SI EL SER ES EL TODO DEBERÍA ABARCAR LO SENSIBLE Y LO INTELIGIBLE
Extranjero. –Pero, ¡por Júpiter! Nos dejaremos convencer fácilmente de que ni el movimiento, ni la vida, ni el alma, ni la sabiduría, pertenecen verdaderamente al SER absoluto, que no vive, que no piensa, sino que, privado de la augusta y santa Inteligencia, subsiste y permanece inmóvil?
Teetetes. -¡No podría uno resolverse a hacer, sin gran dificultad, una confesión semejante, ¡oh extranjero!
Extranjero. -¿Diremos que hay Inteligencia sin haber Vida?
Teetetes. -Imposible.
Extranjero. -¿O bien les concederemos estos dos atributos, declarando que lo que no tiene es alma?
Teetetes. -¿Y como puede poseer esos atributos sin alma?
Extranjero. -¿Diremos, en fin, que tiene Inteligencia, Vida y Alma, y que, sin embargo, subsiste en una absoluta inmovilidad, animado como está?
Teetetes. -Todas esas suposiciones me parecen absurdas.
Extranjero. -Luego, es preciso colocar en el número de los seres lo que es movido y el movimiento mismo.
Teetetes. -Es imposible obrar de otra manera.
Extranjero. -Se ve claramente, mi querido Teetetes, que si los seres son inmóviles, nadie puede, en manera alguna, tener ningún conocimiento de ninguna cosa.
Teetetes. -Eso es claro.
Extranjero. -Por otra parte, si admitimos que todo está en un eterno movimiento, arrancamos, del número de los seres, lo mismo de que tratamos.
Teetetes. -¿Cómo?
Extranjero. -Si no hay estabilidad, ¿te parece que pueda ningún ser permanecer nunca el mismo en sí y en sus relaciones con los demás?
Teetetes: -No, ciertamente.
Extranjero. -¿Y qué? Sin estas condiciones, ¿concibes que pueda existir o formarse conocimiento alguno?
Teetetes. -De ninguna manera.
Extranjero. -Verdaderamente es preciso combatir, con todas las armas del razonamiento, al que destruyendo la ciencia, el pensamiento y la inteligencia, pretende aun poder afirmar alguna cosa, de ninguna cosa.
Teetetes. -Seguramente.
Extranjero. -Para el filósofo, que honra todas estas cosas en el más alto grado, es, a mi parecer, una absoluta necesidad el no admitir un todo inmóvil, bajo la fe de los que le hacen uno o múltiple, como también no prestar oídos a los que quieren que todas las cosas se muevan por todas partes y al infinito: Es preciso que imite a los niños en sus deseos, y que conozca, a la vez, lo que es inmóvil y lo que es movido, el SER y el todo.
Teetetes.
-Nada más cierto.