ENFADO DE PROTÁGORAS

– Sócrates, no reproduces bien lo que yo he dicho al responderte. Al ser preguntado por tí si los valientes son audaces, asentí, pero sobre si los audaces son valientes no fui preguntado. Si me lo hubieras preguntado, te habría dicho que no todos. En cuanto a mi asenso, no has demostrado que los valientes no son audaces y que, por lo tanto, asentí incorrectamente. Luego, estableces que, de éstos, los entendidos son más audaces que los no entendidos, y de aquí deduces que el valor y la sabiduría son lo mismo. Siguiendo por este camino, podrías también deducir que la fuerza es sabiduría. Pues si volvieses de nuevo a preguntarme si los fuertes son potentes, respondería que sí. Y después, si los diestros en la lucha son más potentes que los no diestros y si aquéllos, cuando han aprendido, más que antes de aprender; y también respondería afirmativamente. El haber asentido yo a esto te permitiría, valiéndote de estos mismos argumentos, afirmar que, según mi asenso, la sabiduría es fuerza. Pero tampoco en este caso admito yo que los potentes son fuertes,pese a que los fuertes son potentes, pues potencia y fuerza no son la misma cosa, sino que la potencia es lo que procede del saber y también de la locura y de la pasión; la fuerza, en cambio, lo que procede de la naturaleza y de la buena alimentación del cuerpo. Así, también, en el caso anterior, audacia y valor no son la misma cosa: Sucede que los valientes son audaces, pero no, que los audaces son todos valientes. En el hombre, la audacia, como la potencia, procede del arte así como de la pasión y de la locura. El valor, en cambio, procede de la naturaleza y de la buena alimentación del espíritu.

– Protágoras –repliqué–, admites tú que, de los hombres, unos viven bien y otros, mal?

– Sí.

– ¿Y te parece que un hombre vive bien, si vive con pesadumbres y con dolores?

– No.

– Y si uno acaba sus días después de haber pasado una vida agradable, ¿no te parecería que ha vivido bien?

– Sí.

– Por lo tanto, vivir agradablemente es bueno, y vivir desagradablemente, malo.

– A condición de vivir complaciéndose en cosas bellas.

– ¡Pero qué dices, Protágoras! ¿Es que tú también, como la mayoría, llamas malas a ciertas cosas agradables y buenas a ciertas cosas molestas? Pues te digo: ¿No es cierto que las cosas agradables son buenas en cuanto tales y no en cuanto lo que de ellas se sigue, y por otra parte, que las cosas molestas son malas de la misma manera, esto es, en cuanto que son molestas?

– No sé, Sócrates, si he de responderte de forma tan escueta como tú preguntas, a saber, que las cosas agradables son todas buenas y las molestas, malas. Me parece que la manera más acertada consiste en responder con la vista puesta, no sólo en este caso concreto, sino en toda la experiencia de mi vida: Hay ciertas cosas agradables que no son buenas; también hay ciertas cosas molestas que no son malas, y hay otras que sí lo son y, en tercer lugar, las hay que son neutras: ni buenas ni malas.

– ¿Acaso no llamas agradables a las cosas que conllevan placer o lo producen?

– Sin duda.

– Pues bien, al preguntarte si las cosas agradables no buenas, te estoy preguntando si el placer mismo no es bueno.

– Como tú sueles decir siempre, Sócrates, examinemos este punto. Si el examen nos parece correcto y resulta que lo agradable y lo bueno son lo mismo, asentiremos; si no, discutiremos.

-¿Prefieres dirigir tú el examen o que lo dirija yo?

– Justo es que lo dirijas tú, ya que tú iniciaste la discusión.

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