Estando la mente provista de gran número de ideas simples adquiridas
por los sentidos, tal como las halla en las cosas exteriores o por la reflexión
sobre sus propias operaciones, se da cuenta también de que un determinado número
de estas ideas simples van constantemente unidas; y como se presume que
pertenecen a una sola cosa y como existen palabras adecuadas para aprehensiones
comunes, se las une en un solo sujeto y se las llama por un solo nombre... No
imaginamos cómo estas ideas simples puedan subsistir por sí mismas, nos
acostumbramos a suponer algún substratum en donde subsisten y a éste lo
llamamos sustancia.
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De manera que si alguien examina su propia noción de sustancia pura en
general, encontrará que no posee más idea de ella que la de que es una
suposición de no sabe qué soporte de cualidades que son capaces de producir
ideas simples en nosotros, cualidades que se conocen con el nombre de
accidentes. Si a alguien se le preguntara «cuál es el sujeto en donde el color
o el peso están inherentes, sólo podría responderse «que las partes extensas
y sólidas»... La idea que tenemos y designamos con el nombre general de
sustancia no es más que el soporte supuesto o desconocido de unas cualidades
que existen y que imaginarnos no pueden existir sine re substante, sin
algo que las soporte, a lo que llamamos sustancia. |
Obtenida así una idea oscura y relativa de la sustancia en general,
llegamos a formarnos ideas de clases particulares de sustancias, como la de
hombre, caballo, oro, etc.; si alguien posee de estas sustancias una idea más
clara que la de ciertas ideas simples que coexisten juntamente, apelo a la
experiencia propia de cada uno......Cuando hablamos o pensamos de cualquier clase de
sustancia corpórea, como un caballo, una piedra, etc., aunque la idea que
tenemos de ellas no es sino la reunión de varias ideas de cualidades sensibles
que acostumbramos a unir en la cosa llamada piedra o caballo, sin embargo,
porque no podemos concebir cómo podrían subsistir solas, suponemos que existen
en un sujeto común que las sostiene, y a este soporte le damos el nombre de
sustancia aunque es cierto que no tenemos tampoco una idea ni clara ni distinta
de lo que es ese soporte.....Pues la idea de sol, qué
es sino un agregado de esas distintas ideas simples de luz, calor, redondez, de
algo que tiene un movimiento constante y regular, que está a una cierta
distancia de nosotros, y quizá alguna otra idea más, según que quien haya
pensado y disertado sobre el sol haya estado más o menos acertado al observar
esas cualidades sensibles, ideas o propiedades que se encuentran en esa cosa que
él llama el sol. |
Lo mismo sucede con respecto a las operaciones de la mente, a saber, el
pensar, el razonar, etc.; como no admitimos que subsisten por sí mismas ni
aprehendemos cómo pueden pertenecer al cuerpo o ser producidas por él,
pensamos que son acciones de alguna otra sustancia que llamamos espíritu. Pero
no poseemos una noción más clara de la sustancia de cuerpo; el uno se supone
que es el substratum de las ideas simples que tenemos del exterior; y el otro,
el substratum de las operaciones que experimentamos dentro de nosotros mismos.
Es claro que la idea de sustancia corpórea en la materia está tan remota de
nuestras concepciones y aprehensiones como la de sustancia espiritual o
espíritu. |
Por tanto, cualquiera que sea la naturaleza
secreta y abstracta de las sustancias en general, todas las ideas que tenemos de
las distintas clases particulares de sustancias no son sino diversas
combinaciones de ideas simples que coexisten en una-causa de uni6n, aunque
desconocida, hace que el todo subsista por sí mismo. Por semejantes
combinaciones de ideas simples, y nada más que por eso, es por lo que nos
representamos a nosotros mismos las clases particulares de sustancias; tales son
las ideas que tenemos en la mente sobre las diversas especies de sustancias; y
esto es lo único que, por medio de nombres específicos, significamos a otros
hombres, por medio de las palabras siguientes: hombre, caballo, sol, agua,
hierro. Al escuchar semejantes términos, quien entienda ese idioma se forjará
en su mente una combinación de esas diversas ideas simples que él usualmente
ha observado, que existen juntas comúnmente, o que cree que así existen bajo
cualquiera de esas denominaciones; ideas que él supone que subsisten y que están,
como si dijéramos, adheridas a ese sujeto común y desconocido, el cual, a su
vez, no es inherente a ninguna otra cosa, aunque entretanto resulte manifiesto
que cada uno puede convencerse, si examina sus propios pensamientos, que no
tenemos ninguna idea de una sustancia particular como el oro, un caballo, el
hierro, el hombre, el vitriolo, el pan, que no sea sino únicamente de aquellas
cualidades sensibles que se suponen inherentes, al pensar que existe un
substratum que presenta, como si dijéramos, un soporte para esas cualidades, o
ideas simples que se han observado coexistían unidas. |
Porque tiene la más perfecta idea de cualquiera
de esas clases particulares de sustancias el que haya recogido y reunido el
mayor número de esas ideas simples que en ella existe,
entre las que deben contarse sus potencias activas, y capacidades pasivas, que
aunque no son ideas simples pueden, sin embargo, en este sentido y en aras de la
brevedad, considerarse sin inconveniente como tales. Así, la potencia de atraer
hierro es una de las ideas de aquella otra idea compleja de esa sustancia que
llamamos la piedra imán; y la potencia de ser atraído es una parte de esa otra
idea compleja que llamamos hierro; las cuales potencias pasan por ser cualidades
inherentes a esos objetos. Porque, como cada sustancia tiene la misma aptitud
por las potencias que observamos en ella, tanto para cambiar algunas cualidades
sensibles en otros sujetos, como para producir en nosotros esas ideas simples
que recibimos inmediatamente de ella, nos descubre, por medio de esas nuevas
cualidades sensibles introducidas en otros sujetos, esas potencias que, de ese
modo, afectan de manera mediata nuestros sentidos, y tan normalmente como
inmediatamente lo hacen sus cualidades sensibles. Por ejemplo, en el fuego
percibimos con nuestros sentidos inmediatamente su calor y su color; los cuales,
cuando los consideramos correctamente, no son sino potencias que tiene el fuego
para producir esas ideas en nosotros; al igual que también percibimos por
nuestros sentidos el color y la luminosidad del carbón, por lo que llegamos al
conocimiento de la potencia en el fuego, que es la de cambiar el color y la
consistencia de la madera. En el primer caso, de una manera inmediata; en el
segundo, de una forma mediata, el fuego nos descubre esas diversas potencias por
lo que resultan que las vemos como parte de las cualidades del fuego, y de esa
manera las reconocemos como partes de sus ideas complejas. |
Las ideas que forman nuestras ideas complejas de
as sustancias corporales son de tres clases. Primero las
ideas de las cualidades primarias de las cosas, que se descubren por nuestros
sentidos, y que incluso están en ellas, independientemente de que las
percibamos o no; tales son el volumen, la forma, el número, la situación y el
movimiento de las partes de los cuerpos que realmente están en ellos,
independientemente de que nos demos cuenta de ello o no nos demos. Segundo, las
cualidades sensibles secundarias, que, dependiendo de ellas, no son sino las
potencias que tienen aquellas sustancias para producir en nosotros diversas
ideas por nuestros sentidos; ideas que no están en las cosas mismas de una
manera diferente de lo que está cualquier cosa en su causa. Tercero, la aptitud
que consideramos en cualquier sustancia para provocar o para sufrir alteraciones
de las cualidades primarias, que sean tales que la sustancia así alterada pueda
producir en nosotros diferentes ideas de las que antes producía; y a eso es a
lo que llamamos potencias activas o pasivas: dos potencias que, en la medida que
tenemos de ellas alguna noticia o noción, se terminan sólo en ideas sensibles
simples. Porque, sea cual fuere la alteración que una piedra imán tiene sobre
las partículas diminutas del hierro, careceríamos de cualquier noción de la
potencia que tiene para operar sobre el hierro si no fuera porque sus
movimientos sensibles nos la descubren; y no dudo que haya mil cambios que los
cuerpos que todos los días manejamos pueden producir, los unos sobre los otros,
y de los cuales nada sospechamos, porque nunca se revelan en efectos sensibles.....Así pues, una gran parte de nuestras ideas
complejas de las sustancias están formadas por las potencias, El que quiera
examinar la idea compleja que tiene del oro, encontrará que varias de las ideas
que la forman no son sino potencias; así la potencia de fundirse, sin que
se pueda gastar por el fuego, y la de disolverse en agua regia, son ideas tan
necesarias para formar nuestra idea compleja del oro como lo son su color y su
peso; ideas que, si se las considera de manera correcta, no son otra cosa que
diferentes potencias. Porque, para hablar con propiedad, el color amarillo no
está realmente en el oro, sino que es una potencia suya para producir en
nosotros, por medio de nuestros ojos, esa idea cuando se coloca el oro en un
lugar debidamente iluminado; y el calor, que es algo que no podemos desechar de
nuestra idea de sol, no está más en un sentido real en el sol que el color
blanco lo está en la cera. Se trata, por igual, de dos potencias en el sol, que
operan por el movimiento y la forma de sus partes sensibles, de tal modo que
afectan a un hombre, haciéndolo tener la idea de calor, y actúan sobre la cera
de manera que es capaz de producir en un hombre la idea de blanco. |
Pero, para volver al asunto del que estamos
tratando, es decir, las ideas que tenemos de la sustancia y de los medios por
los cuales las adquirimos, digo, que nuestras ideas específicas de las
sustancias no son sino una colección de un cierto número de ideas simples,
consideradas como unidas en una sola cosa. Estas ideas de las sustancias, aunque
comúnmente sean simples aprehensiones, y los nombres de ellas sean simples términos,
sin embargo, en realidad son complejas y compuestas. Así, la idea que un inglés
entiende por la palabra cisne, es la de un color blanco, de cuello largo, pico
rojo, patas negras, con dedos unidos, y todo eso de un cierto tamaño, con la
potencia de nadar en el agua, de producir una cierta clase de ruido, y tal vez
para la persona que haya observado detenidamente esta clase de aves, algunas
otras propiedades que terminan todas en ideas simples sensibles, todas unidas en
un sujeto común. |
Además de las ideas complejas que tenemos de las
sustancias materiales sensibles de las que ya he hablado, también podemos
forjar la idea compleja de un espíritu inmaterial por medio de las ideas
simples que hemos recibido de aquellas operaciones de nuestra mente, que
experimentamos todos los días en nosotros mismos, como el pensamiento, el
entendimiento, el deseo, el conocimiento, potencia de iniciar el movimiento,
etc., que coexisten en algunas sustancias. De esta manera, uniendo las ideas de
pensamiento, reflexión, libertad, y la potencia de movernos a nosotros mismos y
a otras cosas, llegamos a tener una percepción tan clara y una noción de las
sustancias inmateriales como las que tenemos de las materiales. Porque si unimos
la idea de pensamiento y la de voluntad, o las de potencia de movimiento o de
dejar en reposo un movimiento corporal, todo ello unido a la sustancia, de la
que carecemos de una idea distinta, llegamos a formar la idea de un espíritu
inmaterial; y juntando las ideas de partes sólidas y coherentes y de la
potencia de ser movidas, unidas a la sustancia de la cual asimismo carecemos de
una idea positiva, llegamos a la idea de la materia. La primera es una idea tan
clara y distinta como la otra: la idea de pensamiento y de movimiento del cuerpo
son ideas tan claras y distintas como las ideas de extensión, de solidez y de
ser movido. Porque nuestra idea de sustancia es igualmente oscura, o
inexistente, en ambos; no es sino algo que suponemos como soporte de aquellas
ideas que llamamos accidentes. |
No hay ninguna razón por la que parezca extraño
que yo haga que la movilidad pertenezca al espíritu; porque, como no tengo
ninguna otra idea del movimiento, a no ser la del cambio de distancia con otros
seres que se consideran en reposo, y encontrando que los espíritus, al igual
que los cuerpos, no pueden operar sino en el lugar donde se encuentran, y que
los espíritus actúan en diversos tiempos y en partes diferentes, no puedo sino
atribuir el cambio de lugar a todos los espíritus finitos, pues aquí no hablo
del Espíritu Infinito porque, como mi alma es, lo mismo que mi cuerpo, un ser
real, seguramente es tan capaz de cambiar de distancia respecto a otro cuerpo,
como el mismo cuerpo lo es. De tal manera que es capaz de movimiento; y si un
matemático puede considerar una cierta distancia, o un cambio de esa distancia
entre dos puntos, uno puede ciertamente concebir una distancia y un cambio de
distancia entre dos espíritus, y de ese modo se puede concebir su movimiento,
su aproximación o alejamiento, el uno con respecto al otro. Todo el mundo encuentra en sí mismo que su alma
puede pensar, desear y actuar sobre su cuerpo, en el
lugar
en que está, pero que no puede operar sobre un cuerpo, o sobre un espacio, a
mil millas de distancia. Nadie puede imaginar que su alma pueda pensar o mover a
un cuerpo en Oxford, mientras él se encuentra en Londres, no puede por menos de
saber que, como está unida a ese cuerpo, constantemente cambia de lugar durante
todo el viaje entre Oxford y Londres, al igual que el coche o el caballo que la
lleva; y creo que se puede afirmar que realmente está en movimiento, o si este
ejemplo no es lo suficientemente claro para el movimiento del alma, creo que lo
será el hecho de su separación del cuerpo en el momento de la muerte, porque
la consideración de que abandona al cuerpo, dejándolo, me parece imposible si
no se tiene ninguna idea de su movimiento.
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Comparemos, ahora nuestra idea compleja de un espíritu inmaterial con
la del cuerpo, y veamos si existe más oscuridad en la una
o en la otra, o en cuál de ellas hay más. Nuestra idea del cuerpo, tal y como
pienso, es una sustancia extensa sólida, capaz de comunicar movimiento mediante
impulsos, y nuestra idea del alma, como un espíritu inmaterial, es una
sustancia que piensa y tiene el poder de provocar el movimiento en el cuerpo
mediante la voluntad o el pensamiento. Estas, pienso, son nuestras ideas
complejas del alma y del cuerpo, contrapuestas; y ahora examinemos cuál tiene más
oscuridad en ella y más dificultad para ser aprehendida..... Si alguien afirma que no sabe lo que es aquello
que piensa en él, quiere decir que no sabe qué es la sustancia de esa cosa
pensante; pero tampoco, según me parece, conoce qué es la sustancia de una
cosa sólida. Pero, además, si dice que no sabe cómo es que piensa, le
contesto que tampoco sabe cómo es que es extenso, es decir, cómo están unidas
sus partes, las partes sólidas de su cuerpo, cómo es la coherencia que forma
la extensión..... De manera que, por más clara que sea la idea que
queremos tener sobre la extensión de los cuerpos, que no es sino la cohesión
de sus partes sólidas, quien reflexione sobre ello podrá encontrar motivos
para concluir que le resulta tan fácil tener una idea clara sobre cómo piensa
el alma, como tener una idea clara de cuál es la extensión del cuerpo. Porque
como un cuerpo no es ni más ni de otra manera extenso que por la unión y
cohesión de sus partes sólidas, difícilmente comprenderemos la extensión del
cuerpo, sin entender en qué consiste la unión y la cohesión de sus partes, lo
cual me parece tan incomprensible como la forma del pensamiento y la manera en
que se realiza.....Confieso que es natural que la mayor parte de la
gente se sorprenda de que hay quien encuentre dificultad en lo que creen
observar todos los días. ¿No vemos acaso (se apresuran a decir) que las partes
de los cuerpos están firmemente unidas? ¿Hay algo más
común? ¿Qué duda puede, entonces, suscitarse al respecto? Y lo mismo digo en
lo que se refiere al pensamiento y al movimiento. ¿No lo experimentamos en
nosotros mismos y, por tanto, parece indudable? El asunto es claro, y lo
confieso; pero cuando pretendemos asomarnos un poco más de cerca para
considerar de qué forma se realiza, me parece que en ese momento nos perdemos
tanto en lo primero como en lo segundo, y tan erróneamente entendemos la manera
por la que las partes de un cuerpo son coherentes, como la manera por la que
percibimos o nos movemos. Me gustaría que alguien me explicara las partes de
oro o de bronce (que hace un momento, mediante la fundición, estaban tan
sueltas las unas de las otras como las partículas del agua o la arena de un
reloj) que llegan a unirse en poco tiempo, y a juntarse tan fuertemente las unas
con las otras, que las fuerzas de los brazos más fornidos no logran separarlas....Es
evidente que las partículas
de agua están completamente sueltas las unas de las otras, que la fuerza más
leve las separa sensiblemente. Pero, aún más, si consideramos su movimiento
perpetuo, tendremos que admitir que carecen de toda cohesión las unas con
respecto a las otras, y, sin embargo, es suficiente con que se produzca un frío
poco extremado para que esas partículas se junten, se
consoliden, y esos átomos diminutos cobren coherencia, de manera que no puedan
ser separados sin el empleo de una gran fuerza. Quien pueda descubrir los vínculos
que unen tan firmemente esos montones de pequeños cuerpos sueltos; quien
divulgue cuál es el cemento que los mantiene unidos tan firmemente, será el
descubridor de un secreto inmenso y todavía desconocido. Por lo tanto, la idea que tenemos del cuerpo
como poder de
comunicar el movimiento mediante impulsos; y la otra idea que tenemos de nuestra
alma como la potencia de provocar el movimiento mediante el pensamiento.... Pero si, una vez más, investigamos sobre la manera en que esto se
realiza, nos encontraremos sumidos en las mismas tinieblas.... De manera que, en resumen, la idea que tenemos
acerca del espíritu, si la comparamos con la idea que tenemos del cuerpo, nos
aportaría lo siguiente: que la sustancia del espíritu
nos es desconocida y que la sustancia del cuerpo tampoco nos es conocida.
Poseemos ideas claras y distintas de dos cualidades primarias del cuerpo, es
decir, la de partes sólidas coherentes y la de impulso, y acerca del espíritu
también conocemos y tenemos ideas claras y distintas de dos cualidades
primarias o propiedades, el pensamiento y la potencia de acción o, lo que es lo
mismo, la potencia de iniciar o detener diversos pensamientos o movimientos.
También tenemos las ideas de diversas cualidades inherentes a los cuerpos,
ideas que son claras y distintas, y cualidades que no son sino las distintas
modificaciones de la extensión de las partes sólidas coherentes y de sus
movimientos. Asimismo, poseemos las ideas de los diversos modos del pensamiento,
es decir, el creer, el dudar, el intentar hacer algo, el temor, la espera, los
cuales no son sino modos diversos del pensamiento. Tenemos también las ideas de
la voluntad y el movimiento de los cuerpos a consecuencia de la voluntad, y de
que un cuerpo se mueva a sí mismo, porque, según se ha demostrado, el espíritu
es capaz de movimiento....Carecemos de todo
conocimiento que vaya más allá, y mucho más acerca de la constitución
interna y de la verdadera naturaleza de las cosas. Por ello, no hay una contradicción mayor en suponer que
el pensamiento exista separado e independientemente de la solidez, de la que la
hay en suponer que la solidez existe de manera separada e independiente del
pensamiento..... tenemos en nosotros ideas tan claras
y dispersas, sin solidez, es decir, lo inmaterial, y una
cosa sin pensamiento, es decir, la materia, y, especialmente, si consideramos
que no ofrece mayor dificultad concebir que pueda existir el pensamiento sin
materia, que lo que es imaginar que pueda pensar la materia. Porque siempre que
intentemos ir más allá de esas ideas simples que recibimos a partir de las
sensaciones y de la reflexión, e introducirnos en el interior de la naturaleza
de las cosas, inmediatamente nos vemos sumergidos en las tinieblas y en la
oscuridad, en la perplejidad y en las dificultades, para solamente contemplar
nuestra ceguera e ignorancia. |
Porque si examinamos la idea que tenemos del Ser Supremo e
incomprensible, veremos que la adquirimos de la misma manera, y que las ideas
complejas que poseemos, tanto de Dios corno de los espíritus separados, están
formadas por esas ideas simples que recibimos de la reflexión; por ejemplo,
tras haber adquirido las ideas de existencia y de duración, a partir de lo que
experimentamos en nosotros mismos; o de conocimiento y de potencia; de placer y
felicidad y de aquellas diversas cualidades y potencias, las cuales es mejor
tenerlas que carecer de ellas; o cuando queremos hacernos una idea, la más
adecuada que podemos, sobre el Ser Supremo, ampliamos cada una de aquellas ideas
con la idea de la infinitud, de manera que poniéndolas todas juntas forjamos
nuestra idea compleja de Dios. |
De esta manera, hemos visto qué clase de
ideas tenemos de las sustancias de todas clases, en qué consisten y cómo
llegamos a adquirirlas. Por lo que pienso que se deduce lo siguiente:
Primero, que todas nuestras ideas de las distintas clases de sustancias no son
sino colecciones de ideas simples, con una suposición de algo a lo que
pertenecen, y en lo que subsisten; aun cuando acerca de ese algo supuesto no
tenemos ninguna idea clara y distinta en lo absoluto. Segundo, que todas las ideas simples, así reunidas, en un substratum común,
que forman nuestras ideas complejas de diversas clases de sustancias, no son
sino ideas que hemos recibido a partir de la reflexión o de la sensación. De
manera que, incluso respecto a las cosas que creemos conocer más íntimamente,
y que más se aproximan a la comprensión de nuestras concepciones más
elevadas, no podemos sobrepasar los límites de esas ideas
simples. Y también respecto a las cosas que parecen muy distantes de todas
aquellas con las que nos relacionarnos, y que sobrepasan infinitamente cuanto
podamos percibir en nosotros mismos por la reflexión o descubrir en las otras
cosas por medio de la sensación, no podemos alcanzar nada, si no es esas ideas
simples que recibimos originariamente a partir de la sensación o la reflexión,
como es evidente en las ideas complejas que tenemos de los ángeles, y
particularmente del mismo Dios.
Tercero, que el mayor número de ideas simples forman nuestras ideas complejas
de las sustancias cuando se las considera de manera adecuada son solamente
potencias, aunque nos inclinemos a tomarlas como cualidades positivas; por
ejemplo, la mayor parte de las ideas que forman nuestra idea compleja del oro
son el color amarillo, el peso elevado, ductibilidad, fusibilidad y solubilidad
en agua regia, etc., todas las cuales, unidas en un substratum
desconocido, no son sino otras tantas reacciones respecto a otras sustancias, y
no se encuentran realmente en el oro considerado puramente en sí mismo, aunque
dependen de esas cualidades reales y primarias de su constitución interna, por
las cuales tiene una capacidad de operar diversamente y de ser motivo de
operaciones de otras diferentes sustancias. Comentario
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