Como la percepción de la mente se
explica mejor por medio de las palabras que se relacionan a la vista,
comprenderemos más fácilmente lo que se quiere decir por claridad y
oscuridad en las ideas si reflexionamos sobre lo que llamamos claro y
oscuro en los objetos de la vista. Puesto que la luz es aquello que nos
descubre los objetos visibles, damos el nombre de oscuro a lo que no está
situado en una luz suficiente para descubrir minuciosamente la figura y
los colores que son observables en un objeto, y que, en una mejor
iluminación, podría ser discernible. De la misma manera, nuestras ideas
simples son claras cuando son tal como los objetos mismos de los que
proceden, las presentan o pueden presentarlas, a una sensación o percepción
bien ordeñada. Mientras la memoria pueda retenerlas de esta manera y
ofrecerlas a la mente siempre que ésta tenga ocasión para considerarlas,
ellas serán ideas claras. Y mientras que esas ideas carezcan de alguna
exactitud original, o mientras hayan perdido su primera frescura, y estén,
como si dijéramos, marchitas o empacadas por efecto de tiempo, serán
oscuras. Las ideas complejas, en cuanto están formadas de ideas simples,
serán claras en la medida en que las ideas de que están compuestas sean
claras, y en cuanto que el número y el orden de estas ideas simples, que
son los ingredientes de cualquier idea
compleja, sea determinado y cierto.
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Las causas de la oscuridad en las
ideas simples parecen estar o en el embotamiento de los órganos o en la
ligereza y transitoriedad de las impresiones que causan los objetos, o
también en la debilidad de la memoria, que no puede retener las
impresiones tal y como las recibe. Porque para volver una vez más a los
objetos visibles, que nos pueden ayudar en la comprensión de este asunto,
si los órganos o facultades de percepción, de manera semejante a la de
la cera endurecida por el frío, no recibieran la impresión del sello a
consecuencia de la presión, o si, al modo de la cera demasiado blanda, no
mantienen la huella cuando ha sido impresa; o si, suponiendo que la cera
esté en su punto adecuado, pero faltándole la presión suficiente en la
aplicación del sello para dejar una impresión nítida, la impresión del
sello, en cualquiera de estos casos, sería oscura. Esto, supongo, no
necesita ninguna explicación para hacerlo más claro. |
Al igual que una idea clara es aquélla
de la que la mente tiene una percepción tan plena y evidente, como la que
recibe de un objeto exterior que opera adecuadamente sobre un órgano bien
dispuesto, de la misma manera una idea distinta es aquélla por la que la
mente percibe la diferencia de todas las demás; y una idea confusa es aquélla
que no se distingue lo suficiente de otra, de la cual debe ser diferente.
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Podrá objetarse que entonces es
difícil encontrar una idea confusa; porque, sea esta idea como fuere, no
puede ser otra cosa que como es en la mente, y esta percepción misma la
distingue suficientemente de las demás ideas, que no pueden ser otras, es
decir, diferentes, sin que se perciba que es así. Ninguna idea, por
tanto, puede haber que no se pueda distinguir de otra de la que debe ser
diferente, a menos que se quiera que sea diferente de sí misma; porque,
evidentemente, difiere de todas las demás.... Para solucionar esta
dificultad, y ayudarnos a concebir correctamente qué es lo que hace que
en un momento determinado las ideas sean confusas, debemos considerar que
las cosas que están clasificadas bajo nombres distintos... Me parece que
los defectos que habitualmente provocan esta confusión
son principalmente los siguientes: |
Habiendo tomado frecuentemente en
nuestros labios la palabra eternidad, tendemos a pensar que poseemos una
idea positiva y comprensiva de ella, lo que supone decir que no hay ni una
sola parte de su duración que no esté claramente contenida en nuestra
idea. Verdad es que quien así piense puede tener una idea clara de la
duración, o una idea muy clara de una longitud de duración muy grande;
además, puede tener una idea perfectamente clara de la comparación entre
esa magnitud muy grande de duración y una mayor todavía; pero como
resulta imposible que incluya en su idea cualquier duración, por muy
grande que pueda ser toda la extensión junta de la duración en la que se
supone que no existe final, una parte de su idea está más allá aún de
los límites de esa duración muy grande y que se representa en su
pensamiento, es algo muy oscuro e indeterminado..... En la materia no
tenemos ninguna idea clara de la pequeñez de las partes que vaya mucho más
allá de la más pequeña que se ofrezca a nuestros sentidos y, por tanto,
cuando hablamos de la indivisibilidad in infinitum, aunque tengamos ideas
claras de la división y de la divisibilidad, y tengamos también ideas
claras de las partes que se realizan por la división de un todo, sin
embargo, no tenemos sino ideas muy oscuras y confusas de los corpúsculos
o cuerpos diminutos que han de ser así divididos, cuando por divisiones
interiores han sido reducidos a una pequeñez que sobrepasa bastante el
alcance de la percepción de cualquiera de nuestros sentidos. De manera
que aquello de lo que poseemos ideas claras y distintas, es lo que
significa en general o en abstracto la división y la relación existente
entre el todo y las partes. Pero del volumen del cuerpo que puede
dividirse de esta manera infinitamente tras ciertas progresiones, no
tenemos, según parece, ninguna idea clara y distinta en absoluto, pues le
preguntaría a cualquiera que, tomando el más pequeño átomo de polvo
jamás visto, si tiene alguna idea empírica acaso (con excepción del número
que no tiene nada que ver con la extensión) entre la diezmilésima y
millonésima parte de él o si piensa que puede
refinar sus ideas hasta ese punto, sin perder de vista esas dos partículas,
que añada entonces diez cifras más a cada uno de estos números.....Por
tanto, creo que cuando hablamos de la división in infinitum de los
cuerpos nuestra idea de sus distintos volúmenes., sujeto y fundamento de
la división termina después de una cierta progresión por confundirse y
hasta por perderse en la oscuridad. Pues la idea que únicamente
representa el tamaño tendrá que ser muy oscura y confusa si no podemos
distinguirla de otra de un cuerpo que sea diez veces mayor, a no ser por
el número; de manera que todo lo que podemos decir es que tenemos ideas
claras y distintas de uno y de diez, pero de ninguna manera que las
tenemos de semejantes extensiones. Resulta evidente, por todo lo que he
dicho, que cuando hablamos de la divisibilidad infinita del cuerpo o de la
extensión, nuestras únicas ideas distintas y claras son las de los números;
las ideas claras y distintas de la extensión, después de cierta progresión
de la división, se pierde totalmente y sobre tales partículas diminutas
carecemos totalmente de ideas distintas, pues al final tenemos que
regresar a la idea del número.
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