Como el conocimiento no proviene solamente de la
verdad visible y cierta, el error no es una falta de nuestro conocimiento, sino
un juicio de nuestro juicio que da su asentimiento a lo que no es verdadero.
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Por «carencia de pruebas» no sólo entiendo la
falta de aquellas pruebas que no están en ninguna parte y que, por tanto, se
pueden obtener, sino también la falta de aquellas pruebas que ya existen, o que
se pueden descubrir. De esta manera los hombres carecen de pruebas cuando no
tienen el deseo o la oportunidad de realizar por ellos mismos experimentos y
observaciones que les lleven a probar alguna proposición, o cuando no tienen la
oportunidad de investigar y recoger los testimonios de los demás; y éste es el
estado en que se encuentra la mayor parte del género humano, ya que están
entregados al trabajo y atados a la necesidad que les impone su condición de
tener que gastar sus vidas solamente en procurarse los medios de subsistir....Como
la mayor parte de los hombres tienen bastante que hacer para proporcionarse las
formas de vida, no se encuentran en condiciones de preocuparse por las
investigaciones sabias y laboriosas..... Estos están tan lejos, e incluso más,
de la libertad y de las oportunidades de una investigación correcta que.... se
encuentran reducidos a la estrechez del pensamiento, y esclavizados en aquella
parte en la que el hombre debiera ser más libre: su entendimiento. Este es
generalmente el caso de todos los que viven en lugares en los que no se tiene la
preocupación de propagar la verdad sin el conocimiento; donde los hombres están
obligados al azar, a profesar la religión existente en su
país y, por tanto, a seguir ciertas opiniones, de la misma manera en que los
ignorantes compran las recetas de los embaucadores, sin saber como han sido
hechas, o el resultado que tendrán, y sin tener otro problema que el de creer
que producirán una curación inmediata. |
Aquellas que carecen de habilidad para usar estas evidencias que tienen
sobre la probabilidad, quienes no pueden seguir una serie de consecuencias en su
mente ni estimar exactamente el distinto peso de testimonios contrarios y de
pruebas opuestas....pueden fácilmente sentirse inclinados a otorgar su
asentimiento a proposiciones que no son probables.....Si una diferencia
semejante en los intelectos de los hombres tiene su origen en algún defecto de
los órganos del cuerpo particularmente adaptados para pensar, o en la falta de
uso de aquellas facultades que producen la atrofia o, como algunos piensan, en
las diferencias naturales que hay en las mismas almas de los hombres, en alguna
de estas causas, digo, o en todas juntas, es algo que no
me interesa examinar aquí. Una cosa tan sólo es evidente: que hay una
diferencia de grados en los entendimientos de los hombres, en sus aprehensiones
y raciocinios, y que esta diferencia es de tal envergadura que se puede afirmar,
sin que suponga una injuria para el género humano, que existe tan gran
distancia entre algunos hombres y otros en este respecto, como la que hay entre
algunos hombres y ciertas bestias.
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Hay otra clase de gente que carecen de pruebas no porque no estén a su
alcance, sino porque no quieren usarlas; y son aquellos que aunque disponen de
riquezas y de tiempo libre suficiente, no carecen de medios adecuados ni de
otros auxilios; sin embargo, nunca sacan ningún partido de ellos. Su constante
persecución del placer, su dedicación cotidiana de los negocios, desvía hacia
otra parte los pensamientos de algunos hombres; la pereza, la indolencia en
general, o bien la aversión particular hacia los libros, hada el estudio y la
meditación mantienen a otros alejados de todo pensamiento serio..... Gastan
todos sus ingresos en las necesidades de su cuerpo, y no dediquen nada a
procurar los medios y auxilios que desarrollen sus conocimientos: aquellos que
se esfuerzan para llevar siempre unos trajes limpios y lujosos, y que se sentirían
muy desgraciados por vestir otros de tela común, o por llevar un abrigo raído
y que, sin embargo, permiten sin ningún sufrimiento que su mente aparezca
recubierto de una librea usada, llena de remiendos y desgarrada. |
Aún hay una última clase de personas las cuales, aunque tengan a la vista las probabilidades reales de forma totalmente evidente, no se dejan convencer, ni ceden ante las razones manifiestas, sino que o emejein, suspenden su asentimiento, o lo dan a la opinión menos probable. A este peligro se exponen aquellos que admiten las medidas equivocadas de la probabilidad, que son:
El primer y más firme fundamento de probabilidad es la
conformidad que una cosa tiene con nuestro conocimiento, especialmente con esa
parte de nuestro conocimiento que hemos abrazado y que seguimos considerando
como principios. ... Nada hay más normal que el que los niños reciban en sus
mentes proposiciones (especialmente sobre materias de religión) que proceden de
sus padres, de sus nodrizas o de los que viven con ellos, las cuales una vez que
han sido introducidas en sus entendimientos vírgenes y saltos de prejuicios, y
una vez que se han instalado allí, paso a paso, y se fijan de una manera tan
firme (lo mismo si son verdaderas que si son falsas) que, a consecuencia del
prolongado hábito y de la educación, ya no resulta posible sacarías de allí.
Porque los hombres, cuando ya han crecido, y al reflexionar sobre sus opiniones,
advirtiendo que las de esta clase son tan antiguas como
sus mentes, como sus memorias, puesto que no pudieron darse cuenta cuando se
introdujeron allí, ni por qué medios las adquirieron, fácilmente tienden a
reverenciarlas como si se tratara de asuntos sagrados...La gran obstinación que
se advierte en los hombres cuando creen firmemente opiniones muy contrarias,
aunque en muchas ocasiones igualmente absurdas, entre las varias religiones que
existen en la humanidad, constituyen una prueba evidente de que son una
consecuencia inevitable de esta manera de razonar a partir de principios
tradicionales recibidos. De tal manera que los hombres prefieren desconfiar de
sus propios ojos, renunciar a la evidencia de sus sentidos y contradecir a su
propia experiencia, antes de admitir una cosa que no esté de acuerdo con estas
sagradas creencias..... Junto a éstos hay otros hombres cuyo
entendimiento están vaciados en un molde para amoldarse solamente a una hipótesis
recibidas. La diferencia entre éstos y los anteriores consiste en que aquellos
admiten las cuestiones de hecho... Estos no manifiestan un total desafío a sus
sentidos, como los anteriores, ya que pueden escuchar más
atentamente su información, pero de ninguna manera admiten sus indicaciones en
la explicación de las cosas, ni se dejan llevar por unas probabilidades.... ¿No
sería, acaso, insoportable para un docto profesor ver destruido, a manos de un
recién llegado y en un momento, toda la autoridad que ha acumulado en cuarenta
años?... ¿Puede alguien esperar que éste llegue a confesar que todo lo que ha
estado enseñando a sus alumnos desde hacía treinta años eran errores y equívocos
y que les venció a un precio muy elevado palabras huecas e ignorancia?...... Las probabilidades
que están en contra de los apetitos de los hombres y
las pasiones predominantes corren la misma suerte.....Dígase a un hombre que
está apasionadamente enamorado, que su amada le es infiel; tráigasela un
batallón de testigos sobre la infidelidad de la amante, y apuesto diez contra
uno que con tres palabras amables de ella se invalidarán todos los testimonios.
Quod volumus facile credimus (lo que se amolda a nuestros deseos, lo
creemos fácilmente)...... La cuarta y última medida errónea
de probabilidad que voy a señalar, y que mantiene en la ignorancia o en el
error a más personas que todas las otras juntas, es aquella que ya mencioné en
el capítulo anterior; me refiero a aquella que consiste en ceder nuestro
asentimiento ante opiniones comúnmente recibidas, bien de nuestros amigos o
camaradas, bien en nuestro vecindario o en nuestro país... Pues
este criterio goza del apoyo de la venerable antigüedad.
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