HIPOTESIS
Teetetes. -Yo no podría ponerme en lugar de ellos, para responder a estas preguntas. ¿Pero, no podrás encargarte tú mismo de hacerlo, para, en su vista, examinar las consecuencias de cada una de las tres suposiciones?
Extranjero. -Muy bien. Supongamos, si quieres, que declaren, en primer lugar, que ninguna cosa tiene en manera alguna poder de comunicar con las demás. ¿No se sigue, de aquí, que el reposo y el movimiento no participan, de manera alguna, del SER?
Teetetes. -Sin duda.
Extranjero. -¿Pero existirán, ni una, ni otra, de estas dos cosas, si no tienen nada de común con el SER?
Teetetes. -No existirán.
Extranjero. -El efecto inmediato de esta concesión es trastocarlo todo, a mi parecer, lo mismo en el sistema que supone en movimiento el universo, como en el que, haciéndole uno, le condena a la inmovilidad, como en el de aquellos que, admitiendo las IDEAS, sostienen que los seres subsisten invariables, semejantes a sí mismos. Todos estos filósofos unen el SER al universo, diciendo, los unos, que está verdaderamente en movimiento, los otros, que está verdaderamente en reposo.
Teetetes. - Perfectamente.
Extranjero.- Y los filósofos, que sucesivamente unen y separan todas las cosas, sea que hagan salir el infinito de lo Uno, y lo hagan, de nuevo, entrar en Él, sea que descompongan el universo en un número limitado de elementos, que, en seguida combinan, y ya, por otro lado, estas alternativas tengan lugar durante un cierto tiempo o ya se verifiquen siempre; todos estos filósofos nada razonable pueden decir, si no es posible la unión.
Teetetes. -Bien.
Extranjero. -Además, esos mismos que no permiten que una cosa se diga de otra, en virtud de su comunicación recíproca, se ven obligados a transigir, en su propio lenguaje, de la manera más donosa.
Teetetes. -¿Cómo?
Extranjero. -Se ven obligados, a cada momento, a servirse de las expresiones: “ser”, “separadamente”, “otro”, “lo mismo”, y otras mil análogas. Puesto que no pueden pasarse sin ellas y que las mezclan en todos sus discursos, no hay necesidad de que otros los combatan; como que hospedan, como suele decirse, en su misma casa, al enemigo y contradictor, oyendo, por todas partes, una voz que se lo advierte, como al insensato Euricles.
Teetetes. -Lo que dices es cierto, y tu comparación es exacta.
Extranjero. -Pero, en segundo lugar, que sucederá si dejamos a todas las cosas el poder de comunicarse entre sí?
Teetetes. -Eso soy yo capaz de explicarlo.
Extranjero. -Veamos.
Teetetes. -El movimiento mismo se quedaría en reposo y, a su vez, el reposo mismo se pondría en movimiento, si uno y otro se comunicasen y entendiesen entre sí.
Extranjero. -Es necesariamente y del todo imposible, que el movimiento esté en reposo y el reposo en movimiento.
Teetetes. -Sin duda.
Extranjero. -Sólo falta la tercera suposición.
Teetetes. -Sí.
Extranjero. -Es necesario que una de las tres sea verdadera: O todas las cosas pueden mezclarse, o ningunas, o algunas.
Teetetes. -Sin duda.
Extranjero. -Nos ha parecido imposible admitir las dos primeras.
Teetetes. -Sí.
Extranjero. -El que quiera responder con exactitud, adoptará, por consiguiente, la última.
Teetetes. -Evidentemente.
Extranjero. -Puesto que unas cosas se prestan a la mezcla, y otras las resisten, se hallan en el mismo caso que las letras. En efecto, hay acuerdo entre unas y desacuerdo entre otras.
Teetetes. -Es cierto.
Extranjero. -Las vocales tienen, sobre las demás letras, la ventaja de que se interponen entre todas, para servirlas de vínculo, hasta tal punto que, sin vocales, no hay acuerdo posible entre las otras letras.
Teetetes. -Muy bien.
Extranjero. -¿Sabe cualquiera que letras pueden unirse entre sí, o el que las une tiene necesidad de arte?
Teetetes. -Tiene necesidad de arte.
Extranjero. -¿De cuál?
Teetetes. -Del arte gramatical.
Extranjero. -¿Y no sucede lo mismo con los sonidos graves y agudos? El que posee el arte de distinguir los sonidos que son acordes y los que no lo son, es músico, y el que no lo entiende, no lo es?
Teetetes.
-Es cierto.