Hasta aquí nos hemos limitado a
considerar la esencia de las cosas, las cuales, puesto que sólo son ideas
abstractas alojadas en nuestros pensamientos a partir de toda existencia
particular....no nos aporta ningún conocimiento sobre la existencia real.
Por este método podemos «llegar a darnos cuenta de que las proposiciones
universales, de cuya verdad o falsedad podemos tener un conocimiento
cierto, no se refieren a la existencia....Pero dejando la naturaleza de
las proposiciones.... vamos ahora a investigar sobre nuestro conocimiento
acerca de la existencia de las cosas, y sobre la manera en que llegamos a
él. Así pues, digo que tenemos un conocimiento de nuestra propia
existencia por intuición, de la existencia de Dios, por demostración, y
de las otras cosas, por sensación.....En lo que se refiere a nuestra
propia existencia, la percibimos tan llana y ciertamente que ni se
necesita, ni es susceptible de prueba alguna, pues nada puede sernos más
evidente que nuestra propia existencia. Pienso, razono, siento placer y
dolor, ¿puede acaso alguna de estas cosas serme más evidente que mi
propia existencia?.....Pues si me doy cuenta de que siento dolor, resulta
evidente que tengo una percepción tan cierta de mi propia existencia como
de la existencia del dolor que siento; o, si me doy cuenta de que dudo,
tengo una percepción tan cierta de la existencia de la cosa en duda como
de ese pensamiento que llamo «duda». Así pues, la experiencia nos
convence de que tenemos un conocimiento intuitivo de nuestra propia
existencia.
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