Para remediar estos defectos del habla antes
mencionados, y
para prevenir los inconvenientes que de ellos se derivan, pienso que será de
alguna utilidad la observancia de las siguientes reglas, en tanto alguien más
capacitado juzgue conveniente detenerse más en este asunto, y deje agradecido
al mundo con sus reflexiones.
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La manera de dar a conocer las
ideas que significan, cuando hay ocasión, es también diferente. Porque aunque se piense que definir es la manera más adecuada de dar a conocer el
significado propio de las palabras, hay, sin embargo, algunas palabras que no
pueden ser definidas....
Primero. Cuando un hombre usa el nombre de cualquier
idea simple, y se da cuenta de que no ha sido entendido o de que está en
peligro de provocar un equívoco, está obligado, por las leyes de la propiedad y por los mismos fines del lenguaje, a declarar su significado y a dar a
conocer la idea a la que se refiere. Esto, según se ha mostrado, no
puede ser hecho mediante la definición y, por tanto, .... solamente restan uno de los siguientes
procedimientos.... Algunas veces nombrando el sujeto donde se encuentra
esa idea simple, de manera que entiendan el nombre quienes conozcan ese sujeto
y su nombre. Así, para hacer que un campesino entienda lo que significa el
color feuillemorte, será suficiente con decirle que es el color de las hojas
secas que caen en otoño.
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Pero aunque un diccionario como el que he mencionado más
arriba requeriría demasiado tiempo, dinero y esfuerzos como para esperarlo en
este siglo, sin embargo, creo que no resulta absurdo el proponer que las
palabras que significan cosas que se conocen y que se distinguen por su forma
exterior debieran expresarse por pequeños dibujos y por grabados. Un vocabulario construido sobre estos presupuestos tal vez
pudiera enseñar, en menos tiempo, y con más facilidad, el
verdadero significado de muchos términos, en especial en los lenguajes de
países o tiempos lejanos, y podría fijar en las mentes de los hombres ideas
más exactas sobre distintas cosas, de las que leemos los nombres en los autores
antiguos, que todos los extensos y laboriosos comentarios de los críticos
doctores. Los naturalistas, que tratan de las plantas y animales, han
experimentado ya los beneficios de esta práctica; y el que haya tenido la
ocasión de consultar con ellos, tendrá que admitir que tiene una idea más
clara del apio o del íbice, por un pequeño grabado de esa hierba o de ese
animal, que la que podría obtener a partir de una extensa definición de los
nombres de ambos. Y, sin lugar a dudas, se tendría también de las palabras strigil
y sistrum si, en vez de los nombres currycomb (almohaza) y cymbal
(címbalo) (que
son los nombres con que las traducen los diccionarios ingleses), se pudieran encontrar en los márgenes pequeños dibujos de esos instrumentos tal y como
los usaban los antiguos. Las palabras toga, túnica y pallium se traducen
fácilmente, pero de esta manera no tenemos ideas más verdaderas de la forma de
esos vestidos entre los romanos que las que poseemos de los rostros de los
sastres que las confeccionaban. Como similares a éstas, que el ojo distingue
por la forma, pudieran tener más fácil acceso a la mente por medio de
dibujos, y se determinaría mejor el significado de tales palabras, que por
medio de otras palabras colocadas en su lugar, o usa das para definirlas. Pero
esto lo decimos sólo de pasada.
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