo, cuando ejerce la potencia que tiene de esa manera particular, Y si esta contestación no resulta satisfactoria, parece evidente que el sentido de la pregunta ¿qué es lo que determina la voluntad?, es éste: ¿qué es lo que mueve a la mente, en cada caso particular, para determinar su potencia general de dirigir, en este o aquel movimiento particular o en el reposo? A ello respondo que el motivo que nos impulsa a mantenernos en el mismo estado o acción, es tan sólo la satisfacción momentánea que encontramos en ello; que el motivo que nos incita a cambiar, consiste siempre en un malestar, ya que nada nos puede impulsar a cambiar un estado o a emprender una acción nueva, si no es algún estado molesto. Este es el principal motivo que actúa sobre la mente para ponerla en acción, y a lo cual llamaremos, en aras de la brevedad, determinación de la voluntad, concepto que explicaré con más detenimiento después..... Así pues, volvamos a nuestra investigación sobre lo que determina la voluntad respecto a nuestras acciones. Y, después de reconsiderar la cuestión, creo que no es, como generalmente se supone, lo que determina la voluntad aquello que aparece como más grato para la vista, sino que es algún malestar (y generalmente el más agudo) el que hace que el hombre se determine. Esto es lo que determina la voluntad sucesivamente, y nos hace realizar las acciones que ejecutamos. A este malestar lo podemos llamar, porque de hecho lo es, deseo, pues es un malestar de la mente provocado por la ausencia de un bien. Todos los dolores corporales, sean de la clase que fueren, y toda inquietud de la mente, provocan un malestar; y a éste siempre va unido un deseo similar en proporción al dolor o a la inquietud que provoca, con lo que resulta difícil distinguir entre las dos cosas. Porque, como el deseo no es sino el malestar causado por la ausencia de un bien con respecto a un dolor que se padece, ya que no hay nadie que sintiendo dolor no desee su alivio de una manera similar a la intensidad de ese dolor, que le es inseparable. Y además de ese deseo por mitigar el dolor, existe otro provocado por la ausencia de un bien positivo, por lo que también el deseo y el malestar guardan una proporción de igualdad. Padecemos un dolor en la medida en que deseamos algún bien ausente. Pero debe notarse que todo bien ausente no produce un dolor con la misma proporción de la grandeza o magnitud de ese bien, o de la que le reconocimos, mientras que todo dolor, sí provoca un deseo igual a sí mismo, porque la ausencia de un bien no siempre provoca un dolor, mientras que sí lo hace la presencia del dolor. Y, por tanto, la ausencia de un bien puede ser considerada y contemplada sin deseo. Pero siempre que haya algún deseo, independientemente de su intensidad, se produce una sensación de malestar....Que el deseo es un estado de malestar, es algo que quien reflexione sobre sí mismo podrá descubrir fácilmente. Quién, si no, ha dejado de sentir aquello que dijo un hombre sabio sobre la esperanza (que no es muy diferente de lo que aquí estamos tratando), que su aplazamiento hace enfermar al corazón; y eso en proporción a la grandeza del deseo que, algunas veces, hace llegar al malestar hasta el punto de provocar el grito de: «Dadme, hijos, dadme lo que deseo, o moriré.» La vida misma, y todos sus placeres, se convierten en una carga insoportable bajo la presión de un estado de malestar semejante.....Es cierto que el bien y el mal, presentes o ausentes, actúan sobre la mente; pero lo que inmediatamente determina la voluntad en cada acción voluntaria es el deseo sobre algún bien que está ausente, sea éste negativo, como en el caso del alivio del dolor, sea positivo, como el que se obtiene de algún placer.
Comentario





























































TEXTO21K

El mayor bien, aunque sea aprehendido y confesado como tal, no determina la voluntad, en tanto que nuestro deseo, que suscita un bien de esta naturaleza, provoca un estado de ansiedad por la ausencia de dicho bien. Aunque se intente convencer a un hombre de que la abundancia es mejor que la pobreza; aunque se le intente hacer ver que las comodidades de la vida son preferibles a la penuria, sin embargo, mientras esté satisfecho con este último estado y no experimente malestar por ello, no actuará; su voluntad no se moverá hacia ninguna acción que lo lleve a otra situación diferente. Aunque un hombre esté muy persuadido sobre las ventajas que tiene la virtud, y de que es algo tan vital para el hombre que quiera cumplir sus fines en este mundo, o alcanzar los del mundo futuro, como necesario es el alimento para la vida, sin embargo, en tanto no sienta el hambre y sed de justicia, en tanto no experimente un malestar por la ausencia de esa justicia, su voluntad no se encaminará a conseguir ese bien superior, sino que se sentirá impulsada por cualquier otro malestar a la realización de acciones diferentes......Porque, mientras estemos bajo la influencia de algún malestar, no podemos pensar que somos felices, ni que estamos en el camino de llegar a serio; pues como el dolor y la infelicidad son incompatibles con la felicidad, y, además, como son algo que impiden disfrutar incluso de los bienes que se poseen, un dolor mínimo bastará para anular todo el placer que teníamos. Y, por tanto, lo que determina la elección de nuestra voluntad sobre la acción inmediata es siempre el deseo de suprimir el dolor presente, como primer paso necesario hacia la felicidad....Otra razón por la que el malestar es el único que determina la voluntad es la siguiente: porque solamente él está presente, y porque va contra la naturaleza de las cosas que lo ausente opere donde no está....Si la voluntad estuviese determinada por la contemplación del bien,.... el bien posible, que es infinitamente mayor, determinaría, de manera constante y regular, la voluntad en todas las acciones sucesivas que dirige; con lo que permaneceríamos de un modo constante e invariable en el camino hacia el cielo, sin que jamás nos detuviéramos, ni encauzáramos nuestras acciones hacia otro destino, pues la eternidad que ese estado futuro nos promete debería pesar mucho más que cualquier esperanza de riquezas, honores u otros placeres mundanos cualesquiera que pudiéramos imaginar, y cuya consecución nos resultase más viable; porque, como nada que sea futuro es algo que tenemos ya, hasta la esperanza de esos placeres puede engañarnos. Por tanto, si fuese verdad que el mayor bien a la vista determina la voluntad, una vez que un bien tan excelso hubiese sido propuesto, no podrían sino apoderarse de la voluntad, dirigiéndola hacia la obtención de ese bien, sin que pudiera dirigirse nunca hacia otro sitio; ya que, si así fuera, la voluntad, que tiene poder sobre los pensamientos lo mismo que sobre las otras acciones, fijaría la mente en la contemplación de ese bien....Este sería el estado de la mente y la tendencia regular de la voluntad en todas sus determinaciones, si realmente lo que determinara la voluntad fuera el mayor bien que se considera que está a la vista de la mente. Pero que esto no es así, es algo que se puede comprobar fácilmente por la experiencia.
Comentario





























































TEXTO21L

Si además se pregunta ¿qué es lo que mueve al deseo?, contestaré que solamente es la felicidad. La felicidad y la desgracia son los términos que indican dos extremos cuyos últimos límites desconocemos; aquello que «el ojo no vio, ni oyó el oído, ni entró en el corazón del hombre».....Y así existirán placeres y dolores de la mente o del cuerpo, aunque, para hablar con más propiedad, todos sean de la mente, si bien algunos se originan en la mente por el pensamiento, y otros en el cuerpo a partir de ciertas modificaciones del movimiento.....Así pues, la felicidad es, en su grado máximo, el mayor placer de que somos capaces, y la desgracia, el mayor dolor; y el grado ínfimo de lo que denominamos felicidad es aquel estado en el cual, lejos de todo dolor, gozamos de un placer presente sin el cual no nos podríamos contentar. Ahora bien, dado que el placer y el dolor se producen en nosotros cuando determinados objetos operan sobre nuestra mente o sobre nuestro cuerpo, en distintos grados, lo que tiene la capacidad de provocarnos un placer lo denominamos bien, y lo que puede producirnos un dolor lo llamamos mal; y no por otra razón que esa capacidad que tienen de producirnos placer y dolor, que es en lo que consiste nuestra felicidad o miseria.
Comentario





























































TEXTO21M

Las necesidades ordinarias de nuestras vidas ocupan una parte muy considerable de ellas por el malestar del hambre, de la sed, del calor, del frío, del trabajo y del sueño, en sus sucesivas manifestaciones. A todo lo cual, si añadimos, además de los males accidentales, el malestar provocado por nuestra fantasía (como el deseo de honores, de poder, de riquezas, etc.) que causa en nosotros la costumbre al uso, el ejemplo de los demás y nuestra educación, y otros mil deseos que se han convertido en naturales para nosotros por la costumbre, encontraremos que sólo una parte muy pequeña de nuestra vida está exenta de tales molestias, como para permitirnos sentir la atracción de un bien ausente que se muestra como más remoto. Pocas veces estamos lo bastante libres de las solicitaciones de nuestros deseos naturales o adquiridos para que los malestares que constantemente se suceden en nosotros, y que se originan a partir de una acumulación continua de necesidades naturales o de hábitos adquiridos, que se apoderan de la voluntad conforme van apareciendo, no hagan que una vez hayamos finalizado una acción en la que nos había comprometido nuestra voluntad, otro malestar haga que nos pongamos en acción de nuevo. Porque, como el suprimir el dolor que nos molesta en un momento es la manera de evitar el malestar, y, por tanto, lo primero que tenemos que hacer para conseguir la felicidad, acontece, entonces, que el bien ausente, aunque ocupe todos nuestros pensamientos y lo estimemos y contemplemos como tal bien, bien que, sin embargo, no forma parte de nuestra desgracia al estar ausente, queda desplazado para dar lugar a nuestros intentos de suprimir esas molestias que en este momento nos apremian; y hasta que una debida y frecuente contemplación de ese bien lo haga más próximo a nuestra mente, y nos ofrezca algún placer en él, o nos inspire un deseo, que, empezando en ese momento a formar parte de nuestro malestar presente, se encuentre en condiciones de igualdad respecto a las demás molestias que queremos subsanar, hasta ese instante no llega el momento en que la voluntad se determina, de acuerdo con la importancia de esta molestia....Y, de esta manera, a partir de una consideración adecuada y del examen de algún bien que nos ha sido propuesto, podemos provocar nuestros deseos en una proporción equivalente al valor de ese bien, que de esta manera, en su momento oportuno, podrá actuar sobre nuestra voluntad y convencernos para que los obtengamos. Porque un bien, aunque parezca muy excelente y se admita como tal, sin embargo, no actúa sobre nuestra voluntad hasta que no provoca el deseo en nuestras mentes, que haga que nos sintamos inquietos por su ausencia. 
Comentario





























































TEXTO21N

Porque como la mente, en la mayoría de las ocasiones,  tiene la potencia, como muestra la experiencia, de suspender la ejecución y satisfacción de cualquiera de sus deseos; y como acontece así con todos ellos, uno tras otro, tiene la libertad para considerar los objetos de esos deseos, para examinarlos en todos sus aspectos, y para sopesarlos entre sí. En esto radica la libertad del hombre; y de su empleo inadecuado se originan toda una suerte de errores y de equivocaciones....Para evitar esto, tenemos la facultad de suspender la búsqueda de la realización de este deseo o aquél, según cada uno puede comprobar en sí mismo. Creo que ésta es la fuente de toda la libertad, y en ello radica, desde mi punto de vista, eso que se llama (pienso que impropiamente) «el libre albedrío», pues mientras se mantiene esa suspensión de cualquier deseo, antes de que la voluntad quede determinada a esa acción y antes de que la realice (lo cual haría después de su determinación), tenemos la oportunidad de examinar, y de mirar y de juzgar sobre la bondad o maldad de aquello que intentamos hacer; y cuando, tras un examen concienzudo, emitimos un juicio, hemos cumplido con nuestra obligación y hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano para conseguir nuestra felicidad. Y no es una falta, sino más bien una perfección de nuestra naturaleza, el desear, el inclinar nuestra voluntad y el actuar de acuerdo con el resultado definitivo de un examen sincero....Tan lejos está de ser una limitación de la libertad esto, que, por el contrario, resulta un perfeccionamiento y ventaja para ella;....Una perfecta indiferencia de la mente, de manera que no pudiese determinar sobre la bondad o la maldad que se suponen inclinan su juicio, estaría tan lejos de constituir una ventaja y excelencia de cualquier naturaleza inteligente.....Un hombre tiene la libertad para elevar su mano o su cabeza, o para dejarlas en reposo; respecto a lo uno u otro es perfectamente indiferente; y sería una imperfección suya si no tuviera este poder, si estuviera privado de esa indiferencia. Pero existiría una imperfección del mismo calibre si tuviera una indiferencia idéntica para levantar su mano o dejarla en reposo, cuando tuviera que defender su cabeza o sus ojos ante un golpe que le amenazaba....Así pues, todo hombre está bajo la necesidad, a partir de su constitución como un ser racional, de determinarse a inclinar su voluntad hacia lo que estima que debe hacer, de acuerdo con los dictados de su pensamiento y de su juicio.... Si la libertad estriba en desentenderse de la conducta de la razón, y en perder el freno del examen y del juicio que es lo que nos impide elegir o hacer lo peor; si, digo, la libertad consiste en eso, entonces resultará que sólo los locos y los tontos son hombres libres. Sin embargo, pienso que nadie querrá ser un loco por ese amor a la libertad, a no ser que ya lo fuera.... Es decir, que tenemos la necesidad de detenernos cuando no estamos seguros del camino que debemos emprender; la necesidad de examinar consultando una guía; la determinación de la voluntad una vez realizada la investigación para seguir las direcciones de ese guía, y quién tenga la potencia de obrar o de no obrar, de acuerdo con semejante determinación será un agente libre, ya que una determinación semejante no disminuye la potencia en la que la libertad estriba. 
Comentario





























































TEXTO21O

El cuidado que debemos tener de no confundir la felicidad imaginaria con la verdadera, es el fundamento necesario de nuestra libertad. Mientras más ligados estemos por el empeño de obtener la felicidad en general, que es nuestro bien más grande, Y por tanto, aquello hacia lo que nuestros deseos se encaminan con más firmeza, más libres estaremos respecto a cualquier determinación voluntaria de nuestra voluntad hacia una acción determinada y respecto a una necesaria aquiescencia a nuestros deseos fijos sobre algún bien particular que en ese momento se nos muestre como el más apetecible, en tanto que no ha-amos examinado debidamente si, realmente, ese bien particular se inclina hacia nuestra verdadera felicidad o si es incompatible con ella....Porque la inclinación y tendencia de sus naturalezas hacia la felicidad constituye para ellos una obligación y un motivo para que eviten confundirla o perderla, y, por tanto, necesariamente es algo que los lleva a actuar de una forma determinada a la hora de orientar sus acciones particulares, acciones que son los medios para conseguir esa felicidad, con cautela, después de una reflexión, con prudencia..... Creo que en esto radica el privilegio que tienen los seres finitos inteligentes...: que los hombres pueden suspender sus deseos y detenerlos en la determinación de la voluntad hacia cualquier acción, hasta que hayan examinado de una manera debida e imparcial la bondad o maldad que pueda contraer, de acuerdo con los méritos que el caso les proporcione...... Porque, puesto que la voluntad supone un conocimiento que dirija nuestra elección, todo cuanto podemos hacer es mantener nuestra voluntad en estado de indeterminación, en tanto no hayamos examinado completamente lo bueno y lo malo de aquello que deseamos..... a través de un examen detenido y maduro; ya que la experiencia nos enseña que en la mayoría de los casos podemos suspender la satisfacción inmediata de un deseo cualquiera.
Comentario





























































TEXTO21P

La mente tiene gustos diversos del mismo modo que los tiene el paladar; y tan vanamente intentaría agradar a todos los hombres con la riqueza o con la gloria (en lo cual algunos hombres hacen recaer su felicidad), como inútil sería tratar de satisfacer el apetito de todos los hombres con queso o con langosta, manjares que, aunque sean muy agradables y apetitosos para muchos, son para otros desagradables y ofensivos, hasta tal punto que muchas personas llegarían a elegir una situación de hambre a satisfacer la misma con unos platos que, para otros, constituyen un banquete. Creo que así se explica la razón por la que los filósofos antiguos preguntaban en vano si el summum bonum consistía en la riqueza o en los deleites corporales o estribaba en la virtud y en la contemplación. Tan poco razonable habría sido el que disputaran sobre cuál era el sabor más atractivo al paladar, si el de las manzanas, el de las ciruelas, o el de las nueces, y que por ese motivo se hubieran dividido en distintas escuelas como lo fue esa disputa. Porque, así como el sabor agradable no depende de las cosas en sí mismas, sino de lo gratas que resulten para un paladar determinado, dentro de una gran verdad, así también la mayor felicidad consiste en tener aquellas cosas que producen el mayor placer, y en la ausencia de aquellas otras que provocan alguna molestia o dolor. Ahora bien, para hombres diferentes, esas cosas son cosas diferentes. Si, por tanto, los hombres solamente hacen recaer sus esperanzas en esta vida; si solamente pretenden encontrar en ella el placer, no es extraño, ni carece de fundamento, el que busquen su felicidad evitando todo lo que pueda provocarles molestias, y procurando todo aquello que les dé un placer, sin que deba asombrarnos que a este respecto exista una gran variedad de gustos. Porque si no esperamos nada más allá de la tumba, lo que se puede deducir, correctamente, es lo siguiente: «comamos y bebamos, disfrutemos de lo que más nos deleita, pues mañana moriremos». Esto, creo, servirá para mostrarnos el motivo por el que, aun cuando todos los deseos de los hombres tienden a la felicidad, no todos se mueven con el mismo objeto. Los hombres podrían elegir cosas diferentes, y, sin embargo, elegir todos correctamente, suponiendo que, a semejanza de unos pobres insectos, algunos como las abejas amasen a las flores y a su miel mientras que otros, como los escarabajos, prefiriesen otros tipos de alimentos que, después de haberles deleitado durante algún tiempo, dejarían de existir para no volver a existir nunca más.
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TEXTO21Q

Para dar cuenta de los distintos y opuestos caminos que siguen los hombres, aunque todos tiendan a la felicidad, nosotros debemos considerar de dónde surgen los distintos malestares que determinan la voluntad en la preferencia de tal acción voluntaria:
Primero. De los dolores corporales. Algunos de ellos tienen su origen en causas que no están en nuestro poder, tales como los dolores corporales producidos por la indigencia, por la enfermedad o por ciertos daños externos, como son los que se originan por la tortura, el potro, etc.; dolores que cuando se experimentan y son violentos, la mayoría de las veces actúan forzando la voluntad, y desvían las vidas de los hombres de la virtud, la piedad, la religión y de todo aquello que antes creían que conducía a la felicidad;.... Segundo. De deseos equivocados que se originan de juicios equivocados..... Pero aunque el placer y el dolor presente muestren sus diferencias y sus grados de un modo tan evidente que no dan lugar a equívoco, sin embargo, cuando comparamos los placeres o dolores presentes con los futuros (caso habitual que suele ocurrir cuando tenemos necesidad de hacer determinaciones muy importantes para la voluntad) es frecuente que emitamos juicios equivocados acerca de ellos, ya que medimos por la diferente distancia en que se encuentran con respecto a nosotros. Y como los objetos cercanos a nuestra vista parecen más grandes que otros que son mayores, pero que están situados más lejos de ella, así también los placeres y los dolores presentes se imponen a los que están más lejos mediante la ventaja de su cercanía... Si el placer de la bebida estuviera acompañado en el momento mismo en que un hombre acaba de beber, de esas náuseas y de ese dolor de cabeza, que para algunos hombres se sigue tras la misma, creo que por más placer que se extrajera del licor, nadie permitiría que en esas condiciones el vino llegara siquiera a sus labios, y, sin embargo, él mismo ingiere todos los días ese vino solamente por el error que proporciona una pequeña distancia en el tiempo.... El placer presente, si no está muy debilitado, hasta el punto de no ser un placer, ocupa de tal modo nuestras estrechas almas, llena tan completamente nuestra mente, que apenas deja algún pensamiento para las cosas ausentes; o si en nuestros placeres se encuentran.... y por eso todos nuestros esfuerzos y nuestros pensamientos se dirigen a liberarnos cuanto antes de ese mal presente, al que consideramos como una condición primera y necesaria para nuestra felicidad, con independencia de lo que después ocurra..... Añádase a esto que el bien ausente, o, lo que es lo mismo, el placer futuro, especialmente si es de esa clase de los que no conocemos, raramente puede inclinar la balanza frente a cualquier malestar, ya sea causado por un dolor, por un deseo que esté presente. Porque como ese placer futuro no puede ser, al hacerse presente, mayor que lo será realmente cuando se llegue a disfrutar, los hombres tienden a hacerlo más pequeño en su deseo, para admitir en lugar de él cualquier deseo que esté presente,.... y, por tanto, no ven nada en aquel placer futuro que los lleve a renunciar a disfrutar de sus momentáneos deleites....
Que todos los hombres deseen la felicidad, es algo que resulta indudable; pero, como ya hemos señalado antes, cuando se encuentran libres de dolor, tienden a la consecución del primer placer que esté a su alcance, o a aquel que las costumbres aconsejan como el más idóneo; de tal manera que, encontrándose satisfechos hasta que viene a inquietarles algún deseo, que altera esa felicidad y les muestra que no son totalmente felices, éstos no ven más allá,.... no fijamos nuestros deseos sino en el bien que parece ser más grande, a no ser que pensemos que conviene a nuestra felicidad, ya que si juzgamos que podemos tenerla sin este bien, no nos sentimos impulsados a actuar. Esta es otra ocasión para que los hombres lleguen a juicios equivocados, pues piensan que no es necesario para su felicidad aquello que realmente lo es; y este error hace que nos equivoquemos tanto a la hora de elegir un bien que pretendemos conseguir como a la de arbitrar los medios para conseguir otro aparentemente más remoto.
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TEXTO21R

La última pregunta que sobre esta materia podemos realizar consistiría en averiguar si está en poder del hombre el cambiar el agrado o desagrado que acompaña a cualquier clase de acción; y a esta pregunta contesto que, en la mayoría de los casos, es evidente que puede hacerlo. Los hombres pueden y deben habituar su paladar para tomarle el gusto a aquello que no lo tiene, o que suponen que no lo tiene. El gusto de la mente es tan diverso como el del cuerpo.... Al comer un plato bien condimentado y a gusto del paladar de una persona, nuestra mente puede ser sensible al placer en sí que acompaña la acción de comer, sin que tenga que hacer referencia a otra finalidad; pero la consideración del placer que encontramos en la salud y en la fuerza (que es la razón de la supervivencia que existe en la comida) puede añadir un nuevo gusto, capaz de hacernos ingerir un brebaje de sabor desagradable. En este último sentido, cualquier acción puede llegar a ser más o menos agradable sólo a partir de la visión de su finalidad, y por la mayor o menor persuasión que tengamos para sentirnos unidos a ella o impulsados hacia ella; pero el placer en la acción misma se adquiere mejor, o se aumenta, mediante el uso y la práctica. Sucede a menudo que los intentos terminan por reconciliarnos con aquello que, desde lejos, nos resulta repugnante, y que su repetición provoca que disfrutemos de lo que en un primer momento nos pudo desagradar.
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TEXTO21S

Para terminar esta investigación sobre la libertad humana.... someto a luz de los sabios, y que en resumen estriba en lo siguiente: la libertad es una potencia de actuar o de dejar de hacerlo, de acuerdo con los designios de la mente. La potencia de dirigir las facultades operativas del movimiento o del reposo es lo que denominamos voluntad. Aquello que en el curso de nuestras acciones voluntarias determina la voluntad para que realice algún cambio de operación, es un determinado malestar presente, que o bien es un deseo, o al menos siempre va acompañado de deseo. El deseo siempre está impulsado por el mal, como una manera de huir de él; ya que una liberación total del dolor es algo que forma parte necesaria de nuestra felicidad. Pero, todo bien, sin excepción del bien mayor, no mueve constantemente al deseo, porque puede no formar, o puede no ser considerado como formando parte necesaria de nuestra felicidad. Pues lo que más deseamos es, fundamentalmente, ser felices. Pero que este deseo general de la felicidad actúa de una forma constante e invariable, sin embargo, la satisfacción de cualquier deseo particular puede dejarse en suspenso, impidiendo que la voluntad se determine para realizar un acto cualquiera que tienda a esa satisfacción del deseo, en tanto no hayamos examinado detenidamente si el bien particular aparente que deseamos en ese momento forma parte de nuestra verdadera felicidad, o si es contrario a la misma. El resultado de nuestro juicio, después de un examen tal, es lo que en última instancia determina al hombre, el cual no sería realmente libre si su voluntad estuviera determinada por una cosa distinta a su propio deseo, que está guiado por su mismo juicio. Sé que algunas personas colocan la libertad en la indiferencia del hombre, anterior a la determinación de su voluntad. Me gustaría mucho que aquellos que tanto insisten en semejante indiferencia que antecede a la determinación de la voluntad, nos dijeran claramente si esa supuesta indiferencia es también anterior al pensamiento y al juicio del entendimiento, al igual que lo es al decreto de la voluntad; pues resulta muy difícil situarla entre estos dos términos, o sea, inmediatamente después del juicio del entendimiento, y antes de la determinación de la voluntad, ya que dicha determinación sigue de manera inmediata al juicio del entendimiento; y el colocar la libertad en una indiferencia que sea anterior al pensamiento y al juicio del entendimiento, me parece que es algo semejante a situar la libertad en un estado de penumbra en el que nada podríamos ver ni decir sobre la misma; al menos, es situarla en un sujeto incapaz de libertad, pues se niega el que un agente cualquiera pueda obtener la libertad, ii no es mediante el pensamiento y el juicio. Como no afino demasiado a la hora de expresarme, tengo que reconocer a aquellos, los que pueden hacerlo de ese modo, que la libertad está situada en la indiferencia; pero en una indiferencia que viene después del juicio del entendimiento, más aún, incluso después de que la voluntad se haya determinado.
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TEXTO21T

Hasta aquí he presentado, en un breve esbozo, una visión de nuestras ideas originales, de las que se deriva el resto, y de las cuales se forman las demás, de manera que si las considero como filósofo, y examino de qué causas dependen, y de qué están formadas, creo que todas se pueden reducir a unas cuantas primarias y originales, a saber:
La extensión.
La solidez.
La movilidad o la potencia de ser movido.
Ideas que por nuestros sentidos recibimos del cuerpo: la perceptibilidad, o potencia de percepción, o de pensamiento.
La movilidad, o potencia de movimiento: ideas que mediante la reflexión recibimos de nuestras mentes.
He utilizado estos dos últimos términos para evitar el peligro de caer en errores en el uso de aquellos otros que puedan resultar equívocos.
A estas ideas, podemos añadir:
La existencia.
La duración.
El número..............
No voy a entrar, por tanto, en una disquisición semejante; baste, para mis actuales propósitos, con observar que el oro o el azafrán tienen la potencia de producir en nosotros la idea de lo amarillo; que la nieve o la leche pueden producir la de lo blanco, ideas que podemos tener solamente con nuestra vista, sin necesidad de examinar la constitución de las partes de esos cuerpos, ni las formas especiales o movimiento de las partículas que ellos desprenden para causar en nosotros esa sensación particular; aunque cuando intentamos ir más allá de las meras ideas que hay en nuestras mentes, y queremos investigar sus causas, no podemos concebir ninguna cosa existente en los objetos sensibles por la que se produzcan en nosotros diversas ideas, sino la diversidad en tamaño, forma, número, textura y movimiento de sus partes insensibles.

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