Ha sido una opinión común
recibida entre los hombres de letras que...el camino más fácil para las
escuelas ha sido establecer desde el principio una o más proposiciones
generales....Estas doctrinas, establecidas así como los fundamentos de
toda ciencia, fueron denominadas principios, como los puntos de partida de
los cuales debíamos arrancar.... Pero si cualquiera
considera esto atentamente, podrá encontrar (según imagino) que el gran
desarrollo y la certidumbre del conocimiento real que los hombres
alcanzaron en aquellas ciencias no se deben a la influencia de esos
principios,....sino que tienen su origen en las ideas claras, distintas y
completas en que se ocuparon sus pensamientos.... Me gustaría que se
considerara la manera en que un niño, o cualquier otra persona, puede
tener más certidumbre de que su cuerpo es mayor que su dedo meñique,
después de haber dado a su cuerpo el nombre de «todo» y a su dedo meñique
el nombre de «parte», que la que tenía antes....Pues el que no conoce
con certeza que un fragmento de materia unido a otro fragmento es mayor
que cualquiera de ellos por separado, nunca será capaz de saberlo
mediante la ayuda de esos dos términos relativos, todo y parte, por
muchas máximas que se quieran formar con ello.......Lo que aquí me
propongo es averiguar si el camino más corto hacia el conocimiento es
empezar por las máximas generales y construir sobre ellas las demás,
tomando unos principios que han sido establecidos en otras ciencias como
verdades incuestionables...Veamos, en el caso de admitir aquel principio
de algunos filósofos antiguos que establecía que todo es materia,
sin que existiera otra cosa, las consecuencias a que nos llevaría, según
los escritos de algunos que lo han revisado en nuestros días, la admisión
de este principio como cierto e indubitable. Acéptese, con Polemón, que
el mundo es Dios; o, con los estoicos, que es el éter o el sol; o con
Anaxímenes, que es el aire. ¡Qué teología, qué religión y qué culto
sería preciso que tuviéramos! Nada puede ser tan peligroso como el tomar
unos principios de esa clase sin cuestionarlos o examinarlos;
especialmente si tales principios conciernen a la moral, que tanta
influencia tiene en la vida de los hombres y que establece la línea de
todas sus acciones. ¿Quién no esperará otra clase de vida en Aristipo,
que situaba la felicidad en los placeres corporales, distinta de la de Antístenes,
que hacía de la virtud el principio de la felicidad?....
El conocimiento de la certeza de esos principios, así como el de todas
las otras verdades, tan sólo dependen de la percepción que tenemos del
acuerdo o desacuerdo de nuestras ideas, la manera de progresar en nuestro
conocimiento no es, estoy seguro, la de recibir a ciegas, y comulgar con
unos principios recibidos con una fe implícita; sino que me parece que
consiste en adquirir y fijar en nuestras mentes ideas claras, distintas y
completas hasta donde eso se puede realizar, y anexarles unos nombres
adecuados e invariables....Así pues, si queremos
proceder como aconseja la razón, debemos adaptar nuestros métodos de
investigación a la naturaleza de las ideas que examinemos...Esto
me ha dado la confianza para avanzar más en aquella conjetura que ya
sugerí, es decir, que la moralidad es tan capaz de demostración como los
principios matemáticos....No niego que un hombre,
habituado a los experimentos racionales y regulares, sea capaz de penetrar
más en la naturaleza de los cuerpos, y de vislumbrar con mayor verdad sus
propiedades desconocidas, que uno para el que le son extrañas; y, sin
embargo, esto no es, según ya afirmé, más que un juicio y una opinión,
no un conocimiento y una certidumbre....lo que me hace sospechar que la
filosofía natural no es capaz de convertirse en ciencia.... Podemos tener
experiencias,.... a partir de las que podemos extraer ventajas de
convivencia y salud,... pero más allá de esto, mucho me temo que no
vayan nuestras inteligencias y que no sean capaces de avanzar, según me
imagino, nuestras facultades.... A partir de aquí, parece obvio concluir
que, puesto que nuestras facultades no están hechas para penetrar en las
constituciones internas y en las esencias reales de los cuerpos y que, sin
embargo, pueden descubrirnos claramente el ser de un Dios, y el
conocimiento de nosotros mismos.... Pero
con independencia de que la filosofía sea o no capaz de la certidumbre,
las vías para alcanzar el conocimiento, según me parece son, en
definitiva, las dos siguientes: Primero, adquirir y establecer en nuestras
mentes ideas determinadas de aquellas cosas de las que tenemos nombres
generales....Segundo,.... encontrar aquellas ideas intermedias que pueden
mostrarnos el acuerdo o la repugnancia de otras ideas, que no pueden ser
comparadas de manera inmediata.
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