TEXTO 6A

Los nombres comunes de las sustancias, al igual que los otros términos generales, significan clases: lo cual no representa otra cosa que el ser signos de ideas complejas tales que en ellas concuerden o puedan concordar varias sustancias particulares, en virtud de lo cual pueden quedar comprendidas en una concepción común, y ser significadas por un nombre. He dicho que concuerden o puedan concordar, porque aun cuando sólo exista un sol en el mundo, sin embargo, abstraída la idea del ser de manera que más sustancias (en el caso de que existieran varias) pudieran cada una coincidir en ella, tanto constituiría esa idea una clase como si hubiese tantos soles como estrellas. No carecen de razón aquellos que piensan que los hay, y que cada estrella fija puede responder a la idea significada por el nombre de sol, para aquel que esté situado a la debida distancia; lo cual, en cualquier caso, puede mostrarnos hasta qué grado las clases o, si se prefiere, los géneros y las especies de las cosas (pues esos términos latinos no significan para mí otra cosa que la palabra clase).
Comentario





































































TEXTO 6B

La medida y el límite de cada clase o especie, por donde se constituye en esa clase particular y se distingue de las otras, es lo que llamamos su esencia, que no es nada más que la idea abstracta a la que va anejo el nombre, de manera que todo lo que esté contenido en esa idea es lo esencial a esa clase. Esta, aunque sea toda la esencia de las sustancias naturales que nosotros conocemos, o por la que las distinguimos en clases, sin embargo, la denomino con un nombre peculiar, la esencia nominal, para distinguirla de la constitución real de las sustancias, de la que dependen esta esencia nominal y todas las propiedades de esa clase, la cual puede ser llamada, corno se ha dicho, la esencia real. Por ejemplo, la esencia nominal del oro es esa idea compleja que significa la palabra oro, a saber: un cuerpo amarillo, de un cierto peso, maleable, fusible y fijo. Pero la esencia real es la constitución de las partes insensibles de ese cuerpo, de la que esas cualidades y todas las demás propiedades del oro dependen. Queda patente que se trata de dos cosas diferentes, aun cuando ambas reciban el nombre de esencias.
Porque, aunque quizá el movimiento voluntario, la sensación y la razón, unidos a un cuerpo de cierta forma, sea la idea compleja a la que yo y los demás anexamos el nombre de hombre, y sea así la esencia nominal de la especie llamada de esta manera, nadie podrá decir, sin embargo, que esa idea compleja es la esencia real y la fuente de todas aquellas operaciones que se encuentran en cualquier individuo de esa clase.

Comentario





































































TEXTO 6C

La próxima cosa que es necesario considerar es por cuál de esas esencias son determinadas las sustancias en clases o especies, y, evidentemente, es por la esencia nominal. Pues eso sólo, que es la señal de la clase, es lo que el nombre significa. Por tanto, resulta imposible que las clases de cosas, que ordenamos bajo nombres generales, puedan ser determinadas por otra cosa distinta a esa idea cuyo nombre ha sido designado como signo suyo; y esto es, según hemos venido mostrando, lo que nosotros llamamos esencia nominal. ¿Por qué decimos que esto es un caballo y ésa una mula, que esto es un animal y eso una hierba? ¿Cómo sucede que una cosa particular llegue a ser de esta clase o aquélla, sino porque tiene esa esencia nominal, o, lo que es igual, porque se conforma a esa idea abstracta a la que va anexo el nombre?
Comentario





































































TEXTO 6D

Por tanto, nosotros no podemos ordenar y clasificar las cosas y, en consecuencia, darles denominaciones (que es la finalidad de la clasificación por sus esencias reales desde el momento en que éstas nos son desconocidas. Nuestras facultades no nos conducen más allá en el conocimiento y distinción de las sustancias de una colección de aquellas ideas sensibles que podemos observar en ellas; la cual, aunque se forme con la mayor diligencia y exactitud de la que seamos capaces, está, sin embargo, más lejos de la verdadera constitución interna de la que fluyen esas cualidades, que, como ya dije, lo está la idea de un campesino del mecanismo interno de aquel famoso reloj de Estrasburgo, del que tan sólo ve su forma externa y sus movimientos. No hay planta o animal tan insignificantes que no siembren la confusión en los más preclaros entendimientos; pues aunque el uso familiar de las cosas con las que pisamos, o el hierro que manejamos todos los días, en seguida encontramos que su hechura nos es desconocida, y que no podemos dar razón de las diferentes cualidades que encontramos en ellos: resulta evidente que su constitución interna, de la que dependen sus propiedades, nos es desconocida. Pues para quedarnos tan sólo en las cosas más groseras y obvias que podamos imaginar, ¿cuál es la textura de las partes, esa esencia real que hace fusibles al plomo y al antimonio, y no a la madera o a las piedras? Y ¿qué es lo que hace maleables al plomo y al hierro, sin que lo sean el antimonio y las piedras? Y, sin embargo, cuán infinitamente cortos resultan estos ejemplos respecto a los finísimos mecanismos e inconcebibles esencias reales de las plantas y animales, es algo que todo el mundo sabe. Los recursos empleados por el sapientísimo y todopoderoso Dios en la grandiosa fabricación del universo y en cada una de sus partes, exceden más la capacidad y comprensión del hombre más inquisitivo e inteligente, que el mejor artificio del hombre más ingenioso supera las concepciones de la más ignorante de las criaturas racionales. En vano, pues, pretendemos ordenar las cosas en clases y disponerlas en determinadas especies bajo nombres, por sus esencias reales, que tan lejos están de ser descubiertas o comprendidas. Un ciego que intentara clasificar las cosas por sus colores o el que, habiendo perdido el olfato, quisiera distinguir una lila de una rosa por su aroma, actuarían de la misma manera que el que quisiera clasificar las cosas por una constitución interna que él desconoce. El que piense que puede distinguir una oveja de una cabra por sus esencias reales que le son desconocidas, deberá probar sus habilidades en esas especies llamadas casuario y querenquinquio, y determinar, por sus esencias reales internas, los límites de esas especies, sin conocer las ideas complejas de cualidades sensibles que significan cada uno de esos nombres en los países en que se encuentran dichos animales.
Comentario





































































TEXTO 6E

Lo siguiente que debemos considerar es cómo y por quién se hacen esas esencias. En cuanto a lo último, resulta evidente que las hace la mente y no la naturaleza, pues si fueran obra de la naturaleza no podrían ser tan varias y diferentes en los distintos hombres como la experiencia nos dice que lo son. Pues si examinamos esto, encontraremos que la esencia nominal de cualquier especie de sustancia no es la misma en todos los hombres, ni siquiera aquella que nos es más íntimamente familiar entre todas. No sería posible que la idea abstracta a la que se da el nombre de hombre fuera diferente en los distintos hombres si fuera una obra de la naturaleza; y que para uno fuera un «animal rationale», y para otro, «animal implume bipes latis unguibus». Aquel que una el nombre de hombre a una idea compleja, formada de movimiento espontáneo y sensación, unidos a un cuerpo de una forma determinada, tiene de esa manera una cierta esencia de la especie hombre; y aquel que, después de un examen más minucioso, añada la racionalidad, tendrá otra esencia de la especie que él llama hombre; por lo que para uno será verdadero hombre, en tanto que para otro, el mismo individuo, no lo será. Pienso que no puede haber nadie que admita que esta figura erguida, tan bien conocida, constituya la diferencia esencial de la especie hombre; y, sin embargo, con cuánta frecuencia los hombres determinan las clases de animales por su aspecto exterior más bien que por su descendencia, es algo bastante evidente.....El docto teólogo y el jurista deberán, en tales casos, renunciar a su sagrada definición de «animal rationale», y sustituirla por alguna otra esencia de la especie humana. Monsieur Menage nos lo ilustra con un ejemplo que nos parece apropiado para esta ocasión: «Cuando nació el abate de Saint Martin - dice - poseía en tan escasa medida la forma de un hombre que más bien parecía un monstruo. Durante algún tiempo se anduvo deliberando sobre si le debería bautizar o no. Sin embargo, fue bautizado y provisionalmente se le declaró hombre (hasta que el tiempo mostrase lo que debía mostrar). Tan extrañamente había sido formado por la naturaleza, que durante toda su vida fue llamado el abate Malotru; es decir, mal-hecho. Era natural de Caen» (Menagiana, 278, 430). Podemos ver cómo este niño estuvo muy cerca de ser excluido de la especie hombre simplemente por su aspecto. Tal como era casi no se escapa, y es seguro que de ser su forma exterior un poco más extraña, habría sido expulsado y se le habría ejecutado como algo que no era digno de pasar por un hombre. Y, sin embargo, no se puede dar ninguna razón para que, porque las facciones de su rostro estuvieran un tanto alteradas, porque su cara fuera un poco alargada, su nariz chata, o su boca muy grande, no se alojara en él un alma racional, ni para que esas facciones no hubieran podido compadecerse, así como el resto de su mala figura, con esa alma y esas cualidades que lo hicieron, desfigurado y todo, capaz de llegar a ser un dignatario dentro de la Iglesia.....Me gustaría saber, entonces, en qué consisten los precisos e inamovibles límites de esa especie. Resulta evidente, si examinamos el asunto, que la naturaleza no ha hecho, ni establecido, ninguna cosa semejante entre los hombres. Es claro que no conocemos la esencia real de esa sustancia ni de ninguna otra, y, por tanto, tan indeterminadas son nuestras esencias nominales, que nosotros hemos fabricado.... ¿Quién podría afirmar a qué especie pertenecía ese monstruo del que hace mención Liceto (Lib1, cap. 3), que tenía la cabeza de hombre y el cuerpo de cerdo? ¿O aquellos otros que con cuerpos de hombre tenían cabezas de bestias como perros, caballos, etc.? Si alguna de esas criaturas hubiera vivido y hubiese podido hablar, la dificultad habría aumentado aún más. Si la parte superior hasta la cintura hubiera sido de forma humana, y la de abajo de cerdo, ¿supondría un asesinato su destrucción? ¿O se debería consultar al obispo para saber si tenía lo suficiente de humano como para ser llevado a la pila bautismal? Según me han dicho, un caso semejante sucedió en Francia hace algunos años. Así de inciertos son los límites de las especies animales para nosotros, que no tenemos otras medidas que las ideas complejas de nuestra propia cosecha; y así de alejados nos encontramos de un conocimiento exacto de lo que sea el hombre, aunque quizá se tenga como signo de gran ignorancia el dudar sobre ello.
Comentario





































































TEXTO 6F

Pero aunque esas esencias nominales de las sustancias son elaboradas por la mente, no se hacen, sin embargo, de una manera tan arbitraria como las de los modos mixtos. Para la elaboración de cualquier esencia nominal es necesario, en primer lugar, que las ideas en que consisten tengan una unión como para hacer una sola idea, por muy compuesta que sea. En segundo lugar, que las ideas particulares unidas de esta manera sean exactamente las mismas, ni más ni menos. Pues si dos ideas complejas abstractas difieren en el número o en la clase de sus partes componentes, constituyen dos esencias diferentes, y no una y la misma esencia. En el primero de estos casos, la mente, al formar sus ideas complejas de las sustancias, tan sólo sigue a la naturaleza, y no junta ninguna de ellas que no tengan una unión en la naturaleza. Nadie une el balido de una oveja con la forma de un caballo, ni el color del plomo con el peso y la fijeza del oro, para formar de esta manera las ideas complejas de unas sustancias reales cualesquiera, a no ser que desee llenar su mente con quimeras y sus discursos con palabras ininteligibles. Los hombres, observando ciertas cualidades que siempre se dan unidas y conjuntamente, han copiado la naturaleza de manera que de unas ideas así reunidas han formado sus ideas complejas de sustancias. Porque aunque los hombres pueden forjar las ideas complejas que deseen, y darles los nombres que les plazcan, sin embargo, si quieren que se les entienda cuando hablan de cosas realmente existentes, tienen, en algún grado, que conformar sus ideas a las cosas de las que quieren hablar, pues si no el lenguaje dé los hombres sería como el de Babel; y siendo cada' palabra solamente inteligible para el hombre que la emplea, ya no serviría para la conversación ni para los asuntos ordinarios de la vida, si las ideas por ellas significadas no respondieran de alguna manera a las apariencias comunes y estuvieran conformes a las sustancias, según realmente existen.....En segundo lugar, aunque la mente humana, al forjar sus ideas complejas a partir de las sustancias, nunca reúne ningunas que no existan realmente o que no se suponga que coexisten..... Supongamos a Adán convertido en un hombre maduro, y dotado de un buen entendimiento, pero en un país extraño, y rodeado de cosas nuevas y desconocidas para él, y sin más dificultades para conocerlas que las que tendría ahora un hombre de esta época. El se da cuenta de que Lamech está más melancólico de lo habitual y se imagina que es por una sospecha que tiene de que su mujer Adah (a la que ama ardientemente) siente demasiada simpatía por otro hombre. Adán comunica su pensamiento a Eva, y le expresa su deseo de que evite que Adah cometa una locura, y en esta conversación con Eva emplea dos palabras nuevas: kinneab y niouph. Al cabo del tiempo, se descubre el error de Adán, cuando él se entera de que la preocupación de Lamech procede de que ha matado a un hombre, pero las dos nuevas palabras, kinneab y niouph (la primera de las cuales significa la sospecha de un marido respecto a la lealtad de su mujer, y la segunda la deslealtad de la esposa), no pierden sus distintas significaciones. Resulta evidente, pues, que aquí tenemos dos ideas complejas distintas de modos mixtos.....Consideremos ahora de la misma manera los nombres de las sustancias en su primera aplicación. Uno de los hijos de Adán, que deambulaba por los montes, encuentra una sustancia brillante que le resulta agradable a la vista. La lleva a casa de Adán, quien, después de examinarla, encuentra que es dura, que tiene un brillante color amarillo y un gran peso, Estas quizá sean, en un principio, todas las cualidades que advierte en aquélla; y abstrayendo esa idea compleja, que consiste en una sustancia que tiene ese peculiar color amarillo brillante, y un peso bastante considerable en relación con su tamaño, le da el nombre de zahab, para denominar y señalar todas las sustancias que posean esas cualidades sensibles. Resulta evidente que, en este caso, Adán actúa de una manera completamente diferente a como lo hizo antes, cuando forjó esas ideas de los modos mixtos a las que dio los nombres de kinneah y niouph. Pues en aquella ocasión solamente reunió ideas a partir de su propia imaginación, sin tomarlas de la existencia de cosa alguna, y les dio nombres para denominar cuanto sucediera acorde con esas ideas abstractas suyas, sin considerar si tales cosas existían o no: el modelo que había tomado era obra suya. Pero al formarse la idea de esta nueva sustancia, actúa de una manera totalmente distinta, pues toma el modelo de la naturaleza; y de esta manera, para representárselo a sí mismo por la idea que tiene sobre él, incluso cuando no tenga este modelo delante, no incluye en esta idea compleja ninguna idea simple que no haya recibido por medio de la percepción a partir de la cosa misma. Se preocupa de que su idea esté de acuerdo con el arquetipo, e intenta que el nombre signifique una idea así ajustada.
Comentario





































































TEXTO 6G

Esto se ajusta al verdadero fin del lenguaje, que estriba en la manera más fácil y breve de comunicar nuestras nociones. Pues, de este modo, el que quiera discurrir sobre las cosas, en cuanto éstas se conforman con la idea compleja de extensión y solidez, necesitará únicamente emplear la palabra cuerpo para denotar todo esto. El que desee añadir otras ideas, significadas por las palabras vida, sensación y movimiento espontáneo, necesitará solamente usar la palabra animal para significar todo lo que participa de esas ideas; y el que haya formado una idea compleja de un cuerpo, dotado de vida, sensación y movimiento, más la facultad de raciocinio, y una cierta forma unida a él, no necesitará más que emplear el breve monosílabo man (hombre) para expresar todos los particulares que corresponden a esa idea compleja. Este es el fin propio de los géneros y las especies.
Comentario





































































TEXTO 6H

En resumen, éste es el caso: la naturaleza hace muchas cosas particulares que coinciden entre sí en muchas cualidades sensibles, y probablemente también en su estructura y constitución interna; sin embargo, no es esta esencia real la que las distingue en especies, sino el hombre, quien, partiendo de las cualidades que encuentra unidas en ellas y en las que observa convergen a menudo varios individuos, las ordena en clases por medio de nombres, para la comodidad de tener signos comprensivos bajo los cuales los individuos, según su conformidad con esta o aquella idea abstracta, quedan clasificados como bajo enseñas; así que éste será del regimiento azul, aquél del rojo; éste será un hombre, aquél un mandril. Y en esto, según mi opinión, estriba todo este asunto de los géneros y las especies.
Comentario