TITULO 23A

Estando la mente provista de gran número de ideas simples adquiridas por los sentidos, tal como las halla en las cosas exteriores o por la reflexión sobre sus propias operaciones, se da cuenta también de que un determinado número de estas ideas simples van constantemente unidas; y como se presume que pertenecen a una sola cosa y como existen palabras adecuadas para aprehensiones comunes, se las une en un solo sujeto y se las llama por un solo nombre... No imaginamos cómo estas ideas simples puedan subsistir por sí mismas, nos acostumbramos a suponer algún substratum en donde subsisten y a éste lo llamamos sustancia.
Comentario

























































TEXTO 23B

De manera que si alguien examina su propia noción de sustancia pura en general, encontrará que no posee más idea de ella que la de que es una suposición de no sabe qué soporte de cualidades que son capaces de producir ideas simples en nosotros, cualidades que se conocen con el nombre de accidentes. Si a alguien se le preguntara «cuál es el sujeto en donde el color o el peso están inherentes, sólo podría responderse «que las partes extensas y sólidas»... La idea que tenemos y designamos con el nombre general de sustancia no es más que el soporte supuesto o desconocido de unas cualidades que existen y que imaginarnos no pueden existir sine re substante, sin algo que las soporte, a lo que llamamos sustancia.
Comentario

























































TEXTO 23C

Obtenida así una idea oscura y relativa de la sustancia en general, llegamos a formarnos ideas de clases particulares de sustancias, como la de hombre, caballo, oro, etc.; si alguien posee de estas sustancias una idea más clara que la de ciertas ideas simples que coexisten juntamente, apelo a la experiencia propia de cada uno......Cuando hablamos o pensamos de cualquier clase de sustancia corpórea, como un caballo, una piedra, etc., aunque la idea que tenemos de ellas no es sino la reunión de varias ideas de cualidades sensibles que acostumbramos a unir en la cosa llamada piedra o caballo, sin embargo, porque no podemos concebir cómo podrían subsistir solas, suponemos que existen en un sujeto común que las sostiene, y a este soporte le damos el nombre de sustancia aunque es cierto que no tenemos tampoco una idea ni clara ni distinta de lo que es ese soporte.....Pues la idea de sol, qué es sino un agregado de esas distintas ideas simples de luz, calor, redondez, de algo que tiene un movimiento constante y regular, que está a una cierta distancia de nosotros, y quizá alguna otra idea más, según que quien haya pensado y disertado sobre el sol haya estado más o menos acertado al observar esas cualidades sensibles, ideas o propiedades que se encuentran en esa cosa que él llama el sol.
Comentario

























































TEXTO 23D

Lo mismo sucede con respecto a las operaciones de la mente, a saber, el pensar, el razonar, etc.; como no admitimos que subsisten por sí mismas ni aprehendemos cómo pueden pertenecer al cuerpo o ser producidas por él, pensamos que son acciones de alguna otra sustancia que llamamos espíritu. Pero no poseemos una noción más clara de la sustancia de cuerpo; el uno se supone que es el substratum de las ideas simples que tenemos del exterior; y el otro, el substratum de las operaciones que experimentamos dentro de nosotros mismos. Es claro que la idea de sustancia corpórea en la materia está tan remota de nuestras concepciones y aprehensiones como la de sustancia espiritual o espíritu.
Comentario

























































TEXTO 23E

Por tanto, cualquiera que sea la naturaleza secreta y abstracta de las sustancias en general, todas las ideas que tenemos de las distintas clases particulares de sustancias no son sino diversas combinaciones de ideas simples que coexisten en una-causa de uni6n, aunque desconocida, hace que el todo subsista por sí mismo. Por semejantes combinaciones de ideas simples, y nada más que por eso, es por lo que nos representamos a nosotros mismos las clases particulares de sustancias; tales son las ideas que tenemos en la mente sobre las diversas especies de sustancias; y esto es lo único que, por medio de nombres específicos, significamos a otros hombres, por medio de las palabras siguientes: hombre, caballo, sol, agua, hierro. Al escuchar semejantes términos, quien entienda ese idioma se forjará en su mente una combinación de esas diversas ideas simples que él usualmente ha observado, que existen juntas comúnmente, o que cree que así existen bajo cualquiera de esas denominaciones; ideas que él supone que subsisten y que están, como si dijéramos, adheridas a ese sujeto común y desconocido, el cual, a su vez, no es inherente a ninguna otra cosa, aunque entretanto resulte manifiesto que cada uno puede convencerse, si examina sus propios pensamientos, que no tenemos ninguna idea de una sustancia particular como el oro, un caballo, el hierro, el hombre, el vitriolo, el pan, que no sea sino únicamente de aquellas cualidades sensibles que se suponen inherentes, al pensar que existe un substratum que presenta, como si dijéramos, un soporte para esas cualidades, o ideas simples que se han observado coexistían unidas. 
Comentario

























































TEXTO 23F

Porque tiene la más perfecta idea de cualquiera de esas clases particulares de sustancias el que haya recogido y reunido el mayor número de esas ideas simples que en ella existe, entre las que deben contarse sus potencias activas, y capacidades pasivas, que aunque no son ideas simples pueden, sin embargo, en este sentido y en aras de la brevedad, considerarse sin inconveniente como tales. Así, la potencia de atraer hierro es una de las ideas de aquella otra idea compleja de esa sustancia que llamamos la piedra imán; y la potencia de ser atraído es una parte de esa otra idea compleja que llamamos hierro; las cuales potencias pasan por ser cualidades inherentes a esos objetos. Porque, como cada sustancia tiene la misma aptitud por las potencias que observamos en ella, tanto para cambiar algunas cualidades sensibles en otros sujetos, como para producir en nosotros esas ideas simples que recibimos inmediatamente de ella, nos descubre, por medio de esas nuevas cualidades sensibles introducidas en otros sujetos, esas potencias que, de ese modo, afectan de manera mediata nuestros sentidos, y tan normalmente como inmediatamente lo hacen sus cualidades sensibles. Por ejemplo, en el fuego percibimos con nuestros sentidos inmediatamente su calor y su color; los cuales, cuando los consideramos correctamente, no son sino potencias que tiene el fuego para producir esas ideas en nosotros; al igual que también percibimos por nuestros sentidos el color y la luminosidad del carbón, por lo que llegamos al conocimiento de la potencia en el fuego, que es la de cambiar el color y la consistencia de la madera. En el primer caso, de una manera inmediata; en el segundo, de una forma mediata, el fuego nos descubre esas diversas potencias por lo que resultan que las vemos como parte de las cualidades del fuego, y de esa manera las reconocemos como partes de sus ideas complejas. 
Comentario

























































TEXTO 23G

Las ideas que forman nuestras ideas complejas de as sustancias corporales son de tres clases. Primero las ideas de las cualidades primarias de las cosas, que se descubren por nuestros sentidos, y que incluso están en ellas, independientemente de que las percibamos o no; tales son el volumen, la forma, el número, la situación y el movimiento de las partes de los cuerpos que realmente están en ellos, independientemente de que nos demos cuenta de ello o no nos demos. Segundo, las cualidades sensibles secundarias, que, dependiendo de ellas, no son sino las potencias que tienen aquellas sustancias para producir en nosotros diversas ideas por nuestros sentidos; ideas que no están en las cosas mismas de una manera diferente de lo que está cualquier cosa en su causa. Tercero, la aptitud que consideramos en cualquier sustancia para provocar o para sufrir alteraciones de las cualidades primarias, que sean tales que la sustancia así alterada pueda producir en nosotros diferentes ideas de las que antes producía; y a eso es a lo que llamamos potencias activas o pasivas: dos potencias que, en la medida que tenemos de ellas alguna noticia o noción, se terminan sólo en ideas sensibles simples. Porque, sea cual fuere la alteración que una piedra imán tiene sobre las partículas diminutas del hierro, careceríamos de cualquier noción de la potencia que tiene para operar sobre el hierro si no fuera porque sus movimientos sensibles nos la descubren; y no dudo que haya mil cambios que los cuerpos que todos los días manejamos pueden producir, los unos sobre los otros, y de los cuales nada sospechamos, porque nunca se revelan en efectos sensibles.....Así pues, una gran parte de nuestras ideas complejas de las sustancias están formadas por las potencias, El que quiera examinar la idea compleja que tiene del oro, encontrará que varias de las ideas que la forman no son sino potencias; así la potencia de fundirse, sin que se pueda gastar por el fuego, y la de disolverse en agua regia, son ideas tan necesarias para formar nuestra idea compleja del oro como lo son su color y su peso; ideas que, si se las considera de manera correcta, no son otra cosa que diferentes potencias. Porque, para hablar con propiedad, el color amarillo no está realmente en el oro, sino que es una potencia suya para producir en nosotros, por medio de nuestros ojos, esa idea cuando se coloca el oro en un lugar debidamente iluminado; y el calor, que es algo que no podemos desechar de nuestra idea de sol, no está más en un sentido real en el sol que el color blanco lo está en la cera. Se trata, por igual, de dos potencias en el sol, que operan por el movimiento y la forma de sus partes sensibles, de tal modo que afectan a un hombre, haciéndolo tener la idea de calor, y actúan sobre la cera de manera que es capaz de producir en un hombre la idea de blanco.
Comentario

























































TEXTO 23H

Pero, para volver al asunto del que estamos tratando, es decir, las ideas que tenemos de la sustancia y de los medios por los cuales las adquirimos, digo, que nuestras ideas específicas de las sustancias no son sino una colección de un cierto número de ideas simples, consideradas como unidas en una sola cosa. Estas ideas de las sustancias, aunque comúnmente sean simples aprehensiones, y los nombres de ellas sean simples términos, sin embargo, en realidad son complejas y compuestas. Así, la idea que un inglés entiende por la palabra cisne, es la de un color blanco, de cuello largo, pico rojo, patas negras, con dedos unidos, y todo eso de un cierto tamaño, con la potencia de nadar en el agua, de producir una cierta clase de ruido, y tal vez para la persona que haya observado detenidamente esta clase de aves, algunas otras propiedades que terminan todas en ideas simples sensibles, todas unidas en un sujeto común.
Comentario

























































TEXTO 23I

Además de las ideas complejas que tenemos de las sustancias materiales sensibles de las que ya he hablado, también podemos forjar la idea compleja de un espíritu inmaterial por medio de las ideas simples que hemos recibido de aquellas operaciones de nuestra mente, que experimentamos todos los días en nosotros mismos, como el pensamiento, el entendimiento, el deseo, el conocimiento, potencia de iniciar el movimiento, etc., que coexisten en algunas sustancias. De esta manera, uniendo las ideas de pensamiento, reflexión, libertad, y la potencia de movernos a nosotros mismos y a otras cosas, llegamos a tener una percepción tan clara y una noción de las sustancias inmateriales como las que tenemos de las materiales. Porque si unimos la idea de pensamiento y la de voluntad, o las de potencia de movimiento o de dejar en reposo un movimiento corporal, todo ello unido a la sustancia, de la que carecemos de una idea distinta, llegamos a formar la idea de un espíritu inmaterial; y juntando las ideas de partes sólidas y coherentes y de la potencia de ser movidas, unidas a la sustancia de la cual asimismo carecemos de una idea positiva, llegamos a la idea de la materia. La primera es una idea tan clara y distinta como la otra: la idea de pensamiento y de movimiento del cuerpo son ideas tan claras y distintas como las ideas de extensión, de solidez y de ser movido. Porque nuestra idea de sustancia es igualmente oscura, o inexistente, en ambos; no es sino algo que suponemos como soporte de aquellas ideas que llamamos accidentes. 
Comentario

























































TEXTO 23J

No hay ninguna razón por la que parezca extraño que yo haga que la movilidad pertenezca al espíritu; porque, como no tengo ninguna otra idea del movimiento, a no ser la del cambio de distancia con otros seres que se consideran en reposo, y encontrando que los espíritus, al igual que los cuerpos, no pueden operar sino en el lugar donde se encuentran, y que los espíritus actúan en diversos tiempos y en partes diferentes, no puedo sino atribuir el cambio de lugar a todos los espíritus finitos, pues aquí no hablo del Espíritu Infinito porque, como mi alma es, lo mismo que mi cuerpo, un ser real, seguramente es tan capaz de cambiar de distancia respecto a otro cuerpo, como el mismo cuerpo lo es. De tal manera que es capaz de movimiento; y si un matemático puede considerar una cierta distancia, o un cambio de esa distancia entre dos puntos, uno puede ciertamente concebir una distancia y un cambio de distancia entre dos espíritus, y de ese modo se puede concebir su movimiento, su aproximación o alejamiento, el uno con respecto al otro. Todo el mundo encuentra en sí mismo que su alma puede pensar, desear y actuar sobre su cuerpo, en el lugar en que está, pero que no puede operar sobre un cuerpo, o sobre un espacio, a mil millas de distancia. Nadie puede imaginar que su alma pueda pensar o mover a un cuerpo en Oxford, mientras él se encuentra en Londres, no puede por menos de saber que, como está unida a ese cuerpo, constantemente cambia de lugar durante todo el viaje entre Oxford y Londres, al igual que el coche o el caballo que la lleva; y creo que se puede afirmar que realmente está en movimiento, o si este ejemplo no es lo suficientemente claro para el movimiento del alma, creo que lo será el hecho de su separación del cuerpo en el momento de la muerte, porque la consideración de que abandona al cuerpo, dejándolo, me parece imposible si no se tiene ninguna idea de su movimiento.
Comentario

























































TEXTO 23K

Comparemos, ahora nuestra idea compleja de un espíritu inmaterial con la del cuerpo, y veamos si existe más oscuridad en la una o en la otra, o en cuál de ellas hay más. Nuestra idea del cuerpo, tal y como pienso, es una sustancia extensa sólida, capaz de comunicar movimiento mediante impulsos, y nuestra idea del alma, como un espíritu inmaterial, es una sustancia que piensa y tiene el poder de provocar el movimiento en el cuerpo mediante la voluntad o el pensamiento. Estas, pienso, son nuestras ideas complejas del alma y del cuerpo, contrapuestas; y ahora examinemos cuál tiene más oscuridad en ella y más dificultad para ser aprehendida..... Si alguien afirma que no sabe lo que es aquello que piensa en él, quiere decir que no sabe qué es la sustancia de esa cosa pensante; pero tampoco, según me parece, conoce qué es la sustancia de una cosa sólida. Pero, además, si dice que no sabe cómo es que piensa, le contesto que tampoco sabe cómo es que es extenso, es decir, cómo están unidas sus partes, las partes sólidas de su cuerpo, cómo es la coherencia que forma la extensión..... De manera que, por más clara que sea la idea que queremos tener sobre la extensión de los cuerpos, que no es sino la cohesión de sus partes sólidas, quien reflexione sobre ello podrá encontrar motivos para concluir que le resulta tan fácil tener una idea clara sobre cómo piensa el alma, como tener una idea clara de cuál es la extensión del cuerpo. Porque como un cuerpo no es ni más ni de otra manera extenso que por la unión y cohesión de sus partes sólidas, difícilmente comprenderemos la extensión del cuerpo, sin entender en qué consiste la unión y la cohesión de sus partes, lo cual me parece tan incomprensible como la forma del pensamiento y la manera en que se realiza.....Confieso que es natural que la mayor parte de la gente se sorprenda de que hay quien encuentre dificultad en lo que creen observar todos los días. ¿No vemos acaso (se apresuran a decir) que las partes de los cuerpos están firmemente unidas? ¿Hay algo más común? ¿Qué duda puede, entonces, suscitarse al respecto? Y lo mismo digo en lo que se refiere al pensamiento y al movimiento. ¿No lo experimentamos en nosotros mismos y, por tanto, parece indudable? El asunto es claro, y lo confieso; pero cuando pretendemos asomarnos un poco más de cerca para considerar de qué forma se realiza, me parece que en ese momento nos perdemos tanto en lo primero como en lo segundo, y tan erróneamente entendemos la manera por la que las partes de un cuerpo son coherentes, como la manera por la que percibimos o nos movemos. Me gustaría que alguien me explicara las partes de oro o de bronce (que hace un momento, mediante la fundición, estaban tan sueltas las unas de las otras como las partículas del agua o la arena de un reloj) que llegan a unirse en poco tiempo, y a juntarse tan fuertemente las unas con las otras, que las fuerzas de los brazos más fornidos no logran separarlas....Es evidente que las partículas de agua están completamente sueltas las unas de las otras, que la fuerza más leve las separa sensiblemente. Pero, aún más, si consideramos su movimiento perpetuo, tendremos que admitir que carecen de toda cohesión las unas con respecto a las otras, y, sin embargo, es suficiente con que se produzca un frío poco extremado para que esas partículas se junten, se consoliden, y esos átomos diminutos cobren coherencia, de manera que no puedan ser separados sin el empleo de una gran fuerza. Quien pueda descubrir los vínculos que unen tan firmemente esos montones de pequeños cuerpos sueltos; quien divulgue cuál es el cemento que los mantiene unidos tan firmemente, será el descubridor de un secreto inmenso y todavía desconocido. Por lo tanto, la idea que tenemos del cuerpo como poder de comunicar el movimiento mediante impulsos; y la otra idea que tenemos de nuestra alma como la potencia de provocar el movimiento mediante el pensamiento.... Pero si, una vez más, investigamos sobre la manera en que esto se realiza, nos encontraremos sumidos en las mismas tinieblas.... De manera que, en resumen, la idea que tenemos acerca del espíritu, si la comparamos con la idea que tenemos del cuerpo, nos aportaría lo siguiente: que la sustancia del espíritu nos es desconocida y que la sustancia del cuerpo tampoco nos es conocida. Poseemos ideas claras y distintas de dos cualidades primarias del cuerpo, es decir, la de partes sólidas coherentes y la de impulso, y acerca del espíritu también conocemos y tenemos ideas claras y distintas de dos cualidades primarias o propiedades, el pensamiento y la potencia de acción o, lo que es lo mismo, la potencia de iniciar o detener diversos pensamientos o movimientos. También tenemos las ideas de diversas cualidades inherentes a los cuerpos, ideas que son claras y distintas, y cualidades que no son sino las distintas modificaciones de la extensión de las partes sólidas coherentes y de sus movimientos. Asimismo, poseemos las ideas de los diversos modos del pensamiento, es decir, el creer, el dudar, el intentar hacer algo, el temor, la espera, los cuales no son sino modos diversos del pensamiento. Tenemos también las ideas de la voluntad y el movimiento de los cuerpos a consecuencia de la voluntad, y de que un cuerpo se mueva a sí mismo, porque, según se ha demostrado, el espíritu es capaz de movimiento....Carecemos de todo conocimiento que vaya más allá, y mucho más acerca de la constitución interna y de la verdadera naturaleza de las cosas. Por ello, no hay una contradicción mayor en suponer que el pensamiento exista separado e independientemente de la solidez, de la que la hay en suponer que la solidez existe de manera separada e independiente del pensamiento..... tenemos en nosotros ideas tan claras y dispersas, sin solidez, es decir, lo inmaterial, y una cosa sin pensamiento, es decir, la materia, y, especialmente, si consideramos que no ofrece mayor dificultad concebir que pueda existir el pensamiento sin materia, que lo que es imaginar que pueda pensar la materia. Porque siempre que intentemos ir más allá de esas ideas simples que recibimos a partir de las sensaciones y de la reflexión, e introducirnos en el interior de la naturaleza de las cosas, inmediatamente nos vemos sumergidos en las tinieblas y en la oscuridad, en la perplejidad y en las dificultades, para solamente contemplar nuestra ceguera e ignorancia.
Comentario

























































TEXTO 23L

Porque si examinamos la idea que tenemos del Ser Supremo e incomprensible, veremos que la adquirimos de la misma manera, y que las ideas complejas que poseemos, tanto de Dios corno de los espíritus separados, están formadas por esas ideas simples que recibimos de la reflexión; por ejemplo, tras haber adquirido las ideas de existencia y de duración, a partir de lo que experimentamos en nosotros mismos; o de conocimiento y de potencia; de placer y felicidad y de aquellas diversas cualidades y potencias, las cuales es mejor tenerlas que carecer de ellas; o cuando queremos hacernos una idea, la más adecuada que podemos, sobre el Ser Supremo, ampliamos cada una de aquellas ideas con la idea de la infinitud, de manera que poniéndolas todas juntas forjamos nuestra idea compleja de Dios.
Comentario

























































TEXTO 23M
De esta manera, hemos visto qué clase de ideas tenemos de las sustancias de todas clases, en qué consisten y cómo llegamos a adquirirlas. Por lo que pienso que se deduce lo siguiente: Primero, que todas nuestras ideas de las distintas clases de sustancias no son sino colecciones de ideas simples, con una suposición de algo a lo que pertenecen, y en lo que subsisten; aun cuando acerca de ese algo supuesto no tenemos ninguna idea clara y distinta en lo absoluto. Segundo, que todas las ideas simples, así reunidas, en un substratum común, que forman nuestras ideas complejas de diversas clases de sustancias, no son sino ideas que hemos recibido a partir de la reflexión o de la sensación. De manera que, incluso respecto a las cosas que creemos conocer más íntimamente, y que más se aproximan a la comprensión de nuestras concepciones más elevadas, no podemos sobrepasar los límites de esas ideas simples. Y también respecto a las cosas que parecen muy distantes de todas aquellas con las que nos relacionarnos, y que sobrepasan infinitamente cuanto podamos percibir en nosotros mismos por la reflexión o descubrir en las otras cosas por medio de la sensación, no podemos alcanzar nada, si no es esas ideas simples que recibimos originariamente a partir de la sensación o la reflexión, como es evidente en las ideas complejas que tenemos de los ángeles, y particularmente del mismo Dios. Tercero, que el mayor número de ideas simples forman nuestras ideas complejas de las sustancias cuando se las considera de manera adecuada son solamente potencias, aunque nos inclinemos a tomarlas como cualidades positivas; por ejemplo, la mayor parte de las ideas que forman nuestra idea compleja del oro son el color amarillo, el peso elevado, ductibilidad, fusibilidad y solubilidad en agua regia, etc., todas las cuales, unidas en un substratum desconocido, no son sino otras tantas reacciones respecto a otras sustancias, y no se encuentran realmente en el oro considerado puramente en sí mismo, aunque dependen de esas cualidades reales y primarias de su constitución interna, por las cuales tiene una capacidad de operar diversamente y de ser motivo de operaciones de otras diferentes sustancias.
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