LA CIENCIA DE LA DIALÉCTICA

Extranjero. -Ahora bien, puesto que hemos admitido que los géneros también son susceptibles de mezcla, ¿no es indispensable que el que se toma el trabajo de explicar con exactitud qué géneros se asimilan, y qué géneros se rechazan, se valga de alguna ciencia para sus razonamientos? ¿No es preciso que conozca los que sirven de encadenamiento a todos los demás y son susceptibles de mezclarse con ellos? Y con respecto a la separación de los géneros, ¿no es preciso, por otra parte, que conozca los que son generalmente causa de esta separación?

Teetetes. -Ciertamente, el que tal haga tiene necesidad de una ciencia y, quizá, de la más gran de de todas.

Extranjero. -¿Y cómo llamaremos esta ciencia, Teetetes? ¿Será posible, por Jupiter, que hayamos encontrado, sin apercibimos de ello, la ciencia de los hombres libres, y que cuando íbamos en busca del sofista, nos hayamos encontrado, de repente, con el filósofo?

Teetetes. -¿Qué quieres decir?

Extranjero. -Dividir por géneros, no tomar la misma especie por otra, ni otra por la misma, ¿no es esto, lo propio de, la ciencia dialéctica?

Teetetes. -Sí.

Extranjero. -El que se halla en aptitud de hacer esto, distingue, con claridad, la IDEA única, derramada en una multitud de individuos, que existen aisladamente; en seguida, una multitud de IDEAS que son diferentes las unas de las otras, y que están embebidas en una IDEA única; después, también una IDEA única, recogida en la universalidad de los seres, reducidos a la unidad; en seguida, por último, una multitud de IDEAS, absolutamente distintas las unas de jas otras. He aquí lo que se llama saber discernir, entre los géneros, los que son capaces de asociarse y los que no lo son.

Teetetes. -Perfectamente.

Extranjero. –Pero, el talento de la dialéctica no lo concederás. Yo creo sino al que es verdadera y puramente filósofo.

Teetetes. -¿Y cómo podría yo concederlo a ningún otro?

Extranjero. –En parajes semejantes a este encontraremos, pues, al filósofo, lo mismo ahora, que más tarde, si nos proponemos buscarle, aunque no sea fácil verle en claro. Sin embargo, la dificultad, en este caso, no es de la misma clase que la del sofista.

Teetetes. -¿Cómo?

Extranjero. -El uno se sume en la oscuridad del NO-SER, con el que se familiariza durante una larga estancia y, como el lugar que habita es oscuro, es por esto difícil reconocerle. ¿No es cierto?

Teetetes. -Probablemente.


Sofista