El conocimiento de nuestro propio ser lo tenemos por intuición. La
existencia de Dios nos la da a conocer claramente la razón, según ya se ha
demostrado. El conocimiento de la existencia de cualquier
otra cosa solamente lo podemos tener por medio de la sensación.... Pues el
tener la idea de cualquier cosa en nuestra mente no prueba más la existencia de
esa cosa de lo que el retrato de un hombre evidenciaría su existencia en el
mundo o de lo que las visiones de un sueño constituyen una historia verdadera.
Por tanto, la recepción actual de las ideas que están fuera de nosotros es lo
que nos da una noticia de la existencia de otras cosas, y lo que nos hace
conocer que algo existe en ese momento fuera de nosotros, y que provoca esa idea
en nosotros....; por ejemplo, mientras escribo esto tengo, por el papel que
afecta a mis ojos la idea a la que llamo blanco, cualquiera que sea el objeto
que la produce en mi mente; y por ello conozco que esa cualidad o accidente (es
decir, la apariencia que en mis ojos siempre provoca esa idea) existe realmente
en ese momento, y tiene un ser exterior a mí. Y la mayor seguridad que yo puedo
tener sobre esto, y a la cual se pueden dirigir mis facultades, es el testimonio
de mis ojos, que son los únicos y propios jueces de esta cosa sobre cuyo
testimonio tengo razones para descansar, sobre algo que no puedo dudar mientras
escribo esto, que veo negro y blanco y que realmente existe algo que causa en mí
esa sensación de que escribo o de que muevo mi mano-, la cual es una
certidumbre tan grande como la mayor de la que sea capaz la naturaleza humana
sobre la existencia de algo, a no ser sobre la del propio hombre, o sobre la de
Dios.
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Aunque la noticia que nos comunican nuestros
sentidos de la existencia de las cosas fuera de nosotros no sea tan cierta como
nuestro conocimiento intuitivo o como las deducciones de nuestra razón cuando
se ocupa sobre las claras ideas abstractas de nuestras propias mentes, sin
embargo, es una seguridad tan grande, que merece recibir el nombre de
conocimiento..... Pienso que Dios me ha dotado de la seguridad suficiente con
respecto a la existencia de las cosas exteriores a mí, ya que, por sus
diferentes aplicaciones, puedo producirme tanto placer como dolor, el cual es
una de las causas de mi estado actual. Una cosa es segura: que la confianza en
que nuestras facultades no nos engañan en esto es la mayor seguridad que somos
capaces de tener sobre la existencia de los seres materiales.
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Es evidente que esas percepciones se producen en
nosotros por causas exteriores que afectan nuestros sentidos;....Esto es tan
evidente que no admite la menor duda, y, por consiguiente, no podemos sino tener
la seguridad de que ingresan por los órganos de los sentidos, y de ninguna otra
manera. Es obvio que los órganos mismos no producen estas sensaciones, pues, en
el caso contrario, los ojos de un hombre en la oscuridad deberían también
producir colores, y su nariz debería percibir el aroma de las rosas en el
invierno;.... Porque algunas veces me doy cuenta de que no
puedo evitar el que se produzcan esas ideas en mi mente, pues cuando tengo los
ojos cerrados, o lo están las ventanas de la habitación, aunque pueda,
conforme a mis deseos, traer a mi mente las ideas de luz o de sol, las cuales se
alojaron en mí memoria mediante sensaciones anteriores.... De manera que existe
una diferencia manifiesta entre las ideas que hay en mi memoria... y aquellas
otras ideas que forzosamente se me imponen y que no puedo evitar tener. Y, por
tanto, se debe necesitar alguna causa exterior, y la resuelta actuación de
algunos objetos que están fuera de mí, cuya eficacia yo no puedo resistir,
para producir aquellas ideas en mi mente, independientemente de que yo lo quiera
o no. Además, no hay nadie que no pueda percibir en sí mismo la diferencia
entre la contemplación del sol, a partir de la idea que tiene en la memoria, y
el contemplarlo efectivamente en un momento determinado.... Añádase
a esto el que muchas de aquellas ideas se producen en nosotros con dolor, el
cual recordaremos después sin la menor ofensa.... E igualmente recordamos las
molestias del hambre, de la sed o de la fatiga sin sentir ningún dolor en
absoluto; y, sin embargo, o nunca debieran molestarnos, o deberían hacerlo
constantemente, tantas veces cuantas pensáramos en ellos, si no fueran más que
ideas flotantes en nuestra mente, y apariencias que llenaran nuestra imaginación,
sin que la existencia real de las cosas nos afectara desde fuera. Lo mismo podríamos
decir del placer que acompaña a algunas sensaciones actuales. |
Nuestros sentidos son, en muchos casos, los informadores de la verdad de
sus mensajes sobre la existencia de las cosas sensibles que están fuera de
nosotros.....Sin embargo, si después que todo esto
cualquiera se mostrara tan escéptico como para desconfiar de sus sentidos, y
para afirmar que todo cuanto ve y oye, siente y gusta, piensa y hace, a lo largo
de toda su existencia, no es sino la serie de engañosas apariencias de un sueño
prolongado que no tienen ninguna realidad, de tal manera que pone en cuestión
la existencia de todas las cosas, o nuestro conocimiento sobre cualquier cosa, a
ése yo le rogaría que considerara que, si todo es un sueño, entonces él
también sueña que formula ese problema.... Con todo, si así lo prefiere, podrá
soñar que le contesto esto: que la certidumbre sobre la existencia de las cosas
in rerum natura, cuando tenemos el testimonio de nuestros sentidos, no
solamente es tan grande cuanto permite nuestra constitución, sino cuanto
nuestra condición necesita. Porque como nuestras facultades no están tan
adecuadas a la completa extensión del ser, ni a un conocimiento perfecto, claro
y comprensivo de las cosas, libre de toda duda y escrúpulo, sino para
preservarnos a nosotros mismos, en los que se dan estas facultades, y en los que
se acomodan a los usos de la vida, éstas sirven perfectamente a sus propósitos
si nos dan noticia cierta de aquellas cosas que nos convienen, o de aquellas que
no nos convienen. Pues aquel que pueda ver una lámpara ardiendo, y haya
experimentado la fuerza de su llama al poner su dedo en ella, no dudará el que
esto es algo que existe fuera de él que le daría, y que le produce un gran
dolor; lo cual es una seguridad suficiente. |
En definitiva, entonces cuando nuestros sentidos
comunican en un momento determinado cualquier idea a nuestro entendimiento, no
podemos menos que tener la seguridad de que algo existe realmente en ese momento
fuera de nosotros.... Pero este conocimiento se extiende tan lejos como el
presente testimonio de nuestros sentidos, que, ocupados en los objetos
particulares que en ese momento los afectan, no van más allá. Porque si pude
ver una colección semejante de ideas simples, a la que suelo denominar hombre,
que existían todas ellas reunidas hace un minuto, y ahora estoy solo, ya no
puedo estar seguro de que existe ahora ese mismo hombre, puesto que no hay
ninguna conexión necesaria entre su existencia de hace un minuto y su
existencia actual. Puede haber dejado de existir de mil maneras, desde el
momento en que mis sentidos recogieron el testimonio de su existencia. Y si no
puedo estar seguro de que el hombre último que vi hoy tiene ahora
existencia, menos seguridad podré tener de que lo está alguien que se halla más
lejos de mis sentidos, y al que no he visto desde ayer o desde el año pasado y
mucho menos podré tener ninguna seguridad de la existencia de personas a las
que nunca vi. Y, por tanto, aunque sea altamente probable que millones de
hombres existan en este momento, sin embargo, mientras escribo esto, en la
soledad, no puedo tener de ello esa certidumbre a la que estrictamente llamamos
conocimiento; aunque el alto grado de probabilidades me pueda situar más allá
de la duda, y haga razonable el que yo actúe con la seguridad de que existen en
este momento hombres (y hombres a los que conozco y con los que tengo trato) en
el mundo. Pero esto es la probabilidad, no el conocimiento. |
Por todo lo cual, resulta que existen dos clases de
proposiciones: 1) hay una clase de proposiciones sobre la existencia de
cualquier cosa que responda a una idea tal; como cuando tenemos la idea de un
elefante, del ave fénix, del movimiento o de un ángel en la mente, lo primero
y más normal es preguntar si una cosa similar existe en algún sitio. Y este
conocimiento es sólo de lo particular. Ninguna existencia de cosa alguna fuera
de nosotros, a no ser la de Dios, puede ser conocida con certidumbre más allá
de lo que nos informan nuestros sentidos. En el caso
primero, nuestro conocimiento es la consecuencia de la existencia de cosas que
producen ideas en nuestras mentes por nuestros sentidos; 2)
Hay otra clase de proposiciones, en las que se expresa el acuerdo o desacuerdo
de nuestras ideas abstractas y la dependencia de las unas con respecto a las
otras. Tales proposiciones pueden ser universales o ciertas. De este modo,
teniendo la idea de Dios y de mí mismo del temor y de la obediencia, no puedo
por menos que tener la seguridad de que Dios debe ser temido y obedecido por mí;
y esta proposición será cierta, sobre el hombre en general, si me he hecho una
idea abstracta de una especie semejante, de la que yo soy un particular. Y, sin
embargo, por más cierta que sea la proposición que establece que «los hombres
deben temer y obedecer a Dios» no me prueba la existencia de los hombres en el
mundo. En el segundo caso, el conocimiento es la consecuencia de las ideas
(sean las que fueren) que están en nuestras mentes, produciendo allí
proposiciones generales ciertas.
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