INTERROGANTES

Extranjero. -Expliquemos de dónde nace, que, a cada momento, designamos una sola misma cosa con muchos nombres diferentes.

   Teetetes. -¿Cómo? Ponme un ejemplo.

Extranjero. -Cuando hablamos de un hombre, le damos diversas denominaciones, le designamos por el color, la forma, el talle, por sus vicios, y sus virtudes. Por medio de estas calificaciones y por otras mil, decimos de él, no sólo que es un hombre, sino que es bueno, que es tal o cual, y así hasta el infinito. Con respecto a todos los demás objetos, procedemos de la misma manera, reconocemos cada cosa como una sola y, después, la designamos por muchas propiedades y con muchos nombres.

Teetetes. -Es cierto lo que dices.

Extranjero. -He aquí, yo creo, un regalo que acabamos de preparar a los hombres de escasa instrucción, ya sean jóvenes o ancianos. Porque cada uno de éstos puede objetarnos, que es imposible que muchos sean uno, que uno sea muchos, y cuán satisfechos quedarán, declarándonos que no es permitido decir “hombre bueno”, sino que “lo bueno es bueno”, y “el hombre, hombre”. Sin duda, Teetetes, más de una vez, te habrás encontrado con hombres dados a semejantes argucias, y, con frecuencia, hasta con ancianos; tal es su pobreza de espíritu y de conocimientos, que están como en éxtasis delante de estas miserias, y se imaginan haber llegado a la cima de la sabiduría.

Teetetes. -Todo eso es muy cierto.

Extranjero. -A fin de que nuestra discusión se dirija a todos aquellos que nunca se han ocupado del SER, de cualquier manera que sea, téngase entendido que todo cuanto vamos a decir, en forma de preguntas, lo mismo Va contra estos últimos, que contra aquellos a quienes hemos ya combatido.

Teetetes. -Pero, ¿qué vamos a decir?

Extranjero. –Lo siguiente. ¿Decidiremos que no es preciso atribuir la existencia al movimiento y al reposo; ni ninguna cosa a ninguna cosa, si no que toda unión es imposible, y que los seres no pueden participar los unos de los otros? ¿O bien, los juntaremos todos considerándolos como susceptibles de comunicación entre sí? ¿O bien, uniremos unos y separaremos otros? De estos tres partidos, mi querido Teetetes, ¿cuál debemos creer que escogerán nuestros entendidos rivales?

Teetetes. -Yo no podría ponerme en lugar de ellos, para responder a estas preguntas. ¿Pero, no podrás encargarte tú mismo de hacerlo, para, en su vista, examinar las consecuencias de cada una de las tres suposiciones?

Sofista